RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 18 de julio de 2014

LA ESENCIA DE LA REVOLUCIÓN: EL TERROR




HEGEL FRENTE AL TERROR REVOLUCIONARIO


Por Manuel Fernández Espinosa
 
 
La “Fenomenología del espíritu” (Phänomenologie des Geistes) de Georg Wilhelm Friedrich Hegel se publicó en 1807. Como la mayoría de los libros de Hegel, la “Fenomenología del espíritu” no es precisamente un libro de fácil acceso. Sin embargo, a pesar de su difícil inteligibilidad, es un libro fundamental para la filosofía hegeliana, lo que es decir para la filosofía moderna y contemporánea y quien quiera comprender el despliegue de la historia europea tiene que tomarse la molestia de leerlo o mejor hiciera en no apresurarse en juzgar favorablemente sucesos históricos como la Revolución Francesa de 1789.

Si uno pregunta sobre la Revolución Francesa a cualquier joven medianamente “informado”, éste podrá decirnos que fue un acontecimiento histórico que supuso la “liberación” de los franceses que, mediante la revolución, se deshicieron del “Ancien Régime”: es entonces cuando al imaginario colectivo acuden las imágenes de un pueblo enfurecido, asaltando la Bastilla y tomándose la justicia por su mano: algo que se invita a reeditar en estos tiempos ante los atropellos y abusos de esa “oligarquía” (que, por cierto, tan poca casta tiene). Nadie se ha tomado la molestia de comprender lo que fue, históricamente hablando, la Revolución Francesa; lo que pesa es el “mito” prefabricado y vertido por todos los medios, pues el “mito” (aunque sea mentira) es el que moviliza los resortes primarios de las masas, que son a las que el demagogo quiere ganar y excitar contra los enemigos a derrocar.

 
Si no nos conformamos con el “mito” de la Revolución Francesa, iremos a la historia y trataremos de penetrar en ella. Hegel había sido contemporáneo de estos sucesos históricos; los había vivido en Alemania, pero en su juventud los había celebrado con entusiasmo, con sus compadres de francachelas estudiantiles: Schelling y Hölderlin; es una anécdota muy conocida la del “árbol de la libertad” que alzaron los alegres amigos de Tubinga. Sin embargo, cuando Hegel fue madurando, el entusiasmo por las noticias que llegaban de Francia se ve que se enfría y el filósofo alemán (con el que podemos estar más o menos de acuerdo, pero al que no podemos regatear su portentosa inteligencia) examina con más rigor la Revolución Francesa.
 
 
Cuando Hegel escribe la “Fenomenología del Espíritu” pone el punto final a la obra en la noche del 12 al 13 de octubre. El 14 de octubre de 1806, en la misma ciudad donde el filósofo terminaba su libro, Napoleón Bonaparte vencía al ejército prusiano de Federico Guillermo III de Prusia. Napoleón Bonaparte era la transformación cesarista de esa misma Revolución Francesa de la que hablamos, la encarnación de ese espíritu. Legendarias son las palabras que se le atribuyen a Hegel: “He visto el espíritu del mundo montado a caballo”: el “Weltgeist” (espíritu del mundo).
 
 
La “Fenomenología del espíritu” es, en palabras de Herbert Marcuse, el resultado de las reflexiones de Hegel sobre la Revolución Francesa: “Hegel se dio cuenta de que el resultado de la Revolución francesa –dice Marcuse- no era la realización de la libertad, sino el establecimiento de un nuevo despotismo. Interpretó su curso y sus consecuencias, no como un accidente histórico, sino como un desarrollo necesario. El proceso del individuo culmina necesariamente en el terror y la destrucción en tanto sea llevada a cabo por individuos contra el Estado, y no por el Estado mismo. Sólo el Estado es capaz de proporcionar la emancipación, aunque no puede proporcionar la verdad perfecta ni la libertad perfecta”.
 






G. W. F. Hegel

Podría pensarse que ese “despotismo” al que alude Marcuse se concreta en Napoleón Bonaparte, pero no es así de sencillo. En “La fenomenología del espíritu” hallamos muy interesantes las reflexiones que Hegel dedica al Terror; estas páginas se encuentran bajo el título de “La libertad absoluta y el terror” y comprenden los apartados: "La libertad absoluta", "El terror" y "El despertar de la subjetividad libre".
 
 
Si bien es cierto que algunos de los párrafos de “El terror” no debieran leerse descontextualizados, son de tal rotundidad que no puedo dejar de citarlos. Hegel caracteriza el triunfo de la Revolución con estas palabras:
 
 
La única obra y el único acto de la libertad universal es, por tanto, la muerte […] la muerte más fría y más insulsa, sin otra significación que la de cortar una cabeza de col o la de beber un sorbo de agua”.


Esto es: La muerte es la "única obra y el único acto de la libertad universal".
 
 
¿Pero en qué consiste el gobierno revolucionario (el de la “libertad absoluta”) a juicio de Hegel? Nos lo dirá sin ambages: en suministrar la muerte más insulsa. El reino del Terror es cuando la muerte se transforma en una rutina. El exterminio de los adversarios, de los disidentes, de los sospechosos se realiza con una apabullante cotidianeidad, la misma con la que bebemos agua o cortamos una col; en eso, nos dice Hegel “consiste la sabiduría del gobierno, el entendimiento de la voluntad universal, su realización”: en el genocidio.
 
 
El gobierno revolucionario “excluye de una parte a los demás individuos de su obrar y, de otra parte, se constituye con ello como un gobierno dotado de una voluntad determinada y contrapuesto de este modo a la voluntad universal; no puede, por tanto, presentarse simplemente de otro modo que como una facción. Lo que ocurre es que la facción triunfante se llama gobierno y precisamente en ello, en el ser una facción, radica de modo inmediato la necesidad de su perecer”.
 
 
Ofreciendo tan lúcida comprensión del demoledor mecanismo revolucionario, Hegel ha hecho algo más que pintarnos aquí un particular fenómeno histórico que concierna a la Revolución Francesa; es el fenómeno del Terror (la época del Terror) a lo que se refiere, sí;  pero aquí también ha sido caracterizado el Terror (el Terror como praxis política) que no es algo contingente, sino que es un momento indispensable del proceso revolucionario, que se cumple inexorablemente allí donde ha triunfado o triunfe una facción revolucionaria, deviniendo ésta a “gobierno”, por provisionalmente que lo sea para ejercer la implacable fabricación de la muerte masiva. Así pasó con el Terror Rojo allí donde campó a sus anchas: en Rusia, en España, en China, en Cuba.


Para Hegel estaba más que claro que el Terror no era un episodio accidental, sino una lógica fase del proceso revolucionario. Están sobrando, por lo tanto, los discursos de que aquellos que ensayan apologías de la revolución, alegando que los excesos revolucionarios (genocidio comunista) se debieron a particulares circunstancias con las que no contaba el marxismo, bajo cuyos símbolos se perpetraron las más grandes masacres de la historia. Pero, claro, nunca fue fácil encontrar a un marxista que haya leído a Hegel y mucho menos que lo entendiera.


Ver: REVOLUCIÓN FRANCESA=GENOCIDIO MODERNO, de Antonio Moreno Ruiz.



LECTURAS RECOMENDADAS:


"Fenomenología del espíritu", G. W. F. Hegel.

"Razón y Revolución", Herbert Marcuse.

"La fenomenología del espíritu de Hegel", Martin Heidegger.

"Hegel", Walter Kaufmann.

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