HEGEL FRENTE AL TERROR REVOLUCIONARIO
Por Manuel Fernández Espinosa
La “Fenomenología del
espíritu” (Phänomenologie des Geistes) de Georg Wilhelm Friedrich Hegel se
publicó en 1807. Como la mayoría de los libros de Hegel, la “Fenomenología del
espíritu” no es precisamente un libro de fácil acceso. Sin embargo, a pesar de
su difícil inteligibilidad, es un libro fundamental para la filosofía hegeliana,
lo que es decir para la filosofía moderna y contemporánea y quien quiera
comprender el despliegue de la historia europea tiene que tomarse la molestia
de leerlo o mejor hiciera en no apresurarse en juzgar favorablemente sucesos
históricos como la Revolución Francesa de 1789.
Si uno pregunta sobre la Revolución Francesa a cualquier joven medianamente “informado”, éste podrá decirnos que fue un acontecimiento histórico que supuso la “liberación” de los franceses que, mediante la revolución, se deshicieron del “Ancien Régime”: es entonces cuando al imaginario colectivo acuden las imágenes de un pueblo enfurecido, asaltando la Bastilla y tomándose la justicia por su mano: algo que se invita a reeditar en estos tiempos ante los atropellos y abusos de esa “oligarquía” (que, por cierto, tan poca casta tiene). Nadie se ha tomado la molestia de comprender lo que fue, históricamente hablando, la Revolución Francesa; lo que pesa es el “mito” prefabricado y vertido por todos los medios, pues el “mito” (aunque sea mentira) es el que moviliza los resortes primarios de las masas, que son a las que el demagogo quiere ganar y excitar contra los enemigos a derrocar.
Si no nos conformamos con el “mito”
de la Revolución Francesa, iremos a la historia y trataremos de penetrar en
ella. Hegel había sido contemporáneo de estos sucesos históricos; los había
vivido en Alemania, pero en su juventud los había celebrado con entusiasmo, con
sus compadres de francachelas estudiantiles: Schelling y Hölderlin; es una
anécdota muy conocida la del “árbol de la libertad” que alzaron los alegres
amigos de Tubinga. Sin embargo, cuando Hegel fue madurando, el entusiasmo por
las noticias que llegaban de Francia se ve que se enfría y el filósofo alemán (con
el que podemos estar más o menos de acuerdo, pero al que no podemos regatear su
portentosa inteligencia) examina con más rigor la Revolución Francesa.
Cuando Hegel escribe la “Fenomenología
del Espíritu” pone el punto final a la obra en la noche del 12 al 13 de octubre.
El 14 de octubre de 1806, en la misma ciudad donde el filósofo terminaba su
libro, Napoleón Bonaparte vencía al ejército prusiano de Federico Guillermo III
de Prusia. Napoleón Bonaparte era la transformación cesarista de esa misma
Revolución Francesa de la que hablamos, la encarnación de ese espíritu.
Legendarias son las palabras que se le atribuyen a Hegel: “He visto el espíritu
del mundo montado a caballo”: el “Weltgeist” (espíritu del mundo).
La “Fenomenología del
espíritu” es, en palabras de Herbert Marcuse, el resultado de las reflexiones
de Hegel sobre la Revolución Francesa: “Hegel se dio cuenta de que el resultado de la Revolución francesa –dice
Marcuse- no era la realización de la libertad, sino el establecimiento de un
nuevo despotismo. Interpretó su curso y sus consecuencias, no como un accidente
histórico, sino como un desarrollo necesario. El proceso del individuo culmina necesariamente
en el terror y la destrucción en tanto sea llevada a cabo por individuos contra
el Estado, y no por el Estado mismo. Sólo el Estado es capaz de proporcionar la
emancipación, aunque no puede proporcionar la verdad perfecta ni la libertad
perfecta”.
G. W. F. Hegel |
Podría pensarse que ese “despotismo”
al que alude Marcuse se concreta en Napoleón Bonaparte, pero no es así de sencillo. En “La fenomenología del espíritu” hallamos muy interesantes las
reflexiones que Hegel dedica al Terror; estas páginas se encuentran bajo el
título de “La libertad absoluta y el terror” y comprenden los apartados: "La
libertad absoluta", "El terror" y "El despertar de la subjetividad libre".
Si bien es cierto que algunos de los párrafos de “El
terror” no debieran leerse descontextualizados, son de tal rotundidad
que no puedo dejar de citarlos. Hegel caracteriza el triunfo de la Revolución con estas palabras:
“La única obra y el único
acto de la libertad universal es, por tanto, la muerte […] la muerte más fría y
más insulsa, sin otra significación que la de cortar una cabeza de col o la de
beber un sorbo de agua”.
Esto es: La muerte es la "única obra y el único acto de la libertad universal".
Esto es: La muerte es la "única obra y el único acto de la libertad universal".
¿Pero en qué consiste el
gobierno revolucionario (el de la “libertad absoluta”) a juicio de Hegel? Nos
lo dirá sin ambages: en suministrar la muerte más insulsa. El reino del Terror es cuando la muerte se
transforma en una rutina. El exterminio de los adversarios, de los disidentes,
de los sospechosos se realiza con una apabullante cotidianeidad, la misma con
la que bebemos agua o cortamos una col; en eso, nos dice Hegel “consiste la
sabiduría del gobierno, el entendimiento de la voluntad universal, su
realización”: en el genocidio.
El gobierno revolucionario “excluye
de una parte a los demás individuos de su obrar y, de otra parte, se constituye
con ello como un gobierno dotado de una voluntad determinada y contrapuesto de
este modo a la voluntad universal; no puede, por tanto, presentarse simplemente
de otro modo que como una facción. Lo que ocurre es que la facción triunfante
se llama gobierno y precisamente en ello, en el ser una facción, radica de modo
inmediato la necesidad de su perecer”.
Ofreciendo tan lúcida comprensión
del demoledor mecanismo revolucionario, Hegel ha hecho algo más que pintarnos aquí un
particular fenómeno histórico que concierna a la Revolución Francesa; es el fenómeno del
Terror (la época del Terror) a lo que se refiere, sí; pero aquí también ha sido caracterizado el Terror (el Terror como praxis política) que no es algo contingente, sino que es un momento indispensable del proceso revolucionario, que se cumple inexorablemente allí donde ha triunfado o triunfe una
facción revolucionaria, deviniendo ésta a “gobierno”, por provisionalmente que lo sea para ejercer la implacable fabricación de la muerte masiva. Así pasó
con el Terror Rojo allí donde campó a sus anchas: en Rusia, en España, en
China, en Cuba.
Para Hegel estaba más que claro que el Terror no era un episodio accidental, sino una lógica fase del proceso revolucionario. Están sobrando, por lo tanto, los discursos de que aquellos que ensayan apologías de la revolución, alegando que los excesos revolucionarios (genocidio comunista) se debieron a particulares circunstancias con las que no contaba el marxismo, bajo cuyos símbolos se perpetraron las más grandes masacres de la historia. Pero, claro, nunca fue fácil encontrar a un marxista que haya leído a Hegel y mucho menos que lo entendiera.
Ver: REVOLUCIÓN FRANCESA=GENOCIDIO MODERNO, de Antonio Moreno Ruiz.
"Fenomenología del espíritu", G. W. F. Hegel.
"Razón y Revolución", Herbert Marcuse.
"La fenomenología del espíritu de Hegel", Martin Heidegger.
"Hegel", Walter Kaufmann.
Para Hegel estaba más que claro que el Terror no era un episodio accidental, sino una lógica fase del proceso revolucionario. Están sobrando, por lo tanto, los discursos de que aquellos que ensayan apologías de la revolución, alegando que los excesos revolucionarios (genocidio comunista) se debieron a particulares circunstancias con las que no contaba el marxismo, bajo cuyos símbolos se perpetraron las más grandes masacres de la historia. Pero, claro, nunca fue fácil encontrar a un marxista que haya leído a Hegel y mucho menos que lo entendiera.
Ver: REVOLUCIÓN FRANCESA=GENOCIDIO MODERNO, de Antonio Moreno Ruiz.
LECTURAS RECOMENDADAS:
"Fenomenología del espíritu", G. W. F. Hegel.
"Razón y Revolución", Herbert Marcuse.
"La fenomenología del espíritu de Hegel", Martin Heidegger.
"Hegel", Walter Kaufmann.
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