RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

miércoles, 31 de julio de 2013

DEL ÁFRICA ESPAÑOLA (IV): POLÍTICA TRANSFRETANA






*Pendón del cardenal Cisneros en la toma de Orán (1509).  


POLÍTICA TRANSFRETANA

Por Antonio Moreno Ruiz



No son los mejores tiempos para nuestra España. Vivimos una época de decadencia brutal, donde nos encontramos con un sistema político-económico cada vez más corrompido y asalvajado y una mentalidad social harto envilecida. Desde la oligarquía cleptómana que nos desgobierna se favorece continuamente el enfrentamiento y la división entre españoles. Los jóvenes emigramos porque no tenemos otro remedio y el que era el país de turismo y ladrillo se desmorona. Y el moro, siempre que ve débil a esa España que teme y que odia, se envalentona e intenta crecer a nuestra costa. 
Desde que se creó el artificioso estado de Marruecos, con el gaullismo como valedor y cómplice que intensifica una geopolítica contra España, los envalentonamientos venidos desde el sur no han parado. Muy pronto se declararon los máximos amigos de los norteamericanos en el Magreb. Con escasas gestiones diplomáticas, consiguieron el territorio de Sidi Ifni, que jamás le había pertenecido. Esta claudicación nos costó cara, pues lejos de amilanarse, los alahuitas financiaron el terrorismo contra España a través del Sáhara y en 1975, estando en las últimas el general Franco, organizaron la ridícula Marcha Verde con prostitutas y mendigos a los que le prometieron tierras. Como es habitual, incumplirían la promesa, y todo estuvo bien supervisado por agentes de la CIA. El actual jefe del estado de la Prostitución de 1978 tomó su primera decisión, y fue la de entregar aquella provincia española del occidente africano a quienes sigue llamando sus hermanos. Así empezaba la tan cacareada transición: Rompiendo España…
No confundamos el caso africano y nos creamos que es una especie de postrimería de aventura colonial. Ni tan siquiera es una “política exterior”. España tiene una presencia milenaria en África, y parte del norte de este continente es tan de nosotros como lo es la Villa y Corte. Como Rusia, si bien arrancamos desde Europa, nuestra condición geográfica, nuestro interés político y nuestra espiritualidad nos sitúan en una amplia encrucijada. Lo que significa Siberia para Rusia significa el norte de África para nosotros, como no deja de significar nuestra América. 
Como bien dice Tomás García Figueras en Marruecos (la acción de España en el norte de África)(1): "El emperador Otón, en prueba de estimación a la provincia de la Hispania Ulterior que él había mandado, y con el fin de que aumentara su comercio y la extensión de su gobierno, en el año 69 d.C. agregó la provincia imperial de la Mauritania Tingitana (que ocupaba dicha orilla sur hasta el río Malva o Muluya, y tenía su capital en Tingis-Tánger) a la provincia Bética y al convento jurídico de Cádiz (aunque posteriormente tuvo convento jurídico propio) llamándola Hispania Transfretana (o que está más allá del Estrecho o fretum). Más tarde, el emperador Vespasiano dividió la Hispania Ulterior en dos provincias: la Lusitania y la Betica, quedando la España transfretana unida a esta última. Bajo Adriano (117-138), Hispania se dividió en las siguientes provincias: Tarraconensis, Carthaginensis, Gallaecia, Lusitania, Baetica y Mauritania Tingitana. La Tingitania entonces tuvo su gobernador propio, que residía en Tánger y también recibió jurisdicción al crearse el Convento de Tánger. El emperador Caracalla rebautizó esa provincia como Nova Hispania Ulterior Tingitana. Posteriormente, con la reforma administrativa del Imperio que lleva a cabo Diocleciano (284-305) se reorganizó el Imperio creando las llamadas diócesis.Una de ellas fue precisamente Hispania cuya capital, parece que estaba en Córdoba. En el 297 la diócesis de Hispania comprendía las seis provincias antes referidas".
Bajo el poder visigótico, la frontera hispánica no era el Estrecho de Gibraltar, sino el Atlas. Y eso lo sabían los bizantinos, en su afán de reconquista romana. Cuando las tropas de Tarik ben Ziyad atravesaron el Estrecho para vencer por desgracia en Guadalete, lo hicieron por tierra hispana. La historia es al revés de cómo la cuenta el sistema: Esa tierra era hispana y cristiana antes que llegara el islam, el mismo que ha intentado borrar todo este pasado y que de hecho, nos quiso borrar hasta el nombre, llamándonos Al Andalus cuando ya éramos Hispania. Nuestra relación con África era buena y estrecha antes de que llegara la media luna de Mahoma, que se encargó de enfrentarnos y dividirnos. No es el imperialismo marroquí quien tiene que reivindicar nada. No era el traidor e impopular Blas Infante (A quien jamás el pueblo andaluz dio voz ni voto estando vivo) quien tenía la razón cuando quería entregar Andalucía a Marruecos. Portugueses, aragoneses y castellanos, ya en el siglo XIV, habían comprendido que la finalización de la Reconquista no era Tarifa, que había que seguir en África, la que consideraban tierra hispana, y por eso no cejaron en su empeño. El descubrimiento de América y la inserción en una política europea compleja distraerían acaso en demasía nuestra natural política transfretana, quedando como asignatura pendiente; si bien hasta el siglo XVIII, España pudo mantener soberanía sobre importantes plazas, hasta que la decadencia consumada en la época de Carlos IV acabó con tan noble propósito, para volver a retomarlo en el siglo XIX, pero ya muy desmejorado y cercado de enemigos. España aún cuenta con su territorialidad con las ciudades de Ceuta y Melilla, así como las islas Chafarinas, el islote Perejil y los peñones de Alhucemas y Vélez de la Gomera. Ni la isla de Alborán ni las Islas Canarias han pertenecido a este entorno, y por eso, todavía menos Marruecos tiene derecho de reclamar nada. Pero los tiranos alahuitas ven que España está débil y se lanzan, sin hallar respuesta que valga. 
Por más hundidos que nos veamos, tenemos que despertar. No podemos tolerar esto. España tiene que activar su política transfretana. Ya dejó dicho Isabel la Católica en su testamento (2): “Ruego e mando a la dicha prinçesa, mi hija, e al dicho prínçipe, su marido, que como católicos prínçipes tengan mucho cuidado de las cosas de la honrra de Dios e de su sancta fe, selando(sic) e procurando la guarda e defensión e enxalçamiento della, pues por ella somos obligados a poner las personas e vidas e lo que touiéremos, cada que fuere menester, e que sean muy obedientes a los mandamientos de la santa madre iglesia e protectores e defensores della, como son obligados, e que no çesen de la conquista de África e de pugnar por la fe contra los ynfieles, e que sienpre fauorezcan mucho las cosas de la Sancta Ynquisición contra la herética prauidad, e que guarden e manden e fagan guardar a las iglesias e monasterios e prelados e maestres e Órdenes e hidalgos, e a todas las çibdades e villas e lugares de los dichos mis reynos, todos sus preuillegios e franquezas e merçedes e libertades e fueros e buenos vsos e buenas costunbres que tienen de los reyes passados e de nos, segund que mejor e más cumplidamente les fueron guardados en los tienpos pasados fasta aquí.”
Asimismo, el insigne tribuno tradicionalista Juan Vázquez de Mella en los formidables Dogmas Nacionales, dejó dicho: "... Y ved, que el Estrecho de Gibraltar es el punto central del planeta, que allí está escrito todo nuestro Derecho Internacional; parece que Dios, previendo la ceguedad de nuestros estadistas y políticos parlamentarios, se lo ha querido poner delante de los ojos para que supiesen bien cuál era nuestra política internacional. Es el punto central del planeta: Une cuatro continentes; une y relaciona el continente africano con el continente europeo; es el centro por donde pasa la gran corriente asiática y donde viene a comunicarse con las naciones mediterráneas toda la gran corriente mediterránea; es más grande y más importante que el Skagerrak y el Kattegat, que el gran Belt y el pequeño Belt, que al fin no dan paso más que a un mar interior, helado la mitad del tiempo; es más importante que el canal de la Mancha, que no impide la navegación por el Atlántico y el Mar del Norte; es muy superior a Suez, que no es más que una filtración del Mediterráneo, que un barco atravesado con su cargamento puede cerrar, y que los Dardanelos, que, si se abrieran a la comunicación, no llevarían más que a un mar interior; y no tiene comparación con el canal de Panamá, que corta un continente. Dios nos ha dado la llave del mar latino. La geología, la geografía, la topografía, las olas mismas del Estrecho chocando en el acantilado de la costa nos están diciendo todos los días: Aquí tenéis la puerta del Mediterráneo, y la llave; aquí está vuestra grandeza...
...La autonomía geográfica de España exige el dominio del Estrecho, la federación con Portugal, y, como punto avanzado de Europa, y por haber civilizado y engrandecido y sublimado a América, esa red espiritual tendida entre aquel continente nuevo y el viejo continente europeo...."

Difícilmente se puede explicar mejor no ya nuestro artículo, sino lo que ha de ser nuestro más claro propósito político en nuestra breve pero clara capacidad. Así lo entendió también el portugués António Sardinha, quien dedica su genial La Alianza Peninsular: “A la memoria de aquellos soldados españoles que, regando con su sangre anónima las peñas de Marruecos, supieron dar vida, en un siglo sin esperanza, a toda la grandeza histórica de Portugal”.
Acaso el Protectorado del Rif fue un leve sueño, pero que nunca se tenía que haber abandonado… Y es que la política transfretana no puede olvidarse de ir en conjunción con Portugal, quien con gallardía y premura señaló el horizonte en las medievales postrimerías. Y es que nuestra África es nuestra seguridad, es nuestra justicia, es nuestra necesidad. No en vano los británicos lo han entendido muy bien, por eso mismo siguen ocupando Gibraltar, y por eso han llegado a amenazar en varias ocasiones a Azores y Madeira, como ayudaron a desmembrar el África Portuguesa. Porque no es sólo llenar el Peñón de monos, contrabando, usura, basura y narcotráfico; es tener un puente clave en el punto más estratégico del mundo y así mejor devorar nuestra economía e integridad. Es un caso parecido al de Francia, cómo a los años entendió lo que significaba África del Norte, y como de hecho lo sigue entendiendo…. ¿Y es que se puede entender la guerra que le montaron a los portugueses en sus provincias del África Negra separando lo que le hicieron a España en el Sáhara? A entrambos nos quisieron echar por igual del continente, y con España acaso empieza la que ellos creen última avanzadilla, porque nunca soportarán la magna obra de la civilización hispánica. Hay que estar alerta. No más bajadas de pantalones. No más desconocimiento de nuestros héroes, no más complejos de inferioridad, no más inconsciencia. Aparcar este tema, aun al socaire de los tiempos tan duros que corren, es seguir consintiendo nuestra minusvalía. Las ideas están más que sentadas, los sacros pilares, más que sabidos. Levantémonos con orgullo y decisión, indagando en nuestras raíces. Sea refrendada la política transfretana y valgan estos humildes versos de mi puño y letra como rúbrica de este irrenunciable ideal:

Escucha, hermano luso, Te lo digo de corazón, Hacia el Norte de África, Debemos conjuntar la razón.

Somos hijos legítimos, De la Hispania Romana, Por derecho propio, Nos corresponde la Tingitana.

En los embates ante el islam, Pocas naciones nos entienden, Quizá los rusos en sus carnes, Algo parecido sienten.

Columnas de Hércules, Estrecho de Gibraltar, Soberanía Transfretana, Para Dios, por tierra y mar.

Querrán destruirnos, Enemigos extranjeros, Por eso, con orgullo, Juntos, pero no revueltos.

Por nuestra seguridad, Por nuestra historia, Por Mella y por Sardinha, Por honor y gloria.

España y Portugal, Deberán celebrar una boda, En los norafricanos pagos, Se consumará la memoria.

Por los héroes de Alcazarquivir, Por Ceuta y por Melilla, Por los que en tantas guerras cayeron, Continuemos la Reconquista.

Hermano lusitano, Sin absorción ni confusión, Por justicia y necesidad, Por claridad y decisión,

Hermano portugués: Nuestra politique d´abord, Nuestro sentido común, Por la Hispana Civilización.





(2) Sobre el testamento de Isabel la Católica: 

LA GENTE CAMPESINA



"Yo quisiera que la musa de la gente campesina
no durmiese en las entrañas de la vieja hueca encina
donde, herida por los tiempos, hosca y brava se encerró.

Yo quisiera que las puntas de sus alas vigorosas
nuevamente restallaran en las frentes tenebrosas
de esta raza cuya sangre la codicia envenenó."



José María Gabriel y Galán.

PARA BICENTENARIOS E INDIGENISTAS




"Ustedes son más bien los usurpadores de Religión, Corona y Suelo Patrio...¿Qué se ha obtenido de vosotros durante...vuestro poder? La tiranía, el desconsuelo y la ruina en un Reino que fue tan generoso. ¿Qué habitante, sea rico o pobre, no se queja hoy? ¿En qué recae la responsabilidad de los crímenes? Nosotros no cargamos semejante tiranía."


-Antonio Navala Huachaca, líder indígena que no capituló la causa realista en el Perú hasta 1839.

martes, 30 de julio de 2013

TODAVÍA ESPAÑOLES: MARÍA DE VILLOTA



Hay deportes de masas que son el opio del pueblo. Es ocioso nombrarlos. Pero todo deporte es un ejercicio humano que, más allá del espectáculo y el dinero que mueve, puede servir para la educación en la disciplina, en el esfuerzo y en el servicio a la comunidad. Ese es el deporte que nosotros reivindicamos: el deporte que forma el carácter, que educa y, cuyos mejores exponentes, se convierten en ejemplos para la infancia y la juventud. Y todo deporte que no sirva a estos altos propósitos comunitarios será espectáculo, lucrativo negocio y hasta charca pestilente, pero no cumplirá el requisito de ser uno de los campos en donde formar a un pueblo.
 
En el ámbito del deporte encontramos españoles y españolas que merecen nuestra admiración, nuestro respeto y nuestro apoyo, por dejar alto el pabellón de España. Lamentablemente no podemos decir lo mismo para otros ámbitos, como la política, la cultura, etcétera (donde escasean los buenos españoles o, al menos, digamos que los peores son los que más fama acaparan).
 
María de Villota es una madrileña a la que queremos rendir este humilde homenaje. Por su trayectoria deportista y por la entereza de que ha hecho gala en la adversidad. 

El día 3 de julio de 2012 María de Villota, piloto española, sufrió un grave accidente en el aeródromo de Duxford. Gracias a Dios, salvó la vida, pero aquel percance le costó el ojo derecho. La madrileña María de Villota lleva en la sangre el automovilismo, pues no en vano es hija de D. Emilio de Villota, ex-piloto de Fórmula 1. María de Villota era probadora de Marussia, equipo ruso de Fórmula 1.
 
La pérdida de su ojo puede haberla apeado de su carrera como piloto, pero nada ha podido quitarle su belleza española y su sonrisa, la sonrisa de los valientes que le plantan cara a la vida. Por su fortaleza en la prueba de la vida, donde a veces se pierde algo, le deseamos todo lo mejor.

domingo, 28 de julio de 2013

DEL ÁFRICA ESPAÑOLA (III)

Seguimos reproduciendo en está bitácora, algunos de los artículos aparecidos en la Revista Cultural Órdago, de mayo de 20088, sobre la guerra en el África Española.
 
España al empezar el s. XX. La situación política interna.
 
Luis Gómez
 
"Imagen de los tumultos de la Semana Trágica de Barcelona"
 
Además de los problemas que el ejército estaba teniendo en el norte del Magreb, hay que sumarle la traición de los políticos de la época, los cuales según cuenta el prestigioso historiador Carlos Seco Serrano, estaban contribuyendo a desestabilizar la nación con sangrientas y violentas manifestaciones de obreros, dirigidas a debilitar al Gobierno, evitándose así el envío de nuevas tropas al conflicto, y todo para favorecer los intereses franceses al mismo tiempo que utilizaban el malestar para intentar acceder al poder. Reproducimos a continuación por su interés el documento en el cual, un diputado tradicionalista español, el Sr. Llorens, de paso por la vecina Francia, se entrevista con el prestigioso y bien informado periodista francés Henri Rochefort, de ideología izquierdista. Al preguntar el español por la posición francesa ante la situación en Marruecos y su actitud frente a España éste le relató lo siguiente:
Emprendí mi viaje –dijo Llorens- y en París tuve ocasión de celebrar una extensa conferencia con Rochefort (Henri), que para mayor claridad voy a referirle a usted como si él mismo hablase.
            -¿Quiere usted – me dijo – que le dé mi opinión sobre el problema de Marruecos y nuestra actitud con respecto a España, y voy a complacerle. Briand está de acuerdo con Pablo Iglesias y Lerroux, sobre todo el primero, para mantener la agitación socialista en España. La semana roja de Barcelona fue alentada desde aquí, y elementos franceses jugaron allí mucho papel; recuerde Vd que entre los cadáveres que resultaron de la revuelta (se refiere el autor a la conocida como “Semana Trágica de Barcelona”, N. A.)muchos de ellos no se pudieron identificar por ser extranjeros. Desde aquí (se refiere a la izquierda socialista francesa, N.A.), pues, se fomentó la campaña contra la guerra de Melilla.
            A esto contesté yo –advierte Llorens –que eso me costaba trabajo creerlo, porque entre países amigos no creía semejante conducta. Él (Rochefort) prosiguió diciendo:
            -No hace Vd bien en creer que eso sea incorrecto. El mundo esta así ahora. Continuamente se sorprenden en Francia oficiales alemanes que vienen a sorprender secretos de organización, armamento y fortificaciones, y lo mismo ocurre en Inglaterra, y por eso ninguno de los Gobiernos de ambos países se da por ofendido. Hoy se lucha con toda clase de armas y recursos. Pero volvamos a nuestro tema. Nosotros no creíamos nunca que España tendría fuerza bastante para llevar cincuenta mil hombres a África, ni potencia económica para gastar cien millones en guerra. Se ha visto, y aquí se ha considerado preciso impedir que España ensanche su territorio en Marruecos. Como aquí sobra el dinero, se ha comprado a Mokri, y se ha hecho saber a Muley Hafid que no tenga miedo alguno en reclamar que España desaloje sus posiciones, porque no puede ir a la guerra, que impedirán los obreros y los elementos revolucionarios con la huelga general. Además están ustedes desamparados de toda Europa. Inglaterra a pesar del enlace de familia, está de acuerdo con Francia; Alemania les odia a ustedes y hasta les desprecia. No tiene España más que el apoyo romántico del Emperador de Austria, que es tener nada, y el apoyo verbal de Portugal, que significa aún menos porque aquella Monarquía se cae a pedazos. Están ustedes, pues, en una situación comprometidísima y me atrevo a decirle que a nadie pueden culpar de ello. Un país en cuyo Parlamento puede decirse sin protesta de nadie, ni aún

"Henri Rochefort, periodista francés conocedor de las interioridades de la Semana Trágica de Barcelona"
 
 
del Gobierno, lo que dijeron Pablo Iglesias y Lerroux, que afirmaron terminantemente que si surgía nuevamente la guerra los soldados no tomarían las armas, no tiene derecho aquejarse de sus desdichas. Ese espectáculo que ofreció el Gobierno y el Congreso ha enseñado mucho de Pirineos acá”. [1] 
            No serían los socialistas los únicos que no tendrían ningún reparo en vender la sangre de sus compatriotas con la finalidad de obtener el poder del Gobierno, el mal llamado “Padre de la Patria Andaluza[2], Blas Infante, sería otro de los personajes que durante aquellos años del conflicto viajaría en numerosas ocasiones al África marroquí, haciendo públicos halagos a las excelencias del Al-Andalus califal y al esplendor y excelencias árabes, no importándole en ningún momento que los magrebíes volviesen a ocupar España, y todo ello mientras sus compatriotas dejaban su vida por evitar lo contrario[3].
             Por otra parte, la cúpula del ejército veía en el norte de África una solución para su carrera. Un destino en el norte de África suponía una notable ventaja con respecto a sus homónimos peninsulares. El ascenso era más fácil, y con él, más y mejores sueldos y posibilidades.
            El Estado Mayor Español se encontraba hipertrofiado, “de dimensiones dobles que las del Ejército francés”[4] encontraba entre sus filas más mandos que soldados. Durante los años sucesivos, diferentes reformas políticas tratarán de regular la situación del Ejército, que había ido deteriorándose poco a poco, pero ninguna tendrá éxito. Así las cosas, en 1919, y tras la revolución de las Juntas de 1917, los mandos militares en el norte de África se encontraban en desacuerdo con sus homólogos peninsulares. Dicho acuerdo suprimía los ascensos por méritos de guerra, lo cual parecía injusto para los que se encontraban en primera línea de fuego, que ascendían al mismo tiempo que los militares que se encontraban en la Península realizando operaciones burocráticas. Consideraban en fin, que aquellas Juntas y programas no se ajustaban a un Ejército en Estado de guerra, y sí a uno de paz.
            Por su parte y como afirma Raymond Carr: “Los desastres militares de 1921 en Marruecos hicieron que el Ejército se sintiera al mismo tiempo inseguro e indignado. Esto porque veía que los políticos le habían privado de las bases materiales del triunfo, y aquello, porque temía que éstos mismos políticos atribuyeran la “responsabilidad” a un ejército al que su parsimonia había negado el instrumento de la victoria[5]
            Y es que la cúpula corrompida de los mandos militares africanistas, aprovechaban la posición privilegiada que tenían para traficar con todo lo que a ellos estaba sujetos, comida, botas o vestimenta militar e incluso armas que revendían en algunas ocasiones a sus propios enemigos. La cicatería de los políticos a la hora de regular el Ejército con partidas presupuestarias o reformas serias era una utopía. Así las cosas en 1920 los soldados que acudieron a la Guerra de Marruecos, lo hicieron sin hospitales de campaña, sin tanques y sin fusiles modernos. El fracaso de las operaciones servía de revulsivo en la opinión pública española que pedía responsabilidades a los militares, y los políticos de izquierdas que veían en la crispación social, una alternativa más a utilizar para desestabilizar al Gobierno y acceder al poder. En definitiva, más de lo mismo.
 


[1] Carlos Seco SerranoLa España de Alfonso XIII” Biblioteca de Historia de España, RBA Coleccionables 2005, p. 282 y 283
[2] En la actualidad, todos los partidos políticos PSOE, IU, PP Y PA, reconocen en Blas Infante al precursor ideológico del “hecho diferencial  andaluz” con respecto a España, equiparado al Sabino Arana vasco o al Cambó catalán. N.A.
[3] Sobre las actividades de Blas Infante véase artículo en ésta misma revista.
[4] Raymond Carr, “España 1808-1975” Biblioteca de Historia de España, RBA Coleccionables 2005, p. 539
[5] Íbid. p. 541
 
 
 


viernes, 26 de julio de 2013

DEL ÁFRICA ESPAÑOLA (II)

LAS INSIDIAS CONTRA ESPAÑA. RETAZOS HISTÓRICOS POCO CONOCIDOS

Benjamin Keene

EN ESPAÑA NO SE CONSTRUIRÁN MÁS BUQUES


Por Fernando Ibáñez,
Licenciado en Geografía e Historia
 
 
La masonería comenzó su andadura en España de la mano del Duque de Wharton (1698-1731). Este aristócrata inglés tuvo una juventud borrascosa, cuando congregaba a sus amigos libertinos en el "Club Hellfire" (Club del Fuego Infernal), grupo que estuvo implicado en sonados escándalos de la época haciendo de la blasfemia y la profanación un arte. Se dice que las reuniones de esta cuadrilla de desalmados estaban presididas por un sillón vacío, el que reservaban al ángel caído Lucifer. Felipe de Wharton era hijo de Thomas de Wharton, a quien se le considera como uno de los fundadores del partido "whig" (el partido liberal británico). El Duque de Wharton prestó fidelidad a la Casa de Estuardo, pero rompió su lealtad al retornar a Inglaterra, para pasar al servicio de Jorge I de Hannover. Wharton siempre se comportó como un furibundo antipapista. En 1722 fue elegido Gran Maestre de la masonería inglesa. No revalidó su título y comenzó una campaña antimasónica que supuso para él verse obligado a abandonar Inglaterra, regresar al continente y volver a ponerse bajo la obediencia de los Estuardo. Se convierte al catolicismo y se casa en Madrid con María Teresa O'Neill. Sin embargo, pese a las desavenencias producidas en Inglaterra con la masonería, el año 1728 es la masonería -de la mano de Wharton- la que "levanta columnas" en Madrid y se funda lo que se considera la primera logia española: Las Tres Flores de Lis. Ese mismo año el aristócrata aventurero viaja a Francia, para reunir a los masones galos. Fue un militar que, como era común en aquel entonces, prestó su servicio bajo banderas que no eran la nativa. Terminó su vida cobrando la soldada de Felipe V de España. El de Anjou lo nombró coronel del Regimiento Hibernia y falleció en España corriendo el año 1731.

Pero, ¿dónde fue Wharton a fundar la primera logia inglesa? Sabemos que lo hizo en un hotel sito en la calle Ancha de San Bernardo, número 17, de la villa y corte de Madrid. En un principio se admiten en ella a algunos súbditos ingleses. Pero, poco a poco, la masonería inglesa va abriendo sus puertas a ciertos elementos indígenas. En la captación de españoles para la masonería inglesa jugará un papel fundamental el entonces embajador británico en España, Sir Benjamin Keene. Nacido en King's Linn (Norfolk) el año 1697, hijo de Charles Keene y Susan Rolfe, Horacio Walpole lo describió como: "uno de los más agradables hombres, muy gordo y perezoso, dotado de un conocimiento que abarcaba todas las materias". Este Benjamin Keene fue embajador en Madrid de 1729 a 1739 y de 1748 a 1757, año éste último de su fallecimiento en la capital de España.

Uno de los mayores tantos que se apuntará en su haber este Sir Keene fue la destitución del Marqués de la Ensenada. El Marqués de la Ensenada acometía la patriótica empresa de reformar, entre otras muchas cosas, la Armada española, como así hacía constar al Rey de España:

"Proponer que Vuestra Majestad tenga iguales fuerzas de tierra que la Francia y de mar que la Inglaterra, sería delito, porque ni la población de España lo permite ni el Erario puede suplir tan formidables gastos; pero proponer que no se aumente el ejército y que no se haga una marina decente sería querer que España continuase subordinada a la Francia por tierra y a la Inglaterra por mar."

Los planes que trazaba el Marqués de la Ensenada, inspirado por un noble patriotismo, eran vistos con resquemor y temor por Inglaterra. Si España lograba remontar su decadencia, rearmándose navalmente, la hegemonía talasocrática de Inglaterra se vería en tela de juicio. El embajador Keene con sus cómplices políticos españoles vinculados a la masonería (y con el irlandés Ricardo Wall a la cabeza) logró crear el ambiente adecuado para que el Rey Fernando VI desconfiara del Marqués reformista y patriota. Y a la postre, los conspiradores anglófilos lograron su propósito: Zenón de Somodevilla y Bengoechea, Marqués de la Ensenada, será apresado el 20 de julio de 1754 en su casa por orden del Rey que había creído todo el fenomenal montaje de los masones ingleses y sus aliados españoles anglófilos. El Marqués de la Ensenada será desterrado a Granada y puesto bajo vigilancia. Sir Benjamin Keene pudo escribir a Inglaterra, todo complacido en su éxito: "En España no se construirán más buques".

Poco después Ricardo Wall, compinche del embajador masón e intrigante, se convertía tras el breve interinato del XII Duque de Alba, en Secretario de Estado. Ricardo Wall sería protector de quien sería el primer Gran Maestre de la Gran Logia de España, el nefasto Conde de Aranda.

En el siglo XIX, los políticos liberales de derecha sentirán el mismo fatal y traidor hechizo por la masonería inglesa que mostraron aquellos amigos del embajador Keene. La masonería ha conseguido a lo largo de los siglos poner a aquellos españoles que han caído bajo su letal influjo al servicio de potencias extranjeras y en contra siempre de la grandeza y el poderío de España. Por eso decimos que la actividad masónica en el curso de su historia ha sido una monumental traición a España. A la luz de cuanto vemos, este fatal encantamiento continúa en el siglo XX y en el XXI, para castigo de nuestros pecados.

jueves, 25 de julio de 2013

DEL ÁFRICA ESPAÑOLA



El presente artículo fue publicado en la "Revista Cultural Órdago de Torredonjimeno", en el  año 2008. Seis años antes, en el 2002, los militares marroquíes invadieron con armas y soldados, la tierra española sin mediar provocación alguna por parte de las autoridades de España. Ese atentado a la soberanía nacional pasó a la Historia como: “El incidente de la Isla Perejil”. Desde esa fecha, la radicalización de las políticas marroquíes para con el pueblo Español, han ido creciendo, pasando a ser agresivas e irracionales y llegando incluso a poner en peligro la estabilidad de la zona.

Con los presentes artículos tratamos de establecer una visión general del panorama hispano-marroquí, dejando de forma clara y concisa, la falta de legitimidad histórica del pueblo marroquí a la hora de reclamar como suyos, los territorios de Ceuta, Melilla, o incluso el Sahara.  


"Uniforme de los soldados españoles durante la campaña de 1859-1860"


España durante la campaña militar de Marruecos: 1859-1860


España escudo de Europa.
            La península Ibérica es la zona más occidental de Europa, y se encuentra separada del continente Africano por el Estrecho de Gibraltar, puerta natural que han utilizado desde la antigüedad las invasiones norteafricanas para penetrar en la península Ibérica  e intentar la conquista del continente europeo.  En los tempranos años 171 o 172 d. C. Durante el reinado de Marco Aurelio, ya hay constancia de fuertes invasiones por parte de tribus “mauris” (moras) que asolaban la Bética: “en una expedición cuyo objetivo era la consecución de botín”. Comenta el historiador F. J. Sanz Huesa al hablarnos sobre esas invasiones. (1) El problema se solucionaría años más tarde bajo el emperador Diocleciano al reformarse las provincias Hispanas e incluir una provincia más en el norte de África, la Tingitania, que evitase fuertes invasiones como las anteriores.

            En los albores del siglo VII d. C. España era gobernada por los reyes visigodos que, por razones de credo religioso y de sucesión electiva, estaban enfrentados entre partidos. Es el rey Recaredo el primero en convertirse al cristianismo abjurando de la herejía arriana (2) hecho que causó una agudización de las diferencias con sus adversarios, los cuales también pretendían ostentar la corona de “Rex Visigothorum”. Los visigodos que no aceptaron el catolicismo, los arrianos, veían en la nueva forma de religión africana, el “Islam” (vocablo que en árabe significa “sumisión”), muchos parecidos con su herejía, por lo que no dudaron en aceptar a los musulmanes como aliados para derrotar a los católicos, con la finalidad de obtener tierras y dominios. Pactada la traición, en el año 711, en las inmediaciones del río Guadalete, se enfrentaron los ejércitos cristiano y árabe. D. Rodrigo, rey visigodo convertido al catolicismo, traicionado por sus ambiciosos adláteres, es derrotado y muerto en la batalla. Los árabes acceden a la península, y lejos de contentarse con el botín pactado, traicionan a sus aliados para penetrar más adentro en los reinos peninsulares y ocupar por la fuerza la España visigoda.

            Los traidores que abrieron las puertas a los árabes facilitándoles la entrada a la península Ibérica no sabían el tiempo y sangre que costaría tamaña traición. Durante casi ocho siglos, los árabes campearán por Hispania haciendo de ella un territorio sometido a su voluntad. Diferentes reyes cristianos empezarán una labor de reconquista que culminará con la liberación de España de los árabes en 1492 de la mano de los Reyes Católicos con la toma de Granada, último reducto islámico en la península y de la Europa cristiana.
            El Islam jamás perdonará a España y a los españoles ese hecho, ya que hemos sido el único pueblo de Europa que, después de un sometimiento al Islam de siete siglos, no sólo no lo




"Mauris. Moros en la Tingitania española"

 
aceptamos como religión, sino que fuimos capaces de expulsarlos de la tierra que habían ocupado por la fuerza y devolverlos al continente africano.
            La política de los reyes venideros será la de establecer una frontera natural en el norte de África, la Tingitania que actualmente se conoce como el Magreb, que evitase posibles acometidas o invasiones en el futuro.

La Campaña de Marruecos

            Desde antiguo los enfrentamientos entre españoles y marroquíes han sido una constante. En 1859, tiene lugar la “Campaña Militar de Marruecos”. Como indica el escritor César Alcalá en su obra (3) sobre la campaña de 1859: “O´Donnell estaba esperanzado. Creía que el bienestar económico y la campaña de Marruecos devolverían a los españoles aquel aliento de patriotismo, perdido desde hacía tiempo y todo volvería a la tan deseada normalidad”. (4) Lo cierto es que no sirvió totalmente para los propósitos deseados, y lo que fue una victoria militar, con el paso del tiempo sería una brecha que desangraría a la juventud española encuadrada en el ejército sin remedio.
            El pretexto utilizado por el ejército español para entrar en guerra con Marruecos, fue el siguiente.
            El gobernador de Ceuta de aquella época, el Sr. Gómez Pulido, inició la construcción de un cuerpo de guardia fortificado que sirviese de defensa a la ciudad por ese lado, pero fuera de las murallas, esto es en terreno neutral. Los marroquíes consideraron que se estaba edificando en terreno que les pertenecía según el tratado anteriormente firmado entre ambos países. Como consecuencia, las obras que se realizaban por la mañana eran destruidas por la noche a manos de los marroquíes. La tensión llegó a tal punto, que un día los marroquíes destruyeron la piedra que delimitaba la frontera con aquel país, cebándose con el escudo de armas que representaba a la nación española.
            El ultraje al escudo de armas, en una sociedad decimonónica donde los valores y el sentido del honor estaban muy presentes no podía quedar sin contestación. Se solicitó al rey marroquí que restituyese el honor de los españoles mediante una serie de actuaciones, más con el ánimo de guardar las apariencias que de agigantar un suceso intrascendente. Pero no se llegó a ningún acuerdo positivo por ninguna de las partes, salvo excitar el ánimo de los marroquíes en su afán de venganza. Así las cosas, se utilizó dicho pretexto para comenzar una guerra contra los moros que sería conocida como la “Campaña de Marruecos” que se desarrolló entre los años 1859 y 1860, la cual tenía entre otras finalidades la delimitación del territorio español de forma clara.
            El comienzo de las hostilidades fue el 24 de octubre de 1859, y uno de los testigos privilegiados de aquellas luchas fue sin lugar a dudas el escritor D. Pedro Antonio de Alarcón, que tuvo el honor de participar en aquella contienda y dejar reflejadas sus impresiones en sus libros y novelas.(5)
Las luchas contra los moros se sucedieron con una crueldad inusitada. Las atrocidades a las que se sometían los ejércitos en combate eran terribles. Los españoles además de los rigores del clima y el territorio adverso, debían luchar con un enemigo mucho más cruel e invisible: el cólera; la falta de agua y la escasez de higiene harían más estragos entre los españoles que las balas que nos causaba la morisma (6). Al respecto de la crueldad practicada por los marroquíes en el combate nos comenta el escritor de Guadix lo ocurrido en una de las múltiples escaramuzas en las que participó: “ ...Vengando así la suerte que había cabido a algunos soldados españoles, a quienes los bárbaros y crueles marroquíes habían degollado y puesto en cruz, como escarnio




"D. Leopoldo O´Donnell y Jorris, mando supremo de las tropas españolas durante la guerra de África, gracias a la victoria en Marruecos obtuvo el título de duque de Tetuán"

 

hecho a Jesucristo”(7). Sucesos similares y atrocidades mucho peores serían una constante durante toda la “Campaña de Marruecos”. La brutalidad y crueldad no cesarán por parte de los moros. Esas prácticas perdurarán años después con la contienda de la Guerra de África, donde millares de soldados españoles morirán en las más crueles torturas inimaginables para las sociedades civilizadas.
Así las cosas no es de extrañar que el 18 de noviembre Leopoldo O´Donnell después de pasar revista a las tropas españolas en el puerto de Santa María les arengase de esta manera: “Soldados : Vamos a cumplir una noble y gloriosa misión. El pabellón español ha sido ultrajado por los marroquíes; la Reina y la patria confían a vuestro valor el hacer conocer a ese pueblo semi-bárbaro que ofende impunemente a la nación española”. (...) “Soldados: mostraros dignos de la confianza de la Reina y de la patria haciendo ver a la Europa que os mira, que el soldado español es hoy lo que ha sido siempre cuando ha tenido que defender el trono de sus reyes, la independencia de su patria o vengar las injurias hechas a la honra nacional...”(8)
Los combates se sucedieron en los días siguientes con desigual fortuna para ambos bandos. Pero al final, las armas españolas se terminaron imponiendo a los africanos, obteniendo notorias victorias en el campo de batalla. El ejemplo de los batallones vascos y catalanes fue singularmente heroico, como bien refleja el autor Pedro Antonio de Alarcón en sus “Diarios
El objetivo que se pretendía con la entrada en guerra con Maruecos tuvo su éxito relativo. En la Península las disensiones políticas de aquellos dos años cruciales fueron mitigadas por los sucesos de la “Campaña de Marruecos” El desembarco en la península de Montemolín, partidario de la facción carlista, fracasó, así como el intento del republicano Sixto Cámara de levantar en armas las guarniciones para forzar un golpe de estado. La bonanza económica obtenida con los ingresos que el ferrocarril estaba obteniendo como símbolo del progreso hacía que los españoles se las vieran muy felices en aquellos años, si no fuera porque más allá de las fronteras peninsulares, muchos soldados españoles dejarían su sangre y su vida y no regresarían jamás a sus hogares.
El final de la guerra fue firmado en una tienda de campaña entre O´Donnell y Mulay-el-Abbas, el 25 de marzo de 1860. En dicho tratado se ratifica la cesión a perpetuidad de una serie de territorios norteafricanos a favor de España, incluyendo la ampliación de las fronteras melillense y ceutí, junto con el pago de una indemnización como gastos de guerra. El éxito de aquella campaña sería, como se verá más adelante, relativo. Las hostilidades con las harcas marroquíes no cesarán, existiendo una prolongación larvada del conflicto, cuyas hostilidades culminarán con la nueva entrada en guerra pasados unos años.
Luis Gómez

NOTAS
(1) “Hispania Tardo romana y visigoda” Francisco Javier Sanz Huesa, Pág. 25 Ediciones Istmo 2007
(2) Ver el artículo de la revista Órdago n º 8, “Los godos una visión general”, Luis Gómez López, pp, 8 a10.
(3) La Campaña de Marruecos, 1859-1860”, César Alcalá, A. F. Editores de Historia Militar, 2005
(4) ibídem, p. 14
(5) Pedro Antonio de Alarcón reflejó sobre todo sus impresiones en su obra “Diario de un testigo de la Guerra de África
(6) Según César Alcalá en su obra, el total de muertos en África fu de 9034 hombres, de los cuales, 2888 lo fueron por la enfermedad del cólera, 786 lo fueron en el campo de batalla y otros 366 más lo hicieron a consecuencia de las heridas, Cit. César Alcalá, “La Campaña ...” pp. 164 y 165
(7) Pedro Antonio de Alarcón, “Diario de un testigo de la Guerra de África”, cit. De César Alcalá, “La Campaña de Marruecos, 1859-1860” p. 45.
(8) César Alcalá, Ibíd. p. 49

miércoles, 24 de julio de 2013

"LA AFIRMACIÓN ESPAÑOLA" DE JOSÉ MARÍA SALAVERRÍA (2ª PARTE)

D. José María Salaverría, ilustración rediseñada de la portada de uno de sus libros

ORÍGENES Y EFECTOS DEL PESIMISMO NIHILISTA DE LA GENERACIÓN DEL 98
 
Por Manuel Fernández Espinosa 
 
La Generación del 98 encontró la más frontal de las oposiciones en alguien que podría haber sido uno de sus miembros, que incluso –como el mismo Salaverría reconoció- estuvo muy cerca de ella, compartiendo durante un tiempo parecidas inquietudes. Prueba de ello es su relación epistolar con Miguel de Unamuno, que se mantuvo hasta que la conflagración europea abrió las trincheras en Europa y, en la España neutral, excavó una profunda sima entre los que se alinearon con Alemania (germanófilos) y los que se pusieron, como Unamuno, a favor de los aliados. Salaverría fue un germanófilo por entender que las naciones aliadas habían infligido, en el curso de la historia, más daño y humillaciones a España que los imperios centrales, aunque tampoco hemos de olvidar la formación de Salaverría que, aunque autodidáctica, se hizo al calor de la filosofía de Nietzsche.
 
Entre los escritores germanófilos españoles figurarían Jacinto Benavente, Pío Baroja, Carlos Arniches, Dámaso Alonso, Edgar Neville o Eugenio d’Ors. Cada uno de ellos podía esgrimir sus propias razones para militar a favor de la causa germana en la Gran Guerra. Salaverría visitó el escenario del conflicto, como hiciera Valle-Inclán o Blasco Ibáñez por la parte aliadófila. Por lo tanto, no cabe equivocar la germanofilia de Salaverría con una cómoda actitud de contertulio de casino, como eran la mayoría de germanófilos y aliadófilos españoles de aquellas calendas.
 
 
Pero el anatema que Salaverría lanza contra la Generación del 98 no puede simplificarse achacándola sin más a la discordia entre intelectuales españoles, a raíz del estallido de la Primera Guerra Mundial. En efecto, el conflicto bélico europeo escindió a la intelectualidad española, excitando los ánimos y llegando a producir en España una batalla, por más incruenta no menos vocinglera, en la que los unos cañoneaban a los otros con manifiestos, actos públicos de adhesión a los países predilectos según cada uno de los bandos en liza. La razón del enfrentamiento de Salaverría con la Generación del 98 hay que buscarla en la perniciosa acción desmoralizadora y desintegradora que se siguió del “tono negativo” y el “tono despectivo”, elemento propio de los noventayochistas. Pues la plañidera letanía de la decadencia, la contrita mueca ante la mugre, la indignada denuncia de la pus (temas en que se refocilaban los del 98) no había sido un mero ejercicio literario sin consecuencias en el espíritu de la nación española. Sus efectos habían sido nocivos para España.
 
 
“La afirmación española” se alza contra la Generación del 98 por hallarla culpable de haber fomentado los sentimientos más deplorables que incluyen el autodesprecio, la subestima nacional y el masoquismo moral, inyectados literariamente por los noventayochistas en el cuerpo de la nación española.
 
 
Pero, contestemos por partes, a estas preguntas con la respectiva respuesta que nos da el autor:
 
 
1.      ¿Puede localizarse el foco de este pesimismo invasor contra el que pugna Salaverría con un ardoroso espíritu patriótico?

 
2.      ¿Quiénes han sido los afectados de esta lacra que desmoraliza en el derrotismo a España?
 

 
1. El tono del 98 no es propiamente español, aunque los instrumentos sean de nacionalidad española. Recordemos que, según Salaverría, los noventayochistas son españoles que, por la razón que se quiera (egotismo, afán de notoriedad, snobismo…) han venido a desdeñar lo propio y que, aunque alegan amor patriótico, dan muestras de todo lo contrario: son extranjerizantes y lo que importan a España no es genuinamente español, sino que las más de las veces se muestra con franca hostilidad a lo hispano, patente o latentemente las modas, las ideas, los valoraciones que se injertan son de signo antiespañol. El origen de este pesimismo que se propala no es interior, aunque sus portadores y canales literarios sean indígenas.
 
 
La propaganda deletérea que intenta conquistar el alma de los españoles la encuentra Salaverría en el “judaísmo”:
 
 
“No se trata, pues, de un estado de ánimo puramente español; no es un tono estoico, a la española, ni un tono ascético de índole cristiana; el tono de esa literatura bladuzca y diminuta es un tono judaico, como el que puede privar en los ghettos de Varsovia, Francfort o Nueva York”.
 
 
El foco originario de ese pesimismo contraproducente que Salaverría descubre no es una simple intuición suya, tampoco podemos atribuirlo a un delirio conspiracionista del autor. Salaverría es gran conocedor de lo que hay tras las bambalinas del mundo editorial: los intereses que se barajaban tras las grandes cabeceras de la prensa mundial, el capital económico que sostiene a las grandes empresas de la comunicación de la época… No son un secreto para Salaverría. Salaverría acusa a la Generación del 98 de haber adoptado como suyos los temas propios que el judaísmo internacional difundía por doquier, infectando todo el tejido de la civilización: “antimilitarismo, antinacionalismo, internacionalismo, un positivismo filosófico refrendado por Remy de Gourmont*, un anarquismo aristocrático a lo Nietzsche, y en arte, el desenfreno del diletantismo” –escribe Salaverría.
 
 
Todas estas ideas-fuerzas que minaban la salud del cuerpo social de España, al igual que el del resto de pueblos civilizados, las localiza Salaverría en la prensa internacional, como, por ejemplo, el “Mercure de France”. El “Mercure de France” contaba con el lacayuno sometimiento del grueso de la intelectualidad española, que se agachaba reverentemente ante la última ventosidad de Gourmont, esa misma intelectualidad atiborrada de extranjerismo, desdeñosa de lo propio y fascinada por lo extraño.
 
 
“Remy de Gourmont parecía un verdadero pontífice. Y era, precisamente, la época en que el “Mercure de France” propagaba la esencia del judaísmo” -que, en palabras de Salaverría, se cifra en lo más arriba enunciado: antimilitarismo, antinacionalismo, internacionalismo, positivismo, anarquismo aristocrático y desenfreno artístico (pensemos en los primeros síntomas de lo que más tarde serían los –ismos artísticos, las vanguardias de entreguerras).


 
Remy de Gourmont
 
 

Cada uno de los hombres del 98, a juicio de Salaverría, ha sido a su manera, en mayor o menor escala, un canal de transmisión de esas ideas extrañas a España, ideas debilitantes, contrarias a la integridad y seguridad de la nación, enemigas de nuestra prosperidad, hostiles a su grandeza y promueven la merma de la autoestima española, agigantan los defectos nacionales, vician de pesimismo y derrotismo a los incautos lectores que se intoxican con esta literatura y le muestran como objetivo deseable de alcanzar el nivelarse con el resto de naciones “avanzadas”, ofreciéndole el cebo de un falso progreso que existiría en las demás naciones y que es imposible de hacerse viable en España si España no deja de ser España. Es así como estas tribunas de opinión, bajo la férula judaica, invitan a los españoles a desertar de su españolía, borrar el carácter propio y particular de su españolidad y, una vez suprimido el españolismo, emprender la aventura de “europeizarse”, mimetizarse, dejar de ser lo que es, terminar enajenándose.

La propaganda noventayochista ha insistido en presentar a España como un país atrasado y gangrenado, proponiéndole al pueblo español una apertura al exterior. Se ha insistido en que España (todavía se oye en el siglo XXI machaconamente) tendría que recuperar el tiempo perdido, el supuesto tiempo que hemos perdido desde que nos descolgamos de la modernidad, cuando nos apeamos del tren del progreso. Es la cantinela que culpa a nuestros siglos de oro de haber sido siglos de tinieblas, cuando estuvimos preservados de los errores que se fabricaban en Europa: como el protestantismo disolvente, la Ilustración, el enciclopedismo, el liberalismo, los socialismos... La misma cantinela de siempre, los inveterados tópicos que, a fuerza de repetidos, han sido asimilados por un desprevenido pueblo español que ha sido, mil veces, traicionado por su “inteliguentsia”: esa elite de pedantes que en todos los siglos (ilustrados, liberales, krausistas, socialistas...) tuvo como defecto el esnobismo que es esa vanidad que corrompe el gusto y la inteligencia. Pero mirar al exterior no trae mayor cuenta, afirma Salaverría (y él, recordémoslo, sí que ha viajado y hablaba con elementos de juicio):

“En España no existe más gangrena que en otros países. Todo eso del pus y la decomposición cadavérica, pertenece a una literatura anticuada; es un resto de la malsana labor que hicieron los impotentes del 98”.

En efecto, la situación del año 1917 no era, precisamente, la más ideónea para emitir un fallo favorable al camino que había recorrido Europa, desde la ruptura de la Cristiandad, por el protestantismo disolvente, pasando por las guerras de religión, los charcos sanguinolentos de las guillotinas jacobinas, las tremendas guerras napoleónicas, las revoluciones decimonónicas (liberales y nacionalistas)… Y, cuando escribía Salaverría, en el año 1917: ¿qué es de Europa? Esa Europa, la misma a la que los intelectuales españoles nos exhortaban a mirar como la panacea, está ardiendo. En 1917 ha estallado la Revolución en Rusia: cae el Zar y los bolcheviques darán su golpe de estado para imponer el comunismo, sobre millones y millones de cadáveres... 1917 es un año crucial que demuestra que toda la modernidad ha traído a Europa a la catástrofe. Mientras tanto, España goza de paz y prosperidad, por mucho que no quiera admitirlo la cerrazón de los noventayochistas.


Salaverría está asistido de mucha razón, cuando afirma que el discurso denigrante y antiespañol (articulado por los del 98) es obsoleto; en definitiva: un constructo intelectual que paraliza e impide aprovechar el momento particular en que se está (año 1917), pues, como cantaba Martín Fierro:

“La ocasión es como el fierro,
Se ha de machacar caliente”.
 

CONTINUARÁ...

 
Adolf Hitler, en la Primera Guerra Mundial, con un grupo de camaradas.
 

*Remy de Gourmont: (1858-1915) fue un poeta, novelista, crítico literario y una de las principales figuras del simbolismo francés. buen amigo de Alfred Vallette, propietario y director del "Mercure de France". Aunque Gourmont fue quien presentó a Léon Bloy a Alfred Vallette, dándole la iniciativa en las letras, Bloy fue cada vez tomándole más inquina y en 1904 Léon Bloy escribe en su diario: "He leído en los Epílogos de Remy de Gourmont: "San Pablo no es para mí nada más que un escritor mediocre y frívolo" -La palabra de Dios no es tolerable, como la de Scribe, más que en música-. ¡Espantosa mezquindad la de esta inteligencia y más espantoso estado el de esta alma! ¡Y atreverse a decir que esto es experiencia! Cuando yo conocí a este desgraciado en 1893, hubiera sentido horror a escribir eso. Es verdad que entonces...".
 

La cita de Léon Bloy termina en puntos suspensivos, tal y como la hemos transcrito, lo que es toda una invitación al investigador a indagar los caminos de Gourmont que, desde el año 1893 al 1904 aproximadamente, tanto había cambiado: ¿qué lecturas hizo? ¿qué influencias le hicieron cambiar tanto? ¿quienes lo tutelaron? No es el propósito de este artículo y lo dejamos ahí.
 

"Diarios (1892-1917)", Léon Bloy, selección, traducción y prólogos de Cristóbal Serra, con la colaboración de Fernando G. Corugedo, Editorial Acantilado, Barcelona, 2007.

 
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Próximamente atenderemos la segunda de las interrogantes que hemos dejado pendiente hoy, por mor de no cansar al lector. Y, con posterioridad, ofreceremos las claves nietzscheístas de Salaverría, así como una crítica actualizada de su libro
“La afirmación española”.