RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 27 de enero de 2017

UNA DIVISIÓN TERRITORIAL PARA LA PENÍNSULA

 
 
EL CANAL DE SAN ANDRÉS Y LAS CUATRO PROVINCIAS
 
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
Se trata de una curiosidad histórico-literaria que a título tal vez de anécdota quisiera presentar.
 
En la Carta XXXIV de Cadalso, el autor hace comparecer a un "proyectista" que, sin ninguna duda, encuentra su antecedente literario en los "arbitristas" que aparecen en los siglos XVI y XVII, como el que Quevedo nos presenta en "El Buscón". En la literatura hispánica, tanto arbitristas como proyectistas son presentados por lo común como personajes que disparatan, que presumen haber hallado la solución a los problemas de la sociedad y el Estado. El de Cadalso ha llamado mi atención estos días y transcribo lo que Cadalso le hace decir a este personaje.
 
"-Los canales -dijo el proyectista interrumpiendo a Nuño- son de tan alta utilidad, que el hecho solo de negarlo acreditaría a cualquiera de necio. Tengo un proyecto para hacer uno en España, el cual se ha de llamar canal de San Andrés, porque ha de tener la figura de las aspas de aquel bendito mártir. Desde La Coruña ha de llegar a Cartagena, y desde el cabo de Rosas al de San Vicente. Se han de cortar estas dos líneas en Castilla la Nueva, formando una isla, a la que se pondrá mi nombre para inmortalizar al protoproyectista. En ella se me levantará un monumento cuando muera, y han de venir en romería todos los proyectistas del mundo para pedir al cielo los ilumine (perdónese esta corta digresión a un hombre ansioso de fama póstuma). Ya tenemos, a más de las ventajas civiles y políticas de este archicanal, una división geográfica de España, muy cómodamente hecha, en septentrional, meridional, occidental y oriental. Llamo meridional la parte comprendida desde la isla hasta Gibraltar; occidental la que se contiene desde el citado paraje hasta la orilla del mar Océano por la costa de Portugal y Galicia; oriental, lo de Cataluña; y septentrional la cuarta parte restante. Hasta aquí lo material de mi proyecto. Ahora entra lo sublime de mis especulaciones, dirigido al mejor expediente de las providencias dadas, más fácil administración de la justicia, y mayor felicidad de los pueblos. Quiero que en cada una de estas partes se hable un idioma y se estile un traje. En la septentrional ha de hablarse precisamente vizcaíno; en la meridional, andaluz cerrado; en la oriental, catalán; y en la occidental, gallego. El traje en la septentrional ha de ser como el de los maragatos, ni más ni menos; en la segunda, montera granadina muy alta, capote de dos faldas y ajustador de ante; en la tercera, gambeto catalán y gorro encarnado; en la cuarta, calzones blancos largos, con todo el restante del equipaje que traen los segadores gallegos. Ítem, en cada una de las dichas, citadas, mencionadas y referidas cuatro partes integrantes de la península, quiero que haya su iglesia patriarcal, su universidad mayor, su capitanía general, su chancillería, su intendencia, su casa de contratación, su seminario de nobles, su hospicio general, su departamento de marina, su tesorería, su casa de moneda, sus fábricas de lanas, sedas y lienzos, su aduana general. Ítem, la corte irá mudándose según las cuatro estaciones del año por las cuatro partes, el invierno en la meridional, el verano en la septentrional, et sic de caeteris."
 
Lo curioso del caso es que el "proyecto" de este personaje cadalsiano lo recogerá Valle-Inclán que sostuvo lo que él denominó su "Teoría de las Cuatro Regiones", expuesta en varias entrevistas concedidas por el dramaturgo a la prensa. Así en 1924 le dice a Rivas Cherif, para el HERALDO DE MADRID:
 
"Para salvar a España no hay más que volver al concepto romano. La visión de los civilizadores romanos es la única que se ajusta todavía a la realidad de la Península. Cuatro grandes regiones: la Tarraconense, la Bética, la Lusitania y Cantabria; no hay más. Cambie usted la sede capital de Tarragona a Barcelona, conserve usted a Sevilla y Lisboa su supremacía secular y natural, confiérase a Bilbao de derecho la capitalidad que de hecho ostenta en el Norte, atribúyase a esas regiones, históricamente racionales, la autonomía necesaria, y entonces Madrid tendría el valor y la fuerza de un verdadero centro federal. Cataluña vería así cumplidas sus aspiraciones máximas, dentro de la gran Iberia; Portugal, acrecido en sus límites naturales con Galicia, aportaría a la federación la fuerza económica de su imperio colonial. Lo que habría es que encargar a geógrafos e historiadores la delimitación racional de esas grandes comarcas ibéricas. Entonces, y sólo entonces, podría España aspirar a restaurar su influencia moral en América. ¿No habría modo de constituir un gran partido federalista, sustentado por esa gran idea común, sin perjuicio, claro, de que cupiese dentro de él una división de derecha e izquierda, para la actuación política?".
 
Encontramos, por lo tanto, en Cadalso lo que a buen seguro es el antecedente de las ideas de Valle-Inclán que, presentadas a modo de "proyectismo", recuperaban un tema que si la literatura del XVIII pudo presentar como un despropósito lanzado por un personaje considerado más loco que cuerdo, en el siglo XX se vuelve a poner sobre la mesa, de la mano de Valle-Inclán y, teniendo en cuenta la esperpéntica personalidad de Valle-Inclán, lo mismo es una charlotada de las suyas que, tampoco sería descabellado, una propuesta de veras.
 
Lo que el "proyecto" del "Canal de San Andrés" envuelve es un concepto geométrico, muy propio del ilustrado siglo XVIII, aunque todavía presentado bajo título canónico y católico, acogiéndose al patronazgo de San Andrés Apóstol y su Cruz. Valle-Inclán renuncia a una partición en X de la Península Ibérica, abogando más bien por "encargar a geógrafos e historiadores la delimitación racional de esas grandes comarcas ibéricas". 
 
 
Hemos presentado con anterioridad esta teoría de Valle-Inclán en "Antecedentes geopolíticos en España: Ángel Ganivet, Yanguas Messía y Valle-Inclán". En cuanto a Cadalso, ya le dedicamos el artículo: "José Cadalso y el "dolorido sentir" por España: una relectura".


martes, 24 de enero de 2017

EN ESPAÑA NO HAY REPUBLICANISMO

Resultado de imagen para Stalin puerta de Alcalá

(Homenaje a la dictadura soviética en la Puerta de Alcalá. Cosas del Frente Popular)


Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor 


Que la pseudo-memoria histórica progre-tricolor es una pose embustera que nada tiene que ver con un republicanismo sensu stricto es demostrado por la tozudez de los hechos. Por ejemplo:

-¿Por qué los entusiastas de este absurdo, siendo muchos hijos de franquistas, no tocaron a sus papaítos cuando vivían?

-¿Por qué no se restablece la memoria del trotskista Andreu Nin o del liberal-progresista Melquíades Álvarez, asesinados por el Frente Popular?

-¿Por qué no se reivindica la memoria de notorios intelectuales republicanos como Salvador de Madariaga o Claudio Sánchez-Albornoz?



Resultado de imagen para Claudio Sanchez Albornoz

Claudio Sánchez-Albornoz, uno de los más grandes historiadores de España. Republicano (pero no comunista) de toda la vida. 



-¿Por qué no se condena que Juan Ramón Jiménez y José Ortega y Gasset (entre muchos otros) tuvieron que huir para no morir asesinados por el Frente Popular?

-¿Por qué nadie reivindica el legado de Alejandro Lerroux, un republicano clásico, jacobino nacional, antiseparatista, defensor del republicanismo antes de la puesta en escena de la hoz y el martillo? ¿Y por qué muchos lerrouxistas, una vez iniciada la Guerra Civil, se alistaron en la Falange una vez que este movimiento político quedó descabezado por los asesinatos del Frente Popular y fue absorbido por los militares, al igual que muchos miembros del racista, clerical y burgués Partido Nacionalista Vasco, apodados “los nazis” por ambos bandos?

-¿Por qué esos que se dicen republicanos sólo hablan de la segunda y obvian el símbolo de la primera?

Con todo, a estas preguntas y muchas otras por el estilo no sabrían responder nuestros posesos progres tricolores más que con espumarajos sacados de los clichés que este sistema esencialmente corrupto lleva fomentando y hasta financiando. Por eso, no hay que dejarse engañar. Esta gran farsa político-mediática no conlleva ninguna voluntad de verdad, ni reconciliación, ni restablecimiento de inocentes, ni nada de nada. Al contrario: Esta farsa es la que coronó a Santiago Carrillo, el genocida de Paracuellos, como bufón de un régimen neoturnista que ya no se soporta ni a sí mismo.

No hay que olvidar que también en su día, los acaso mal llamados “republicanos moderados”, liberales mayormente, colaboraron con las fuerzas radicales maquiavélicamente y al final acabaron engullidos. Es el signo de toda revolución que se precie.

 Otrosí, en todo caso, en España lo que siempre ha habido es marxismo luego travestido de progresía, aunque la mayoría de sus adeptos de poco se enteren. Pero la república como tal siempre les ha importado muy poco. No en vano sólo era una herramienta, tal y como expresó Largo Caballero, dirigente del PSOE apodado el Lenin español: “Se dirá: ¡Ah esa es la dictadura del proletariado! Pero ¿es que vivimos en una democracia? Pues ¿qué hay hoy, más que una dictadura de burgueses? Se nos ataca porque vamos contra la propiedad. Efectivamente. Vamos a echar abajo el régimen de propiedad privada. No ocultamos que vamos a la revolución social. ¿Cómo? (Una voz en el público: ‘Como en Rusia´). No nos asusta eso. Vamos, repito, hacía la revolución social… mucho dudo que se pueda conseguir el triunfo dentro de la legalidad. Y en tal caso, camaradas habrá que obtenerlo por la violencia… nosotros respondemos: vamos legalmente hacia la revolución de la sociedad. Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente (Gran ovación). Eso dirán los enemigos, es excitar a la guerra civil… Pongámonos en la realidad. Hay una guerra civil… No nos ceguemos camaradas. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aún los caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia, tendrá inexorablemente que tomar. El 19 vamos a las urnas… Mas no olvidéis que los hechos nos llevarán a actos en que hemos de necesitar más energía y más decisión que para ir a las urnas. ¿Excitación al motín? No, simplemente decirle a la clase obrera que debe prepararse… Tenemos que luchar, como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee no la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución Socialista” (“El Socialista”, 9-11-33).

Pues eso. Basta ya de embustes, porque en España en verdad, ni republicanismo ni republicanos, sino progres con malas ideas y pocas ganas de trabajar, amén de freudianos descendientes de franquistas. 

jueves, 19 de enero de 2017

SECTAS Y REVOLUCIONES

 
Thomas Venner, ahorcado el 19 de Enero de 1661.


LOS MOVIMIENTOS SECTARIOS, CONDICIÓN DE POSIBILIDAD REVOLUCIONARIA

Manuel Fernández Espinosa

Con la lucidez que tantas veces lo caracterizaba, José Ortega y Gasset captó el espíritu de la revolución: "La revolución no es la barricada, sino un estado de espíritu". El anarquista ruso Bakunin fue todavía más explícito: "En Bohemia, país eslavo [...] hallamos en las masas populares, entre los campesinos, la secta tan interesante y tan simpática de los "fraticelli", que se atrevieron a tomar, contra el déspota celeste, el partido de Satanás, ese jefe espiritual de todos los revolucionarios pasados, presentes y del porvenir..." (la letra negrita es mía). 

Podemos poner en el cajón del demonismo romántico estos renglones de Bakunin que pudiéramos encontrar en otros revolucionarios decimonónicos. Las figuras del titán Prometeo que desafía a los dioses como la de Lucifer, el ángel rebelde, encontraron muchos encomiastas románticos, pero de la soflama retórica a que practicaran un satanismo real hay un gran trecho que habría que estudiar con mayor detalle; aquí, el afán de provocar a los biempensantes burgueses, alineados todos en cualquier confesión cristiana, puede tener más interés para el revolucionario que el de una efectiva adhesión al satanismo. Pero, aunque hemos dicho que es un rasgo romántico, es más antiguo que el romanticismo. Y si en el romanticismo se puede notar, se debe al ingrediente revolucionario que es intrínseco al romanticismo: es el prestigio del malditismo.

Pero, mucho antes de la irrupción del romanticismo, en 1667, John Milton (1608-1674) había publicado su "Paradise Lost". Milton pareció prestar más atención a Satanás que al resto de personajes, por lo que atinadamente pudo comentar William Blake (1757-1827) que Milton era "un verdadero poeta y del partido del diablo sin saberlo". No puede conocerse de Milton mucho si se lee su "Paradise Lost" enajenándolo del contexto histórico en que lo escribió: la revolución inglesa, la gran olvidada de entre las revoluciones, pues la francesa de 1789 y la rusa de 1917 han acaparado la atención y existe una ingente literatura de ambas, mientras que la inglesa se pasa casi inadvertida. La revolución inglesa va desde 1642 hasta 1689 y en ella, paradigmáticamente, asistimos a las fases que de algún otro modo encontraremos posteriormente en la francesa y rusa, con sus puntos cenitales en dominio revolucionario, sus dictaduras y terrores, así como en sus enfriamientos "contra-revolucionarios". Pero la revolución inglesa ofrece, como ninguna otra de las grandes revoluciones europeas, los rasgos que de una u otra manera se encuentran más destacados o mitigados en las anteriores o posteriores revoluciones.

Es una revolución con un contenido religioso considerable, sin por ello dejar de tener un factor político y social también manifiesto. La pseudo-reforma protestante del siglo XVI es un movimiento revolucionario, pero le pasa que parece cubrir su aspecto político-social con el ropaje de lo religioso, hasta hacer prácticamente casi imperceptibles las motivaciones políticas y sociales. En las posteriores revoluciones que vendrán tras la inglesa (la francesa y la rusa), sin que deje de existir un fondo "religioso", lo social y político ocupa el primer plano de manera tal que pasa a la estructura profunda la innegable dimensión "religiosa" (por deísta o atea que, respectivamente, fuere en lo explícito); sin embargo, en la revolución inglesa, lo religioso y lo político-social van, como pocas veces, de la mano.

Y no se puede comprender la revolución inglesa sin la efervescencia sectaria que operó como condición de posibilidad para que se realizaran los sucesos revolucionarios. No se puede separar la entusiasta fe religiosa y su personal acción revolucionaria en el más arriba mencionado Milton. Milton aguardaba la segunda venida de Cristo. Pero no estaba solo, eran muchos los ingleses que participaron de lleno en la revolución y que lo hicieron con esa creencia. Cuando los secuaces de Thomas Venner, dirigente de la secta Quinta Monarquía de los Hombres, salieron de Coleman-Street dispuestos a batirse con la contra-revolución del gobierno, lo hicieron gritando que no reconocían más Rey ni Soberano que a Jesús y que no envainarían la espada hasta haber destruido a Babilonia (era así como le llamaban a la monarquía, asistida por la iglesia oficial anglicana), en el colmo de su entusiasmo religioso-revolucionario se creían a sí mismos tan asistidos por Cristo que cada uno de ellos pensaba que era capaz para poner en fuga a miles de enemigos. Thomas Venner, tonelero de oficio y visionario milenarista, condujo a todos sus secuaces -y él a la cabeza- a la hecatombe. Los revolucionarios quintamonarquistas fueron reducidos a la Helmet Tavern, siendo exterminados por las tropas gubernamentales. Venner fue capturado muy malherido, se le procesó, ahorcó y descuartizó el 19 de enero de 1661. Pero el quintamonarquismo era una secta en una Inglaterra minada de sectas, desde los "ranters" (delirantes), cuyas "iglesias" eran las tabernas y que preconizaban la embriaguez, la blasfemia y el adulterio en nombre del Evangelio hasta las más puritanas.

Veremos que este fenómeno de las sectas siempre está presente en toda situación pre-revolucionaria. Por supuesto que una revolución no puede estallar por el solo hecho de la existencia de una multitud de sectas, amén de que parecería contradictorio que las sectas que son, en definitiva, un síntoma de disgregación social puedan actuar de consuno en una única dirección. Pero creer que las revoluciones se producen por razones estrictamente económicas, sociales o políticas es el enfoque más ingenuo que cabe para comprender en su esencia una revolución.

El hecho es que sí que podemos reconocer en toda revolución un factor que, de un modo más atenuado o más enfatizado, está presente y acompaña (¿lo causa?) cualquier proceso revolucionario occidental: el entusiasmo religioso, bien sea en nombre de un cristianismo presuntamente originario que, desde los subsuelos, vuelve por sus fueros contra una organización eclesial que es percibida como impostura y adulteración del supuesto cristianismo genuino, o bien desde el mismo anticristianismo sin máscaras. Y en eso, los iluminados capaces de haber constituido sectas y sus sectas respectivas tienen una intervención importante en la revolución; y esto es así, por poco que haya llamado la atención hasta ahora a la historia oficial, esa que se empeña en arrinconar la aportación revolucionaria que estos movimientos sectarios han realizado a la revolución concreta de que se trate.   

Y es que una situación económica, social y política puede ser catastrófica, pero si faltan mitos que enciendan el entusiasmo capaz de movilizar a las masas no puede haber revolución. Por eso, la revolución encuentra, por más que lo esconda, su motor en las creencias, por disparatadas que éstas puedan ser. 

No hay revolución que se haga sin alguna fe.

BIBLIOGRAFÍA


Ortega y Gasset, José, "El ocaso de las revoluciones" (apéndice del ensayo "El tema de nuestro tiempo".)

Bakunin, M. "El Imperio Knutogermánico y la revolución social" (Locarno, noviembre 1870-marzo 1871), en "Obras Completas" de Bakunin, tomo 2, La Ediciones La Piqueta, Madrid, 1977.

Milton, John, "El Paraíso Perdido", Espasa-Calpe, Madrid, 1984. 

Hill, Christopher, "Los orígenes intelectuales de la revolución inglesa", Editorial Crítica, Barcelona, 1980.

jueves, 5 de enero de 2017

ESPAÑA, MINADA DE SECTAS (V)


Los Beatles con uno de sus gurúes, Maharishi; otro de los gurúes a título póstumo del grupo sería Aleister Crowley


PEACE AND LOVE... Y MIERDA

Manuel Fernández Espinosa

UNA DESCRIPCIÓN SOCIOLÓGICA DE SECTA

De un tiempo a esta parte el término "secta" se ha cargado de una connotación peyorativa en el lenguaje. Con antelación a este uso hoy extendido, se empleaba el vocablo "secta" para indicar, por ejemplo, algunas escuelas filosóficas (así se hablaba, por ejemplo, de la "secta epicúrea" sin que ello revistiera ninguna carga negativa, sino más bien descriptiva). El vocablo se convierte en etiqueta peyorativa más tarde: con la aparición de la pseudo-reforma protestante, el término "secta" se empleará en el ámbito católico para referirse a la organización eclesicoide de Lutero, Calvino, etcétera. Posteriormente, en el contexto de confrontación con la masonería a principios del siglo XVIII, la Iglesia Católica denominará a la masonería como "La Secta" (por antonomasia). Será en los años 70 cuando, en el caso español, el término empiece a usarse como etiqueta de ciertas comunidades pseudo-religiosas que, muchas veces, como vamos a ver más abajo, presentan notas que no son exclusivamente del ámbito dijéramos que religioso, será entonces cuando el término castellano "secta" venga a traducir el término inglés "cult". El contexto contemporáneo que debiéramos considerar cuando se nos habla de "sectas" es el que marca la llamada "contra-cultura" que, para entendernos, viene a emerger con la revolución cultural del 68.

Se suele omitir, cuando se observa el fenómeno, que una gran parte de las llamadas "sectas destructivas" contemporáneas surgen en y con la revolución cultural del 68. Esto, entre otras cosas, ha ocurrido por haber prevalecido una consideración de "secta" reservándose el término para movimientos exclusivamente de carácter "religioso" (de "nueva religiosidad"), olvidando la proliferación de grupos sectarios nacidos al calor de la revolución cultural del 68. Y aquí también nos equivocaríamos si pensáramos que las sectas actuales son resultado de la revolución: no se trata de una relación de causa (revolución cultural) y efecto (sectas), pues las mismas sectas fueron a manera de tupida red que terminó propiciando una revolución concreta. Así ha sido en todas las revoluciones, desde la Revolución Inglesa de la segunda mitad del siglo XVII, cuando podemos encontrar una saturación de sectas religiosas de signo protestante, disidentes del discurso de la iglesia anglicana y con un fuerte contenido mileniarista; pongo por caso la Fifth Monarchy Men... Hasta la Revolución Francesa de 1789, en la que encontramos una situación parecida, cosa que también ocurre con la Revolución Rusa de 1917 y no menos en la revolución nacional-socialista en Alemania: algún día podría tratar de este asunto, sería muy ilustrativo de cuanto estoy diciendo.

Como pienso que las "sectas" no deben ser confundidas con un fenómeno religioso ni toda secta muestra notas religiosas (por más degradadas y degradantes que estas sean como pseudo-religiosas, a pesar de ser tantas las sectas que se presentan como nueva religiosidad) pienso que es más oportuno acercarse a su comprensión en términos más sociológicos o, si se quiere, como fenómenos susceptibles de estudiar por la psicología social. Una secta es un grupo (sin que importe el número), por eso nos quedaremos, en un principio, con la definición que aporta Cartwright y Zander que escribieron: "un grupo consiste en una serie de individuos que tienen relaciones entre sí que los hacen interdependientes en algún grado significativo". Es una definición tan amplia que valdría para cualquier grupo, pero si nos acercamos a lo que caracteriza la interdependencia de los individuos que forman un grupo debemos añadir que las dos bases de tal interdependencia serían 1) los valores y metas compartidas y 2) las actividades conjuntas necesarias para que los miembros actúen sobre los valores y metas. Un grupo consta, por lo tanto, de un número de personas que comparten valores intrínsecos y que coordinan su conducta de manera que les permita actuar sobre esos valores. Eso describe a cualquier grupo humano, pero lo que convierte un grupo en secta destructiva son, en mi opinión, los siguientes factores:

- La personalidad carismática (psicótica muchas veces, siempre delictiva) de un líder que ejerce un dominio casi absoluto sobre el criterio de sus seguidores, regulando sus vidas, inmiscuyéndose en ellas y restringiendo su libertad. Los principales líderes sectarios han mostrado ejercer un dominio tremendo sobre sus secuaces, podemos mencionar a Jim Jones o a Charles Manson.

- La doctrina -entendida ésta como el conjunto de creencias- que por su excentricidad no puede ser publicitada, por lo que se forma espontáneamente una doble comunicación: de cara al público, "exotéricamente", el grupo está advertido de dar a entender una parte de la doctrina a la que se han adherido los miembros (la más inocua y aceptable por la ortodoxia pública), mientras que, "esotéricamente", el núcleo de la doctrina (y las prácticas que de ella se derivan) quedan reservadas al interior del grupo, por lo que se forma instantáneamente lo que pudiéramos denominar una "asociación secreta" en creencias, valores, actitudes y metas. Se publicarán ciertas cosas, mientras otras -que se entienden como difíciles de aceptar por la mayoría social- se mantendrán ocultas, restringiéndolas al título de actividades exclusivamente para asociados.

- Un grupo sectario siempre emplea las más diversas técnicas de control mental para dominar, cohesionar e impedir la disidencia de los miembros que han sido captados. Cuando un neófito ingresa en un grupo sectario ha de seguir un estudiado programa de adoctrinamiento que, camuflado mediante "enseñanzas", a la vez crea vínculos de dependencia afectiva con el líder, sus subalternos y el resto del grupo. Es lo que se ha llamado "lavado de cerebro" (* ver nota abajo)

- El grupo sectario desarrolla una actitud hostil a todos cuantos no han abrazado la doctrina, entendiendo muchas veces que es misión (meta) del grupo lograr más adeptos mediante el proselitismo o el rechazo absoluto a la sociedad que tiene a su alrededor.

- La disidencia en el interior del grupo se anula de la forma que sea, mediante una vigilancia más o menos extrema de las vidas de sus miembros (no es extraño encontrar sectas que disponen de un "servicio de seguridad" interno encargado de sofocar la disidencia ejerciendo el poder intimidatorio de la violencia o la drástica violencia sobre los miembros disidentes), también se favorece la delación interna a los mandos acusando a aquellos que muestran el mínimo asomo de sospecha de desviarse, para su reeducación o supresión.  

Con estos ingredientes es como tenemos no ya un grupo, sino una secta destructiva: luego, el líder y sus subordinados podrán explotar sexual, laboral, económicamente a los miembros incluso llevándolos al suicidio colectivo en más de un caso (Templo del Pueblo de Jim Jones o el rancho de Waco, con David Koresh como líder). Y esto no puede ajustarse en modo alguno, pensamos, a ningún derecho constitucional, ni de asociación ni de libertad religiosa por contravenir derechos fundamentales tanto del individuo como de la comunidad social.  

Para ilustrar lo que llevamos dicho, vamos a presentar un caso acontecido en España que, como todos los casos que llevamos comentados (Edelweiss, p. ej.) pudieron ser detectados, interviniendo la justicia, sí: pero sin extraer todas las consecuencias que debieran derivarse a efectos de controlar estos grupos sectarios y su acción perniciosa sobre las personas que caen bajo sus redes. Cuando un caso se descubre, se actúa; pero la pregunta es: ¿no sería mucho mejor que se atendiera a la prevención ejerciendo una modificación de leyes y un control mucho más eficaz? Para eso habría que dotarse de un observatorio de sectas solvente que, como en otros países europeos, estudie el fenómeno, elaborando informes con los cuales las leyes, tal vez optimizables en este campo, pudieran ofrecer una garantía en orden a la prevención de estos abusos delictivos (ver enlace).

EL HIPPISMO Y LA CONTRACULTURA: CHARCA PARA SECTAS

Con el surgimiento del hippismo se asistió a un tremendo afloramiento de sectas. Consideremos, antes de continuar, la buena prensa de que goza generalmente el hippismo: los hippies siempre han sido presentados como jóvenes inconformistas que proclamaban su "peace and love", haciendo siempre gala de "buen rollito", la sensación que de ellos se ha querido fomentar es que son muy simpáticos, favoreciendo una empatía entre la sociedad y el movimiento hippie. Sin embargo, se oculta que el hippismo fue un receptor de las doctrinas más extravagantes (a veces incluso intervino la ingeniería social desde agencias estatales de USA; p. ej. en el caso de los Hare Krishna parece demostrado que en su creación y crecimiento pudo intervenir la CIA): el abordaje de religiones exóticas, sobre todo asiáticas, encontró adeptos en los hippies. Pero también en ámbitos hippies surgieron sectas criminales como la "Familia" de Charles Manson que llevó a cabo algunas masacres rituales (la más famosa y mediática fue la de Sharon Marie Tate, esposa del director de cine Roman Polanski y del nonato que llevaba en su seno, pero la secta de Manson también asesinó a Leno y Rosemary LaBianca o Gary Hinman y Donald "Shorty" Shea), pero sin necesidad de irnos a Estados Unidos de Norteamérica, consideremos por lo menos un caso en España, relacionado con este submundo de la contra-cultura hippie.

Sustentado en las demenciales ideas del psicoanalista marxista Wilhelm Reich, el austríaco Otto Mülh (1925-2013) fundó en 1972 la Comuna de Friedrichshof, uno de los proyectos artísticos contraculturales con más adherentes en Europa: casi medio millar de miembros repartidos en Austria, Alemania, Holanda, Francia, Noruega y Suiza. La comuna de Friedrichshof se presentaba como un movimiento de democracia directa y asamblearia, la supresión de la propiedad privada en propiedad colectiva y la sexualidad libre. Con el tiempo se centraron en la acumulación de capital, mediante la explotación laboral de los miembros: las contradicciones internas de la organización llevó a su ruptura, pero en 1987 Mühl y sus secuaces aterrizan en La Gomera, adquiriendo las 300 hectáreas que constituían la Finca El Cabrito, para reiniciar la comuna, transformándose en 1990 en Sociedad Cooperativa. Las ideas de amor libre se habían mantenido, Mühl abusó sexualmente de menores y por estos delitos, además de cargos por posesión y uso de drogas, Mühl fue a la cárcel siete años. Al salir de la cárcel el líder sectario se trasladó a Portugal, donde reanudó su organización, ahora con el nombre de Organización de Análisis Accional, muriendo en Moncarapacho (Portugal) el año 2013.

Se ha insistido mucho, socialmente hablando, en desprestigiar a grupos religiosos etiquetándolos como sectas: el laicismo que, por su parte, ha favorecido la presente situación ha encontrado muchas veces una ocasión magnífica de aprovechar la alarma social de algunos casos que han saltado de lo latente a la actualidad para descalificar a grupos religiosos, por lo común siempre de signo católico, acusándolos de sectarios. A la luz de la experiencia, podemos decir que cualquier grupo humano (también grupos nominalmente católicos) es susceptible, en efecto, de desarrollar una dinámica sectaria-destructiva, pero también en justicia habría que decir que el control interno que ejerce la administración eclesiástica ha desarticulado a tiempo muchos "experimentos" que llevaban un rumbo peligroso. En tanto que el impacto mediático es mucho más grande si miembros de la Iglesia Católica son los involucrados en inadmisibles casos de sectarismo-destructivo, como los que estamos comentando, la Iglesia Católica debiera extremar muchísimo más, es cierto, ese control interno para evitar que le estallaran escándalos reprobables cuya explotación mediática se convierte en arma para sus enemigos, a la vez que la falta de control y el estallido de casos así desprestigian públicamente al catolicismo (podemos citar el caso de la llamada Orden y Mandato de San Miguel Arcángel). En cambio, el Estado sólo ha podido intervenir cuando ya estaba hecho el daño, pero siempre a toro pasado y cuando el "escándalo mediático" no ha podido sofocarse durante más tiempo. 

Resulta paradójico, pero debiera ser un dato muy de nuestro interés que el laicismo, si por una parte pretende limitar a todo trance la acción pública de las confesiones religiosas, a la postre viene a favorecer el secretismo y la opacidad en el ámbito cerrado y privado de actitudes pseudo-religiosas que pueden convertirse más fácilmente en antros sectarios. El laicismo carga con todas sus armas contra las religiones públicas, pero a la vez -consciente o inconscientemente- se convierte en el principal cómplice de los reductos donde un líder tan carismático como psicótico puede ejercer su dominio sobre el grupo bajo su control. El hecho es que el laicismo manifiesta toda su beligerancia, especialmente contra el cristianismo, pero a la vez se arruga frente a otras religiones exóticas y prefiere mantenerse al margen de los fenómenos sectario-destructivos que constituyen las sectas no-religiosas surgidas con la revolución cultural del 68.





*Lavado de Cerebro: esta expresión traduce el término inglés "brainwashing" que, a su vez, traduce la expresión china "hsi-nao". Fue el periodista y agente de los servicios de inteligencia norteamericanos, Edward Hunter (1902-1978) el que, en el contexto de la Guerra de Corea, describió las técnicas de adoctrinamiento comunista sobre los prisioneros norteamericanos y tradujo la palabra china al inglés. No obstante, son muchos los expertos en psicología social los que apuntan que el "lavado de cerebro" no explica por sí mismo la adhesión a un grupo sectario. Más bien, habría que tener en cuenta que el ingreso y la adhesión de una persona a un grupo sectario se debe a muchos otros factores como son la falta de una eficaz socialización en su propio ámbito nativo. J. A. C. Brown, por ejemplo, sostiene que "tanto el rechazar un grupo social como el ser rechazado por él suele ir seguido por la aceptación de las mores, incluidas las creencias religiosas, de otro grupo" ("Técnicas de persuación"). Se ha sobrevalorado demasiado que sean razones intelectuales o técnicas concretas de "lavado de cerebro" las que conducen a una persona a ingresar en un grupo distinto al grupo en que nació y creció. Parece, más bien, que lo que puede explicar la "extraña" adhesión a un grupo distinto al nativo es el grado de inadaptación real o percibida (imaginada, incluso) que la persona en cuestión tiene en cuanto a su grupo de origen. En estas cuestiones la afectividad juega un papel mucho más importante que lo intelectual; puesto que lo intelectual está, por su propia naturaleza, más reducido a un grupo minoritario. Si hubiera alguien capaz de cuestionarse con radicalidad esta realidad, debiera esto servir para replantear la eficacia, por ejemplo, de las catequesis católicas. Ni que decir tiene que la confusión doctrinal, la falta de una transmisión eficaz de las creencias y prácticas piadosas así como, por supuesto, el mal ejemplo que implica la incoherencia entre confesión de fe y vida de fe en los creyentes de una religión conduce a la desafección de los otros correligionarios que, erráticos, buscan en otra parte lo que no se les ha sabido dar en su comunidad de origen.

martes, 3 de enero de 2017

ESPAÑA, MINADA DE SECTAS (IV)

Portada del libro "Invasores de la Cristiandad", publicado por los protestantes españoles a principios de la década de los 70 del siglo XX


LA APERTURA... DE LA CAJA DE LOS TRUENOS

Manuel Fernández Espinosa


"¿Hay mejor prueba de la deficiencia de nuestra fe que el que no haya para nosotros ya dioses falsos?".

E. M. Cioran, "Los nuevos dioses".





Hasta aquí creo que ha quedado claro que la "libertad religiosa" en España no es en modo alguno mérito ni de la transición democrática ni tampoco de la Constitución de 1978. Pero si todavía queda alguna duda, no hará falta que nos remontemos al siglo XIX para encontrar las raíces de esta "apertura" como hicimos ayer (ver enlace). Los antecedentes de la libertad religiosa en la España contemporánea hay que irlos a buscar en la última etapa del franquismo: esto tal vez cueste un poco de trabajo asimilarlo, tanto a los católicos afectos al franquismo como a los detractores del franquismo. Pero es así, lo trataré de exponer muy resumidamente.

Aunque todavía en los márgenes de la clandestinidad, el protestantismo se difunde en España entre los años 1940 y 1955. Y uno de los españoles protestantes, aunque no sea el único, que más hizo por la expansión del protestantismo en la España franquista fue el catalán D. Samuel Vila Ventura (1902-1992) que, tras la guerra civil, puso en marcha el Departamento de Publicaciones de la Misión Cristiana Española. Fueron miles los ejemplares de libros evangélicos los que publicó este pastor protestante, en colaboración con dos impresores barceloneses (Salvador Salvadó y Rafael Serrano) y todo ello en la clandestinidad, por lo que fue continuamente incomodado por las autoridades que lo investigaban muy de cerca. Otro protestante español que lucharía denodadamente por la libertad religiosa fue D. José Cardona Grigori (1918- 1995) que en 1958 sería secretario ejecutivo de la Comisión de Defensa Evangélica Española. Samuel Vila y José Cardona insistirían en reclamar al franquismo la libertad religiosa, empleando todos los medios a su alcance, presionando en el interior como en el exterior. 

Los protestantes españoles encontraron un interlocutor gubernamental en Fernando María Castiella (1907-1976), ministro franquista de Asuntos Exteriores que intentó infructuosamente recuperar Gibraltar y que también se había estrellado en sus propósitos de incorporar España a Europa, pero que sin embargo, en 1963, llegó a un compromiso con los protestantes españoles para modificar la situación concerniente a la libertad religiosa que se les impedía. Y así, en efecto, en junio de 1967 se promulga la Ley44/1967 que regulaba el ejercicio del derecho civil a la libertad religiosa en materia religiosa. 

Para esa fecha ya había empezado en España la protestantización de una importante parte de la comunidad gitana. En los años 60 del siglo XX, los protestantes se empeñaron en "misionar" a los gitanos. Ya en el siglo XIX George Borrow, el misionero de la Sociedad Bíblica, había dado cuenta de sus intentos en "evangelizar" a los gitanos, pero aquellos gitanos decimonónicos no parece que le hicieran mucho caso. Mayor eco encontró en la segunda mitad del siglo XX la llamada Iglesia de Filadelfia, el "culto" como los mismos gitanos le llaman. No hemos de descartar que la Iglesia Católica con mucha propabilidad, en términos generales, fracasó en su evangelización del pueblo gitano, pero que gran parte de los gitanos que estaban bautizados en la Iglesia Católica apostataran de ella y se convirtieran en protestantes es un asunto muy complejo que merecería un estudio más profundo. Salta a la vista que en España ha existido por desgracia un constante y multisecular recelo entre españoles gitanos y españoles no-gitanos que tuvo su momento más trágico y vergonzoso con la llamada Gran Redada de 1749 (he tenido ocasión de tratar este tema en mi artículo Gitanos en España); debería ser un motivo de orgullo para los católicos españoles -si se supiera como debiera, claro- que los conventos católicos acogieran como refugiados a muchos gitanos en aquellos años del siglo XVIII, cuando se perpetró aquella persecución que se hizo en nombre de los sobrevalorados "valores" de la Ilustración racionalista y laicista: los defensores de la Ilustración parece que no quieren recordar este asunto y prefieren silenciarlo, para mantener en la ignorancia al pueblo y seguir jactándose de modernos, progresistas y avanzados. Pero, volviendo al tema que nos ocupaba en este párrafo, el hecho es que la inveterada incomprensión general entre gitanos y no-gitanos españoles debe ser tenida como una de las claves que llevarían a abrazar el protestantismo a muchos gitanos españoles: algo similar sucedió -recordémoslo- en la conversión de muchedumbre de afroamericanos de USA al islam, pasando a militar en la llamada Nation of Islam, organización religiosa y política que tiene fuertes connotaciones de reacción racial a uno de los racismos estatales más tardíamente desmantelados, aunque todavía muestra dar coletazos: el de Estados Unidos de Norteamérica. Nuestros gitanos también pudieron encontrar en la iglesia evangélica de Filadelfia un modo de auto-afirmarse étnicamente contra el común de los españoles que tradicionalmente era católico.

La Ley de 1967 constituyó el reconocimiento de la personalidad jurídica de las comunidades religiosas y el ejercicio público del culto sin cortapisas, algo que supuso un avance indudable en esta materia. Los protestantes lograban su reconocimiento jurídico, varias "iglesias" protestantes (Hermanos de Plymouth, Unión Evangélica Bautista, Iglesia Cristiana Adventista, etcétera) empezaron a ejercer su derecho a la libertad religiosa, pero con ellas no tardaron mucho en aparecer otros grupos que, pese a haber nacido en un contexto protestante, no son reconocidos en cuanto a cristianos ni por los mismos protestantes: el caso más destacable lo constituye el de los Testigos de Jehová que por estas fechas, debido al desconocimiento de nuestras autoridades, empezaron a crecer en España acogiéndose al derecho de libertad religiosa. Pero no sólo eran sectas cristianoides las que penetraban en España, sectas mucho más inquietantes también aparecieron: en 1976 se establece la Iglesia de Satán en España (esta secta satanista había sido fundada en USA por Anton Szandor LaVey en 1966) y a España la trajo nada más y nada menos que un diplomático del aparato franquista de turismo que había estado trabajando en USA como Jefe de la Oficina Nacional Española de Turismo en San Francisco. Multitud de otras organizaciones que se presentaban como asociaciones culturales también llegaron a España, aprovechando la legislación pertinente al derecho de asociación o al religioso: sectas satanistas, ufológicas (cazadores de OVNIs), pseudo-filosóficas, etcétera echaron su semilla en nuestro suelo.

Hasta tal punto se iba convirtiendo España en una receptora de las más extrañas y extravagantes sectas que el más arriba citado conspicuo protestante español D. Samuel Vila que, hemos dicho, tanto había peleado por la libertad religiosa en España vería oportuno traducir, aunque parcialmente, un libro -"Chaos of cults"- escrito por J. Karel van Baalen y publicado por vez primera en 1938 en inglés. El pastor Vila y Ramón Taibo Sienes realizarían una selección del libro de Van Baalen y lo publicarían bajo el elocuente título: "Invasores de la cristiandad" en la barcelonesa Editorial Clie, en el año 1971. Curioso que los mismos que habían reclamado la libertad religiosa tuvieran que alertar a su grey propia y, por extensión, a los demás de lo que estaba produciéndose a pasos agigantados: una invasión de ideas pseudo-religiosas preocupante para todos, también -como vemos- para los protestantes.

Pero, ¿cómo había podido ser que la España tardofranquista abriera la caja de los truenos? El hibridaje nacional-católico crujía, incluso a regañadientes de los menos dispuestos a un aperturismo en materia religiosa. Muchas circunstancias habían precipitado esta situación hasta irse de las manos, como vemos que a día de hoy se ha ido. 

Los intentos de reconocimiento internacional del régimen franquista habían forzado, en el curso del franquismo, a una cada vez mayor flexibilidad en materia religiosa, pues no olvidemos de quién era el aliado, aunque no estuviera incorporado a la OTAN, el franquismo: el amigo americano. De todos aquellos discursos pomposos que evocaban el Imperio Español iba quedando cada vez menos. Lo único que parecía que quedaba en las postrimerías del régimen de Franco era el anticomunismo (y el antimasonismo). El anticomunismo tenía en pie todavía a la terrible Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el Pacto de Varsovia. Y cerrando filas contra esa "amenaza" del bloque soviético, el franquismo había llegado a un entendimiento con los Estados Unidos de Norteamérica, paladines de occidente contra el comunismo de la URSS y España era el "centinela" de esos USA. Con el tiempo se vería todavía mejor que todo movimiento político que no es otra cosa que un "anti-" (como el anticomunismo) deja de tener absolutamente sentido cuando desaparece lo que se le enfrentaba, pero nadie sabía por aquellas fechas de la Guerra Fría que la URSS implosionaría, dejando en la más enorme de las confusiones a los comunistas de todo el planeta, confusión sólo parangonable a la que supondría el Concilio Vaticano II para todos los católicos. Pero, en aquel tiempo, los USA asentaban sus bases en nuestro territorio español y a la vez daban también pasos firmes en presionar todo lo que podían para que la España nacional-católica no fuera nacional-católica nada más que de nombre. Tampoco puede olvidarse el Concilio Vaticano II que, con su aperturismo y aggiornamento, dejó a los católicos españoles en la grotesca situación de aquel al que le han cambiado el escenario y sigue interpretando un papel del todo anacrónico. 

Pero eso del Concilio Vaticano II y su interacción con el franquismo crepuscular lo tendremos que ver en la próxima.

Continuará...

lunes, 2 de enero de 2017

ESPAÑA, MINADA DE SECTAS (III)

Mineros españoles de Río Tinto, bajo control del capitalismo británico

LA COLONIZACIÓN RELIGIOSA, POLÍTICA Y ECONÓMICA DE ESPAÑA

Manuel Fernández Espinosa

"No se destruye bien nada más que lo que se sustituye". 
Juan Vázquez de Mella.



Los desinformados consideran que la libertad religiosa en España parece conquista de la transición y la Constitución Española de 1978. Pero esto no es así. Todo el siglo XIX se encuentra jalonado de textos constitucionales que son la carta de presentación de los grupos políticos triunfantes que, como un homenaje a sí mismos, se ofrendan su propia Constitución conforme a sus ideologías correspondientes. En un ejercicio muy rápido resumamos que la cuestión religiosa -que es a no dudar que uno de los caballos de batalla de los liberales en España- ofrece estos resultados: La Constitución de 1812 y la de 1845 proclaman confesional a España, pero ya la de 1856 promulga la "tolerancia religiosa" y la de 1869 y 1873 establece la "libertad de cultos". La de 1876, en un ejercicio de pasteleo monumental como fue todo el sistema canovista, conjuga la confesionalidad con la tolerancia religiosa y, ya en el sigo XX, la de 1931 y 1978 promulga la no-confesionalidad del Estado. Lo que late bajo estas modalidades es la identidad del grupo predominante que redacta la constitución concreta de que se trate: los liberales más conservadores (por lo común llamados "moderados" a lo largo del XIX) apuestan por la catolicidad de España, mientras que los más rupturistas ("progresistas", "demócratas" y "republicanos" en el siglo XIX) pugnan por destruir la unidad religiosa católica.

A partir de ahora quiero que se me lea bien. Ni emito juicios sobre la conveniencia o inconveniencia de esta realidad resultante de lo que voy a exponer muy resumidamente, ni tampoco entro en cuestiones dogmáticas que no me interesan ahora. Lo que va a guiar esta indagación es una pregunta: ¿Era una demanda natural o una estrategia artificial la de hacer de España un país multi-religioso? No me importa, repito, ni la doctrina de las confesiones, religiones o sectas de las que voy a hablar más abajo.

Pero al margen de la disputa política cuyo escenario es el parlamento, los campos de batalla o las barricadas y que, a la postre, tiene como resultado el que, en cada momento histórico, se plasma en cada Constitución, hubo una lucha menos visible. La Santa Inquisición había bloqueado durante siglos la penetración del protestantismo en España, pero su abolición configura un nuevo escenario y paulatinamente el protestantismo se abre camino en España a lo largo del siglo XIX. Sin que nos importe ahora valorar desde nuestra percepción actual el sentido de todo eso, la pregunta que interesaría hacerse es: ¿pero es natural esa nueva presencia? Un estudio detenido de los movimientos religiosos e ideológicos de la España del XIX conduce a pensar que esta infiltración protestante de España no obedece a ninguna espontaneidad. El proceso de protestantización de España está tripulado por Inglaterra, encontrando en los gobiernos liberales a los elementos que, masónicos o no, prestarán su cooperación a la inclusión del protestantismo en España como lacayos colaboracionistas de un magno proyecto de desintegración social. Así como Gibraltar, ocupado por Gran Bretaña desde el siglo XVIII, se convierte en el refugio de los liberales españoles prófugos de España en tiempos de absolutismo, es Gibraltar también el foco de propaganda protestante. Son muchos los casos de españoles que abandonan el territorio nacional, para instalarse en Gibraltar, a título de ejemplo valga el caso de D. Lorenzo María Lucena y Pedrosa (1807-1881) que en 1835 huye a Gibraltar, cuelga la sotana (había sido con antelación profesor catedrático del Seminario de San Pelagio Mártir de Córdoba y sacerdote católico): en Gibraltar, Lucena apostata de la Iglesia Católica, se casa y abraza el protestantismo, trabajando bajo la Sociedad Bíblica, traduciendo folletos propagandísticos y, habiendo ido a Londres, regresa otra vez a Gibraltar como pastor de la Congregación, en 1849 volvió a Inglaterra para ser predicador en Liverpool y en 1858 es contratado como catedrático de Lengua Española en la Taylor Institution de la Universidad de Oxford, donde permanecerá hasta su muerte. No es el único caso de sacerdote católico español que se pasa con armas y bagaje a Gibraltar, para hacerse colaboracionista del protestantismo. Menéndez y Pelayo ha estudiado en su libro "Historia de los Heterodoxos Españoles" multitud de casos que ponen de manifiesto que la penetración del protestantismo en España se debió, sobre todo, a la acción británica, aunque también haya un impulso de protestantes alemanes y franceses, de mucha menor consideración. Las minas (Almadén, Río Tinto, Linares...) controladas por la compleja red de agentes británicos a sueldo de los Rothschild se convierten en colonias británicas que propagan el protestantismo. El famoso George Borrow (que no será el único) viaja por toda España, repartiendo Biblias protestantes.

El fenómeno no pudo escapar a la perspicaz mirada de Mosén Jaime Balmes que en su libro "El protestantismo comparado con el catolicismo" dará buena cuenta de las consecuencias que se derivarían de una penetración protestante en España: la ruptura de la unidad religiosa que, a juicio de Balmes como de cualquier profundo conocedor de la historia española, constituía el engrudo de la unidad política española. Balmes apunta a Inglaterra como la principal instigadora de esta larvada labor de socavamiento, encubriendo so capa de "libertad" y "tolerancia" una ambiciosa colonización política y económica, escribe Balmes: "No es posible que se escape a su sagacidad [la de Gran Bretaña] lo mucho que tendría adelantado para contar a España en el número de sus colonias si pudiera lograr que fraternizse con ella en ideas religiosas, no tanto por la buena correspondencia que semejante fraternidad promovería entre ambos pueblos, como porque sería éste el medio seguro para que el español perdiese del todo ese carácter singular, esa fisonomía austera que le distingue de todos los otros pueblos, olvidando la unica idea nacional y regeneradora que ha permanecido en pie en medio de tan espantosos trastornos, quedando así susceptible de toda clase de impresiones ajenas y dúctil y flexible en todos los sentidos que pudiera convenir a las interesadas miras de los solapados protectores".

Si ese plan triunfara, la consecuencia práctica no sería la tolerancia, sino la destrucción del nexo que cohesionaba y fortalecía a España, como bien lo ve el polígrafo catalán:

"Y no sería por cierto la tolerancia lo que se nos impondría del extranjero, pues que ésta ya existe de hecho, y tan amplia que seguramente nadie recela el ser perseguido ni aun molestado por sus opiniones religiosas; lo que se nos traería y se trabajaría por plantear fuera un nuevo sistema religioso, pertrechándole de todo lo necesario para alcanzar predominio y para debilitar o destruir, su fuera posible, el catolicismo".

Pero no será el protestantismo el único Caballo de Troya que se ensaya en España con el propósito de transformarla en un pelele. En el campo filosófico, con el objetivo de sustituir el catolicismo imperante en la enseñanza, el ministro de la Gobernación Pedro Gómez de la Serna y Tully (1806-1871) envía a Julián Sanz del Río (1814-1869) a Alemania con la misión de formarse en la filosofía krausista y traerla a España. A su regreso se va cuajando lo que más tarde será la Institución Libre de Enseñanza.

En la segunda mitad del siglo XIX también se abre otro frente que va en la misma dirección: destruir la unidad religiosa católica de España, introduciendo otras comunidades religiosas como la judía. Práxedes Mateo Sagasta, en 1886, concede el permiso de abrir sinagogas en España y se funda la Alianza Hispano-Hebrea. Y el dictador Miguel Primo de Rivera, en 1924, promulgará más tarde un decreto por el que se posibilita la concesión de la nacionalidad española a los "individuos pertenecientes a familias de origen español" sefarditas. Alberto Ruiz Gallardón y José Manuel García-Margallo consumarán, en el año 2012, esta larga operación de retorno de los sefarditas, aprobándose en 2014 la concesión de nacionalidad española a los sefardíes.

Así como en el curso del siglo XIX se abre la puerta al protestantismo y al judaísmo, también se introducen en España pseudo-religiones como la poderosa Sociedad Teosófica que, a juicio de René Guénon, sería una de las internacionales del poder imperialista anglosajón. La primera española en contactar con Helena Petrovna Blavatsky, fundadora de esta secta, sería doña María Mariategui, Duquesa de Pomar, que la conoció en París pasando a colaborar en la revista "Lucifer" de la secta teosofista. Pero la Sociedad Teosófica penetra en España el año 1889 de la mano de José Xifré Hamel que había establecido relación con el grupo teosofista londinense ya en 1886, como bien nos cuenta Mario Méndez Bejarano en su "Historia de la Filosofía en España hasta el siglo XX" (del año 1927). Con la Sociedad Teosófica tendrán relación eminentes escritores españoles como Juan Valera (1824-1905) o el famoso Ramón María del Valle-Inclán.

Pero, vuelvo a preguntar: ¿era todo esto natural? ¿espontáneo? Nada más lejos de la realidad. Como bien indica Balmes, en España a nadie se le incomodaba por razones religiosas ya en su época. Lo que aquí se jugaba era algo mucho más ambicioso: la transformación de España, la destrucción de su unidad religiosa lograda por los Reyes Católicos, para convertírnosla en un país multi-religioso y, a la postre, en una colonia del capitalismo extranjero, hoy global.

Continuará...