El símbolo de una asociación, de una comunidad, de una familia,
no es un asunto baladí. En el símbolo de una comunidad se cifran todas sus
señas de identidad y sus aspiraciones. Los miembros de la Revista Raigambre
hemos adoptado el Crismón como símbolo de nuestro proyecto cultural. Creemos
que es oportuno exponer, aunque sea en un aproche, lo que está cifrado en el Crismón.
Es un símbolo muy antiguo. En el lábaro de los
Emperadores de Roma, desde Adriano, figuraba el Águila de Júpiter, pero Constantino el
Grande sustituyó el águila jupiterina por el Crismón, incorporándolo en el estandarte del Emperador, con lo que simbiótica y simbólicamente el Cristianismo y el Imperio se identificaban.
El Crismón es el emblema signográfico de Cristo, que conjunta
las dos primeras letras del nombre griego “Xristos”: X (ji) y P (ro). Como
símbolo podría incluirse entre los llamados “símbolos literarios” dado que estos símbolos se
forman con letras (un ejemplo más de este tipo de símbolos podría ser el JHS de los jesuitas). El Crismón es el monograma de Cristo. En
las más antiguas representaciones, el Crismón aparece así:
Sin embargo, a principios del siglo IV se adoptó en la Cristiandad la
costumbre de rotar la "X" hasta lograr dar forma de cruz, de este modo quedaba mejor simbolizado Jesucristo crucificado. Es común también añadir en los flancos de
la X o colgando de los brazos horizontales de la cruz las letras griegas Alfa y
Omega (algunas veces estas letras se ven sustituidas por las figuras simbólicas del ave y el pez,
respectivamente; así lo podemos ver en la portada de un manuscrito de Pablo Orosio, del siglo XII). El Alfa y Omega son una clara alusión al pasaje apocalíptico
en el que Jesucristo dice: “Ego sum alpha et omega…”, esto es: principio y fin.
Así tenemos el Crismón de Baena que fue hallado en el interior de un sepulcro en Íscar (entre Castro
del Río y Baena). Este Crismón (al parecer desaparecido extrañamente en julio de 1993) era una
cruz de metal fundido, que medía 34 centímetros de alta por 25 centímetros de
anchura en los brazos; tenía pendientes de los brazos el alfa y la omega, primera y
última letras del alfabeto griego, anagrama del nombre de Jesucristo, principio
y fin de todas las cosas. La parte inferior forma la cabeza de un áncora con su
asa y su travesaño, teniendo al final del Crismón los brazos unos remates que
asemejan las uñas del ancla. El áncora era emblema muy usado en los sepulcros
de los primitivos cristianos, como puede leerse en la obra “La Roma sotterranea
cristiana”, de G. B. Rossi. Hübner calculó que su antigüedad podría fecharse
entre los años 517 y 662. Durante la ocupación mahometana de España, los
mozárabes conservaron el crismón como símbolo de su comunidad sometida, perseguida y martirizada bajo un poder extranjero impuesto por invasores gracias a la traición de muchos que colaboraron con ellos.
Nosotros hemos elegido como insignia de RAIGAMBRE el
Crismón (crucífero y ancorado) que fue muy empleado por los cristianos
hispanorromanos y visigodos a partir del III Concilio de Toledo.
En cuanto al
áncora podríamos decir que es un símbolo que aparece en gemas y lápidas
funerarias paleocristianas y que remite a la virtud teologal de la esperanza,
como comenta San Pablo en Hebreos VI, 19: “quam sicut anchoram habemus animae
tutam ac firmam” [la cual tenemos como segura y firme áncora de nuestra alma]. El
áncora es símbolo de esperanza, pero también de salvación. Símbolo marinero por excelencia, el ancla -la esperanza en Cristo- nos recuerda que, pese a todas las tempestades y adversidades del elemento acuático (el mundo pasajero y cambiante), hay algo permanente que nunca hemos de olvidar.
Con el crismón tenemos un símbolo con el que nos
identificamos plenamente los miembros de RAIGAMBRE:
Cristo, Alfa y Omega de la Historia, es esperanza y
salvación católica (universal).
Entendemos que todas las crisis económicas, sociales y
políticas derivan de una profunda crisis espiritual: haber olvidado que el
Reinado Social de Jesucristo no es una metáfora, ni una utopía, sino el único
orden que hay que restablecer, tras todas las convulsiones y subversiones que a
lo largo de los siglos lo han trastornado.
Queremos terminar con unos versos de uno de nuestros compañeros de RAIGAMBRE, el poeta sevillano Antonio Moreno Ruiz, que cantó así al Crismón mozárabe:
En lo alto del monte,
El crismón victorioso,
Traído por mozárabes,
Brilla orgulloso.
Vencedor de los infieles,
Anagrama de Cristo,
Unión de los hispanos,
En sagrado destino.
Crismón de los mozárabes,
Crismón de los oprimidos,
Libertad y victoria,
Trae en sus signos.
Seña romana,
Griegas reminiscencias,
Del norte al sur,
Se extienden sus promesas.
Crismón de los mozárabes,
Heraldo de esperanza,
Por Dios nunca te alejes,
De las tierras de España.
El espíritu de nuestra Revista RAIGAMBRE se siente identificado con el Crismón de los hispanorromanos, con el Crismón de los Reyes Godos de Toledo, con el Crismón de los supervivientes mozárabes que celosamente lo custodiaron, sorteando peligros, masacres, persecuciones encarnizadas.
Símbolo de esperanza, de permanencia, de victoria, de salvación... Es un símbolo con raigambre, para RAIGAMBRE.
Manuel Fernández Espinosa
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