RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

domingo, 24 de abril de 2016

EL AGUA Y EL ACEITE



Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor

Si mezclamos el "optimismo científico" de la Ilustración con el darwinismo y lo aliñamos de una suerte de sensación de "belle epoque", nos queda un desprecio absoluto del pasado y un aislamiento de la historia que es fetén para el más fanático de los individualistas. El problema es que todo eso nada tiene que ver con la realidad, y la entelequia, con el tiempo, se va haciendo cada vez más pesada y grotesca. Porque lo que va "avanzando" no es el conocimiento, sino el atrevimiento que proporciona la ignorancia.

Para entendernos: Pensar que a lo que día de hoy se llama “democracia” tiene algo que ver con la "democracia de los griegos", cuando hace dos mil y muchos años ni se pensaba que pudiera haber “partidos políticos”, y asimismo, no podían votar ni mujeres ni esclavos ni extranjeros (sí, con la democracia siempre hubo esclavos), y cuando los griegos consideraban que la "democracia absoluta" era la antesala de la peor tiranía, queda muy ridículo. Los griegos (y de ellos copiaron y heredaron los romanos) creían en una suerte de combinación entre monarquía, aristocracia y democracia. Pero intentar explicar esto a día de hoy...

Otrosí, ello desemboca en intentar mezclar la pseudofilosofía progre con el realismo de la filosofía perenne, y no digamos ya con la religión. No sólo porque desprecien cientos y hasta miles de años de historia –que por supuesto-, sino porque no puede ser. Ninguna religión ni ningún sistema filosófico serio puede casar con las coñas marineras de Mayo del 68, antesala de los falsos "valores" de la modernidad. Pero tampoco casa con el liberalismo económico/político, esencialmente anticristiano. No por nada dijo Pío XI en su brillante encíclica Divini Redemptoris (1) que  “Para explicar mejor cómo el comunismo ha conseguido de las masas obreras la aceptación, sin examen, de sus errores, conviene recordar que estas masas obreras estaban ya preparadas para ello por el miserable abandono religioso y moral a que las había reducirlo en la teoría y en la práctica la economía liberal. Con los turnos de trabajo, incluso dominicales, no se dejaba tiempo al obrero para cumplir sus más elementales deberes religiosos en los días festivos; no se tuvo preocupación alguna para construir iglesias junto a las fábricas ni para facilitar la misión del sacerdote; todo lo contrario, se continuaba promoviendo positivamente el laicismo. Se recogen, por tanto, ahora los frutos amargos de errores denunciados tantas veces por nuestras predecesores y por Nos mismo.”

Las consecuencias que estamos pagando ahora, mucho después de la encíclica del Santo Padre Pío XI, se deben en muy buena medida a querer mezclar el agua con el aceite con cada vez más desenfado. Algo muy parecido ocurrió en la época de los arrianos. Muchos jerarcas eclesiásticos del siglo V d.C. o eran semiarrianos o abiertamente arrianos. Y todo eso desapareció. Aunque hizo mucho daño. 

O se cree o no se cree. O se es o no se es. Pero no se puede mezclar el agua con el aceite. La religión a la carta, tan a gusto de los protestantes, fue el mismo concepto que exhortó a Lutero a aconsejar a los príncipes alemanes que exterminaran como a perros a las rebeliones campesinas. Al final los heterodoxos son los más celosos de su supuesta ortodoxia. No deberíamos despistarnos por mor de los cantos de sirena, ni avergonzarnos ni acomplejarnos, ni dejarnos guiar por las siempre estúpidas modas.

Las ideologías se pretenden como sustitutos de la religión. Relegar la religión al servicio del interés ideológico es fabricar ateísmo. 

Hay verdades y valores de eternidad que están por encima de las “opiniones”; opiniones que, dicho sea de paso, hay muchos que sobrevaloran grosera y grotescamente.

El pseudocristianismo obsesionado con la masa, el número, el caer bien, los globitos, las palmas, las guitarritas ñoñas, las sonrisitas bobaliconas, el “éxito profesional” (con conceptos de “éxito” y “fracaso” propios de los yanquis), el estilo hippie y demás inyecciones más o menos protestantes/más o menos revolucionarias ya está cayendo por su propio, viejo e incongruente peso. Afortunadamente. Aunque algunos sigan queriendo santificar la usura y otras tropelías, como se dice en Sudamérica (donde la nefasta e hipócrita teología de la liberación sigue campando a sus anchas), “ya fueron”.

El cristianismo auténtico, ante los tiempos que se avecinan, será de catacumbas, pero fue, es y será un cristianismo vivo.

Reiteramos: El agua no se mezcla con el aceite. Todos los intentos, amén de contraproducentes, irán agrandando los ridículos y las desazones.  





Imagen de www.forosperu.net





NOTAS: 

(1)Puede leerse la encíclica completa en el enlace: 

Divini Redemptoris (19 de marzo de 1937) | PIUS XI

lunes, 4 de abril de 2016

LA MENTIRA REPUBLICANA

Imagen de twitter.com

Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor
Eso de repetir mucho las mentiras para convertirlas en verdades no es un invento de los nazis, sino de los revolucionarios franceses. Está muy de moda culpar de absolutamente todo a Hitler y tal, pero la mayoría de las cosas que se le adjudican en exclusividad vienen de mucho antes, recorriendo desde el liberalismo hasta su legítimo hijo marxista.
Y bueno, en resulta que en España se nos repite como narcotizados papagayos aquello de que la república era un régimen legal, apoyado por el pueblo, que fue asaltado por unos militares fascistas. Por supuesto, no es la única mentira que se nos ladra; pero es a partir de aquí donde empieza la retahíla; por lo tanto, el cáncer debe ser extirpado de raíz. Porque la verdad es que la república ni fue apoyada por el pueblo ni fue “legal”. En 1930 hubo un golpe frustrado de militares republicanos apoyados por algunos burgueses que en verdad, ni tan siquiera eran de izquierdas. La mayoría procedían de la derecha liberal a la que el general Primo de Rivera no había dado bola en sus siete años de dictadura (1923-1930) y que se sentían traicionados por Alfonso “XIII”, a la sazón, el primer productor pornográfico de España. El golpe fue secundado por Queipo de Llano, entre otros, y Mola no lo vio con antipatía, pero desde primera hora dijo que así no podía a ser, que eso era un fracaso. Mola acertó y el golpe dirigido por Galán y García Hernández fue un sainete absoluto, siendo ejecutados los mentados cabecillas. El PSOE participó poco, aunque fiel a su idiosincrasia, pronto se cambió de bando. Y digo se cambió de bando porque Primo de Rivera nombró a Largo Caballero consejero de la presidencia, y porque en contra de los anarquistas, confió en ellos para la cuestión sindical. Luego de sentirse muy cómodos, pronto empezaron a hablar de memoria histórica…
Y bueno, en abril de 1931 hubo elecciones, claro que las hubo. Pero resulta que esas elecciones fueron ganadas por los partidos monárquicos. Sin embargo, Alfonso “XIII”, demostrando su sempiterna indignidad, tras consultar con el corrupto Romanones, pegó la espantá y se fue con viento fresco. Los republicanos, que habían ganado en las capitales pero que habían perdido las elecciones, tomaron el poder a placer y lejos de crear un régimen que uniera a todos los españoles, comenzaron dividiendo, con una ridícula bandera que jamás tuvo que ver con nuestra historia ni con nuestra cultura, ni con Castilla ni con la revuelta de los comuneros, y sí con unos revolucionarios masónicos del ejército que a finales del XIX ya estaban dando por saco con aquel feo contrasentido vexilológico. Y así, desde la derecha liberal a la extrema izquierda, al mes de proclamarse aquel ilegítimo régimen, comenzó la quema de conventos.
Reitero, porque es algo en lo que ciertos escritores e historiadores no caen a la hora de enjuiciar a aquel nefasto régimen y a la posterior Guerra Civil: Los republicanos jamás ganaron las elecciones. Los números y las hemerotecas ahí están.

El republicanismo en España siempre ha sido una mentira, y de mentiras y odios se alimenta. No obstante, lo más grave no es eso: Lo más grave es que haya supuestos patriotas que se acojan a este viaje a ninguna parte. Por lo visto no aprenden, y se creerán que domesticarán para sus antojos al republicanismo para convertirlo en patriótico, porque ellos lo valen. En fin...