RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

miércoles, 31 de julio de 2013

DEL ÁFRICA ESPAÑOLA (IV): POLÍTICA TRANSFRETANA






*Pendón del cardenal Cisneros en la toma de Orán (1509).  


POLÍTICA TRANSFRETANA

Por Antonio Moreno Ruiz



No son los mejores tiempos para nuestra España. Vivimos una época de decadencia brutal, donde nos encontramos con un sistema político-económico cada vez más corrompido y asalvajado y una mentalidad social harto envilecida. Desde la oligarquía cleptómana que nos desgobierna se favorece continuamente el enfrentamiento y la división entre españoles. Los jóvenes emigramos porque no tenemos otro remedio y el que era el país de turismo y ladrillo se desmorona. Y el moro, siempre que ve débil a esa España que teme y que odia, se envalentona e intenta crecer a nuestra costa. 
Desde que se creó el artificioso estado de Marruecos, con el gaullismo como valedor y cómplice que intensifica una geopolítica contra España, los envalentonamientos venidos desde el sur no han parado. Muy pronto se declararon los máximos amigos de los norteamericanos en el Magreb. Con escasas gestiones diplomáticas, consiguieron el territorio de Sidi Ifni, que jamás le había pertenecido. Esta claudicación nos costó cara, pues lejos de amilanarse, los alahuitas financiaron el terrorismo contra España a través del Sáhara y en 1975, estando en las últimas el general Franco, organizaron la ridícula Marcha Verde con prostitutas y mendigos a los que le prometieron tierras. Como es habitual, incumplirían la promesa, y todo estuvo bien supervisado por agentes de la CIA. El actual jefe del estado de la Prostitución de 1978 tomó su primera decisión, y fue la de entregar aquella provincia española del occidente africano a quienes sigue llamando sus hermanos. Así empezaba la tan cacareada transición: Rompiendo España…
No confundamos el caso africano y nos creamos que es una especie de postrimería de aventura colonial. Ni tan siquiera es una “política exterior”. España tiene una presencia milenaria en África, y parte del norte de este continente es tan de nosotros como lo es la Villa y Corte. Como Rusia, si bien arrancamos desde Europa, nuestra condición geográfica, nuestro interés político y nuestra espiritualidad nos sitúan en una amplia encrucijada. Lo que significa Siberia para Rusia significa el norte de África para nosotros, como no deja de significar nuestra América. 
Como bien dice Tomás García Figueras en Marruecos (la acción de España en el norte de África)(1): "El emperador Otón, en prueba de estimación a la provincia de la Hispania Ulterior que él había mandado, y con el fin de que aumentara su comercio y la extensión de su gobierno, en el año 69 d.C. agregó la provincia imperial de la Mauritania Tingitana (que ocupaba dicha orilla sur hasta el río Malva o Muluya, y tenía su capital en Tingis-Tánger) a la provincia Bética y al convento jurídico de Cádiz (aunque posteriormente tuvo convento jurídico propio) llamándola Hispania Transfretana (o que está más allá del Estrecho o fretum). Más tarde, el emperador Vespasiano dividió la Hispania Ulterior en dos provincias: la Lusitania y la Betica, quedando la España transfretana unida a esta última. Bajo Adriano (117-138), Hispania se dividió en las siguientes provincias: Tarraconensis, Carthaginensis, Gallaecia, Lusitania, Baetica y Mauritania Tingitana. La Tingitania entonces tuvo su gobernador propio, que residía en Tánger y también recibió jurisdicción al crearse el Convento de Tánger. El emperador Caracalla rebautizó esa provincia como Nova Hispania Ulterior Tingitana. Posteriormente, con la reforma administrativa del Imperio que lleva a cabo Diocleciano (284-305) se reorganizó el Imperio creando las llamadas diócesis.Una de ellas fue precisamente Hispania cuya capital, parece que estaba en Córdoba. En el 297 la diócesis de Hispania comprendía las seis provincias antes referidas".
Bajo el poder visigótico, la frontera hispánica no era el Estrecho de Gibraltar, sino el Atlas. Y eso lo sabían los bizantinos, en su afán de reconquista romana. Cuando las tropas de Tarik ben Ziyad atravesaron el Estrecho para vencer por desgracia en Guadalete, lo hicieron por tierra hispana. La historia es al revés de cómo la cuenta el sistema: Esa tierra era hispana y cristiana antes que llegara el islam, el mismo que ha intentado borrar todo este pasado y que de hecho, nos quiso borrar hasta el nombre, llamándonos Al Andalus cuando ya éramos Hispania. Nuestra relación con África era buena y estrecha antes de que llegara la media luna de Mahoma, que se encargó de enfrentarnos y dividirnos. No es el imperialismo marroquí quien tiene que reivindicar nada. No era el traidor e impopular Blas Infante (A quien jamás el pueblo andaluz dio voz ni voto estando vivo) quien tenía la razón cuando quería entregar Andalucía a Marruecos. Portugueses, aragoneses y castellanos, ya en el siglo XIV, habían comprendido que la finalización de la Reconquista no era Tarifa, que había que seguir en África, la que consideraban tierra hispana, y por eso no cejaron en su empeño. El descubrimiento de América y la inserción en una política europea compleja distraerían acaso en demasía nuestra natural política transfretana, quedando como asignatura pendiente; si bien hasta el siglo XVIII, España pudo mantener soberanía sobre importantes plazas, hasta que la decadencia consumada en la época de Carlos IV acabó con tan noble propósito, para volver a retomarlo en el siglo XIX, pero ya muy desmejorado y cercado de enemigos. España aún cuenta con su territorialidad con las ciudades de Ceuta y Melilla, así como las islas Chafarinas, el islote Perejil y los peñones de Alhucemas y Vélez de la Gomera. Ni la isla de Alborán ni las Islas Canarias han pertenecido a este entorno, y por eso, todavía menos Marruecos tiene derecho de reclamar nada. Pero los tiranos alahuitas ven que España está débil y se lanzan, sin hallar respuesta que valga. 
Por más hundidos que nos veamos, tenemos que despertar. No podemos tolerar esto. España tiene que activar su política transfretana. Ya dejó dicho Isabel la Católica en su testamento (2): “Ruego e mando a la dicha prinçesa, mi hija, e al dicho prínçipe, su marido, que como católicos prínçipes tengan mucho cuidado de las cosas de la honrra de Dios e de su sancta fe, selando(sic) e procurando la guarda e defensión e enxalçamiento della, pues por ella somos obligados a poner las personas e vidas e lo que touiéremos, cada que fuere menester, e que sean muy obedientes a los mandamientos de la santa madre iglesia e protectores e defensores della, como son obligados, e que no çesen de la conquista de África e de pugnar por la fe contra los ynfieles, e que sienpre fauorezcan mucho las cosas de la Sancta Ynquisición contra la herética prauidad, e que guarden e manden e fagan guardar a las iglesias e monasterios e prelados e maestres e Órdenes e hidalgos, e a todas las çibdades e villas e lugares de los dichos mis reynos, todos sus preuillegios e franquezas e merçedes e libertades e fueros e buenos vsos e buenas costunbres que tienen de los reyes passados e de nos, segund que mejor e más cumplidamente les fueron guardados en los tienpos pasados fasta aquí.”
Asimismo, el insigne tribuno tradicionalista Juan Vázquez de Mella en los formidables Dogmas Nacionales, dejó dicho: "... Y ved, que el Estrecho de Gibraltar es el punto central del planeta, que allí está escrito todo nuestro Derecho Internacional; parece que Dios, previendo la ceguedad de nuestros estadistas y políticos parlamentarios, se lo ha querido poner delante de los ojos para que supiesen bien cuál era nuestra política internacional. Es el punto central del planeta: Une cuatro continentes; une y relaciona el continente africano con el continente europeo; es el centro por donde pasa la gran corriente asiática y donde viene a comunicarse con las naciones mediterráneas toda la gran corriente mediterránea; es más grande y más importante que el Skagerrak y el Kattegat, que el gran Belt y el pequeño Belt, que al fin no dan paso más que a un mar interior, helado la mitad del tiempo; es más importante que el canal de la Mancha, que no impide la navegación por el Atlántico y el Mar del Norte; es muy superior a Suez, que no es más que una filtración del Mediterráneo, que un barco atravesado con su cargamento puede cerrar, y que los Dardanelos, que, si se abrieran a la comunicación, no llevarían más que a un mar interior; y no tiene comparación con el canal de Panamá, que corta un continente. Dios nos ha dado la llave del mar latino. La geología, la geografía, la topografía, las olas mismas del Estrecho chocando en el acantilado de la costa nos están diciendo todos los días: Aquí tenéis la puerta del Mediterráneo, y la llave; aquí está vuestra grandeza...
...La autonomía geográfica de España exige el dominio del Estrecho, la federación con Portugal, y, como punto avanzado de Europa, y por haber civilizado y engrandecido y sublimado a América, esa red espiritual tendida entre aquel continente nuevo y el viejo continente europeo...."

Difícilmente se puede explicar mejor no ya nuestro artículo, sino lo que ha de ser nuestro más claro propósito político en nuestra breve pero clara capacidad. Así lo entendió también el portugués António Sardinha, quien dedica su genial La Alianza Peninsular: “A la memoria de aquellos soldados españoles que, regando con su sangre anónima las peñas de Marruecos, supieron dar vida, en un siglo sin esperanza, a toda la grandeza histórica de Portugal”.
Acaso el Protectorado del Rif fue un leve sueño, pero que nunca se tenía que haber abandonado… Y es que la política transfretana no puede olvidarse de ir en conjunción con Portugal, quien con gallardía y premura señaló el horizonte en las medievales postrimerías. Y es que nuestra África es nuestra seguridad, es nuestra justicia, es nuestra necesidad. No en vano los británicos lo han entendido muy bien, por eso mismo siguen ocupando Gibraltar, y por eso han llegado a amenazar en varias ocasiones a Azores y Madeira, como ayudaron a desmembrar el África Portuguesa. Porque no es sólo llenar el Peñón de monos, contrabando, usura, basura y narcotráfico; es tener un puente clave en el punto más estratégico del mundo y así mejor devorar nuestra economía e integridad. Es un caso parecido al de Francia, cómo a los años entendió lo que significaba África del Norte, y como de hecho lo sigue entendiendo…. ¿Y es que se puede entender la guerra que le montaron a los portugueses en sus provincias del África Negra separando lo que le hicieron a España en el Sáhara? A entrambos nos quisieron echar por igual del continente, y con España acaso empieza la que ellos creen última avanzadilla, porque nunca soportarán la magna obra de la civilización hispánica. Hay que estar alerta. No más bajadas de pantalones. No más desconocimiento de nuestros héroes, no más complejos de inferioridad, no más inconsciencia. Aparcar este tema, aun al socaire de los tiempos tan duros que corren, es seguir consintiendo nuestra minusvalía. Las ideas están más que sentadas, los sacros pilares, más que sabidos. Levantémonos con orgullo y decisión, indagando en nuestras raíces. Sea refrendada la política transfretana y valgan estos humildes versos de mi puño y letra como rúbrica de este irrenunciable ideal:

Escucha, hermano luso, Te lo digo de corazón, Hacia el Norte de África, Debemos conjuntar la razón.

Somos hijos legítimos, De la Hispania Romana, Por derecho propio, Nos corresponde la Tingitana.

En los embates ante el islam, Pocas naciones nos entienden, Quizá los rusos en sus carnes, Algo parecido sienten.

Columnas de Hércules, Estrecho de Gibraltar, Soberanía Transfretana, Para Dios, por tierra y mar.

Querrán destruirnos, Enemigos extranjeros, Por eso, con orgullo, Juntos, pero no revueltos.

Por nuestra seguridad, Por nuestra historia, Por Mella y por Sardinha, Por honor y gloria.

España y Portugal, Deberán celebrar una boda, En los norafricanos pagos, Se consumará la memoria.

Por los héroes de Alcazarquivir, Por Ceuta y por Melilla, Por los que en tantas guerras cayeron, Continuemos la Reconquista.

Hermano lusitano, Sin absorción ni confusión, Por justicia y necesidad, Por claridad y decisión,

Hermano portugués: Nuestra politique d´abord, Nuestro sentido común, Por la Hispana Civilización.





(2) Sobre el testamento de Isabel la Católica: 

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