El
presente artículo fue publicado en la "Revista Cultural Órdago de
Torredonjimeno", en el año 2008. Seis
años antes, en el 2002, los militares marroquíes invadieron con armas y
soldados, la tierra española sin mediar provocación alguna por parte de las autoridades
de España. Ese atentado a la soberanía nacional pasó a la Historia como: “El
incidente de la Isla Perejil”. Desde esa fecha, la radicalización de las
políticas marroquíes para con el pueblo Español, han ido creciendo, pasando a
ser agresivas e irracionales y llegando incluso a poner en peligro la
estabilidad de la zona.
Con
los presentes artículos tratamos de establecer una visión general del panorama hispano-marroquí,
dejando de forma clara y concisa, la falta de legitimidad histórica del pueblo
marroquí a la hora de reclamar como suyos, los territorios de Ceuta, Melilla, o
incluso el Sahara.
"Uniforme de los soldados españoles durante la campaña de 1859-1860"
España durante la campaña militar de Marruecos: 1859-1860
España
escudo de Europa.
La península Ibérica es la zona más
occidental de Europa, y se encuentra separada del continente Africano por el
Estrecho de Gibraltar, puerta natural que han utilizado desde la antigüedad las
invasiones norteafricanas para penetrar en la península Ibérica e intentar la conquista del continente
europeo. En los tempranos años 171 o 172
d. C. Durante el reinado de Marco Aurelio, ya hay constancia de fuertes
invasiones por parte de tribus “mauris” (moras) que asolaban la Bética: “en
una expedición cuyo objetivo era la consecución de botín”. Comenta el
historiador F. J. Sanz Huesa al hablarnos sobre esas invasiones. (1) El
problema se solucionaría años más tarde bajo el emperador Diocleciano al
reformarse las provincias Hispanas e incluir una provincia más en el norte de
África, la Tingitania, que evitase fuertes invasiones como las anteriores.
En los albores del siglo VII d. C.
España era gobernada por los reyes visigodos que, por razones de credo
religioso y de sucesión electiva, estaban enfrentados entre partidos. Es el rey
Recaredo el primero en convertirse al cristianismo abjurando de la herejía
arriana (2) hecho
que causó una agudización de las diferencias con sus adversarios, los cuales
también pretendían ostentar la corona de “Rex Visigothorum”. Los
visigodos que no aceptaron el catolicismo, los arrianos, veían en la nueva
forma de religión africana, el “Islam” (vocablo que en árabe significa
“sumisión”), muchos parecidos con su herejía, por lo que no dudaron en aceptar
a los musulmanes como aliados para derrotar a los católicos, con la finalidad de
obtener tierras y dominios. Pactada la traición, en el año 711, en las
inmediaciones del río Guadalete, se enfrentaron los ejércitos cristiano y
árabe. D. Rodrigo, rey visigodo convertido al catolicismo, traicionado por sus
ambiciosos adláteres, es derrotado y muerto en la batalla. Los árabes acceden a
la península, y lejos de contentarse con el botín pactado, traicionan a sus
aliados para penetrar más adentro en los reinos peninsulares y ocupar por la
fuerza la España visigoda.
Los traidores que abrieron las
puertas a los árabes facilitándoles la entrada a la península Ibérica no sabían
el tiempo y sangre que costaría tamaña traición. Durante casi ocho siglos, los
árabes campearán por Hispania haciendo de ella un territorio sometido a su
voluntad. Diferentes reyes cristianos empezarán una labor de reconquista que
culminará con la liberación de España de los árabes en 1492 de la mano de los
Reyes Católicos con la toma de Granada, último reducto islámico en la península
y de la Europa cristiana.
El Islam jamás
perdonará a España y a los españoles ese hecho, ya que hemos sido el único
pueblo de Europa que, después de un sometimiento al Islam de siete siglos, no
sólo no lo
"Mauris. Moros en la Tingitania española"
aceptamos
como religión, sino que fuimos capaces de expulsarlos de la tierra que habían
ocupado por la fuerza y devolverlos al continente africano.
La política de los reyes venideros
será la de establecer una frontera natural en el norte de África, la Tingitania
que actualmente se conoce como el Magreb, que evitase posibles acometidas o invasiones
en el futuro.
La
Campaña de Marruecos
Desde antiguo los enfrentamientos
entre españoles y marroquíes han sido una constante. En 1859, tiene lugar la
“Campaña Militar de Marruecos”. Como indica el escritor César Alcalá en su obra (3) sobre
la campaña de 1859: “O´Donnell estaba esperanzado. Creía que el bienestar
económico y la campaña de Marruecos devolverían a los españoles aquel aliento
de patriotismo, perdido desde hacía tiempo y todo volvería a la tan deseada
normalidad”. (4) Lo cierto es que no sirvió
totalmente para los propósitos deseados, y lo que fue una victoria militar, con
el paso del tiempo sería una brecha que desangraría a la juventud española
encuadrada en el ejército sin remedio.
El pretexto utilizado por el
ejército español para entrar en guerra con Marruecos, fue el siguiente.
El gobernador de Ceuta de aquella
época, el Sr. Gómez Pulido, inició la construcción de un cuerpo de guardia
fortificado que sirviese de defensa a la ciudad por ese lado, pero fuera de las
murallas, esto es en terreno neutral. Los marroquíes consideraron que se estaba
edificando en terreno que les pertenecía según el tratado anteriormente firmado
entre ambos países. Como consecuencia, las obras que se realizaban por la
mañana eran destruidas por la noche a manos de los marroquíes. La tensión llegó
a tal punto, que un día los marroquíes destruyeron la piedra que delimitaba la
frontera con aquel país, cebándose con el escudo de armas que representaba a la
nación española.
El ultraje al escudo de armas, en
una sociedad decimonónica donde los valores y el sentido del honor estaban muy
presentes no podía quedar sin contestación. Se solicitó al rey marroquí que
restituyese el honor de los españoles mediante una serie de actuaciones, más
con el ánimo de guardar las apariencias que de agigantar un suceso
intrascendente. Pero no se llegó a ningún acuerdo positivo por ninguna de las
partes, salvo excitar el ánimo de los marroquíes en su afán de venganza. Así
las cosas, se utilizó dicho pretexto para comenzar una guerra contra los moros
que sería conocida como la “Campaña de Marruecos” que se desarrolló
entre los años 1859 y 1860, la cual tenía entre otras finalidades la
delimitación del territorio español de forma clara.
El comienzo de las hostilidades fue
el 24 de octubre de 1859, y uno de los testigos privilegiados de aquellas
luchas fue sin lugar a dudas el escritor D. Pedro Antonio de Alarcón, que tuvo
el honor de participar en aquella contienda y dejar reflejadas sus impresiones
en sus libros y novelas.(5)
Las luchas contra los moros se sucedieron con una crueldad inusitada.
Las atrocidades a las que se sometían los ejércitos en combate eran terribles.
Los españoles además de los rigores del clima y el territorio adverso, debían
luchar con un enemigo mucho más cruel e invisible: el cólera; la falta de agua
y la escasez de higiene harían más estragos entre los españoles que las balas
que nos causaba la morisma (6). Al
respecto de la crueldad practicada por los marroquíes en el combate nos comenta
el escritor de Guadix lo ocurrido en una de las múltiples escaramuzas en las
que participó: “ ...Vengando así la suerte que había cabido a algunos
soldados españoles, a quienes los bárbaros y crueles marroquíes habían
degollado y puesto en cruz, como escarnio
"D. Leopoldo O´Donnell y Jorris, mando supremo de las tropas españolas durante la guerra de África, gracias a la victoria en Marruecos obtuvo el título de duque de Tetuán"
hecho a Jesucristo”(7). Sucesos
similares y atrocidades mucho peores serían una constante durante toda la “Campaña
de Marruecos”. La brutalidad y crueldad no cesarán por parte de los moros.
Esas prácticas perdurarán años después con la contienda de la Guerra de África,
donde millares de soldados españoles morirán en las más crueles torturas
inimaginables para las sociedades civilizadas.
Así las cosas no es de extrañar que el 18 de noviembre
Leopoldo O´Donnell después de pasar revista a las tropas españolas en el puerto
de Santa María les arengase de esta manera: “Soldados : Vamos a cumplir una
noble y gloriosa misión. El pabellón español ha sido ultrajado por los
marroquíes; la Reina y la patria confían a vuestro valor el hacer conocer a ese
pueblo semi-bárbaro que ofende impunemente a la nación española”. (...) “Soldados:
mostraros dignos de la confianza de la Reina y de la patria haciendo ver a la
Europa que os mira, que el soldado español es hoy lo que ha sido siempre cuando
ha tenido que defender el trono de sus reyes, la independencia de su patria o
vengar las injurias hechas a la honra nacional...”(8)
Los
combates se sucedieron en los días siguientes con desigual fortuna para ambos
bandos. Pero al final, las armas españolas se terminaron imponiendo a los
africanos, obteniendo notorias victorias en el campo de batalla. El ejemplo de
los batallones vascos y catalanes fue singularmente heroico, como bien refleja
el autor Pedro Antonio de Alarcón en sus “Diarios”
El objetivo que se pretendía con la entrada en guerra
con Maruecos tuvo su éxito relativo. En la Península las disensiones políticas
de aquellos dos años cruciales fueron mitigadas por los sucesos de la “Campaña
de Marruecos” El desembarco en la península de Montemolín, partidario de la
facción carlista, fracasó, así como el intento del republicano Sixto Cámara de
levantar en armas las guarniciones para forzar un golpe de estado. La bonanza
económica obtenida con los ingresos que el ferrocarril estaba obteniendo como
símbolo del progreso hacía que los españoles se las vieran muy felices en
aquellos años, si no fuera porque más allá de las fronteras peninsulares,
muchos soldados españoles dejarían su sangre y su vida y no regresarían jamás a
sus hogares.
El final de la guerra fue
firmado en una tienda de campaña entre O´Donnell y Mulay-el-Abbas, el 25 de
marzo de 1860. En dicho tratado se ratifica la cesión a perpetuidad de
una serie de territorios norteafricanos a favor de España, incluyendo la
ampliación de las fronteras melillense y ceutí, junto con el pago de una
indemnización como gastos de guerra. El éxito de aquella campaña sería, como se
verá más adelante, relativo. Las hostilidades con las harcas marroquíes no
cesarán, existiendo una prolongación larvada del conflicto, cuyas hostilidades
culminarán con la nueva entrada en guerra pasados unos años.
Luis Gómez
NOTAS
(1) “Hispania Tardo romana y visigoda” Francisco
Javier Sanz Huesa, Pág. 25 Ediciones Istmo 2007
(2) Ver el artículo de la revista Órdago n º 8,
“Los godos una visión general”, Luis Gómez López, pp, 8 a10.
(3) “La Campaña de Marruecos, 1859-1860”, César
Alcalá, A. F. Editores de Historia Militar, 2005
(4) ibídem, p. 14
(5) Pedro Antonio de Alarcón reflejó sobre todo sus
impresiones en su obra “Diario de un testigo de la Guerra de África”
(6) Según César Alcalá en su obra, el total de muertos
en África fu de 9034 hombres, de los cuales, 2888 lo fueron por la enfermedad
del cólera, 786 lo fueron en el campo de batalla y otros 366 más lo hicieron a
consecuencia de las heridas, Cit. César Alcalá, “La Campaña ...” pp. 164 y 165
(7) Pedro Antonio de Alarcón, “Diario de un testigo
de la Guerra de África”, cit. De César Alcalá, “La Campaña de Marruecos,
1859-1860” p. 45.
(8) César Alcalá, Ibíd. p. 49
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