-Publicamos el extenso artículo publicado por nuestro colaborador el historiador y escritor
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas cayó, dizque sin apenas estruendo. Yo personalmente me alegro bastante de que desapareciera de la faz de la tierra aquella tiranía que sojuzgó a medio mundo gracias a la ayuda liberal-capitalista, como nos recordó el eminente polígrafo Alexander Solzhenitsyn QEPD, el gran anticomunista que, asimismo, fue un bravo denunciante de los errores de Occidente. No se hubiera mantenido la URSS si Trotsky no hubiera sido financiado desde Estados Unidos por los Rockefeller, si Lenin no hubiera recogido dinero en Zurich (procedente principalmente de Prusia) y si Roosevelt no hubiera proveído de constante ayuda logístico-económica a Stalin. Con todo, ¿qué es lo que venía después? No nos engañemos: Si bien fue el mundo liberal occidental el que pactó con el comunismo desde mucho antes de la II Guerra Mundial
, todo ello era por algo. Amén de intereses comunes, ahora los buitres esperaban su carroña. Lo que ellos ni sabían ni intuían era lo que decía el ínclito jurista Álvaro D´Ors ya en 1987:
A ello, añadamos la constancia en la fe de muchas mujeres rusas que, como recordó el profesor letón Walter Schubart en Europa y el alma del Oriente
, bautizaban a sus hijos aun a escondidas (Putin fue uno de ellos), manteniendo en el hogar la lumbre de la fe contra viento y marea. Es por ello que a pesar de que aún hay bastante ateísmo, la tradición cristiana vuelve a resurgir en Rusia en particular en y la Europa del Este en general.
Con todo, en nuestros días se masca la tragedia en Kiev, y la jugada angloamericana en Ucrania viene precedida por toda una geopolítica agresiva que consiste en anular a Rusia. Desde los sangrientos conflictos provocados en el mundo árabe (¡y lo llaman “primavera”!), se ha envalentonado la carrera mundialista. El pseudo-imperio anglosionista, coaligado con los déspotas petroleros de la Península Arábiga y con los delirios de imperialismo otomano de Erdogan, actuó a saco en Túnez, Libia y Egipto, pareciendo facilonas sus prefabricadas revoluciones. Pero he ahí que en Egipto el gobierno de los Hermanos Musulmanes, apoyado por esta caterva (¡los que dicen luchar contra Al Qaeda!), ha durado poco porque el ejército, fuente de poder en el país de las pirámides, ha reaccionado con contundencia. Eso sí: A las puertas de un conflicto civil que puede empezar y acabar como el rosario de la aurora, para mayor gloria de los traficantes de armas y los colaterales intereses. Empero, donde no les ha salido nada es en Siria. Por un lado, las críticas que había hacia Bashar Al Assad en la propia República Árabe fueron disipándose con las reformas emprendidas desde el mismo Baaz
, y lo único que han conseguido es que el pueblo sirio (uno de los pueblos más preparados, conscientes y orgullosos del mundo arábigo), en abrumadora mayoría, se repliegue a favor de su presidente y combata contra la injerencia extranjera. A eso, sumémosle la finta diplomática de Rusia, quien hizo caer al bobalicón John Kerry en sus propias palabras, haciendo las barras y las estrellas un ridículo como no se había visto en la contemporaneidad de las relaciones internacionales. Desde todo punto de vista, tuvieron que asumir la ilegalidad de una intervención armada como las de Irak y Afganistán. Obama (¡premio nobel de la paz!) y McCain, quienes estuvieron teóricamente disputándose unas elecciones, sin embargo, concuerdan en armar a los mercenarios wahabitas que, venidos del Magreb, Chechenia, el África Negra o sacados de las cárceles saudíes, siembran el caos y exterminan cristianos. Sin embargo, no contentos con la matanza de cristianos árabes (no lo olvidemos: los descendientes directos de los primeros cristianos. No es casualidad esta saña) y con este estrepitoso y sanguinolento fracaso, ahora van por Ucrania. Pero esto no es nada nuevo: Tenemos que remontarnos en el tiempo, porque a muchos les sonará la Guerra del Cáucaso, pero es que antes que la Georgia de Saakasvhili estuvo Kosovo, donde hay monumentos a Clinton y Bush. ¿Qué interés tenían los Estados Unidos en los Balcanes? ¿Hay petróleo o gas por allí? En principio parece que no, aunque hay rumores de que entre Albania y Kosovo hay reservas de petróleo y gas natural. Y la cercanía de zonas estratégicas es evidente, empezando por la presencia del Mediterráneo. ¿Pero por qué ese apoyo a Albania, y en concreto, al nacionalismo albanés que sigue ansioso de una Gran Albania que nunca existió, y más a costa de aquella tierra tan significativamente serbia (su Covadonga, por así decirlo)?
La Guerra de los Balcanes saltó a la palestra informativa por mor de su crueldad. En español tenemos el concepto “balcanización” y no es casualidad. Yugoslavia, esto es, “Paneslavia del Sur”, fue un engendro apoyado en su día por el imperialismo anglosajón que eclosionó tras la Gran Guerra para socavar los Imperios Centrales, y de paso, finiquitar el Imperio Ruso aun estando como aliado, que no se olvide. A posteriori, las plausibles fracturas balcánicas fueron mitigadas por una dictadura comunista encabezada por Tito, quien siendo teóricamente croata, era de sangre eslovena y judía. Por desgracia, aquí no se cumplió eso de que muerto el perro, se acabó la rabia: Aquí parecía que muerto el perro, la rabia era todavía peor, y se desencadenó una guerra de todos contra todos y sálvese quien pueda donde una Europa inservible apenas acertaba a mirar y unos Estados Unidos siempre ávidos aprovecharon para meter sus narices de lleno, apoyándose principalmente en los albaneses. Albania, un país de apenas cinco millones de habitantes, donde la religión mayoritaria es la islámica y que está enfrentado a todos sus vecinos, y que en la Segunda Guerra Mundial cooperó abiertamente con el nacionalsocialismo alemán para formar la “Gran Albania”, y luego estuvo en la órbita de los regímenes marxistas…. ¿Qué se les había perdido a los gringos por Tirana y alrededores? En verdad no mucho a priori, pero desmenuzando el percal, podemos ver que mientras Alemania se disputaba Eslovenia y otros países occidentales se disputaban las fincas turísticas de Croacia, Rusia miraba sus ojos a Serbia y viceversa. Los norteamericanos estaban pendientes de que Yeltsin dejara Moscú como un solar para extender la mano y disponer con facilidad, primero, de cuantiosas reservas de cereales, petróleo y gas, y segundo, de llegar a Asia por Europa a placer. Aparte del negocio que se podía hacer con los depósitos de armas, negocio que podría abrirse a todas las ex repúblicas soviéticas. Pero la cosa está en que no se consagró el “yeltsinismo”, y Rusia, con todos sus defectos y problemas, no sucumbió a los occidentales cantos de sirena. Apareció un tal Putin, que había sido miembro del KGB y había pululado por ahí con Yeltsin, y poco a poco se fue haciendo con las riendas.
Con todo, entonces nadie pensaba ni en Rusia ni en Serbia. De Clinton a Bush se aupaba a una mafia islámica cuyos vínculos con el tráfico turco de heroína y con la venta de órganos es más que descarado. No pocos paisanos de ellos, cuando van a España (y a otros muchos países), se hacen famosos por sus asaltantes maneras, que consisten en que amén de robar todo lo habido y por haber, apalean y violan a las víctimas. Nadie entendía a qué venía esto. Pero era el primer trazo geopolítico que adelantaba el siglo XXI. Luego de la caída del muro de Berlín, el escenario mudaba. De los Balcanes se fue a los terribles atentados del 11 de septiembre, y nos vendieron que la destrucción de las Torres Gemelas fue perpetrada por cuatro islamistas locos. De Mohamed Atta no quedó ni rastro, sin embargo, apareció su pasaporte. Ya ni se molestan en hacer bien los montajes... Después de esta brutalidad que sacudió al mundo, matando a tantos inocentes, la ingeniería social se creyó con el campo libre. La implementación de políticas antifamiliares, ya fuera por abortismo u homosexualismo, experimentó un brutal auge. España conoció en los 80 la llamada “movida madrileña” con un Tierno Galván, socialista alcalde de Madrid, que decía que “el que no esté colocado que se coloque”, para alucinógeno aliño de la Transición; y en los 90, gracias a figuras como el venezolano Boris Izaguirre, cuyo cometido era saltar, gritar y enseñar el culo, la telebasura aumentó hasta llegar a sus más asquerosas cuotas, permaneciendo hasta hoy en este plan. El ser una loca desatada se convirtió en un reclamo profesional. Si en los años 80 las leyes abortistas se habían generalizado, todo iba ir a todavía peor, enseñando el infanticidio como un “derecho inherente a las oprimidas, explotadas e históricamente menospreciadas y vejadas mujeres” y exigiendo que el Estado lo financiase.
Por entonces Vladimir Putin veía los nefastos resultados que esto estaba trayendo en Occidente y pensaba que si Rusia seguía esa estela, no levantaría cabeza nunca y se convertiría en un país débil. Con todo, la ofensiva yanqui por convertirse en una contestable potencia unipolar seguía con sus acelerones, y fue en caucásica dirección.
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Por Georgia apareció un tal Mijail Saakashvili. Su única ideología definida era que Georgia entrase en la Unión Europea y en la OTAN. Casado con una norteamericana e introductor de la CIA y el Mossad en su país, eliminó con malas artes a sus opositores y pronto se mostró como dueño y señor de Georgia, un país tradicionalmente aliado de Rusia y luego parte del imperio de los zares, que tras la caída de la URSS quedaba en la más absoluta indefinición, al igual que sus vecinos. Putin advirtió que Rusia no iba a tolerar más casos como el del Kosovo, auténtica tragedia para el pueblo serbio y para toda Europa. Sin embargo, a Estados Unidos le había salido muy fácil la jugada, y pensó que todo el monte era orégano. Ante la indefinición rampante, pretendió seguir un discurso de Guerra Fría y fomentar la división entre (teóricamente…) rusófilos y rusófobos. Saakashvili era lo segundo, y claro, resulta que en Abjasia y Osetia del Sur, buena parte de la población no quería saber nada ni de estar contra Rusia ni de la república georgiana propiamente dicha. Saakashvili no entendió eso y obligó manu militari a esa población no ya sólo a estar bajo su mando, sino a estar en la órbita de la Unión Europea y la OTAN, ante lo cual Rusia hizo valer su influencia e interés, protegiendo así a una población que se consideraba parte de su contexto patrio. En cinco días, Saakashvili hizo el ridículo más absoluto. Sus asesores norteamericanos e israelíes, así como la Unión Europea a la que tanto aclamaba, lo dejaron más tirado que una colilla. La huella que dejó en el castigado pueblo georgiano fue grave, y de ahí muchos sacaron la conclusión que ni él, ni la Europa occidental ni la OTAN eran de fiar.
Putin lo advirtió: No iba a haber otro Kosovo.
Con todo, desde Hollywood se ayudaba ya a la guerra mediática, por ejemplo con la peliculita “Cinco días de guerra”, de Renny Harlin
(4). No nos llega a Occidente ni una película rusa, pero desde este lado del mundo muy pronto se utilizan la televisión y el cine para crear monstruos a conveniencia.
¿PRIMAVERA ÁRABE?
Terrorista profanando iglesias en Siria.
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Prosigamos: Estados Unidos pensó que esto no sería más que un tropiezo, porque como decía el hoy entalegado José María Del Nido, lo mejor está por llegar. Ya no hay Pacto de Varsovia, por tanto, hay que pensar en otra cosa, y desde las Torres Gemelas del 11 de septiembre y los trenes de Madrid del 11 de marzo (cuya vergonzosa versión oficial nadie se cree), el islamismo loco era el eje del mal según la administración Bush. Luego vino Obama, y se llevó por banda el premio Nobel de la paz. ¡Toma ya! Mas Obama seguía metido en Afganistán y dejaba Irak como un solar. Sin embargo, la estrategia parecía un poco diferente: Las dictaduras laicas de Túnez a Egipto debían ser arrasadas, dizque en nombre de la democracia y la libertad.
Si bien la ministra Condoleeza Rice parecía hacer las paces con Gadafi, la venganza que se estaba preparando era terrible. Ciertamente, Gadafi no era un santo, y le gustaba más el poder absoluto que a un tonto un lápiz, pero hay una cosa que hay que reconocerle: Su enorme habilidad política. Aunque Libia es un país con gas y petróleo, no llega a siete millones de almas, divididas en tribus mal avenidas en la mayoría de las veces. Gadafi, desde muy jovencito, aprovechó su experiencia militar y política para anteponerse como equilibrio ante los diferentes intereses y divisiones de un país de idiosincrasia beduina. Como estaba en contra de la política de Occidente, apoyó todo lo que intuía que podía fastidiarlo por dentro, ya fuera a la derecha o a la izquierda, y por eso, lo mismo hacía buenas migas con neofascistas europeos que financiaba a la Nación del Islam de los negros norteamericanos. Fue una especie de Maquiavelo moro. Con todo, lo cortés no quita lo valiente, y justo es decir que en Libia no se pasaba hambre, y era el único país del Magreb cuyos hijos no se veían forzados a emigrar, todo lo contrario de lo que acontece en Marruecos, Argelia y Túnez. Y es que tenemos que tener en cuenta lo siguiente: No hay estados-nación en buena parte del mundo. El estado-nación es un invento artificial de la criminosa Revolución Francesa, que vio su consecución con las desordenadas revoluciones del siglo XIX bajo los auspicios del romanticismo, ante un mundo que perdía acaso definitivamente el orden de las monarquías tradicionales. Querer aplicar este concepto revolucionario y partidista a otros entornos socioculturales, y más concretamente en un ambiente como el Magreb, con tanta influencia tribal, es no entender absolutamente nada. Y Gadafi sí que lo entendió bien, conociendo Europa por dentro en su juventud. Pero al final, cayó en la trampa de los gringos y los europeos, y sus buenas relaciones traducidas en negocios vieron su contrapunto en una guerra asquerosa teledirigida por Obama y capitaneada por la Francia de Sarkozy. En Túnez, Ben Alí salió corriendo a la primera de cambio. Gadafi quiso resistir, incluso tras el montaje montado por el sionista Bernard-Henri Levy en una supuesta Plaza Verde que en verdad era un plató televisivo de Qatar, tiranía petrolera aliada de los angloamericanos y muy interesada en extender su visión wahabita del islam, y en primar económicamente sobre los vecinos que puedan ser más o menos díscolos. Y hay que contarlo todo: En la cuestión libia, el papel de Medvedev, quien entonces era el político más destacado de Rusia, fue el de comparsa.
Con todo, Gadafi siempre fue una garantía de respeto para los cristianos. El único país del Magreb que recibía emigración por mor de oportunidades laborales, donde la pobreza había sido eliminada, ofrecía tolerancia tanto para los negros como para los trabajadores europeos y asiáticos. Sin embargo, pronto en la Libia postgadafista comenzaron las terribles persecuciones a los cristianos, siendo muchos negros masacrados bien por cristianos bien por gadafistas, mientras que la prensa políticamente correcta calla este odio racial, político y religioso. En Irak, el 3% de la población cristiana no había tenido problemas bajo el baazismo de Saddam Hussein; en cambio, cuando llegaron las barras y las estrellas se dispararon los asesinatos, siendo que la gran mayoría ha emigrado del país. Este patrón es el que se va a intentar reproducir en Egipto, mas allí la cosa no es tan fácil, ya que el 15% de la población es cristiana, de cóptica tradición para más señas. Sin embargo, los Hermanos Musulmanes y adláteres implantaron una política de terror, apoyados por los jeques sauditas. Pero la reacción no se ha hecho esperar, a y a la par que muchos musulmanes de buena voluntad que han protegido a sus paisanos cristianos, el ejército ha reaccionado y el corrupto Morsi ha sido depuesto. Con todo, la situación en Egipto tras el derrocamiento de Mubarak (quien estaba admitido en la Internacional Socialista) es muy confusa, como ya apuntamos.
Y claro, como lo de Túnez fue pan comido y en Egipto se creó lo que se creó, Siria debería caer como una pieza más del dominó mundial. Pero he ahí que pasó lo que ellos quizá no se esperaban: Que la República Árabe de Siria resiste y se mantiene, puesto que, como dice el periodista Vicente Talón Ortiz, tiene un sistema creado, y eso no se derrumba tan fácil.
Realmente, en los pueblos árabes, como en tantos otros pueblos del mundo, el sistema de partidos políticos surgidos del mundo anglosajón y la Revolución Francesa y Francia no ha calado. Siria no es un país tribal, pero su historia está regida por caudillos y emperadores. Y si en España, que ya los romanos hablaban de la
Devotio Iberica y Alfonso X el Sabio trató el caudillaje en sus Partidas, nunca calará, no esperemos que en otras latitudes lo haga. La “democracia absoluta”, cada vez más corrompida y menos disfrazada, es en verdad el poder absoluto para las oligarquías financieras que no tienen más patria que el parné. En Europa, ya ni se molestan en disimular. Para eso sirve la burocracia europeísta: Véanse, si no, los puestos a dedo en Grecia e Italia, o como a España desde hace años se le veta su potencial de producción agropecuaria, sobre todo en productos como el aceite y la leche. Y eso es lo que la administración Obama está intentando imponer en los países árabes. En Libia y Túnez, esto se antoja tragicómico. Pero en Siria, la resistencia se ha hecho efectiva. El pueblo sirio es bien avispado y no se enfrenta a “rebeldes compatriotas”, sino a mercenarios pagados por Estados Unidos e Israel y venidos de muy distintos puntos del planeta. Asimismo, Bashar Al Assad sigue siendo muy popular en Siria, y si él quisiera ser reelegido, podría serlo con relativa facilidad. A Estados Unidos le ha salido el tiro totalmente por la culata. Lejos de aprender de sus grandes errores históricos, se creían que el cuento del Maine, con el que invadieron las últimas Españas Ultramarinas, les iba a salir de rositas siempre. En el Vietnam no fue así. Franco le advirtió por carta a Johnson que la guerra estaba perdida, que se fuera de allí; y también le dijo que Ho Chi Min era un patriota. No sabemos qué brillantes conclusiones sacarán de estos hechos aquellos que piensan en Rusia y se les viene la URSS al momento. Nosotros le podremos oponer aquello que dijo el mentado y añorado Solzhenitsyn
(5):
"Tienes que entender. Los dirigentes bolcheviques que tomaron Rusia no eran rusos. Ellos odiaban a los rusos. Ellos odiaban a los cristianos. Impulsado por el odio étnico torturaron y mataron a millones de rusos, sin una pizca de remordimiento humano... Con sus manos manchadas de sangre, muchos de mis compatriotas sufrieron más horrendos crímenes que cualquier pueblo o nación alguna vez haya sufrido en la totalidad de la historia humana. No estoy exagerando. El bolchevismo ha llevado a cabo la mayor masacre humana de todos los tiempos. El hecho de que la mayor parte del mundo sea ignorante e indiferente sobre este enorme crimen es prueba de que la media mundial está en manos de sus autores." Y es que Solzhenitsyn no se cansó de denunciar que en verdad en Occidente no existía propaganda anticomunista sino antirrusa. Desde los Estados Unidos, se enfocaba el problema soviético como el problema del "malvado ruso", obviando que muchos soviéticos eran judíos, georgianos, bálticos, o incluso "ucranianos"... Y obviando que el pueblo ruso fue el pueblo que más vidas y sacrificios entregó en esta trágica parte de su historia, siendo que la diáspora de rusos es superior a veinte millones de personas esparcidas por Europa y Asia. Y encima, seguimos con la propaganda del "ruso malo", volviendo ahora a reverberar el facilón discurso, convergiendo en Occidente lo mismo a través de liberales que de progres, feministas y neonazis, quienes en Ucrania se unen con el mayor de los desenfados, bajo el mando del mentado Bernard-Henri Levy. La ofensiva estadounidense utiliza a estos diversos grupos juntos y revueltos intentando sacar de quicio el sentimiento antisoviético (¡a buenas horas, mangas verdes!) y los choques interétnicos, y mientras que en Europa se armó la escandalera del siglo cuando el partido griego Amanecer Dorado obtuvo representación parlamentaria, sin embargo, nadie ha hablado del racismo de Svoboda, Pravdy Sektor y compañía, cuyo odio a rutenos y polacos es público y notorio. Y claro, tampoco se quiere caer en la cuenta que buena parte de Ucrania, al ser uno de los territorios tradicionalmente rusos, es rusófona, y que en verdad Crimea jamás ha sido ucraniana como tal.
Con todo, a ciertos pretenciosos historicismos utilizados por románticos tardíos, se les podrían oponer muchos otros y desde un punto de vista español, en especial sobre cómo la monarquía rusa apoyó la causa de Carlos V de España, o cómo a posteriori Jaime III, rey legítimo y gran patriota español, que fue vetado en la armada austrohúngara y sin embargo, sirvió a las órdenes del zar Nicolás II.
Y es que de todas formas, aquí no se trata de Putin o no Putin, se trata del papel geopolítico y espiritual que juega Rusia en nuestro tiempo, en el tiempo de un Kerry cuya pérdida electoral es recompensada en la más alta burocracia. Lo mismo le sucedió a Hillary Clinton. Estos son los méritos del autoproclamado “país de las oportunidades”…
Amén de la gran jugada diplomática de la Federación Rusa, que ha impedido una intervención directa –imitando los modelos de Afganistán e Irak-, estamos ante el único país europeo que le ha ofrecido un protectorado a los cristianos árabes (ofreciéndose a colaborar con el Vaticano, si se diera el caso), esto es, los descendientes directos de los primeros discípulos de Nuestro Señor Jesucristo, mientras que la cómplice Unión Europea calla ante este genocidio perpetrado por las armas y los dineros anglosionistas.
Pero en Siria no acaba la cosa. Estamos inmersos en una nueva fase.
UCRANIA:
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En Ucrania se ha intentado algo muy parecido a lo que se coció en Georgia. Desde hace años se patrocinó desde Occidente la llamada “Revolución Naranja”, que consistía en desplazar a los sectores políticos que pudieran ser rusófilos e instalar en el poder a los rusófobos, resucitando la dialéctica de la Guerra Fría y tocando determinadas fibras sensibles. Cierto es que en Ucrania está muy presente la masacre de Holodomor, todas las terribles hambrunas y persecuciones. Pero es que los rusos también fueron víctimas de esa tiranía. Además, ¿no era Stalin georgiano? ¿No era Jruschev ucraniano? El nacionalismo no casa con la objetividad histórica. Intentar explotar el drama de los crímenes del comunismo (que no hay que olvidar ni soslayar nunca) con una geopolítica actual es una desfachatez. Ucrania es una de las cunas de Rusia, la Rus de Kiev, la Rusia Pequeña (al igual que Bielorrusia es la Rusia Blanca) y por lógica, la integración geopolítica se impone en un mundo global. Ya que hablamos de Solzhenitsyn, no está de más referir que él era hijo de un cosaco ucraniano. Ucrania no es un país independiente de toda la vida: Fue desgajada de Rusia por el comunismo. El nacionalismo ucraniano, como todo nacionalismo, no deja de ser un artificio que tiene que recurrir a manipulaciones cuando no a directas mentiras. Y para subsistir, se echa en brazos de “Occidente”, el cual está consiguiendo lo que la URSS no pudo.
No hace mucho que los intereses eslavo-orientales y angloamericanos están colisionando en el Ártico, todo un mundo de materias primas por explorar ante la dificultad del hielo. Sin embargo, lejos de limar asperezas, los Estados Unidos, a través de Europa, quieren cortarle a Rusia la salida al Mar Negro, lo que significa también el Mediterráneo, esto es, un mar cálido que le conecta con más de medio mundo. Y Rusia siempre ha adolecido de mares cálidos, básicamente porque otros países europeos la han querido cercar todavía más que los turcos. Así fue el lamentable papel del imperio británico y la Francia bonapartista en el siglo XIX.
En fin, el caso es que, intentando reproducir los desórdenes de Egipto, de la mano de sionistas europeos y demócratas y republicanos yanquis, los mismos que aúpan a los terroristas sirios (aún están frescas las imágenes de McCain con el wahabismo internacional), han intentado deponer al presidente Yanukovich para poner en su lugar a todos sus amigos, empezando por Yulia Timoshenko, procesada por corrupción.
Por desgracia, el fin de la URSS no supuso el fin de la corrupción, y más en los países que quisieron girar hacia la Unión Europea y Estados Unidos. Yanukovich, aun no estando en esa órbita, no escapa tampoco al tal caso. El desconcierto ha sido aprovechado por las oligarquías de más diverso pelaje. Con todo, Putin no dejó de ofrecer acuerdos económicos muy ventajosos para la administración de Kiev, mientras que Estados Unidos lleva años extendiendo su escudo antimisiles y forzando a las naciones más “díscolas”, como pueden ser Irlanda, Hungría o Polonia, a entrar en la dinámica homosexualista y abortista supervisada desde los despachos de Bruselas. Estados Unidos interviene política y directamente, y sin embargo, se pone de los nervios cuando Rusia ofrece meros acuerdos económicos.
En esta confusión, aparte de que a la oligarquía ucraniana no le ha salido la jugada, y a pesar de su euro-yanquismo, ya Bruselas le está imponiendo los célebres recortes y subidas. No les afectará a Timoshenko y compañía, por supuesto, que como el resto de las oligarquías del Viejo Continente, se seguirán enriqueciendo; así que no les va a temblar el pulso en aplicar tijeretazos.
Con todo, resulta que los crimeos han dicho que nanay de la China, que ellos quieren formar parte de Rusia. Y ya Estados Unidos se echa las manos a la cabeza. Como en Siria, Putin les juega en su propio terreno y los hace esclavos de sus palabras. Otra vez Kerry muestra impotencia y McCain queda como lo que es… Y claro, lo de Kosovo es válido pero lo de Crimea no. En el primer caso se pasó por encima de sus serbios pobladores, en el segundo, son sus pobladores los que han reivindicado su ligazón rusa. Y reiteramos, ya lo advirtió Putin: No iba a haber más Kosovos.
Por supuesto que esto de Ucrania no acaba aquí y todavía dará muchísimo más que hablar. Y es por ello que ahora nos compete ir remachando nuestra temática.
HABLANDO EN GENERAL:
Cuando se habla de Rusia, en seguida salen los términos “URSS” y “Putin”, como si fueran una especie de simbiosis indivisible per secula seculorum. Por esa lógica, colegiremos que la Alemania de la Merkel es nazi (o comunista, ya que la susodicha fue más roja que diablo en salsa), y que España es franquista. Menudos lumbreras los anacrónicos interesados… Que no es eso, que no es eso… Pero bueno, ya en serio, y dejando de lado las anteojeras, podemos decir lo siguiente, centrándonos en lo que sucede en tierras eslavas:
-Se está formando el lío del Monte Pío. Por un lado, tenemos en Kiev a hooligans/skins, Femen, liberales y progres, y por el lado moscovita vemos a zaristas, "eurasiáticos" y nostálgicos soviéticos. Los primeros acusan de sovietismo, los segundos de fascismo, y Occidente compara a Putin con Hitler... Definitivamente: Los esquemas ideológicos forjados en los desastres del XIX y el XX ya no sirven. Con todo, ¿será que en verdad Perón fue un adelantado a su tiempo y que lo que se va a imponer son formas peronistas en distintas partes del mundo? ¿O estamos ante un nuevo proceso hegeliano de tesis/antítesis/síntesis? Sea como fuere, si en Argentina hay quien le coloca gorros frigios a la Virgen de Luján, si en Francia hay quien le coloca el Sagrado Corazón de Jesús a la bandera tricolor, o si en Albania, país que se enorgullece del islam como religión nacional y sin embargo, el héroe patrio es Skanderberg, quien en el siglo XV luchó denodadamente contra el mahometismo, ¿por qué no iba a haber en Rusia una parcela de desquiciamientos provocados por el siempre irracional nacionalismo? Que conste que ni me gusta ni justifico, pero no hay otra cosa en esa confusión de banderas, no pretendamos ver “más allá”, o al menos, no más allá de lo que tenemos ante nuestras cercanas narices. Y, desde luego, no pretendamos ver los derroteros de la política rusa en particular ni de otras muchas políticas del mundo en general con ojos de telediario occidental.
-La idea de "Eurasia" es, en todo caso, buena o plausible para los pueblos eslavo-orientales y sus aliados más próximos. Si se pretende un sistema de alianzas fundamentales, puede ser interesante. Ahora bien: Si se pretende hacer de eso una consecuencia europeísta post-Thiriart, es un fracaso anunciado. Europa per se no es nada, más allá que un conjunto de diferencias y debilidades; y menos todavía si aderezamos el asunto con un vago espiritualismo que en el fondo no es más que relativismo religioso. El "paneuropeísmo", y más sin un espíritu claro y definido, está claro que no va a ninguna parte. Caso similar, salvando las distancias, ha sido el del panafricanismo. Con todo, no siendo duguiniano (Duguin me parece un "Toltsoi de derecha" y en todo caso me parecen inmensamente mejores Dostoyevski y Solzhenitsyn), le doy un mérito a Duguin, y es que por lo menos, aun equivocado si está hablando de "bloque", busca algo autóctono para su pueblo. Muchos que critican a Duguin no hacen sino querer copiar modelos extranjeros y nada aportan a lo que debería ser la Hispanidad
(6).
-Y que quede claro de una vez por todas: Aquí no se trata de Putin sí o Putin no. Por encima de Putin, nos interesa la fuerza geopolítica y espiritual de Rusia. Con Putin se podrá estar de acuerdo o no, pero hay que auscultar algo más importante, puesto que los gobernantes pasan mas las patrias permanecen: Por encima de las convicciones personales de Putin, hay que ver si está actuando conforme a las convicciones, la espiritualidad y la tradición de su pueblo, o si al menos, se adecua a ello aun por conveniencia; o si, por el contrario, algún día elige ponerse en contra de él, como Bush y Obama. Si la primera opción va calando, y de hecho si siguen cercando a Rusia para anularla, creo que se puede provocar una reacción, o por lo menos un principio de eso. Putin en efecto está haciendo una síntesis de la tesis historicista y la antítesis soviética, lo mismo glorifica la "Gran Guerra Patria" que manda que los niños estudien Archipiélago Gulag en las escuelas. No sé muy bien qué puede salir de Rusia Unida y compañía, pero también sé que Rusia, con la situación actual, necesita de un liderazgo sólido y fuerte. Y por supuesto, de una monarquía, y de tantas otras cosas como erradicar los terribles problemas económicos y morales que la acucian. Ahora bien, mucho me temo que no hay mucho margen para “alternativas grandiosas” a corto plazo.
Como ejemplo de praxis, podemos decir lo siguiente: El Partido Social Nacionalista Sirio no es el Baas de Al Assad, pero gracias a su influencia popular y a sus milicias organizadas, logra influir en el gobierno de Siria.Valga el siguiente ejemplo: El Partido Social Nacionalista Sirio no defiende en absoluto el régimen, pero sabe de su fuerza y popularidad, y que si Al Assad cae derrocado, lo que venga será mucho peor, sobre todo para el 10% de la población que es cristiana; y por ello entra en coalición con el Baaz y hasta puede influir en el gobierno. No sé si algo parecido puede pasar en Rusia a través del asociacionismo (modelo suprapolítico y superior en resultados); con todo, lo que sí sé es que Occidente no vale para nada, y que si algún país tendría razones buenas para ser rusófobo por la pseudo-lógica anacrónica de la Guerra Fría, ése sería Hungría, y sin embargo, su política se orienta cada vez más a la amistad con Rusia.
Reitero que a mí Putin ni me va ni me viene, y que por supuesto, no digo que no tenga cosas criticables. Ahora bien: Todos esos grandes teóricos conspiranoicos de lapidaria y anacrónica retórica (que se esparcen por diversos sectores), ¿se han preocupado de intentar llevar a la práctica sus respectivas infalibilidades, o siquiera de informarse un poco y de intentar ser medianamente ecuánimes ante la realidad por encima de sus romanticismos? Por desgracia, la respuesta es obvia, y así les (y nos) luce el pelo.
Por otra parte, en estos enlaces pueden ver un par de vídeos cortos:
En su época, los cosacos ayudaban a los zares a asegurar las fronteras de su imperio y a conquistar nuevos territorios.
La Educación en la Nueva Rusia de Putin, ¡QUE ENVIDIA!
Bien, ¿alguien me puede mostrar dónde ocurre algo parecido en Occidente? Como decía el peruano general Odría: “Hechos, no palabras”. Y a hechos como estos me refiero cuando hablo de Rusia.
Frente a la degeneración en todos sus ámbitos (que del homosexualismo cabalga hacia la legalización de la pederastia)
(7), frente a un Nuevo Orden Mundial que sólo escuche las voces de Washington y Tel Aviv, en la práctica no tenemos otras muchas herramientas. Estamos ante un enésimo paso revolucionario, que esta vez viene más descaradamente desde un extraño anarquismo financiero: Los señores del dinero. Y algunos siguen queriendo tapar el sol con un dedo...
Se entiende que en un mundo falto de fe, ni lo que “profetizó” el mentado Walter Schubart
(8), así como el mensaje de Nuestra Señora en Fátima, no tendrá “consecuencias”. Otros en cambio intentamos analizar los tiempos desde el pasado y sí creemos, sin ser milenaristas ni necesitar de falsos paganismos redivivos, que el reencuentro con el cristianismo oriental puede ser un clave plausible. ¿Que eso no tiene nada que ver con Putin? Ni lo sé ni me importa, pero tiene que ver con Rusia. Que es lo que me importa. Por eso apoyo a este pueblo que tantos años de padecimiento parece anhelar la vuelta por sus fueros, aun con todos los defectos del mundo. ¿Pero quién no los tiene?
En fin, y para terminar de verdad, puedo decir que no sé si con este extenso artículo habrá quedado clara mi postura. No soy ningún “rusófilo nuevo”, la cultura rusa me ha fascinado desde hace mucho tiempo. Yo diría que desde que vi la película “Doctor Zhivago”, con el papelón de Omar Sharif por bandera. Luego vinieron las lecturas de Dostoyevski, algún picoteo de Gogol, Chejov, Soloiev y Berdiaev, algo de Tolstoi (que ha ido de más a menos), y por supuesto, Alexander Solzhenitsyn, el gran culpable definitivo de mi interés para con todo lo que significa Rusia. Entre lecturas solzhenitsyanas leí, asimismo, el Strannik, el libro del peregrino ruso, que, salvando las distancias, es algo así como un camino de Santiago eslavo-oriental. Y al final siempre vuelvo a D. Alexander, cuyas lecturas comencé a compartir con mi señor padre en una época entrañable de mi vida, y su influencia es visible en aquellos medios que me han permitido colaborar, en forma de artículos y apologías, y teniendo un poema a su memoria en mi libro
En voz alta (9). Esta “rusofilia cultural” no me lleva a una ceguera política, sino que al escudriñar lo que hay dentro de Rusia, y al ir conociendo progresivamente sus paralelismos con España, creo que hay un potencial a destacar, y que sabiendo moverse, en este mundo moderno, se pueden hacer cosas. Existe el libre albedrío: En el mundo, aunque haya poderosos con más malas ideas que un gato pisado por el rabo, no tenemos por qué ser marionetas y sí que podemos trabajar por mejorar las cosas, aunque por supuesto, siendo conscientes de que el paraíso no es de este mundo y la victoria siempre pertenece a Dios; por lo cual, me reafirmo: Apoyo a Rusia desde una mentalidad fuertemente hispanista.
He dicho.
Notas
(1) Recordemos que Trotsky fue financiado por los Rockefeller y recomendamos el excelente libro Lenin en Zurich, de Alexander Solzhenitsyn.
(2) Un breve comentario sobre el particular:
(3)Ya hablamos en su día:
(8)Recuérdese (2)