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TIRAR LA PIEDRA Y PONERSE LA VENDA
OPINIÓN
Manuel Fernández Espinosa
A cuenta del Toro de Tordesillas, que nunca fue polémico
hasta que algunos así lo quisieron, se ha desatado el conflicto. El
resultado ha sido una confrontación entre participantes en la tradición y
contrarios a la tradición y, a consecuencia de la bronca, algunos heridos. El
conflicto, más allá de lo que ha ocurrido, pone sobre el tapete una cuestión
fundamental que muchos quisieran escamotear: los pueblos tienen tradiciones. A
unos pueden gustarles y a otros disgustarles esas tradiciones, pero que no nos
distraigan con falsas disyuntivas. Las tradiciones son una realidad: tienen sus
partidarios y sus detractores.
Lo que se ha puesto de manifiesto es que los defensores de
sus tradiciones no están dispuestos a que les vengan a aguar la fiesta. Y la
reacción de los tordesillanos (y vecinos que han concurrido a la cita
tradicional) ha sido contundente. Los contrarios se basan en una oposición al “maltrato
animal”, algunos de ellos militan en el denominado “partido animalista”. Los “animalistas”
se oponen a la fiesta taurina y, como hemos visto hoy, a toda manifestación que
tenga como centro el sacrificio de un animal: podríamos suponer que sean
vegetarianos, pero tampoco podemos aseverarlo.
Es muy loable respetar y proteger la vida animal, pero
llevar las cosas hasta el extremo de inmiscuirse en la fiesta tradicional de un
pueblo y pretender pasar por héroes... A mí me parece excesivo. Puedo entender que
alguien exponga su vida por la defensa de la vida de otros seres humanos, pero
escenificar un espectáculo para salvar la vida de un toro, mientras se provoca a un vecindario pacífico, ya es
demasiado. El que no quiera tauromaquia, que no vaya; el que no quiera ver alancear
toros, que se quede en su casa. Las tradiciones, aunque no les gusten a algunos,
existen. Y hay quienes están dispuestos a defenderlas.
El número de abortos ha aumentado en España hasta una cifra
escandalosa: hacernos pensar que los animalistas son héroes por enfrentarse a
una tradición multisecular en Tordesillas y silenciar el genocidio abortista en
España sí que nos parece una barbaridad. Con todos mis respetos a los cornudos,
me gustaría saber si los animalistas estarían dispuestos a oponerse al aborto
de fetos humanos con el mismo denuedo que exhiben para defender la vida de un
cuadrúpedo cornífero.
Mientras que me entero de ello, el holocausto de seres
humanos continúa y no tiene tanta cobertura mediática como la tiene un toro. La
única buena noticia de hoy es que hay gente capaz de defender sus tradiciones;
mucho menos positivo nos parece que haya gente capaz de descalabrarse por la
vida de un toro y no por la de los seres humanos. En el mundo hay causas más
dignas para ser apedreado.
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