RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

martes, 16 de septiembre de 2014

EL TORO DE TORDESILLAS


Foto: ABC
TIRAR LA PIEDRA Y PONERSE LA VENDA
OPINIÓN
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
A cuenta del Toro de Tordesillas, que nunca fue polémico hasta que algunos así lo quisieron, se ha desatado el conflicto. El resultado ha sido una confrontación entre participantes en la tradición y contrarios a la tradición y, a consecuencia de la bronca, algunos heridos. El conflicto, más allá de lo que ha ocurrido, pone sobre el tapete una cuestión fundamental que muchos quisieran escamotear: los pueblos tienen tradiciones. A unos pueden gustarles y a otros disgustarles esas tradiciones, pero que no nos distraigan con falsas disyuntivas. Las tradiciones son una realidad: tienen sus partidarios y sus detractores.
Lo que se ha puesto de manifiesto es que los defensores de sus tradiciones no están dispuestos a que les vengan a aguar la fiesta. Y la reacción de los tordesillanos (y vecinos que han concurrido a la cita tradicional) ha sido contundente. Los contrarios se basan en una oposición al “maltrato animal”, algunos de ellos militan en el denominado “partido animalista”. Los “animalistas” se oponen a la fiesta taurina y, como hemos visto hoy, a toda manifestación que tenga como centro el sacrificio de un animal: podríamos suponer que sean vegetarianos, pero tampoco podemos aseverarlo.
Es muy loable respetar y proteger la vida animal, pero llevar las cosas hasta el extremo de inmiscuirse en la fiesta tradicional de un pueblo y pretender pasar por héroes... A mí me parece excesivo. Puedo entender que alguien exponga su vida por la defensa de la vida de otros seres humanos, pero escenificar un espectáculo para salvar la vida de un toro, mientras se provoca a un vecindario pacífico, ya es demasiado. El que no quiera tauromaquia, que no vaya; el que no quiera ver alancear toros, que se quede en su casa. Las tradiciones, aunque no les gusten a algunos, existen. Y hay quienes están dispuestos a defenderlas.
El número de abortos ha aumentado en España hasta una cifra escandalosa: hacernos pensar que los animalistas son héroes por enfrentarse a una tradición multisecular en Tordesillas y silenciar el genocidio abortista en España sí que nos parece una barbaridad. Con todos mis respetos a los cornudos, me gustaría saber si los animalistas estarían dispuestos a oponerse al aborto de fetos humanos con el mismo denuedo que exhiben para defender la vida de un cuadrúpedo cornífero.
Mientras que me entero de ello, el holocausto de seres humanos continúa y no tiene tanta cobertura mediática como la tiene un toro. La única buena noticia de hoy es que hay gente capaz de defender sus tradiciones; mucho menos positivo nos parece que haya gente capaz de descalabrarse por la vida de un toro y no por la de los seres humanos. En el mundo hay causas más dignas para ser apedreado.

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