RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

miércoles, 3 de septiembre de 2014

OCULTISMO Y SERVICIOS SECRETOS DE INTELIGENCIA


Johannes Tritemio, abad de Sponheim


LA POLÍTICA RACIONAL: ESA GRAN LOCURA PÚBLICA
"La magia es una gran sabiduría oculta, así como la razón es una gran locura pública"
(Teofrasto Paracelso 1493-1541).


Por Manuel Fernández Espinosa

Si tuviéramos que clasificar el mundo en lo que hace a regímenes políticos, un ingenuo nos diría que el planeta se divide en un gran bloque de democracias y un puñado de tiranías. Las democracias actuales encuentran todas ellas su antecedente en la democracia norteamericana (1781) y en la revolución francesa (1789). Las democracias podrán, según los casos, aproximarse más o menos al supuesto modelo ideal, pero se les concede que son "el menos malo de los regímenes" y la corrupción que en ellas pueda descubrirse se atribuye en todo caso a facinerosos que actúan por libre y a título particular. El término "democracia" es sobradamente anfibológico como para contentar a todos y no disgustar a los suficientes. Y justo es esa polisemia la que ha hecho de la "democracia" (que en principio no debiera ser otra cosa que un modo de organizar la vida política) un valor indiscutible para sus paladines. Bajo la vitola de democracia se evocan muchas, dispares y hasta contrapuestas realidades: la democracia ateniense o la democracia tradicional de los diversos reinos cristianos de la península ibérica medieval, la democracia liberal, la democracia real de los países comunistas... ¿Tienen algo en común además del título "democracia"?

 
Si algo ha hecho la democracia moderna actual es ocultar la esencia del poder, disimular la esencia del poder de un modo magistral, sirviéndose de todos los mecanismos -sobre todo de la propaganda. El poder político hay que recibirlo en herencia o conquistarlo. Una vez conquistado (o heredado: legítima o ilegítimamente) el poder hay que conservarlo contra enemigos externos e internos. Para preservar el poder (que, sin entrar en más detalle, podríamos definirlo como una situación que permite influir en la vida de millones de almas), para preservar -decimos- el poder cualquier Estado, gobierno o gavilla de logreros que lo haya alcanzado tiene que disponer de lo que vulgarmente se llama "servicios secretos de inteligencia". Los servicios secretos de inteligencia se dedican fundamentalmente a acaparar información de todo aquello que pueda ser una amenaza para el que tiene ese poder. Los métodos de los servicios secretos pueden ser más o menos sofisticados y casi nunca son lícitos moralmente, pues supone muchas veces conculcar ciertos derechos que se pregonan, pero no existen a la hora de la "Realpolitik". El espionaje, el contra-espionaje e incluso la investigación científica y la experimentación en orden a crear nuevas y cada vez más poderosas armas es consustancial a los servicios secretos de inteligencia.

 
Cuando hablamos de servicios secretos de inteligencia pensamos en la CIA, en la antigua KGB, en el Mossad, en el CNI español y nos imaginamos que se trata de entidades contemporáneas, pero los "servicios secretos de información" siempre existieron, pues el que tiene el poder siempre requiere de sus servicios que son secretos (mientras interesa que lo sean) y no se limitan a la mera información. Pero repetiré otra vez: los servicios secretos de información siempre existieron.

 
Podríamos ir más atrás, pero pensemos en el reinado de Felipe II y el escándalo que se propició a cuenta de Antonio Pérez o, por la misma época, en el dramaturgo y espía Christopher Marlowe. Ahora bien, todo esto, ¿qué relación podría tener con el ocultismo?
 
 
Para una definición de ocultismo, válganos ésta: "Ocultismo: Ciencia de las cosas ocultas. Pueden ser ocultas voluntariamente, como un secreto iniciático, o porque las fuentes o las tradiciones de que proceden estén más o menos veladas o ignoradas. También porque ofrezcan un carácter sobrenatural o inexplicado. Sea como fuere, tienen estos fenómenos una parte doctrinal y otra experimental. Si esta parte doctrinal es metafísica, el ocultismo toma el nombre de ocultismo metafísico. Dentro de éste se halla el hermetismo y el esoterismo. La parte práctica del ocultismo se llama magia." (La definición literal es de Eduardo Aunós).

 
No es extraño que un ocultista como Johann von Heidenberg (1492-1516), más conocido como el Abad Tritemio, sea considerado el pionero de la criptografía. Este monje benedictino había fundado una sociedad semi-secreta llamada Sodalitas Celtica (Cofradía Céltica: sociedad que nada tenía que ver con los druidas ni con los míticos celtas, por cierto, sino que recibía el nombre en honor del humanista alemán Conrad Celtis). Tritemio escribió un libro fundamental para la ocultación de mensajes: la "Steganographia" (año 1500). Puede suponerse lo útil que resulta para un espía dotarse de un sistema criptográfico.


 
Lejos de imaginar conspiraciones (ya sabemos todos: que si masones, que si illuminatis y, en el colmo del delirio, hasta reptilianos), enfoquemos este asunto con el rigor que dan los documentos históricos que, si no de un modo explícito, vienen a ilustrar esta conexión entre ocultismo y servicios secretos de inteligencia. Por supuesto que no se trata de pensar que todos los agentes de la CIA sean nigromantes ni brujos, puede haber dignos caballeros padres de familia que, como se ve en las películas, si eliminan a alguien es por una orden superior y por entender que es en bien de su nación, sin necesidad de hacer rituales extraños ni ser especialistas en literatura ocultista.

 
Pero, veamos que esto del ocultismo y las agencias gubernamentales de información está más relacionado de lo que a primera vista se pudiera pensar.

 
Cuando el III Reich sucumbió ante la pinza de aliados y soviéticos, empezó a saberse (por exagerado que lo haya hecho la propaganda) que el núcleo del partido nazi era de índole ocultista: la sociedad Thule, la sociedad Vril y tantos otros grupos esotéricos, surgidos en el elemento idealista y romántico alemán, venían a ser como unas clandestinas centrales de ideas y símbolos, de creencias que, si al principio eran de ámbito restringido (a los miembros de esos grupos), más tarde se implantarían de una manera u otra en lo público. La misma SS de Heinrich Himmler tuvo una Anhenerbe. La literatura sobre el caso nazi abunda lo suficiente como para que no nos detengamos demasiado a considerarla. Pero, ¿era este fenómeno algo exclusivo de los nazis? ¿era -como quiere la propaganda aliada- una locura propia de los nazis alemanes?

 
OCULTISTAS EN LOS SERVICIOS SECRETOS BRITÁNICOS

 
Louis de Wohl


Ni mucho menos -podemos aseverar. Se ha hablado mucho del ocultista judío Hanussen que prestó sus servicios astrológicos a los más eminentes personajes del III Reich: Hitler, Goebbels, Himmler y que terminó asesinado en circunstancias extrañas. O de Karl Maria Willigut. Pero menos se ha hablado de los servicios prestados a Gran Bretaña por el ilusionista inglés Jaspers Maskelyne, o los rituales de magia negra que Churchill encargó al satanista Aleister Crowley o los servicios que prestó a Gran Bretaña el astrólogo Louis de Wohl, judío húngaro más conocido por sus novelas históricas como católico. A un lector lego, puede parecer una broma más de Evelyn Waugh, pero Waugh sabe de lo que habla cuando, en su novela "Rendición incondicional", nos presenta a un tal Doctor Akonanga que ha sido contratado por los servicios secretos británicos para fabricar pesadillas a Joachin von Ribbentrop, ministro nazi.

 
OCULTISTAS EN LOS SERVICIOS SECRETOS NORTEAMERICANOS

Jacks Parsons
 
 
Mucho se ha hablado sobre la captación de científicos nazis por parte de USA y de la URSS: el caso más sobresaliente es el de Wernher von Braun, pero un ingeniero aeroespacial menos conocido y norteamericano, no alemán, fue John Whiteside Parsons (1914-1952) que, a la vez que trabajaba para el Guggenheim Aeronautical Laboratory era seguidor de Crowley y que practicaba la magia negra en compañía de L. Ron Hubbard, fundador de la Iglesia de la Cienciología.

 
OCULTISTAS EN LOS SERVICIOS SECRETOS SOVIÉTICOS

 
Gleb I. Boki

 
Mucho se ha hablado de Himmler, buscando el Santo Grial (a eso vino a España, afirman algunos), pero pocos han hablado de la febril búsqueda del Zhezl (el báculo de los infiernos). Y es que, en la Unión Soviética, donde el ateísmo era la "religión estatal", también encontramos nexos entre ocultismo y servicios secretos. El escritor ruso Alexander A. Boushkov en su libro "NKVD. La guerra contra las fuerzas ocultas" nos presenta copiosa información sobre las andanzas de Gleb Ivanovitch Boki (1879-1937). Gleb Boki era jefe del Departamento Especial del OGPU-NKVD, pero su marxismo no le impidió relacionarse con la Hermandad Unitaria de Trabajadores (una sociedad secreta paramasónica rusa que practicaba el ocultismo): el propósito de Boki era poner lo paranormal al servicio de la revolución soviética, por eso creó todo un departamento secreto que estudió, entre otras cosas, la localización y búsqueda de la mítica Agartha y el chamanismo. Uno de los objetos mágicos de poder que su unidad especial buscó (y parece que adquirió) fue el llamado "báculo de los infiernos".

 
Aunque no haya presentado nada más que la punta del iceberg, lo que parece fuera de toda controversia es que los servicios secretos de inteligencia han mantenido (durante toda la historia, también en el siglo XX) una relación innegable con algunos ocultistas. Esta cuestión, planteada así, puede resultar extraña para quienes se mueven en una visión racionalista del mundo. Más allá del conspiracionismo que nos parece cada día más insustancial y desquiciado, lo que nos interesa en esta cuestión es tener muy claro una cosa. El sujeto que quiere conquistar el poder, conservarlo y ampliarlo no se detiene ante nadie ni ante nada. Los mismos Estados que se proclaman aconfesionales, laicos e incluso ateos, han podido dejar de creer en Dios, pero ni los secuaces del materialismo dialéctico de Marx han dejado nunca de tantear y maniobrar en el lado oscuro de la magia.

 
El médico y alquimista Teofrasto Paracelso (otro ocultista) lo sabía bien y por eso lo dijo mejor que ninguno:
 
 
"La magia es una gran sabiduría oculta, así como la razón es una gran locura pública".
 

 

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