Armas del Chevalier Renaud d'Eliçagaray. Imagen de: Armorial de l'Ordre de Saint-Louis |
BERNARD RENAU D'ELIÇAGARAY
Por Manuel Fernández Espinosa
Nicolás Malebranche
(1638-1715) es considerado en la historia de la filosofía como una secuela del cartesianismo
francés, cuya aportación a la filosofía fue el llamado «ocasionalismo» que, por
cierto, tan mal entendido es por lo común. Sin embargo, contra ese cliché que
prevalece -incluso en el gremio filosófico especializado- mejor dijéramos que Malebranche es un
«postcartesiano que se orienta deliberadamente por un camino no cartesiano»,
como afirma literalmente André Robinet, que no en balde es uno de los mejores
especialistas en Malebranche. Si bien es cierto que el encuentro de Malebranche
con la filosofía de Descartes lo inicia en el rechazo de los prejuicios,
tampoco puede soslayarse que la filosofía de San Agustín es una de las grandes tradiciones que afluyen a la filosofía de Malebranche. También se le debe a Malebranche
mucho de lo adelantado en el análisis infinitesimal. La «búsqueda de la verdad»
de Malebranche es tarea del «maestro interior». Descartes y San Agustín son
para Malebranche una propedéutica que lo dispone a la búsqueda de la verdad por
sí mismo, siendo esa búsqueda una aventura propia e interior que no puede ir
sino por la «escondida senda». Malebranche perteneció a una de las
instituciones eclesiásticas más interesantes (y tan poco conocidas) de los
tiempos modernos como era la Congregación del Oratorio, fundada en 1611 por el
Cardenal Bérulle. En 1660 Malebranche se incorporó a la Congregación del
Oratorio a la que pertenecería de por vida, muriendo en su seno con fama de santidad. La congregación
oratoriana desarrollaría la reforma del clero francés durante el siglo XVII y, al
igual que la Compañía de Jesús, los oratorianos franceses cultivaban las
ciencias, dando al mundo hombres de talento, formados en su disciplina
ascética y mística, como fue el caso del mismo Malebranche.
En vida del filósofo
oratoriano su filosofía gozó de éxito social y de él se confesaron discípulos
muchos, sin que faltara multitud de damas. En la casa de Mademoiselle de Vailly se
celebraban todos los sábados las reuniones malebranchistas, en las que se
conferenciaba sobre puntos particulares de la obra de Malebranche: a veces, Malebranche, de salud quebradiza, tan poco amigo de la vida social y más dado al estudio, la meditación y la oración aparecía por aquella casa donde se reunían los malebranchistas. Los asiduos
formaban un grupo muy heterogéneo: acudían clérigos y religiosos, jesuitas, benedictinos
y, claro, oratorianos, entre ellos puede contarse al Padre Aubert (S.J.), el P.
Germon, el Abad de Cordemoy, el P. Thomassin, el P. Bernard Lamy... Pero la
escuela no la formaban exclusivamente clérigos y religiosos, también se
hallaban en ella personalidades de la sociedad, la ciencia y las letras
francesas, como el príncipe de Condé, la Princesa del Palatinado, el duque de
Chevreuse, el marqués d’Allemans, el duque de Force, las duquesas d'Epernon y
de Rohan, mademoiselle de Verthamont, madame d’Aubeterre, el marqués de l’Hôpital
y su esposa, Carré, Fontanelle, Pierre de Montmort, Varignon… Son muchísimos más
los que podrían citarse, pero de entre todos reparemos en nuestro protagonista:
Bernard Renaud d’Elisagaray.
Bernard Renaud d’Elisagaray
nació el 2 de febrero de 1652 en Armendaritz (actual región de Aquitania,
Francia) que había sido en lo antiguo una baronía del reino de Navarra. Su incipiente
talento no pasará desapercibido para Charles Colbert du Terron, intendente de
la marina en las atarazanas de Rochefort. Colbert du Terron le ayuda a estudiar
matemáticas y contrata a Elisagaray para trabajar en los astilleros de la
armada del Rey de Francia. Por su pequeña estatura, Elisagaray sería conocido
como «Le petit Renau». Luis XIV estaba empeñado en perfeccionar sus buques de
guerra y Elisagaray empezó a mostrar sus grandes dotes de inventiva. Como
ingeniero desarrolla nuevos métodos para la construcción de embarcaciones.
Entre los ingenios que se
le deben figura el navío de guerra denominado la «bombarda». Las bombardas de
Elisagaray mostraron una gran eficacia en el bombardeo de Argel, a finales de
agosto de 1682. Pero no solo destacará como ingeniero en la marina de guerra,
también exhibió su destreza dirigiendo los asedios de Philippsbourg, Mannheim,
Frankenthal el año 1688. Su inteligencia y valentía salvaron el puerto de Saint
Malo. Va ascendiendo en su carrera militar hasta llegar a ser Inspector General
de la Marina en 1689. Sus servicios lo llevan a Canadá, para fortificar las colonias
francesas.
Por esos años fue cuando
Bernard Renau d’Elisagaray estuvo a punto de convertirse en leyenda por su
intrepidez. Quiso probar un buque de su invención contra una nave inglesa que
venía cargada de oro de las Indias Occidentales. La nave inglesa venía
defendida por 76 cañones, pero tres horas más tarde de la embestida de
Elisagaray los ingleses se rendían. Sin embargo era tal su cortesía que, lejos de
beneficiarse con el rescate de sus rehenes, los trató tan principescamente que
al final tuvo que pagar 20.000 libras por los gastos que les habían ocasionado
sus «huéspedes».
Como matemático e
ingeniero también tuvo tiempo de publicar el año 1689 su «Théorie de la manoeuvre
des vaisseaux» y la «Mémoire où est démontré un principle de la méchanique des
liqueurs dont on s’est servi dans la Théorie de la manoeuvre des vaisseaux, et
qui a été constesté par M. Hughen». Su vida militar no le impedía aplicarse a
la vida contemplativa, tanto a diseñar sus inventos navales y artilleros como a la presa de naves inglesas, pero con todo, todavía tenía tiempo para la vida de piedad que, como buen discípulo que era del Padre Malebranche, no descuidaba: se
le podía ver en su camarote leyendo la «Adoración en espíritu y en verdad» de
Malebranche.
Con motivo de la Guerra
de Sucesión Felipe V de España solicita al Rey de Francia que le envíe a Elisagaray
en su apoyo. El «pequeño Renaud» vendrá a España el año 1701 y aquí desempeñará
una intervención notable por su lealtad al Rey de Francia y al Rey de España.
Elisagaray se ocupó de inspeccionar y reparar las plazas fuertes y la Armada de
Felipe V y también se vería inmerso en la Batalla de Rande (Vigo) del año 1702,
cuando la armada angloholandesa pretendió arrebatar los tesoros que habían
traído los galeones españoles de América y que, por seguridad, no
habían sido descargados en Sevilla como era la costumbre. Manuel de Velasco y
Tejada, el almirante español, cuando lo vió todo perdido por el ataque
sorpresa angloholandés mandó echar a pique los galeones, pero Elisagaray pudo salvar algunos
galeones, cuyo preciado tesoro tanta falta hacía para sostener al partido
borbónico en la Guerra de Sucesión. Elisagaray fue nombrado Mariscal de Campo
en 1704 y participó en el Sitio de Gibraltar que resultó fallido. Felipe V lo
nombró teniente general y como tal defendió Cádiz.
Elisagaray retornó a
Francia en 1715. Se le ofreció el honor de ser Gran Maestre de la Orden de
Malta, pero rechazó tal honor; sin embargo, siguió cosechando honores políticos
y académicos, como había sido con anterioridad su nombramiento como miembro honorario de la Académie Royale des Sciences en 1699 y miembro del Conseil de la Marine en 1716. En 1718 recibía la Grand-Croix de l'Ordre de Saint-Louis. En la Academia de Ciencias promovió el estudio de
la obra de Malebranche, como todos los de su grupo filosófico: la unicidad
elemental de la materia sutil, lo grande y lo pequeño, la visión de las cosas
en Dios.
El
30 de septiembre de 1719, en Pougues-les-Eaux (Borgoña), Bernard Renaud d’Elisagaray
entregaba su alma a Dios. Malebranche había explicado en su cénit místico que
la adoración en espíritu y en verdad es la llave que abre la puerta de la
gloria, la complacencia del Espíritu Santo, por mediación de la sabiduría,
conducía a Dios. Hay muchos motivos para pensar que un hombre como Elisagaray,
entregado enteramente al servicio de su Rey y de su Patria, formado en las enseñanzas
matemáticas y místicas del Padre Malebranche, sea de esos bienventurados que
entraron en la "sociedad eterna" que forman los bienaventurados, esa que, otro preclaro discípulo más tardío de
Malebranche, Joseph de Maistre comentaba con ardor místico en «Las veladas de
San Petersburgo".
Nota Bene 1:
Creemos que no es éste el lugar en que abordar en profundidad la filosofía de Malebranche, lamentablemente tan poco conocida por su complejidad. Quisiéramos destacar que su filosofía no es un simple producto racionalista como las filosofías que han proliferado a lo largo de la edad moderna. Digamos solamente que Malebranche rectificó a Descartes cuando lo consideró oportuno, rechazó a Baruch Spinoza, llamándole en una ocasión "le miseráble Spinoza". Además de la multitud de los seguidores que tuvo en vida, Malebranche contó con el entusiasta Joseph de Maistre en el siglo XIX, así como muchos otros filósofos franceses post-revolucionarios y contra-revolucionarios. Su filosofía, además de favorecer grandes descubrimientos matemáticos, está por explorar en lo que concierne a su mística. Si alguien quiere estudiar a Malebranche no seremos nosotros los que le recomendemos esos manuales de filosofía incompletos y tendenciosos que abundan. Es mejor acercarse a su obra a través de:
-"Malebranche", Jorge Stieller, Revista de Occidente, Madrid, 1931.
-"La unidad de la experiencia filosófica", Etienne Gilson, Ediciones Rialp, Madrid, 1973.
-"Système et existence dans l'oeuvre de Malebranche", André Robinet, París, 1965.
Nota Bene 2:
Los apellidos de nuestro personaje son indistintamente escritos con varias grafías: Renau ó Renaud. También hemos visto escrito el apellido vasco como "Elissagaray", "Elisagaray", "Eliçagaray" y "Elizagaray".
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