Esta fórmula dice muy poco y muy confusamente si no se tiene un
verdadero concepto del hombre; fórmula que, en cambio, lo dice todo, y
muy luminosamente, si se posee este auténtico concepto.
El filosofismo y la Revolución antes de corromper la política, y lo mismo dígase de la economía, corrompieron al hombre. La Iglesia, en cambio, antes de dar una política cristiana, ordenó al hombre y nos dio al cristiano.
De aquí que sea esencial indicar qué es el hombre.
Porque es manifiestamente claro que no puede ser igual la concepción de
la política si hacemos del hombre un simple ejemplar de la escala
zoológica que si hacemos de él un ser iluminado por la luz de la razón,
con un destino eterno.
Y el hombre es esto: un ser con
necesidades materiales, porque tiene un cuerpo, pero sobre todo con
necesidades intelectuales, morales y espirituales, porque tiene un alma
inmortal.
Y esto no surge de una consideración apriorística,
sino que es la comprobación de lo que observamos en nosotros mismos por
el sentido íntimo, en los demás por la observación, y por la historia en
todo el correr de la existencia humana »
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