«Reinar
en España es cosa nacional, no privada; reinar con más veneración que
en otras partes es declarada predilecta entre todas las Naciones; tanto
si se toma la frase en el sentido activo como en el pasivo, que supone
en los ciudadanos españoles una gracia otorgada y correspondida. España,
así, hará “suyo” a Dios.
Esto nos obliga a mucho. Las promesas
del Señor no son fatalismos de tramoya que han de suceder, ocurra lo
que ocurra, y procedan como procedan los favorecidos con ellas. La
omnisciencia Divina es prenda de que lo prometido se convertirá en
realidad; pero el hecho lleva consigo la condición cumplida de la
correspondencia por el hombre. Cada español debe pensar que a él se le
pide ese cumplimiento; y debe proceder como si de su actuación dependiese la salvación de su Patria mediante el reinado social de Jesucristo.
¿Obliga ello a mucho? ¿Obliga a poco? No creo que sea ésta materia que
nos detenga en el camino. Al término del mismo, aparece rutilante y
bella, espléndida y envuelta en un halo de felicidad, la Madre, la que
nos engendró espiritual y civilmente, la que nos dio su idioma para que
nos comunicásemos nuestros pensamientos, la que nos entregó los tesoros
de su ciencia, alimento de nuestras inteligencias; la que nos envolvió
en la gloria de su Tradición; la que por sus teólogos y filósofos nos
señaló los caminos infalibles para llegar a Dios y a la Verdad; la que
educó nuestra sensibilidad; la que nos dio un sentido de la vida;
España, en fin, que alza los estandartes benditos en que campea el
Sagrado Corazón de Jesús»
Víctor Pradera, “Término del camino”, El Siglo Futuro, Madrid, 8 de junio de 1934.
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