RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 8 de agosto de 2014

PEDRO I “EL CRUEL”. EL “JUEGO DE TRONOS ESPAÑOL”




Luis Gómez

He de reconocer, que a estas alturas todavía ni he leído la novela “Canción de hielo y fuego” del autor Norteamericano George R. R. Martin, ni tampoco he visto ni un solo capítulo de la popular serie “Juego de Tronos”. Me llegan lejanos ecos de su éxito televisivo al leer las noticias en la prensa o cuando los conductores de los telediarios televisivos abundan en datos del tipo del dinero  recaudado por la serie en todo el mundo, los espectaculares decorados que gastan en sus representaciones o el gran número de espectadores que sigue la serie.

Al parecer, la novela versa sobre las vicisitudes, guerras, intrigas y demás problemas, que acontecen en un mundo imaginario creado para la ocasión. Dicho mundo está dividió en siete grandes reinos y allí se producen asesinatos por conseguir el poder, guerras entre los distintos reinos, persecuciones por parajes y mundos extraños, escenas de amor y celos, etc. Es decir, que se entrelaza lo más verosímil de la condición humana y se mezcla con lo más fantástico e irreal fruto de la imaginación del autor de la novela y los guionistas de la serie, pero eso sí, todo bien encajado y articulado, creando así una ficción sostenible en el tiempo que llega a enganchar al lector libro tras libro y al espectador capítulo tras capítulo.


 "Pedro I de Castilla, apodado "El Cruel" o "El Justiciero"

En mi caso, hace poco he releído las obras del escritor español el canciller Pero López de Ayala (1332-1407), quien dejó escrita una fabulosa Historia sobre los Reyes de Castilla, la cual incluía la vida del rey Pedro I de Castilla , apodado “El Cruel” (según el decir de los nobles, como el propio Ayala) o “El Justiciero”, (según el pueblo llano).

Pedro I (1334-1369) es un personaje de la historia de España bastante polémico en ese sentido. Nacido en el burgalés monasterio de Santa María de las Huelgas, tuvo un reinado largo y difícil.

En la España del s. XIV, las intrigas, las banderías, las “justicias” se sucedían de una manera vertiginosa. Al igual que si de una serie de ficción se tratase, los nobles son engañados, sobornados, tentados a dejar o traicionar a sus señores naturales, o simplemente envenenados o ejecutados sin más. Por otra parte, los matrimonios concertados (en este caso Pedro I y Dª Blanca de Navarra) son violados y ninguneados en favor de amantes reales (Dª María de Padilla) además de ofrecerse una gran profusión de escarceos varios con viudas o doncellas de la nobleza, lo cual proporciona a la biografía del rey castellano un aliciente más para ser estudiada, pues en su humanidad, el monarca maneja a la perfección, el deseo personal y la utilidad política, manteniendo así un difícil equilibro tanto político como emocional.

Adentrarse en ese enjambre de nombres propios, de títulos nobiliarios (Adelantado de Castilla, Maestre de las Órdenes Militares de Alcántara, Santiago o Calatrava, Camarero Mayor del Rey, Repostero real, Ballestero Mayor del Reino, etc) con sus respectivas dosis de acompañantes tipo escuderos, maceros, ballesteros, peones, señores y nobles que aparecen en la citada crónica, es un gran ejercicio detestivesco sin ninguna duda pues los títulos nobiliarios que aparecen alrededor de cada uno de los protagonistas principales de la historia y los nombres (y apellidos) de esos mismos hermanos o parientes, se entrecruzan a lo largo de los años o simplemente no coinciden, pues en esas épocas no estaba reglado el uso de los apellidos, pudiendo uno optar por llevar el paterno o materno delante de manera indistinta. Incluso en algunas ocasiones se hacía más uso del de los abuelos, que el de los padres.  


"Portada del libro las muertes del Rey Don Pedro"

De todas formas, para poder deleitarse con la apasionante vida de este Rey y su época, podemos ayudarnos de otras dos grandes obras literarias españolas, que darán más sentido y proporcionarán varias horas de lectura placentera y amena.

Para poder introducirnos en ese periodo, es mejor empezar por la obra de “Las Muertes del Rey Don Pedro” (Alianza Editorial, 1971), libro de bolsillo que nos ofrece una selección de textos originales extraídos de la obra del Canciller López de Ayala. La Selección y el prólogo corren a cargo por el escritor Dionisio Ridruejo (1912-1975). En la obra de Dionisio podemos encontrar una muestra de lo que el gran López de Ayala hiciera. Son textos breves, que recorren las páginas del libro a modo de anales, por lo que el lector no pierde la temporalidad lineal de los sucesos históricos al mismo tiempo que disfruta del sabor recio y castizo de la obra original, con sus giros lingüísticos propios de la época y su lenguaje original. Ello está bien, pues nos lleva a enriquecer de manera sustancial nuestro riquísimo vocabulario, tan vapuleado en los últimos años con los neologismos modernos y con la profusión e inclusión de términos extranjerizantes en nuestro día a día.


"Portada del libro de Tomás Alfaro, Las Justicias del Rey"

Como segunda lectura se puede elegir “Las Justicias del Rey” (Edición de Magisterio Español, colección Novelas y Cuentos, 1973)  del polifacético autor Tomás Alfaro Fournier (1892-1965) el cual, nos ofrece una visión más literaria de la obra de Ayala, pero manteniendo  todo el rigor histórico que el asunto nos requiere. D. Tomás, se aleja del rigorismo cientificista, y desmenuza en su obra, con lenguaje sencillo y ameno, los sucesos históricos, trasladando al lector, en lenguaje más coloquial, pero igual de castellano, los sucesos acaecidos durante el convulso reinado de Pedro I de Castilla. El autor no realiza injerencias sobre el discurrir de los hechos, pero si aporta numerosos matices e incluye anotaciones a pie de página, para mejor comprensión de los hechos.

No se asuste el lector, pues no se trata de una obra académica ni de un ensayo histórico ni de una biografía al uso. Todo lo más, es una obra a medio camino entre la recensión y el estudio objetivo, escrito con pluma ágil y con gran capacidad de atraer la atención y la lectura desde las primeras páginas. El prólogo corre a cargo del Marqués de Lozoya, quien era –y así lo deja escrito al final de su presentación- descendiente directo del Canciller López de Ayala.

Quien se adentre en estas estupendas lecturas, encontrará sin la menor duda, que la realidad supera a la ficción, y que la popular serie de Juego de Tronos arriba mencionada, no deja de ser una copia insustancial y foránea, teniendo en cuenta lo mucho que la Historia de España puede ofrecer para el que se quiera interesar por ella.    

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