Antonio Machado |
LAS RAZONES DE UNA POSTERGACIÓN
Por Manuel Fernández Espinosa
Cuando Alfonso Guerra inauguraba en Sevilla su librería “Antonio
Machado” era el año 1969. El mismo año 1969 Joan Manuel Serrat
lanzaba al mercado su disco titulado “Dedicado a Antonio Machado, poeta”. Contra
lo que se pudiera pensar, el franquismo no había vetado la lectura de poetas
desafectos al alzamiento nacional, pese a su tristemente famosa censura. La prestigiosa
“Historia de la literatura española” del catedrático García López (historia
literaria de referencia para toda una época) había logrado el visto bueno para
su publicación el año 1962, concedido por el Ministerio de Educación Nacional:
Antonio Machado (el republicano muerto en el exilio) ocupaba cuatro páginas
frente a las dos dedicadas a su hermano Manuel Machado (afecto al régimen);
Miguel Hernández, así como otros muchos que habían combatido o estado
abiertamente a favor del lado republicano, también habían sido incluidos en la
historia de la literatura sin sectarismo alguno.
Sin embargo, fueron los “progres” los que revitalizaron la figura y
la obra de Antonio Machado convirtiéndolo prácticamente en un mito movilizador
de la izquierda; el disco de Serrat contribuyó muy mucho a esta recuperación
y divulgación de Antonio Machado. Interesaban sus poemas, sí; pero más
interesaba, desde el punto de vista de la izquierda, la reivindicación de su
figura, marcada trágicamente por una felicidad esquiva y por su lealtad a la
Segunda República que terminó forzándolo a cruzar la
frontera y terminar muriendo en Colliure (Francia) el año 1939. Así fue
creándose el mito, hasta tal punto que no dejó de afectar a la izquierda portuguesa:
en 1986 José Saramago publicaba “A jangada de pedra” (“La balsa de piedra”),
hito literario del iberismo, y fabulaba sobre el desembarco de un extraño comando, así lo contaba: “de ocultis, en
Francia, en una playa cerca de Colliure, un comando civil y literario de
españoles que, por la callada de la noche, sin miedo del pío de la lechuza ni
de los ectoplasmas, asaltaron el cementerio donde muchos años atrás fuera
enterrado Antonio Machado”.
Pero, sin embargo, muy sospechosamente, el espacio público
que ocupaba Antonio Machado en los años 70 (y hasta en la década de los 80) del
siglo XX irá paulatinamente reduciéndose, su estrella va apagándose, el mito parece no interesar más a los que lo han fabricado. Y otros poetas vendrán a ocupar el lugar
del que los poderes político-culturales desalojan a Antonio Machado: Miguel
Hernández y Rafael Alberti, pero sobre todos: Federico García Lorca, cuya
trágica muerte explotarán hasta el fastidio de la misma familia del poeta.
García Lorca se reveló como un mito mucho más rentable: podía ser incluido en
el "martirologio" de la izquierda, apropiándoselo sin profundizar mucho en las
opiniones políticas del poeta granadino y su homosexualidad también lo acoplaba oportunamente a las nuevas tendencias que marcaba la izquierda internacional, embarcada ahora con afán en una revolución sexual global. El resultado es que, sin desaparecer del todo, Antonio Machado fue desapareciendo de la escena. Pero que
Antonio Machado fuese relegado cada vez más por la dictadura cultural de la
izquierda tenía también otras razones, mucho más profundas que explican esta postergación.
Antonio Machado Ruiz no era marxista. Según apunta el profesor
Pedro Cerezo Galán (“Antonio Machado en sus apócrifos. Una filosofía de poeta”)
Antonio Machado no podía compartir con el marxismo el materialismo
histórico ni el economicismo. Y no solo no era marxista, era anti-marxista. El anti-marxismo de Machado no hay que buscarlo
entre renglones ni en la estructura profunda, él mismo se ocupa de hacerlo
patente en muchos pasajes de su obra, pues no lo oculta. Su simpatía por la Rusia soviética no es
en modo alguno simpatía por el marxismo. Así se entiende que, cuando el año 1937
se celebraba el centenario de la muerte del poeta ruso Pushkin, Machado (que a
la sazón estaba en Valencia) escribiera “Sobre la Rusia actual”: en ese texto se
repiten algunas de las ideas que también afloraría en “Juan de Mairena”.
Machado muestra tener una idea de la URSS que, con nuestra perspectiva histórica, nos puede parecer demencial o ingenua, se percibe que Machado ha recibido la avasalladora influencia de la propaganda soviética que, en zona republicana, impone una imagen de la URSS (y, es obvio, del mismo José Stalin) que no corresponde a la realidad. Pero, lo mismo que aquí Machado yerra (estamos seguros que sin maldad), sigue pertinaz en su negación del marxismo y no cede en sus posiciones de condena al marxismo como filosofía. Machado llegó a disociar el marxismo del comunismo soviético: para él no eran lo mismo, así se entiende su defensa de la URSS y su execración del marxismo. Defiende la grandeza de la URSS por la simpatía que manifiesta a la cultura rusa, sin embargo su antipatía por Marx es manifiesta (y no exenta de antijudaísmo). Vayamos a sus propias palabras:
Machado muestra tener una idea de la URSS que, con nuestra perspectiva histórica, nos puede parecer demencial o ingenua, se percibe que Machado ha recibido la avasalladora influencia de la propaganda soviética que, en zona republicana, impone una imagen de la URSS (y, es obvio, del mismo José Stalin) que no corresponde a la realidad. Pero, lo mismo que aquí Machado yerra (estamos seguros que sin maldad), sigue pertinaz en su negación del marxismo y no cede en sus posiciones de condena al marxismo como filosofía. Machado llegó a disociar el marxismo del comunismo soviético: para él no eran lo mismo, así se entiende su defensa de la URSS y su execración del marxismo. Defiende la grandeza de la URSS por la simpatía que manifiesta a la cultura rusa, sin embargo su antipatía por Marx es manifiesta (y no exenta de antijudaísmo). Vayamos a sus propias palabras:
“Carlos Marx, señores –ya lo decía mi maestro-, fue un judío
alemán que interpretó a Hegel de una manera judaica, con su dialéctica
materialista y su visión usuraria del futuro. ¡Justicia para el innumerable
rebaño de los hombres; el mundo para apacentarlo! Con Carlos Marx, señores, la
Europa, apenas cristianizada, retrocede al Viejo Testamento” (Antonio Machado, “Juan
de Mairena”, IV). Eso en cuanto a Karl Marx.
En cuanto al marxismo, Machado tampoco se hace ilusiones. He
aquí su exposición:
“El marxismo, señores, es una interpretación judaica de la Historia. El marxismo, sin embargo, ahorcará a los banqueros y perseguirá a los judíos. ¿Para despistar?” (Antonio Machado, “Juan de Mairena”, XLVI).
“El marxismo, señores, es una interpretación judaica de la Historia. El marxismo, sin embargo, ahorcará a los banqueros y perseguirá a los judíos. ¿Para despistar?” (Antonio Machado, “Juan de Mairena”, XLVI).
Pueden hallarse más pasajes en la obra de Antonio Machado
sobre la opinión que le merecían a nuestro poeta Marx, el marxismo y el judaísmo.
En 1993, Paul Aubert, catedrático de Literatura y
Civilización Españolas Contemporáneas de la Universidad de Aix-Marseille, ponía
de manifiesto esta faceta de Antonio Machado en su ensayo “Antonio Machado y el
marxismo” (publicado en “Antonio Machado hacia Europa”, Pablo Luis Ávila). Como
bien apuntaba el profesor Aubert la recepción del marxismo en España se hizo
defectuosamente. En España pudo fundarse el año 1879 un Partido Socialista
Obrero Español , pero se fundó sin marxistas (entendiendo por “marxista" los que lo son con plena consciencia, esto es decir aquellos que están en condiciones de comprender el marxismo, que -huelga
decir- no es simplemente leerse el “Manifiesto Comunista” de Marx y Engels).
Era el krausismo el que imperaba en los ámbitos cultos de la izquierda y el
hegelianismo apenas había tenido secuaces en España y sin Hegel no hay
posibilidad de asimilar a Marx, aunque esto, como bien muestra la historia, no ha sido
en modo alguno un obstáculo para que en España creciera el socialismo al calor del contagio de la demagogia y la propaganda, pero
no del estudio serio y concienzudo de Marx.
Antonio Machado escapó a la fascinación del marxismo por esta razón (como también escapó a la fascinación del nietzscheísmo) y a este anti-marxismo le añadió, de su propia
cosecha, una cierta nota antijudaica. Teniendo en cuenta estas premisas
comprenderemos mucho mejor la razón por la que Antonio Machado, convertido en
mito izquierdista en un momento determinado, fue después convenientemente apartado de la escena pública, justo cuando los
poderes extranjeros que mediatizan a nuestra izquierda indígena marcaron una
dirección política muy distinta a la emprendida por los siempre atrasados
progres españoles a finales de los años 60.
Hora es ya de reclamarlo, de hacerle justicia al gran poeta que han postergado los que sirven a intereses ajenos a nuestra cultura y a nuestra identidad.
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