RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

martes, 5 de agosto de 2014

EL MENTÍS AL MARXISMO DE ANTONIO MACHADO

 
Antonio Machado
 
 
LAS RAZONES DE UNA POSTERGACIÓN 
 
Por Manuel Fernández Espinosa
 
 
Cuando Alfonso Guerra inauguraba en Sevilla su librería “Antonio Machado” era el año 1969. El mismo año 1969 Joan Manuel Serrat lanzaba al mercado su disco titulado “Dedicado a Antonio Machado, poeta”. Contra lo que se pudiera pensar, el franquismo no había vetado la lectura de poetas desafectos al alzamiento nacional, pese a su tristemente famosa censura. La prestigiosa “Historia de la literatura española” del catedrático García López (historia literaria de referencia para toda una época) había logrado el visto bueno para su publicación el año 1962, concedido por el Ministerio de Educación Nacional: Antonio Machado (el republicano muerto en el exilio) ocupaba cuatro páginas frente a las dos dedicadas a su hermano Manuel Machado (afecto al régimen); Miguel Hernández, así como otros muchos que habían combatido o estado abiertamente a favor del lado republicano, también habían sido incluidos en la historia de la literatura sin sectarismo alguno.
Sin embargo, fueron los “progres” los que revitalizaron la figura y la obra de Antonio Machado convirtiéndolo prácticamente en un mito movilizador de la izquierda; el disco de Serrat contribuyó muy mucho a esta recuperación y divulgación de Antonio Machado. Interesaban sus poemas, sí; pero más interesaba, desde el punto de vista de la izquierda, la reivindicación de su figura, marcada trágicamente por una felicidad esquiva y por su lealtad a la Segunda República que terminó forzándolo a cruzar la frontera y terminar muriendo en Colliure (Francia) el año 1939. Así fue creándose el mito, hasta tal punto que no dejó de afectar a la izquierda portuguesa: en 1986 José Saramago publicaba “A jangada de pedra” (“La balsa de piedra”), hito literario del iberismo, y fabulaba sobre el desembarco de un extraño comando, así lo contaba: “de ocultis, en Francia, en una playa cerca de Colliure, un comando civil y literario de españoles que, por la callada de la noche, sin miedo del pío de la lechuza ni de los ectoplasmas, asaltaron el cementerio donde muchos años atrás fuera enterrado Antonio Machado”.
Pero, sin embargo, muy sospechosamente, el espacio público que ocupaba Antonio Machado en los años 70 (y hasta en la década de los 80) del siglo XX irá paulatinamente reduciéndose, su estrella va apagándose, el mito parece no interesar más a los que lo han fabricado. Y otros poetas vendrán a ocupar el lugar del que los poderes político-culturales desalojan a Antonio Machado: Miguel Hernández y Rafael Alberti, pero sobre todos: Federico García Lorca, cuya trágica muerte explotarán hasta el fastidio de la misma familia del poeta. García Lorca se reveló como un mito mucho más rentable: podía ser incluido en el "martirologio" de la izquierda, apropiándoselo sin profundizar mucho en las opiniones políticas del poeta granadino y su homosexualidad también lo acoplaba oportunamente a las nuevas tendencias que marcaba la izquierda internacional, embarcada ahora con afán en una revolución sexual global. El resultado es que, sin desaparecer del todo, Antonio Machado fue desapareciendo de la escena. Pero que Antonio Machado fuese relegado cada vez más por la dictadura cultural de la izquierda tenía también otras razones, mucho más profundas que explican esta postergación.
Antonio Machado Ruiz no era marxista. Según apunta el profesor Pedro Cerezo Galán (“Antonio Machado en sus apócrifos. Una filosofía de poeta”) Antonio Machado no podía compartir con el marxismo el materialismo histórico ni el economicismo. Y no solo no era marxista, era anti-marxista. El anti-marxismo de Machado no hay que buscarlo entre renglones ni en la estructura profunda, él mismo se ocupa de hacerlo patente en muchos pasajes de su obra, pues no lo oculta. Su simpatía por la Rusia soviética no es en modo alguno simpatía por el marxismo. Así se entiende que, cuando el año 1937 se celebraba el centenario de la muerte del poeta ruso Pushkin, Machado (que a la sazón estaba en Valencia) escribiera “Sobre la Rusia actual”: en ese texto se repiten algunas de las ideas que también afloraría en “Juan de Mairena”.

Machado muestra tener una idea de la URSS que, con nuestra perspectiva histórica, nos puede parecer demencial o ingenua, se percibe que Machado ha recibido la avasalladora influencia de la propaganda soviética que, en zona republicana, impone una imagen de la URSS (y, es obvio, del mismo José Stalin) que no corresponde a la realidad. Pero, lo mismo que aquí Machado yerra (estamos seguros que sin maldad), sigue pertinaz en su negación del marxismo y no cede en sus posiciones de condena al marxismo como filosofía. Machado llegó a disociar el marxismo del comunismo soviético: para él no eran lo mismo, así se entiende su defensa de la URSS y su execración del marxismo. Defiende la grandeza de la URSS por la simpatía que manifiesta a la cultura rusa, sin embargo su antipatía por Marx es manifiesta (y no exenta de antijudaísmo). Vayamos a sus propias palabras:
“Carlos Marx, señores –ya lo decía mi maestro-, fue un judío alemán que interpretó a Hegel de una manera judaica, con su dialéctica materialista y su visión usuraria del futuro. ¡Justicia para el innumerable rebaño de los hombres; el mundo para apacentarlo! Con Carlos Marx, señores, la Europa, apenas cristianizada, retrocede al Viejo Testamento” (Antonio Machado, “Juan de Mairena”, IV). Eso en cuanto a Karl Marx.
En cuanto al marxismo, Machado tampoco se hace ilusiones. He aquí su exposición:


“El marxismo, señores, es una interpretación judaica de la Historia. El marxismo, sin embargo, ahorcará a los banqueros y perseguirá a los judíos. ¿Para despistar?” (Antonio Machado, “Juan de Mairena”, XLVI).
Pueden hallarse más pasajes en la obra de Antonio Machado sobre la opinión que le merecían a nuestro poeta Marx, el marxismo y el judaísmo.
En 1993, Paul Aubert, catedrático de Literatura y Civilización Españolas Contemporáneas de la Universidad de Aix-Marseille, ponía de manifiesto esta faceta de Antonio Machado en su ensayo “Antonio Machado y el marxismo” (publicado en “Antonio Machado hacia Europa”, Pablo Luis Ávila). Como bien apuntaba el profesor Aubert la recepción del marxismo en España se hizo defectuosamente. En España pudo fundarse el año 1879 un Partido Socialista Obrero Español , pero se fundó sin marxistas (entendiendo por “marxista" los que lo son con plena consciencia, esto es decir aquellos que están en condiciones de comprender el marxismo, que -huelga decir- no es simplemente leerse el “Manifiesto Comunista” de Marx y Engels). Era el krausismo el que imperaba en los ámbitos cultos de la izquierda y el hegelianismo apenas había tenido secuaces en España y sin Hegel no hay posibilidad de asimilar a Marx, aunque esto, como bien muestra la historia, no ha sido en modo alguno un obstáculo para que en España creciera el socialismo al calor del contagio de la demagogia y la propaganda, pero no del estudio serio y concienzudo de Marx.
Antonio Machado escapó a la fascinación del marxismo por esta razón (como también escapó a la fascinación del nietzscheísmo) y a este anti-marxismo le añadió, de su propia cosecha, una cierta nota antijudaica. Teniendo en cuenta estas premisas comprenderemos mucho mejor la razón por la que Antonio Machado, convertido en mito izquierdista en un momento determinado, fue después convenientemente apartado de la escena pública, justo cuando los poderes extranjeros que mediatizan a nuestra izquierda indígena marcaron una dirección política muy distinta a la emprendida por los siempre atrasados progres españoles a finales de los años 60.
Hora es ya de reclamarlo, de hacerle justicia al gran poeta que han postergado los que sirven a intereses ajenos a nuestra cultura y a nuestra identidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario