EL TÓXPIRO DE DAZA CONTRA LA ESCUADRA YANQUI
Por Manuel Fernández Espinosa
El matemático ruso Konstantin Tsiolkovsky (1857-1935)
publicaba el año 1903 su libro “La exploración del espacio cósmico por métodos
de reacción”. Este libro supondrá un paso adelante en la investigación de los
cohetes con el propósito de conquistar el espacio. Pero el propósito del ruso,
como el de Wernher von Braun lo sería después, era conquistar la luna. Anticipándose
a todos ellos hubo un español que puede considerarse pionero en la construcción
de misiles con un propósito muy distinto al que albergaban el ruso y el alemán.
Es la historia de Manuel Daza y Gómez, un genio incomprendido en España como lo
fueron tantos otros, con Isaac Peral a la cabeza de todos ellos por ser el más
célebre.
Manuel Daza y Gómez nació el 31 de julio de 1853 en Alhama
de Murcia. Su padre era oriundo de Garrucha (Almería) y su madre lo era de
Orihuela (Alicante). Cuando los carlistas se alzaron en armas por última vez en
el siglo XIX, Manuel Daza se enroló en las filas de Carlos VII, llegando a teniente y sirvió con
valor en el Maestrazgo, donde llegó a ser herido y resultó a la postre cautivo
del enemigo. En 1876 es liberado de la cárcel, pero lo destierran a Yecla y
allí trata de rehacer su vida. Allí en Yecla empieza a mostrar sus habilidades
inventivas, en 1878 inventa un molino harinero que solventará el problema que
los vecinos tienen con la molienda: todos en Yecla conocerán el molino de Daza
como “el molino de vapor”. En 1881 se casó y lleva una pacífica vida dedicada a
sus estudios e inventos. Sin embargo, en 1898 los Estados Unidos de Norteamérica
asestan un terrible golpe al orgullo nacional español. Por lo común se piensa
que el desastre del 98 no afectó a los españoles y se alega el famoso dicho: “Más
perdimos en Cuba y vinimos cantando”, pero esto es una exageración de la indolencia que no se
ajusta a la verdad. Los Estados Unidos de Norteamérica nos habían destrozado en
Cavite y Santiago de Cuba, las noticias llegaban a España y eran seguidas por
todos: no solo por los intelectuales de la Generación del 98. Los periódicos
españoles cunden la alarma, se piensa que después de conquistar Cuba y Puerto
Rico, la poderosa escuadra norteamericana pondrá rumbo a la Península Ibérica y
nos invadirá. El pánico no sólo es un rumor, los políticos peninsulares creen que
los estadounidenses son muy capaces de conquistar España.
Es aquí cuando interviene el carlista desterrado en Yecla,
nuestro inventor D. Manuel Daza y Gómez. Daza tiene el remedio para detener la
invasión y, de paso, tomarnos la revancha por Cavite y Santiago de Cuba. Los periódicos adelantan que se trata de una poderosa y terrible arma
capaz de destruir la escuadra norteamericana. “El Mercantil Valenciano” revela
que es un cohete de mucha potencia destructiva, pero no se trata de una noticia
localista, los periódicos nacionales también se hacen eco: "Blanco y Negro" titula un artículo "El Torpedo Daza", aunque en el cuerpo del reportaje nos revela el nombre que
el mismo Daza ha dado a su invento: “Tóxpiro Daza”. "Tóxpiro" es
un neologismo que podría significar “fuego tóxico”. Pero aunque la prensa
anuncia el “Tóxpiro Daza” todos se muestran prudencialmente reservados en
cuanto al artefacto destructivo. Según revelaciones de Antonio Daza (el hermano
de Manuel) al periodista Luis Gabaldón: “La base del invento está en la
electricidad; no es, en su parte de concepción, sino la aplicación de cosas
todas conocidas, una reunión de diversos aparatos de guerra. Tiene la ventaja
sobre los cañones de no tener como éstos numero fijo de disparos, y respecto al
alcance, los duplica. Pueden construirse proyectiles de todos los calibres,
desde el mayor hasta el de fusil. Respecto á la forma, se trata de simplemente
de un proyectil cónico, aéreo, cargado de materias explosivas y con unas
aletas, disparándose eléctricamente desde un aparato especial donde se aloja”.
La idea se le había ocurrido a Daza, según declara su propio
hermano, en el mes de abril de 1897 y el proyecto fue presentado al General
Azcárraga, a la sazón Ministro de la Guerra, que lo examinó con el General de
Artillería Verdes Montenegro. El ministro y el General de Artillería dieron su
aprobación y el Tóxpiro Daza empezó a fabricarse en Sevilla. Se probó en Murcia
con resultados, más tarde en Madrid también se hicieron pruebas que no
resultaron tan exitosas por defectos de fábrica, también se ensayó en Cádiz.
Prueba de su eficacia se entrevera en la entrevista concedida por su mismo
inventor a “El Heraldo” (8 de julio de 1898) declarando que: “si la flota
americana viene a atacarnos y tarde unos 20 días en llegar, España tendrá los
elementos necesarios para destruirla”.
Sin embargo, el infame Tratado de París arrinconó el “Tóxpiro
Daza” y el gobierno español, creyéndose asegurado con los tratados de “paz”
firmados con Estados Unidos de Norteamérica perdió el interés por la producción
del “Tóxpiro”. La terrible arma que había patentado Manuel Daza y Gómez había
sido divulgada por los periódicos, aunque silenciaran por seguridad nacional los
detalles de su mecanismo, pero las pruebas que se habían hecho con el proyectil
español solo las habían podido contemplar los militares y su inventor. Después
de la campaña de publicidad y el suspense generado en la opinión pública, las
expectativas de ver en pleno funcionamiento destructivo el “Tóxpiro Daza” se
frustraron y muchos periodistas e intelectuales, bien por la envidia o por la
chocarrería ibérica, empezaron a hacer mofa del “Tóxpiro Daza”, burlándose de
su artífice y convirtiéndo el artefacto en materia de chistes. Pero, contra el clamor del público ignorante, el Tóxpiro había funcionado.
El inventor carlista Manuel Daza y Gómez terminó arruinado
económicamente por sufragar con su peculio los artefactos que perfeccionarían
el “Tóxpiro” y que el gobierno se negara a subvencionar. Pobre, fracasado,
convertido en el hazmerreír de una nación desagradecida, con la esposa enferma,
Manuel Daza abandona Yecla y se instala en Sanlúcar de Barrameda, donde se
supone que murió.
El filósofo ruso Eugenio Golovín escribió: “Don Quijote es
mucho más necesario para la sociedad que una docena de consorcios
automovilísticos”. Pero si un quijotesco Manuel Daza hubiera tenido el consorcio del
gobierno español o de empresarios españoles, Don Quijote hubiera podido enderezar
muchos más entuertos de los que enderezó.
Para ampliar información sobre este personaje, recomendamos
los brillantes trabajos de investigación de D. Gerardo Palao Poveda:
“Manuel Daza y Gómez, industrial e inventor”.
“Más sobre el inventor Manuel Daza”.
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