"Vista del Peñón de Gibraltar"
El Peñón de Gibraltar
lleva suscitando polémica y enfrentamiento entre España e Inglaterra desde hace
más de trescientos años. Los británicos, -piratas con pretensiones de “lord”-
se apoderaron de un trozo de tierra española, y todavía, a día de hoy, en pleno
s. XXI y con las actuales leyes, se niegan a reconocer ese hecho; y mucho menos
a cuestionar siquiera el devolver su soberanía a su legítimo dueño: el español.
La prensa española ha
recogido desde siempre noticias de este suceso, y traemos en esta ocasión,
algunos retazos de esas noticias que nuestros antepasados leían sobre este
suceso y como se ha vivido en diferentes épocas éste problema, el cual ha pasado
por diversas fases.
Podemos empezar por lo
que ese leía en el Correo de Madrid de 1787, y de como el marqués de las Torres
levanta el bloqueo al que estaba sometiendo a Gibraltar.
“Mandó después de levantado el sitio de
Gibraltar por el Marques de las Torres, el bloqueo de esta Plaza que incomodó
mucho mas á los Ingleses, que el anterior ataque”
Los bloqueos de
Gibraltar han sido una constante a lo largo de la Historia. Es lo que más daño
ha hecho a los británicos y a los hombres allí destinados. El impedir que los
traficantes y contrabandistas pudiesen pasar sus mercancías por esos puertos y
pasos, privaba a los de Gibraltar de unos recursos económicos bastante grandes.
Ese miedo al aislamiento llega hasta nuestros días, donde los Llanitos incluso llegaron
a construir desalinizadoras para potabilizar el agua del mar y a la construcción
de generadores eléctricos para el autoabastecimiento de electricidad, en el
convencimiento de que los españoles, en alguno de los muchos bloqueos, les
privaríamos de las tan necesarias luz y agua.
Y es que desde siempre,
desde que los ingleses tomaran posesión ilegal del Peñón y usurparon las
tierras de alrededor, aquel puerto se convirtió para España en un nido de
piratas y traficantes. Desde la seguridad que propiciaban las aguas de
Gibraltar, los traficantes y los piratas introducían mercancías de contrabando
en España, pagando el precio correspondiente a las autoridades gibraltareñas, y
dañando considerablemente la economía de las provincias españolas colindantes. En
el periódico el “Eco del Comercio”
podemos leer una de las muchas acciones españolas realizada contra el
contrabando de la zona acaecida en enero de 1835:
“A tal punto llegó el furor y el
encono de aquellos malvados que con sus mismas navajas desbarrigaron 20
caballerías, porque no cayeran en poder de los aprehensores. Ni un solo
desembarco se ha verificado en aquellas costas, a pesar de que se contaba con
un gran triunfo con la creación del resguardo marítimo de la empresa, porque
creyendo desguarnecidas las costas, se preparaban en Gibraltar y otros puntos
expediciones de consideración en la confianza de no ser atacadas”.
Como se puede ver, los contrabandistas y los piratas, siempre
consideraron Gibraltar como un “puerto
seguro”, desde donde poder pertrechar barcos, mercancías y saltarse así las
prohibiciones que España y los tratados internacionales tenían para con la
jurisdicción y administración del Peñón y su castillo.
"Don M. Sánchez Silva"
Durante la guerra civil que se vivió en España en el s. XIX, Gibraltar
estaba presente. Es más, hasta en el imaginario colectivo (no sólo español,
sino también europeo) flotaba la idea de que los ingleses, al desembarcar
tropas en territorio español, podían hacerlo con otras intenciones. Así se
puede ver reflejado en la noticia que se daba en junio de 1836 en el periódico
liberal “El Español”, el cual intenta
alejar a sus lectores de esos “fantasmas”
de invasión, al mismo tiempo que pretende desalentar a los lectores carlistas
en sus pretensiones. La recuperación económica de las tropas del pretendiente,
gracias a la llegada de dinero de parte de Rusia para su causa, podía conseguir
que el conflicto fratricida se alargara y diese un vuelco en esos momentos.
Dice así la noticia:
“La Inglaterra continúa cooperando
del modo mas activo en las costas de España, impulsada por el único deseo de
poner fin á la guerra civil. La marina real inglesa ha desembarcado parte de
sus soldados en San Sebastián y va también á ocupar á Santoña. Muy lejos
estamos de suponer en la Inglaterra los planes de invasión que nuestros torys
franceses le atribuyen, recordando maliciosamente la ocupación sucesiva de
Corfou, de Malta y de Gibraltar”.
Lo cierto es que Inglaterra, ante la situación bélica que se vivía en
España, no hacía otra cosa que establecer posiciones y consolidar puertos
mercantiles que le supondrían un valioso punto de anclaje para sus comercios.
Poco le importaba si ganaba un bando u otro, mas allá de lo político.
Inglaterra, al contario que España, nunca supeditó las cuestiones nacionales a
la política. Para el inglés, la política sirve para administrar los bienes de
la nación o del imperio, no para disminuirlo o para dividirlo con las rivalidades
propias de las banderías políticas. En España, por el contrario, las continuas
luchas fratricidas que hemos padecido en el XIX y en el XX, han evidenciado que
somos incapaces de mantenernos unidos en lo político, y mucho menos en lo
nacional, y que preferimos vernos tuertos, con tal de ver a la provincia vecina
ciega. Sólo ante los ataques o invasiones extranjeras, España ha permanecido
unida bajo una misma causa o bandera. Y eso no siempre.
Los problemas económicos de España, siempre agudos, han sido causa de
mucho de los males que se han padecido provenientes de Gibraltar.
En este extenso artículo, se discute sobre los aranceles impuestos a la
venta de algodón inglés en España. El diputado Sánchez Silva, solicita que se
elimine dicho arancel, para evitar así que los españoles tengamos que consumir
telas catalanas, que son “una ruina”
por malas y caras. Ese bloqueo a los productos ingleses, obliga a muchos
ciudadanos a dedicarse al contrabando de tabaco desde Gibraltar, con pérdidas
económicas por otra parte y al bloqueo de nuestros productos hortofrutícolas
por parte británica. Con ellos tenemos que en Cataluña, los catalanes se
enriquecen, mientras que en otras provincias se empobrecen. Dice así el “Eco del Comercio” del año 1841:
“Conocen muy bien que siendo su
introducción inevitable, es una urgente necesidad regularizar las condiciones
para su admisión, cuya obra daña por resultado un aumento cuantioso de las
rentas públicas, y multiplicaría la exportación de los preciosos frutos de
nuestro suelo, inagotable fuente de riqueza cuyo consumo se hace principalmente
en los mercados de Inglaterra á donde
desde luego se moderarían en un 15 por 100 los derechos de consumo e importación que hoy sufren,
evitaríamos los humillantes acontecimientos que cada día con mas frecuencia
están teniendo lugar en nuestros puertos con la bandera inglesa,
acontecimientos que muy fácilmente pueden comprometer nuestro decoro nacional ,
hasta colocarnos en una posición harto difícil y desagradable, terminarían esos
onerosos y suscitados contratos de resguardos marítimos, a que el gobierno ha
tenido que acudir en el conflicto que le causaba la espantosa mengua de los
ingresos en nuestros estancos y aduanas, tendría término la desmoralización que
inquiere en muchos españoles el familiarizarse con el contrabando, pues
acostumbrándose á la falta de respeto, a
la prohibición, á la holganza y al fácil lucro, descienden fácilmente a cometer
mayores delitos causando la desolación de sus familias, la perdida de brazos
útiles para la labranza, y la inundación de nuestras cárceles y presidios;
conseguiríamos que el gobierno inglés llevase á efecto su promesa de no admitir
depósitos de tabacos en Gibraltar , por cuyo medio tendría un seguro consumo el
de nuestras posesiones de Asia,
y seria innecesaria la mayor parte del prodigioso número de empleados que
tenemos en el resguardo”.
Continúa
la exposición del diputado alegando que:
“El privar á la España de tan conocidas ventajas
queriendo continuar con el sistema prohibitivo, no tiene otro móvil que el
gravísimo error del gobierno, que atendiendo los sofismas mercantiles de muchos
comerciantes y fabricantes de Cataluña los deja que
continúen monopolizando el consumo de ropas que hace
la nación, obligando así á ésta
á que sea tributaria de aquella provincia con una enorme suma de millones que
cuesta á los españoles vestirse con telas peores y más caras y con otra gran
porción que deja de recaudarse en las aduanas”.
Lógicamente,
la propuesta del señor Sánchez Silva no fue aceptada.
“El señor SÁNCHEZ SILVA después de
contestar á varios argumentos del señor Gil Sanz, continúa diciendo: (…) Viniendo de la parte principal, la industria catalana cuesta á España mas
de trescientos millones, y lo voy á probar. Cataluña según los datos
estadísticos de los mismos fabricantes dá para el consumo de España ochenta
millones de varas de manufacturas y nos hacen pagar á real y medio mas caras
que las del extranjero; y á esto agréguese lo que dejan de percibir nuestras
aduanas por la entrada clandestina que se verifica, que de otra modo entrarían
de un modo legal. Además en Cataluña, según las relaciones, entran once
millones de libras de algodón, y estas no pueden dar los ochenta millones de varas;
hay pues, una diferencia de mas de diez y seis ó diez y ocho millones de varas
cuya procedencia no puede menos de ser ilegal. Además para teñir estos once
millones de algodón se hace una importación al año de materia colorante de veinte
y cinco millones de libras, dé donde se infiere que están sirviendo para
mejorar, como sí fuesen españolas, manufacturas que son de otras partes”.
Como se
puede apreciar, los políticos españoles se afanan en defender sus intereses
provincianos, en detrimento de los de la
nación. Este tipo de supuestos, impensable en otras latitudes, es el que ha
hecho que padezcamos los males que ahora nos acosan.
Sobre
esta cuestión, es interesante conocer lo que aporta el investigador Enrique
Montañés Primicia, el cual, en su trabajo titulado “Vinos y algodón. Las exportaciones ante la reforma arancelaria,
1839-1843”, publicada en la revista Historia Agraria nº 43, en diciembre de
2007, apunta lo que sigue:
“Sánchez Silva, alcalde de Jerez en 1840, era
un fiel portavoz de las propuestas de los grupos exportadores del eje
Cádiz-Jerez. La admisión de los géneros de algodón tenía que efectuarse en el
marco de un tratado comercial con Gran Bretaña, principal destino de las
exportaciones agrarias españolas. La prohibición de importar manufacturas de
algodón debía ser sustituida por una protección arancelaria, a cambio de
sustanciales reducciones en los aranceles británicos a los vinos, aceites y
otros productos españoles. Asimismo, había que exigir el compromiso británico
de impedir el contrabando de tabaco desde Gibraltar. La liberalización que
defendía Sánchez Silva, más que consecuencia de una determinada doctrina
económica, era un medio para obtener una mayor penetración en los mercados
exteriores”
No hay comentarios:
Publicar un comentario