RAIGAMBRE
Revista Cultural Hispánica
jueves, 15 de agosto de 2013
ANDALUCÍA Y JOSÉ MARÍA PEMÁN: EL SÉNECA
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José María Pemán reunió en su «Meditación española» gran parte de sus ensayos breves. Nunca estuvo ausente en la obra de Pemán, con ser muy extensa, la preocupación de nuestro país, sometido por la historia a las frecuentes pruebas del «problema de España», no siempre bien planteado, por supuesto. El problema de España es tanto realidad nacional como prejuicio extranjero, y así Pemán encabezó aquella colección de sus trabajos con una sabrosa «Meditación para franceses», ofrecida al público de esa lengua.
España en gran parte es, para José María Pemán, Andalucía precisamente; en lo que no anda descaminado, puesto que en la milenaria Bética se concentran muy puras esencias nacionales de que gustan, con afán, los viajeros y turistas, frente a quienes buscan las vueltas más desfavorables a nuestro genio y a nuestra Historia.
A lo largo del tiempo, España inspira constantes y encendidas apologías, pero no faltan las diatribas que formaron la nunca cancelada «leyenda negra». Fue característico de José María Pemán hacerse cargo de todo ello, gracias a su amplitud de criterio, con esa gracia andaluza, (gaditana para más señas). La gracia andaluza es más que «humor», porque lo absorbe para fundirlo con el ingenio popular de una tierra asomada al Atlántico y al Mediterráneo.
También fue andaluz el Séneca histórico, por mucho que pesara sobre él la cultura y civilización romanas. Pero la Andalucía romana —que lo fue después de ser griega, fenicia y misterio tartesio—, se hizo árabe en genial asimilación. Lucio Séneca se hubiera sentido muy a su gusto en la Córdoba del califato.... Y no deja de ser significativo que el primer valorador de Séneca, en la España contemporánea, fuese otro andaluz, el granadino Angel Ganivet.
José María Pemán al crear, su «Séneca» elaboró un personaje que no se explica sólo en su alma, por la campiña jerezana, ni por la marisma, ni por los puertos, ni por todas las tierras bajas que el Guadalquivir subraya, con el filial refuerzo del Genil: «el Séneca» de Pemán representa típicamente al campesino andaluz, nunca extraño, ni mucho menos, a toda interpretación del carácter español.
Si las cosas del campo le fuesen mal a este «Séneca», equilibrado y zumbón, podría establecerse quizá en los barrios bajos madrileños, con una taberna al viejo estilo, donde él se iría definiendo a su manera, enriqueciendo su habla con ese desgarro peculiar de la capital de España. Y si se viese forzado a un desplazamiento más, «el Séneca» de origen andaluz descubriría el «seny» de los catalanes como algo familiar y trabajaría, canturreando, en algún taller o fábrica. Pero no dejaría nunca de observarlo todo, sin el subsiguiente comentario, risueño, sereno, meditativo, incapaz de perder le cabeza.
Pero tal vez la lógica de la composición aconsejaría que «el Séneca» anduviese libre por su propia cuenta y riesgo, dada la sustantividad del tema. Pero es que, a su vez, esta Andalucía honda, tiene vida propia, y se la reconoce Pemán en textos que son paisaje, cuadro de costumbres y fiel folklorismo. Andalucía es un inmenso lugar común, en el más noble sentido de la expresión.
Pero la tendencia a evadirse del tópico, es propia de todo escritor que se estime. Mucho más si se trata de un poeta, y así Pemán buscando otras y distintas Andalucías, ha dado, por ejemplo, con el insólito espectáculo reflejado «Nieve en Cádiz»:
«Hoy ha nevado en París, en Berlín, en San Sebastián, en Madrid... y en Cádiz. Andalucía es así... Pasan años y años, pasmada e indiferente, al margen de los grandes ruidos europeos y las grandes trepidaciones culturales, y de pronto, un buen día, con un salto felino de su gran fuerza intuitiva y su gran poder de adaptación, surge un Falla en Cádiz, o Juan Ramón en Huelva, o Picasso en Málaga, enterados hasta el fondo de todo el revuelo de por ahí afuera, maestros del mundo, cabos de vanguardia. Así, en esta gris y cosmopolita mañana de febrero, ha surgido de pronto la nieve sobre las palmeras de Cádiz...».
Probablemente, lo que salva a Andalucía de la pérdida de personalidad a que parece condenarla el cosmopolitismo igualitario, es su concepto del trabajo. No es que Andalucía trabaje menos que otras regiones y que otros pueblos. Trabaja como el que más..., o como el que menos; lo que hace Andalucía es trabajar a su manera: en eso, como en todo.
También «el Séneca» tiene en eso su punto de vista personal:
«Yo he oído contar a mi padre que la primera conquista de los jornaleros de viñas, cuando empezaban estas cosas, fue aquella de meter, cada dos horas, en la peonada, esos diez minutos de descanso que se llamaban «el cigarro». ¡Pero si toda la gracia del cigarro está en echarlo cuando a uno se le antoja!...».
Precisamente en esa idea de los andaluces acerca del trabajo —que los inmuniza contra el marxismo— hay que buscar el secreto de la Andalucía de todos los tiempos. Porque su modelo, «el Séneca», se preserva contra toda clase de tentaciones con esa cordura, prudencia, y tendencia a lo bueno y a lo justo, que los historiadores de la filosofía llaman precisamente senequismo». No en vano Séneca se llama así.
Sólo que este otro «Séneca» nació después que el romano, y, por tanto, el precristiano que fue en su esencia el estoico cordobés, ...se convirtió en el cristiano, hecho y derecho, de la tierra jerezana, por mucho que de vez en cuando jugara al escepticismo. Por supuesto, al escepticismo de tejas abajo, donde mejor residen las fuentes del cante «jondo».
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Su letra del himno de España es preciosa, debería ser oficial, quitando el verso introducido a posteriori "alzad los brazos" y sustituyéndolo por el original "alzad la frente".
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