RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

miércoles, 1 de julio de 2015

APUNTES HISPÁNICOS PARA DUGUIN (II)

(Viene de APUNTES HISPÁNICOS PARA DUGUIN (I))




El hecho de que el dictador Bolívar sea el icono de este movimiento es en verdad muy ilustrativo: Bolívar al fin y al cabo, como San Martín y Miranda y tantos otros camaradas que actuaron al servicio del interés del imperio británico, murió solo, peleado hasta con los que se suponían que eran los suyos. En cambio, Joaquín Posada Gutiérrez, general secesionista y camarada de Bolívar, consignó que “es preciso que se sepa que la Independencia fue impopular en la generalidad de los habitantes; que los ejércitos españoles se componían en cuatro quintas partes de los hijos del país; que los indios, en general, fueron tenaces defensores del gobierno del Rey, como que presentían que tributarios eran más felices que lo que serían como ciudadanos de la República”. Y así, el líder indio Antonio Navala Huachaca estuvo defendiendo la bandera realista hispánica hasta 1835. Cisneros en Venezuela, Agualongo en Quito, o muchos compañeros de armas de los Pincheira en Chile son unos pocos testimonios de una realidad que se extendió por buenísima parte de las Españas Americanas. No era incompatible la tradición indígena con la Monarquía Hispánica, al contrario: Se implementaron hasta mutuamente, y luego de la Conquista hubo toda una política de pacificación y entendimiento; siendo que en amplias zonas andinas y guaraníes, apenas se hablaba español. Fueron las repúblicas las que obligaron a su aprendizaje masivo; mientras que con la Corona se continuó para muchos la legitimidad de los incas en el Perú, por ejemplo; así como desde el siglo XVI al XIX tenemos una nutrida lista mestizos y criollos ocupando cargos importantes en la administración y en las armas españolas: El Inca Garcilaso, con Juan de Austria sofocando la rebelión morisca de las Alpujarras y a posteriori enterrado con todos los honores en la catedral de Córdoba; Pablo de Olavide, ministro de Carlos III; el duque de San Carlos, ministro de Fernando VII; Joaquín Mosquera Figueroa, agente legal de Fernando VII ¡que llega a firmar en su nombre!... ¡Hasta próceres separatistas como Francisco de Miranda o José de San Martín fueron en su día oficiales del ejército español!

En cambio, el chavismo y adláteres manipulan la Historia para encima, defender a los mayores defensores de la modernidad en su tiempo.

Y que tampoco se nos olvide otro dato: Chávez siempre contó con un nutrido grupo de asesores españoles, los cuales han vivido estos años en Venezuela como marajás, mientras que la violencia y la necesidad se enseñoreaban contra el pueblo venezolano.

A día de hoy, los grupos de presión homosexualistas campean libremente por Venezuela, al igual que por la Argentina de los Kirchner y por el Brasil de Lula y Dilma, y por el Uruguay del reciente Mújica, al más puro estilo progre-occidental. En la Bolivia de Evo Morales el aborto campa a sus anchas. El uruguayo Mújica, un terrorista que nunca se arrepintió de sus crímenes, antes de dejar el poder legalizó la marihuana (al igual que Holanda), encontrando como máximo beneficioso al oligarca Soros, con quien se entrevistó muy amigablemente. Rockefeller también se entrevistó con él, y con Fidel Castro, y aquí paz, y después gloria.

¡Ah! Y Mújica fue públicamente condecorado por los sionistas uruguayos.

Nada antiliberal hay en este desgraciado, surrealista, esperpéntico y enésimo producto de la modernidad.




Imagen: Celebración del orgullo gay en la Venezuela chavista. Extraída de blogs.20minutos.es



Imagen: Fidel Castro y Rockefeller. Extraída de www.davidicke.com



Imagen: Pepe Mújica, condecorado por la Organización Sionista del Uruguay. Extraída de buitre.press





Y eso de las alianzas pues siempre ha sido transversal, porque Franco también tuvo buenas relaciones con un Fidel Castro que declaró tres días de luto oficial en Cuba cuando falleció el galaico general; el mismo que escribió al presidente Johnson advirtiendo que perdería la guerra del Vietnam y que Ho Chi Min era un patriota. Pero ni uno ni otro se comparan, como no se comparan Al Assad y Chávez por más aliados en política internacional que fueran. (9)


Y bueno, dudamos mucho que a Duguin en particular y a los patriotas rusos en general les gustara, o que de hecho, consideraran bueno y antiliberal, que en Siberia surgieran movimientos indigenistas que copiaran teorías modernas occidentales y tuvieran en la eslavofobia su principal bandera. Y es que evocando a Solzhenitsyn, creemos que la eslavofilia (que no el paneslavismo) puede ayudar mucho a la Rusia actual. Y no en vano Dostoyevski dejó dicho que “lo que necesita Rusia es más Rusia, no  más Occidente." ¡Cómo nos recuerda eso a nuestra España, a nuestra Hispanidad toda!

De verdad: No se trata ni de xenofobia ni de chovinismo barato. Tanto en España como en Rusia nos han introducido el complejo de inferioridad especialmente desde la Ilustración del siglo XVIII; y muchas veces, por no buscar en nuestra propia sabiduría, hemos querido ser lo que no somos, obteniendo por ello pésimos resultados. Hay que ser muy prudentes en este sentido y tener amor propio. No es de recibo que en España haya quien se precie de citar a autores cuyo apellido apenas acierta a pronunciar y que, sin embargo, nada sepan de la tradición romana y de su continuidad complementaria en la época visigótica (no sin ribetes bizantinos de por medio); de la tradición medieval condensada por Alfonso X el Sabio; de los grandes juristas de la Universidad de Salamanca que asentaron las Leyes de Indias y el Derecho de Gentes (¡mucho antes que aparecieran Sacco y Vanzetti por Estados Unidos!);  del Siglo de Oro que encumbró nuestra literatura a lo máximo; de lo mejor de nuestra Ilustración encarnada en personalidades como José Cadalso o Gaspar de Jovellanos; o de polígrafos estudiosos como Marcelino Menéndez y Pelayo, Ramón Menéndez Pidal, Claudio Sánchez-Albornoz... En fin, tenemos demasiados nombres sin conocer que muchísimo nos aportarían, mucho más de hecho que doctrinas esotéricas extrañas. Dentro de la complejidad, hay que definirse, concretarse. Por eso desde aquí defendemos una política hispanista integral (10), porque España se reafirmó en América, donde, como bien dice el filósofo argentino Alberto Buela, debería ejercer su capitalidad cultural,  y donde debería haber puesto sus miras económicas y geopolíticas de una manera clara y honrada antes que en una Unión Europea que es la crónica de una muerte anunciada. Curiosamente, en nuestra América contamos con toda una pléyade de intelectuales hispanistas que están combatiendo muy severamente a la Leyenda Negra que, en muchos casos, viene promocionada por la España oficial. Nombres como José Antonio Pancorvo, Pablo Victoria, Antonio Caponnetto, C. Rodrigo Iturralde, Patricio Lons, Francisco Núñez del Arco -y otros que se nos fueron hace no mucho como Luis Corsi Otálora o José Manuel González-, que muy buenamente están tomando el testigo de otros grandes como Rómulo D. Carbia o José Vasconcelos. Y muchos que se precian de conocer autores allende los Pirineos, osarán llamarse patriotas sin saber ni siquiera de estos hispanísimos autores.

Y eso por no hablar de cómo nos hemos dado la espalda con nuestra hermana y vecina patria portuguesa. Nada se conoce de su cultura, aun habitando la misma Península. Enfrentados artificialmente durante siglos, en cambio, Portugal siempre ha sido profético con respecto a la historia de España, como bien aseveraba Melchor Ferrer, el historiador del tradicionalismo español. Sin embargo han sido no pocos los portugueses que han presentado nuestra historia, identidad y esencia en su conjunto, siendo uno de los más señeros Joaquim Pedro de Oliveira Martins, señalado por personalidades tan dispares como Miguel de Unamuno y Marcelino Menéndez y Pelayo como “el historiador más artista de la Península”.

Definitivamente: Tenemos unos cimientos más que sólidos y, aun así, todavía mucho que aprender de nuestro potencial. El día que lo saquemos a flote, otro gallo nos cantará. Y en eso debemos trabajar, frente a un pueblo alienado y arruinado; un pueblo que no sabe que tanto el arco de herradura como la estrella de ocho puntas son símbolos de antigüedad hispánica, que nos han enseñado a atribuir a los foráneos muslimes. Un pueblo que, especialmente desde 1978, está siendo educado para odiar su historia y su esencia, ante unas oligarquías que han aplicado el “divide y vencerás” para obtener réditos políticos y nos están enfrentando entre hermanos; lo mismo que se hizo en el espacio post-soviético durante la última década del siglo XX.

Rusia y España han derrochado muchas fuerzas en empresas exteriores; por lo que se antoja que para exteriorizarse en este mundo, han de regenerarse a partir de ellas mismas, con la fe por delante.



GEOPOLÍTICA


En cuanto a la Geopolítica, Duguin se nutre mucho de las teorías de Haushofer, ante lo cual, estamos en una dicotomía de la tierra frente al mar. Y esto en verdad, si bien puede ser interesante, no nos parece determinante, y mucho menos para el caso español. La geopolítica hispana quedó magistralmente definida por Juan Vázquez de Mella en sus Dogmas Nacionales. Resumiendo: La confederación con Portugal e Hispanoamérica y el dominio del Estrecho de Gibraltar, con su consiguiente costa norteafricana. De hecho, la frontera hispánica no sería el Estrecho, sino el Atlas, algo que a bien tuvieron los reyes de Portugal, Aragón y Castilla, poniendo en el actual Marruecos sus miras desde el siglo XIV, y no por “imperialismo”, sino por consecución de la Reconquista, tal y como selló en las postrimerías del siglo XV la reina Isabel la Católica.

Con todo, Juan Vázquez de Mella, una de las mejores cabezas pensantes del carlismo, decía que “…el Estrecho de Gibraltar es el punto central del planeta, que allí está escrito todo nuestro Derecho Internacional; parece que Dios, previendo la ceguedad de nuestros estadistas y políticos parlamentarios, se lo ha querido poner delante de los ojos para que supiesen bien cuál era nuestra política internacional. Es el punto central del planeta: Une cuatro continentes; une y relaciona el continente africano con el continente europeo; es el centro por donde pasa la gran corriente asiática y donde viene a comunicarse con las naciones mediterráneas toda la gran corriente mediterránea; es más grande y más importante que el Skagerrak y el Kattegat, que el gran Belt y el pequeño Belt, que al fin no dan paso más que a un mar interior, helado la mitad del tiempo; es más importante que el canal de la Mancha, que no impide la navegación por el Atlántico y el Mar del Norte; es muy superior a Suez, que no es más que una filtración del Mediterráneo, que un barco atravesado con su cargamento puede cerrar, y que los Dardanelos, que, si se abrieran a la comunicación, no llevarían más que a un mar interior; y no tiene comparación con el canal de Panamá, que corta un continente. Dios nos ha dado la llave del mar latino. La geología, la geografía, la topografía, las olas mismas del Estrecho chocando en el acantilado de la costa nos están diciendo todos los días: Aquí tenéis la puerta del Mediterráneo, y la llave; aquí está vuestra grandeza...".



Imagen: Juan Vázquez de Mella. Extraída de lacarlistada.wordpress.com




Asimismo, el jurista falangista Jorge Garrido (11), en un debate sobre la Hispanidad organizado por el Hogar Social Ramiro Ledesma, apuntaló muy bien en la situación geográfica de España como clave para entender las muchas posibilidades y organizaciones de cara a nuestro futuro.

Y es que ni nuestra geografía ni nuestro papel histórico cuadran en esa dicotomía de “tierra y mar”.

Nunca fuimos una talasocracia: Talasocracia no es sólo un "imperio marítimo", sino un imperio de factorías, tal y como fue el fenicio. Y de hecho, estaba evolucionando hacia una política más territorial con Cartago, que era en verdad una aristocracia fenicia que dirigía a una masa compuesta por bereberes, iberos y galos. Gran Bretaña fue una talasocracia, o en términos de la escuela filosófica de Gustavo Bueno, un imperialismo depredador; frente al imperialismo generador (según la escuela de Bueno), o federativo, que quería Vázquez de Mella.

Puede ser que Portugal, por fuerza de las circunstancias, mantuviera una estructura talasocrática en determinados puntos de África, Asia y Oceanía; mas cuando pudo, estableció un imperio territorial, y así se vio en el Brasil, en la India, o incluso en la África del siglo XX que les fue arrebatada por una guerra a múltiples bandas en la cual tanto liberales como marxistas obtuvieron grandes beneficios. Empero, la obra de España en América, desde México a los confines rioplatenses, es eminentemente territorial. Fue diferente en el Caribe, como ha sido diferente nos atrevemos a decir hasta en las Baleares y las Canarias, por mor de la insularidad. Pero allá donde se pudo, la vocación territorial se impuso con fuerza. Y es que como expuso magistralmente Walter Schubart en Europa y el alma del Oriente (12), tanto rusos como españoles coincidimos en nuestro pensamiento de conjunto, en nuestra amplitud de miras y vocación universal por mor de la inmensa geografía que se despierta ante nuestros ojos, siendo cultura de frontera, teniendo respeto y amor por el silencio. Sí, tenemos un Estrecho, pero de apenas diez kilómetros; y luego nos topamos con la inmensidad de un Nuevo Continente, desde el Pacífico Norte a los antárticos confines.

Asimismo, dice Duguin que Rusia es el puente entre Oriente y Occidente. Y España también lo es, a través del Mediterráneo. Y no en vano parte de España fue bizantina durante dos siglos, y ese influjo bizantino continuó hasta muy avanzada la invasión musulmana, y está presente todavía en la liturgia hispano-visigótica mantenida por los cristianos mozárabes (13); liturgia que todavía está viva y que mantiene cierto auge en nuestro tiempo, de lo cual nos congratulamos, pues la defensa de la tradición debe ir guiada por iniciativas de este hermoso y entrañable cariz espiritual. (14)


Por otra parte, las Españas y las Rusias han ejercido su papel de custodia de Europa, de muro de contención, de hinterland. Sin estos diques a oriente y occidente, jamás se hubiera consolidado la Cristiandad, y luego lo que convenimos en llamar Europa.

Nos congratula que el profesor Duguin exponga como modelos al Imperio Bizantino y al Sacro Imperio Romano-Germánico, y que a pesar de la mala prensa que -por mor de la propaganda leninista- gasta el término, defienda la idea de imperio frente a nacionalismos estúpidos y egoístas que muchas veces son alentados desde fuera. No en vano el imperialismo anglosajón, ya fuera por Gran Bretaña ya fuera por los Estados Unidos, aprovechó la Primera Guerra Mundial para esparcir la confusa idea de la “autodeterminación de los pueblos” y se apresuró a recoger los despojos del Imperio Austrohúngaro, siendo que, asimismo, extendían su colonialismo. Kennedy, que no fue precisamente un presidente “reaccionario”, no vaciló en mandar a la Guardia Nacional a Alabama cuando este estado amenazó con separarse. Con todo, creemos que la Monarquía Hispánica presenta un gran modelo supranacional basado en una rica tradición de valores eternos, pero que sin duda, debe ponerse de relieve en un lenguaje actual ante los desafíos de hogaño. Es por ello que como hispanistas estamos dando la batalla aun muchas veces en soledad e incomprensión, todavía sin un tejido social coherente y militante que empuje; pero con un sentimiento cada vez más extendido, que espera ser aflorado y dirigido....




(CONTINUARÁ...)





NOTAS: 


(9) Véase:

RAIGAMBRE: A FAVOR DE SIRIA




"Para entender la República Árabe de Siria". - Revista La ...






(10) Véase: dimensiones geopolíticas del Hispanismo - Revista La ...




(11) Enlace del debate:

    1. HSMRL - Mesa Redonda Hispanidad 11-04-2015

      • Hace 2 meses
      • 2.175 visualizaciones
      Mesa redonda y debate sobre distintos puntos de vista del concepto HISPANIDAD en la actualidad, en el Hogar Social Madrid ...






(12) Comentarios al libro de Walter Schubart:


ANTONIO MORENO RUIZ: MIS LECTURAS: "EUROPA Y EL .








(13) Como "mozárabes" se conocían a los cristianos hispanogodos que vivían en territorio sometido por el islam. Los musulmanes les llamaron "mustaarab", esto es, "arabizados". Las pujantes comunidades del sur, la Meseta y el Levante mantuvieron la religión cristiana y el idioma, sólo que la evolución fue un poco diferente por mor de la inclusión de vocablos árabes y bereberes dentro de la gramática latina. Es lo que se conoce como romance mozárabe, con el que se encontró la lengua castellana en la Reconquista, quedando influjo en Valencia y muy probablemente en Andalucía.

Ellos eran los auténticos conocedores de los sabios griegos, a quienes traducían antes y durante la presencia islámica en España. Y es que no en vano hubo presencia bizantina durante dos siglos en territorio hispano.

Asimismo, el arte mozárabe se extendió de sur a norte, especialmente por la repoblación que gentes del centro y el sur de la Península hicieron en el noroeste; manteniendo el arco de herradura como elemento arquitectónico típicamente hispánico; además de la liturgia hispano-visigótica y el auge de los monasterios y las escuelas.




(14) Véase la página de la Hermandad Gothia, asociación que se ocupa por mantener la milenaria liturgia hispano-visigótica o mozárabe, que pervive en España aun con diversas reformas:

Hermandad Hispano Mozárabe “Gothia” | Mozarabia

lunes, 29 de junio de 2015

APUNTES HISPÁNICOS PARA DUGUIN (I)

Imagen de elrobotpescador.com



Es una actitud muy conservadora eso de decir “hijo, tú no te destaques, no te signifiques”; o “no te metas en política”. Y es que los conservadores no se enteran que, por mucho que uno esconda la cabeza como el avestruz, las cosas acaban afectando, y que “política” viene de “polis”, y que esta actitud miedosa e individualista no hace sino favorecer a quien al menos quiere creer en algo, al contrario que ellos, que no creen en nada. El hecho de que suban la luz y el agua ya es política, y lo que le pase a tu vecino, mañana te puede pasar a ti. ¿O es que uno se quedaría igual por “no significarse” si se enterase que su hermana ha sido violada? Con eso de “no te metas, no te destaques”, se pierde completamente la noción de la importancia y de la realidad. Hay que coger el toro por los cuernos, y comienza a estar muy en boga en nuestro tiempo eso de la Cuarta Teoría Política que viene siendo trabajada por el profesor ruso Alexander Duguin, el cual parece no pasar indiferente ante tirios y troyanos: O bien halla adhesiones fulgurantes, o bien se cruza ante odios fulminantes. Y comoquiera que muchos hechos acaban siendo globales a la fuerza, a pesar de que España ni está ni se le espera más allá de la confusión y el surrealismo, creemos que debemos estar atentos ante corrientes que, gusten más o gusten menos, se acaban sucediendo por nuestro entorno, y que si no hallan observaciones y respuestas, quedarán a la absoluta merced de los frutos que recojan otros, tal y como ha pasado en muchos episodios de nuestra desgraciada historia reciente, donde no se ha preparado una respuesta intelectual y cultural adecuada a muchos desafíos que han pasado delante de nuestras narices, máxime en épocas cruciales para nuestro devenir.

Con todo, vemos que por desgracia, es común que cuando literatos rusos se han referido a España, lo han hecho adoleciendo de conocimientos sobre nuestra verdadera historia, sobre nuestro verdadero ser. Hasta un grande como Dostoyevski cayó en ciertos tópicos sobre la Leyenda Negra. No es exactamente el caso de Duguin, viajero infatigable y conocedor de nuestro idioma y de algunos aspectos de nuestra cultura (1). Mas, porque nos interesa muchísimo lo que pasa en Rusia y porque estamos desarrollando eso en el “misterio hispano-ruso” (2), creemos de recibo aportar apuntes hispánicos ante esta corriente que irrumpe con fuerza.

Como diría Jack el destripador, vamos por partes;


CONCRETANDO EN LA CUARTA TEORÍA POLÍTICA


Sobre la Cuarta Teoría Política poco podemos añadir a lo que dice el propio Alexander Duguin. No obstante, le reconocemos cierta honradez y humildad, pues según el propio autor, no es algo que esté terminado, sino que constituye una hipótesis de trabajo abierta a constantes aportaciones. Por tanto, reiteramos que sobre la Cuarta Teoría Política, más praxis que teoría, en todo caso hay que ir siguiéndola según la boca del propio autor y del llamado Movimiento Euroasiático.

Yo personalmente pienso que como españoles, poca Cuarta Teoría Política nos falta. Ahora bien, es posible que en Hispanoamérica, una praxis de este sentido sea conveniente en tanto y en cuanto a modelo de trabajo, no como fin absoluto. Y decimos esto porque, al contrario de lo que ocurre en la Europa occidental, en buena parte del complicado mundo, no existen unos clichés ideológicos que en seguida forman estereotipos. Al contrario, si por algo siempre se ha caracterizado la política, y más en el caso de las relaciones internacionales, ha sido por la transversalidad. Y es de cuestionarse en este mundo postmoderno que avanza hacia una hegemonía económica liberal-capitalista de progresismo “cultural” si realmente están sirviendo los bloques ideológicos tal y como se entendían hasta la Guerra Fría. O más aún: Es cuestión de si sirvieron realmente alguna vez.

Por ello, creemos que la Cuarta Teoría Política puede dar mucho juego, sobre todo en determinadas zonas. Mas como no hay nada definitivo en ello, lo dejamos como apunte interesante, siempre a revisar, siempre en lo que poder aportar.



TRADICIONALISMO

En  cuanto al término “tradicionalista”; ya señaló cierta problemática en su día nuestro insigne polígrafo Marcelino Menéndez y Pelayo en tanto y en cuanto que, allende los Pirineos, “tradicionalista” había virado a otras consideraciones muy distintas de lo que podemos entender por tradición en el mundo hispánico. Y es que en España, el tradicionalismo (3), en puridad,  es cristiano y aparece con el carlismo bajo el trilema Dios, Patria y Rey, unificando los valores tradicionales y la justicia social frente al liberalismo usurpador y golpista -ayudado principalmente por el imperio británico- desde 1833 como genuino movimiento contrarrevolucionario del Viejo Mundo; referente para legitimistas de toda Europa. Como dato curioso, valga reseñar que Rusia fue acaso la nación europea que más apoyó la causa carlista. A principios del siglo XX, D. Jaime de Borbón, Jaime III de España como rey legítimo, al ser vetado en el imperio austrohúngaro, pudo sin embargo hacer carrera militar como húsar del zar Nicolás II, participando, entre otros, en la Guerra de los Boxers, y llevando el uniforme de húsar con orgullo durante toda su vida. Fue el rey más completo de la dinastía legítima: Religioso, tradicionalista, patriota y abanderado de la justicia social; antiliberal integral, respetuoso de la diversidad regional pero fiero antiseparatista; conocedor de varios idiomas y de muchos países; tan aventurero como serio; siempre llevando sus largos años en Rusia en el corazón. Otrosí, en la Guerra Civil Española, un nutrido contingente de voluntarios rusos blancos ingresó en el Requeté, la milicia de la Comunión Tradicionalista, llevando sus banderas y sus popes al frente. Dizque entraron por Francia y cuando vieron a españoles con boina roja, pensaron que eran comunistas; pero le dijeron que no, que eran soldados que luchaban por Dios, la Patria y el Rey. Y en seguida pidieron alistarse, porque su lema en Rusia había sido Fe, Zar y Patria. Y no hace mucho, conmemorando a aquellos voluntarios, se levantó una cruz rusa en el Cerro del Contadero, en Guadalajara, como conmemoración de aquellos heroicos voluntarios; oficiando el padre Kordochkin, responsable de la parroquia rusa de Santa María Magdalena, en Madrid. (4)


D. Jaime, con el uniforme de húsar del zar. 
Imagen de shaurma.blogspot.com




Creemos que a muchos patriotas rusos de buena voluntad les gustaría indagar en esta entrañable hermandad tradicionalista ibero-eslava, de la cual no se sabe mucho a priori, pero que constituye toda una digna epopeya que literariamente bien podría recrear algún Miguel Strogoff tradicionalista.

Por otra parte, en España hay gente que se ha acercado al tradicionalismo y ha coincido mucho doctrinalmente aun sin ser carlista, como han sido los casos de Donoso Cortés o Menéndez Pelayo. Empero, no creo que en España, teniendo este maderamen, nos interesen mucho “otros tradicionalismos”, ni “otras vías” para una tradición que en verdad está muy clara. Nuestra patria se reafirmó desde la lengua y el Derecho de Roma al Reino Visigodo de Toledo, y fue la invasión berberisco-musulmana la que truncó la confirmación de la incipiente nación hispánica; empero, el levantamiento de Don Pelayo en Asturias comenzó la batalla por recuperar la España perdida, con la cruz de la victoria como máximo símbolo. Fue la cruz, nuestro temperamento indígena (5) y el complemento romano-visigótico lo que nos hizo recuperarnos como identidad, y si bien no volvimos a reproducir el pasado reino visigodo en la exactitud del pasado, fue la vuelta a la Cristiandad lo que nos unió. Pero eso: La vuelta a la Cristiandad (que no al paganismo ni al esoterismo) la defensa de la Cristiandad frente al islam, además, como baluarte del Viejo Continente. Nosotros en Occidente, Rusia en Oriente.




Imagen: Primera bandera de la resistencia cristiana de Asturias. "Con este signo se defiende al piadoso, con este signo se vence al enemigo". Extraída de elcombatedeneville.blogspot.com




Con respecto a “otros tradicionalismos”, no nos compete entrar aquí en un pormenorizado estudio sobre Evola y Guénon,  de los cuales Duguin se declara discípulos. Otrosí, ni Evola ni Guénon eran cristianos, y creemos que hay confusiones y errores importantes en su doctrina que pueden desembocar en tragicomedias en la práctica tal y como fue la conversión al islam de Guénon.

De todas formas, dado el desconocimiento abismal que el español medio tiene sobre su herencia filosófica, política y cultural, más creemos que le valdría ponerse al día con lo suyo antes que meterse en ciertos exotismos que, reiteramos, no vemos necesarios. Porque incluso si se trata de escudriñar en raíces anteriores, el mundo clásico del cual formamos parte se nos abre de par en par, además, en conexión con el cristianismo. En ese sentido, como dice el bibliófilo Joseph Pearce, literatos ingleses como Roy Campbell o John R. R. Tolkien se interesaron por el paganismo que tenía más conexión con Cristo, no por el que aleja de él. Y es que acaso ellos iban en la línea anunciada por San Agustín de Hipona, de que la salvación había sido anunciada a los paganos de otras formas; por la “cultura de la imagen” que diría el mentado Tolkien. Ese camino sí lo consideramos correcto. “Otras vías”, como que no. Ya dijo nuestro gran literato Ramiro de Maeztu (admirador de Dostoyevski, por cierto), que el camino de España no tenía pérdida posible; y así, subrayamos la herencia grecolatina que continúa en lo hispano-católico, incluyendo la "catolicidad civil", como dice el filósofo Juan Bautista Fuentes. (6)

Eso sí, reconocemos que en otros puntos de la Hispanidad, determinados ideales se pueden tropezar ante senderos mucho más sinuosos, máxime en contextos geográficos o culturales donde están muy vivos los procesos sincréticos de todo tipo. En buena parte de los Andes, nunca se dejó de adorar a la Pachamama, así como a Brasil y al Caribe llegaron cultos animistas africanos que continuaron un desarrollo "independiente" en el Nuevo Mundo. Y por si fuera poco, la irrupción de la Teología de la Liberación fue letal, pues si con la independencia el liberalismo y las logias masónicas se enseñorearon definitivamente del continente, el desorden acaecido en la segunda mitad del siglo XX, con una táctica revolucionaria muy bien preparada por universidades belgas y holandesas y por el aporte de la KGB soviética (7), la situación espiritual hispanoamericana se veía entre el marxismo cultural y la continua injerencia liberal-protestante de los Estados Unidos. Si bien antes había sincretismo, por lo menos había algunos referentes claros; mas roto el sentido de la autoridad, perdidos los referentes que podían coincidir entre lo hispánico y lo prehispánico; en fin, destrozado todo sentido sagrado latente, con unos curas que se empeñan en sacar a la gente de la iglesia a patadas; pareciera que estamos ante un páramo. Y a pesar de todo, las iglesias no están vacías, lo cual no deja de tener harto mérito.


Por ello, nos gustaría decir que si bien concordamos plenamente con Duguin en que el liberalismo es un Anticristo social (¡acertadísima la definición del profesor ruso!), no todo lo que se diga antiliberal es necesariamente bueno. Esto sería caer en la misma, fallida y manida lógica del anticomunismo. El llamado “socialismo del siglo XXI” que comenzó Hugo Chávez en Venezuela no ha supuesto ningún cambio ante el mundo liberal, y lleva ya casi dos décadas. No son comparables a algunos líderes del mundo árabe que, por las circunstancias, fueron sus aliados, puesto que ni en la República Árabe de Siria ni en la Libia de Gadafi sus ciudadanos pasaron las necesidades y calamidades que están pasando en los países gobernados por esta “vía”, que aplican un sistema capitalista ramplón que está llevando a Venezuela, uno de los países más ricos del mundo, a pasar hambre sin producir nada, sin formar bien a su gente, teniendo tratos vergonzosos con el narcoterrorismo y endeudándose hasta las cejas. Y que no se olvide: Siendo Estados Unidos su principal comprador de petróleo; de un petróleo que ha estado malvendiendo, cuando no regalando, para extender una política que no ha llevado a ninguna parte.

Tampoco se olvide que si bien es descarado el intervencionismo angloamericano en la región, Chávez fue golpista en 1992, y fracasó; y cuando triunfó, no dudó en apartar al politólogo argentino Norberto Ceresole, que había sido su asesor, para dar paso a la izquierda más rancia y sectaria.

Otrosí, el indigenismo inyectado de estos movimientos, lejos de buscar las verdaderas raíces de los pueblos indios, o lejos de ahondar en sus tradiciones, no es sino una táctica de odio alimentada por ideologías modernas nacidas en las universidades europeas, acaso como continuación lógica de la Teología de la Liberación, que lejos de optar por los pobres, no ha supuesto sino una lanzadera politiquera, una “voluntad de poder” que en nada ha contribuido a mejorar la situación social de muchas comunidades que, de hecho, están todavía peor de lo que estaban antes. Y desde luego, esta onda sí ha contribuido a apoltronar a mucho indeseable. Curas que cambiaron la sotana por “trajes de paisano”, subvencionados líderes dizque sindicales, la liturgia convertida en un circo al más puro estilo moderno-protestante… Y se escoge como icono a Simón Bolívar, un oligarca mantuano descendiente de explotadores esclavistas, un dictador masón, individualista y liberal al que el mismísimo Karl Marx denostó con todas sus fuerzas (8) y que predicó salvajemente el odio a su propia sangre y cultura; tal y como lo hicieron buena parte de ilustrados y liberales del XVIII al XIX, y tal y como el marxismo recogió ese fruto podrido a principios del XX. Odio al blanco, odio a España. Y sin embargo, se empecinan en hablar la lengua de Cervantes, al igual que los separatistas ibéricos…




(CONTINUARÁ...)





NOTAS:







(2) "El misterio hispano-ruso", extenso artículo escrito por un servidor: El misterio hispano-ruso. - Inicio - Jimdo





(3) Salvo algunas contaminaciones importantes, especialmente venidas de Francia y muy acertadamente señaladas y denunciadas por el profesor Manuel Fernández Espinosa:


Asimismo, sígase: 











(6) Sobre el filósofo Juan Bautista Fuentes:  Juan Bautista Fuentes dice ahora: sobre España «en lo ...





(8) La opinión de Marx sobre Bolívar: 





viernes, 26 de junio de 2015

ELUCIDACIÓN DE LA "TRADICIÓN" (V PARTE)



PRESUPUESTOS DEL TRADICIONALISMO NETO

Manuel Fernández Espinosa 



El tradicionalismo neto (el filosófico, romántico y contra-revolucionario) no sólo planteó la conveniencia de restituir a la "tradición" su prestigio disputado por la ilustración (filosofante, racionalista y revolucionaria), sino que se empeñó en llevarlo a cabo sin renunciar a la construcción de un argumentario conforme a las inquietudes y temas de su tiempo (y de todos los tiempos también). El tradicionalismo neto integró en la doctrina (así puede verse en la de uno de sus más grandes representantes: Joseph de Maistre) algunos elementos que lo revistieron de una aureola "preterista" contraria a la "futurista" de las Luces. La caída primera por el pecado original (en clave cristiana) será motivo recurrente de los tradicionalistas. Ballanché, lo hemos dicho en otro artículo (abajo enlazado), recogiendo las especulaciones de Martínez de Pasqually, sintetiza la visión magistralmente: "La humanidad, según él, tenía que pasar por tres fases: la caída (con su consecuente degradación), el período de tribulación y prueba y, finalmente, el renacimento final o retorno a la perfección: la palingenesia" (Martínez de Pasqually hablaba de "reintegración"). Para Joseph de Maistre la naturaleza humana, debido al pecado, merece padecer, pues no es inocente. El progreso ha sido descartado y la tara del pecado original explica, según la fuente martinista (que es a la que hay que remontarse para entender a los tradicionalistas netos); explica -perdón por repetir- que, como resume Jean Deprun: "el hombre no es en sí mismo ni digno ni capaz de hacerse feliz; su objetivo debe ser el de una "reintegración", una "transformación" que deberá merecer por el desprendimiento y alcanzar por la plegaria." Para lograr esa "reintegración" los tradicionalistas netos están convencidos de lo indispensable que es restituir a la humanidad la lengua adámica: el origen de la palabra es divino, Dios la ha instituido. Para el discípulo de Pasqually, Louis Claude de Saint-Martin p. ej., el hombre no era una "tabla rasa", sino más bien una "tabla arrasada" que todavía tiene unas raíces, las que habría que revivir mediante el acceso a esa lengua primigenia. Por eso podía escribir Joseph de Maistre: "Las dos épocas más grandes del mundo espiritual son, sin duda, la de la torre de Babel, en que las lenguas se confundieron, y la de Pentecostés, en que hicieron un maravilloso esfuerzo para unificarse".
 
La lengua primigenia era un asunto que traía mucha cola. Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) dedicó muchas páginas al asunto, concluyendo: "De manera que en todo esto no existe nada que contradiga, sino más bien cosas favorables, a la hipótesis del origen común de todas las naciones, y de una lengua radical y primitiva", siendo la consecuencia práctica, a juicio del gran filósofo germano, una de enorme importancia, pues: "si llegásemos a poseer la lengua primitiva en toda su pureza, o al menos conservada suficientemente como para poder ser reconocida, entonces tendrían que mostrarse todas las conexiones, bien físicas, bien debidas a la institución arbitraria, sabia y digna del primer Hacedor". En ese sentido, Leibniz declaraba: "Me gustaría que otros sabios llevasen a cabo algo parecido en relación con las lenguas valona, vasca, eslavónica, finesa, turca, persa, armenia, georgiana, etc., para poner mejor de manifiesto la armonía que existe entre ellas, lo cual sería útil en particular, como acabo de señalar, para aclarar el origen de las naciones" (la negrita es nuestra; citas todas extraídas de "Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano", Leibniz, obra póstuma publicada en 1765.)
 
Era algo que se venía discutiendo de largo y que tuvo varias intentonas de elaboración; una de las más importantes fue la de Antoine Court de Gébelin (1725-1784), autor de "El Mundo Primitivo" y de "Histoire naturelle de la parole, ou Précis de l'Origine du Langage & de la Grammaire Universelle" (París, 1776); Gébelin lo intentó con algunos resultados que, aunque sean puestos en entredicho hoy, tuvieron su efecto sobre otros que se declararon sus discípulos, como el jacobino Antoine Fabre d'Olivet (1768-1825); Fabre d'Olivet se aplicó al estudio de las lenguas y cosmogonías antiguas con el propósito de hallar esa lengua primordial en su libro "La lengua hebrea restituída" y terminó por propugnar, en su libro "Historia filosófica del género humano", que Europa debería unirse, formando una teocracia, regida y gobernada por el Soberano Pontífice (y recordemos: fue en su juventud un jacobino).
 
Y esta búsqueda de la lengua primordial no pensemos que era cosa que se quedara restringida a los países europeos. El egregio estudioso de la lengua euskérica Pablo Pedro Astarloa (1752-1806) coincide con Leibniz: si tuviéramos esa lengua, tendríamos "un libro abierto de todos los conocimientos" -dice Astarloa. Y uno de los discípulos más aventajados de Astarloa fue Juan Bautista de Erro y Azpiroz (1773-1854), conspicuo carlista, que acariciaba los mismos proyectos de descubrir la lengua primordial, estudiando la lengua euskera. No menos importante en su día fue Joaquín de Yrizar Moya (1793-1879),  con su obra "De l'eusquere et de ses erdères, ou de la langue basque et de ses dérivés" (París, 1841-1846), al que el escritor Juan Valera reprochó no sólo "querer explicar por medio de un idioma todos los demás", sino "querer explicar también la política, las costumbres, el arte, la historia y hasta los más hondos misterios de la fe": el tono agrio de Valera que, por cierto, flirteaba con la Sociedad Teosófica (en los antípodas del tradicionalismo neto) desató una polémica cruda, pues Yrizar no se quedó callado y respondió. Se podrían citar a más europeos, españoles y vascos metidos en estas embrolladas cuestiones (pero sería mejor tratar esta cuestión por separado).
 
Lo que he querido precisar hoy, en lo que concernie a nuestra cuestión, es que el tradicionalismo neto incorporó algunos elementos procedentes de la tradición judeocristiana, no sin una lectura particular, a veces esotérica, y que contó con una serie de presupuestos entre los que, por su importancia, cabe destacar:
 
1) El énfasis en la caída de nuestros primeros padres, y
 
2) El redescubrimiento de la lengua primordial: adámica o previa a la división de las lenguas en Babel como instrumento privilegiado que reintegrara al hombre, a la sociedad, a la humanidad, profundamente fracturados por las consecuencias del pecado original que arrasó con el estado edénico, dejando unas semillas que esperaban ser revividas.
 
El tradicionalismo neto nos recuerda la verdad del "pecado original", una cuestión que en nuestros días ni los medios eclesiásticos remachan lo suficiente. El teólogo protestante armenio, Gabriel Vahanian (1927-2012), pionero de la llamada "teología de la muerte de Dios" proclamaba que "la ética poscristiana difiere tanto de la ética cristiana a propósito de la culpa hasta llegar a oponérsele radicalmente" y caracterizaba la ética cristiana como una ética del perdón, mientras que la ética poscristiana era una "ética de la inocencia". El hombre moderno, en efecto, vive "como si" fuese inocente. El tradicionalismo, adelantándose a ese mundo de la "presunta inocencia" que ya alboreaba con la Ilustración, hizo todo lo hacedero por asentar que la inocencia del hombre era una patraña moderna. El filósofo catalán Eugenio d'Ors, adalid teórico y práctico de la política de misión (la Heliomaquia, como poéticamente la denominó) nos recordaría que: "El tipo de un postulado conducente a la política de misión es el de la idea de Pecado Original, según la cual el hombre manifiesta en su conducta espontánea las consecuencias de una caída, únicamente redimible en los recursos de la Gracia y con el esfuerzo de la buena voluntad".
 
Las consecuencias que se derivarían del presupuesto del "tradicionalismo neto" acerca de la "lengua primordial" para la teoría del conocimiento y del lenguaje serían un tema que habría que estudiar más al detalle. Preferimos orillarlas.
 
Los prejuicios arraigados en la mayoría de los filósofos profesorales han impedido hasta el día de hoy tomar en serio todo lo que tuviera el menor tufo a esoterismo, relegando estos asuntos al delirante anecdotario de una historia de las ideas que, para ellos, no ha tenido un impacto digno de considerar. Craso error el de estos filósofos profesionalizados sólo en sus propias jergas esotéricas y siempre desdeñosos para dilucidar la influencia del esoterismo en la misma filosofía que ellos imparten, con sus cuadernillos prefabricados en universidades y editoriales. No sólo en el tradicionalismo neto sentimos la huella del esoterismo y estas elucubraciones antiguas que, tal vez hoy, nos pueden resultar extrañas y extravagantes, no menos importantes fueron para la confección de la historia del pensamiento (pienso en el idealismo alemán) y de la literatura (el simbolismo decimonónico); y decir pensamiento es decir acción.
 
Aunque el tema podría dilatarse, es con estos parámetros del "tradicionalismo neto" con los que hay que comprender a René Guénon cuando subestima el tradicionalismo vulgar, propio de los legos. Esos presuntos "tradicionalistas", en palabras de Guénon: "son aquéllas (personas) que sólo dan prueba de una especie de tendencia o aspiración hacia la tradición, sin contar con ningún conocimiento real de ésta; puede así medirse toda la distancia que separa al espíritu "tradicionalista" del auténtico espíritu tradicional que, por el contrario, exige de una manera esencial tal conocimiento y forma un todo con dicho conocimiento". Ese conocimiento es de carácter gnóstico e iniciático. René Guénon se muestra de todo punto contrario a extender el término "tradición" a los órdenes puramente humanos: "tradición filosófica", "tradición científica", "tradición política" y, hasta llega a ironizar, diciendo: "En estas circunstancias no tendría objeto asombrarse si un día se llegase a hablar de "tradición protestante" o incluso de "tradición laica" o de (una tradición) revolucionaria". La cuestión en Guénon es mucho más compleja de lo que aquí podemos adelantar, pero sin atender a la herencia del tradicionalismo neto (romántico, anti-moderno y con sus ramalazos esoteristas) es imposible comprender a Guénon, por mucho que él se presente como portador de la única "Tradición" que merece el nombre de tal.
 
Obviamente, estas cuestiones -asaz complicadas- brillan por su ausencia en el tradicionalismo que se manifestó en el terreno político, en el tradicionalismo que hemos optado por denominar "lato". En el caso español, nuestro tradicionalismo político del siglo XIX fue efectivo sin remontarse a tradiciones extranjeras, le valía el prestigio de las instituciones tradicionales: la Iglesia católica, todavía fuerte y sólida (sin licuar por los nocivos efectos del Concilio Vaticano II), la Monarquía legítima (con sus pretendientes legítimos) y un pueblo que todavía no había conocido los perniciosos efectos del bastardeamiento de su inteligencia, la perversión de sus gustos y la fatal aceptación de las modas y opiniones extranjeras modernas que, en nuestros aciagos días, ha llegado a extremos aberrantes difícilmente imaginables ni para el más avanzado de los liberales del siglo XIX.
 
Continuará...
 
BIBLIOGRAFÍA:

 
Para una aproximación al pensamiento tradicionalista de la expiación, recomiendo mis artículos, abajo enlazados:
 
Fernández Espinosa, Manuel, "Luis Carpio Moraga, poeta de la expiación y víctima expiatoria" (RAIGAMBRE, 27 de noviembre de 2013.)
 
Fernández Espinosa, Manuel, "Un gran olvidado: Pierre-Simon Ballanche" (RAIGAMBRE, 8 de noviembre de 2014.)
 
Canivez, André, "Los tradicionalistas", en "La filosofía en el siglo XIX", volumen 8 de la Historia de la Filosofía, de Siglo Veintiuno Editores, Madrid, 1998.
 
Maistre, Joseph de, "Las veladas de San Petersburgo", Espasa-Calpe, Madrid, 1998.
 
Deprun, Jean, "Las Anti-Luces", en "Racionalismo, Empirismo, Ilustración", volumen 6 de la Historia de la Filsofía, de Siglo Veintiuno Editores, Madrid, 1991.
 
Leibniz, G. W., "Nuevos Ensayos sobre el entendimiento humano", Alianza Editorial, Madrid, 1992.
 
Tovar, Antonio, "Mitología e ideología sobre la lengua vasca", Alianza Editorial, Madrid, 1980.
 
Vahanian, Gabriel, "The Death of God: The Culture of Our Post-Christian Era" (New York, George Braziller, 1961)
 
D'Ors, Eugenio, "La ciencia de la cultura", Ediciones Rialp S. A., Madrid, 1964.
 
Para la presencia del ocultismo en el tradicionalismo del siglo XIX, recomiendo la serie de artículos que realicé para RAIGAMBRE, voy a enlazar solo el primero de ellos:
 
Fernández Espinosa, Manuel, "Infiltraciones del ocultismo en el tradicionalismo español (Primera parte)", (RAIGAMBRE, 11 de diciembre de 2013)

Guénon, René, "El reino de la cantidad y los signos de los tiempos", Editorial Ayuso, Madrid, 1976.