EL ESCRITOR QUE MURIÓ COMO UN SAMURÁI
Manuel Fernández Espinosa
El 25 de noviembre de 1970, como quien dice ayer mismo, Yukio Mishima (1925) y cuatro integrantes de la Sociedad del Escudo (Tate No Kai), organización paramilitar fundada por el mismo, visitaban el cuartel general del Comando Oriental de las Fuerzas de Audodefensa niponas en Tokio. El pretexto por el lograron pasar al despacho del comandante Ichagaya era llevarle una katana. Dentro del despacho, se hicieron fuertes en él y retuvieron al comandante, atándolo a su butaca. Mishima salió al balcón y arengó a la guarnición del acuartelamiento, pero el auditorio se mostró refractario. Mishima les instaba a dar un golpe de estado, pero los soldados lo abuchearon. Yukio Mishima se encerró en el despacho y se dispuso con la serenidad de un samurái a realizar el seppuku: el suicidio por auto-destripamiento ritual japonés. Era el 25 de noviembre de 1970.
Mishima es uno de los grandes de la literatura universal. A punto estuvo de recibir el Premio Nobel, que se lo disputó con Yasunari Kawabata (éste lo obtuvo el año 1968). Ambos son los dos escritores japoneses del siglo XX de mayor proyección mundial.
La personalidad de Yukio Mishima ha atraído la atención de muchos y no solo por el último y definitivo acto de su vida. Marguerite Yourcenar le dedicó "Mishima o la visión del vacío" y nuestro Juan Antonio Vallejo-Nágera su ensayo "Mishima, o el placer de morir", su biógrafo más reputado fue John Nathan y no son los únicos que han dedicado libros a Mishima, tratando de descifrar las razones de su obra y suicidio ritual. En España es Isidro Juan Palacios uno de sus mayores especialistas, como lo demostró en su introducción a la edición en español de "Lecciones espirituales para jóvenes samuráis".
Cuando se han leído las obras de Yukio Mishima (están traducidos al español los más importantes títulos), cuando se ha leído a sus biógrafos y a los ensayistas que han reflexionado sobre el autor, su vida y obra, salta a la vista que nos encontramos con una personalidad fuera de serie. Era un hombre de una vasta cultura que había asimilado las principales obras de la literatura y el pensamiento occidentales, pero sin apartarse ni un ápice de su tradición nacional. Según contaba uno de sus traductores, cuando éste visitó a Mishima a su casa se extrañó de que el autor japonés vistiera a la occidental y el ambiente doméstico fuese más occidental de lo que era de suponer en un defensor acérrimo de la cultura tradicional japonesa. El traductor le expresó su perplejidad (se imaginaba el hogar de Mishima de otra manera) y recibió de Mishima aquella lapidaria sentencia:
"Aquí, todo lo invisible es japonés".
Como muchos japoneses, Mishima mostró una auténtica admiración por España, conocía bien nuestra historia y nuestra literatura, le entusiasmaba encontrar tantos parecidos entre los samuráis y nuestros hidalgos y esa afición por lo español se lo debemos a uno de nuestros historiadores más enterizos y reputados en el extranjero, D. Luis Díez del Corral, quien a día de hoy es prácticamente un desconocido entres los españoles.
En cierta ocasión (era en los años de la Guerra Fría y existía la amenaza de la guerra nuclear), un periodista preguntó a Mishima en una entrevista a qué europeos salvaría de una catástrofe atómica. Mishima no tuvo que pensarlo dos veces y respondió:
-Al filósofo alemán Martin Heidegger y al historiador español Luis Díez del Corral.
Si a mí me preguntaran a qué autores salvaría de todos cuantos escribieron durante el siglo XX tampoco titubearía y contestaría que, entre muchos otros, pondría a salvo la obra literaria de Yukio Mishima.