RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

jueves, 20 de noviembre de 2014

LA CIENCIA ADORADA

Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor


Imagen de diepresse.com



Stephen Hawking dice que Dios no existe, y claro, los supuestos ¿adoradores de la ciencia? se escudan en él como palabra divina. Ni una fatwa islámica, oigan.

Empero, no sabía yo que Hawking también era teólogo y filósofo...

Otrosí, ¿sabe Hawking como curar la depresión, el cáncer o el ébola? ¿No, verdad? Porque eso no lo enseñan en astrofísica. Pues entonces, ¿por qué su opinión sobre la religión ha de valer más que cualquier otra? Como decía el rockero Silvio QEPD: El que sabe del Betis llega hasta el Betis, el que sabe de Europa llega hasta Europa, el que sabe del Rocío, llega hasta el Rocío.

Y de todas maneras, a todos aquellos que dicen escudarse en una infalible ciencia que todo lo puede y lo arregla: ¿Saben lo que decía la ciencia oficial hasta la Segunda Guerra Mundial, acerca del racismo y la eugenesia? Me temo que no, porque entonces, sabrían que los nazis fueron tímidos en comparación con el mundo angloliberal en cuanto a racismo, eugenesia y demás barbaridades; empezando por el hijo de Darwin, entusiasta apologista de las tristemente célebres esterilizaciones; las mismas que aprobó el estado de Virginia en 1929 con el mayor ¡consenso democrático! (ohhhh palabras mágicas) posible.

Así las cosas, damas y caballeros, con respecto a la existencia de Dios prefiero a San Agustín de Hipona antes que a Stephen Hawking, y como hijo de la tradición grecolatina, sigo el lema Fides et Ratio (fe y razón, ya que nos desterraron el latín…), sin excluir las partes del todo.



Imagen de line.do



Naturalmente que la ciencia ayuda a muchas cosas, pero todavía queda mucho, pero mucho por hacer y por descubrir. ¡Si apenas sabemos qué hay en los mares! Y aparte, ¿no es incoherencia que los que no creen en valores absolutos busquen la infalibilidad en algo que todavía muestra tantas lagunas, aun a pesar de sus avances?

Espero, naturalmente, que la tolerancia de los obsesos del progreso me deje elegir; y elijo que la opinión de Hawking sobre Dios sea tan inválida como la ley eugenésica y liberal que vio la luz en Estados Unidos y como tantas otras teorías pretenciosamente “científicas”, incluida la ridícula lucha de clases del marxismo.

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