Era quebrando el alba,
cuando cantan los gallos
que a la puerta sonaron
golpes que llamaban
al arma y a rebato...
-¿Quié es? -dijo el solitario.
-Una vieja que pasa
llorando.
-¿Cómo te llamas?...
-España me llamo.
Y vistiéndose,
abrió la puerta
y la vio: harapienta
la que fue rica,
lúgubre como noche
en los descampados.
Y uno que pasaba dijo:
Nos han robado
España, hermanos,
coged los fusiles,
dejad los arados,
daremos la batalla
tronchando los nardos,
malos hijos
y traidores
nos vendieron
a los extraños:
no puede haber reposo,
para quien está,
en su tierra,
desterrado.
No puede haber
libertad a cencerros tapados.
No puede haber
consuelo,
alegría no puede haber
ni puede haber mayo.
España era aquélla
vieja que pasó llorando,
la que por la albada
despierta a sus hijos,
la que ha visto sus altares
profanados.
Campanas tañerán,
para llamar a los honrados,
a una lucha aquí y allá,
por los barbechos
y los sembrados.
Tierras de España,
de hombres pardos,
los de la boina
y las alpargatas,
los por el sol tostados,
los que faenan las aguas
y rompen los terrones
con el arado,
despertad, que están
llamando
a una lucha eterna
por Dios, la Patria y el Rey
que, encubierto,
cuando cantan los gallos
que a la puerta sonaron
golpes que llamaban
al arma y a rebato...
-¿Quié es? -dijo el solitario.
-Una vieja que pasa
llorando.
-¿Cómo te llamas?...
-España me llamo.
Y vistiéndose,
abrió la puerta
y la vio: harapienta
la que fue rica,
lúgubre como noche
en los descampados.
Y uno que pasaba dijo:
Nos han robado
España, hermanos,
coged los fusiles,
dejad los arados,
daremos la batalla
tronchando los nardos,
malos hijos
y traidores
nos vendieron
a los extraños:
no puede haber reposo,
para quien está,
en su tierra,
desterrado.
No puede haber
libertad a cencerros tapados.
No puede haber
consuelo,
alegría no puede haber
ni puede haber mayo.
España era aquélla
vieja que pasó llorando,
la que por la albada
despierta a sus hijos,
la que ha visto sus altares
profanados.
Campanas tañerán,
para llamar a los honrados,
a una lucha aquí y allá,
por los barbechos
y los sembrados.
Tierras de España,
de hombres pardos,
los de la boina
y las alpargatas,
los por el sol tostados,
los que faenan las aguas
y rompen los terrones
con el arado,
despertad, que están
llamando
a una lucha eterna
por Dios, la Patria y el Rey
que, encubierto,
está esperando.
Diego de Uroz
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