RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

miércoles, 27 de noviembre de 2013

LUIS CARPIO MORAGA: POETA DE LA EXPIACIÓN Y VÍCTIMA EXPIATORIA

Luis Carpio Moraga


LA DOCTRINA TRADICIONALISTA DE LA EXPIACIÓN

Por Manuel Fernández Espinosa

EL GRUPO LITERARIO “EL MADROÑO”

Es obligado que, para presentar convenientemente al escritor D. Luis Carpio Moraga, de quien haremos una breve semblanza más abajo, ofrezcamos previamente una aproximación al grupo literario en el que encontró su lugar, inspirándose en los ideales que el grupo custodiaba celosamente y que constituían el tuétano de toda su actividad intelectual y literaria, el mismo ideario por el que muchos de ellos serían martirizados en 1936-1939. La obra de Carpio Moraga en verso y en prosa es harto difícil de adquirir, pues sus libros no han sido reeditados después de la Guerra Civil. Tengo la suerte de tener en mi haber ediciones originales de algunos de estos escritores provincianos (alguno de estos libros en mi posesión tienen el valor añadido del autógrafo de su autor); merced a ello, he podido estudiar de primera mano la obra soslayada de estos poetas olvidados. Los miembros del “Grupo de El Madroño” se congregaban alrededor del que culturalmente estaba más reciamente formado y cuyo nombre era D. Francisco de Paula Ureña Navas (1871-1936). He tenido la ocasión de presentar a este gran desconocido en un breve ensayo que le dediqué a su figura y obra y que se publicó bajo el título: “La poesía en Jaén: D. Francisco de Paula Ureña Navas y el grupo literario ‘El Madroño’”. Hasta donde se me alcanza, ellos nunca se hicieron llamar como “Grupo ‘El Madroño’”, pero fue el Cortijo de ‘El Madroño’, en el término municipal de Martos, en donde tenía su señorial residencia el patriarca del grupo y donde se reunían habitualmente sus componentes, para conversar y contrastar opiniones o leerse sus manuscritos; fue por esta razón que, entre todas las denominaciones que pude acuñar, para nombrarlo, escogí el nombre del Cortijo 'El Madroño', escenario que fue testigo de las jornadas de amistad y alta cultura de aquellos hombres que laboraban por una cultura cuyo elemento era el catolicismo y su identidad, la española.

EL MENTOR DEL GRUPO: FRANCISCO DE PAULA UREÑA NAVAS

Aunque no sea el protagonista de este artículo, resulta pertinente dar unas pinceladas sobre Ureña Navas, puesto que fue el líder (pudiéramos decir que ideológico) que ejerció su autoridad intelectual sobre los miembros de este grupo de literatos, entre los que podríamos mencionar al periodista e historiador jaenero D. Vicente Montuno Morente, al poeta de Porcuna D. Eugenio Molina Ramírez de Aguilera, al poeta carlista Bernardo Ruiz Cano, de Jaén, y al personaje que aquí presentamos: el escritor marteño D. Luis Carpio Moraga.

Francisco de Paula Ureña Navas nació en Torredonjimeno (Jaén) el año 1871 y vino a abrir los ojos en el hogar de una familia bastante humilde, pero de acendrada raigambre carlista; no obstante las condiciones económicas de su familia, Ureña Navas pudo estudiar promocionado por el padrinazgo del clero local. Ureña Navas realizó sus estudios en Sevilla, licenciándose en Derecho y en Filosofía y Letras. En Sevilla tuvo que conocer al eminente polígrafo D. Francisco Rodríguez Marín que, a distancia, influirá en las preferencias literarias de Ureña Navas, así como sobre el círculo literario. Ureña Navas desempeñará el cargo de director de uno de los periódicos provinciales de mayor tirada de la primera mitad del siglo XX: “El Pueblo Católico”. Este periódico, como el mismo director, era de marcado signo tradicionalista, católico y español hasta la médula. Francisco de Paula Ureña Navas sería una de las personalidades más distinguidas del panorama cultural de Jaén: profesor durante un tiempo en el Colegio Santo Tomás de la capital del Santo Reino, periodista, crítico literario, implacable censor de las modas modernistas, escritor en prosa y poeta. Cuando era anciano, Francisco de Paula Ureña Navas huyó a Madrid con su primogénito, viendo que la situación en Jaén se enrarecía cada vez más y se convertía en peligrosa. En Madrid el viejo poeta y su hijo serían asesinados por los milicianos del Frente Popular, corriendo el año 1936: dos hijos más del poeta sería asesinados en tierras de Jaén.

Durante su vida activa y pública, Ureña Navas había congregado a un nutrido grupo de amigos (algunos de ellos alumnos suyos en el Colegio de Santo Tomás) y todos ellos descubrieron su personal vocación poética de la mano de este mentor que, gracias a su posición en la cultura provincial, pudo impulsar y apoyar la obra literaria de sus discípulos. Tal fue el caso de quien nos ocupa: D. Luis Carpio Moraga.

LUIS CARPIO MORAGA

Luis Carpio Moraga nació en Baeza el 13 de septiembre de 1884. Sin embargo, no sería su ciudad natal la ciudad de su crianza, pues todavía era muy niño cuando su familia muda su residencia y pasa a instalarse en Martos donde vivirá hasta el final de sus días. De Martos se ausentó durante una temporada para poder realizar sus estudios, pero a Martos regresó nuevamente con su titulación. En un primer momento la orientación profesional de Carpio Moraga lo condujo a formarse como procurador, pero allá por 1917 encontró su vocación literaria, pasó a colaborar con “El Pueblo Católico” así como con otras cabeceras provinciales ( díganse por caso “La Regeneración” o “Don Lope de Sosa”). El mismo Carpio Moraga confiesa ser discípulo de D. Francisco de Paula Ureña Navas y también afirma deberle a éste el impulso primero para que él se dedicara a la literatura. Carpio Moraga fue más prolífico que su Maestro y llegó a publicar novelas, obras de teatro, crítica literaria y poesía. Su labor cultural en la ciudad de Martos fue muy considerable como fundador de algunas instituciones como fueron el “Orfeón Marteño” y su proyección traspasó la provincia, estrenando sus obras dramáticas en ciudades como Zaragoza. Podemos decir que, en la primera mitad del siglo XX, Carpio Moraga fue un autor hasta cierto punto conocido y del que las hemerotecas todavía hoy podrían darnos cuenta de sus efímeros éxitos literarios; que hoy sea un absoluto desconocido para la literatura hispánica no significa que no tuviera cierta popularidad en el tiempo que le tocó vivir, aunque no fuese el mejor.

Como el resto de los miembros del “Grupo de ‘El Madroño’”, el escritor marteño se caracterizaba por sus opiniones conservadoras, sin ocultar su catolicismo y su patriotismo (que, corriendo los años, le costarían la vida). Fue Alcalde de Martos en el año 1922. En su haber figuran los siguientes títulos (puede que haya más): “Alma española” (poemario, 1919), “La fuerza del amor” (novela, 1921), “Nuevas poesías” (poemario, 1921), “Honra y amor” (obra de teatro, 1924), “Doña Isabel de Solís” (obra de teatro en verso, 1929), “Luz del alma” (poemario) y las obras dramáticas: “La vida es así”, “Conchita la deseada”, “Los sobrinos de Don Pablo”, “El conde del Santo Reino”, “En busca de la felicidad”, “El pobre y el rico”, “El soberbio y el humilde”, “El ciruelo de la civilización”, así como una colección de trabajos publicados en prensa bajo el título “Crítica literaria y artículos varios”. Uno de los pocos que han estudiado su obra ha sido D. Miguel Calvo Morillo que, gran conocedor de Martos y su historia, ha evocado la figura y obra del escritor marteño en algunos de sus artículos.

A los 51 años, D. Luis Carpio Moraga sería asesinado por las milicias frentepopulistas en las trincheras del río Salado, según todos los indicios el día 12 del mes de enero del año 1937.

ESPAÑA “DIALOGA” CON EL SIGLO XX

El poema en cuestión, el que emplearemos para notar la posición política de Carpio Moraga es una de las más recias piezas del poemario con el que debutaría en el mundo literario: “Alma española”. Este libro de poesías sería editado por la entonces celebérrima “Librería de Fernando Fé”, en Madrid, año 1918 y con prólogo del maestro del grupo: D. Francisco de Paula Ureña Navas. Es oportuno recordar que en esta “Librería de Fernando Fé” se daban a la estampa las obras literarias de la flor y nata de los escritores de la época. El poema se titula “España y el siglo XX- Diálogo” (podríamos añadir que su complemento sería otro poema publicado en el mismo poemario, titulado “La Humanidad futura”; pero preferimos centrarnos en “España y el siglo XX- Diálogo” por ser más explícito y poner a un lado “La Humanidad futura”). Ambos poemas constituyen tal vez las composiciones de más poderoso aliento poético, a la vez que ocupan, por su magnitud, varias páginas del libro, destacándose ambos sobre el conjunto total del poemario que a la postre es una colección de poesías de heterogénea calidad, entre las que abundan los poemas de temática religiosa y, a veces, moralizante, lo que hace de la obra que ésta tenga un resultado literario de calidad variable.

En el poema que concentra nuestra atención, la trama es sencilla: el Siglo XX, diríamos que casi en pañales, se encuentra con España y pregunta a ésta: “¿Por qué lloras, mujer bella?” y el joven siglo da cuenta a España de todo aquello que los siglos pasados le han dicho de las grandezas de España, de las pretéritas hazañas hispanas, de sus gloriosas proezas, de su otrora pujante dominio de los mares, ensalzándola como madre de grandes hombres de armas y de letras, como nodriza de naciones y señora del orbe. Cuando España tiene el turno de la palabra, lo hará con el magisterio de una experiencia milenaria:

LA DOCTRINA TRADICIONALISTA DE LA EXPIACIÓN DE LAS SOCIEDADES

Esto responde España al Siglo XX en el poema de Carpio Moraga:

“-Tú eres joven y no sabes

Los males que Dios derrama,

Cuando su divina Ley

Es por los Pueblos truncada,

Ya que así lo exige el orden.

Las sociedades no pagan

En ultra-tumba sus culpas:

Eso queda para el alma”.

El pensamiento que aquí expresa España, por medio de la prosopopeya, tiene una larga tradición que podríamos ir a buscar en el Antiguo Testamento, pero con más certidumbre es el pensamiento tradicionalista español más reciente a Carpio Moraga el que está aquí latente, pronunciado por esa España que, en alegoría de bella mujer, está de vuelta de las peripecias de la Historia. España reclama la atención del joven Siglo XX para que contemple la catástrofe que se está desarrollando en esos años: la Primera Guerra Mundial, entendiéndola como un castigo divino por la desmedida ambición de las naciones contendientes.

Sin embargo, como digo, el pensamiento enunciado, a saber: que las sociedades, al no tener alma como los individuos, tienen que expiar sus pecados sobre la tierra; esa idea matriz tiene nobilísimos antecesores. Es el mismo pensamiento que Juan Vázquez de Mella expresará en un artículo publicado en “El Pensamiento Español” (enero de 1920, aproximadamente un año después de la publicación de este poema):

“Si los pueblos tuvieran alma subsistente e inmortal, como los individuos, encontrarían en una vida futura el galardón de su méritos y la pena de sus delitos, pero como viven y mueren en el tiempo, en la tierra reciben las recompensas y los castigos. Y como Dios sería injusto, y la ley moral mentiría, si quedase la maldad sin pena, por eso los delitos sociales son castigados con catástrofes y las civilizaciones corrompidas con barbaries”.

(Juan Vázquez de Mella, “Los peligros de las dos barbaries”).

Sería ir muy lejos aseverar que Vázquez de Mella se inspirara en estos versos de Carpio Moraga para tan magistral fragmento; con probabilidad, Vázquez de Mella tal vez no leyera nunca a Carpio Moraga. Pero es mucho más sencillo encontrar la razón que tanto los asemeja: tanto el poeta marteño como el egregio tribuno, tuvieron la misma fuente de inspiración para sus versos y sus frases respectivamente. Esa inspiración está en la obra filosófica de Juan Donoso Cortés y, para ser más exactos, la encontramos en las “Cartas de París”.

Las “Cartas de París” componen una colección epistolar con destino a su publicación periodística, correspondencia enviada por Donoso Cortés desde la capital francesa a España, para ser publicadas en el periódico “El Heraldo”, en cuyas páginas verían la luz los días 24 y 31 de julio; 6, 12, 20 y 31 de agosto; 3, 10 y 20 de septiembre; y 4, 8 y 20 de octubre del año 1842. En ellas el filósofo de la historia y de la política aborda (según declara él mismo en correspondencia privada) cuestiones varias en calidad de comentarista, más que como teórico doctrinal. En la carta del 10 de septiembre, Donoso Cortés afirma, entre otras cosas, lo que entiendo que sería la idea-madre que compartirán y reformularán el poeta del “Grupo ‘El Madroño’” y el Verbo de la Tradición: lo que pudiera llamarse cabalmente unos esbozos de la Doctrina de la Expiación, según Donoso Cortés:

“La expiación es la ley del universo, es la condición esencial de la perfección humana” –sentencia Donoso Cortés, para más abajo afirmar:

“Si hay una expiación para las sociedades, como para el hombre, esa expiación está simbolizada por la guerra necesariamente, y lo está porque la guerra, tomada en su sentido más general y más lato, en su sentido más filosófico, es para la sociedad lo que para los individuos las dolencias y las pasiones”.

Esto es: las sociedades purgan sus culpas en este mundo a través de catástrofes, invadidas por bárbaros y asoladas por hordas que castigan el desvío de la sociedad corrompida, puesto que para la sociedad no puede haber “infierno” donde pagar las penas por sus delitos y pecados. En versos de Carpio Moraga, recordemóslos:

“Las sociedades no pagan

En ultra-tumba sus culpas:

Eso queda para el alma”.

La doctrina tradicionalista de la Expiación es la que justifica teológicamente la profusión de los Templos Expiatorios que se empezaron a erigir en toda la Cristiandad. Muchas organizaciones católicas de todo el mundo impulsaron con este argumento tradicionalista las iniciativas que se plasmarían en los Templos Expiatorios de la Sagrada Familia y el del Sagrado Corazón en el Tibidabo (ambos en Barcelona, España) o en México, como son: el del Sagrado Corazón de Jesús en Ciudad de León (Guanajuato) y su homónimo de la ciudad de Zamora de Hidalgo (Michoacán), el del Santísimo Sacramento en Guadalajara (Jalisco) y el de Cristo Rey de la Ciudad de México (Distrito Federal).

Las especulaciones que ensaya Donoso Cortés sobre la Expiación son, sin ningún género de duda, tributarias del pensamiento de Joseph de Maistre, aunque tampoco podemos descartar la influencia que sobre el pensador español ejercería, en este aspecto, la filosofía del francés Pierre-Simon Ballanche (1776-1847).

Maistre sostenía, como bien lo resume el P. Teófilo Urdanoz (O.P.) en su “Historia de la Filosofía” (tomo IV), que: “Los pueblos deben expiar sus crímenes e injusticias mediante el sacrificio de muchos inocentes para ser regenerados de su degradación”. En “Las Veladas de San Petersburgo” y en “Aclaraciones sobre los sacrificios” del Conde saboyano podríamos encontrar muchas citas. Por otra parte, el susomentado Pierre-Simon Ballanche es otro filósofo decimonónico, tan olvidado en los manuales de Historia de la Filosofía como Luis Carpio Moraga lo está en los manuales de Literatura española. Ballanche fue amigo de Chateaubriand y asiduo tertuliano del famoso Salón de Madame Récamier. Ballanche era sobradamente conocido en los cenáculos legitimistas de Francia y su filosofía fue inspiración para muchas personalidades del Arte, la Literatura y la Música del XIX y principios del XX. Las influencias de Ballanche pueden hallarse en la concepción de algunas obras musicales de los compositores Franz Liszt y Richard Wagner. Su filosofía la expuso Ballanche en varias obras que gozaron del aplauso del público contemporáneo, aunque el núcleo del pensamiento que nos concierne fue expuesto en “La Ville des expiations” (La Ciudad de las Expiaciones). Al igual que Donoso Cortés, Ballanche había descubierto a Giambattista Vico y sobre la noción de “corsi e ricorsi” montó el pensador lionés su filosofía de la palingenesia social; aunque Ballanche discrepaba de las bases filosóficas de Vico al confundir lo histórico con lo religioso. El dogma principal de la filosofía de Ballanche consiste en afirmar la caída y la rehabilitación que explicarían la sucesión de los destinos humanos y su desarrollo bajo la forma de reanudaciones sucesivas, donde cada recomenzar va precedido por una prueba que es una expiación. En la filosofía de Ballanche, según nuestro Marcelino Menéndez y Pelayo, “se manifiestan las doctrinas expiatorias de Saint-Martin y José de Maistre, las teorías palingenésicas del ginebrino Bonnet”: así como ciertos elementos inquietantes del martinismo que el filósofo católico adoptó sin conciencia de entrar en un terreno problemático para la ortodoxia. (Menéndez y Pelayo, “Historia de las Ideas Estéticas en España”). El mismo Menéndez y Pelayo caracterizó al filósofo francés como “poeta de la metafísica”, sin regatearle la grandeza de sus intuiciones, pese a la heterodoxia implícita procedente del martinismo.

Es inconcebible que Donoso Cortés no conociera de primera mano la obra de Ballanche, habida cuenta de que el Marqués de Valdegamas vivía en París cuando la filosofía de Ballanche estaba afianzada en el sector de los monárquicos, además de eso el español alternaba con la elite política e intelectual francesa de aquel entonces en su condición de embajador español en París, lo que hace posible que Donoso Cortés incluso llegara a conocer personalmente al autor de “La Ville des expiations”. En este sentido, no podemos dejar de recordar aquellas frases terminantes que el extremeño pone como colofón a su monumental “Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo”, cuando el insigne pensador español escribe las palabras finales, con la unción de quien graba una lápida admonitoria:

“…lo que no ha visto ni verá el mundo es que el hombre, que huye del orden por la puerta del pecado, no vuelva a entrar en él por la [puerta] de la pena, esa mensajera de Dios que alcanza a todos con sus mensajes”.

En estos renglones está contenida toda la doctrina donosiana en torno a la expiación que, como hemos apuntado más arriba, está inspirada en la filosofía contra-revolucionaria de los tradicionalistas Maistre y Ballanche. Y en esta grave y severísima filosofía que considera inexorable la expiación es donde hallan su fuente principal tantos discursos de los oradores más preclaros del tradicionalismo español, así como los humildes y olvidados versos de Carpio Moraga.

El poema “España y el siglo XX- Diálogo” es, como hemos dicho en los preliminares de este artículo, bastante extenso. Por eso no ha quedado agotado para nuestra consideración y por eso volveremos sobre él por el interés que presenta para algunos otros asuntos que consideraremos próximamente. En este primer aproche hemos trazado la genealogía ideológica de esos versos que hemos comentado. En próximos artículos sobre Carpio Moraga trataremos de escrutar en la opinión política que éste sostuvo frente a la Primera Guerra Mundial.

BIBLIOGRAFÍA:
Manuel Fernández Espinosa, "La poesía en Jaén: D. Francisco de Paula Ureña Navas y el Grupo Literario "El Madroño"", Giennium: revista de estudios e investigación de la Diócesis de Jaén, ISSN 1139-3513, Vol. 11, 2008, págs. 169-210.
Luis Gómez López, "El descubrimiento de Francisco de Paula Ureña Navas", El Blog de Cassia.
Rufino Peinado, "Grupo Literario tradicionalista en Jaén", SANTO REINO TRADICIONALISTA.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario