Historiador y escritor
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Hace años que Serafín Fanjul, catedrático de Literatura Árabe y académico de la Historia especializado en América, viene luchando contra las deformaciones que sobre la historia de Al Andalus realizaron tanto el filólogo hebreo-brasileño Américo Castro como sus mediocres discípulos españoles. Sus libros Al Andalus contra España, la forja del mito y La quimera de Al Andalus son muy reveladores al respecto (1).
Fue Américo Castro quien esbozó la contradictoria teoría de las “tres culturas”, según la cual, la identidad española está incompleta por no reconocer al “carácter semítico” aportado por moros y judíos como determinante-diferencial, y que asimismo, España había sido muy mala por haber expulsado a moros y judíos. Como se comprende, ningún historiador medianamente serio puede esbozar esta contradicción que se nos antoja infantil, y los que se declaren discípulos de esta tesis, al final llegarán a conclusiones semejantes a las de Ignacio Olagüe: A saber, que los árabes jamás invadieron Hispania, que el país se encontró preso del desorden por culpa de las disputas entre nobles godos y que como quedaron muchos arrianos, les fue muy fácil asimilar el islam y aprender a hablar árabe, así como el que no quiere la cosa. O sea: Ni para Castro ni para Olagüe cuentan seis siglos de civilización hispanorromana y tres siglos de reino visigodo (donde se continuó la cultura ibero-latina) tuvieron mayor importancia. Todo eso, por lo visto, desapareció de un día para otro sin dejar rastro, porque el homo hispanicus, o bien por orientalismo o bien por protomahometismo arriano, dijo, parafraseando al ínclito Chiquito de la Calzada (al que Dios Nuestro Señor le dé muchos años más de vida, amén), que hasta luego Lucas.
Con todo, ni Castro ni Olagüe inventaron nada especialmente nuevo. En su caso, no fue más que darle un toque académico a las exageraciones y despropósitos de los románticos extranjeros que, al viajar por la Península, encontraron monumentos de la época andalusí y creyeron ver las mil y una noches redivivas. El francés Merimée o el norteamericano Washington Irving son ejemplos al respecto. Por el toque académico fueron Olagüe y Castro y por el toque politiquero fue Blas Infante, el notario malagueño que nunca consiguió adhesión del pueblo andaluz con sus disparatadas teorías islamistas y que sin embargo, la oligarquía que hizo el régimen del 78 nos lo coló como el padre de la patria, aun cuando más del 60% del pueblo andaluz ni se molestó en votar el flamante estatuto de autonomía. En el caso de Olagüe resulta más estrambótico, eso sí, porque le da excesiva importancia al arrianismo, profesado por una minoría visigoda que nunca llegó ni al 10% de la población total, y luego de la conversión de rey Recaredo, a finales del siglo VI, sin duda quedó bastante exigua en cuanto a la herejía se refiere… Y por otra parte, herejía dentro del cristianismo que nada tiene que ver con la shahada y la sharia.
En su día, contra esta suerte de premeditados disparates se alzó la sensata voz del preclaro historiador castellano Claudio Sánchez-Albornoz (2). Frente a las “tres culturas” y los cuentos de la Alhambra, D. Claudio señaló el “temperamento hispánico” como factor a reconocer entre lo nativo y la época romana hasta su penetración en el mismo Al Andalus y su continuación luego en América. Por sobre los pueblos que pasaron y dominaron la Península, se estableció un filtro de sangre, cultura y espiritualidad que fue amasando tradiciones y vertiendo idiosincrasia. La base indígena ibera y céltica, las aportaciones fenicias y griegas, el corpus cultural, jurídico y sanguíneo romano, que luego se refresca con la minoría germánica ante un pueblo hispanorromano y minorías de inmigrantes gaélicos y también con cierta penetración bizantina (o sea, más Roma…) cambia ante una minoría siria (sobre ciertas bases yemenitas) que dominó sobre una masa de bereberes e hispanos conversos y minorías de negros y eslavos. La ruptura que a este punto se produce es tal que hasta con los godos se conservó el nombre patrio antiguo, siendo que por ejemplo, la Galia pasó a Francia por mor de los francos. En cambio, nunca prosperó la idea de Gothia de Ataúlfo y seguimos siendo Hispania; pero cuando las tropas imazighen llegaron bajo generalato árabe, al poco se le quiso cambiar tanto la faz a esta tierra que ni el nombre quisieron dejar.
Sobre el nombre de Al Andalus hay varias teorías: Algunos hablan de los vándalos, pueblo germánico perteneciente al tronco goto-escandinavo (al igual que visigodos, ostrogodos y burgundios), los cuales dominaron el sur ibérico durante algunas décadas y luego pasaron a dominar el norte de África. Así, “Al Andalus” sería “la tierra de los vándalos”. Otros hablan de que en lengua árabe, se está haciendo una referencia al Atlántico. Pero bueno, para el asunto, no es de gran importancia este debate: El caso es que los musulmanes ni el nombre quisieron dejar.
Mas, ¿de verdad desapareció ese temperamento hispánico de golpe y porrazo?
No: Los hechos lo desmienten. Hubo incorporación de nuevos elementos al paisaje humano ibérico, pero tampoco dio para tanto.
Que siglos después los poetas árabes y hebreos imitaran el estilo de los cristianos con las jarchas, excelsas composiciones poéticas cuya temática y métrica se emparenta con las cantigas galaico-portuguesas, y que por fin se certifique la existencia de dialectos mozárabes como la primera evolución del latín (eso sí, teñido de vocablos árabes y bereberes) desde el sur al oriente de la Península, demuestra de sobra que el temperamento hispánico estaba presente.
Otrosí, no vamos a negar que no hubiera influencia e interacción con árabes y bereberes. Con estos últimos, seguramente, desde la época antigua, si es que no están directamente emparentados con los iberos, como defendía el historiador portugués Oliveira Martins. Realmente, el dominio árabe no duró tanto: La minoría siria gobernó apenas cuatro siglos. De emirato a califato e independiente, no dependiente –valga la redundancia- ni de Damasco ni de Bagdad, considerándose, al igual que en tiempos romanos, que hasta prácticamente el Atlas era la frontera ibérica, por más que le cambiaran el nombre. Con Roma tuvimos seis siglos de gobierno que, en muy buena medida, continuaron en los tres siglos godos; con un Al Andalus independiente apenas cuatro, para acabar fragmentados en taifas, y ser presa de varias oleadas de invasiones norteafricanas.
Y bueno: Decir que en España, y más especialmente en Andalucía, existe un hecho diferencial a causa de la “identidad árabe”, es un despropósito absoluto, porque también supone, por esa “lógica”, negar la interacción del temperamento hispánico, primero, por los mozárabes (esto es, hispanos cristianos que vivían en territorio musulmán) que, huyendo del dominio islámico que pronto enseñó los dientes (desde la matanza de la nobleza de Toledo a los mártires de Córdoba, entre los siglos VIII y IX), se fueron a repoblar los reinos del norte. De hecho, es en Galicia, León y algunas partes de Castilla donde más y mejor se conserva la arquitectura mozárabe, prerrománica. Empero, también obvia que esta interacción no paró aquí, pues al paso de los siglos, las victorias contra el islam supusieron que, para repoblar las tierras del sur, muchos norteños emigraran. Es visible que la influencia de los repobladores del noroeste es muy notoria en ciertas áreas rurales de Huelva y Sevilla, así como la presencia vasca y castellana ha sido muy señera en Jaén; así como en Valencia, lo mozárabe se fundió con repobladores aragoneses, navarros y catalanes, por ejemplo.
Asimismo, no hay que olvidar que durante todo el Medioevo arribaron inmigrantes de diversos puntos de Europa, especialmente franceses e italianos. Con el mundo itálico, asimismo, ha habido una interacción directa de once siglos, superior a la que hemos tenido con el mundo islámico.
Y bueno: No fue poca cosa la inmigración irlandesa, abundante desde el siglo XVII hasta principios del XIX.
Así las cosas, lejos de perderse el temperamento hispánico, el desmembramiento en taifas y el avance cristiano supuso un refresco por mor de una continua reunión de hispanos de norte a sur y viceversa, sin que por ello cesaran ipso facto, como decimos, las interacciones que ya habían quedado. La historia es compleja y hay que contarlo todo, por supuesto.
Con todo, aquí no acaba la cosa. Nuestro citado y admirado Serafín Fanjul, con el temple galaico que le caracteriza, escribía hace años sobre cómo este tópico de la España “árabe”, “islámica”, o lo que sea, había llegado a Hispanoamérica (3). En Colombia pudo ver la expresión “barroco árabe”. Nada más y nada menos…
Llegados a este punto de confusión, en los tres años que llevo en el Perú, puedo decir que la obsesión morisca también existe. Las tapadas limeñas o los balcones del centro de Lima son irrefutable herencia… Bueno, no se sabe si morisca, árabe, o lo que sea… Incluso a un edificio que fue construido como el pabellón bizantino, le cambiaron el nombre por el de pabellón morisco, y se quedaron tan panchos.
Balcón limeño
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Pabellón (dizque) morisco de Lima.
Creemos que esta broma ya está durando demasiado, y es una vergüenza que España, amén de prestar cobertura financiera y mediática a las asociaciones homosexualistas, promueva también este contrasentido ahistórico, cuando encima, está obligando a sus más jóvenes hijos a la emigración; y cuando emigran, se encuentran con rebrotes de la Leyenda Negra que a nosotros mismos ya nos han “enseñado” en el colegio, siendo que somos odiados tanto por el Estado que se supone que nos representa (¡ja!) como por los pueblos a donde tenemos que ir a ganarnos el pan.
Como puntos aclaratorios e inmediatos, valga lo siguiente:
-Partimos de la base que lo que conocemos como cultura árabe no es excesivamente original. Tras su expansiva eclosión desde desérticos confines, sin lo sustraído a indios, persas, egipcios, bizantinos e hispanos, no estaríamos hablando de nada.
Con todo, cuidado, porque con estas “corrientes” lo que se trata es de ningunear la herencia ibérica y románica para, acto seguido, decir que todo lo bueno se debe a los “árabes”, que fueron los exclusivos civilizadores. Los “buenos”, vamos. Desde Américo Castro al novelista mexicano Carlos Fuentes se ha caído en demasiados desafueros al respecto, y lo que late en el fondo es el odio a lo hispánico a fuer de cristiano. Es la Leyenda Negra metamorfoseada, estirada como un chicle. Es la propaganda de los liberales que, cogiendo lo más acomplejado de la Ilustración, llegaron a la impresión de que la historia de España era un error y había que darle la vuelta como un calcetín (4). Siendo que el pueblo español muchas veces se expresó en contra de este acomplejamiento y desnaturalización (en el siglo XIX a través del carlismo, por ejemplo), surgen las más variopintas teorías al respecto, financiadas ahora por un Estado corrupto y traidor.
Aunque por desgracia, parece ser que no hay nada más español que odiar a España…
-“Moro” es un término que viene del latín “maurum”, que en principio designaba al norte de África, esto es, la Mauritania para los romanos. Parte del norte de África pasó a gobernarse desde Hispania desde los tiempos del emperador Otón, implementándose en la época de Marco Aurelio. Cuando en el 711 entraron las tropas musulmanas al mando del conquistador bereber Tarik Ben Ziyad, la gran mayoría eran bereberes, por lo que progresivamente, la población asimiló “moro” a “musulmán”, no necesariamente a cultura árabe sensu stricto.
-“Morisco” no es sinónimo de “árabe”, ni tan siquiera de “moro”. Como “moriscos” fueron conocidos los descendientes de los mudéjares, esto es, los musulmanes que siguieron viviendo en territorio dominado por los cristianos, y que tras la Pragmática de 1502 (diez años después de la Toma de Granada) promulgada por los Reyes Católicos, fueron conminados o a la conversión o a la expulsión. Los que se quedaron bautizados, aun no observando lo que verdaderamente implicaba su bautismo en muchos casos, fueron los llamados moriscos. Sí, yo sé que eso de los Reyes Católicos suena en nuestros ateos tiempos muy fuerte, ¿pero a alguien le estaría permitido vivir en cualquier república democrática sin aceptar su constitución? Hablando en plata, de verdad, no me vengan con palabreos, por favor… Pues eso: Basta de presentismos manipuladores e ignorantes. Menos rasgarse las farisaicas vestiduras modernas y más enmendar un cada vez más empercochado presente.
Según una crónica nos dice que los moriscos eran aficionados al vino dulce (de hecho, esa tradición tan fuerte en Granada y Málaga proviene de ellos) y a alancear toros. Ni siquiera en los cristianos árabes existen esas costumbres. Por cierto, ya que se habla de la “tolerancia árabe”, ¿quieren decirme ustedes cuántos cristianos quedaron en el norte de África luego del asentamiento de los musulmanes? ¿Hablamos de la situación de los bereberes, los verdaderos indígenas de aquella tierra, todavía dominados por aristócratas orientales? ¿Hablamos de la libertad religiosa en el mundo árabe-islámico?
En fin: El morisco, a esas alturas de la historia, era etnoculturalmente hispano. Probablemente en su población habría más o menos mezclas con árabes, bereberes, eslavos o negros (había moriscos dueños de esclavos, por cierto), pero de eso ya había pasado mucho tiempo y además, su base procedía de conversos hispanos. La mezcla se había dado hacía siglos. De hecho, luego de la expulsión decretada por el rey Felipe III en 1609 tras continuos problemas (aún estaba reciente la guerra de las Alpujarras, donde el Inca Garcilaso sirvió a las órdenes de Juan de Austria), cuando los moriscos llegaron a distintos puntos del Magreb, eran muy diferentes de esa población. Su arquitectura era mucho más lineal, mucho más parecida a los cánones romanos que a la extremosa sinuosidad oriental. Su alimentación y sus técnicas de regadío no se conocían. Incluso algún cronista tunecino los describe como blancos y rubios, valga la curiosidad (5). Eran diferentes. No se parecían a la población magrebí de entonces, los cuales decían que no eran buenos musulmanes en muchos casos, y tampoco se parecerían a los magrebíes actuales. Y qué decir de los árabes propiamente dichos… De hecho en el Magreb se sigue hablando de “andalusíes” para referirse a los moriscos y a su descendencia; y todavía ser descendiente de moriscos/andalusíes constituye un símbolo de distinción desde Marruecos a Túnez.
¡Ah! ¿Y cómo es que los moriscos tuvieron que implementar técnicas arquitectónicas y agrícolas en África? ¿Acaso no iban hacia una civilización superior, dejando la malvada y atrasada España que así se quedaba sin la luz de la ciencia?
Y bueno, que haya descendientes de sirios, libaneses y palestinos que llegaron a la América Hispana en el siglo XX y se reclamen herederos de una supuesta antigua tradición árabe en el Nuevo Mundo es una desfachatez más todavía que un despropósito. Curiosamente, cuando se toca este punto no parece haber mucho indigenismo, ya que como decía el mentado Carlos Fuentes, todo lo malo de la Conquista se debe al cristianismo y lo bueno de la cultura se debe a lo moro.
No existe el “arte morisco”, ni en España ni en América. Existió un arte mudéjar, que es la herencia del arte hispano-musulmán, el mismo que se apropió de elementos artísticos como la estrella tartéssica y el arco de herradura. De esa herencia hispano-musulmana, distinta a un mundo árabe al que políticamente no pertenecía, bebieron muchos alarifes de esta procedencia etnocultural, quienes, asimismo, fueron mezclando sus habilidades con los estilos románicos, góticos y renacentistas; haciendo del mudéjar un arte tan singular como sobrio que, la verdad, prácticamente no llega a América. No son moriscos los balcones de Lima, no: Son eminentemente barrocos, sólo que incorporan la técnica mudéjar de las celosías; al igual que se implementan determinadas técnicas mudéjares para construir techumbres, dentro de armazones eminentemente barrocas, de un barroco de influencia andaluza y luego mestizado; de un barroco que a, diferencia de la Península, no conocía la ruptura cultural de una élite “afrancesada”, por lo que en el XVIII se siguió desarrollando tal cual, con poca aparición del neoclasicismo.
Entre el XIX y el XX hubo una fiebre por recuperar el mudéjar y a esta corriente se la denominó “neomudéjar”, que asimismo, estuvo muy implantada por algunas zonas de España y algo llegó a América. En la mayoría de los casos, nada que ver con el mudéjar real, puesto que los edificios hechos bajo este estilo más parecen orientales por su excesivo recargo y su poca vista al no atisbar las mentadas interacciones del mudéjar histórico.
Catedral de Teruel, ejemplo de arte mudéjar.
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Y bueno: Hablando de otros detalles, cierto es que los picarones son herederos de los buñuelos, que sí pertenecen a la repostería morisca (la repostería española tiene mucha influencia de lo morisco, eso es cierto), pero repostería morisca de España, no de La Meca ni de Bagdad.
-Otrosí, hay determinadas costumbres moriscas, especialmente la celebración de las bodas, que están muy presentes entre los gitanos españoles, especialmente los andaluces, por mor de una mezcla e interacción producida entre los siglos XVI y XVII. Pero nada de ello se percibe en América. Ni moriscos ni gitanos tuvieron peso en la conquista y el poblamiento de América.
-Recordemos que según las Leyes de Indias, a América no podían embarcar ni moros ni judíos. Y para los que se escandalicen, intenten trasladarlo al presente, y déjense de historietas.
Si bien es cierto que no siempre las leyes se cumplían, concretamente a los moriscos poco o nada les interesaba América. De hecho a los cristianos viejos les daba jindama que no emigraran, y que al no haber célibes entre ellos, aumentaran rápidamente de población, y que así, pudieran ser una quinta columna en apoyo de turcos y berberiscos, quienes asolaban con cierta frecuencia las costas andaluzas y levantinas. No olvidemos que la infame trata negrera fue un juego de niños en comparación con el esclavismo turco, numeroso y despiadado hasta hace relativamente poco. Asimismo, la esclavitud sigue existiendo en la Arabia islámica, en el África Negra y en Haití.
Con respecto al papel judío, sería ya otra historia, ¿pero y fue acaso un pueblo esparcido por todo el mundo y recolector de las más variadas culturas el que impuso su modelo cultural? ¿No sería que este pueblo se contagió de las culturas con las que se establecía?
Reiteramos: Cuidado con las trampas. Aquí estamos ante algo ideológico. Y hasta económico. Y todo ello en una época destructiva para España, a la cual parece que se le está buscando, no sin la ayuda de muchos compatriotas, una solución final.
-Y bueno: Decir que lo morisco es un hecho diferencial andaluz ante el resto de España, y que por eso se busca también la conexión con el contacto americano, es otro despropósito. Una vez hecha la Reconquista, en la Andalucía occidental la población hispano-musulmana se fue reduciendo por la emigración, al estar el norte de África tan cerca. En cambio, en Aragón y Valencia, muchos nobles “protegieron” a los moriscos, quienes constituían su principal mano de obra, estableciendo una especie de neofeudalismo en algunos casos. Y es que el feudalismo como tal apenas se dio en la Península, pues para haber feudalismo, tiene que haber un señorío de dominio cerrado, y eso, en unos siglos de cultura de fronteras y población movilizada, en muchos casos de campesinos-soldados, era imposible. La influencia morisca como tal, y de arte mudéjar en particular, es mayor en Aragón que en Andalucía. Ahora bien: En el caso de la Andalucía oriental, pues tres cuartos de lo mismo… Porque luego de la victoria de Juan de Austria en el siglo XVI ante la terrible rebelión de las Alpujarras, muchos moriscos fueron llevados a distintos puntos de la Península (hasta a Galicia y Vasconia), y que el peso de la repoblación castellana, gallega y asturiana fuera notable. Mientras en Sevilla hay toda una transición entre el mudéjar, el gótico, el Renacimiento, y luego el dilatado poderío del barroco que llega a eclipsar el neoclásico; en Granada se pasa del mudéjar a otros estilos directamente, siendo que hay calles de Granada que recuerdan a Italia.
Y bueno: Antes de ser expulsados, los moriscos estaban dispersos y divididos, no constituyendo ni por asomo una cultura única, y no teniendo una excesiva fuerza.
Así las cosas, como colofón, aclaramos que nada tenemos contra cómo nuestra cultura se implementó, y menos, con el factor bereber, acaso nuestro antiguo hermano étnico, separado ya espiritualmente desde hace mucho, ni tampoco por Siria, gloriosa nación que, en comunión con su bravo ejército y su legítimo presidente Bashar Al Assad (6), constituye todo un ejemplo de resistencia frente al Nuevo Orden Mundial, salvaguardando con su protección a los cristianos árabes, esto es, los descendientes directos de los primeros creyentes. Ni tampoco tenemos nada en contra de la tradición mogataz, esto es, los norteafricanos que llevan siglos siendo leales a España, derramando su sangre militar por nuestra tierra, que es también la suya allende el Estrecho. Durante siglos, ellos han muerto y han luchado manteniendo el nombre y las banderas, no borrando la raíz, como quisieron hacer los que invadieron en el siglo VIII y lo que quiere hacer el batiburrillo hispanófobo actual. Por ello, la verdad es que nos posicionamos en contra de imposturas que encima, nos cuestan el dinero y están extendidas para destruir lo poco que queda de España. Y no en vano los ingleses ya dijeron en el siglo XVIII que a España hay que vencerla en América y no en Europa. Por algo ya tenemos moriscos hasta en la sopa… de Hispanoamérica. Y si no nos ponemos las pilas y luchamos por derecho con nuestros hermanos hispanistas de allende los mares contra las mentiras, no tengamos luego la miserable osadía de quejarnos.
(1) Véase: MIS REFERENCIAS - LITERATURA HISTORIOGRÁFICA Y ETC...
(2) Sobre Claudio Sánchez-Albornoz, muy interesante, entre otras cosas:
(3)Véase: «Barroco árabe» | Sevilla | Sevilla - Abc.es
(4) Véanse:
22.5. La importancia de la tradición española. - Revista L
26.4 - Revista La razón histórica
(5) Véanse:
«Los moriscos que llegaron a Túnez eran rubios y ... - Ideal
(6) Recuérdese: RAIGAMBRE: A FAVOR DE SIRIA