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Una vez leí que todas las hormigas del planeta tienen el mismo peso que la humanidad entera, y que si desaparecieran, el daño ecológico que causaría su ausencia sería cercano a la extinción. Si analizamos fríamente la causalidad de nuestros hábitos como especie humana y cómo estos han afectado al planeta, veremos que esta premisa puede encerrar mucho de verdad. Por eso considero que el respeto a la naturaleza y a los ecosistemas (como expresión de la perfecta creación divina) debe primar por sobre el mero afán de lucro de la explotación desmesurada, no sustentable y altamente nociva de nuestras sociedades industrializadas .
Al leer sobre las hormigas y nuestra dependencia hacia su papel en nuestro ecosistema se me vienen a la mente los pesticidas que dañan irreparablemente la poblaciones de abejas y otros bichos sobre los que se sustenta el equilibrio natural del que dependemos todos, vivamos en el campo o en la ciudad, amén del riesgo que implica la contaminación de los alimentos impregnados por estos agentes tóxicos. Así que tengan por seguro que seré la primera en oponerme a que desaparezcan hormigas, arañas o cucarachas si eso implica dañar el medio ambiente de forma irreparable. Estas y otras inquietudes maduradas a convicciones es lo que yo entiendo que es ser consecuente con la naturaleza y es lo que considero que significa ser ecologista.
Dicho esto, si encuentro una hormiga o una mosca en mi comida, la mataré. Si cuatro troncos me sirven para construir una casa, dispondré de ellos de forma sustentable. Si los animales sirven de alimento para mi y mi familia, los criaré para tal fin. Si me dan a elegir entre un sistema económico que me permita autosustentarme y otro que me permita tener dinero en la cartera para comprar carne sacrificada en masa en un supermercado, pues elegiré lo primero siempre, aunque implique mayor esfuerzo y sudor. Lo que jamás pasará es que llegue a considerar que un gato o un perro son iguales a un bebé o pueden reemplazar a una familia. O que se dude del valor del ser humano o se lo ponga al mismo nivel de una mascota. Si un animalito cae a un río, probablemente sea la primera en lanzarme para intentar salvarlo, pero si tengo que decidir entre el animal y un ser humano, no dudaré sobre a quien salvar primero.
Hoy en España un perro de nombre "Excalibur",cuya dueña es el primer caso confirmado de ébola contagiado en la península, enfrenta una muerte inminente. Las autoridades han ordenado como medida preventiva su sacrificio para evitar la expansión del virus, pues estuvo en contacto estrecho y directo con la infectada. La medida tal vez sea desesperada ante la falla garrafal de los protocolos sanitarios que hicieron que un personal de salud se contagie. Habrá quien diga que el pobre perro merece un análisis, una cuarentena, una oportunidad, etc. pero lo real es que lo que está en juego es arriesgarse con un virus que ciertamente se transmite a los animales (Monos y cerdos confirmados) y que estos a su vez contagian a otros ¿O es que el virus apareció en el paciente cero por creación espontánea? Está claro que no fueron suficientes las precauciones en los seres humanos ¿Y vamos a arriesgar por una mascota? ¿Dónde está la objetividad científica? ¿El raciocinio? Y luego los creyentes somos catalogados de fanáticos irracionales...
Ante la negligencia que ha permitido la expansión del "virus más letal de la historia" lo más lógico para una mente racional es no correr más riesgos, mucho menos por un animal. Pragmatismo que desespera a más de un "animalista" (así, entre comillas) que a estas horas sigue en pie formando cadena humana frente al apartamento donde Excalibur espera su suerte. Una página de Facebook logró en 5 horas 49,000 seguidores defendiendo al pobre animalito. Se han iniciado colectas de firmas en las redes, los mensajes de apoyo son incalculables, las publicaciones de personas al borde de la desesperación y angustia por el derecho a la vida de este "ser vivo" rayan lo absurdo, sobre todo viniendo en muchos casos de gente que apoya el asesinato de otros seres vivos (bebés humanos para mayor referencia) en los vientres.
Llevarles la contraria o intentar llamarlos a la calma y a pensar objetivamente es sinónimo de recibir insultos, amenazas y burlas en un nivel de intolerancia digno de las histerias colectivas totalitarias. El motivo del presente artículo es que he sido testigo del odio y furia de gente que se dice "animalista" y que pide dignidad y derecho a la vida para los animales mientras no dudan en insultar, atacar, amenazar y desear la muerte en el matadero a los que decían en cuatro palabras lo que yo aquí expongo. Pocas veces he encontrado más incoherencia entre los que dicen defender una noble causa.
Tolerancia "animalista". Porque todos los seres vivos tienen derecho a la vida, menos los que no piensen como ellos. |
A modo de conclusión: Disculpen si al ver a un perrito solo llego a ver eso, un perrito. Lindo, fiel y gracioso, pero siempre un animal, no un hijo-mascota por el que desesperarme mientras tantos bebés humanos en el planeta no tienen ni la mitad de los servicios y comodidades que los animales-adorno de las modernas sociedades occidentales.
Sufro por Excalibur. Su suerte, y la de su dueña, son fruto de la ineptitud de los que mandan. Es triste y dos vidas corren peligro, mas no son dos vidas las que merecen los mismos cuidados ni los mismos derechos. Mientras los niños en los comedores se pelean por una plaza que les asegure al menos una comida al día, Excalibur fue dejada con 15 kilos de comida para perros y una tina llena de agua limpia. Mientras se exige para Excalibur la cuarentena y todos los exámenes que descarten su diagnóstico, hay muchas madres que no comerán esta noche para pagar el copago de la sanidad en la consulta de sus hijos mañana.
Disculpen pero una cosa es querer a los animales, y otra querer que nos traten como ellos. No cuenten conmigo para ello.
Txio
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