RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

domingo, 15 de junio de 2014

CASA PEPE EN DESPEÑAPERROS: UN ENCLAVE DE REFERENCIA NACIONAL

 
LA POSADA QUE NO SE RINDE
Luis Gómez
 
EVOCACIÓN DE DESPEÑAPERROS
 
 
Cada vez que alguien menciona el nombre de Despeñaperros o Sierra Morena, trae a mi memoria gratos recuerdos de mi infancia. En primer lugar por el hecho de haber tenido que pasar por ese angosto desfiladero en multitud de ocasiones camino de La Mancha, y eso cuando no había autovía ni desdoble de carretera ni viaductos ni nada por el estilo.
 
De pequeño, cuando uno andaba en las aulas infantiles y los maestros se esforzaban por hacernos entender cuál era la diferencia entre una cordillera montañosa y una sierra, siempre se recurría al ejemplo de  identificar a la sierra con los dientes de una sierra de carpintero. Los picos de las montañas se recortan en el horizonte y simulan parecer ese instrumento. Al pasar por Sierra Morena, a mi se me venía el alma abajo. No veía picos altos y puntiagudos en las montañas, antes bien, me parecían bastantes romos y achatados esos montes, y no entendía bien el porqué había de llamarle “sierra”. Tampoco entendía el porqué de llamarla “Morena”, pues a mis ojos bien verde que estaba. Sólo los incendios que cada verano asolaban algunas laderas de Despeñaperros, podían quitarme de la cabeza el que en vez de Sierra Morena” debería de llamarse “Sierra Verde”
 
Con el paso de los años pude aprender los muchos nombres y la cantidad de historia que encerraba cada uno de esos cerros que pueblan Sierra Morena. Los “Montes Marianos”, les llegaron a denominar antaño, y  aquí también tuve mi pequeña confusión, pues yo, iluso de mí, creí que el sobrenombre de “mariano” era debido a que en estas montañas se le apareció al pastor de Colomera la “Reina de Sierra Morena”, la “Morenita”, nuestra venerada Virgen de la Cabeza; pero tampoco era por este motivo, sino que se debió al general Mario, romano que apaciguó la comarca de bandoleros de la época. Otro apelativo por el que se la reconoció es el de “El Muradal”, por el muro que representaba la sierra y que separaba Andalucía de la Meseta.
 
Pero dejémonos de etimologías. El traspaso de Despeñaperros desde el Sur hacia el norte, era una  odisea. Los camiones atestaban la carretera, y los coches, caminaban en procesión tras ellos, despacio, muy despacio. A ambos lados, entre curvas de ciento ochenta grados y barrancos profundos, se colocaban los puestos de miel y alfarería que los vendedores ambulantes de las localidades vecinas tenían instalados por allí. De vez en cuando, se divisaba la línea de ferrocarril, y si había suerte, se veía el tren pasar por ella. El verde y el agua del río que atraviesa por esos parajes hace de ese recorrido uno de los mejores parques naturales con los que cuenta Jaén.
 
Con tanto ajetreo y viaje, de vez en cuando, uno paraba para reponer fuerzas. Los viajes eran muy largos, y no había tanta prisa por llegar al destino como hoy en día.
 
Si el recorrido se hacía desde La Mancha hasta Jaén, la cosa estaba clara. El punto de parada era “Los Jardines de Despeñaperros”. Allí, se disfrutaba de una estupenda zona verde, con sus fuentes de agua clara y albercas con carpas de colores, que hacían que los turistas y los viajeros nos apeásemos de nuestros coches para deleitarnos con nuestros bocadillos de tortilla o filetes empanados. Al otro lado de la carretera, subiendo un empinado terraplén se encontraban los restos arqueológicos del Santuario prerromano de “Collado de los Jardines” en el que los antiguos pobladores de esos montes realizaban sus ofrendas y depositaban sus exvotos.
 
Con el paso de los años, ya con mi vehículo y con sustanciales mejoras en la carretera, subo  y bajo por Despeñaperros y contemplo los muchos cambios que se han producido en el entorno.
Ya nada es igual. Nada, salvo el irreductible y acogedor mesón de Casa Pepe.
 
CASA PEPE
 
Es este restaurante una vieja posada en mitad de la ruta aunque modernizada con el paso de los años, pero aún así y todo es un hito histórico en toda regla. Se podría decir que es un nuevo santuario para peregrinos colocado en medio de todo ese fragor y vegetación que rodea el contorno.  
 
Es un lugar estupendo para hacer una parada y tomarse un café con media tostada de jamón serrano y tomate de huerta.  El lugar está siempre a rebosar de viajeros, y en eso influye mucho lo peculiar de la decoración del establecimiento.
 
Poco antes de llegar, ya llama la atención los colores de su fachada con su amarillo y rojo de la bandera nacional por sus paredes. Al entrar, dos toneles hacen las veces de veladores para los que desean fumarse un pitillo mientras degustan el café, pues debido a las nuevas normas que impiden fumar en el interior de los establecimientos ésta es la única solución.
 
Penetramos en Casa Pepe y una vez que la vista se adapta a la tenue y cálida luz del interior, dejando atrás la luminosidad de la calle, nos vemos sorprendidos por una decoración abarrotada, casi barroca. Detrás del mostrador, insignias de las fuerzas armadas grapadas a la pared, de todos los colores y para todos los gustos. De tierra, mar y aire. Los hay de la Guardia Civil, de la Policía Nacional e incluso alguna insignia de un agente municipal de algún pueblo de España. Esos son los nuevos exvotos…
 
Si uno consigue hacerse un hueco en la larga barra, puede ver la indumentaria de los camareros, con sus polos ribeteados con la bandera nacional. Es más: si uno está interesado en adquirir alguno, allí puede hacerlo. En la tienda aledaña, el viajero pude adquirir todo tipo de figuritas, banderas, toallas, recordatorios, pulseras, comida típica de la zona, etc. Eso sí, cada cosa va adornada con la bandera de España. En ninguna falta la bandera nacional.
 
Mucho antes que el fútbol hiciera que la gente sacase la bandera nacional a los balcones, o se colocase en pulseritas y llaveros, mucho antes que la moda pusiera sus comerciales ojos en los colores rojo y amarillo, ahí estaba ya Casa Pepe para vender esos abalorios sin ningún tipo de problema.
 
Es curioso pues, cuentan las leyendas, que en plena gobernanza del socialismo zapateril y mucho antes cuando regenteaba España el socialismo felipista, los viajeros que más visitaban esta posada eran esos mismos socialistas que no querían ver el pasado español ni en pintura. Y es que el “santuario de Casa Pepe”, además de tener la bandera nacional por todas partes, es un local nostálgico donde los haya y en sus paredes también se encuentran retratos de Franco en días de caza o almanaques de José Antonio Primo de Rivera. Más de uno cuenta como anécdota, que algún senador o diputado socialista (e incluso de IU) se ha realizado una instantánea a las puertas del local. Eso sí, en compañía de sus seguidores y familiares.
 
Para ellos, esa foto supone la verdadera victoria de la Memoria Histórica. Es el trofeo de caza más preciado…
 
Pero Casa Pepe, permanece impasible desde 1923. Allí, no importa nada más que atender al que entra por la puerta. Da igual quien sea. Las posadas en el camino están para eso mismo, para atender al viajero, refrigerarlo y ayudarlo a reponer fuerzas y luego, quizás, poder contar en el lugar de destino alguna anécdota curiosa o divertida.
Si uno para en Casa Pepe no le faltará ni lo uno ni lo otro, y para demostrarlo, nada mejor que llevarse de la tienda algún recuerdo como testigo de que uno estuvo allí, para que todos los amigos lo sepan.

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