RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

miércoles, 19 de febrero de 2014

¿"ITALIANISMO" O IMPOSTURA?



Por Antonio Moreno Ruiz


Existe una postura/impostura muy generalizada por buena parte de la América Hispana y en especial en la Argentina que consiste en excluir el hispanismo por mor de un “italianismo” determinante y diferencial. Y digo “italianismo” porque no podemos hablar de “italianidad” en América, ya que la italianitá fue el sentimiento que surgió en el Renacimiento para unificar políticamente Italia y que acabó coronado en un baño de sangre liderado por los Saboya, ensañándose especialmente contra las Dos Sicilias. Con esto no estoy diciendo que la unificación itálica fuera mala per se, sino que ante tanta ignorancia e idealización, conviene refrescar la memoria, porque asimismo, tres cuartos de lo mismo acontece con el falso españolismo de las Cortes de Cádiz y compañía. Pero bueno, este “italianismo” (por llamarlo de alguna manera) probablemente, tiene que ver también con que Italia reconoce más y mejor a sus descendientes que España, en donde se regala la nacionalidad a toda serie de gentes “exóticas” y se desespera con visados a directísimos descendientes de españoles. Empero, si les sirve de consuelo, el estado español asfixia igual o peor a la que se supone que es su población.

Sin justificar estos incomprensibles desmanes burocráticos, lo cierto es que si, por ejemplo en la Argentina hay quien se cree diferente por ser italiano y no hispano está en un error mayúsculo. Los próceres republicanos, odiando lo criollo, lo mestizo, lo indígena y también lo negro y lo mulato que formaba parte del Río de la Plata, intentaron cambiar la faz del país hasta sus últimas consecuencias. El ejemplo más desgarrador de este auto-odio fue Domingo Faustino Sarmiento, quien en su obra Facundo, cargada de odio, habla de exterminar a los indios (1). La idea era repoblar la Argentina y en especial, despojarle de su carácter hispano. Por eso se fomentó la inmigración masiva. Pero claro, ellos nunca se esperarían que, en su odio a lo latino, amén de armenios, judíos, árabes, alemanes, anglosajones o balcánicos, la primera comunidad inmigrante fuera la italiana y la segunda la española.

Con todo, aquí estamos hablando del ámbito porteño. Esto no aplica a las provincias, donde la inmigración fue mucho más repartida y donde se encontró con un fortísimo elemento criollo. El folclore argentino es santo y seña de una hispanidad latente. La misma forma de hablar de las provincias tiene muchos ecos de arcaísmos castellanos y de tonadas del sur de España. No tiene la tonada italianizada en absoluto. Asimismo, si se piensa en el tango como una creación europea, se yerra. El tango como tal es una música de negros de Cuba, que llega a la Argentina y a Andalucía a través de La Habana y con diferentes mezclas adopta las formas actuales. En Andalucía entra en el repertorio flamenco, en Argentina se añaden bandoneones y coreografías distintas, pero la matriz rítmica es una matriz de negros acriollados, por así decirlo (2). De hecho “tango” lleva la desinencia africana “ngo” que se repite en otros vocablos musicales como “fandango” y “milonga”. Otras palabras de nuestro acervo musical también se delatan así: Zambomba, zarabanda, cumbé… No porque sean productos directamente importados del África, sino porque, antes de hacerse criollos con una rítmica propia y característica de africanos aculturados, también se habían andaluzado. Si América no se entiende sin España, concretando más, menos aún se entiende sin lo andaluz y lo canario. Por eso, también las músicas del sur ibérico y de las islas afortunadas están tan acriolladas; factor que hoy, por fin, empieza a ser reconocido y reivindicado en contra de los tópicos que buscaban vanos exotismos. (3) No sólo España influenció: España también se influenció.


En efecto, el italiano, en el ámbito porteño, ha dejado mucha influencia. En la tonada, sí. En la lengua propiamente dicha, más en la jerga o lunfardo que en el lenguaje normal, porque en verdad los italianos estaban más preocupados por aprender español que otra cosa, y la lengua nacida en la Toscana no ha pervivido. De hecho, todavía no he encontrado un argentino que pronuncie bien el italiano, y el último caso que he visto es el Papa Francisco. Y bueno, el italiano se ha mezclado bastante. ¿Cuántos argentinos no son nietos de italiano y española y viceversa? Damas y caballeros, España recibió mucha inmigración irlandesa desde el siglo XVII a principios del XIX, contando éstos con gran influencia en el ejército y la política, y no cambiaron la cultura ni los fenotipos. Por eso, amén de que es imposible el “italianismo”, menos lo es el “prusianismo” de ciertos chilenos. Porque amén de la colonia alemana, la base étnica chilena está en la mezcla de lo español (concretamente, una gran influencia extremeña y vasca, amén de que su forma de hablar es muy andaluzada) y lo indio. Guste más o guste menos, la realidad es que un chileno es más parecido a un peruano y un argentino a un paraguayo que a cualquier europeo, máxime a los ojos de los propios europeos con los que dicen identificarse tanto. Mismamente en Sudamérica, posiblemente un correntino tiene más en común con Asunción que con Buenos Aires, un mendocino, con Chile que con Argentina, o un guayaquileño antiguamente tenía más vinculación con Lima que con Quito, y así un larguísimo etcétera. Claro que todo esto fue antes de las divisiones republicanas, y a día de hoy, con una obtusa mentalidad de nación-estado, cuesta ver. Pero más tarde o más temprano, la realidad se hace evidente. Los Estados Unidos, por más variopinta mezcla que tengan, no han perdido su carácter anglosajón. No obstante, con el fetichismo nórdico de tirios y troyanos, parece que esto se antoja más comprensible y deseable… E incluso desde España, que desde todos los frentes se empeña en propagar y hasta financiar el antihispanismo.

Es cierto que en Argentina sí se cambiaron las cosas ante un país despoblado, pero es que por matemática básica: Contando con el factor criollo y contando con que la segunda colonia más numerosa de inmigrantes fue la española, lo italiano no es predominante. Además, es muy curioso que en Hispanoamérica resalten un ascendiente italiano como si eso fuera totalmente diferencial de lo español. Será la teoría del teléfono malogrado, o será el atrevimiento de la ignorancia, pero es que resulta que amén de seis siglos de dominación romana de Hispania, luego más de la mitad de Italia perteneció durante cinco siglos a la Corona de Aragón. Asimismo, hubo consulados genoveses en Sevilla y Cádiz, así como hubo multitud de españoles repartidos por la península italiana y Sicilia. Hispanos e itálicos nos hemos estado mezclando durante once siglos, y hasta el siglo XIX hubo napolitanos sirviendo en la armada española. De hecho, decir que en el siglo XVII, por ejemplo, un napolitano o un siciliano eran “italianos” es en verdad un anacronismo, porque amén de su geografía, eran súbditos de la Corona de Aragón, y por tanto, formaban parte de las Españas.

Con todo, a un italiano le es más fácil adaptarse a España que a cualquier país hispanoamericano. No parece que los italianos pretendan ser la madre patria de la Argentina, más bien le cae mal eso. Vayan y pregunten si no me creen. Aunque mucho me temo que el entendimiento no será fácil, ya que aunque cada vez hay más italianos que aprenden nuestra lengua, todavía no son tantos.

 Y en todo caso, el “italianismo” no es aplicable a las provincias, reiteramos, o sea, algo más de la mitad del país, cuyas costumbres parecen más españolas que en la propia España, tal y como pasaba hasta no hace mucho en las familias criollas del Perú o de tantos otros pagos hispanoamericanos.

Y ahora tenemos otro factor: De nuevo vuelve la emigración española a Hispanoamérica, y Argentina no es una excepción, sino que al contrario, al tener muchos españoles lazos de sangre, allá recurren. Al igual que en su día hizo José de San Martín, que si bien nacido en Yapeyú, hizo toda su vida en España, sirvió veintidós años en su ejército, y hasta para volverse contra su patria y su rey, y para dividir y separar a un Perú que tenía un nivel de vida y una estabilidad política como no se conocía en Europa,  lo hizo en camaradería con el virrey La Serna, que al igual que él, era un liberal español. Por eso San Martín le dijo: “Los liberales del mundo somos hermanos en todas partes y queremos preparar en este hemisferio un asilo seguro para nuestros compañeros de creencias”. (4) Y es que por desgracia, el no querer nada de España es algo muy español, así que si en eso algunos creen distinguirse, hacen todo lo contrario. Y los que quieran seguir su odio a España con chistes de gallegos (5), han de saber que se basan en algo completamente falso, pues si algo caracteriza al gallego es su astucia y capacidad de trabajo y adaptación. A vueltas con teléfonos malogrados…

Así las cosas, aclaro que nada tengo contra los italianos. Son nuestros primos hermanos en Europa y de encontrarnos en un país nórdico parecemos compatriotas. Cuando estuve en Roma, la ciudad más maravillosa del mundo, condensación de la civilización y centro absoluto de la Cristiandad, me sentí en casa, y nunca me he sentido extraño entre mis amigos italianos. Lo que quiero decir es que estoy en contra de la impostura hispanófoba, así como bramo contra la burda manera en que España trata a sus hijos. Eso tiene más culpa del “italianismo” que otras cosas, todo hay que decirlo. No obstante, mis queridos amigos y hermanos en la Hispanidad, reconozcan su criollaje, el barco ya se fue. La Hispanidad es espíritu, como decía el español Ramiro de Maeztu, refrendado por el portugués António Sardinha y por el peruano Rafael Cubas Vinatea, entre otros, y en la Argentina, como en buena parte de Hispanoamérica, amén del espíritu queda mucha sangre y cultura, lo cual empieza en el idioma y sigue su recorrido por otros muchos ámbitos. No hay determinismo étnico que valga como separación absoluta forjadora de nacionalismos excluyentes, siempre divisores. Hispania fue una obra de Roma y América fue una obra de España, en ambos casos, se produjo interacción y adaptación, como mandan los cánones de la civilización grecolatina. Entendiendo esto, entenderemos la identidad de una comunión de pueblos diversos destinados a forjar una gran patria, la patria que ya fue y la patria que puede y debe ser.








(1) Véase: El Pensamiento de Sarmiento, de Martín Maglio - FMM Educación



(2) Tema ampliamente estudiado y contrastado por los hermanos Hurtado Torres en su excelente libro La llave de la música flamenca, de Signatura Ediciones.



(3) Algo que un servidor ha reivindicado en una conferencia dictada en el Centro Español del Perú: “La influencia hispanoamericana en el flamenco”. El contenido está disponible en Conferencia: "La herencia hispanoamericana en el flamenco".



(4) Sobre este particular, véanse:

San Martín y la extraña toma de Lima | Fénix News






Entrevista en la Hacienda de Punchauca - bloqueo de lima en la ...





RAIGAMBRE: PANCORVO, EL PERÚ Y LA HISPANIDAD





(5)Véase: De tópicos y gallegos - Dignidad Digital | Diario Digital Católico ...

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