Por Manuel Fernández Espinosa
El andalucismo, fundado por Blas Infante, ha conocido a lo largo de su curso histórico diversas plasmaciones políticas. Pasa por ser un nacionalismo periférico de los más pacifistas y políticamente correctos, pero desde sus primeros pasos incuba en su seno gérmenes pro-islamistas harto inquietantes.
EL ANDALUCISMO.
El independentista catalán Ángel Colom venía a decir hace unos años que el andalucismo contemporáneo podía reconocerse como “un nacionalismo emergente”.
El andalucismo, en su versión nacionalista, es como no podía ser menos, una “…doctrina que exige e impone la absoluta y total homogeneidad cultural y consagra como uno de sus elementos definitorios la necesidad de que cada nación se dote de un Estado independiente”, tal como lo definió Aleix Vidal-Quadras. Si el andalucismo no reviste en la actualidad señales palpables de una vocación totalitaria es por hallarse a la fecha de hoy impotente para ello, pero no por falta de aspiraciones. Y así cabe interpretar la posición del Partido Andalucista que abandonó el proyecto del flamante Estatuto de Autonomía para Andalucía, aprobado recientemente por el PSOE y el PP, por entender como demasiado floja la fórmula de “realidad nacional” que en el texto admitió el PP.
Andalucía, ¿nación? Andalucía, ¿realidad nacional? El estado febril de nuestros nacionalistas puede conducirnos a todos no a una nación ni a una realidad nacional, sino más bien a una “surrealidad nacional” que es en la que estamos sumidos.
BREVE HISTORIA DEL NACIONALISMO ANDALUZ.
El andalucismo histórico no deja de ser un fenómeno político que, tal y como otros nacionalismos centrífugos de la periferia peninsular, se manifiesta en la historia reciente de España. Pero hablar de andalucismo es hablar de Blas Infante.
BLAS INFANTE, UN CRIPTOMUSULMÁN.
Blas Infante nació el 5 de julio de 1885 en Casares, provincia de Málaga, y muy posiblemente, siguiendo a sus hagiógrafos, tenía en las venas sangre morisca. Desde 1896 a 1900 fue alumno interno de los Escolapios de Archidona, abandonando sus estudios a los 15 años para trabajar de auxiliar en el juzgado de Casares. Hasta 1904 no reanudaría sus estudios en Granada, cursando Derecho y, como era la costumbre, Filosofía y Letras. Es en Granada donde toma contacto primero con los círculos intelectuales que están reanimando el estudio de Al-Andalus. Con 24 años es notario, ejerciendo en Cantillana. La conferencia de Mario Méndez Bejarano en el Ateneo de Sevilla que giraba alrededor de los residuos del federalismo decimonónico parece inspirar al que luego será alabado como padre de una presunta Patria Andaluza. Asiste en 1913 al Congreso Internacional Georgista que tiene lugar en Ronda. En 1917 cae en sus manos un “Proyecto de Constitución o Pacto Federal para los Cantones Andaluces…”, que data de 1883, un proyecto que en sus delirios nacionalistas interpretará como “Constitución de Antequera”. En Ronda, allá por 1918, el andalucismo hace acto de presencia, primero como regionalismo, pero después se transmuta en nacionalismo rampante cuando toca la hora de la Asamblea de Córdoba (1919), en la que se desenmascara como nacionalismo. A medida que envejece el Notario de Cantillana (a no confundir con el Barquero de Cantillana, el bandolero Curro Jiménez), sus posturas se radicalizan llegando a coquetear incluso con el anarquismo.
Se casa y se traslada a Sevilla, en donde funda la Editorial y biblioteca “AVANTE”. La dictadura de Primo de Rivera paraliza la actividad política del andalucismo (“Dale la espalda a la tormenta”, habían dicho como consigna en el PNV por aquellas calendas) y Blas Infante permuta su notaría de Cantillana por otra de Isla Cristina, instalándose en Huelva a finales de 1923.
En 1924 viaja a Marruecos y confraterniza con las cabilas rifeñas, las mismas que han asesinado brutalmente a miles de soldaditos españoles. Su viaje a Marruecos lo entiende como una peregrinación a Agmat, en donde visita la tumba de Al Motamid, rindiendo homenaje a ese último rey andalusí de Sevilla. Su interés por el Islam es cada vez más declarado y empieza a estudiar árabe. En 1928 viajará al Algarbe portugués para asistir a un homenaje que se le tributa a su admirado Al Mutamid. Al-Motamid dará título también a uno de sus libelos publicado en su propia imprenta. También dedicará un drama épico a Almanzor, uno de los modelos de intolerantismo más memorable de la historia, el mismo Almanzor que asesinaba españoles aterrorizando el norte cristiano con sus operaciones expansionistas parece ser una figura inspiradora de la demencia nacionalista infantesina.
Terminada la dictadura primorriverista se traslada Infante a Coria del Río, tras la proclamación de la II República, y no tarda en constituir las Juntas Liberalistas de Andalucía. Serán las mismas Juntas Liberalistas de Andalucía de Blas Infante las que en 1931 inicien una campaña a favor de construir una mezquita en Sevilla, captando fondos para levantarla. En el año 2006 el proyecto de la mezquita de Sevilla es toda una realidad que como vemos tiene sus precedentes en este musulmán clandestino.
Cuando estalla la guerra permanece en su casa de Coria del Río. El 2 de agosto de 1936 es detenido y confinado en la calle Trajano de Sevilla. 48 horas después se le lleva a una prisión provisional y la noche del 10 de agosto es conducido al km. 4 de la carretera de Carmona, donde es fusilado. Sus hagiógrafos dicen que no obraban cargos contra él, pero a la luz de su biografía podemos deducir que Blas Infante era, sin género de dudas, reo de alta traición a España.
LOS SÍMBOLOS DEL NACIONALISMO ANDALUZ.
Desde el momento y hora en que Blas Infante y sus secuaces ponen en marcha este despropósito del andalucismo, se pusieron a buscar los símbolos de esa “nación” que ellos concibieron. Para el escudo escogieron un Hércules figurado, dominando dos leones, enmarcado entre dos columnas que pueden ser tanto las míticas columnas de Hércules como las masónicas de Jakim y Boaz. Hércules, el héroe mítico, doma el león de Europa y el león de África. En el caso de la bandera, el simbolismo es todo un manifiesto programático.
Parece ser que la tonada del himno de Andalucía se basa en una idea musical de Blas Infante que fue trasladada al pentagrama por el maestro Castillo. Este himno se estrenó en un concierto ofrecido por la Banda Municipal de Sevilla el viernes 10 de julio de 1936. Su letra la compuso el mismo Blas Infante.
La bandera de Andalucía es, como todo el mundo sabe, la formada por tres franjas horizontales de igual anchura, color verde-blanco-verde. Fue aprobada en la Asamblea andalucista de Ronda en 1918 y una vez aprobado el Estatuto de Autonomía en plena transición democrática esta bandera, al igual que los otros símbolos (el escudo y el himno), fueron adoptados como insignias con las que se pretende que los andaluces nos identifiquemos.
En cuanto a los colores de la bandera andaluza hay que decir que el estandarte verde ha sido tradicionalmente el estandarte de Mahoma. Allá por el siglo VIII este color era la bandera de la dinastía Omeya. La franja blanca se atribuye a los almohades que en 1146 invadieron la península y pusieron a todos los desavenidos reinos moros de Andalucía bajo su férula. En 1198 esa bandera ondeaba en la Giralda de Sevilla, celebrando el descalabro de nuestras tropas en la batalla de Alarcos. En los manuales de Historia que los niños andaluces manejan se dice que la bandera expresa un mensaje: “Llamada al parlamento”. Y un andalucista, Manuel Ruíz Romero, piensa que la bandera es “en cualquier caso ’símbolo de esperanza y paz’”; no sabemos a qué esperanza se puede referir como no sea a la de no ser invadidos y, de todas formas, atribuyéndosele a los almohades el color blanco, la paz que pudiera simbolizar sería una espada vigilada por alfanjes.
En 1930 esta infame bandera que recobraba los colores del enemigo secular había sido izada en la Casa de Andalucía, sita en la calle Alcalá de Madrid. Los españoles de la época, ingenuos intérpretes del fenómeno del andalucismo que confundían con un regionalismo inocuo, propusieron una reforma para esta enseña. Así D. Alfredo Ramírez Tomé pedía un color más para la bandera de Andalucía, el color azul; y D. Alfredo Cazabán Laguna pedía que se incluyera en ella: “En la parte superior del paño simbólico y en un ángulo de él, dos pequeñas franjas… Una franja amarilla y roja otra: los colores de la Bandera Española, que pone Andalucía sobre los colores de la Bandera Regional. De ese modo, llevará la enseña de la patria chica, el homenaje de la Patria grande.” Pero los nacionalistas andaluces, nada quisieron saber de la “Patria grande”, por lo que estas sugerencias cayeron en saco roto y actualmente los andaluces más incautos se identifican con un trapo moro que cifra en sus colores los ochocientos años de ignominia que duró la ocupación sarracena.
LA C.E.H.A: TENTÁCULO CULTURAL DEL PARTIDO ANDALUCISTA.
El X Congreso sobre Andalucismo Histórico, celebrado en octubre del año 2001, puso en evidencia para los andalucistas, en palabras del vicepresidente de la Fundación Blas Infante, que: “…la educación es el principal fin para mejorar el estado de la región”. No sin expresar que: “Uno de los grandes males de Andalucía para los baluartes de la causa de Infante es la falta de vertebración de la región.”
En efecto, lo que los andalucistas consideran defecto de vertebración regional, amén de los atávicos enfrentamientos provincianos (el “antisevillanismo” manifiesto que alimentan algunas provincias como Cádiz o Granada) es uno de los brotes más hostiles a cualquier idea de Andalucía como nación, lo que ha supuesto siempre un lastre para el andalucismo militante que ha chocado también con el escepticismo de la población andaluza, tan realista y sabia, como escribía D. José Ortega y Gasset, que poco o nada se interesa por las historias de Califatos esplendorosos y cuentos de María Castaña. Conscientes de este hiato entre las presuntas elites culturales andalucistas y el pueblo andaluz, irredento de su analfabetismo, el mismo X Congreso sobre Andalucismo Histórico del 2001 reclamaba la “educación” como medio, pero no vayamos a creer que lo hacían por altruísmo filantrópico: lo que esperan los andalucistas es decidir la política educativa, sobre todo en lo concerniente a la historia de Andalucía, para servirle a las futuras generaciones el delirante sueño de ese Al-Andalus que soñaba Blas Infante.
También se expresó en el mismo encuentro la necesidad de “una reorganización del territorio para llegar a un modelo comarcal y no provincial”. Este modelo que proponen ellos sería tanto más óptimo para alzar las columnas del andalucismo allí donde todavía no han podido erigirse debido a las particularidades que hemos comentado.
Pero con antelación a este importante Congreso, había sido resucitada una antigua asociación cultural que fue, y es, el verdadero y discreto motor de toda la actividad política del Partido Andalucista: el Centro de Estudios Históricos de Andalucía, la C.E.H.A.
Su historia es un tanto más vieja. Fundado por D. Alfonso Lasso de la Vega y Jiménez Placer en el Alcázar de Sevilla en 1932, la C.E.H.A. congregó a un grupo de profesionales y técnicos multidisciplinares con la finalidad de pensar el “ser andaluz” (?), estudiar la historia de Andalucía y, a la vez, difundir sus resultados entre los sectores más amplios de la población para de esta forma ir creando una conciencia nacional de la que carecemos los naturales de Andalucía.
La C.E.H.A. ha sido refundada nuevamente en las últimas décadas, y ha reanudado con vigor la misma labor metapolítica para divulgar una historia sesgada de Andalucía, relegando al ominoso olvido la herencia cristiana (tildada por los más conspicuos andalucistas con el mote peyorativo de “mesetaria”), y teniendo como objetivo explícito despertar el sentimiento nacionalista, que se basaba en los tres momentos que Blas Infante visionó como ápices de la historia andaluza, o sea las tres etapas en las que, según el padre del nacionalismo andaluz, Andalucía fue “nación independiente”: la Tartessos prerromana, la Bética senatorial y el Al-Andalus musulmán.
El resto de la historia andaluza: la presencia céltica verificada en muchos yacimientos y en la toponimia; los inicios del cristianismo; la obra compiladora de San Isidoro de Sevilla; el testimonio de San Eulogio o el ejemplo de virtud heroica de los Mártires de Córdoba que se inmolaban a la mayor gloria de Dios en una Córdoba musulmana que era todo antes que un oasis de tolerancia; las gestas de la Reconquista con Fernando III de Castilla, el Santo; el esplendor de la Sevilla que veía llegar por el Guadalquivir las riquezas del Nuevo Mundo contenidas en los galeones que escapaban a la piratería europea, el florecimiento de las Artes y las Letras en la Sevilla barroca, etcétera… no es para la C.E.H.A. otra cosa que la historia, amarga y vergonzosa para ellos, de la Andalucía que ellos quieren borrar de la memoria colectiva, la Andalucía que hubieran querido que nunca jamás hubiese sido en la Historia. La Andalucía genuina, la española, la europea.
Según los sectarios de Blas Infante la hegemonía de los visigodos “trinitarios”, como ellos nos denominan a los católicos, y el “imperialismo asimilacionista” de las dinastías de los Austria y los Borbones no son Historia que merezca contemplarse. Así piensan los talentos de la C.E.H.A.
EL ANDALUCISMO OCULTO: LOS COLABORACIONISTAS DEL ISLAM.
Blas Infante Pérez había escrito: “Yo, criado entre jornaleros e hijo de un pueblo jornalero por excelencia morisco o andaluz, había vivido la tragedia de la Andalucía secularmente martirizada, de un pueblo que soportaba con musulmana resignación y aristrócrata mansedumbre”. Lo que quiere decir que para Infante los andaluces somos “moriscos”; ¿qué haremos los andaluces que no lo somos? Pero la verdad era muy distinta, Blas Infante era hijo de acomodados labradores, estudió y no tuvo especiales problemas económicos, pudiéndose dedicar a fantasear con un Al-Andalus idílico. Tampoco nos tomaremos la molestia de averiguarle el árbol genealógico al malogrado ideólogo malagueño, pero, aunque sus antepasados fuesen cristianos viejos, lo cierto es que a lo largo de su vida intelectual fue decantándose cada vez más por el Islam hasta el punto de profesar encubiertamente la religión musulmana.
Muy pronto el mítico Tartessos y la clásica Bética de los senadores romanos serían olvidados por Blas Infante. El fundador del nacionalismo radicalizaba su postura nacionalista a medida que se fue concentrando en el estudio de Al-Andalus. “La comprensión de esta etapa marginada -escribe Manuel Ruiz Romero, secretario de la C.E.H.A.- será vía obligada en la recuperación de la conciencia del pueblo para el andaluz [léase Blas Infante].”
Blas Infante cultivaría, desde el descubrimiento de Al-Andalus, una febril devoción por todo lo musulmán que lo llevaría a declarar públicamente su cripto-mahometanismo: “Nosotros no podemos, no queremos, no llegaremos a ser jamás europeos. Externamente en el vestido o en ciertas costumbres ecuménicamente impuestas con inexorable rigor hemos venido pareciendo aquello que nuestros dominadores exigieron de nosotros. Pero jamás hemos dejado de ser lo que somos de verdad: esto es andaluces, euro-africanos, euro-orientales, hombres universalistas, síntesis armónicas de hombres.”
Para Infante: “Los moros andaluces (!) viven en el destierro desde hace cuatro siglos”.
La página islamista de Internet a la que hemos aludido más arriba reclama la publicación de las obras completas de Blas Infante que comprenden, según esta fuente, en este caso fidedigna, casi tres mil manuscritos y catorce obras literarias. Los mismos “musulmanes andaluces” se preguntan: “¿Por qué tanto secreto?”.
Es una de las pocas cosas en las que estamos plenamente de acuerdo con este grupúsculo formado por andaluces apóstatas y recién conversos al islam.
Nosotros también quisiéramos disponer de la obra completa de Blas Infante, siquiera para descubrir las memeces y payasadas de este visionario que a título póstumo todavía pasa por ser un hombre de buenas intenciones, cuando no era otra cosa que un renegado, y si todavía alguien nos lo cuestiona, leamos estas elocuentes palabras del “Sabino Arana” andalusí: “El rencor europeo o de animalidad europea que se ofreció a la historia con el nombre de fervor católico se ensañó contra esta cultura superior de Al-Andalus, no sólo por odio al nombre musulmán que la designaba sino por el temor de que su fuerza cautivante de las almas descubriese la verdadera naturaleza de la inspiración animal que rigió la conquista”. Al parecer, para Blas Infante no cuenta la barbarie islámica que inmoló a innumerables mártires de Cristo bajo las cimitarras y bajo suplicios horrorosos. Eso no cuenta para el amigo de Almanzor.
En efecto, nos preguntamos: Cuando la comunidad autónoma de Andalucía ha reconocido a Blas Infante como Padre de la Patria Andaluza, cuando como bandera andaluza flamea en los ayuntamientos democráticos de toda Andalucía el trapo blanquiverde que Blas Infante pergeñó, cuando los políticos del PSOE y del PP cantan al alimón los versos del Himno que Blas Infante compuso, cuando se les obliga a los niños andaluces a celebrar el día de Andalucía con dibujitos que nos pintan lo bondadosísimo y estupendísimo que era este musulmán encubierto… ¿Por qué no se han divulgado las obras completas del devoto de la cimitarra de Almanzor?
Con los “musulmanes andaluces” -parece mentira que estemos de acuerdo en algo con ellos- nos hacemos esta pregunta: ¿Por qué tanto secreto?.
OTRO NACIONALISMO NACIDO EN LAS SACRISTÍAS DESVIADAS.
Los textos secretos de Blas Infante están por publicarse. Hasta la presente, el custodio de los manuscritos -que a juzgar por testigos oculares, entrañan no poca dificultad de descifrar, dada la pésima caligafía de Infante, es el Padre Enrique Iniesta Coullaut-Valera, un personaje que merece un parágrafo.
Nacido en Madrid en 1930, aunque de orígenes sevillanos (su familia era oriunda de Marchena), el padre escolapio Iniesta es una autoridad en materia infantesina. Biógrafo de Blas Infante, investigador de la obra del ‘profeta’ por el cual parece haber abandonado el interés que por su estado eclesiástico debiera sentir por la evangelización, Iniesta es un andalucista militante que actúa como gurú del andalucismo, casi sagrado oráculo de la C.E.H.A., de la que es vicepresidente del C.E.H.A., así como director de la Biblioteca de Temas Andaluces. También cuida de la exposición permantente “Blas Infante. Vida y Obra” que la Fundación Andalucía mantiene en el Colegio Escolapio de Granada.
Es uno de los muchos sacerdotes católicos de origen, lo sentimos por él, muy poco andalusí que ha desarrollado una labor entusiástica por recuperar y divulgar la obra de Blas Infante. Entre estos sacerdotes y religiosos destacan el televisivo y popular José María Javierre (nacido en Lanaja, provincia de Huesca, en 1924), Diamantino García Acosta (nacido en Ituero de Azaba, provincia de Salamanca, en el año 1943), o los jesuitas Pope Godoy (sic) y García Mauriño, todos ellos desarrollaron su tarea metapolítica al servicio de la causa andalucista en tiempos de la Transición.
Desde sus inicios, el andalucismo estuvo inspirado por católicos como el teólogo sevillano José María González Ruiz (nacido en 1916). Curioso, una vez que desplegamos el fenómeno andalucista y descubrimos su islamismo oculto. Aunque no nos parecerá extraño cuando encontramos un nexo común entre casi todos ellos: sus simpatías por la Teología de la Liberación. Recordemos, aunque parezca salirnos del asunto, que el marxista Roger Garaudy, convertido después al Islam, fue uno de los iniciadores del diálogo Iglesia Católica-Marxismo en connivencia con Helder Cámara, a ambos podemos reputarlos como padres de la Teología de la Liberación. Roger Garaudy, instalado en la Torre de la Calahorra de Córdoba, desde la que atalaya el mundo occidental, capitalista y cristiano de sus odios, está también al frente del Instituto de las Tres Culturas, siendo uno de los más celebérrimos musulmanes europeos. Quisiéramos hacer notar los eslabones de esta cadena: marxismo-teología de la liberación-andalucismo-islam. Sorprendente.
No obstante, volvamos a nuestros curas andalucistas. El factótum de la “inteligentsia” andalucista es, sin duda alguna, el escolapio P. Iniesta. Él mismo nos confiesa sabrosas anécdotas a la luz de la cuales nos extraña muy mucho que todavía pueda seguir cantando Misa. Sería interesante que la Sagrada Congregación de la Fe examinase el conjunto de su obra “intelectual” al servicio de causas muy ajenas a la Iglesia Católica y al mensaje salvífico de Jesucristo.
Vamos a contar un episodio de su vida que para nosotros es suficiente. No creemos que se pueda incomodar el escolapio, pues lo contó con todo desparpajo y sin sonrojo alguno él mismo, en un acto público, concretamente en una conferencia pronunciada ante un auditorio de nacionalistas catalanes. La conferencia se titulaba: “Blas Infante y Cataluña”.
En los años cincuenta -cuenta el P. Iniesta- se encontraba el sacerdote en la Colegiata del Real Sitio de la Granja, donde reposan los restos mortales de Felipe V de Borbón e Isabel de Farnesio, su esposa. Se le brindó la ocasión de acceder a la cripta mortuoria del monarca difunto, y junto con él también penetró en la cámara mortuoria el escolapio Ramón Castelltort. Ambos correligionarios pudieron contemplar lo que quedaba del primer monarca borbónico. Ramon Castelltort se comportó ante el cadáver de Felipe V, en honor de este poeta escolapio hay que decirlo, muy respetuoso a pesar de ser catalanista y no profesar simpatías por el rey centralista. Pero veamos lo que le pasó por la cabeza al P. Iniesta: “Y entonces, la tentación de un diablo humorista, me picó inesperadamente: di un leve codazo a Castelltort y canturreé mirando al regio cuerpo presente: ‘Bon cop de falç, bon cop de falç, defensors de la terra’”. Estos versos de Els Segadors, himno de Cataluña: “¡Buen golpe de hoz, buen golpe de hoz, defensores de la tierra!” no son que digamos una piadosa jaculatoria ante los restos mortales de un cristiano. El escolapio sucumbió a la tentación del demonio humorístico que, como no podía ser menos también se reveló como el demonio más macabro. Se trata, como por desgracia no podemos disimularlo, de algo muy parecido a una profanación. Y es que, por mucho que les pese a los nacionalistas, Felipe V de Borbón era un cristiano. La actitud del P. Iniesta, no sabe cuánto lo lamentamos, es asaz irreverente y sacrílega y muy poco edificante.
Acto seguido, en la misma conferencia, el sacerdote escolapio del que tratamos, declara adoptar el papel de una especie de mediúm espiritista, realizando una “ceremonia de evocación” [palabras suyas] por la que invoca a los espíritus de los padres de las patrias catalana y andaluza. Es lo que ocurre cuando ciertos clerizontes con la cabeza a pájaros se apasionan por la ideología nacionalista y dejan a un lado su apostolado y su misión ministerial.
Resulta curioso que Blas Infante, el Padre de la Patria Andaluza, que llegó a profesar tanto odio al cristianismo por haber acabado con Al-Andalus y haber desterrado a los “moros andaluces” al Magreb, se educara en un colegio de los Escolapios, concretamente en el de Archidona.
La vida suele gastar estas bromas a los aprendices de brujo. Antes de ser el “profeta” del andalucismo, reinventando el pueblo ‘andalusí’ de sus andanzas e indigestiones intelectuales, Blas Infante no fue otra cosa que un niño de familia bien que podía permitirse el lujo de estudiar en una escuela dirigida por los Padres Escolapios. No parece que aprendiera mucha vida piadosa en este centro educativo y, no obstante, haremos bien en pensar que en los tiempos colegiales de Blas Infante, los escolapios estarían mejor formados espiritualmente que el P. Iniesta. De todas formas, lo que es de temer son las promociones de jóvenes del colegio escolapio de Granada que han sido (de-)formadas por sectarios del andalucismo como el mismo P. Iniesta, que muestran una vida de piedad que tanto deja que desear y a los que no les falta su ramalazo de espiritistas.
EL ANDALUCISMO PUDO PASAR A LA LUCHA TERRORISTA.
No nos lo inventamos. Nos lo cuenta un iniciado, un miembro histórico del Partido Andalucista que hoy forma parte de los cuadros de mando de la C.E.H.A.: se trata de D. Manuel Medina Casado, y lo narra en su ponencia intitulada “Una visión de la transición andaluza a la autonomía, (1976-1984)”, publicada por la Cámara de Comercio e Industria de la Provincia de Jaén en el cuaderno titulado TRANSICIÓN Y AUTONOMÍA DE ANDALUCÍA, año de edición 1999. La cita es prolija, pero creemos que merece la pena ser trasladada íntegramente.
“En los meses inmediatamente anteriores al 28 F [día que ha pasado a ser el "aberri eguna" andaluz], y también tras esa memorable fecha, el ambiente político estaban (sic) muy caldeado en ciertos círculos andaluces cercanos al nacionalismo andaluz, por lo que políticamente se había considerado una vejación, a saber: lo insólito del referendum y la postura del gobierno central y su partido la UCD. No hay más que echar una ojeada a los diarios y percatarse incluso del brote de ciertas posturas terroristas. No es deseo de este ponente entrar en citas detalladas, deseo sólo ofrecer “una visión general” y escribir sobre algún tema que otro, que se han obviado hasta el presente.
Al escribir sobre tema tan espinoso como es la violencia daré sólo tres datos:
a) Jóvenes y no tan jóvenes de alguna provincia andaluza pidieron entrenarse en algún país del norte de África, con el deseo de “aprender tácticas” terroristas, al modo que lo estaban haciendo los etarras en el sur de Francia, que luego aplicarían en Andalucía. (El dato lo guardo en mi memoria y es de primera mano. No deseo hacer más precisiones por el momento).
b) Así se leía en el título de una noticia en un periódico “Nueve militantes del FAL (Frente Andaluz de Liberación) pasan al juzgado hoy, detenidos anteanoche por asociación ilegal en Sevilla” (Correo de Andalucía de 16 de febrero de 1980). El presidente y fundador del FAL fue Antonio María Medina Molera. Personaje interesante de la Transición andaluza.
c) “Los Grupos Armados 28 de Febrero reivindican un atraco realizado en Córdoba”. Titular de “El País” de 14 de marzo de 1980."
Hasta aquí el autor andalucista.
Como podemos comprobar por testimonios personales que nos merecen todo crédito, dado que han sido emitidos desde el propio seno del Partido Andalucista, el andalucismo radical ensayaba en la década de los 80 del siglo XX líneas extremistas de acción armada. Los protagonistas de aquellas batallitas que, a Dios gracias, no llegaron a acarrear desgracias mayores son hogaño honestos padres de familia. Pero, ¿quién pone la mano en el fuego por lo que adeptos del andalucismo musulmán y panislamista puedan perpetrar en el futuro?
A fecha de hoy conocemos a muchos andalucistas que no tienen ni la más remota idea de los orígenes ocultos del andalucismo de Blas Infante. Ingenuos e incautos andaluces -y no andaluces, pero residentes en Andalucía- dan su voto al Partido Andalucista, por entender que esta formación nacionalista poco o nada tiene que ver con otros nacionalismos más furibundos y abiertamente separatistas. Los andalucistas se aúpan en los ayuntamientos andaluces, rebañando de los presupuestos de cultura de aquí y allá para subvencionar su labor metapolítica: configurar los temas de historia de Andalucía, previamente distorsionados y sesgados convenientemente, sería uno de los sueños que acarician. De esa forma podrían penetrar en la conciencia de un pueblo que hasta hoy apenas los escucha para preparar otra bomba de relojería, otro foco de separatismo.
La mayoría de los andaluces no saben a ciencia cierta quién es Blas Infante, prueba de ello es que muchos andaluces todavía confunden al notario Blas Infante con otro notario, D. Blas Piñar. Pero, lejos de constituir una moda efímera, el andalucismo echa raíces y acapara posiciones aventajadas en las administraciones públicas de la autonomía de la España meridional: sus votos son decisivos en los ayuntamientos presididos por el PSOE o el PP que no tienen ningún reparo en pactar con ellos. (¿Saben acaso nuestros socialistas y populares centrípetos lo que se cuece en los pucheros andalucistas?).
Pocos son los que les prestan atención a los andalucistas en la misma Andalucía. Nadie les concede la menor atención en España. Hemos conocido algunos andalucistas que entienden su arabismo ‘andalusí’ como una mímesis meramente estética, pero otros muchos -más consecuentes y peligrosos- han dado el paso convirtiéndose al Islam. Unos y otros no cesan en divulgar su mensaje: Andalucía alcanzó su máximo apogeo en el Califato de Cordoba, hay que reconquistar Andalucía para el Islam. Una amenaza que cada día toma proporciones más reales.
Después del 11-S ha sonado la trompeta de lo que puede ser la guerra del siglo XXI, la que enfrentará a los musulmanes fundamentalistas del planeta, con Ben Laden a la cabeza, contra el mundo libre, en una de las mayores amenazas de la Historia.
España ocupa un lugar geoestratégico incuestionable. Andalucía se encuentra más vulnerable todavía. Ellos, las cabezas pensantes del andalucismo oculto que encubre las maniobras de la quintacolumna pro-islámica; ellos, los tontos útiles que un día se encandilaron con el señuelo del mítico pasado, supuestamente espléndido; ellos, los andalucistas, son los candidatos para hacer de Andalucía la cabeza de puente que conecte el África islámica y beligerante con la Europa secularizada, decadente y pacifista. Pero para nosotros, descendientes de los godos, Andalucía será parte indisociable de España o no será más que una “surrealidad nacional”.
Manuel Fernández Espinosa
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