RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

domingo, 15 de diciembre de 2013

LA CENSURA DEMOCRÁTICA



Luis Gómez

Decía el poeta, ensayista y anarquista peruano Manuel González Prada: “Cuando faltan garantías para censurar a las autoridades, cuando en las graves cuestiones políticas, religiosas y sociales no se puede emitir libremente las ideas, los hombres enmudecen o consagran toda su fuerza intelectual a discusiones insípidas, rastreras y ridículas”. Y por desgracia esto es así en la actualidad. Estamos literalmente atiborrados de información, no podemos humanamente digerir todos y cada uno de los acontecimientos que suceden en el mundo, pues ahora, lo importante ya no es lo local, lo cercano, lo “humano” sino lo global, lo internacional. Podemos ver como un vecino, un conocido, o alguien de nuestro entrono padece una injusticia, y comprobamos como sus gritos y su dolor son silenciados por la prensa plural y democrática. A cambio, para satisfacer la curiosidad y el morbo de sus adoctrinados, nos bombardean con imágenes de catástrofes y de hambrunas ocurridas a miles de kilómetros de distancia. Terribles todas ellas, pero en las que poco o casi nada puede hacer el lector por evitarlas o paliarlas, salvo rezar, y eso, sólo si lo haces en privado, pues en público serías también serías censurado.
Mientras tanto, se silencia el problema del vecino paredaño.  Gracias a las redes de información de masas, los medios de comunicación discriminan sus noticias a favor de oscuros intereses, y las informaciones que presentan a su público, sirven –ahora igual que siempre- de ayuda a los intereses partidistas u oligárquicos del momento.

Legiones de individuos anodinos y desinformados, acuden día a día a sus puestos de trabajo o a las tertulias cafeteras de sus lugares de residencia, con una gran cantidad de argumentos por los que discutir. Nunca hubo sociedad en la Historia de la humanidad más desinformada que la actual. Pero al mismo tiempo diremos que, nunca tantos lectores y ávidos consumidores de noticias, se esmeraron tanto en leer, visionar y consumir tantísima información, para saber tan poco e ignorar tanto.


 Recientemente estuve en un acto en el que el gran historiador nacional don Pío Moa presentaba su penúltima obra, “Sonaron gritos y golpes a la puerta”. Una novela de carácter histórico en la que los personajes viven sus andanzas durante un periodo crítico de la historia de España, del cual, Moa, es un avezado conocedor. Durante su exposición tuve el disgusto de saber que los medios oficiales, estos que están todo el día dándole a la matraca con los derechos y las libertades, no se habían hecho eco de su publicación.
Todos sabemos que don Pio Moa es un sujeto molesto para los oficialistas, pues sus libros, desmitifican y abundan en datos sobre acontecimientos muy recordados, pero poco y bien investigados. Esos autores de historia ficción, esos sujetos escribidores del libros al dictado de los intereses políticos, sirven muy bien para vender libros y asentar la mentira y el error en la sociedad, y por supuesto, si alguien contradice o refuta esas teorías, es maldito por el Sistema y condenado al ostracismo mediático.
Así, tenemos en España un elenco de grandes historiadores, de investigadores de primer nivel, que sistemáticamente son silenciados y vilipendiados por las fuerzas represoras del Sistema Democrático actual. La denuncia parte de los partidos políticos, y los medios de comunicación, serviles al poder, repito, -ahora y antes- ejecutan los mandatos de sus amos con obstinada perfección, dando orden a sus trabajadores de no hablar de esos escritores, pues están “malditos por el poder oficial”; y si algún periodista hablara de ellos, si lo hiciera libremente en un alarde de actitud democrática y de libertad de opinión, se verían castigados con un severo recorte de publicidad institucional en su medio por parte de los poderes "fácticos", cuando no despedidos sin tardanza de sus puestos de trabajo y enviados a trabajos de "reeducación social".


Así tenemos que autores como Pio Moa, Ricardo de la Cierva incluso D. Luis Suárez, son vilipendiados, o anatemizados por la prensa y los medios oficiales, pues sus posturas y libros no son “afectas al régimen” actual, y por lo cual, a falta de poder ser “depurados” se deben silenciar sus nombres para que la sociedad no los lea, no los escuche y no les preste atención.

Mientras esto ocurre, en las televisiones aparecen personajes simpatiquísimos. Escritores sin gusto ni carácter, pero dóciles y obedientes, cuyas obras  son introducidas en los hogares de los desinformados a golpe de subvención y vía fascículo periodístico. El silencio de estos escribidores al dictado sobre este asunto los hace más despreciables, pues ser tildado por sus medios de “gran historiador” sin tener enfrente a nadie que te lleve la contraía, es como recibir el alago del esclavo, que en su situación, no puede decir otra cosa, pues peligra su modo de vida.   

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