Fernando III el Santo, procesionando por las calles de Sevilla |
LA RECONQUISTA DE SEVILLA
Por Luis Carlón Sjovall
En la
primavera de 1246, San Fernando marchó hacia Sevilla dispuesto a no alargar
por más tiempo la estancia de los mahometanos en tan esplendida ciudad. De
Castilla llegaron hombres de todas las ciudades, ni un solo noble faltó con sus
mesnadas, allí también estaban las órdenes
militares con sus mejores hombres. Nos dice el Padre Retama en su libro San
Fernando y su época: “que hasta el Papa
eximio de ayunos y vigilias además de dar numerosos perdones e indulgencias. En
ellas llamaba también a su caudillo “Nuestro carísimo hijo el ilustre Rey de
Castilla, campeón invicto de Jesucristo”, y mandaba que todas las iglesias del
reino pagasen la mitad de las tercias decimales por tres años, para contribuir
al sostén de la magna empresa de la conquista de Sevilla.” Era claro que
los ejércitos del rey estaban allí para quedarse.
Fueron
cayendo una tras otras las ciudades que rodeaban la capital del
Guadalquivir, La primera fu Carmona,
seguida por Constantina y Reina. En
todas ellas, los moros se fueron rindiendo ante la llegada de las tropas
castellanas. Si opusieron resistencia las localidades de Castellana y Gilena, muriendo los defensores pasados a cuchillo y
quedando cautivos los habitantes.
Durante
el asedio de Alcalá del Río, San Fernando volvió a enfermar, más dio
ordenes de no ceder en el impulso. Los meses pasaban y los moros de Alcalá no
cedían. Ante tales circunstancias, el rey “seyendo
muy flaco” y desoyendo los consejos del médico judío que le atendía, se
puso de nuevo al frente de sus tropas “Mandó
combatir muy fuerte la villa”, y sus hombres viéndole otra vez a caballo, demacrado y pálido aún, pero con su
firme mirada se lanzaron como leones sobre la plaza, que lógicamente fue tomada
y castigados convenientemente sus moradores.
Era el
20 de agosto de 1247, festividad de la encarnación, cuando aparecieron por
el río Guadalquivir las velas cristianas de la flota de Bonifaz. 13 galeras y 13 bajeles, además de
numerosas embarcaciones menores componían tan gloriosa flota. San Fernando
exultante visitó una a una las embarcaciones saludando y dando ánimos a los
tripulantes. Vascos, cantabros, asturianos y gallegos formaban parte de aquella
primera escuadra marina de Castilla.
Quince
meses duró el asedio de Sevilla, durante los cuales las penurias de
sitiados y sitiadores fueron tremendas. Los cristianos habían rodeado la ciudad
con cuatro puntos fuertes, en la parte
sur San Fernando con algunos nobles forzaba a los mahometanos, Pelay Correa, maestre de Santiago se
encargó del arrabal de Triana, Don Alfonso,
el heredero y Don Alfonso de Molina, su hermano se encargaron de las otras
puertas de la ciudad. Además la flota perpetraba continuos ataques desde el río
tanto a Triana como a Sevilla.
Durante el
asedio de Sevilla se dieron varias
circunstancias que podemos catalogar como de milagrosas. Una de ellas sucedió
en el verano de 1248, cuando las tropas castellanas; cansadas y hambrientas,
sufrían además una alarmante falta de agua. Ante tal situación, mandó el rey a
su fiel Pelay Correa en presencia de las tropas que clavase una lanza en el suelo mientras todos rezaban el “Te Deum”, al poco empezó a salir un
hilillo de agua, que en poco tiempo se convirtió en una hermosa fuente. Nos lo
cuenta así la crónica: “Clavóla hasta
bien adentro en el lugar que el Rey señalara. Y al retirarla salió de la ferida
un hilillo ténue de agua cristalina, que poco a poco se iba ensanchando y
adquiriendo más caudal. Entonces el rey Fernando bajó del caballo y fue el
primero en bever de aquella agua que Dios les enviaba con honra y agradecida
devoción de su alma.” Esta fuente creo que todavía existe en Sevilla, y es
conocida como la “Fuente del Rey”.
En
octubre, la situación de Sevilla era crítica. Bonifaz había roto en una
audaz envestida el puente de barcas que separaba Triana de Sevilla, con lo cual
la axarquía trianera no tardó en caer. Mientras en Sevilla, hacía tiempo que
escaseaba de todo, y además habían perdido la esperanza de recibir ayuda del
norte de Africa. Axafat, último rey moro de Sevilla, se presentó ante San Fernando el 23 de noviembre de 1248,
festividad de San Clemente, ofreciendo la ciudad al monarca castellano. Una vez
más, San Fernando fue magnánimo, y permitió que todos los habitantes de Sevilla
salieran de la ciudad con las pertenencias que pudiesen llevar encima. La fecha
límite sería la víspera de Navidad
Un
hecho acaeció en este tiempo, que nos marca la personalidad del Santo.
Llegaron noticias al campamento cristiano de que los moros tenían planeado tirar la torre de la mezquita (La
Giralda) con intención de que no callase en manos cristianas. Cuando el Rey
Santo se enteró de esto mandó decir a los moros que como se atreviesen a
tocarla, ni uno sólo de los habitantes de Sevilla saldría de la ciudad.
Lógicamente, la idea de Axafat quedó en pura anécdota. Anécdota que desmonta
muchas de las farsas que generalmente estamos acostumbrados a sufrir cuando se
habla de respeto al arte y la cultura de otros pueblos y religiones.
En
Navidad de 1248, entró la comitiva cristiana en la ciudad con la Virgen de
los Reyes al frente, se consagró la antigua mezquita en Catedral, siendo Don
Remundo su primer obispo tras la Reconquista. Inmediatamente San Fernando
empezó a construir monasterios, siendo el de San Clemente el primero de ellos,
mandó repoblar la ciudad, repartió sus tierras entre sus mejores hombres y la
concedió fueros. El rey estableció la corte a partir de ese momento y hasta su
muerte en el Alcázar de la capital Sevillana.
Sólo
tres reinos quedaban en España bajo poder musulmán. Uno Granada, que como
hemos dicho era leal a Castilla; los otros dos eran Jerez y Niebla (actual
Huelva). Así, Fernando III en cuanto tuvo en orden todo lo que se refería a
Sevilla, emprendió camino a Jerez, campaña donde de nuevo enfermó antes de
tomar la ciudad, viniéndole la muerte el 30 de mayo de 1252 el Alcázar
sevillano.
San
Fernando moría joven, fruto de una vida de
inmenso desgaste físico. No pudo completar la obra que de niño se había
propuesto, devolver a toda España a la Fe de Cristo, obra que completó su hijo
Alfonso sometiendo definitivamente Jerez y Niebla. Granada no volvió a dar
problemas hasta mucho tiempo después, ejemplo de ello es que durante más de
cien años los mejores caballeros granadinos hicieron guardia en la tumba del
Santo en señal de respeto y admiración.
Tampoco
pudo el Rey Santo, aunque siempre lo ambicionó, marchar a Tierra Santa en
ayuda de los hermanos cristianos que la custodiaban. Además, San Fernando
ambicionaba conquistar el norte de África, tierra que tanto por tradición, como
por seguridad siempre tuvo claro el Rey que debía de estar bajo la corona
española. La crónica inglesa de Matthew Paris nos cuenta así, como San Fernando
había llegado a un acuerdo con el rey de Inglaterra para conquistar el norte de
África:
“el victorioso
rey de Castilla...por afección al rey de Inglaterra, envió a un elocuente y
elegante caballero al rey....proponiéndole una cruzada que habría de pasar por
Castilla...siendo seguro que el rey de Castilla le aprovisionaría e incluso le
acompañaría personalmente...y que desechara la vía marítima Francesa...El rey
Inglés estaba complacido por ello...y hubiera hecho honor de ello si no hubiera sido por la prematura muerte
del rey Fernando, lamentablemente para todos los cristianos; pero él murió bien
y dejó a varios bravos hijos para gobernar el reino"
LEGADO
DEL SANTO REY
A
pesar de su prematura muerte, el reinado de San Fernando nos deja un legado
impresionante. Reconquistó los Reinos de Córdoba, Murcia, Jaén y Sevilla. Dejó
vasalla de Castilla a Granada. Cambió el latín por el castellano como idioma
oficial del Reino. Revitalizó las artes y las ciencias (su hijo siempre
reconoció que el Sabio no era él sino que todo se lo debía a su padre), en
arquitectura por ejemplo comienza bajo su reinado la construcción de las
catedrales de Burgos, Toledo, Sevilla y Jaén, además de numerosísimas iglesias
de estilo gótico. Revitalizó las universidades de Palencia y Salamanca. Ordenó
y modernizó los fueros de las ciudades. Y sobre todo, con su aura de justicia,
valor y santidad unió España como posiblemente nunca antes ni después lo estuvo.
Además de mantener la paz en Castilla, durante su reinado la paz y la concordia
fueron los rasgos predominantes en su relación con sus vecinos de Aragón,
Navarra, Portugal o Francia. Y es que San Fernando NUNCA perdió una batalla,
quizá por eso fue proclamado por el Papa Inocencio IV como “Campeón invicto de
Jesucristo”
Ya en
vida, San Fernando fue reconocido por sus contemporáneos como un hombre
santo. Y tras su muerte, la situación no cambió. Ya en el siglo XIII,
encontramos las primeras imágenes del rey con aura santa sobre su corona. No
obstante, hubo que esperar hasta el 29 de mayo de 1655, fecha en que el Papa Alejandro
VII le declaró oficialmente Santo, y confirmó el 30 de mayo, fecha de su
muerte, como festividad de San Fernando, tras un larguísimo proceso. Más como la dicha nunca es completa, solo
se concedió culto al Santo en la Capilla Real de Sevilla.
Finalmente, el 7 de febrero de 1671 el culto a San Fernando
fue extendido por el Papa Clemente X, como nos recuerda Don Miguel de Manuel:
Concedió su Santidad
extensión del culto, dando licencia para que en todos los reinos y señoríos de
su majestad, y en la iglesia de Santiago de Roma, que es de españoles, se
celebrase el Santo con rito doble, y con rezo y misa de confesor no pontífice.
Hoy en día, a pesar de que la figura de San
Fernando padece el olvido que sufren todos los grandes héroes de nuestra
Historia, aún podemos encontrar su nombre en instituciones como la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando; como co-Patrón de España, Patrón de
la Juventud Española, Patrón del Arma de Ingenieros o como Patrón de multitud
de ciudades, municipios y asociaciones en el mundo entero. Y por supuesto,
dando nombre a la condecoración más importante a la que puede aspirar un
español: La Laureada de San Fernando.
Sirva
como resumen final de la personalidad de San Fernando la lápida de su sepulcro,
que escrita en latín, castellano, árabe y hebreo reza lo siguiente:
AQUÍ
IAZE EL MUY ONDRADO DON FERNANDO
SENNOR
DE CASTIELLA E DE TOLEDO, DE LEON
DE
GALLIZIA, DE SEVILLA, DE CORDOVA,
DE
MURCIA ET DE IAHEN,
EL
QUE CONQUISO TODA ESPANNA
EL
MÁS LEAL
E
EL MÁS VERDADERO E EL MÁS ESFORÇADO
E
EL MÁS APUESTO E EL MÁS GRANADO
E
EL MÁS SOFRIDO E EL MÁS OMILDOSO
E
EL QUE MÁS TEMIÉ A DIOS
E
EL QUE MÁS FAZÍA SERVICIO
E
EL QUÉ MÁS QUEBRNTÓ E DESTRUIÓ
A
TODOS SUS ENEMIGOS
E
EL QUE ALÇÓ E ONDRÓ A TODOS SUS AMIGOS
E
CONQUISTO LA CIBDAT DE SEVILLA
QUE
ES CABEÇA DE TODA ESPANNA
E
PASSÓS HI EN EL POSTREMERO DÍA DE MAYO
EN
LA HERA MIL DOSCIENTOS CINCUENTA Y DOS.
Conferencia pronunciada en Sevilla, el 23 de noviembre de 2013
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