RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

miércoles, 3 de septiembre de 2014

OCULTISMO Y SERVICIOS SECRETOS DE INTELIGENCIA


Johannes Tritemio, abad de Sponheim


LA POLÍTICA RACIONAL: ESA GRAN LOCURA PÚBLICA
"La magia es una gran sabiduría oculta, así como la razón es una gran locura pública"
(Teofrasto Paracelso 1493-1541).


Por Manuel Fernández Espinosa

Si tuviéramos que clasificar el mundo en lo que hace a regímenes políticos, un ingenuo nos diría que el planeta se divide en un gran bloque de democracias y un puñado de tiranías. Las democracias actuales encuentran todas ellas su antecedente en la democracia norteamericana (1781) y en la revolución francesa (1789). Las democracias podrán, según los casos, aproximarse más o menos al supuesto modelo ideal, pero se les concede que son "el menos malo de los regímenes" y la corrupción que en ellas pueda descubrirse se atribuye en todo caso a facinerosos que actúan por libre y a título particular. El término "democracia" es sobradamente anfibológico como para contentar a todos y no disgustar a los suficientes. Y justo es esa polisemia la que ha hecho de la "democracia" (que en principio no debiera ser otra cosa que un modo de organizar la vida política) un valor indiscutible para sus paladines. Bajo la vitola de democracia se evocan muchas, dispares y hasta contrapuestas realidades: la democracia ateniense o la democracia tradicional de los diversos reinos cristianos de la península ibérica medieval, la democracia liberal, la democracia real de los países comunistas... ¿Tienen algo en común además del título "democracia"?

 
Si algo ha hecho la democracia moderna actual es ocultar la esencia del poder, disimular la esencia del poder de un modo magistral, sirviéndose de todos los mecanismos -sobre todo de la propaganda. El poder político hay que recibirlo en herencia o conquistarlo. Una vez conquistado (o heredado: legítima o ilegítimamente) el poder hay que conservarlo contra enemigos externos e internos. Para preservar el poder (que, sin entrar en más detalle, podríamos definirlo como una situación que permite influir en la vida de millones de almas), para preservar -decimos- el poder cualquier Estado, gobierno o gavilla de logreros que lo haya alcanzado tiene que disponer de lo que vulgarmente se llama "servicios secretos de inteligencia". Los servicios secretos de inteligencia se dedican fundamentalmente a acaparar información de todo aquello que pueda ser una amenaza para el que tiene ese poder. Los métodos de los servicios secretos pueden ser más o menos sofisticados y casi nunca son lícitos moralmente, pues supone muchas veces conculcar ciertos derechos que se pregonan, pero no existen a la hora de la "Realpolitik". El espionaje, el contra-espionaje e incluso la investigación científica y la experimentación en orden a crear nuevas y cada vez más poderosas armas es consustancial a los servicios secretos de inteligencia.

 
Cuando hablamos de servicios secretos de inteligencia pensamos en la CIA, en la antigua KGB, en el Mossad, en el CNI español y nos imaginamos que se trata de entidades contemporáneas, pero los "servicios secretos de información" siempre existieron, pues el que tiene el poder siempre requiere de sus servicios que son secretos (mientras interesa que lo sean) y no se limitan a la mera información. Pero repetiré otra vez: los servicios secretos de información siempre existieron.

 
Podríamos ir más atrás, pero pensemos en el reinado de Felipe II y el escándalo que se propició a cuenta de Antonio Pérez o, por la misma época, en el dramaturgo y espía Christopher Marlowe. Ahora bien, todo esto, ¿qué relación podría tener con el ocultismo?
 
 
Para una definición de ocultismo, válganos ésta: "Ocultismo: Ciencia de las cosas ocultas. Pueden ser ocultas voluntariamente, como un secreto iniciático, o porque las fuentes o las tradiciones de que proceden estén más o menos veladas o ignoradas. También porque ofrezcan un carácter sobrenatural o inexplicado. Sea como fuere, tienen estos fenómenos una parte doctrinal y otra experimental. Si esta parte doctrinal es metafísica, el ocultismo toma el nombre de ocultismo metafísico. Dentro de éste se halla el hermetismo y el esoterismo. La parte práctica del ocultismo se llama magia." (La definición literal es de Eduardo Aunós).

 
No es extraño que un ocultista como Johann von Heidenberg (1492-1516), más conocido como el Abad Tritemio, sea considerado el pionero de la criptografía. Este monje benedictino había fundado una sociedad semi-secreta llamada Sodalitas Celtica (Cofradía Céltica: sociedad que nada tenía que ver con los druidas ni con los míticos celtas, por cierto, sino que recibía el nombre en honor del humanista alemán Conrad Celtis). Tritemio escribió un libro fundamental para la ocultación de mensajes: la "Steganographia" (año 1500). Puede suponerse lo útil que resulta para un espía dotarse de un sistema criptográfico.


 
Lejos de imaginar conspiraciones (ya sabemos todos: que si masones, que si illuminatis y, en el colmo del delirio, hasta reptilianos), enfoquemos este asunto con el rigor que dan los documentos históricos que, si no de un modo explícito, vienen a ilustrar esta conexión entre ocultismo y servicios secretos de inteligencia. Por supuesto que no se trata de pensar que todos los agentes de la CIA sean nigromantes ni brujos, puede haber dignos caballeros padres de familia que, como se ve en las películas, si eliminan a alguien es por una orden superior y por entender que es en bien de su nación, sin necesidad de hacer rituales extraños ni ser especialistas en literatura ocultista.

 
Pero, veamos que esto del ocultismo y las agencias gubernamentales de información está más relacionado de lo que a primera vista se pudiera pensar.

 
Cuando el III Reich sucumbió ante la pinza de aliados y soviéticos, empezó a saberse (por exagerado que lo haya hecho la propaganda) que el núcleo del partido nazi era de índole ocultista: la sociedad Thule, la sociedad Vril y tantos otros grupos esotéricos, surgidos en el elemento idealista y romántico alemán, venían a ser como unas clandestinas centrales de ideas y símbolos, de creencias que, si al principio eran de ámbito restringido (a los miembros de esos grupos), más tarde se implantarían de una manera u otra en lo público. La misma SS de Heinrich Himmler tuvo una Anhenerbe. La literatura sobre el caso nazi abunda lo suficiente como para que no nos detengamos demasiado a considerarla. Pero, ¿era este fenómeno algo exclusivo de los nazis? ¿era -como quiere la propaganda aliada- una locura propia de los nazis alemanes?

 
OCULTISTAS EN LOS SERVICIOS SECRETOS BRITÁNICOS

 
Louis de Wohl


Ni mucho menos -podemos aseverar. Se ha hablado mucho del ocultista judío Hanussen que prestó sus servicios astrológicos a los más eminentes personajes del III Reich: Hitler, Goebbels, Himmler y que terminó asesinado en circunstancias extrañas. O de Karl Maria Willigut. Pero menos se ha hablado de los servicios prestados a Gran Bretaña por el ilusionista inglés Jaspers Maskelyne, o los rituales de magia negra que Churchill encargó al satanista Aleister Crowley o los servicios que prestó a Gran Bretaña el astrólogo Louis de Wohl, judío húngaro más conocido por sus novelas históricas como católico. A un lector lego, puede parecer una broma más de Evelyn Waugh, pero Waugh sabe de lo que habla cuando, en su novela "Rendición incondicional", nos presenta a un tal Doctor Akonanga que ha sido contratado por los servicios secretos británicos para fabricar pesadillas a Joachin von Ribbentrop, ministro nazi.

 
OCULTISTAS EN LOS SERVICIOS SECRETOS NORTEAMERICANOS

Jacks Parsons
 
 
Mucho se ha hablado sobre la captación de científicos nazis por parte de USA y de la URSS: el caso más sobresaliente es el de Wernher von Braun, pero un ingeniero aeroespacial menos conocido y norteamericano, no alemán, fue John Whiteside Parsons (1914-1952) que, a la vez que trabajaba para el Guggenheim Aeronautical Laboratory era seguidor de Crowley y que practicaba la magia negra en compañía de L. Ron Hubbard, fundador de la Iglesia de la Cienciología.

 
OCULTISTAS EN LOS SERVICIOS SECRETOS SOVIÉTICOS

 
Gleb I. Boki

 
Mucho se ha hablado de Himmler, buscando el Santo Grial (a eso vino a España, afirman algunos), pero pocos han hablado de la febril búsqueda del Zhezl (el báculo de los infiernos). Y es que, en la Unión Soviética, donde el ateísmo era la "religión estatal", también encontramos nexos entre ocultismo y servicios secretos. El escritor ruso Alexander A. Boushkov en su libro "NKVD. La guerra contra las fuerzas ocultas" nos presenta copiosa información sobre las andanzas de Gleb Ivanovitch Boki (1879-1937). Gleb Boki era jefe del Departamento Especial del OGPU-NKVD, pero su marxismo no le impidió relacionarse con la Hermandad Unitaria de Trabajadores (una sociedad secreta paramasónica rusa que practicaba el ocultismo): el propósito de Boki era poner lo paranormal al servicio de la revolución soviética, por eso creó todo un departamento secreto que estudió, entre otras cosas, la localización y búsqueda de la mítica Agartha y el chamanismo. Uno de los objetos mágicos de poder que su unidad especial buscó (y parece que adquirió) fue el llamado "báculo de los infiernos".

 
Aunque no haya presentado nada más que la punta del iceberg, lo que parece fuera de toda controversia es que los servicios secretos de inteligencia han mantenido (durante toda la historia, también en el siglo XX) una relación innegable con algunos ocultistas. Esta cuestión, planteada así, puede resultar extraña para quienes se mueven en una visión racionalista del mundo. Más allá del conspiracionismo que nos parece cada día más insustancial y desquiciado, lo que nos interesa en esta cuestión es tener muy claro una cosa. El sujeto que quiere conquistar el poder, conservarlo y ampliarlo no se detiene ante nadie ni ante nada. Los mismos Estados que se proclaman aconfesionales, laicos e incluso ateos, han podido dejar de creer en Dios, pero ni los secuaces del materialismo dialéctico de Marx han dejado nunca de tantear y maniobrar en el lado oscuro de la magia.

 
El médico y alquimista Teofrasto Paracelso (otro ocultista) lo sabía bien y por eso lo dijo mejor que ninguno:
 
 
"La magia es una gran sabiduría oculta, así como la razón es una gran locura pública".
 

 

lunes, 1 de septiembre de 2014

MORISCOS HASTA EN LA SOPA... DE HISPANOAMÉRICA

Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor


Imagen de historiadecalp.net


Hace años que Serafín Fanjul, catedrático de Literatura Árabe y académico de la Historia especializado en América, viene luchando contra las deformaciones que sobre la historia de Al Andalus realizaron tanto el filólogo hebreo-brasileño Américo Castro como sus mediocres discípulos españoles. Sus libros Al Andalus contra España, la forja del mito y La quimera de Al Andalus son muy reveladores al respecto (1).

Fue Américo Castro quien esbozó la contradictoria teoría de las “tres culturas”, según la cual, la identidad española está incompleta por no reconocer al “carácter semítico” aportado por moros y judíos como determinante-diferencial, y que asimismo, España había sido muy mala por haber expulsado a moros y judíos. Como se comprende, ningún historiador medianamente serio puede esbozar esta contradicción que se nos antoja infantil, y los que se declaren discípulos de esta tesis, al final llegarán a conclusiones semejantes a las de Ignacio Olagüe: A saber, que los árabes jamás invadieron Hispania, que el país se encontró preso del desorden por culpa de las disputas entre nobles godos y que como quedaron muchos arrianos, les fue muy fácil asimilar el islam y aprender a hablar árabe, así como el que no quiere la cosa. O sea: Ni para Castro ni para Olagüe cuentan seis siglos de civilización hispanorromana y tres siglos de reino visigodo (donde se continuó la cultura ibero-latina) tuvieron mayor importancia. Todo eso, por lo visto, desapareció de un día para otro sin dejar rastro, porque el homo hispanicus, o bien por orientalismo o bien por protomahometismo arriano, dijo, parafraseando al ínclito Chiquito de la Calzada (al que Dios Nuestro Señor le dé muchos años más de vida, amén), que hasta luego Lucas.

Con todo, ni Castro ni Olagüe inventaron nada especialmente nuevo. En su caso, no fue más que darle un toque académico a las exageraciones y despropósitos de los románticos extranjeros que, al viajar por la Península, encontraron monumentos de la época andalusí y creyeron ver las mil y una noches redivivas. El francés Merimée o el norteamericano Washington Irving son ejemplos al respecto. Por el toque académico fueron Olagüe y Castro y por el toque politiquero fue Blas Infante, el notario malagueño que nunca consiguió adhesión del pueblo andaluz con sus disparatadas teorías islamistas y que sin embargo, la oligarquía que hizo el régimen del 78 nos lo coló como el padre de la patria, aun cuando más del 60% del pueblo andaluz ni se molestó en votar el flamante estatuto de autonomía. En el caso de Olagüe resulta más estrambótico, eso sí, porque le da excesiva importancia al arrianismo, profesado por una minoría visigoda que nunca llegó ni al 10% de la población total, y luego de la conversión de rey Recaredo, a finales del siglo VI, sin duda quedó bastante exigua en cuanto a la herejía se refiere… Y por otra parte, herejía dentro del cristianismo que nada tiene que ver con la shahada y la sharia.

En su día, contra esta suerte de premeditados disparates se alzó la sensata voz del preclaro historiador castellano Claudio Sánchez-Albornoz (2). Frente a las “tres culturas” y los cuentos de la Alhambra, D. Claudio señaló el “temperamento hispánico” como factor a reconocer entre lo nativo y la época romana hasta su penetración en el mismo Al Andalus y su continuación luego en América. Por sobre los pueblos que pasaron y dominaron la Península, se estableció un filtro de sangre, cultura y espiritualidad que fue amasando tradiciones y vertiendo idiosincrasia. La base indígena ibera y céltica, las aportaciones fenicias y griegas, el corpus cultural, jurídico y sanguíneo romano, que luego se refresca con la minoría germánica ante un pueblo hispanorromano y minorías de inmigrantes gaélicos y también con cierta penetración bizantina (o sea, más Roma…) cambia ante una minoría siria (sobre ciertas bases yemenitas) que dominó sobre una masa de bereberes e hispanos conversos y minorías de negros y eslavos. La ruptura que a este punto se produce es tal que hasta con los godos se conservó el nombre patrio antiguo, siendo que por ejemplo, la Galia pasó a Francia por mor de los francos. En cambio, nunca prosperó la idea de Gothia de Ataúlfo y seguimos siendo Hispania; pero cuando las tropas imazighen llegaron bajo generalato árabe, al poco se le quiso cambiar tanto la faz a esta tierra que ni el nombre quisieron dejar.

Sobre el nombre de Al Andalus hay varias teorías: Algunos hablan de los vándalos, pueblo germánico perteneciente al tronco goto-escandinavo (al igual que visigodos, ostrogodos y burgundios), los cuales dominaron el sur ibérico durante algunas décadas y luego pasaron a dominar el norte de África. Así, “Al Andalus” sería “la tierra de los vándalos”. Otros hablan de que en lengua árabe, se está haciendo una referencia al Atlántico. Pero bueno, para el asunto, no es de gran importancia este debate: El caso es que los musulmanes ni el nombre quisieron dejar.

Mas, ¿de verdad desapareció ese temperamento hispánico de golpe y porrazo?

No: Los hechos lo desmienten. Hubo incorporación de nuevos elementos al paisaje humano ibérico, pero tampoco dio para tanto.

Que siglos después los poetas árabes y hebreos imitaran el estilo de los cristianos con las jarchas, excelsas composiciones poéticas cuya temática y métrica se emparenta con las cantigas galaico-portuguesas, y que por fin se certifique la existencia de dialectos mozárabes como la primera evolución del latín (eso sí, teñido de vocablos árabes y bereberes) desde el sur al oriente de la Península, demuestra de sobra que el temperamento hispánico estaba presente.


Otrosí, no vamos a negar que no hubiera influencia e interacción con árabes y bereberes. Con estos últimos, seguramente, desde la época antigua, si es que no están directamente emparentados con los iberos, como defendía el historiador portugués Oliveira Martins. Realmente, el dominio árabe no duró tanto: La minoría siria gobernó apenas cuatro siglos. De emirato a califato e independiente, no dependiente –valga la redundancia- ni de Damasco ni de Bagdad, considerándose, al igual que en tiempos romanos, que hasta prácticamente el Atlas era la frontera ibérica, por más que le cambiaran el nombre. Con Roma tuvimos seis siglos de gobierno que, en muy buena medida, continuaron en los tres siglos godos; con un Al Andalus independiente apenas cuatro, para acabar fragmentados en taifas, y ser presa de varias oleadas de invasiones norteafricanas.

Y bueno: Decir que en España, y más especialmente en Andalucía, existe un hecho diferencial a causa de la “identidad árabe”, es un despropósito absoluto, porque también supone, por esa “lógica”, negar la interacción del temperamento hispánico, primero, por los mozárabes (esto es, hispanos cristianos que vivían en territorio musulmán) que, huyendo del dominio islámico que pronto enseñó los dientes (desde la matanza de la nobleza de Toledo a los mártires de Córdoba, entre los siglos VIII y IX), se fueron a repoblar los reinos del norte. De hecho, es en Galicia, León y algunas partes de Castilla donde más y mejor se conserva la arquitectura mozárabe, prerrománica. Empero, también obvia que esta interacción no paró aquí, pues al paso de los siglos, las victorias contra el islam supusieron que, para repoblar las tierras del sur, muchos norteños emigraran. Es visible que la influencia de los repobladores del noroeste es muy notoria en ciertas áreas rurales de Huelva y Sevilla, así como la presencia vasca y castellana ha sido muy señera en Jaén; así como en Valencia, lo mozárabe se fundió con repobladores aragoneses, navarros y catalanes, por ejemplo.

Asimismo, no hay que olvidar que durante todo el Medioevo arribaron inmigrantes de diversos puntos de Europa, especialmente franceses e italianos. Con el mundo itálico, asimismo, ha habido una interacción directa de once siglos, superior a la que hemos tenido con el mundo islámico.

Y bueno: No fue poca cosa la inmigración irlandesa, abundante desde el siglo XVII hasta principios del XIX.

Así las cosas, lejos de perderse el temperamento hispánico, el desmembramiento en taifas y el avance cristiano supuso un refresco por mor de una continua reunión de hispanos de norte a sur y viceversa, sin que por ello cesaran ipso facto, como decimos, las interacciones que ya habían quedado. La historia es compleja y hay que contarlo todo, por supuesto.

Con todo, aquí no acaba la cosa. Nuestro citado y admirado Serafín Fanjul, con el temple galaico que le caracteriza, escribía hace años sobre cómo este tópico de la España “árabe”, “islámica”, o lo que sea, había llegado a Hispanoamérica (3). En Colombia pudo ver la expresión “barroco árabe”. Nada más y nada menos…

Llegados a este punto de confusión, en los tres años que llevo en el Perú, puedo decir que la obsesión morisca también existe. Las tapadas limeñas o los balcones del centro de Lima son irrefutable herencia… Bueno, no se sabe si morisca, árabe, o lo que sea… Incluso a un edificio que fue construido como el pabellón bizantino, le cambiaron el nombre por el de pabellón morisco, y se quedaron tan panchos.


Balcón limeño
Imagen de www.flickr.com



Pabellón (dizque) morisco de Lima. 



Creemos que esta broma ya está durando demasiado, y es una vergüenza que España, amén de prestar cobertura financiera y mediática a las asociaciones homosexualistas, promueva también este contrasentido ahistórico, cuando encima, está obligando a sus más jóvenes hijos a la emigración; y cuando emigran, se encuentran con rebrotes de la Leyenda Negra que a nosotros mismos ya nos han “enseñado” en el colegio, siendo que somos odiados tanto por el Estado que se supone que nos representa (¡ja!) como por los pueblos a donde tenemos que ir a ganarnos el pan.

Como puntos aclaratorios e inmediatos, valga lo siguiente:

-Partimos de la base que lo que conocemos como cultura árabe no es excesivamente original. Tras su expansiva eclosión desde desérticos confines, sin lo sustraído a indios, persas, egipcios, bizantinos e hispanos, no estaríamos hablando de nada.

Con todo, cuidado, porque con estas “corrientes” lo que se trata es de ningunear la herencia ibérica y románica para, acto seguido, decir que todo lo bueno se debe a los “árabes”, que fueron los exclusivos civilizadores. Los “buenos”, vamos. Desde Américo Castro al novelista mexicano Carlos Fuentes se ha caído en demasiados desafueros al respecto, y lo que late en el fondo es el odio a lo hispánico a fuer de cristiano. Es la Leyenda Negra metamorfoseada, estirada como un chicle. Es la propaganda de los liberales que, cogiendo lo más acomplejado de la Ilustración, llegaron a la impresión de que la historia de España era un error y había que darle la vuelta como un calcetín (4). Siendo que el pueblo español muchas veces se expresó en contra de este acomplejamiento y desnaturalización (en el siglo XIX a través del carlismo, por ejemplo), surgen las más variopintas teorías al respecto, financiadas ahora por un Estado corrupto y traidor.

Aunque por desgracia, parece ser que no hay nada más español que odiar a España…

-“Moro” es un término que viene del latín “maurum”, que en principio designaba al norte de África, esto es, la Mauritania para los romanos. Parte del norte de África pasó a gobernarse desde Hispania desde los tiempos del emperador Otón, implementándose en la época de Marco Aurelio. Cuando en el 711 entraron las tropas musulmanas al mando del conquistador bereber Tarik Ben Ziyad, la gran mayoría eran bereberes, por lo que progresivamente, la población asimiló “moro” a “musulmán”, no necesariamente a cultura árabe sensu stricto.

-“Morisco” no es sinónimo de “árabe”, ni tan siquiera de “moro”. Como “moriscos” fueron conocidos los descendientes de los mudéjares, esto es, los musulmanes que siguieron viviendo en territorio dominado por los cristianos, y que tras la Pragmática de 1502 (diez años después de la Toma de Granada) promulgada por los Reyes Católicos, fueron conminados o a la conversión o a la expulsión. Los que se quedaron bautizados, aun no observando lo que verdaderamente implicaba su bautismo en muchos casos, fueron los llamados moriscos. Sí, yo sé que eso de los Reyes Católicos suena en nuestros ateos tiempos muy fuerte, ¿pero a alguien le estaría permitido vivir en cualquier república democrática sin aceptar su constitución? Hablando en plata, de verdad, no me vengan con palabreos, por favor… Pues eso: Basta de presentismos manipuladores e ignorantes. Menos rasgarse las farisaicas vestiduras modernas y más enmendar un cada vez más empercochado presente.

Según una crónica nos dice que los moriscos eran aficionados al vino dulce (de hecho, esa tradición tan fuerte en Granada y Málaga proviene de ellos) y a alancear toros. Ni siquiera en los cristianos árabes existen esas costumbres. Por cierto, ya que se habla de la “tolerancia árabe”, ¿quieren decirme ustedes cuántos cristianos quedaron en el norte de África luego del asentamiento de los musulmanes? ¿Hablamos de la situación de los bereberes, los verdaderos indígenas de aquella tierra, todavía dominados por aristócratas orientales? ¿Hablamos de la libertad religiosa en el mundo árabe-islámico?

En fin: El morisco, a esas alturas de la historia, era etnoculturalmente hispano. Probablemente en su población habría más o menos mezclas con árabes, bereberes, eslavos o negros (había moriscos dueños de esclavos, por cierto), pero de eso ya había pasado mucho tiempo y además, su base procedía de conversos hispanos. La mezcla se había dado hacía siglos. De hecho, luego de la expulsión decretada por el rey Felipe III en 1609 tras continuos problemas (aún estaba reciente la guerra de las Alpujarras, donde el Inca Garcilaso sirvió a las órdenes de Juan de Austria), cuando los moriscos llegaron a distintos puntos del Magreb, eran muy diferentes de esa población. Su arquitectura era mucho más lineal, mucho más parecida a los cánones romanos que a la extremosa sinuosidad oriental. Su alimentación y sus técnicas de regadío no se conocían. Incluso algún cronista tunecino los describe como blancos y rubios, valga la curiosidad (5). Eran diferentes. No se parecían a la población magrebí de entonces, los cuales decían que no eran buenos musulmanes en muchos casos, y tampoco se parecerían a los magrebíes actuales. Y qué decir de los árabes propiamente dichos… De hecho en el Magreb se sigue hablando de “andalusíes” para referirse a los moriscos y a su descendencia; y todavía ser descendiente de moriscos/andalusíes constituye un símbolo de distinción desde Marruecos a Túnez.

¡Ah! ¿Y cómo es que los moriscos tuvieron que implementar técnicas arquitectónicas y agrícolas en África? ¿Acaso no iban hacia una civilización superior, dejando la malvada y atrasada España que así se quedaba sin la luz de la ciencia?

Y bueno, que haya descendientes de sirios, libaneses y palestinos que llegaron a la América Hispana en el siglo XX y se reclamen herederos de una supuesta antigua tradición árabe en el Nuevo Mundo es una desfachatez más todavía que un despropósito. Curiosamente, cuando se toca este punto no parece haber mucho indigenismo, ya que como decía el mentado Carlos Fuentes, todo lo malo de la Conquista se debe al cristianismo y lo bueno de la cultura se debe a lo moro.

No existe el “arte morisco”, ni en España ni en América. Existió un arte mudéjar, que es la herencia del arte hispano-musulmán, el mismo que se apropió de elementos artísticos como la estrella tartéssica y el arco de herradura. De esa herencia hispano-musulmana, distinta a un mundo árabe al que políticamente no pertenecía, bebieron muchos alarifes de esta procedencia etnocultural, quienes, asimismo, fueron mezclando sus habilidades con los estilos románicos, góticos y renacentistas; haciendo del mudéjar un arte tan singular como sobrio que, la verdad, prácticamente no llega a América. No son moriscos los balcones de Lima, no: Son eminentemente barrocos, sólo que incorporan la técnica mudéjar de las celosías; al igual que se implementan determinadas técnicas mudéjares para construir techumbres, dentro de armazones eminentemente barrocas, de un barroco de influencia andaluza y luego mestizado; de un barroco que a, diferencia de la Península, no conocía la ruptura cultural de una élite “afrancesada”, por lo que en el XVIII se siguió desarrollando tal cual, con poca aparición del neoclasicismo.


Entre el XIX y el XX hubo una fiebre por recuperar el mudéjar y a esta corriente se la denominó “neomudéjar”, que asimismo, estuvo muy implantada por algunas zonas de España y algo llegó a América. En la mayoría de los casos, nada que ver con el mudéjar real, puesto que los edificios hechos bajo este estilo más parecen orientales por su excesivo recargo y su poca vista al no atisbar las mentadas interacciones del mudéjar histórico.



Catedral de Teruel, ejemplo de arte mudéjar. 
Imagen de www.fuenterrebollo.com




Y bueno: Hablando de otros detalles, cierto es que los picarones son herederos de los buñuelos, que sí pertenecen a la repostería morisca (la repostería española tiene mucha influencia de lo morisco, eso es cierto), pero repostería morisca de España, no de La Meca ni de Bagdad.

-Otrosí, hay determinadas costumbres moriscas, especialmente la celebración de las bodas, que están muy presentes entre los gitanos españoles, especialmente los andaluces, por mor de una mezcla e interacción producida entre los siglos XVI y XVII. Pero nada de ello se percibe en América. Ni moriscos ni gitanos tuvieron peso en la conquista y el poblamiento de América.

-Recordemos que según las Leyes de Indias, a América no podían embarcar ni moros ni judíos. Y para los que se escandalicen, intenten trasladarlo al presente, y déjense de historietas.

Si bien es cierto que no siempre las leyes se cumplían, concretamente a los moriscos poco o nada les interesaba América. De hecho a los cristianos viejos les daba jindama que no emigraran, y que al no haber célibes entre ellos, aumentaran rápidamente de población, y que así, pudieran ser una quinta columna en apoyo de turcos y berberiscos, quienes asolaban con cierta frecuencia las costas andaluzas y levantinas. No olvidemos que la infame trata negrera fue un juego de niños en comparación con el esclavismo turco, numeroso y despiadado hasta hace relativamente poco. Asimismo, la esclavitud sigue existiendo en la Arabia islámica, en el África Negra y en Haití.

Con respecto al papel judío, sería ya otra historia, ¿pero y fue acaso un pueblo esparcido por todo el mundo y recolector de las más variadas culturas el que impuso su modelo cultural? ¿No sería que este pueblo se contagió de las culturas con las que se establecía?

Reiteramos: Cuidado con las trampas. Aquí estamos ante algo ideológico. Y hasta económico. Y todo ello en una época destructiva para España, a la cual parece que se le está buscando, no sin la ayuda de muchos compatriotas, una solución final.

-Y bueno: Decir que lo morisco es un hecho diferencial andaluz ante el resto de España, y que por eso se busca también la conexión con el contacto americano, es otro despropósito. Una vez hecha la Reconquista, en la Andalucía occidental la población hispano-musulmana se fue reduciendo por la emigración, al estar el norte de África tan cerca. En cambio, en Aragón y Valencia, muchos nobles “protegieron” a los moriscos, quienes constituían su principal mano de obra, estableciendo una especie de neofeudalismo en algunos casos. Y es que el feudalismo como tal apenas se dio en la Península, pues para haber feudalismo, tiene que haber un señorío de dominio cerrado, y eso, en unos siglos de cultura de fronteras y población movilizada, en muchos casos de campesinos-soldados, era imposible. La influencia morisca como tal, y de arte mudéjar en particular, es mayor en Aragón que en Andalucía. Ahora bien: En el caso de la Andalucía oriental, pues tres cuartos de lo mismo… Porque luego de la victoria de Juan de Austria en el siglo XVI ante la terrible rebelión de las Alpujarras, muchos moriscos fueron llevados a distintos puntos de la Península (hasta a Galicia y Vasconia), y que el peso de la repoblación castellana, gallega y asturiana fuera notable. Mientras en Sevilla hay toda una transición entre el mudéjar, el gótico, el Renacimiento, y luego el dilatado poderío del barroco que llega a eclipsar el neoclásico; en Granada se pasa del mudéjar a otros estilos directamente, siendo que hay calles de Granada que recuerdan a Italia.

Y bueno: Antes de ser expulsados, los moriscos estaban dispersos y divididos, no constituyendo ni por asomo una cultura única, y no teniendo una excesiva fuerza.


Así las cosas, como colofón, aclaramos que nada tenemos contra cómo nuestra cultura se implementó, y menos, con el factor bereber, acaso nuestro antiguo hermano étnico, separado ya espiritualmente desde hace mucho, ni tampoco por Siria, gloriosa nación que, en comunión con su bravo ejército y su legítimo presidente Bashar Al Assad (6), constituye todo un ejemplo de resistencia frente al Nuevo Orden Mundial, salvaguardando con su protección a los cristianos árabes, esto es, los descendientes directos de los primeros creyentes. Ni tampoco tenemos nada en contra de la tradición mogataz, esto es, los norteafricanos que llevan siglos siendo leales a España, derramando su sangre militar por nuestra tierra, que es también la suya allende el Estrecho. Durante siglos, ellos han muerto y han luchado manteniendo el nombre y las banderas, no borrando la raíz, como quisieron hacer los que invadieron en el siglo VIII y lo que quiere hacer el batiburrillo hispanófobo actual. Por ello, la verdad es que nos posicionamos en contra de imposturas que encima, nos cuestan el dinero y están extendidas para destruir lo poco que queda de España. Y no en vano los ingleses ya dijeron en el siglo XVIII que a España hay que vencerla en América y no en Europa. Por algo ya tenemos moriscos hasta en la sopa… de Hispanoamérica. Y si no nos ponemos las pilas y luchamos por derecho con nuestros hermanos hispanistas de allende los mares contra las mentiras, no tengamos luego la miserable osadía de quejarnos.








(1) Véase: MIS REFERENCIAS - LITERATURA HISTORIOGRÁFICA Y ETC...



(2) Sobre Claudio Sánchez-Albornoz, muy interesante, entre otras cosas:



(3)Véase: «Barroco árabe» | Sevilla | Sevilla - Abc.es



(4) Véanse:

22.5. La importancia de la tradición española. - Revista L



26.4 - Revista La razón histórica




(5) Véanse:

«Los moriscos que llegaron a Túnez eran rubios y ... - Ideal


Túnez

  • de Perceverde
  • Hace 5 años
  • 6.365 visualizaciones
La expulsión de los moriscos forma parte de la identidad tunecina ya que, entre 1609-1614, llegaron 80.000 expulsados que ...





(6) Recuérdese: RAIGAMBRE: A FAVOR DE SIRIA

domingo, 31 de agosto de 2014

EL CATOLICISMO A LA ESPAÑOLA



CONTRA LA HEGEMONÍA CULTURAL ANGLOSAJONA
Manuel Fernández Espinosa

Pero... ¿existe un catolicismo "a la española"? Uno pensaría, prima facie, que podría tratarse de una expresión exagerada, inapropiada por restrictiva. El mismo vocablo "católico" (de origen griego: "katholikós") pareciera que repele la reducción a una forma de vivirlo, a un estilo "español" de ser lo que, por definición, es católico, esto es: universal. Pero sí, hay un "catolicismo a la española": un estilo español de ser católico que trasciende la propia nacionalidad.

Es así como, por ejemplo, Ernst Jünger puede decir de Léon Bloy: "Bloy contempla todo esto [Londres] desde una perspectiva diversa: la del católico de cuño hispánico, opuesto al protestantismo, con el que mantiene una relación análoga a la del perro y el gato" ("Drogas y ebriedad. Acercamientos", E. Jünger). Bloy es francés, pero cuando un alemán como Jünger quiere entender el catolicismo de Bloy, la naturaleza de su postura frente a Londres, encuentra un recurso: "católico de cuño hispánico". No es un caso aislado. Eugenio d'Ors al bosquejar un perfil psicológico del artista suizo Alexandre Cingria, viene a caracterizar la religiosidad de Cingria así: "En cualquier caso, su piedad religiosa era enteramente a la española, y su concepción de lo divino tenía un aire pronunciado de Semana Santa en Sevilla" ("Arte vivo", E. d'Ors). Aquí, como en el caso de Bloy, hay que aclarar que Cingria no era español, sino que había nacido en Genève (Suiza) y su familia era originaria de la actual Dubrovnik. Y no acaba aquí, del gran dramaturgo flamenco Michel de Ghelderode, católico nacido en Ixelles (hoy Bélgica) también se ha dicho que su teatro (grotesco, a veces macabro, poblado de demonios y seres envilecidos) es de un catolicismo pesimista, o sea: "a la española". Ghelderode, al igual que Cingria, conocía la historia y la cultura de España y hasta dedicó no pocas de sus piezas dramáticas a temas españoles, como "Escorial" o "El sol se pone".

Durante un tiempo, en Austria y Centroeuropa, el "estilo español" fue un modelo cultural que se estudiaba y se imitaba (v. gr. Hugo von Hofmannsthal). Un amigo de Hofmannstahl, el hispanista alemán Karl Vossler, ponía sus esperanzas en que algún día España y las naciones hispanoamericanas se convirtieran en un bloque geo-político-cultural capaz de hacer frente al imperialismo británico:

"¿Podrá este espíritu, salido de la Edad Media y de los tiempos heroicos de España, hacer frente al imperialismo arreligioso de los anglosajones de la época victoriana, o conseguirá influir en él, completándolo? ¡Quién sabe!... ¿Quién de los dos se llevará el triunfo: la doctrina del Padre Bartolomé de las Casas, primer protector de los salvajes contra la explotación europea, o los principios del imperialismo [anglosajón] más brutal?" ("Algunos caracteres de la Cultura Española", Karl Vossler).


Franceses, suizos, belgas, irlandeses... De cualquier católico, sin atender a su nacionalidad ni raza, puede decirse que puede ser un "católico a la española". ¿Pero en qué se distingue el "catolicismo a la española"? Con los retazos que hemos traído aquí a colación se podría decir poco, pero algo podríamos aventurar.

El "catolicismo a la española" (que no es el catolicismo español de hoy en modo alguno) es, históricamente hablando, todo un estilo fraguado en ocho centurias de Reconquista, de guerra contra el mahometano. Algunos han querido ver en ello la razón por la cual nuestra forma española de entender el catolicismo es por excelencia una religiosidad de resuelta militancia y varonil belicosidad (piénsese en Santiago montado a caballo, combatiendo contra los infieles). Es un estilo, el catolicismo "a la española", forjado en la guerra contra el infiel que, por si fuese poco, había ocupado nuestro suelo. Más tarde, con la aparición del protestantismo, el "catolicismo a la española" se templó en la lucha contra la heterodoxia, con la Santa Inquisición y con las guerras por toda Europa. Es un catolicismo severo (no fanático, como se ha dicho muchas veces por motivos propagandísticos contra España), un catolicismo austero, militante, beligerante y despectivo hacia todo lo mundano, celoso custodio del Concilio de Trento. El catolicismo a la española se sintió cómodo hasta después del Concilio Vaticano I, pues las circunstancias en que la Iglesia fue acosada durante el siglo XIX se convirtieron en una magnífica ocasión para "el católico a la española": la congrua oportunidad de combatir en el campo de la apologética (combate y militancia teorética) o en el campo de batalla (como hicieron los carlistas desde 1833 o como lo hicieron los zuavos, "católicos a la española" como pocos, defendiendo al Romano Pontífice Pío IX en la Urbe asediada por los nacionalistas italianos). Y así, a modo de aproche, no estaría mal como esbozo aunque incompleto.

Pero llegó el Concilio Vaticano II (no vamos a entrar en valoraciones eclesiológicas que no hacen aquí al caso) y el clero proclama el "aggiornamento". Para lo que nos importa ahora podemos decir que el "catolicismo a la española" recibió el peor golpe que se le pudiera asestar. La militancia y belicosidad viril son desplazadas por las maneras melifluas, por un afeminamiento de las actitudes y una lamentabilísima pérdida de las aptitudes tradicionales. El católico "a la española" se convierte en un extraño en ese artificial "mundo feliz" que adopta una buena parte de la Iglesia católica: el religioso silencio del templo que solo rompían los majestuosos y solemnes acordes del órgano es profanado por el chicharreo de las guitarras y las panderetas. Considerado estrictamente en sus aspectos estéticos, el Concilio Vaticano II resultó un completo desastre para el "católico a la española".

Y llegamos a nuestra época.

Sería engañarnos a nosotros mismos si no reconociéramos que, desde los años 60 del siglo XX a nuestros días, España ha sufrido un proceso de secularización como no experimentó en épocas anteriores. Por muchos otros factores que convergen en ello, hoy tenemos una España en la que la Constitución de 1978 proclama "aconfesional" al Estado y la sociedad abrió un proceso de apostasía generalizada, cuando no de simple indiferentismo.

Los irreductibles católicos, aquellos más serios, llevan sus ojos a Inglaterra, en donde desde el siglo XIX se vienen produciendo una serie de conversiones capitales para el catolicismo mundial: John Henry Newman, Henry Edward Manning, Hilaire Belloc, Gilbert Keith Chesterton, Evelyn Waugh y tantos otros hombres de la cultura británica (conversos o católicos, como J. R. R. Tolkien). Los hoy católicos españoles, hablo de los más serios, no han sido nunca "católicos a la española" (aunque lo barruntan) y cuando han mirado a su alrededor, creyendo no hallar nada válido en la tradición hispánica (que muchas veces ignoran), se han convertido en "católicos a la inglesa". Han leído a Chesterton, a Tolkien, a Belloc, incluso al anglicano C. S. Lewis... ¿Pero han leído alguna novela de José María de Pereda? ¿De Pedro Antonio de Alarcón? ¿El "Jeromín" del Padre Coloma? Hasta "La Regenta" de Clarín (que, todos lo sabemos, no era precisamente un beaturrón) les enseñaría a estos católicos españoles "a la inglesa" a ser "católicos a la española", mucho más que todos sus Chestertones y Tolkienes. Y no quiero hablar de lo que es nuestro Siglo de Oro, que sería empezar y no acabar. Si el pobre Karl Vossler levantara la cabeza, vería que la España que él amaba y admiraba ha sido presa de la cultura anglosajona: el idioma, el vestir, los gustos, las películas... Pronto, si nos descuidamos, hablaremos inglés: tan mal como Ana Botella, pero hablaremos algarabía inglesa.

El "católico a la española" es más probable encontrarlo hoy en México o en Japón.

miércoles, 27 de agosto de 2014

EL CARLISTA QUE INVENTÓ LOS MISILES: MANUEL DAZA Y GÓMEZ






 
EL TÓXPIRO DE DAZA CONTRA LA ESCUADRA YANQUI 
 
Por Manuel Fernández Espinosa
 

El matemático ruso Konstantin Tsiolkovsky (1857-1935) publicaba el año 1903 su libro “La exploración del espacio cósmico por métodos de reacción”. Este libro supondrá un paso adelante en la investigación de los cohetes con el propósito de conquistar el espacio. Pero el propósito del ruso, como el de Wernher von Braun lo sería después, era conquistar la luna. Anticipándose a todos ellos hubo un español que puede considerarse pionero en la construcción de misiles con un propósito muy distinto al que albergaban el ruso y el alemán. Es la historia de Manuel Daza y Gómez, un genio incomprendido en España como lo fueron tantos otros, con Isaac Peral a la cabeza de todos ellos por ser el más célebre.

Manuel Daza y Gómez nació el 31 de julio de 1853 en Alhama de Murcia. Su padre era oriundo de Garrucha (Almería) y su madre lo era de Orihuela (Alicante). Cuando los carlistas se alzaron en armas por última vez en el siglo XIX, Manuel Daza se enroló en las filas de Carlos VII, llegando a teniente y sirvió con valor en el Maestrazgo, donde llegó a ser herido y resultó a la postre cautivo del enemigo. En 1876 es liberado de la cárcel, pero lo destierran a Yecla y allí trata de rehacer su vida. Allí en Yecla empieza a mostrar sus habilidades inventivas, en 1878 inventa un molino harinero que solventará el problema que los vecinos tienen con la molienda: todos en Yecla conocerán el molino de Daza como “el molino de vapor”. En 1881 se casó y lleva una pacífica vida dedicada a sus estudios e inventos. Sin embargo, en 1898 los Estados Unidos de Norteamérica asestan un terrible golpe al orgullo nacional español. Por lo común se piensa que el desastre del 98 no afectó a los españoles y se alega el famoso dicho: “Más perdimos en Cuba y vinimos cantando”, pero esto es una exageración de la indolencia que no se ajusta a la verdad. Los Estados Unidos de Norteamérica nos habían destrozado en Cavite y Santiago de Cuba, las noticias llegaban a España y eran seguidas por todos: no solo por los intelectuales de la Generación del 98. Los periódicos españoles cunden la alarma, se piensa que después de conquistar Cuba y Puerto Rico, la poderosa escuadra norteamericana pondrá rumbo a la Península Ibérica y nos invadirá. El pánico no sólo es un rumor, los políticos peninsulares creen que los estadounidenses son muy capaces de conquistar España.

       Es aquí cuando interviene el carlista desterrado en Yecla, nuestro inventor D. Manuel Daza y Gómez. Daza tiene el remedio para detener la invasión y, de paso, tomarnos la revancha por Cavite y Santiago de Cuba. Los periódicos adelantan que se trata de una poderosa y terrible arma capaz de destruir la escuadra norteamericana. “El Mercantil Valenciano” revela que es un cohete de mucha potencia destructiva, pero no se trata de una noticia localista, los periódicos nacionales también se hacen eco: "Blanco y Negro" titula un artículo "El Torpedo Daza", aunque en el cuerpo del reportaje nos revela el nombre que el mismo Daza ha dado a su invento: “Tóxpiro Daza”. "Tóxpiro" es un neologismo que podría significar “fuego tóxico”. Pero aunque la prensa anuncia el “Tóxpiro Daza” todos se muestran prudencialmente reservados en cuanto al artefacto destructivo. Según revelaciones de Antonio Daza (el hermano de Manuel) al periodista Luis Gabaldón: “La base del invento está en la electricidad; no es, en su parte de concepción, sino la aplicación de cosas todas conocidas, una reunión de diversos aparatos de guerra. Tiene la ventaja sobre los cañones de no tener como éstos numero fijo de disparos, y respecto al alcance, los duplica. Pueden construirse proyectiles de todos los calibres, desde el mayor hasta el de fusil. Respecto á la forma, se trata de simplemente de un proyectil cónico, aéreo, cargado de materias explosivas y con unas aletas, disparándose eléctricamente desde un aparato especial donde se aloja”.

La idea se le había ocurrido a Daza, según declara su propio hermano, en el mes de abril de 1897 y el proyecto fue presentado al General Azcárraga, a la sazón Ministro de la Guerra, que lo examinó con el General de Artillería Verdes Montenegro. El ministro y el General de Artillería dieron su aprobación y el Tóxpiro Daza empezó a fabricarse en Sevilla. Se probó en Murcia con resultados, más tarde en Madrid también se hicieron pruebas que no resultaron tan exitosas por defectos de fábrica, también se ensayó en Cádiz. Prueba de su eficacia se entrevera en la entrevista concedida por su mismo inventor a “El Heraldo” (8 de julio de 1898) declarando que: “si la flota americana viene a atacarnos y tarde unos 20 días en llegar, España tendrá los elementos necesarios para destruirla”.

Sin embargo, el infame Tratado de París arrinconó el “Tóxpiro Daza” y el gobierno español, creyéndose asegurado con los tratados de “paz” firmados con Estados Unidos de Norteamérica perdió el interés por la producción del “Tóxpiro”. La terrible arma que había patentado Manuel Daza y Gómez había sido divulgada por los periódicos, aunque silenciaran por seguridad nacional los detalles de su mecanismo, pero las pruebas que se habían hecho con el proyectil español solo las habían podido contemplar los militares y su inventor. Después de la campaña de publicidad y el suspense generado en la opinión pública, las expectativas de ver en pleno funcionamiento destructivo el “Tóxpiro Daza” se frustraron y muchos periodistas e intelectuales, bien por la envidia o por la chocarrería ibérica, empezaron a hacer mofa del “Tóxpiro Daza”, burlándose de su artífice y convirtiéndo el artefacto en materia de chistes. Pero, contra el clamor del público ignorante, el Tóxpiro había funcionado.

El inventor carlista Manuel Daza y Gómez terminó arruinado económicamente por sufragar con su peculio los artefactos que perfeccionarían el “Tóxpiro” y que el gobierno se negara a subvencionar. Pobre, fracasado, convertido en el hazmerreír de una nación desagradecida, con la esposa enferma, Manuel Daza abandona Yecla y se instala en Sanlúcar de Barrameda, donde se supone que murió.

El filósofo ruso Eugenio Golovín escribió: “Don Quijote es mucho más necesario para la sociedad que una docena de consorcios automovilísticos”. Pero si un quijotesco Manuel Daza hubiera tenido el consorcio del gobierno español o de empresarios españoles, Don Quijote hubiera podido enderezar muchos más entuertos de los que enderezó.

 

Para ampliar información sobre este personaje, recomendamos los brillantes trabajos de investigación de D. Gerardo Palao Poveda:

“Manuel Daza y Gómez, industrial e inventor”.
“Más sobre el inventor Manuel Daza”.

lunes, 25 de agosto de 2014

ESPAÑA ¡¡ME TENÉS PODRIDO!!

 
 
Nos complace publicar en RAIGAMBRE la nota que Don Patricio Lons, periodista e investigador argentino de fama internacional, ha tenido a bien concedernos el honor de compartir y que es todo un alegato de la Hispanidad, desde la hermana Argentina. Esperamos contar con próximas colaboraciones de D. Patricio Lons que está desarrollando una magnífica labor de investigación y divulgación sobre el papel de España en Iberoamérica. Para seguir su blog, ver aquí: PATRICIO LONS.
 
 
 
ESPAÑA ¡¡ME TENÉS PODRIDO!!
 
Por Patricio Lons
 
¿Cómo se te ocurre traer veinticinco universidades y luego irte si en las colonias inglesas se fueron sin dejar nada? ¡Y te atreviste a hacerlas con cátedras en lenguas nativas amerindias!! Encima construiste catedrales, museos, hospitales, escuelas, puertos y ciudades.
 
¡Y se te ocurrió construir escuelas para los hijos de los caciques y les diste la misma educación que recibían los nobles españoles. A tal punto llegaste con tu atrevimiento civilizatorio, que el primer informe que le presentaba a Carlos V una queja sobre las conductas de algunos encomenderos, lo escribió un indio alfabetizado y con estudios superiores en un perfecto castellano del siglo XVI.
 
¡¡¿¿Porque les diste títulos de nobleza a los caciques??!! ¿No ves que luego terminaron agradecidos y peleando por el rey Fernando VII con grados militares, incluso de generales en el ejército realista? A diferencia del ejército de Bolivar que contaba con 7.500 soldados ingleses y la flota inglesa llegando hasta El Callao.
 
Y luego nos trajiste a nosotros, a nuestros ancestros europeos, muchos que gracias a Hispanoamérica tuvieron un lugar donde refugiarse y así huyeron de miserias y horrores de muchas guerras. Y a muchos españoles se les ocurrió casarse con nativas ¡¡¡NNOOOOOOO!!! ¡¡Así no se hace!! ¡¿¿Debiste aprender de Inglaterra y Holanda que no dejaban vivo a nativo alguno??!
 
Te llevaste la plata que en América no tenía valor comercial y le dejaste el 90 % de la dieta cárnica y cerealera, redujiste la siembra de cuarenta a un solo día por hectárea, unificaste un continente, rescataste buena parte de las lenguas nativas que antes de ti, eran ágrafas y que luego con la independencia se volvieron a perder. Llevaste a los pueblos de América de la Edad de Bronce y del Neolítico a la Era Moderna. Y trajiste al Nuevo Mundo el pensamiento griego, el orden romano, un idioma que les permitió unirse a todos los pueblos de un continente en un solo y gran imperio y una religión que acabó con el canibalismo y los sacrificios humanos que tan felices hacían a los aborígenes; bueno, a algunos, porque a las víctimas no tanto.
 
¡¡Encima te pagaron con infamias!! Por eso, ¡me tenés podrido!!
 
¿O me pudrieron el cerebro que no puedo ver que la leyenda negra… es negra, es mentirosa?
 
¿A quien le conviene que yo viva engañado? Me parece que me debo hacer muchas preguntas.
 
Sobre todo ¿porqué vamos de mal en peor desde hace doscientos años?

sábado, 23 de agosto de 2014

EN LEGÍTIMA DEFENSA, RUSIA BLOQUEA LAS EXPORTACIONES


Foto


LA SERVIDUMBRE DE NUESTRA NACIÓN

Manuel Fernández Espinosa
 
 
¿Habéis visto la araña monstruosa del Guggenheim? La escultura de ese bicho asqueroso tiene nombre, el que le puso su autora Louise Bourgeois. La araña se llama "Maman" (Mamá) y mide como unos 9 metros de altura, está a las afueras de ese museo de bazofia artística. Esa araña de la Bourgeois es una alegoría perfecta de lo que el capitalismo extranjero hizo con Bilbao, con Vizcaya, de lo que ha hecho con España. El capitalismo extranjero no nos devastaría si no fuese por el consentimiento y la activa mediación de los políticos, apátridas y cipayos, que hemos tenido y tenemos. Nuestra política no es nacional, hay que tener esto muy claro; pues de no tenerlo lo suficientemente claro, será imposible entender las cosas que nos pasan. Nuestra soberanía nacional está secuestrada.
 
Al igual que los Altos Hornos de Vizcaya fueron convertidos en un amasijo de hierrajos, se reconvirtieron los astilleros, las minas. Se reconvirtieron, curioso eufemismo para decir que fueron aniquilados y con ellos se suprimieron los puestos de trabajo que daba el trabajo decente y honrado del trabajo varonil. "Reconversión", así le llamaron a la destrucción de nuestra industria nacional esos mamporreros que desmantelaban nuestra industria nacional, sometiéndonos a una larga servidumbre. A cambio de la docilidad del siervo, la subvención. Estas nefastas "políticas" de ayer mismo redujeron a fango nuestro presente... Y terminarán por reducirnos a polvo el mañana.
 
No estaban conformes con destruirnos la industria. No era suficiente para ellos. También había que recortarnos la pesca y el campo: la agricultura y la ganadería. Y el golpe es tan reciente que todavía duele: Rusia bloquea las exportaciones. Es un acto de legítima defensa el de Rusia, frente al chantaje internacional, dirigido por sus enemigos. Nuestros agricultores y ganaderos se resienten, reaccionan, protestan y entienden que algo pasa aquí que no va bien. Y tanto que no va bien.
 
El gobierno acusa el golpe a las exportaciones, mueve ficha en Europa (los tontos entienden aquí que defiende los intereses nacionales) y pedigüeño se pone a mendigar en Europa ayudas, subvenciones (pan para hoy y hambre para mañana) sin que se le caiga la cara de vergüenza (pues encontrar vergüenza en los políticos es una búsqueda en vano). Los agricultores y ganaderos, con más dignidad que todos los gobiernos habidos y por haber, no quieren limosnas.
 
Esta es la situación. Y España tiene que saber que, mientras nos desgobiernen partidos como los que actualmente tienen representación en Bruselas, en Madrid y en nuestras comunidades autonómicas y municipios, esto es lo que tenemos y esto lo que tendremos. Seremos los limpiabotas de los extranjeros que vienen de turismo a mearse en nuestras calles, a fornicar como los perros en las esquinas y a emborracharse dando la murga a los vecinos. Esos que vienen aquí, para vernos como el que va a un zoológico a ver animales en cautividad. Esos que vienen aquí, para que les abramos las puertas de nuestros castillos y catedrales y besemos el suelo que pisan, por los cuatro cochinos euros que vale una visita. Ese turismo del que se jactan los gobiernos que, por tener las alianzas que tienen, barrenan nuestra agricultura, nuestra ganadería, nuestra pesca... Y que han aniquilado nuestra industria.
 
Los Altos Hornos reconvertidos en museo de chatarra y heces nauseabundas. Nuestra dignidad sin que nadie nos la defienda. A nosotros, a los españoles, no nos ha hecho ningún mal Rusia. Tampoco podemos reprocharle que se defienda de la intolerable política internacional en la que están involucrados nuestros débiles y lacayunos gobiernos.
 
Algún día España sabrá buscarse mejores amigos que los que tiene, sellará sus alianzas con naciones honradas como Rusia y no con los traficantes que a día de hoy nos esquilman por vía directa o indirecta... Para que ello sea posible nos hace falta un partido, una organización nacional, que tenga sus miras puestas en la conquista del poder, para con el poder reconquistarnos a nosotros mismos, recobrar nuestra soberanía, reconstruir nuestra nación y ser tan autosuficientes como Rusia lo es.
 
Rusia, en legítima defensa, bloquea las exportaciones. Pero Rusia no es nuestra enemiga. Nuestro enemigo está dentro y nosotros, como pueblo, como nación -en legítima defensa- hemos de bloquear la política que nos imponen gobiernos que no representan los intereses nacionales.
 

lunes, 18 de agosto de 2014

¿FEDERALISMO EN ESPAÑA? (II)

 
Voluntario del Cantón de Cartagena
 
EL FEDERALISMO PROGRESISTA
Manuel Fernández Espinosa

Continuación de ¿Federalismo en España?
No pocos son los que, haciéndole eco a Ortega y Gasset (a veces sin haber pasado del título), han pensado que España es una nación “invertebrada”. Un catalanista, como Pere Bosch-Gimperá, sostenía que: “En España, la fusión es sólo aparente y lo que parece poder llegar a ser un aglutinante, desaparece luego, revelándose intactos y más vigorosos los elementos diversos del conglomerado español”. Poco hace ahora ahondar en las razones que cada cual arguye para terminar pensando que España es, invertebrada o mal articulada, una nación malformada o deficientemente formada. De este modo se explica que hayan surgido a lo largo de la historia de España conatos y movimientos secesionistas, como los que tuvieron lugar en el siglo XVII, en Portugal, Cataluña o Andalucía. Diríase que España está formada por una pluralidad de pueblos que, por atávico particularismo, se emplean a fondo en diferenciarse del vecino. Y esto no ocurre solo con las partes delimitadas, llámense regiones o comunidades autónomas: esto también sucede entre localidades, si ponemos la lupa y vamos a la pequeña historia local encontraremos multitud de casos en los que los lugareños se ha levantado contra los vecinos de la villa próxima o el vecindario de la villa se ha amotinado contra la ciudad bajo cuya jurisdicción estaba: conflicto de jurisdicciones, ultrajes ancestrales, hostilidad entre pueblos vecinos que a lo largo de la historia se han ido poniendo los unos a los otros los más ofensivos apodos como sustitutivos del gentilicio oficial, a la gresca por las lindes, por los pastos, por la leña que es del concejo y que la están llevando los forasteros… Rivalidades que todavía se perciben en las competiciones futbolísticas entre equipos de municipios próximos.
La marcada identidad de nuestros pueblos así como la belicosidad natural de nuestros antepasados ya era recordada por Diodoro Sículo cuando decía aquello de que los hispanos, cuando no pelean con enemigos de fuera, se pelean entre sí.
En 1808, Mariano Luis de Urquijo le decía a Gregorio García de la Cuesta, capitán general de Castilla:
“Nuestra España es un edificio gótico compuesto de trozos heterogéneos con tantos gobiernos, privilegios, leyes y costumbres como provincias. No tiene nada de lo que en Europa se llama espíritu público. Estas razones impedirán siempre que se establezca un poder central lo suficientemente sólido para unir todas las fuerzas nacionales”.
No reconocer esta pluralidad ha sido uno de los errores históricos más inveterados entre nuestros políticos (cuando han sido políticos) y enrocarse en un “españolismo” zarzuelero y homogeneizador ha conducido a las más desastrosas desavenencias, así fue con Carlos I de España y V de Alemania y los comuneros, con la política del Conde-Duque de Olivares que emulaba a Richelieu, con el centralismo borbónico, con la abolición de los Fueros. Y los periodos que, desde los Reyes Católicos, a esta parte han mantenido la “unidad” de España han tenido que recurrir a la fuerza impositiva de algunos militares del siglo XIX como Narváez o, en el siglo XX, Francisco Franco. Pero esa unidad fundada en la imposición no es vertebración duradera, sino que se muestra provisional, mientras dure la “mano dura” del militar: “Venceréis, pero no convenceréis” –dijo Unamuno.
Y de aquí viene el problema actual. Luego, algunos podrán satanizar cuanto quieran a los nacionalistas centrífugos, pintárnoslos con pezuñas, rabos y cuernos, pero el hecho es que existen y existen fundándose en algo que ha sido muchas veces repetido, a saber: España no parece estar hecha del todo (no goza de la “incuestionabilidad” que tienen otras naciones), sino que España se cuestiona a sí misma en su organización política y territorial y eso significa que está por hacer, si es que queremos seguir existiendo y no disolvernos.
Es aquí cuando el sector progresista que, bajo muchas etiquetas, ha actuado en España políticamente desde 1812 llegó en un momento a postular el federalismo y hoy, sus herederos (las izquierdas) siguen ofertando este “federalismo” como panacea que remediará este problema que supone la “cuestionabilidad nacional”.
Son tres los federalismos que pudiéramos encontrar en nuestra tradición política que arranca del siglo XIX:
-El federalismo demoliberal.
-El federalismo tradicionalista.
-El federalismo socialista-anarquista.
Por su actualidad, vamos a presentar hoy el federalismo socialista-anarquista que es el que invoca nuestra izquierda contemporánea, proponiéndonos en sucesivas entregas ofrecer una idea del “federalismo tradicionalista”.
El origen del federalismo español hay que irlo a buscar al partido republicano del siglo XIX. Este partido es el resultado de una escisión en el seno del campo progresista que podemos fechar en 1837. Los progresistas eran los herederos de los radicales de las Cortes de Cádiz. Cuando estos progresistas redactan la Constitución de 1837, lo hacen con un espíritu de transacción y realismo, apartándose de la exaltación revolucionaria de 1812 y es entonces cuando un sector del mismo “progresismo” entiende que se ha traicionado el programa de 1812 y del Trienio 1820-1823; así será como el progresismo se vendrá a dividir entre “progresistas legales” y “progresistas exaltados”; y es entre los “progresistas exaltados” donde hallaremos precisamente el embrión de lo que, corriendo los años, vendría a ser el “partido democrático” que, durante la regencia de Espartero, llegará a apostar por la proclamación de la república. Este republicanismo en ciernes se presenta ya como “federal” abiertamente desde 1840 a 1843, pero con la llegada al poder de los moderados pasarán a la clandestinidad, sin dejar de “laborar”. Tras el fracaso de los motines de 1848 se presentarán como “partido progresista-democrático” en cuyo seno hay dos vertientes: una de demócratas liberal-individualistas y otra de demócratas socialistas (inspirados en el socialismo utópico francés). En general estos demócratas eran federalistas.
El federalismo español en sus orígenes busca la inspiración en los Estados Unidos de Norteamérica y también en el cantonalismo suizo en lo que se refiere a modelos institucionales. En lo ideológico predomina en un primero momento el pensamiento de Tocqueville, el socialismo utópico, Proudhon y el krausista Ahrens. El talento filosófico de Francisco Pi y Margall constituirá siempre un referente del federalismo español, pues aunque se suele decir que fue introductor (traductor también) de Proudhon en España, Pi y Margall no se limita a ser un apóstol proudhoniano, sino que ofrece todo un sistema filosófico propio. Pi y Margall ofrecía el federalismo como solución, pero lo prioritario en Pi y Margall no era ensayar el federalismo para una vertebración de España, sino que el federalismo se postulaba como agente disolvente de todo poder, pues la prioridad de Pi y Margall era acabar con todo poder para reafirmar el individuo. Pi y Margall fue uno de los liberales revolucionarios más coherentes de nuestro siglo XIX, su inflexible lógica lo conducía del liberalismo a la conclusión lógica de éste: el anarcoindividualismo. El anarquismo bakuniano llega a España de la mano de Giuseppe Fanelli en 1868 y va a ser calurosamente recibido justamente en los círculos republicanos que se habían formado su opinión política en los libros de Proudhon y de Pi y Margall.
En nuestros días el federalismo socialista-anarquista cuya génesis hemos mostrado aquí está siendo puesto en activo por la extrema izquierda representada por el PCE, Izquierda Unida y Podemos.