RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 21 de octubre de 2016

AL AVARO SE LE VA LA OLLA




UNA REFLEXIÓN SOBRE LA AVARICIA


Manuel Fernández Espinosa

La avaricia es un pecado capital que frecuentemente pasa desapercibido. Frente a los otros pecados capitales cuyos efectos parecen más visibles, la avaricia es un pecado que quien lo padece lo lleva con mayor discreción que, pongamos por caso, la soberbia, la lujuria o la ira que no pueden disimularse tan fácilmente. Como apenas se habla de pecados en esta sociedad empecatada, bueno será que recordemos lo que Tomás de Aquino decía sobre estos pecados capitales: "Un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales son originados en aquel vicio como su fuente principal" (Suma Teológica, II-II: 153:4); los vicios capitales son, por lo tanto, la madre de todos los pecados. Los modernos pueden pensar que estos vicios ya han sido erradicados, en virtud del progreso, pero nada más lejos de la realidad. Los pecados capitales no desaparecerán nunca: nos acompañan desde que somos hombres y nos acompañarán en este mundo mientras haya humanidad. Y aunque no hubiera moneda, en tanto que haya bienes, la avaricia siempre ha sido y será una de las flaquezas humanas.

Todas las culturas antiguas lo intuyeron así y de ello es la prueba la prolífica literatura que sobre la avaricia podemos enumerar. La "Aulularia" de Plauto es sin duda uno de los documentos más antiguos que podemos alegar. Aunque la "Aulularia" (traducido el título por lo común como "La comedia de la olla") no se conserva íntegra, se nos ha conservado lo suficiente como para contemplar todo el ridículo y enfermizo comportamiento que genera en el viejo Euclión el hallazgo de un tesoro en una olla. El tesoro había sido escondido por un antepasado del mismo Euclión en su propia casa y será el dios Lar el que dispone todo para que la olla sea encontrada por Euclión, con el propósito de enloquecerlo en su afán de ponerla a salvo para que no se la arrebate nadie. El dios Lar quiere premiar la piedad de Fedria, la hija de Euclión, por lo que favorece el descubrimiento del tesoro doméstico: pero, ¿no hubiera sido más fácil disponerlo todo para que fuese la beneficiaria quien encontrara la olla por sí misma? Leyendo la comedia se deduce que, por muchos motivos, era mejor que primero se la encontrara su cicatero progenitor, entre otras cosas para desencadenarle una fiebre obsidional por conservar y poner a buen recaudo el tesoro, perderlo a la postre y, lo más importante, por lo que podemos colegir de los fragmentos que de la comedia se han conservado, terminar curando a Euclión de su avaricia, por lo que éste mismo termina reconociéndose recuperado de los males que le acarreaba aquel vicio: "Ni de noche ni de día tenía un momento de tranquilidad. ¡Ahora podré volver a dormir!". La divinidad doméstica ha recompensado la piedad de Fedria por vías tortuosas, con el resultado feliz de haber exorcizado los demonios de la avaricia de su padre. La comedia no sólo es una muestra del mejor humor de los antiguos, donde se imita lo risible y feo de un carácter humano, sino que en Plauto adquiere hasta proporciones de catarsis que -según los preceptos aristotélicos- quedaba reservada para la tragedia: pues el viejo Euclión queda purificado de su obsesiva adhesión a su olla de oro.

Pudiéramos decir que la "Aulularia" aborda un tema tan universal que pareciera tener como un eco en uno de los cuentos tibetanos cuyo protagonista es el popular personaje Aku Tonpa (lo que podría traducirse como el Tío Maestro). En uno de esos preciosos cuentos que el tibetólogo español Iñaki Preciado Idoeta ha traducido y que titula "La olla de oro", vemos que otro es el argumento, pero Aku Tonpa -a manera del Lar de la "Aulularia"- también entreteje lo que pudiéramos llamar un timo, por el cual Aku Tonpa le devuelve la olla que el avaro le ha prestado con una olla pequeña y así lo hace varias veces cada vez que se la torna a devolver, hasta que lo acostumbra; cuando el avaro le pregunta que de qué modo la olla que le devuelve trae otra consigo, Aku Tonpa le persuade de que la olla ha parido. La codicia de la esposa del avaro hará el resto: ésta convence a su marido para que la próxima vez que le preste una olla a Aku Tonpa, la olla sea de oro en la confianza de que le devuelva la olla de oro con su "cría" de oro también. Pero la vez que el avaro le da la de oro, Aku Tonpa la destroza y reparte los trozos de oro entre los pobres. Cuando el avaro le requiere la olla, Aku Tonpa le dice que la olla de oro se ha muerto. "¿Cómo es posible que la olla muera?" -le increpa el avaro que se las prometía tan felices.

-¿Acaso no sabes que todo aquello que puede parir hijos es algo que nace y muere? Vuestras ollas eran capaces de parir, luego por fuerza algún día también morirían. -le responde Aku Tonpa.

El cuento popular tibetano se convierte así en un castigo a la avaricia, a la vez que de él se desprende una enseñanza sobre la transitoriedad de la existencia mortal en este mundo.

En la literatura española no podemos olvidar el episodio del "Cantar de Mio Cid", cuando el Cid Campeador se aprovecha de la avaricia de los judíos Raquel y Vidas, tomándoles un préstamo en metálico a cambio de arcas llenas de arena. El avaro siempre es burlado: pierde la olla, se reparten sus tesoros, cambia sus tesoros por arena. Así también el Harpagón de "L'Avare" de Jean-Baptiste Poquelin, más conocido como Molière. Y más tarde, desde un enfoque mucho más introspectivo, Charles Dickens nos pintará con todas sus miserias a Ebenezer Scrooge que, al igual que el Euclión de Plauto, será curado -cristianamente- de su sórdida tacañería.

El liberalismo económico, el capitalismo, ha hecho de la avidez avarienta un título de honor que, calculadamente repartido entre los beneficiarios y accionistas de las sociedades de finanzas, parece haber perdido la censurable gravedad que reviste cuando, por ejemplo, el avaro es un individuo perfectamente identificable, al cual sufren aquellos que tiene alrededor que quedan menoscabados por el afán depredatorio y acaparatorio del avariento. En el capitalismo los avaros se han invisibilizado, pero siguen siendo tan grotescos y abyectos que poco importa que por arte de birlibirloque (y todo lo que quieran invocar el ficticio bienestar económico) hayan disuelto su avaricia en el anonimato. 

La enseñanza tradicional sobre la avaricia no consiste tanto en la hilarante cuan miserable conducta del avaro, sino en lo vulnerable que éste es en cuanto cifra su felicidad suprema en los bienes materiales (sus ollas de oro, sus cofres) mientras labra su desgracia: desgracia que los demás aprueban y ríen. Y, tal como sentencia la moral clásica de los buenos tiempos: la mejor forma de librarse de esta lacra es fomentando el amor y la práctica de esa virtud que es maleada por la avaricia: la virtud de la generosidad que los dioses lares y los maestros tibetanos premian y que el verdadero Dios siempre recompensa

BIBLIOGRAFÍA:

Suma Teológica, Santo Tomás de Aquino.

Aulularia, Plauto.

Poética, Aristóteles.

Historias mágicas del Tíbet, Iñaki Preciado Idoeta.

Cantar de Mio Cid, anónimo.

El avaro, de Molière.

Cuento de Navidad, Charles Dickens. 

  

domingo, 16 de octubre de 2016

EL REINO DE LAS LUCES




CARLOS III ENTRE EL VIEJO Y EL NUEVO MUNDO, DE IGNACIO GÓMEZ DE LIAÑO

Manuel Fernández Espinosa


"El reino de las luces. Carlos III entre el viejo y el nuevo mundo" (2015) es una obra reciente del filósofo Ignacio Gómez de Liaño (Madrid, 1946). El autor es, sin ninguna duda, uno de los filósofos de más fuste en la España contemporánea por sus propios méritos, pero a la vez es un gran desconocido para el público por no prestarse a los tejemanejes de los premios editoriales. Aunque su familia es oriunda de Peñaranda de Bracamonte, Ignacio Gómez de Liaño abrió los ojos en Madrid y en la villa y corte empezó su actividad cultural, primero en las vanguardias como poeta, conoció a Salvador Dalí y mantuvo con el pintor catalán una buena amistad. Licenciado y doctorado en Filosofía por la Universidad Complutense, ha sido profesor de Estética en la Escuela Superior de Arquitectura de la Politécnica de Madrid, profesor más tarde de Ciencias Sociales en la Complutense y profesor visitante en la Universidad de Estudios Extranjeros de Osaka y Pekín.

Mérito de Ignacio Gómez de Liaño es haber descubierto -en un estudio que pudiéramos denominar arqueología de las ideas filosóficas- que los mandalas empleados por religiones de Extremo Oriente, como el hinduísmo y el budismo, son productos procedentes de los diagramas mnemotécnicos empleados por las antiguas escuelas helenísticas y, más tarde, usados por las sectas gnósticas de los primeros siglos del cristianismo.

El presente libro que comentamos -"El reino de la luces. Carlos III entre el viejo y el nuevo mundo"- no es una biografía de Carlos III ni tampoco un estudio exhaustivo del reinado de Carlos III. Lo que el autor nos ofrece es un friso de lo que constituyó el reinado de Carlos III en lo concerniente a empresas culturales (como las excavaciones de Pompeya y Herculano, que bien pueden ser consideradas las primeras cavas arqueológicas modernas o los primeros pasos de la arqueología prehispánica en Iberoamérica), las expediciones científicas comandadas por los científicos y marinos españoles, las primeras andanzas de la antropología comparada o la etnografía, auspiciados por España, o la ayuda prestada por España a la independencia de las colonias británicas de Norteamérica.

El libro sale al paso de muchos de los atávicos clichés de la Leyenda Negra antiespañola y pone las cosas en su sitio con la solvencia que caracteriza a un polígrafo como Gómez de Liaño. El capítulo dedicado a la Guerra de la Independencia estadounidense es una magnífica reivindicación de la verdadera aportación de la España carolina a los rebeldes que fundaron los Estados Unidos de Norteamérica, una gesta que, si por un lado movilizó al gobierno español contra Inglaterra, aliándose a los rebeldes useños y a Francia, por otro lado suscitaba las reservas de no pocos políticos españoles que sospechaban lo que podría deparar la constitución de una nueva nación (que ya en sus inicios apuntaba maneras de convertirse en una ambiciosa potencia que, andando el tiempo, vendría en efecto a perjudicar severarmente los intereses españoles en Amércia; toda aquella ayuda en dinero, armas, munición, apoyo logístico, ropa... Sería muy pronto olvidada por sus máximos beneficiarios: y ni siquiera nos pagarían sus deudas.

El libro se cierra con la muerte de Carlos III y con el descubrimiento en México de la famosa Piedra del Sol poco después de la defunción del Rey Arqueólogo. En este hallazgo arqueológico novohispano -con el que se exhumó un testimonio pétreo de tiempos de crueles hecatombes humanas- Gómez de Liaño ve como el símbolo de la clausura de un tiempo de luces que coincide con el último esplendor de España que, como canto de cisne, llega a su máxima expansión imperial y la apertura de una edad sombría, en la que vuelven los holocaustos a dioses terribles, esta vez bajo la máscara de las ideologías modernas que inmolarán millones de vidas en los altares tenebrosos de la Diosa Razón jacobina y, más tarde, a todos esos ídolos de las ideologías modernas que le siguen en los siglos XIX y XX.

El libro constituye una apología, bien fundada, de los logros de España bajo el reinado de Carlos III que se convirtió en el árbrito de la vida política internacional. Y se muestra como una excelente propedéutica cultural al legado del siglo XVIII, a veces tan injustamente silenciado incluso por los mismos compatriotas que resaltan sus sombras y soslayan sus luces.

domingo, 2 de octubre de 2016

CRÍTICAS

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Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor


Cuando uno es escritor, tiene que aceptar las críticas. Gusten más o gusten menos, es así. Todo lo que no haga en la vida estará sujeto a críticas, como nos enseñó con sus cuentos el infante Don Juan Manuel, allá por el Medioevo. La república de las letras no iba escapar a tal cosa.

Recuerdo que cuando publiqué la novela “Los salvadores de la mafia” (1) comprobé que, gracias a Dios puedo decir que soy profeta en mi tierra y en Bollullos de la Mitación, mi pueblo del alma, el libro se vendió como rosquillas. Recibí muy buenas críticas en general, pero hubo una que me llamó más la atención: A un paisano le había encantado la novela pero el final lo vio flojito. Un amigo cordobés también me dijo que se quedó con más ganas, como si la novela fuese “demasiado definitiva”. Y bueno, estas críticas, lejos de molestarme, sirvieron para estimularme en mis trabajos. Ahí sigo dándole a la tecla y tengo muy en cuenta las críticas y los consejos.

Asimismo, cuando más nuevo, mis profesores me decían que era muy barroco. Otros me decían que se me notaba la influencia del romanticismo. Probablemente, eso me ha acompañado con los años, pero creo que me he ido puliendo. Eso sí: Uno nunca deja de encontrarse errores y de aprender. Y para eso, aparte de escribir, hay que leer.

Hasta aquí creo que todo bien. “Fresco”, como dicen en Colombia. Pero hay críticas y críticas. La crítica de verdad, reitero, se acepta y hasta se agradece. El problema viene cuando algunos amigos perplejos refieren, no sin rubor, asombro y hasta consternación, que en cierto estercolero de internet me ponen a parir cada vez que escribo algo. Y en verdad escribo bastante, así que hay quien se toma bastante trabajo. Y cuando voy a algunos enlaces que me refieren, me encuentro con lo de siempre: Toda una corte de frikis marujonas y cobardes que, a entrambas orillas de la mar océana, se amparan en el anonimato para difamar, tergiversar, manipular y confundir mis escritos, poniendo cosas en mi boca que yo jamás he dicho, y demostrando lo incapaces e impotentes que son al exhibir una incomprensión lectora que va más allá del infantilismo. Resulta que según este microsector virtual/marginal, yo soy agente de Putin y estoy en contra de la seguridad social. Eso para empezar. Casi nada…

Y en verdad, vive Dios que debería estarles agradecido, porque nadie me da más publicidad. Pero hay que reconocer que esa obsesión da yuyu. Hay algo oscuro por ahí. Y más allá de los peligrosos  y oscuros"gustos" de cada cual, lo que va más allá de la casualidad es que se ponen con espumarajos nerviosos cuando un servidor osa criticar a instituciones tan poco recomendables como la Unión Europea o la OTAN. Se conoce que, como me tienen tan presente, al ser yo una de sus máximas referencias, esto les irrita especialmente. ¡Quién osa perturbar la tranquilidad de sus putas vidas!

Cuando en el Año de Nuestro Señor de 2013, Manuel Fernández Espinosa, Luis Gómez y un servidor iniciamos la aventura de elaborar una revista cultural hispánica (de nuestro puño y letra, sin anonimatos rastreros), yo también sabía que me exponía a las críticas. Muchas veces, desde posiciones izquierdistas, se me ha criticado con un mínimo de coherencia. Sin embargo, las “peores” críticas las he recibido siempre de esta caterva de mamarrachos, compendio junto y revuelto  derechoides/frikifachas/pseudotradis. Lo mejor de cada casa, vamos…

Hablando de críticas, desde estos circulitos se me ha dicho a veces que si soy “grosero” por hacer algún que otro poema o artículo jocoso. Y yo me pregunto: ¿Es que han leído La Celestina de Fernando de Rojas o Las desgracias del ojo del culo de Francisco de Quevedo? Sólo por ponerle dos títulos para que se ilustren un poco. Tanta anglofilia vuelve puritana a la gente, a la par que más tonta todavía, por imposible que ello parezca. 

Así las cosas, no nos extrañe que en tres décadas en España nada se haya construido en el “área patriótica”; un área que está muerta y cuya apestosa falsedad sólo se halla en los escombros de las redes sociales; redes que, lejos de ser aprovechadas, han servido para terminar de sepultar las sempiternas pedorretas de cabezas huecas que van de maestros politólogos cuando en verdad están impidiendo que brote nada nuevo o bueno. Porque es que son hasta antipáticos. No valen ni para tomarse una cerveza. Seguro que van a un bar y amargan a los parroquianos. Con esas caras, no necesitan disfraces para el carnaval. Entre ellos se contará el que le quitó la cartera al hombre lobo y el que le hace los mandados a Drácula. Y es que hay frikis, locos o etc. que tienen gracia, pero estos no valen ni para eso. A decir verdad, no valen para nada y se empeñan en demostrarlo, que es lo malo. Pero peor aún que eso es que por culpa de este ganado haya tanta gente potencialmente buena que se haya quemado y se haya ido a su casa, asustada, confundida y asqueada de tanto tiparraco que está más colgado que unos cojones en un andamio, que tiene más tonterías que un mueble-bar y que no quiere salir de su terapia de autoayuda; de tanto abrazafarolas picándose a ver quién es el rey de la tertulia más impedida. Desde luego, psicólogos y psiquiatras de más de medio mundo se los tienen que estar rifando a fuer de enjundiosas tesis doctorales. Pero es muy triste, preocupante e indignante el tema. Un tema que no da para creer en conspiranoias, porque con el talento que hay, no hacen falta Anacletos agentes secretos. Esta gente le sale totalmente gratis al sistema. Ya no tienen gente ni para una comilona fantasmagórica. Por eso cada vez resultan más ridículos ciertos pedantes que van por el mundo muy bien anclados en el sistema (sistema que dicen combatir, jajaja), así como esos redactores sensacionalistas de esperpéntica imaginación; los mismos que dan carnets de pureza según antojos y amistades; los mismos que satanizaron tiempo ha la revista “Raigambre” porque les salió del amanerado culo que tienen por cerebro.  Y luego, analicen ustedes las amistades de este farisaico sanedrín…

Ciertamente, la biología se está encargando poco a poco de esta forrajera que no llega ni a pintoresca. El problema, reitero, es el daño que dejan hecho, que va a ser muy difícil de subsanar. No es gente que haya quemado los campos: Les ha echado sal. Y hasta que no nos quitemos esta pesada losa con olor a mierda que han dejado a toda causa noble que se precie, no levantaremos cabeza. Ya sabemos qué no hay que hacer y a quién no hay que parecerse. Y por supuesto, también sabemos quién necesita lijas para cuernos. Aunque algunos de pelados frailunos no llegan ni a eso. 

En fin, que Dios nos coja confesados, y alejémonos (y procuremos que se alejen los potencialmente buenos) de esta peste a la que ya le queda poco. Sigamos a lo nuestro, y el que no pueda, que arree. 
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domingo, 25 de septiembre de 2016

ENSEÑANZA BILINGÜE



Cecil Rhodes, uno de los artífices del imperialismo lingüístico inglés




EL SERVILISMO DE UNA MALA GOBERNANZA


Manuel Fernández Espinosa


Cecil Rhodes (1853-1902) explicitó en su testamento que uno de sus ideales era la expansión del imperialismo británico por todo el mundo, teniendo el idioma inglés como instrumento de dominación hasta convertirlo en lengua mundial. Que los países anglófonos se afanen en ello entra dentro de lo natural. Que prácticamente el mundo entero haya entrado en esta dinámica, sin apenas crítica ya es harina de otro costal. El idioma inglés ejerce una hegemonía planetaria debido a muchas razones: la influencia del cine, la música y otros fenómenos culturales facturados en USA para las masas mundiales es innegable: es el poder del dinero. No obstante, el fenómeno contra el que planteamos una corrección es otro: la imposición en las aulas españolas de lo que se hace llamar "enseñanza bilingüe" y que supone un estropicio incalculable para nuestras generaciones más jóvenes.

En primer lugar, oponerse a la "enseñanza bilingüe" no significa estar en contra del aprendizaje de otras lenguas: no sólo del inglés, sino del francés, alemán, italiano, portugués, ruso... No ponemos objeción alguna al conocimiento de otras lenguas: bien en el marco de la enseñanza pública, concertada y privada, o bien en centros especializados como las Escuelas de Idiomas o academias.

Existe un bilingüismo natural que tampoco es objeto de nuestra oposición: niños cuyos padres han formado un matrimonio mixto (español/inglesa, p. ej.) es normal que se eduquen en las lenguas nativas de sus padres.

Lo que consideramos una aberración por muchas razones es imponer el bilingüismo con calzador, como se pretende hacer, como se está haciendo. O sea, impartir otras asignaturas en inglés.

Si a un alumno ya le cuesta trabajo asimilar una disciplina (sea la Historia, sea la Física) en su propia lengua vernácula, ¿qué podemos esperar de su rendimiento si le forzamos a estudiar esa materia en inglés? Y, la verdad, por muchos títulos que los profesores puedan alegar, previo pago de matrículas y otros gastos, ¿de verdad nos creemos que los españoles somos capaces de expresar mejor en inglés una asignatura que en nuestra lengua nativa? Hay que ser ingenuo, por no decir estúpido.
   
Creemos que, además de nociva, la enseñanza bilingüe es otro rasgo más de servilismo lacayuno que se somete a las directrices del imperialismo anglosajón (bien sea británico o estadounidense).

Por ello creemos que ha llegado la hora de plantear una resistencia cívica a este nuevo desaguisado que se pretende perpetrar -que se está perpetrando- en la ya de por sí maltrecha enseñanza española. Son muchas las razones que a ello nos mueven: 

1. Consideramos que los "experimentos" no hay que hacerlos con generaciones enteras que sufrirán un daño incalculable en su formación.

2. Por patriotismo: como españoles tenemos una lengua que hablan millones y millones de almas. Que en la misma cuna de esa lengua se esté privilegiando a la lengua rival que compite con la nuestra en la expansión, nos parece otra nueva y clamorosa claudicación de nuestros representantes políticos que, en sus complejos de inferioridad, se muestran ineptos para defender los intereses nacionales y, en este caso, el patrimonio cultural más valioso y universal que una nación tiene: su lengua. 

Estos políticos que han configurado una enseñanza bilingüe para españoles, ¿para quién trabajan? ¿Para Cecil Rhodes?

 

martes, 13 de septiembre de 2016

HACIA UN MOVIMIENTO HISPÁNICO

Imagen de www.youtube.com

Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor 


En septiembre del 2011 un servidor llegaba al Perú. Como otros tantos ibéricos, hastiado por el desempleo y la falta de expectativas, crucé el charco buscando oportunidades, lleno de sueños y ganas, siguiendo la estela que muchos otros hijos de la Piel de Toro e islas adyacentes han seguido durante siglos. En mi caso, yo soy historiador y especializado en América, así que juzgué que, como no hay mal que por bien no venga, o era en ese momento o nunca cruzaría el charco. Y así hice. Y acá sigo luego de mil historias y, mal que bien, construir un bagaje.

El escritor colombiano Gabriel García Márquez, en una entrevista que le realizara Televisión Española en 1995 (1),decía que con el tiempo veríamos de nuevo a los españoles volviendo a emigrar a América. Sin duda, más sabe el diablo por viejo que por diablo, porque que sepamos, Gabo no era profeta y sin embargo acertó de pleno. Pero como pusimos de relieve el historiador quiteño Francisco Núñez del Arco y un servidor en Quito fue España (Historia del realismo criollo), es paradójico que a dos siglos de las dizque independencias, se diga (¿desde el subconsciente?) “son españoles iguales a nosotros”. Pues si todos somos españoles, ¿por qué nos separamos? O mejor dicho: Ya que nos separamos o nos separaron, ¿por qué no reconocer el error, luego de doscientos años en los que nos volvemos a encontrar continuamente?

Hablando de Francisco, cuando este gran amigo, colega historiador y hermano en la Hispanidad me pidió prologar su mencionado libro (2) no sentí ilusión, sino lo siguiente. Ni que decir tiene que acepté sin reservas, pues no en vano, fui testigo más o menos casual del comienzo de esta epopeya, lo cual me confería una responsabilidad no exenta de nerviosismo. Porque si ha habido algo que me haya obsesionado hasta la extenuación dentro de mi carrera, ése ha sido el periodo de las "independencias".

Con Francisco había tenido contacto por internet por mediación de unos amigos argentinos. Y lo pude conocer en persona en Lima, cuando yo estaba recién llegado, allá por octubre del 2011. Como todos los octubres, la Ciudad de los Reyes se revestía de morado para celebrar al Señor de los Milagros y ambos pudimos departir entre el centro histórico, Miraflores y Barranco de lo divino y lo humano, copando la centralidad de nuestras conversaciones el tema de las independencias en particular y la Hispanidad en general.

Desde que conozco a Francisco, podemos decir que nuestros muertos nos han asistido. Y me explico: En estos últimos cinco años, hemos perdido a un trío de grandísimos maestros e inspiradores de nuestras labores a contracorriente: José Manuel González, de Argentina; Luis Corsi Otálora, de Colombia; José Antonio Pancorvo, de Perú. Y eso sumado a otras pérdidas no menos sensibles de familiares en particular y seres queridos en general. El dolor nos ha acompañado aun en las alegrías. Y la vida ha seguido pasando y, si algo hemos percibido, es que nuestros muertos no nos han dejado solos. Los anhelos que al principio parecían poca cosa, a día de hoy forman parte de una realidad que trasciende los tiempos a través de los hechos. Hemos ahí la eternidad. Hemos ahí la vida. Y esta visión contracorriente de nuestra historia no va a parar. Empezó en Hispanoamérica y acá se va a seguir desarrollando.

Luego de todas las vicisitudes vividas hasta ahora, compartimos el que si hay algo serio que nos queda en este mundo, es la defensa de lo hispánico desde un punto de vista integral, acompañándonos de trascendencia y complejidad, con hondas hechuras metapolíticas que han de bordear el duro, cruel y surrealista contexto que nos ha tocado vivir/padecer; pero con la alegría de llevar la verdad por delante y de formar parte de lo auténticamente nuestro. Lo bueno, lo justo, lo verdadero y lo necesario. Lo que vale la pena. Lo que nos queda. Lo que hemos de poner en movimiento luego de dos siglos de mentiras y errores.

Ojo: Poner en movimiento y adaptado a los tiempos que nos ha tocado vivir, que conste. Que bien sabemos que no se puede volver al pasado; que el pasado no vuelve, que sí. Pero si nos mienten descaradamente sobre él, nunca tendremos futuro. ¡Y nos negamos a eso! Y menos cuando quienes dominan son tan ramplones.

Nuestra conciencia sabe que somos un pueblo cautivo, engañado y alienado, pero dos siglos de mentiras acá y acullá ya llegan a su fin. Sobre las ruinas que nos infringieron otros y que nos infringimos nosotros mismos, habrá de rebrotar una luz radiante e imperiosa; acaso la misma que supo seguir la grandeza del sol y formar tierra a través de los caminos del mar, juntando las columnas de Hércules con el Pacífico Norte, las Antillas y las profundidades de los Andes; diciéndole al mundo cómo era realmente y prolongando un animoso e inquebrantable espíritu hasta límites insospechados. Y para entendernos a nosotros mismos, y por ende, amarnos, este gran libro viene como anillo al dedo. Sin leyendas negras. Sin leyendas rosas. Sin tregua para traidores y endófobos. Sin dejar indiferentes. Dándole voz a los injustamente silenciados, cuando no vilipendiados. Haciendo historia. Nuestra historia.






Todos hemos andado en mundillos ideológicos. Todo el mundo ha sido joven. Y todos hemos salido decepcionados. Y al final, convergimos en la hispanidad. Tenemos ansias de saber y amar mejor nuestra historia, pero también tenemos ansias de construir y de renovar. Y no es algo que esté en el papel, es una realidad. En el tiempo que llevo en este continente, veo que cuando se juntan los criollos, son en verdad un mismo país. Lo mismo se puede decir de andinos o negros, o de otras tantas “etnias” que pululan por la vastedad del Nuevo Mundo. Las fronteras republicanas de principios del siglo XIX no se corresponden con la realidad, y corresponden al mismo y terrible patrón de las “fronteras redefinidas” que Lenin diseñó para la Unión Soviética, sobre las cenizas del Imperio Ruso; así como los anglosajones y la Francia republicana contribuyeron a la atomización de las tierras que estaban bajo el Imperio Austrohúngaro. Los anglosajones fueron muy aficionados a promocionar la dizque “libre autodeterminación de los pueblos” para, acto seguido, aprovechar y agrandar sus colonias. ¿Cómo se explica que –como dice Francisco Núñez del Arco- los británicos aún posean una treintena de enclaves coloniales en el continente americano? ¿Alguna vez se ha visto al indigenismo denunciar eso?

Además, ¿para qué sirven las rivalidades entre las repúblicas hispanoamericanas? Mejor dicho: ¿A quién benefician? ¿A quién/quiénes han beneficiado todas las guerras que ha habido desde la mismita secesión? ¿Quién estuvo detrás de la Guerra de la Triple Alianza? ¿Y de la Guerra del Salitre? ¿Y de la Guerra del Chaco?

¿No nos damos cuenta que la mano anglosajona está detrás? ¿Que desde los tiempos de Cromwell se considera a las Españas como el enemigo providencial? ¿Qué ya en el siglo XVIII trazaron su plan para humillar a España, fracasando estrepitosamente en el intento de invasión de Cartagena de Indias?

Gran Bretaña y Estados Unidos dirimieron sus diferencias durante todo el siglo XIX, pero entendieron que nada ganaban peleándose. Y llegó un día que ya no se pelearon más. Nosotros no hemos entendido este punto. No entendemos que Gran Bretaña sigue siendo un imperio que, si se sale del euro, va a tener sus recursos en un circuito con Canadá, Australia, Nueva Zelanda y etc. Gran Bretaña tiene una Commonwealth, y eso no se desmonta tan fácil. Justamente lo que quiso hacer la Monarquía Hispánica desde que el conde de Aranda advirtió a Carlos III que mejor era planificar una independencia pacífica instalando príncipes españoles en cada virreinato y estableciendo una fuerte alianza diplomática, económica y militar. América ya era autosuficiente, mas no por ello muchos americanos deseaban seguir siendo españoles. Por eso mismo, ya en la época de Carlos IV, se fue a materializar esta idea instalando un príncipe-virrey -en cada virreinato- con un equipo de gobierno en forma de “soberanía feudal” (3), de tal manera que no hubiera habido traumas, asentándose una lógica estabilidad que no estaría reñida con mantener unos lazos más que sólidos con la madre patria. Pero nada de eso se hizo. Y como advertía el gran pensador ruso Alexander Solzhenitsyn, cada vez que los zares hacían reformas beneficiosas para el pueblo ruso, los revolucionarios se encabritaban y preparaban los atentados más atroces, pues no podían permitir quedar deslegitimados tan obviamente. Ellos siempre fueron conscientes de que no eran “filántropos”, sino destructores. Y algo muy similar ocurrió en la América Española a principios del siglo XIX: La invasión de Napoleón fue tremendamente aprovechada por los traidores que ya estaban a las órdenes de los intereses británicos. Y entre estos traidores no sólo hubo hispanoamericanos, sino también peninsulares, revolucionarios ibéricos que escogieron América como su campo de experimentación; al igual que a día de hoy hacen muchos secuaces del partido ultraprogre Podemos, asesores de políticos de Venezuela, Ecuador o Bolivia. A esos los indigenistas no los acusan de colonialistas tampoco.

Fijémonos: Quien quiso mandar la gran expedición para ayudar a los realistas americanos en 1820 (que hubieran terminado de aplastar a los insurgentes) fue el novohispano Lardizábal, y el que la frustró y dio el golpe liberal que dio al traste con la política española fue el peninsular Riego, el mismo que murió arrepentido y abjurando de lo que había hecho.

En resumidas cuentas: Los liberales no quisieron un nuevo orden político que respetara la esencia y la tradición y nos partieron en mil pedazos, llegándonos hasta el alma. Ahora, se impone el retomar esa vocación imperial supranacional, no porque se haya de volver al pasado, sino precisamente porque el pasado se truncó con alienados y sangrientos artificios, y porque el presente ha demostrado la inutilidad de todos esos estados, incluyendo el “español”. Y en América probablemente sería esto más fácil que en España, que es una sociedad destruida y avejentada. Con todos los problemas que tiene América, no deja de haber un gran poso cultural común, siendo el idioma acaso lo más evidente. No hay entusiasmo por el bicentenario de las “independencias”. Hay un caldo de cultivo hispanista muy interesante. Hay que saber aprovecharlo. 

Como decimos: Nos adaptamos a los tiempos que nos ha tocado vivir. Desde la base, con las realidades entrañables y perceptibles que saltan a la vista, desde el folclore o la gastronomía a otros temas de enjundia. No queremos ser una opereta. Cuidado con cierto pseudohispanismo (4) que está echando para atrás a gente potencialmente buena y noble que, con lógica, se acerca al ideal hispánico que ha de estar en movimiento. 

Es una pena que no tengamos un medio común en todos los sentidos. Porque la corriente está ahí, viva y coleando, pero nos falta darle fondo y forma y materializarla. Y para eso, hemos de ponernos al tanto en tener nuestros propios medios comunicativos, forjando nuestro propio estilo, siempre basado en lo nuestro, en lo orgánico. Lo tenemos todo para eclosionar. Es cuestión de ponerse y de tomárselo en serio.

Amigos: En este maldito y enloquecido mundo de la globalización, no hay causa más noble que la hispánica. Hace tiempo escribí sobre cuáles creía que debían ser las directrices geopolíticas del hispanismo (5)Ahora veo más claro que nunca que lo que hay es que desarrollar el hispanismo en nuestra América. Desde el Nuevo Mundo, vayamos hacia un movimiento hispánico, siendo conscientes de que los realistas criollos resistieron solos, sin ayuda, y durante buena parte del siglo XIX así lo hicieron. No hay que esperar nada de España sino más bien al contrario: Probablemente se la pueda empujar mejor desde el otro lado del charco. La identidad no se puede borrar. Fijémonos que los godos, que estuvieron tres siglos en la Península, siempre llamaron “romanos” a sus habitantes. Paradójico es que luego los españoles fuéramos conocidos como “godos”, y todavía hasta hoy… ¡Y los moros nos siguen llamando “rumíes”! Y es gracias a esa identidad que España se reafirmó durante los siglos. Por eso es ahora el turno de los hispanos de América ante los siglos, porque en ellos está el calor y el dolor. Con la fe que mueve montañas, esto no ha hecho más que empezar.

¡Vamos!




NOTAS:

(1) Véase:






(2) Algunos enlaces al respecto: 

QUITO FUE ESPAÑA: HISTORIA DEL REALISMO CRIOLLO ...












(3) Término usado por el ministro Godoy, tal y como expone Núñez del Arco. Sin duda no fue el mejor político de la historia de las Españas, pero de haberse consumado el plan, tendríamos una Comunidad Hispanoamericana fuerte que en nada envidiaría a la Commonwealth británica. 





(4) Recuérdese: 


CUIDADO CON EL PSEUDOHISPANISMO






(5) Artículo íntegro:


lunes, 5 de septiembre de 2016

CUANDO LA IMAGINACIÓN ES PODER (VII PARTE)



William Wordsworth


LA IMAGINACIÓN... OTRO NOMBRE PARA EL PODER ABSOLUTO


Manuel Fernández Espinosa

Los románticos recobrarán el prestigio para la imaginación. El romanticismo inglés, tan deudor del idealismo alemán (sobre todo, el de Schelling), será una de las vanguardias en esta tarea. Así es como William Wordsworth (1770-1850) podrá escribir en la conclusión de su "The Prelude" (Book Fourteenth):

"This spiritual Love acts not nor can exist
Without Imagination, which, in truth,
Is but another name for absolute power".

La Imaginación... "que, en verdad,/no es sino otro nombre para el poder absoluto". Pocos lo han dicho con más claridad que Wordsworth (cuya palabra tiene un valor, como bien dice su propio apellido).

Esta imaginación que intuyó Wordsworth no es aquella que podríamos calificar de capricho estéril e impotente. Tiene mucho que ver con la imaginación de Paracelso, definida por éste como "producción mágica de una imagen": la "fuerza mágica por excelencia" (personalmente creo que, más que la fuerza mágica, es el medio mágico por excelencia, siendo la fuerza por excelencia la voluntad como bien supo ver Arthur Schopenhauer). Aunque la influencia de Schelling se hizo sentir en los románticos británicos, no podemos olvidar tampoco a William Blake que en este tema muestra asomos de pionero.

No obstante, el idealismo constituye una renacencia de la magia. Y eso pasa justamente por el esfuerzo que los idealistas hacen para superar a Inmanuel Kant que aporta el cañamazo filosófico de la Ilustración. Sólo de lo fenoménico cabe ciencia, nos dice Kant; de lo "nouménico" (de la "cosa en sí") no se puede tener ciencia. La metafísica tradicional ha operado durante siglos sufriendo una "ilusión trascendental": la "Crítica de la Razón Pura" es el esfuerzo ilustrado por establecer los límites de la ciencia y estos límites constituyen una frontera que no puede ser traspasada. Además de las críticas, el furibundo panfleto de Kant contra Inmanuel Swedenborg "Los sueños de un visionario" (donde, por cierto, el ilustrado también aprovecha para sacar toda la mala baba que alberga contra el catolicismo) es buena muestra de ello. Pero ni por esas la metafísica deja de constituir todavía un problema: las ideas de la razón "ilusionada" se convierten en postulados de la Razón Práctica, lo que significa que se tornan en fundamentos de la moral (que, por eso, puede llamarse hasta "metafísica de las costumbres").

Pero la "Crítica de la Razón Pura" tiene dos versiones: la de 1781 y la 1787. El perspicaz cotejo de los pasajes más significativos de ambas, contrastándolos, fue lo que sirvió a Martin Heidegger (además de servirse de la "Antropología en sentido pragmático") para indagar sobre el papel de la "imaginación" en la filosofía de Kant. Los estudios de Heidegger concernientes a estas cuestiones kantianas se publicaron bajo el título "Kant y el problema de la metafísica". La parte tercera de este libro de Heidegger, "La fundamentación de la metafísica en su originareidad" pone de manifiesto el problematismo que reviste en Kant la consideración (y el soslayamiento kantiano) de la imaginación en varios tanteos. Esto, junto a la problematicidad que plantea la "Crítica del Juicio", será lo que impele a los idealistas alemanes a traspasar los límites marcados por la Razón Pura, para internarse en el poder de la imaginación hasta intuir la operación mágica. 

Es mi propósito ofrecer en su momento unos apuntes más exhaustivos sobre la "La fundamentación de la metafísica en su originareidad" incluido en "Kant y el problema de la metafísica" de Heidegger, por considerar que es aquí donde se ha ido más lejos en el descubrimiento de las contradicciones de Kant, pero compréndase que la profundidad heideggeriana merece algo más que unos apuntes superficiales. Lo que sí puedo avanzar es que lo que Heidegger ha descubierto en lo que atañe a esta cuestión en Kant es, precisamente, que "Esta constitución originaria de la esencia del hombre, "enraizada" en la imaginación trascendental, es lo "desconocido", que Kant debe haber entrevisto, pues habló de una "raíz desconocida para nosotros". Lo desconocido no es aquello de lo que no sabemos absolutamente nada, sino aquello que, en lo conocido, se nos impone como un elemento de inquietud. Sin embargo, Kant no llevó a cabo la interpretación más originaria de la imaginación trascendental, ni siquiera la emprendió, a pesar de los indicios claros, que fué el primero en reconocer, para un análisis de esta índole."

La conclusión de Heidegger es que "Kant retrocedió ante esta raíz desconocida". De ahí que para sondear la cuestión, considere yo que es forzoso conceder el tratamiento que se merece esta obra de Heidegger.

Pero el idealismo, sin detenerse mucho en cuestiones académicas, traspasó los límites marcados por la Ilustración en un afán casi fáustico por ir a la "raíz desconocida": los románticos no retrocedieron como sí hizo Kant, sino que todo lo contrario: se metieron hasta la cincha. En Alemania, Novalis llegó a denominar a su filosofía con el nombre de "idealismo mágico" y en el siglo XX, Julius Evola retomará eso de "idealismo mágico" en sus primeras aproximaciones. Aquí hace falta tener en cuenta que los movimientos de vanguardia de entreguerras (los llamados "ismos", en los que estuvo involucrado el Barón Evola) del siglo XX muestran, aunque lo camuflen, señales heredadas del romanticismo y, entre las cosas que comparten con éste no es menos la inclinación por el poder mágico de la imaginación, plasmada ésta en el arte: este interés por la magia (también por el ocultismo) está presente hasta en un movimiento como el surrealismo que, por más que profesaba públicamente el marxismo (uno de cuyos dogmas es el materialismo), tenía en André Breton a una especie de gurú, creyente y practicante de la magia. Para ilustrar esta faceta de André Breton recordemos una anécdota que Octavio Paz cuenta y que nos parece bastante elocuente: en cierta reunión a la que asistía Octavio Paz y Joan Miró, en casa de Breton, el anfitrión alababa la medicina tribal y chamánica, de índole "mágica", a la vez que criticaba a la medicina occidental y moderna por su dependencia de la química. Minutos después, Breton se quejó de un dolor de cabeza y pidió una aspirina. La hija de Breton, Aube, le dijo no sin sorna:


-¡Qué raro que hayas pedido una aspirina en lugar de llamar a un chamán! Con dos pases te habría aliviado...


BIBLIOGRAFÍA:

-Obras de W. Wordsworth en inglés.

-Obras de I. Kant.

-Heidegger, Martin, "Kant y el problema de la metafísica", Fondo de Cultura Económica, México. Traducción de Gred Ibscher Roth y revisión de Elsa Cecilia Frost.

-Paz, Octavio, "André Breton y el surrealismo" (Constelaciones: André Breton y Joan Miró), en "Obras completas". Edición de Autor. "Excursiones/Incursiones. Dominio extranjero", Círculo de Lectores. 

viernes, 2 de septiembre de 2016

CUANDO LA IMAGINACIÓN ES PODER (VI PARTE)

Les Idées, cuadro de Jean Delville


GOETHE, LAS MADRES Y LA LLAVE DE LOS REINOS TELÚRICOS Y CÉLICOS


Manuel Fernández Espinosa


"Mal de mi grado descubro el sublime misterio. Hay unas diosas augustas que reinan en la soledad. En torno a ellas no hay espacio y menos aún tiempo. Hablar de ellas es un trabajo. Son las Madres".

Así se expresa Mefistófeles en uno de los pasajes más enigmáticos de la segunda parte del "Fausto" de Goethe. ¿Qué son las "Madres" goethianas? Es un tema que ha sido tratado por otros, pero con menos intensión y extensión de lo que considero oportuno. Aquí encontramos una de las claves del pensamiento de Goethe que, a diferencia del mecanicismo o del grosero materialismo, es de estirpe platónica. Vamos a tratar de dilucidar algo de lo que este pasaje significa.

Para entender esta intervención de Mefistófeles hay que comprender, en primer lugar, que Mefistófeles es, como afirma Peter Sloterdijk, uno de los personajes literarios que mejor cifran el cinismo moderno. Por eso le cuesta tanto trabajo a Mefistófeles hablar de las misteriosas "Madres". Pero se le hace necesario cuando, en los tratos que se traen Fausto y Mefistófeles con el Emperador, éste les pide que conjuren a Helena de Troya y a Paris, para ver con sus ojos lo que pasa por considerarse el "modelo de los hombres y el de las mujeres". Mefistófeles, en el apuro, no ve otra salida que enviar a Fausto a buscar a las Madres, extraño nombre para algo que a él hasta le cuesta pronunciar.

A Fausto, el nombre de las "Madres" también lo inquieta y azora. Mefistófeles le responde: "¿Tan apocado eres que así te turba una palabra nueva? ¿No quieres oír sino lo que oíste ya? Nada te turbe, suene como sonare, a ti que desde tanto tiempo estás ya habituado a las cosas más estupendas". Por una vez, hagámosle caso al diablo: no nos apoquemos ante el nombre de las "Madres", acudamos a "intuir" lo que son para Goethe.

Para vislumbrar lo que son las Madres hay que ir a los últimos versos del "Fausto" que son una apoteosis de la salvación por la Feminidad:

"Todo lo perecedero no es más que figura. Aquí lo Inaccesible se convierte en hecho; aquí se realiza lo Inefable. Lo Eterno-Femenino nos atrae a lo alto".

Parece extraño, en tanto que -en un primer momento- Mefistófeles envía a Fausto a buscar a esas "Madres" con una llave que crece y fulgura, recomendándole que la siga "hacia abajo, y te conducirá a las Madres".  El mismo Mefistófeles le dirá a Fausto: "Desciende, pues. Podría también decir: Sube. Es igual. Huye de lo que tiene existencia. Lánzate a los libros, ilimitados espacios de las imágenes."

Las Madres: "están sentadas [unas], otras en pie y andan vagando al azar. Formación, transformación, eterno juego del Pensamiento eterno. Rodeadas de las flotantes imágenes de toda criatura, ellas no te verán, pues sólo perciben los esquemas."

Hay que reconocer que el pasaje de las "Madres" es lo suficientemente extraño como para saber de lo que está hablándonos Goethe a través de Mefistófeles. La opinión común es que con las "Madres" se refiere a las ideas platónicas. Pero decir eso no puede ser más que un indicador que no agota la complejidad del asunto planteado por Goethe.

Eugenio Trías explica este pasaje hallando que las "Madres", más que Ideas ortodoxamente platónicas, son una reelaboración romántica de signo animista y panpsiquista: La Naturaleza -para los románticos- "se halla -dice Trías- entretejida de lo que genialmente había anticipado Goethe con su concepción de los "fenómenos originarios". El "Urphänomen" de Goethe, que en su Fausto da lugar a una inquieta y apasionada búsqueda por parte de su personaje, el célebre episodio del viaje hacia el reino de "las Madres", constituye una trama plural de arquetipos vivientes que en su condición de paradigmas originarios de los fenómenos naturales constituyen la razón o el fundamento a priori, de carácter nouménico, de su comparecencia fenoménica".

Las Madres son a manera de invisibles raíces que subyacen bajo la naturaleza que se nos aparece -visible, fenoménica- siendo, a la postre, los principios que permanecen -invisibles, de carácter nouménico- bajo el flujo de transformaciones de lo que podemos observar sensiblemente y someter cuantitativamente al modo de la ciencia moderna. La personificación (y, muy importante, su identificación con la fertilidad femenina que es lo materno) con la que Goethe nos presenta estos "principios" no-humanos es la que conecta este pasaje con el desenlace apoteósico del "Fausto", cuando lo Eterno-Femenino nos eleva. Para buscar a las Madres hay que "descender" a los fondos de la misma naturaleza (de la materia): allí donde no hay ni espacio ni tiempo.

Pero, con todo y con ello, queda por averiguar qué es esa "llave" que Mefistófeles ofrece a Fausto para acceder a ese mundo: una llave que "crece" y "fulgura" y que, a mi juicio, es símbolo de la "imaginación creadora", la misma que abre la puerta de lo sensible (abajo) y lo inteligible (arriba), sin la cual ni podemos acceder al mundo "subterráneo" de las Madres, oculto bajo lo material visible, ni al mundo empíreo de los ángeles y las almas bienaventuradas salvadas por la benéfica y suprahumana feminidad que Goethe cifra en la Santísima Virgen María (ver nota). Pero para aseverar que esa llave es la "imaginación creadora" tendremos que ir a Kant y verlo zozobrar "aquí" en esta cuestión nuclear, tal y como lo vio Heidegger. Eso lo abordaré en otro apartado.

CONTINUARÁ...

Nota: Curioso esto -y, permítaseme una breve digresión sobre este particular, pues casi todos los comentaristas del "Fausto" lo pasan por alto: Goethe, del que sabemos que fue masón, que incluso se ufanaba de no ser cristiano, ofrece en la última escena de su "Fausto" uno de los más grandiosos cuadros de la salvación que sería digno de considerar. La imaginería que emplea es de raigambre católica. Entre los personajes, detengámonos a considerar al "Pater Aestaticus" que no creo que sea San Felipe Neri (como dicen algunas notas a pie de página) sino Dionisio El Cartujano (llamado tradicionalmente Doctor Extático): el Pater Aestaticus presenta la etapa purgativa del itinerario místico; el "Pater Profundus" (tal vez San Bernardo de Claraval) encarna en el pasaje goethiano el clímax iluminativo y, por último, en el "Pater Seraficus" (San Francisco de Asís) cifra Goethe el estadio supremo de los Esponsales del alma con Dios. El Doctor Marianus (Duns Scoto) comparece también como heraldo de la Santísima Virgen María. Es así como cuatro grandes figuras del catolicismo místico componen un retablo sublime que gradualmente simboliza la salvación de Fausto (del alma humana) por el Eterno-Femenino: por Margarita, su inocente víctima intercesora y, en última instancia, por la Virgen María, a la que el Doctor Marianus invoca con epítetos que evocan el "Salve Regina": "Que cada sentido purificado esté pronto para tu servicio. ¡Virgen, Madre, Reina, Diosa, sé propicia!".

BIBLIOGRAFÍA:

Goethe, Johann Wolfgang von, "Fausto", edición de Manuel José González y Miguel Ángel Vega. Traducción de José Roviralta. Cátedra Letras Universales.

Sloterdijk, Peter, "Crítica de la razón cinica" (I volumen), Taurus.

Trías, Eugenio, "La edad del espíritu", Ensayos Destino.