RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

lunes, 5 de septiembre de 2016

CUANDO LA IMAGINACIÓN ES PODER (VII PARTE)



William Wordsworth


LA IMAGINACIÓN... OTRO NOMBRE PARA EL PODER ABSOLUTO


Manuel Fernández Espinosa

Los románticos recobrarán el prestigio para la imaginación. El romanticismo inglés, tan deudor del idealismo alemán (sobre todo, el de Schelling), será una de las vanguardias en esta tarea. Así es como William Wordsworth (1770-1850) podrá escribir en la conclusión de su "The Prelude" (Book Fourteenth):

"This spiritual Love acts not nor can exist
Without Imagination, which, in truth,
Is but another name for absolute power".

La Imaginación... "que, en verdad,/no es sino otro nombre para el poder absoluto". Pocos lo han dicho con más claridad que Wordsworth (cuya palabra tiene un valor, como bien dice su propio apellido).

Esta imaginación que intuyó Wordsworth no es aquella que podríamos calificar de capricho estéril e impotente. Tiene mucho que ver con la imaginación de Paracelso, definida por éste como "producción mágica de una imagen": la "fuerza mágica por excelencia" (personalmente creo que, más que la fuerza mágica, es el medio mágico por excelencia, siendo la fuerza por excelencia la voluntad como bien supo ver Arthur Schopenhauer). Aunque la influencia de Schelling se hizo sentir en los románticos británicos, no podemos olvidar tampoco a William Blake que en este tema muestra asomos de pionero.

No obstante, el idealismo constituye una renacencia de la magia. Y eso pasa justamente por el esfuerzo que los idealistas hacen para superar a Inmanuel Kant que aporta el cañamazo filosófico de la Ilustración. Sólo de lo fenoménico cabe ciencia, nos dice Kant; de lo "nouménico" (de la "cosa en sí") no se puede tener ciencia. La metafísica tradicional ha operado durante siglos sufriendo una "ilusión trascendental": la "Crítica de la Razón Pura" es el esfuerzo ilustrado por establecer los límites de la ciencia y estos límites constituyen una frontera que no puede ser traspasada. Además de las críticas, el furibundo panfleto de Kant contra Inmanuel Swedenborg "Los sueños de un visionario" (donde, por cierto, el ilustrado también aprovecha para sacar toda la mala baba que alberga contra el catolicismo) es buena muestra de ello. Pero ni por esas la metafísica deja de constituir todavía un problema: las ideas de la razón "ilusionada" se convierten en postulados de la Razón Práctica, lo que significa que se tornan en fundamentos de la moral (que, por eso, puede llamarse hasta "metafísica de las costumbres").

Pero la "Crítica de la Razón Pura" tiene dos versiones: la de 1781 y la 1787. El perspicaz cotejo de los pasajes más significativos de ambas, contrastándolos, fue lo que sirvió a Martin Heidegger (además de servirse de la "Antropología en sentido pragmático") para indagar sobre el papel de la "imaginación" en la filosofía de Kant. Los estudios de Heidegger concernientes a estas cuestiones kantianas se publicaron bajo el título "Kant y el problema de la metafísica". La parte tercera de este libro de Heidegger, "La fundamentación de la metafísica en su originareidad" pone de manifiesto el problematismo que reviste en Kant la consideración (y el soslayamiento kantiano) de la imaginación en varios tanteos. Esto, junto a la problematicidad que plantea la "Crítica del Juicio", será lo que impele a los idealistas alemanes a traspasar los límites marcados por la Razón Pura, para internarse en el poder de la imaginación hasta intuir la operación mágica. 

Es mi propósito ofrecer en su momento unos apuntes más exhaustivos sobre la "La fundamentación de la metafísica en su originareidad" incluido en "Kant y el problema de la metafísica" de Heidegger, por considerar que es aquí donde se ha ido más lejos en el descubrimiento de las contradicciones de Kant, pero compréndase que la profundidad heideggeriana merece algo más que unos apuntes superficiales. Lo que sí puedo avanzar es que lo que Heidegger ha descubierto en lo que atañe a esta cuestión en Kant es, precisamente, que "Esta constitución originaria de la esencia del hombre, "enraizada" en la imaginación trascendental, es lo "desconocido", que Kant debe haber entrevisto, pues habló de una "raíz desconocida para nosotros". Lo desconocido no es aquello de lo que no sabemos absolutamente nada, sino aquello que, en lo conocido, se nos impone como un elemento de inquietud. Sin embargo, Kant no llevó a cabo la interpretación más originaria de la imaginación trascendental, ni siquiera la emprendió, a pesar de los indicios claros, que fué el primero en reconocer, para un análisis de esta índole."

La conclusión de Heidegger es que "Kant retrocedió ante esta raíz desconocida". De ahí que para sondear la cuestión, considere yo que es forzoso conceder el tratamiento que se merece esta obra de Heidegger.

Pero el idealismo, sin detenerse mucho en cuestiones académicas, traspasó los límites marcados por la Ilustración en un afán casi fáustico por ir a la "raíz desconocida": los románticos no retrocedieron como sí hizo Kant, sino que todo lo contrario: se metieron hasta la cincha. En Alemania, Novalis llegó a denominar a su filosofía con el nombre de "idealismo mágico" y en el siglo XX, Julius Evola retomará eso de "idealismo mágico" en sus primeras aproximaciones. Aquí hace falta tener en cuenta que los movimientos de vanguardia de entreguerras (los llamados "ismos", en los que estuvo involucrado el Barón Evola) del siglo XX muestran, aunque lo camuflen, señales heredadas del romanticismo y, entre las cosas que comparten con éste no es menos la inclinación por el poder mágico de la imaginación, plasmada ésta en el arte: este interés por la magia (también por el ocultismo) está presente hasta en un movimiento como el surrealismo que, por más que profesaba públicamente el marxismo (uno de cuyos dogmas es el materialismo), tenía en André Breton a una especie de gurú, creyente y practicante de la magia. Para ilustrar esta faceta de André Breton recordemos una anécdota que Octavio Paz cuenta y que nos parece bastante elocuente: en cierta reunión a la que asistía Octavio Paz y Joan Miró, en casa de Breton, el anfitrión alababa la medicina tribal y chamánica, de índole "mágica", a la vez que criticaba a la medicina occidental y moderna por su dependencia de la química. Minutos después, Breton se quejó de un dolor de cabeza y pidió una aspirina. La hija de Breton, Aube, le dijo no sin sorna:


-¡Qué raro que hayas pedido una aspirina en lugar de llamar a un chamán! Con dos pases te habría aliviado...


BIBLIOGRAFÍA:

-Obras de W. Wordsworth en inglés.

-Obras de I. Kant.

-Heidegger, Martin, "Kant y el problema de la metafísica", Fondo de Cultura Económica, México. Traducción de Gred Ibscher Roth y revisión de Elsa Cecilia Frost.

-Paz, Octavio, "André Breton y el surrealismo" (Constelaciones: André Breton y Joan Miró), en "Obras completas". Edición de Autor. "Excursiones/Incursiones. Dominio extranjero", Círculo de Lectores. 

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