RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 2 de septiembre de 2016

CUANDO LA IMAGINACIÓN ES PODER (VI PARTE)

Les Idées, cuadro de Jean Delville


GOETHE, LAS MADRES Y LA LLAVE DE LOS REINOS TELÚRICOS Y CÉLICOS


Manuel Fernández Espinosa


"Mal de mi grado descubro el sublime misterio. Hay unas diosas augustas que reinan en la soledad. En torno a ellas no hay espacio y menos aún tiempo. Hablar de ellas es un trabajo. Son las Madres".

Así se expresa Mefistófeles en uno de los pasajes más enigmáticos de la segunda parte del "Fausto" de Goethe. ¿Qué son las "Madres" goethianas? Es un tema que ha sido tratado por otros, pero con menos intensión y extensión de lo que considero oportuno. Aquí encontramos una de las claves del pensamiento de Goethe que, a diferencia del mecanicismo o del grosero materialismo, es de estirpe platónica. Vamos a tratar de dilucidar algo de lo que este pasaje significa.

Para entender esta intervención de Mefistófeles hay que comprender, en primer lugar, que Mefistófeles es, como afirma Peter Sloterdijk, uno de los personajes literarios que mejor cifran el cinismo moderno. Por eso le cuesta tanto trabajo a Mefistófeles hablar de las misteriosas "Madres". Pero se le hace necesario cuando, en los tratos que se traen Fausto y Mefistófeles con el Emperador, éste les pide que conjuren a Helena de Troya y a Paris, para ver con sus ojos lo que pasa por considerarse el "modelo de los hombres y el de las mujeres". Mefistófeles, en el apuro, no ve otra salida que enviar a Fausto a buscar a las Madres, extraño nombre para algo que a él hasta le cuesta pronunciar.

A Fausto, el nombre de las "Madres" también lo inquieta y azora. Mefistófeles le responde: "¿Tan apocado eres que así te turba una palabra nueva? ¿No quieres oír sino lo que oíste ya? Nada te turbe, suene como sonare, a ti que desde tanto tiempo estás ya habituado a las cosas más estupendas". Por una vez, hagámosle caso al diablo: no nos apoquemos ante el nombre de las "Madres", acudamos a "intuir" lo que son para Goethe.

Para vislumbrar lo que son las Madres hay que ir a los últimos versos del "Fausto" que son una apoteosis de la salvación por la Feminidad:

"Todo lo perecedero no es más que figura. Aquí lo Inaccesible se convierte en hecho; aquí se realiza lo Inefable. Lo Eterno-Femenino nos atrae a lo alto".

Parece extraño, en tanto que -en un primer momento- Mefistófeles envía a Fausto a buscar a esas "Madres" con una llave que crece y fulgura, recomendándole que la siga "hacia abajo, y te conducirá a las Madres".  El mismo Mefistófeles le dirá a Fausto: "Desciende, pues. Podría también decir: Sube. Es igual. Huye de lo que tiene existencia. Lánzate a los libros, ilimitados espacios de las imágenes."

Las Madres: "están sentadas [unas], otras en pie y andan vagando al azar. Formación, transformación, eterno juego del Pensamiento eterno. Rodeadas de las flotantes imágenes de toda criatura, ellas no te verán, pues sólo perciben los esquemas."

Hay que reconocer que el pasaje de las "Madres" es lo suficientemente extraño como para saber de lo que está hablándonos Goethe a través de Mefistófeles. La opinión común es que con las "Madres" se refiere a las ideas platónicas. Pero decir eso no puede ser más que un indicador que no agota la complejidad del asunto planteado por Goethe.

Eugenio Trías explica este pasaje hallando que las "Madres", más que Ideas ortodoxamente platónicas, son una reelaboración romántica de signo animista y panpsiquista: La Naturaleza -para los románticos- "se halla -dice Trías- entretejida de lo que genialmente había anticipado Goethe con su concepción de los "fenómenos originarios". El "Urphänomen" de Goethe, que en su Fausto da lugar a una inquieta y apasionada búsqueda por parte de su personaje, el célebre episodio del viaje hacia el reino de "las Madres", constituye una trama plural de arquetipos vivientes que en su condición de paradigmas originarios de los fenómenos naturales constituyen la razón o el fundamento a priori, de carácter nouménico, de su comparecencia fenoménica".

Las Madres son a manera de invisibles raíces que subyacen bajo la naturaleza que se nos aparece -visible, fenoménica- siendo, a la postre, los principios que permanecen -invisibles, de carácter nouménico- bajo el flujo de transformaciones de lo que podemos observar sensiblemente y someter cuantitativamente al modo de la ciencia moderna. La personificación (y, muy importante, su identificación con la fertilidad femenina que es lo materno) con la que Goethe nos presenta estos "principios" no-humanos es la que conecta este pasaje con el desenlace apoteósico del "Fausto", cuando lo Eterno-Femenino nos eleva. Para buscar a las Madres hay que "descender" a los fondos de la misma naturaleza (de la materia): allí donde no hay ni espacio ni tiempo.

Pero, con todo y con ello, queda por averiguar qué es esa "llave" que Mefistófeles ofrece a Fausto para acceder a ese mundo: una llave que "crece" y "fulgura" y que, a mi juicio, es símbolo de la "imaginación creadora", la misma que abre la puerta de lo sensible (abajo) y lo inteligible (arriba), sin la cual ni podemos acceder al mundo "subterráneo" de las Madres, oculto bajo lo material visible, ni al mundo empíreo de los ángeles y las almas bienaventuradas salvadas por la benéfica y suprahumana feminidad que Goethe cifra en la Santísima Virgen María (ver nota). Pero para aseverar que esa llave es la "imaginación creadora" tendremos que ir a Kant y verlo zozobrar "aquí" en esta cuestión nuclear, tal y como lo vio Heidegger. Eso lo abordaré en otro apartado.

CONTINUARÁ...

Nota: Curioso esto -y, permítaseme una breve digresión sobre este particular, pues casi todos los comentaristas del "Fausto" lo pasan por alto: Goethe, del que sabemos que fue masón, que incluso se ufanaba de no ser cristiano, ofrece en la última escena de su "Fausto" uno de los más grandiosos cuadros de la salvación que sería digno de considerar. La imaginería que emplea es de raigambre católica. Entre los personajes, detengámonos a considerar al "Pater Aestaticus" que no creo que sea San Felipe Neri (como dicen algunas notas a pie de página) sino Dionisio El Cartujano (llamado tradicionalmente Doctor Extático): el Pater Aestaticus presenta la etapa purgativa del itinerario místico; el "Pater Profundus" (tal vez San Bernardo de Claraval) encarna en el pasaje goethiano el clímax iluminativo y, por último, en el "Pater Seraficus" (San Francisco de Asís) cifra Goethe el estadio supremo de los Esponsales del alma con Dios. El Doctor Marianus (Duns Scoto) comparece también como heraldo de la Santísima Virgen María. Es así como cuatro grandes figuras del catolicismo místico componen un retablo sublime que gradualmente simboliza la salvación de Fausto (del alma humana) por el Eterno-Femenino: por Margarita, su inocente víctima intercesora y, en última instancia, por la Virgen María, a la que el Doctor Marianus invoca con epítetos que evocan el "Salve Regina": "Que cada sentido purificado esté pronto para tu servicio. ¡Virgen, Madre, Reina, Diosa, sé propicia!".

BIBLIOGRAFÍA:

Goethe, Johann Wolfgang von, "Fausto", edición de Manuel José González y Miguel Ángel Vega. Traducción de José Roviralta. Cátedra Letras Universales.

Sloterdijk, Peter, "Crítica de la razón cinica" (I volumen), Taurus.

Trías, Eugenio, "La edad del espíritu", Ensayos Destino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario