RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

domingo, 16 de octubre de 2016

EL REINO DE LAS LUCES




CARLOS III ENTRE EL VIEJO Y EL NUEVO MUNDO, DE IGNACIO GÓMEZ DE LIAÑO

Manuel Fernández Espinosa


"El reino de las luces. Carlos III entre el viejo y el nuevo mundo" (2015) es una obra reciente del filósofo Ignacio Gómez de Liaño (Madrid, 1946). El autor es, sin ninguna duda, uno de los filósofos de más fuste en la España contemporánea por sus propios méritos, pero a la vez es un gran desconocido para el público por no prestarse a los tejemanejes de los premios editoriales. Aunque su familia es oriunda de Peñaranda de Bracamonte, Ignacio Gómez de Liaño abrió los ojos en Madrid y en la villa y corte empezó su actividad cultural, primero en las vanguardias como poeta, conoció a Salvador Dalí y mantuvo con el pintor catalán una buena amistad. Licenciado y doctorado en Filosofía por la Universidad Complutense, ha sido profesor de Estética en la Escuela Superior de Arquitectura de la Politécnica de Madrid, profesor más tarde de Ciencias Sociales en la Complutense y profesor visitante en la Universidad de Estudios Extranjeros de Osaka y Pekín.

Mérito de Ignacio Gómez de Liaño es haber descubierto -en un estudio que pudiéramos denominar arqueología de las ideas filosóficas- que los mandalas empleados por religiones de Extremo Oriente, como el hinduísmo y el budismo, son productos procedentes de los diagramas mnemotécnicos empleados por las antiguas escuelas helenísticas y, más tarde, usados por las sectas gnósticas de los primeros siglos del cristianismo.

El presente libro que comentamos -"El reino de la luces. Carlos III entre el viejo y el nuevo mundo"- no es una biografía de Carlos III ni tampoco un estudio exhaustivo del reinado de Carlos III. Lo que el autor nos ofrece es un friso de lo que constituyó el reinado de Carlos III en lo concerniente a empresas culturales (como las excavaciones de Pompeya y Herculano, que bien pueden ser consideradas las primeras cavas arqueológicas modernas o los primeros pasos de la arqueología prehispánica en Iberoamérica), las expediciones científicas comandadas por los científicos y marinos españoles, las primeras andanzas de la antropología comparada o la etnografía, auspiciados por España, o la ayuda prestada por España a la independencia de las colonias británicas de Norteamérica.

El libro sale al paso de muchos de los atávicos clichés de la Leyenda Negra antiespañola y pone las cosas en su sitio con la solvencia que caracteriza a un polígrafo como Gómez de Liaño. El capítulo dedicado a la Guerra de la Independencia estadounidense es una magnífica reivindicación de la verdadera aportación de la España carolina a los rebeldes que fundaron los Estados Unidos de Norteamérica, una gesta que, si por un lado movilizó al gobierno español contra Inglaterra, aliándose a los rebeldes useños y a Francia, por otro lado suscitaba las reservas de no pocos políticos españoles que sospechaban lo que podría deparar la constitución de una nueva nación (que ya en sus inicios apuntaba maneras de convertirse en una ambiciosa potencia que, andando el tiempo, vendría en efecto a perjudicar severarmente los intereses españoles en Amércia; toda aquella ayuda en dinero, armas, munición, apoyo logístico, ropa... Sería muy pronto olvidada por sus máximos beneficiarios: y ni siquiera nos pagarían sus deudas.

El libro se cierra con la muerte de Carlos III y con el descubrimiento en México de la famosa Piedra del Sol poco después de la defunción del Rey Arqueólogo. En este hallazgo arqueológico novohispano -con el que se exhumó un testimonio pétreo de tiempos de crueles hecatombes humanas- Gómez de Liaño ve como el símbolo de la clausura de un tiempo de luces que coincide con el último esplendor de España que, como canto de cisne, llega a su máxima expansión imperial y la apertura de una edad sombría, en la que vuelven los holocaustos a dioses terribles, esta vez bajo la máscara de las ideologías modernas que inmolarán millones de vidas en los altares tenebrosos de la Diosa Razón jacobina y, más tarde, a todos esos ídolos de las ideologías modernas que le siguen en los siglos XIX y XX.

El libro constituye una apología, bien fundada, de los logros de España bajo el reinado de Carlos III que se convirtió en el árbrito de la vida política internacional. Y se muestra como una excelente propedéutica cultural al legado del siglo XVIII, a veces tan injustamente silenciado incluso por los mismos compatriotas que resaltan sus sombras y soslayan sus luces.

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