Luis Gómez
He de reconocer, que a estas alturas todavía ni he leído la
novela “Canción de hielo y fuego” del autor Norteamericano George R. R. Martin,
ni tampoco he visto ni un solo capítulo de la popular serie “Juego de Tronos”.
Me llegan lejanos ecos de su éxito televisivo al leer las noticias en la prensa
o cuando los conductores de los telediarios televisivos abundan en datos del
tipo del dinero recaudado por la serie
en todo el mundo, los espectaculares decorados que gastan en sus representaciones
o el gran número de espectadores que sigue la serie.
Al parecer, la novela versa sobre las vicisitudes, guerras,
intrigas y demás problemas, que acontecen en un mundo imaginario creado para la
ocasión. Dicho mundo está dividió en siete grandes reinos y allí se producen
asesinatos por conseguir el poder, guerras entre los distintos reinos, persecuciones
por parajes y mundos extraños, escenas de amor y celos, etc. Es decir, que se
entrelaza lo más verosímil de la condición humana y se mezcla con lo más fantástico
e irreal fruto de la imaginación del autor de la novela y los guionistas de la
serie, pero eso sí, todo bien encajado y articulado, creando así una ficción
sostenible en el tiempo que llega a enganchar al lector libro tras libro y al
espectador capítulo tras capítulo.
"Pedro I de Castilla, apodado "El Cruel" o "El Justiciero"
En mi caso, hace poco he releído las obras del escritor
español el canciller Pero López de Ayala (1332-1407), quien dejó escrita una
fabulosa Historia sobre los Reyes de Castilla, la cual incluía la vida del rey
Pedro I de Castilla , apodado “El Cruel” (según el decir de los nobles, como el
propio Ayala) o “El Justiciero”, (según el pueblo llano).
Pedro I (1334-1369) es un personaje de la historia de España
bastante polémico en ese sentido. Nacido en el burgalés monasterio de Santa
María de las Huelgas, tuvo un reinado largo y difícil.
En la España del s. XIV, las intrigas, las banderías, las “justicias”
se sucedían de una manera vertiginosa. Al igual que si de una serie de ficción se
tratase, los nobles son engañados, sobornados, tentados a dejar o traicionar a
sus señores naturales, o simplemente envenenados o ejecutados sin más. Por otra
parte, los matrimonios concertados (en este caso Pedro I y Dª Blanca de
Navarra) son violados y ninguneados en favor de amantes reales (Dª María de
Padilla) además de ofrecerse una gran profusión de escarceos varios con viudas
o doncellas de la nobleza, lo cual proporciona a la biografía del rey
castellano un aliciente más para ser estudiada, pues en su humanidad, el
monarca maneja a la perfección, el deseo personal y la utilidad política,
manteniendo así un difícil equilibro tanto político como emocional.
Adentrarse en ese enjambre de nombres propios, de títulos
nobiliarios (Adelantado de Castilla, Maestre de las Órdenes Militares de Alcántara,
Santiago o Calatrava, Camarero Mayor del Rey, Repostero real, Ballestero Mayor
del Reino, etc) con sus respectivas dosis de acompañantes tipo escuderos,
maceros, ballesteros, peones, señores y nobles que aparecen en la citada crónica,
es un gran ejercicio detestivesco sin ninguna duda pues los títulos nobiliarios
que aparecen alrededor de cada uno de los protagonistas principales de la
historia y los nombres (y apellidos) de esos mismos hermanos o parientes, se
entrecruzan a lo largo de los años o simplemente no coinciden, pues en esas
épocas no estaba reglado el uso de los apellidos, pudiendo uno optar por llevar
el paterno o materno delante de manera indistinta. Incluso en algunas ocasiones
se hacía más uso del de los abuelos, que el de los padres.
"Portada del libro las muertes del Rey Don Pedro"
De todas formas, para poder deleitarse con la apasionante
vida de este Rey y su época, podemos ayudarnos de otras dos grandes obras
literarias españolas, que darán más sentido y proporcionarán varias horas de lectura
placentera y amena.
Para poder introducirnos en ese periodo, es mejor empezar
por la obra de “Las Muertes del Rey Don Pedro” (Alianza Editorial, 1971), libro
de bolsillo que nos ofrece una selección de textos originales extraídos de la
obra del Canciller López de Ayala. La Selección y el prólogo corren a cargo por
el escritor Dionisio Ridruejo (1912-1975). En la obra de Dionisio podemos
encontrar una muestra de lo que el gran López de Ayala hiciera. Son textos
breves, que recorren las páginas del libro a modo de anales, por lo que el
lector no pierde la temporalidad lineal de los sucesos históricos al mismo
tiempo que disfruta del sabor recio y castizo de la obra original, con sus
giros lingüísticos propios de la época y su lenguaje original. Ello está bien,
pues nos lleva a enriquecer de manera sustancial nuestro riquísimo vocabulario,
tan vapuleado en los últimos años con los neologismos modernos y con la
profusión e inclusión de términos extranjerizantes en nuestro día a día.
"Portada del libro de Tomás Alfaro, Las Justicias del Rey"
Como segunda lectura se puede elegir “Las Justicias del Rey”
(Edición de Magisterio Español, colección Novelas y Cuentos, 1973) del polifacético autor Tomás Alfaro Fournier
(1892-1965) el cual, nos ofrece una visión más literaria de la obra de Ayala,
pero manteniendo todo el rigor histórico
que el asunto nos requiere. D. Tomás, se aleja del rigorismo cientificista, y
desmenuza en su obra, con lenguaje sencillo y ameno, los sucesos históricos,
trasladando al lector, en lenguaje más coloquial, pero igual de castellano, los
sucesos acaecidos durante el convulso reinado de Pedro I de Castilla. El autor
no realiza injerencias sobre el discurrir de los hechos, pero si aporta
numerosos matices e incluye anotaciones a pie de página, para mejor comprensión
de los hechos.
No se asuste el lector, pues no se trata de una obra
académica ni de un ensayo histórico ni de una biografía al uso. Todo lo más, es
una obra a medio camino entre la recensión y el estudio objetivo, escrito con
pluma ágil y con gran capacidad de atraer la atención y la lectura desde las
primeras páginas. El prólogo corre a cargo del Marqués de Lozoya, quien era –y así
lo deja escrito al final de su presentación- descendiente directo del Canciller
López de Ayala.
Quien se adentre en estas estupendas lecturas,
encontrará sin la menor duda, que la realidad supera a la ficción, y que la
popular serie de Juego de Tronos arriba mencionada, no deja de ser una copia insustancial
y foránea, teniendo en cuenta lo mucho que la Historia de España puede ofrecer
para el que se quiera interesar por ella.