RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

jueves, 24 de julio de 2014

MI ESPADA POR SANTIAGO



 
 
En vísperas de Señor Santiago, Apóstol y Patrón de las Españas, éste artículo de Manuel Fernández Espinosa, aparecido hace algunos años y siempre vigente.
El autor piensa realizar en estos días próximos algunas addendas, exclusivas para RAIGAMBRE, para que lo complementen. En próximos días, aquí. 
 
Mi espada por Santiago
 
 

por Manuel Fernández Espinosa
 
 
 

Ante los rumores de las medidas, luego desmentidos vista la presión popular, que ha adoptado el Cabildo Catedralicio compostelano de hacer desaparecer la imagen de Santiago Matamoros de la vista de los fieles, alegando susceptibilidades propias del discurso "políticamente correcto", queremos con este aproche hacer un somero repaso histórico sobre la beligerante advocación del Patrono de las Españas y, señalando las hostilidades que ha desatado a lo largo de su historia. Sabiendo quiénes son sus enemigos, es de suponer quiénes son los que más se congratulan de su desaparición.

 
¿Quién es Santiago Matamoros? A pesar del apellido, tan políticamente incorrecto, se trata del mismo Apóstol Santiago bajo la faz y hechuras guerreadoras. Él es Santiago el Mayor, el de los Evangelios, hijo de Zebedeo y Salomé y hermano del joven Juan, el apóstol amado del Señor. Jesucristo llamó a ambos hermanos los "Boanerges" -los Hijos del Trueno-, por el celo que mostraron por la honra del Señor cuando pidieron que cayera fuego del cielo sobre una aldea que había impedido el paso a Jesús y a sus acompañantes. La madre de ambos siempre estaba alrededor de Cristo, pidiéndole que reservara a sus hijos elevados puestos de gloria en el Reino que estaba por venir. Jesucristo les preguntó si serían capaces de beber el cáliz y ellos contestaron: "possumus!" -¡podemos!.

La tradición sitúa a Santiago en la antigua Hispania, propagando el Evangelio. A las orillas del Ebro, en Cesaraugusta -Zaragoza-, se le apareció la Virgen María (que todavía vivía en este mundo sin haber sido asunta al cielo). Nuestra Señora le previno de los peligros que se cernían sobre el grupo de cristianos que él formaba, animándolo a seguir con su labor apostólica. Santiago siguió predicando hasta que decidió regresar a Jerusalén, donde fue martirizado. Según la venerable leyenda su cadáver fue trasladado por sus discípulos y depositado en Compostela -el campo de la estrella-, donde Europa lo continua venerando.

Ejecutoria del Celestial Caballero Santiago Matamoros.

La tradición del Matamoros se remonta al reinado de Ramiro I (muerto en 850) que sucedió en el trono de Asturias y León a su tío Alfonso el Casto (muerto en 842). Al fallecer su tío, los moros reclamaron el tributo de las cien doncellas (cincuenta hidalgas y cincuenta plebeyas) que tenían impuesto a los cristianos. Ramiro I que estaba en Bardulia (antiguo nombre de Castilla la Vieja) no quiso entregarles las cien doncellas y se encontró frente a frente con la morisma en Clavijo donde en la víspera de la batalla, según la tradición, se le aparece en sueños el Apóstol Santiago. Santiago le comunica que ha sido designado por Dios como Patrón de las Españas. Santiago anima a Ramiro al combate y le pide que lo invoque. Los cristianos dan batalla al grito de "¡Dios ayuda a Santiago!", y los moros son vencidos. Aquella gloriosa jornada de las armas cristianas será la fundación de la Orden de Santiago.

En la batalla de Hacinas entre el Conde Fernán González (muerto en 970) y el caudillo moro Almanzor aparece otra vez Santiago, que le dice al conde de Castilla: "¡Ferrando de Castiella, hoy te crece gran bando!". Las huestes de Fernán González vencen a los moros al grito de "¡Santiago y cierra!" (es la primera vez que se registra el que luego será grito famoso entre los cristianos peninsulares cuando entran en batalla; este grito de guerra viene a significar: Santiago y choquemos contra ellos).

Entre la leyenda y la historia, muchas serán las apariciones de Santiago en la historia bélica de España.

Los antiguos enemigos de su patronazgo guerrero.

Pero pronto se alzarán voces contra su patronato. El pionero será un peregrino helénico, de nombre Ostiano. El suceso será en vísperas de la conquista de Coimbra por el rey de Castilla Fernando I el Grande (muerto en 1065). Ostiano que había culminado su peregrinación a Santiago, escuchó de unos peregrinos comentar esta particular faceta del Apóstol a caballo y blandiendo espada, cosa que parece ser que lo escandalizó. El peregrino recriminó a los otros devotos que pintaran al santo como jinete y espadeador, diciéndoles así: "¡Amigos, no lo llaméis caballero sino pescador!". Por la noche, según cuenta la tradición repetida en las crónicas medievales, se le apareció en sueños el mismo Señor Santiago que calza espuela, vestido con ropas radiantes y portando en su mano unas llaves. El Apóstol, jovial, no sabemos si grave o socarrón, le dijo: "Ostiano, no dudes de mi caballería, que has de saber que soy caballero de mi Señor Jesucristo, ayudador de los cristianos contra los moros, y te digo más: con estas llaves que tengo en la mano, mañana domingo a hora de tercia, abriré las puertas de Coimbra y se la daré al Rey Don Fernando". Dicho esto, el Señor Santiago se montó en un caballo -no podía ser sino blanco, como reza el popular dicho-, de los corceles que pastan en los pradizales del cielo, y se fue al galope. Ostiano, el ecuménico e incrédulo escarmentado, comunicó al día siguiente la celestial aparición a las autoridades eclesiásticas. En la hora de tercia los moros de Coimbra sucumbían después de un prolongado asedio y las huestes de Fernando I el Grande entraban en gloria: en la mezquita, convertida en Catedral, fue armado caballero Rodrigo Díaz de Bibar, quien luego sería el Cid Campeador, junto a centenares de caballeros señalados. En Compostela se desconocía aquella buena nueva hasta que días después (en aquellos tiempos las noticias no llegaban tan pronto) los mensajeros refrendaron la revelación de Ostiano.

Los devotos de Santiago Apóstol no sólo tendrían que sufrir el escepticismo de algunos cristianos que negaban que el antiguo pescador de Palestina hubiera sido armado caballero celestial. En el siglo XVII las catedrales de Toledo, Santiago, Tarragona y Braga competían entre sí para alzarse con el Primado. Fue la sede de Toledo la que descargó un serio golpe sobre su rival, la de Santiago de Compostela, al negar la venida del Apóstol con un dudoso documento que se barajó para tal objeto: "Colección de Concilios".

Siglo XVII: La camarilla del Conde-Duque de Olivares.

Cuando en 1622 es canonizada Santa Teresa de Jesús, los defensores de la santa reformadora del Carmelo pretendieron elevar a la mística al título de patrona de España, relegando a Santiago Apóstol a un papel secundario. Esta iniciativa venía enturbiada por los intereses de los grupos de poder hebreos que como conversos pretendían reivindicar a la santa de Ávila, descendiente a su vez de conversos, como Patrona de España. La camarilla del Conde-Duque de Olivares, pariente él mismo de la mística abulense y caballero de la Orden de Calatrava diseñó toda la campaña para despojar a Santiago de su patronicio sobre España. Contra las maquinaciones de los conversos y la camarilla del Conde-Duque levantaría su voz hidalga D. Francisco de Quevedo y Villegas, caballero de la Orden de Santiago, que redactaría un opúsculo en que reivindicaba la legitimidad del patronazgo de Santiago por encima de cualquier otro santo patrocinio más moderno.

Los más modernos enemigos de Santiago.

Allá por los 80, el sacerdote P. José María Javierre escribía que ya era hora de: "Convertir al señor Santiago en un ciudadano normal que anda por las calles con su traje bien cortado. Un Santiago dispuesto a trabajar en la oficina y a votar cuando sea necesario". La intención expresa del P. Javierre era apear a Santiago de su caballo, despojándolo de sus atributos guerreros, sin reparar en que su atrevida pretensión dejaría huérfanos a los españoles de uno de los simbólicos más ricos e identitarios de la Historia de España, el legendario Santo que intervenía en las batallas de los reinos cristianos de la Península con sus ángeles gladíferos, un mitologema capaz de movilizar a la Cristiandad hispánica para culminar felizmente la Reconquista.

Creemos que, aunque natural de Huesca, al P. Javierre no le tendrían que ser ajenos los textos de Blas Infante sobre Santiago Matamoros, sobre todo cuando este sacerdote ha coqueteado siempre con el incipiente andalucismo, sobre todo con el que levantaba la cabeza en la Transición.

Durante una visita de Blas Infante a Galicia -corría el año 1929-, y en el marco de un contexto de fraternidad nacionalista galleguista-andalucista, Blas Infante propondrá una sospechosa revisión histórica del mito de Santiago Matamoros. Y algo más que una revisión histórica, nos atrevemos a decir. Así nos lo cuenta el notario de Cantillana:

"Yo pedí a los compañeros de Galicia que, en cuanto España recobrase su libertad [se refiere a la futura II República española en que habían depositado sus esperanzas de emancipación buena parte de los nacionalistas centrífugos de todo el territorio nacional] celebraran una fiesta en la cual, como señal de amor y de reconocimiento de Andalucía, desmontaran a Santiago y le rompiesen la lanza. Así lo llegaron a prometer. ¿Es ya la hora, queridos hermanos de Galicia?" ("Pueblo Andaluz", 20 de junio de 1931).

El nacionalista gallego Castelao recogía jubiloso la invitación de su colega nacionalista, escribiendo: "O '¡Santiago y cierra España!' da cruzada -mais que española europea- contra os mouros, quer decir que Compostela foi a fonte das enerxías e dos ideaes que mantiveron a ofensiva... nós nada tiñamos que reconquistar porque nada perdéramos" ["El "¡Santiago y cierra España!" de la cruzada -más que española, europea- contra los moros, quiere decir que Compostela fue la fuente de las energías y de los ideales que mantuvieron la ofensiva... nosotros nada teníamos que reconquistar porque nada habíamos perdido" -como podemos comprobar, una postura muy solidaria para con el resto de España sojuzgada bajo la cimitarra sarracena. También cabe preguntarnos qué ideal de Andalucía alentaba Blas Infante cuando propuso la "degradación" militar de Santiago Matamoros; para esas fechas podemos decir que el "padre de la patria andaluza" (¿!?) había postergado el sueño de Tartessos y la Bética hispano-romana como referentes para reivindicar un "hecho diferencial" que hiciera de Andalucía una "nación" legitimada a su auto-determinación. Aquellas remotas Arcadias de la Historia de Andalucía habían cedido, para Blas Infante, ante el embrujo de un Al-Andalus cada vez más magnificado e idealizado; el mismo sueño andalusí que le permitió confraternizar, cuando peregrinó a Marruecos, con la jarcas rifeñas que degollaban soldaditos españoles en el norte de África por aquellos mismos años.]

El brasileño Américo Castro, padre del triculturalismo, escribirá en la misma línea que Blas Infante y Castelao: "Los beneficios bélicos de la acción del Apóstol en los campos de batalla engrandecieron a Castilla, no a Galicia. De ahí la impopularidad que goza entre los intelectuales gallegos [¿se refiere sólo a Castelao?] el mito de Santiago Matamoros". (Sobre el nombre y el quién de los españoles, Taurus, 1985, pág. 59).

La interpretación sobre la funcionalidad del mito de Santiago Matamoros también tendrá una versión trasatlántica en la obra soterrada de Blas Infante. Según su pedisecuo glosador Manuel Ruiz Romero: "La actuación de Castilla en el denominado Nuevo Continente no puede comprenderse sino como una extensión de su conducta frente a Al-Ándalus nazarí." En palabras de Blas Infante, todo pueblo conquistado por nuestros antepasados en América contaba con: "...una imagen de un feroz español con una cruz en la mano y una espada en la otra, caballero en un caballo matando hombres".

En la peculiar y distorsionada visión de la historia de España que tenía D. Blas Infante, los cristianos (que para él eran los siniestros "mesetarios", para entendernos: "los malos de la película") habían convertido a Santiago Apóstol en un símbolo peligroso para los intereses musulmanes (nos choca, en serio, que Blas Infante defienda con más tenacidad los presuntos derechos de los musulmanes sobre Andalucía que los propios intereses españoles: ¿era español el Sr. Blas Infante?). Las relaciones de Blas Infante con los galleguistas del grupo de Castelao venían a coincidir como se puso de manifiesto en las visitas que Blas Infante realizara a Galicia. Los nacionalistas galleguistas, como hemos leído más arriba en palabras de Castelao, estaban convencidos de que Castilla había expoliado a Galicia de uno de los "mitos" propios y autóctonos que pudieran haber obrado para su engrandecimiento particularista al margen del destino conjunto de España. Ambas corrientes nacionalistas y centrífugas coinciden en sus rasgos más generales con la interpretación que extraía el pernicioso Américo Castro: "Santiago será convertido en el anti-Mahoma y su santuario en la anti-kaaba" (La realidad histórica de España, Porrúa, México, 1975, pp. 347-348).

El padre escolapio Enrique Iniesta Coullaut-Valera (hemos dicho bien, "padre escolapio", o sea: sacerdote católico, como su amigo el P. José María Javierre), es uno de los compiladores y biógrafos más solventes de Blas Infante. No es de extrañar que ellos dos -Iniesta y Javierre- sepan mejor que nosotros qué es lo que se trama tras las bambalinas cuando algunos sacerdotes católicos piden que se baje a Santiago de su caballo: ¿será para desposeer a España de uno de los símbolos más fecundos de su Historia?

Otras coincidencias curiosas.

Después de esta aproximación, y aunque no hemos ahondado en esta línea de investigación, creemos que también puede resultar curioso para el interesado en las corrientes de pensamiento soterrañas que ambos nacionalismos -el galleguista y el andalucista; tan anti-santiaguistas el uno y el otro como Santiago es anti-Mahoma- tuvieran vasos comunicantes con las logias masónicas y con los grupos vinculados a la Internacional de la Sociedad Teosófica. El ocultismo había arraigado entre las personalidades cultas de la Galicia y la Andalucía de principios del siglo XX.

En Galicia: un amplio abanico de “intelectuales” como Manuel Navarro Murillo, Manuel Otero Acevedo, Víctor Said Armesto, Alfredo Rodríguez de Aldao, Javier Pintos Fonseca forman un tupido entramado espiritista y teosófico muy poco filo-santiaguista como podemos suponer. En el año 1911 en Galicia se funda el grupo teosófico "Marco Aurelio" al que estará ligado el mismo Ramón María del Valle-Inclán.

Es en el mismo año de 1911 en que se funda la logia gallega "Marco Aurelio" cuando viene a constituirse en Andalucía la también logia teosófica llamada "Rama Fraternidad", merced a los oficios del anticuario José Fernández Pintado que se había iniciado con los teósofos catalanes. En enero de 1917 el famoso teósofo Mario Roso de Luna visita Sevilla. En 1918 se fusionan la "Rama Fraternidad" y la "Rama Zanoni" ("Zanoni" es el nombre de una novela ocultista obra del político británico y gran hierofante rosacruciano Sir Eduard Bulwer-Lytton, más conocido por su novela "Los últimos días de Pompeya"). Más tarde en 1919, en la hispalense calle Sierpes, se funda el Centro de Estudios Teosóficos: una serie de conferenciantes amenizarán las sesiones teosóficas: Manuel Brioude Pardo, Jaime Casas Jiménez, Manuel Olmedo Serrano, Guillermo Gómez Gil, Hermenegildo Casas, Rafael Pavón, Federico Blardoni Herrera, Enrique García Cotta, el político Diego Martínez Barrio y el poeta Fernando Villalón Daóiz-Halcón, conde de Miraflores de los Ángeles. Sería interesante que alguien con talento, con tiempo y con recursos tirara de estos hilos que nosotros dejamos aquí. Hemos visto tesis doctorales menos sustanciosas.

La reciente decisión del Cabildo catedralicio sobre el destino de Santiago Matamoros haría las delicias de Castelao, Blas Infante y Américo Castro. Si este trío tan poco sospechoso de amar a España se pudiera felicitar, ya sabemos quienes tenemos que lamentar la torpe medida que recientemente ha adoptado el cabildo catedralicio de Santiago de Compostela: los que salimos perdiendo somos quienes amamos a España, su Tradición y su Historia; los devotos de Santiago Peregrino y Matamoros.
 
Fuente original: REVISTA ARBIL nº 81

miércoles, 23 de julio de 2014

ENGELS Y LOS PEDERASTAS

Imagen de www.biografiasyvidas.com


"Los pederastas empiezan a contar y descubren formar una potencia en el seno del Estado. Solo faltaba una organización, pero según este libro parece que existe ya, en secreto. Y puesto que hay hombres tan importantes en los viejos partidos tanto como en los nuevos, de Rösing a Schweitzer, su victoria es inevitable: De ahora en adelante será: "Paz a los coños, guerra a los agujeros del culo"." 

Carta de F. Engels a K. Marx. Manchester, 22 Junio de 1869.



martes, 22 de julio de 2014

EL CULTO A NUESTRAS TRADICIONES



"[...] Mantened intacta vuestra Fe, y el culto a nuestras Tradiciones, y el Amor a nuestra Bandera. Mi hijo Jaime, o el que en derecho y sabiendo lo que ese derecho significa y exige, me suceda, continuará mi obra. Y aún así, si apuradas todas las amarguras, la Dinastía Legítima que nos ha servido de faro providencial, estuviera llamada a extinguirse, la dinastía de mis admirables carlistas, los españoles por excelencia, no se extinguirá jamás. Vosotros podéis salvar a la Patria, como la salvasteis, con el Rey a la cabeza, de las hordas mahometanas y, huérfanos de Monarca, de las legiones napoleónicas. Antepasados de los voluntarios de Alpens y de Lácar, eran los que vencieron en las Navas y en Bailén. Unos y otros llevaban la misma fe en el alma y el mismo grito de guerra en los labios. [...]"


Del Testamento Político de SMC Carlos VII

lunes, 21 de julio de 2014

LA ESCUELA DE SABIDURÍA DEL CONDE KAYSERLING

Foto de Manolo Fernández.
UNA LECCIÓN DE INFLUENCIA CULTURAL
 
Por Manuel Fernández Espinosa
 
 
 
Dicen los genealogistas que por una abuela suya tenía como antepasado a Gengis Khan y de cierto se sabe que estaba casado con la nieta de Otto von Bismarck. Hermann Alexander Conde Keyserling (1880-1946) fue un filósofo bastante popular para lo que suelen serlo los del gremio; hoy, apenas se le recuerda. Con la revolución bolchevique se vio forzado a emigrar a Alemania, dejando sus haciendas en la báltica Livonia de la que era nativo. La curiosidad filosófica le hizo emprender una serie de viajes, convirtiéndolo en un auténtico hombre de mundo. Su interés por las filosofías y las religiones de Extremo Oriente y el conocimiento que de estas tradiciones obtuvo por sus viajes y estudios, le granjearon el papel de interlocutor europeo con Asia, hasta tal punto que Antonio Machado pudo escribir de él: “ése lleva el Oriente en su maleta de viaje, dispuesto a que salga el sol por donde menos lo pensemos” (“Juan de Mairena”, Antonio Machado).
En 1920 el Conde Keyserling fundó en Darmstadt su “Escuela de Sabiduría” (Schule der Weisheit), patrocinada bajo el mecenazgo del Gran Duque Ernst Ludwig de Hesse. Con la Escuela de Sabiduría se ponía en pie un centro de alta cultura que tendría como dos dimensiones: una pública, como centro de educación independiente de las iglesias y de la Universidad, organizador de conferencias, y otra dimensión menos conocida, de carácter ocultista. No ha de escandalizarnos el dato de su “ocultismo”, pues la Alemania de entreguerras (nos lo cuentan en sus novelas Thomas Mann o Ernst Jünger…) era un favorable terreno para las sociedades secretas y sus presuntas doctrinas de salvación.
En su actividad pública pasaron por la Escuela de Sabiduría los intelectuales más sobresalientes de la Alemania de entreguerras: el filósofo Max Scheler, el padre de la psicología profunda Carl Gustav Jung, el sinólogo Richard Wilhelm o el filósofo Leopold Ziegler, etcétera. También eran invitados a pronunciar sus conferencias o a asistir a ellas científicos y magnates de la industria alemana. La Escuela de Sabiduría daba a la estampa dos publicaciones periódicas que pasaron por ser sus órganos de prensa: “Der Weg zur Vollendung. Mitteilungen der Schule der Weisheit” (“El Camino a la Perfección. Comunicaciones de la Escuela de Sabiduría”) y “Der Leuchter. Weltanschauung und Lebensgestaltung. Jahrbuch der Schule der Weisheit” (“El Candelabro. Cosmovisión y Formación de Vida. Anuario de la Escuela de Sabiduría”). En 1920 también se fundó la “Keyserling-Gesellschaft für freie Philosophie” (la Sociedad Keyserling para la Libre Filosofía) que resurgió en Weisbaden en 1948.
Los intelectuales más comprometidos con el proyecto del Conde Keyserling se obligaban a una estricta observancia de la peculiar filosofía keyserlingiana y quedaban bajo el magisterio del conde o de sus discípulos de confianza. Entre estos destaquemos a Kuno Conde von Hardenberg (1871-1938), orientalista y crítico de arte, estudioso de la francmasonería. Al científico que, como el mismo Conde de Keyserling, era de origen báltico: Karl Julius Richard Happich (1863-1923), uno de los pioneros del control higiénico, bacteriólogo y veterinario, también oncólogo. Kuno von Hardenberg y Karl Happich escribirían, con Hermann von Keyserling, un libro bajo el elocuente título “Das Okkulte” (Lo oculto); no en vano Federico Sciacca afirma que Keyserling “se ha entregado a la magia y al ocultismo en una concepción del genio como vehículo de Dios en la tierra”. También desempeñaría su papel en la Escuela de Sabiduría el psicólogo Georg Groddeck (1866-1934), considerado como uno de los pioneros de la medicina psicosomática.
Pero, ¿cuál era la filosofía de Keyserling? La filosofía de Keyserling es una cristalización más del pesimismo que siguió a la Primera Guerra Mundial, como el relativismo de Simmel, la filosofía de la historia de Oswald Spengler y otras corrientes contemporáneas: se dirimía nada más y nada menos que los fundamentos de la civilización occidental. Keyserling reivindica el “Sentido” y realiza una cruda crítica del racionalismo y la civilización técnica en que ha parado occidente. “El occidente es un fanático de la exactitud. En cambio, sobre el sentido lo ignora casi todo. Si lo captase alguna vez, le ayudaría a encontrar su expresión perfecta y establecería una armonía completa entre la esencia de las cosas y los fenómenos” –nos dice el Conde Keyserling en “Diario de viaje de un filósofo” (1919). Para Keyserling resulta que “el sentido” que es -justamente- lo que el occidental ignora, es lo que no ha perdido el oriental. El Sentido solo puede descubrirse por medio de una intuición particular y por la interpretación de los símbolos y los mitos. Contando con ese elemento es como comprendemos que Keyserling dirija sus ojos a Oriente, donde el conde báltico cree hallar la clave que, convenientemente injertada en occidente, pueda proporcionar al hombre el descubrimiento de su personalidad verdadera, falseada por la civilización de la medida y las máquinas. La Escuela de Sabiduría no era un centro convencional de filosofía académica, sino un camino de conocimiento para un fin: la plenitud. El encuentro con el Sentido -para Keyserling- no es solo el encuentro con la realidad que hay, sino más bien la apertura a la realidad que puede haber. La filosofía de Keyserling era otra expresión del irracionalismo romántico alemán y su Escuela de Sabiduría un retorno a los antiguos planteamientos de una filosofía que pretendía ofrecer una doctrina de salvación, como el pitagorismo y la Academia de Platón.
Keyserling gozó en España de mucho predicamento. La intelectualidad y las altas clases sociales españolas de la época lo recibían gustosas, le agasajaban con banquetes y esperaban, entre interesados y escépticos, las prédicas del conde mistagogo. Sin importar las tendencias, que por aquel entonces no se habían radicalizado hasta llegar al enfrentamiento civil, José Ortega y Gasset, Eugenio d’Ors, los Machado, los Baroja, Ernesto Giménez Caballero, Rafael Alberti, Ramiro Ledesma Ramos, Ramón Menéndez Pidal, Américo Castro… Compartieron agradables veladas en España con el sabio báltico. Pero había otras motivaciones en los viajes a España del conde Keyserling, además de su sintonía con el mundo hispánico. Keyserling estuvo tanteando la posibilidad de erigir una sucursal de su Escuela de Sabiduría en las Islas Baleares. Los periódicos de la época se hacían eco de que esa empresa cultural quería establecer un centro de formación de elites castellano-catalanas con la intención de propagar el pangermanismo.
Pero el semanario de Ledesma Ramos “La Conquista del Estado” reaccionaba ante tales pretensiones germánicas, entendiendo como intromisión extranjera en los asuntos hispanos las idas y venidas del conde Keyserling. Es más que probable que “La Conquista del Estado” llevara razón: Keyserling ejercía su influencia sobre España, pero con la idea de ejercerla a su vez sobre Hispanoamérica: eso es de lo que lo acusa el semanario de Ledesma Ramos: “Por un lado, busca la amistad española para dar que pensar a la pobrecita Francia. Y por otro, quiere asegurar el mercado hispano-americano cultivando bien los agentes más autorizados de la metrópoli hispana” ("Keyserling en España o el comercio alemán de ideas", LA CONQUISTA DEL ESTADO, 14 de marzo de 1931).
España era en aquel entonces, como ahora lo es, una tierra donde se decidían en reuniones de sociedad y cultura el peso de las potencias en litigio.
Podemos concluir que la Escuela de Sabiduría de Keyserling pudo ser, a la vez que un centro de filosofía, un laboratorio de ideas de cierto pangermanismo de entreguerras que ensayaba estratagemas para lograr alianzas con grandes bloques geopolíticos, como el que constituye la Hispanidad. El triunfo del nacional-socialismo hitleriano supuso la persecución y extinción de muchas organizaciones semejantes a la de Keyserling (recordemos el acoso al que fue sometido por los nazis también el hierofante Rudolf Steiner y su antroposofía). En España, tras la Guerra Civil, la filosofía de Keyserling declinó y su estrella se apagó... Quedó como un borroso recuerdo de los tiempos anteriores a la matanza en que nos vimos envueltos.
Tal vez la lección que nos depare el caso de Keyserling se pueda resumir en el interés que todas las potencias mundiales han mostrado en ejercer sobre España su influencia cultural, con la intención de ejercerla a su vez sobre los países hermanos de Hispanoamérica: franceses, ingleses, alemanes, rusos se han dividido las simpatías de los españoles. Algunos españoles, como Valle-Inclán, trabajaron para los Aliados durante la Primera Guerra Mundial, otros españoles hicieron profesión de germanofilia y hasta en medio de los tiros en la Guerra Civil se oían vivas a Rusia. De muy diferente modo, los países que han competido por la hegemonía mundial se las han averiguado para hacernos de su cuerda.
 
¿No será ya hora de crear nuestros propios centros culturales con claro propósito de realizar una gran política hispanista? Sí creo que lo va siendo. Y por simple razón de supervivencia. Espero muy pronto abordar la cuestión.
 
BIBLIOGRAFÍA:
 
Varios libros de Hermann Conde de Keyserling.
 
Varios libros de Eugenio d'Ors.
 
Federico Sciacca, "La filosofía, hoy".
 
Emile Bréhier, "Historia de la Filosofía", vol. 2.
 
Antonio Machado, "Juan de Mairena".
 
En la fotogafía: sentados Pío Baroja, Menéndez Pidal, Keyserling; Edith Sironi (mujer de Gecé) y Gecé. De pie; Rafael Alberti, Emilio García Gomez, Sainz Rodriguez, Pedro Salinas, Rivera Pastor, Bergamín, Americo Castro, Antonio Marichalar, Cesar Arconada y Ramiro Ledesma. Del blog: HISPANIARUM

viernes, 18 de julio de 2014

LA ESENCIA DE LA REVOLUCIÓN: EL TERROR




HEGEL FRENTE AL TERROR REVOLUCIONARIO


Por Manuel Fernández Espinosa
 
 
La “Fenomenología del espíritu” (Phänomenologie des Geistes) de Georg Wilhelm Friedrich Hegel se publicó en 1807. Como la mayoría de los libros de Hegel, la “Fenomenología del espíritu” no es precisamente un libro de fácil acceso. Sin embargo, a pesar de su difícil inteligibilidad, es un libro fundamental para la filosofía hegeliana, lo que es decir para la filosofía moderna y contemporánea y quien quiera comprender el despliegue de la historia europea tiene que tomarse la molestia de leerlo o mejor hiciera en no apresurarse en juzgar favorablemente sucesos históricos como la Revolución Francesa de 1789.

Si uno pregunta sobre la Revolución Francesa a cualquier joven medianamente “informado”, éste podrá decirnos que fue un acontecimiento histórico que supuso la “liberación” de los franceses que, mediante la revolución, se deshicieron del “Ancien Régime”: es entonces cuando al imaginario colectivo acuden las imágenes de un pueblo enfurecido, asaltando la Bastilla y tomándose la justicia por su mano: algo que se invita a reeditar en estos tiempos ante los atropellos y abusos de esa “oligarquía” (que, por cierto, tan poca casta tiene). Nadie se ha tomado la molestia de comprender lo que fue, históricamente hablando, la Revolución Francesa; lo que pesa es el “mito” prefabricado y vertido por todos los medios, pues el “mito” (aunque sea mentira) es el que moviliza los resortes primarios de las masas, que son a las que el demagogo quiere ganar y excitar contra los enemigos a derrocar.

 
Si no nos conformamos con el “mito” de la Revolución Francesa, iremos a la historia y trataremos de penetrar en ella. Hegel había sido contemporáneo de estos sucesos históricos; los había vivido en Alemania, pero en su juventud los había celebrado con entusiasmo, con sus compadres de francachelas estudiantiles: Schelling y Hölderlin; es una anécdota muy conocida la del “árbol de la libertad” que alzaron los alegres amigos de Tubinga. Sin embargo, cuando Hegel fue madurando, el entusiasmo por las noticias que llegaban de Francia se ve que se enfría y el filósofo alemán (con el que podemos estar más o menos de acuerdo, pero al que no podemos regatear su portentosa inteligencia) examina con más rigor la Revolución Francesa.
 
 
Cuando Hegel escribe la “Fenomenología del Espíritu” pone el punto final a la obra en la noche del 12 al 13 de octubre. El 14 de octubre de 1806, en la misma ciudad donde el filósofo terminaba su libro, Napoleón Bonaparte vencía al ejército prusiano de Federico Guillermo III de Prusia. Napoleón Bonaparte era la transformación cesarista de esa misma Revolución Francesa de la que hablamos, la encarnación de ese espíritu. Legendarias son las palabras que se le atribuyen a Hegel: “He visto el espíritu del mundo montado a caballo”: el “Weltgeist” (espíritu del mundo).
 
 
La “Fenomenología del espíritu” es, en palabras de Herbert Marcuse, el resultado de las reflexiones de Hegel sobre la Revolución Francesa: “Hegel se dio cuenta de que el resultado de la Revolución francesa –dice Marcuse- no era la realización de la libertad, sino el establecimiento de un nuevo despotismo. Interpretó su curso y sus consecuencias, no como un accidente histórico, sino como un desarrollo necesario. El proceso del individuo culmina necesariamente en el terror y la destrucción en tanto sea llevada a cabo por individuos contra el Estado, y no por el Estado mismo. Sólo el Estado es capaz de proporcionar la emancipación, aunque no puede proporcionar la verdad perfecta ni la libertad perfecta”.
 






G. W. F. Hegel

Podría pensarse que ese “despotismo” al que alude Marcuse se concreta en Napoleón Bonaparte, pero no es así de sencillo. En “La fenomenología del espíritu” hallamos muy interesantes las reflexiones que Hegel dedica al Terror; estas páginas se encuentran bajo el título de “La libertad absoluta y el terror” y comprenden los apartados: "La libertad absoluta", "El terror" y "El despertar de la subjetividad libre".
 
 
Si bien es cierto que algunos de los párrafos de “El terror” no debieran leerse descontextualizados, son de tal rotundidad que no puedo dejar de citarlos. Hegel caracteriza el triunfo de la Revolución con estas palabras:
 
 
La única obra y el único acto de la libertad universal es, por tanto, la muerte […] la muerte más fría y más insulsa, sin otra significación que la de cortar una cabeza de col o la de beber un sorbo de agua”.


Esto es: La muerte es la "única obra y el único acto de la libertad universal".
 
 
¿Pero en qué consiste el gobierno revolucionario (el de la “libertad absoluta”) a juicio de Hegel? Nos lo dirá sin ambages: en suministrar la muerte más insulsa. El reino del Terror es cuando la muerte se transforma en una rutina. El exterminio de los adversarios, de los disidentes, de los sospechosos se realiza con una apabullante cotidianeidad, la misma con la que bebemos agua o cortamos una col; en eso, nos dice Hegel “consiste la sabiduría del gobierno, el entendimiento de la voluntad universal, su realización”: en el genocidio.
 
 
El gobierno revolucionario “excluye de una parte a los demás individuos de su obrar y, de otra parte, se constituye con ello como un gobierno dotado de una voluntad determinada y contrapuesto de este modo a la voluntad universal; no puede, por tanto, presentarse simplemente de otro modo que como una facción. Lo que ocurre es que la facción triunfante se llama gobierno y precisamente en ello, en el ser una facción, radica de modo inmediato la necesidad de su perecer”.
 
 
Ofreciendo tan lúcida comprensión del demoledor mecanismo revolucionario, Hegel ha hecho algo más que pintarnos aquí un particular fenómeno histórico que concierna a la Revolución Francesa; es el fenómeno del Terror (la época del Terror) a lo que se refiere, sí;  pero aquí también ha sido caracterizado el Terror (el Terror como praxis política) que no es algo contingente, sino que es un momento indispensable del proceso revolucionario, que se cumple inexorablemente allí donde ha triunfado o triunfe una facción revolucionaria, deviniendo ésta a “gobierno”, por provisionalmente que lo sea para ejercer la implacable fabricación de la muerte masiva. Así pasó con el Terror Rojo allí donde campó a sus anchas: en Rusia, en España, en China, en Cuba.


Para Hegel estaba más que claro que el Terror no era un episodio accidental, sino una lógica fase del proceso revolucionario. Están sobrando, por lo tanto, los discursos de que aquellos que ensayan apologías de la revolución, alegando que los excesos revolucionarios (genocidio comunista) se debieron a particulares circunstancias con las que no contaba el marxismo, bajo cuyos símbolos se perpetraron las más grandes masacres de la historia. Pero, claro, nunca fue fácil encontrar a un marxista que haya leído a Hegel y mucho menos que lo entendiera.


Ver: REVOLUCIÓN FRANCESA=GENOCIDIO MODERNO, de Antonio Moreno Ruiz.



LECTURAS RECOMENDADAS:


"Fenomenología del espíritu", G. W. F. Hegel.

"Razón y Revolución", Herbert Marcuse.

"La fenomenología del espíritu de Hegel", Martin Heidegger.

"Hegel", Walter Kaufmann.

jueves, 17 de julio de 2014

CARLOS VII A LOS PUEBLOS DE LA CORONA DE ARAGÓN

*Imagen de www.lavoz.circulocarlista.com


"El 3 de Mayo, en Vera, dirigí un llamamiento a todos los españoles, lleno de fe en la grandeza de la causa que Dios ha colocado entre mis manos. Lo que no era entonces mas que una esperanza, será pronto una realidad. Los fundamentos de la restauración del trono de Recaredo, están asentados sobre los laureles de Oñate, Mañaria, Urbasa, Ciberio, Mas de Roig, Argucias, Tivisa y Reus. El camino de la victoria está regado con sangre de mártires: Uribarri, Ayastuy, García y Francesca, han hecho sus nombres inmortales.

Hoy, como entonces, pero con mas confianza, repito con el orgullo del rey de una nación heróica: Voluntarios que generosos corréis al sacrificio, fijos los ojos en el cielo y en mi bandera, yo os admiro.

Soldados de Pavía y de Bailén, que sois bastante ciegos para haceros mercenarios del extranjero, yo admiro también el valor de que habéis dado muestras.

Yo os llamo a todos, porque todos sois españoles: la obra de redención, apenas da principio, y el mundo, lleno de admiración, os contempla; la revolución está espantada, y todos los hombres de bien se regocijan. Sí, aproxímase el día en que mis mas ardientes deseos se verán realizados. Asimismo, deseando la descentralización, tal como os escribí en mi manifiesto de 30 de junio de 1869, os lo dgo públicamente hoy y de una manera solemne:

Intrépidos catalanes, aragoneses, valencianos: Siglo y medio hace que mi ilustre abuelo Felipe V creyó deber borrar vuestros fueros del libro de las franquicias de la patria. Lo que él os quitó como rey, yo como rey os lo devuelvo, porque si fuisteis hostiles al fundador de m dinastía, sois ahora el escudo de su legítimo descendiente. Yo os restituyo vuestros fueros, porque yo soy el campeón de todas las justicias.

Para cumplir mi promesa, como los años no transcurren en vano, yo os convocaré y, de común acuerdo, podremos adaptar esas franquicias a las exigencias de nuestra época, y la España sabrá, una vez mas, que sobre mi pabellón en donde está inscrito este lema: Dios, Patria y Rey, están inscritas también todas las libertades legítimas.

Vuestro Rey: CARLOS

Frontera de España, 16 de Julio de 1872"

REVOLUCIÓN FRANCESA=GENOCIDIO MODERNO

Imagen de averiguelovargas.blogspot.com



Por Antonio Moreno Ruiz

El 14 de julio, la República Francesa celebra el día de la Revolución, hecho histórico al cual nos dicen que debemos mucho en todo el mundo. ¿Seguro? ¿De verdad sabemos qué fue la Revolución, y cuáles fueron sus consecuencias humanas? ¿Sabemos algo de cuál fue su política? ¿Sabemos la verdadera historia?

Dejemos hablar a los propios revolucionarios. Dejó dicho el general jacobino Westermann:"La Vendée ha dejado de existir. Ha muerto bajo nuestros sables, con sus mujeres y sus niños. He aplastado a las mujeres con los cascos de mis caballos, he masacrado a las mujeres, que no podrán engendrar más bandidos. No tengo nada que reprocharme por no haber hecho prisioneros. Los he exterminado a todos. Los caminos están diseminados de cadáveres. Hay tantos que en muchos lugares forman una pirámide".

Como siempre, la verdad histórica, y hasta contada por ellos mismos, se impone ante las consignas del sistema. No hay nada que celebrar el 14 de julio, ni por los franceses de bien (que haberlos haylos) ni por nadie. Y la única marsellesa que ha de recordarse es la de los nobles combatientes vandeanos que, luchando por la tradición y siendo hombres libres, perecieron en este terrible genocidio moderno, antesala de otras muchas matanzas y terroríficas prácticas en nombre de la palabrería.






Y que no se deje de recordar el magnífico ensayo de un historiador francés sobre esta cuestión:



LO JURO POR SNOOPY


LO JURO POR SNOOPY
 
14/07/2014.
 
Por Manuel Fernández Espinosa
 
Ignoro si todavía se estila, pero hace décadas cundía una expresión que cuando la escuchaba me resultaba hilarante. Los más “pijos” (digo esa gente solvente económicamente y que brilla por su frivolidad) solían acompañar a sus aseveraciones con una coletilla: “Te lo juro por Snoopy” -remataban. El popular y simpático personaje del dibujante Charles Schulz se convertía en testigo involuntario de los juramentos de los pisaverdes que, invocando a Snoopy, pretendían hacer valer su relato.
 
Un juramento no suele tener sus consecuencias en el mundo visible. Es por eso que para aquellos que niegan la trascendencia, todo juramento es ocioso. Alguien que jura poniendo por testigo a alguien en cuya existencia no cree (digámoslo con toda franqueza) está haciendo un paripé. Si alguien no cree en el infierno, ¿qué va a temer más allá de esta vida? Jurará y perjurará en el convencimiento de que sus juramentos no tendrán ninguna consecuencia que pueda lamentar. Jurará como quien juega; y jugando con ventaja sobre los ingenuos que confíen en su más o menos solemne juramento.
 
En el pasado, la muchedumbre de casos en que unos juraban en vano o no temían perjurar por descreer de la eficacia de la justicia divina llevó a algunas sociedades a la práctica de la “ordalía” o “juicio de Dios”. En las ordalías se invocaba a Dios para que, a través de operaciones rituales y visibles, se produjera un resultado visible del que se infería si el testimonio del interesado era fehaciente o no. La ordalía suscita hoy la risa en aquellos que se jactan de haber superado épocas oscuras y se creen muy “avanzados”, pero hemos de admitir que la ordalía es una modalidad lógica que, más allá o acá de su eficacia, convencía a los creyentes de lo fidedigno que pudiera ser el juramento o promesa de aquellos que no eran del todo de fiar.
 
Decía Ernst Jünger que: “Cuando en un Estado ateo un incrédulo exige juramento a los creyentes, su proceder se asemeja al del banquero tramposo de una mesa de juego que aguardase que los otros jugadores pusiesen sobre el tapete oro auténtico". También podríamos afirmar que a una sociedad relativista le están sobrando todos los “juramentos solemnes” y lo mismo da que se hagan ante un tribunal que ante el parlamento de una nación.
 
“Lo juro por Snoopy” está más vigente de lo que podemos pensar. Está poniéndose en boga de la mano de todos aquellos que juran sus cargos con las mayores ventajas que les ofrecen los novísimos protocolos. Se han tomado los juramentos a chacota: aquí ya puede jurar cualquiera por Snoopy, por Zipi Zape o por Carpanta, lo mismo es y una masa irreflexiva no concede la menor importancia a estas cosas, las pasa de largo y permite con su pasividad que cínicos peores que Maquiavelo juren en vano sus cargos… En la creencia de que ni en el más allá (ni en el más acá) se les requerirá que hagan bueno lo que juraron.

Juramentos que no obligan son del todo inútiles. Pero quienes los prestan cuentan con ello y, claro que sí, con la sumisión de un pueblo convertido en masa y que hace tiempo que ha perdido la justeza de las palabras y la noción de honor. Y no lo juro por Snoopy, sino que doy mi palabra de honor.
 
Publicado originalmente en: EL CONTEMPORÁNEO Diario Digital

miércoles, 16 de julio de 2014

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, POETA PORTADOR DE DESTINO

Juan Ramón Jiménez, en compañía de unos niños portorriqueños

 
LA PALABRA POÉTICA Y LAS ESPAÑAS QUE RENACEN


Por Manuel Fernández Espinosa


Juan Ramón Jiménez nació en Moguer (Huelva, España) el 23 de diciembre de 1881 y pasó a mejor vida en San Juan de Puerto Rico (España de Ultramar) el 29 de mayo de 1958. En 1956 recibió el Premio Nobel de Literatura, su obra ha sido bastante popularizada, pero por muy extensa que es la bibliografía que sus especialistas han dedicado a la Obra de Juan Ramón, apenas se ha penetrado en su poesía. Juan Ramón es el popular escritor de "Platero y yo" y un poeta dedicado por completo a lo que él denominaba su "Obra", con una constancia y fervor que algunos describen como maniática: pero en los fondos de sus versos, en la música de su palabra reciente siempre, por más años que sucedan, pocos han entendido que Juan Ramón es todo eso y más: Juan Ramón es portador de un destino.
 
El escritor mexicano Alfonso Reyes, siempre tan perspicaz, nos desvela algunos de los pensamientos rectores de Juan Ramón Jiménez, por ejemplo ese de: "La fuerza de rechazar -dice Juan Ramón- mide la capacidad moral de un hombre, en el orden de la conducta; mide la verdad de su estilo, en el orden del arte; mide, finalmente, en el orden de su vitalidad, el peso de su creación" (en "Tertulias de Madrid", Alfonso Reyes; las citas que traemos a colación del autor mexicano pertenecen a esta obra, publicada por Espasa Calpe).

Juan Ramón no solo es el neurótico que sublima su neurosis, como quiere la crítica psicologiquera que no puede despegar su panza de sapo del suelo, sino que Juan Ramón pertenece a uno de los pueblos más antiguos de la humanidad: el andaluz, ese que -ha unos días- recordábamos que José Ortega y Gasset comparaba con China. Y mucho de chino tiene nuestro Juan Ramón. No es tan solo el poeta de la poesía pura (que muy equivocadamente se reduce a un esteticismo enfermizo y estéril), no es tan solamente el poeta de la poesía hermética (cuyos arcanos hay que descifrar valiéndose de claves swedenborgianas o francesas); claro que Juan Ramón, por supuesto, recibió la valiosa influencia del decadentismo, del simbolismo, del modernismo y de cuantas vanguardias tengan a bien sumar especialistas más duchos que yo en la materia. Pero olvidan con facilidad que Juan Ramón era un universo en sí mismo. Muchos repiten el estribillo que lo cualifica como "andaluz universal", pero nadie sabe el punto de verdad que tiene esa expresión en un poeta tan singular-universo como Juan Ramón.
 
La poesía de Juan Ramón es la autoconciencia de la Palabra (de la Palabra castellana). Solo un poeta recogido en el misterio y ministerio de la Palabra ha podido escribir estos versos tan chinos, tan confucianos:
 
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
... Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.

Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas...
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas! 

(Eternidades)
 
¿Por qué me permito llamarle "chinos", "confucianos", a estos versos? Veamos.
 
El poema que he escogido de Juan Ramón es toda una invocación a la "Intelijencia", para que ésta dote al poeta del "nombre exacto" de las cosas, para que el Lenguaje sea medio apto de comunicación y, a través de la Palabra del Poeta, comulguen los hombres entre sí y con el mundo entero de las cosas; la Palabra poética es: 1) instrumento de conocimiento: "Que por mí vayan todos/los que no las conocen, a las cosas"; 2) instrumento mnemotécnico: "...que por mí vayan todos/los que ya las olvidan, a las cosas"; y 3) vehículo de amor entre los seres humanos, de amor de unos a otros y de amor de los seres humanos con el mundo en su totalidad: "que por mí vayan todos/los mismos que las aman, a las cosas". La palabra exacta (que Juan Ramón pide aquí que la Intelijencia le otorgue como un don) remite a una de las doctrinas más importantes del pensamiento de Confucio, la denominada "doctrina de la rectificación de los nombres". Esta doctrina del sabio chino postula que para ordenar el mundo se requiere que los nombres sean los correctos. Para poner orden en el mundo y que los asuntos en todos los órdenes puedan realizarse cumplidamente.
 
"Si los nombres no son correctos, las palabras no se ajustarán a lo que representan y, si las palabras no se ajustan a lo que representan, los asuntos no se realizarán. Si los asuntos no se realizan, no prosperarán ni los ritos ni la música, si la música y los ritos no se desarrollan, no se aplicarán con justicia penas y castigos y, si no se aplican penas y castigos con justicia, el pueblo no sabrá cómo obrar".
 
("Los cuatro libros" de Confucio,
introducción, traducción y notas de Joaquín Pérez Arroyo). 
 
Allí donde las palabras han perdido su significado todo anda en el desorden, las relaciones sociales no pueden transcurrir en los términos que exige el bien. Cuando las palabras no son las exactas, el lenguaje no sirve para conocer, ni para remembrar, ni para mantener una relación amorosa con el mundo; todo lo contrario, la palabra que se ha degradado deviene fuente de confusión, motivo de controversias, raíz de la discordia. Miremos a nuestro alrededor y veremos como es así: le llaman "matrimonio" a lo que no es tal, le llaman "interrupción del embarazo" a lo que es crimen, le llaman "tolerancia" a lo que es sumisa aceptación de todo lo disolvente... Y si miramos a nuestra "casa": ¿a qué le llamamos "España"? ¿Qué entendemos por "Monarquía"? ¿Qué decimos cuando decimos "República"? La mayor parte de nuestras empresas se malogran por no entendernos los unos a los otros, la mayor parte de nuestros conflictos brotan de esa babélica confusión de las lenguas (de la lengua vernácula incluso). Y a veces, tendríamos que pensar esta frase de otro gran Poeta, Francisco de Quevedo, incrustada en una de sus últimas cartas:
 
"Hay muchas cosas que, pareciendo que existen y tienen ser, ya no son nada, sino un vocablo y una figura".
 
Es cierto, pero frente a esa obsolescencia de ciertas entidades de las que solo quedan los nombres cual carcasas, Juan Ramón nos insta a crear la Palabra, en ese mismo poema de "Eternidades" nos lo dice meridianamente:
 
... Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
 
Ésta es una de las simas todavía por escrutar en las honduras de la poesía juanramoniana. Esta ruta promete descubrimientos que van más allá de la prosaica interpretación de los gramáticos: es una vía que invita a esa "inmensa minoría" para la que Juan Ramón escribía. La Palabra recental, fuente de sentido y de realidad, capaz de transformar el mundo, dándonos Patria e Inmortalidad. Según piensa Alfonso Reyes, el poema que cifra el arte de Juan Ramón dice:
 
¡Palabra mía eterna!
¡Oh, qué vivir supremo
-ya en la nada la lengua de mi boca-
oh, qué vivir divino
de flor sin tallo y sin raíz,
nutrida, por la luz, con mi memoria,
sola y fresca en el aire de la vida!

"Donde la palabra eterna quiere decir, no un elogio que el poeta se aplica a sí propio, sino una actualidad permanente [...] el misterio lógico de la perfección como lo define Santo Tomás; acto puro, sin blanduras de potencia o posibilidades dormidas; acto puro, realización absoluta" -añade muy oportunamente Alfonso Reyes.
 
El patriotismo de Juan Ramón era radical, arraigado a las entrañas de la Lengua; no fue patrioterismo de cartón, era enterizo. Por eso, con motivo de su viaje a Argentina en 1948, cuando ya se encontraba "desterrado", el mismo Juan Ramón escribió este testimonio que opera como una revelación:
 
"El milagro de mi español lo obró la República Argentina... Cuando llegamos al puerto de Buenos Aires y oí gritar mi nombre, ¡Juan Ramón, Juan Ramón!, a un grupo de muchachas y muchachos, me sentí español, español renacido, revivido, salido de la tierra del desterrado, desenterrado... ¡El grito, la lengua española; el grito en lengua española, el grito!... Todo era por mi lengua, por la lengua en que había escrito lo que ellos habían leído. Nunca soñé cosa semejante... Aquella misma noche yo hablaba español por todo mi cuerpo con mi alma, el mismo español de mi madre... y por esta lengua de mi madre, la sonrisa mutua, el abrazo, la efusión... No soy ahora un deslenguado ni un desterrado, sino un conterrado, y por ese volver a lenguarme he encontrado a Dios en la conciencia de lo bello, lo que hubiera sido imposible no oyendo hablar en mi español".
 
Sabido es que los poetas de raza no sólo versifican, sino que en la antigüedad también fueron tenidos como "vates"; esto es, hombres de una hipersensibilidad que, en momentos de inspiración, podía franquearles el muro que hace invisible el futuro, escuchar el dictado del Hado para alumbrar mundos nuevos. Juan Ramón Jiménez fue de esos, por eso a veces se expresaba enigmáticamente, como lo hizo cuando llegó a escribir:  "Yo sé que estoy unido a un destino de Puerto Rico, a un destino ineludible y verdadero" ("Un destino inmanente", ensayo contenido en "La isla de la simpatía").
 
En Puerto Rico crece en nuestros días un clamor popular, cada día son más los portorriqueños que se suman al Movimiento por la Reunificación de Puerto Rico con España. ¿Será ese el destino de Puerto Rico al que estaba unido el Poeta de Moguer? ¿Será esa gran Reunificación de todos los pueblos hispanohablantes en un gran bloque geopolítico lo que veía el visionario de la Palabra? ¿Será ese el "destino ineludible y verdadero" de una comunidad lingüística que abarca el mundo?
 
Estamos íntimamente persuadidos de que así es. Somos conscientes de que nuestro actual sistema político -nuestro Estado- es el peor obstáculo que existe para eso, dudamos incluso de su hispanismo: prueba de ello es la imposición del bilingüismo anglosajón en nuestro sistema de enseñanza; pero también sabemos que, a decir de Quevedo: "Hay muchas cosas que, pareciendo que existen y tienen ser, ya no son nada, sino un vocablo y una figura", pero también nos ha dicho Juan Ramón Jiménez que la Intelijencia nos puede dar la "palabra exacta" para conocer, para recordar y para amar siempre aquellas realidades que constituyen nuestro ser propio: nuestra Patria, nuestra Lengua, nuestra Civilización.