Román Perpiñá Grau |
Manuel Fernández Espinosa.
Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Escritor y diplomado en Ciencias religiosas (España).
Resulta hasta cierto punto indignante que, mientras los maestros hispánicos de cualesquiera ciencias son por lo frecuente olvidados, ninguneados y desconocidos, la supuesta elite intelectual se entregue con fervor a seguir cualquier paradigma procedente del extranjero. No me cabe la menor duda de que es éste uno de nuestros males endémicos: en España se es secuaz de cualquier botarate que proceda del extranjero, mientras que nuestros más preclaros genios son arrinconados en vida y póstumamente olvidados. Y eso lo será por muchísimos factores: psicológicos, ideológicos, religiosos... Pudiendo constituir un complejo nacional.
En las Ciencias Económicas, como en muchos otros ramos del saber, España ha contado con eminentes economistas a lo largo del siglo XX: Antonio Flores Lemus, Enrique Fuentes Quintana, Juan Velarde Fuentes y Ramón Tamames son nombres que han alcanzado una considerable repercusión en las Ciencias Económicas y que pueden darse por satisfechos, pues todavía se les menciona. Sin embargo, en la misma área científica, una de las figuras a nuestro juicio más interesantes y notables de la Economía por sus estudios, por su labor docente y por su incuestionable patriotismo, no ha tenido tanta suerte en cuanto a su fama póstuma: esa figura es la que quiero reclamar con este artículo que no va más allá de una rápida semblanza, esa figura es la del catalán Román Perpiñá, maestro a la sazón de los susodichos Fuentes Quintana, Velarde Fuentes y Tamames. Creo que por justicia y por lo útil que además puede resultar para los nuevos economistas y sociólogos, merece la pena llamar la atención sobre Román Perpiñá y el magisterio que nos ha dejado en sus libros: su figura y obra merecen ser reivindicadas, tras décadas de injusto soslayamiento.
Román Perpiñá es uno de esos catalanes cuyos servicios a España están todavía sin retribuir por los españoles: el abyecto vicio atávico de la ingratitud y el complejo nacional contra los que más arriba advertíamos se han cebado sobre su figura, sepultando su obra bajo el polvoramen y el silencio de las bibliotecas. Como todos los españoles que les tocó vivir la Guerra Civil, el estallido de ésta supuso para la vida y el pensamiento de Román Perpiñá un punto de inflexión.
Había nacido en Reus (Tarragona) el año 1902 y estudió en Bilbao, cursando exitosamente Ciencias Económicas en la Universidad de Deusto; más tarde pasó a la Escuela Superior de Comercio. Merced a una beca de las que otorgaba la Junta de Ampliación de Estudios pudo estudiar en Alemania, realizando su tesis doctoral bajo la guía del profesor Robert Liefmann (1874-1941)y presentándola bajo el título “Sociedades de promoción de empresas en Alemania”. El magisterio del profesor Bernhard Harms (1876-1939)orientará los estudios de Román Perpiñá hacia lo que será uno de los conceptos económicos neurálgicos de toda su producción: el de “infraestructura económica”. Román Perpiñá mantendrá fecundas relaciones con el mundo académico alemán, sobre todo con el Instituto de Economía Mundial de Kiel (Schleswig-Holstein), y este buen entendimiento verá sus frutos el año 1935, cuando el mentado Instituto germano publique en su prestigiosa revista de economía (“Weltwirtsches Archiv”) una de las obras más destacables de la vasta producción de Perpiñá: “De economía hispana”.
Perpiñá fundó el Seminario de Estudios de CHADE, mientras colaboraba con Francesc Cambó. En 1930 se había instalado en Valencia, donde permanecerá hasta 1936 al frente del Centro de Estudios Económicos Valencianos que también había fundado y dirigía. En 1936, cuando estalla la Guerra Civil, el profesor Román Perpiñá tiene que escapar de Valencia, debido a la persecución que desata contra él un alumno resentido que aprovecha la confusión para tomarse la revancha por haber sido suspendido por el profesor Perpiñá. Habiendo pasado las líneas se pone a disposición del bando nacional como teniente auxiliar del Estado Mayor, prestando sus servicios como asesor en asuntos relativos a información. Con la victoria de Francisco Franco, Perpiñá desarrollará una gran labor en el campo de la formación de cuadros de mandos y propaganda del Movimiento. También será Consejero de Economía Nacional, desarrollando una meritoria labor de estudio de las condiciones infraestructurales de las todavía colonias en posesión de España. Estos estudios se desarrollaría “in situ” y quedaron plasmados en sus obras: “De colonización y economía en la Guinea Española: investigación sobre el terreno de la estructura y sistema de Colonización en la Guinea Española” (1941), “Preeconomía en la Guinea Española” (1942), “La economía marroquí: aportación al estudio de la economía marroquí referida especialmente a las zonas españolas” (1943), “De colonización africana en especial referencia a los factores económicos de Guinea” (1944) y “De colonización y economía en la Guinea Española: (misión Económica durante el segundo semestre de 1941)” (1945). Desarrollará también su labor docente en la Universidad Pontificia de Salamanca y en la Complutense de Madrid.
Sin embargo, sus muchos y brillantes servicios a los intereses nacionales no serán correspondidos, pues en 1955 el profesor Román Perpiñá pierde sus oposiciones a la primera cátedra de Estructura Económica de la Universidad Complutense y en perjuicio del catalán, que tantos méritos acumula, se alza con la plaza José Luis Sampedro (sí: el novelista, el autor de “La sonrisa etrusca” que al final de su vida sería uno de los iconos de la izquierda española contemporánea). La resolución de las oposiciones a favor de Sampedro estuvo envuelta en la controversia, puesto que el mismo Perpiñá confesó que, con el tiempo, se enteró de que la cátedra fue otorgada a José Luis Sampedro en el despacho del ministro. Y es oportuno que recordemos que cuando Sampedro se convierte en catedrático de Estructura Económica no tenía en su haber ni mucho menos el currículo y la trayectoria de Perpiñá y además de eso tampoco ha de olvidarse que José Luis Sampedro, durante la Guerra Civil, había sido combatiente republicano en un batallón anarquista; sin embargo, no parece que su militancia republicana fuese obstáculo para ganar las oposiciones (y mucho peor todavía: “ganarlas” por graciosa concesión de un ministro franquista); más tarde, en 1969, cuando todo presagiaba el final del régimen de Franco, José Luis Sampedro abandonó la cátedra, justo a tiempo para no ser confundido con un prebendado del régimen franquista. A consecuencia de este fracaso académico de 1955, Román Perpiñá proseguiría sus estudios económicos, pero apartado de la universidad oficial y trabajando en centros e institutos al margen del mundo universitario. En 1981 Román Perpiñá restañaría muchos de sus amargos tragos, cuando recibiera el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales.
En 1988, después de vivir treinta años en la Residencia de Estudiantes, Román Perpiñá abandonaba Madrid para irse a vivir con sus sobrinos a su Cataluña natal. En 1991 fallecía este gran patriota y economista español, maestro de economistas.
Lo que más resalta del perfil intelectual de Román Perpiñá es que era un hombre con una formación cultural muy amplia. A diferencia de esos especialistas que no saben nada más que de lo suyo, Perpiñá (como hombre de su época) tenía una sólida cultura humanista, lo que le permitía leer a los clásicos griegos y latinos en su lengua original; y fueron precisamente sus estudios clásicos los que le aportaron los instrumentos adecuados para escribir libros como “Origen y ocaso de las talasocracias” (publicado por el Instituto de Estudios Políticos el año 1965). En sus estudios económicos siempre prevaleció un interés geopolítico, tan descuidado por otros economistas, lo que indica una firme voluntad de engrandecer a España. En “Las constantes de Europa” (publicado por el Instituto de Ciencias Sociales, en 1969) ahondó en la oposición de pueblos continentales (Epirocracias) y pueblos marineros (Talasocracias), estableciendo una caracterología aplicable a las Epirocracias y las Talasocracias. Para las Epirocracias (potencias continentales), el profesor Perpiñá establecía una serie de notas idiosincrásicas, como eran: dioses inaccesibles y justicieros; templos grandiosos; príncipes guerreros; nobleza por concesión real; grandes pompas públicas; fueros, privilegios y honores por concesión; clases sociales estáticas; tendencia a someter por la guerra de conquista e imponer su derecho en los territorios conquistados; agrícolas y ganaderos; espíritu autárquico; literatura marcadamente guerrera, heroica y mística; sentido burocrático y centralizador; grandes empresas bajo patronato estatal; los habitantes son súbditos, vasallos. Así podemos esbozar aquí las señas de identidad de las Epirocracias, según Perpiñá, mientras que las Talasocracias (potencias marítimas) se han notado –según el profesor catalán- por características distintas, como son: dioses antropomorfos; templos a medida humana; príncipes con virtudes y vicios humanos; aristocracia por reconocimiento; lujos privados; prestigio por quehaceres individuales y no de clase; clases sociales dinámicas que consagran la laboriosidad; flexibilidad para adaptarse a las coyunturas; espíritu de lucro; contribuciones pactadas con el Estado; el valor dominante es la empresa; los habitantes son ciudadanos, pragmáticos y regidos por leyes consuetudinarias; cultura del pacto; comerciantes e industriales; libre competencia; literatura en la que predominan los libros de viajes, epopeyas marítimas y cortesano-burguesas; arte a medida humana; individualistas en lo empresarial y percepción del mar como aventura y riesgo para lucrarse.
Sería empezar y no acabar si tuviéramos que elaborar un exhaustivo análisis de las aportaciones de Román Perpiñá, no sólo en el terreno de la economía, sino en el de la geopolítica. Hasta tal punto que un tanteo de geopolítica española sería muy deficitario sin volverse a los estudios de Román Perpiñá. Pero no es la intención del presente artículo ir más allá, sino que éste se conformaría con haber suscitado el interés por la personalidad y la obra de un gran español. Para dar por acabada hasta aquí esta semblanza con tan superficial recorrido por la obra de este maestro de maestros digamos que, ya en 1988, soltero, con 85 años y en posesión de todas sus facultades, el maestro Perpiñá se mostraba muy crítico con la sociedad española, a la que veía declinar: cuando fue preguntado por un periódico por la opinión que le merecía la “beautiful people”, Perpiñá declaró que: “las enfermedades han existido siempre en las personas y en las sociedades; algunas son divertidas, y otras, escandalosas, que son la que menos duran, afortunadamente” y se mostraba en extremo crítico con el papel que desempeñaba España por aquellos años, alegando que España se había convertido en una colonia económica de Europa del Norte. Creo que la opinión que en 1988 expresaba Román Perpiñá en lo que concierne a la presunta elite denominada con ese vil anglicismo, así como la valoración que hacía de la situación de España en Europa, son suficientes como para llamar la atención sobre un hombre de convicciones que mantuvo hasta el final una coherencia filosófica digna de elogio en un mundo donde medran (y pretenden pasar a la historia) todos los oportunistas que, cuando escrutan los signos del tiempo, barruntan la mudanza de las circunstancias políticas y ágilmente cambian de bando.
Para una información con más detalle de la singular obra de Román Perpiñá sugerimos la lectura de sus libros y como introducción los estudios especializados que al eminente economista catalán ha dedicado D. Juan Pablo del Río Disdier.
Publicado en la Revista LA RAZÓN HISTÓRICA, Revista Hispanoamericana de Historia de las Ideas. Número 26. MEMORIA E HISTORIA. Mayo-Agosto 2014. Enlace aquí.