RAIGAMBRE
Revista Cultural Hispánica
jueves, 17 de octubre de 2013
NON PRAEVALEBUNT
"No podemos hacer abstracción de las circunstancias en que vivimos, desentendiéndonos de ellas; no somos esencia pura e incontaminada que se realiza en el vacío; no podemos guardar para los 'iniciados' el depósito de la Fe y la Verdad. Debemos amar a los buenos gentiles y a la Iglesia de los pobres. Y es que no cabe confiar exclusivamente en una solución 'a lo divino' de nuestros problemas. El 'non praevalebunt' es usado, a veces, incorrectamente, para enmascarar silencios dolorosos y omisiones inexcusables. Que el infierno no prevalecerá contra la Iglesia lo sabemos por promesa divina, y forma parte de la Revelación. Pero que no prevalecerá en la España, Argentina o Colombia del primer tercio del siglo XXI no está escrito en parte alguna."
Miguel Ayuso
DÍA TRAS DÍA
Hora tras hora, día tras día,
Entre el cielo y la tierra que quedan
Eternos vigías,
Como torrente que se despeña
Pasa la vida.
Devolvedle a la flor su perfume
Después de marchita;
De las ondas que besan la playa
Y que una tras otra besándola expiran
Recoged los rumores, las quejas,
Y en planchas de bronce grabad su armonía.
Tiempos que fueron, llantos y risas,
Negros tormentos, dulces mentiras,
¡Ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
En dónde, alma mía?
Rosalía de Castro.
miércoles, 16 de octubre de 2013
MOSCÚ ES TODAVÍA LA TERCERA ROMA
Adolfo Morganti, presidente de Identità Europea |
ENTREVISTA A ADOLFO MORGANTI EN BARBADILLO
El 16 de octubre de 2013 se publicaba esta entrevista en el prestigioso medio italiano BARBADILLO, laboratorio di idee nel mare del web. Alfonso Piscitelli entrevistaba a Adolfo Morganti, presidente de la asociación italiana IDENTITÀ EUROPEA, que estudia y promueve la construcción de una Europa fiel a sus raíces clásicas y cristianas. El tema central que aborda la entrevista es Rusia, pero la cultura del entrevistador y del entrevistado logran que sea todo un diálogo ameno y provechoso. Hemos creído oportuno traducirla y publicarla en RAIGAMBRE para el público hispanohablante.
Traducción al español por Manuel Fernández Espinosa
La asociación Identità Europea tiene en los históricos Franco
Cardini y Adolfo Morganti, editor del “Il Cerchio”, a sus exponentes más
importantes. Hace años que promueve iniciativas que reclaman una reflexión sobre
las raíces del continente europeo (raíces clásicas y cristianas) y sobre su
destino. Recientemente “Identità Europa” ha organizado en San Marino un
Congreso sobre “Europa en la época de las grandes potencias, desde 1861 a 1914”,
en el ámbito de ese discurso se ha abordado también la naturaleza compleja de
las relaciones entre Italia y Rusia. Replanteamos el argumento a menudo
descuidado por los historiadores contemporáneos, con el presidente de Identità
Europea, Morganti.
Alfonso Piscitelli: En la segunda mitad del XIX se articulaba una red compleja
de alianzas entre naciones europeas continentales: la Triple Alianza (Alemania,
Austria, Italia) y por un cierto tiempo el Pacto de los Tres Emperadores
(Alemania, Austria, Rusia). ¿Fue el intento de superar los nacionalismos en
orden a una cooperación continental?
Adolfo Morganti: Era la tentativa de superar los límites y los conflictos
cebados por el nacionalismo jacobino, pero al mismo tiempo eran fuertes las
tensiones estratégicas que se localizaban en el área balcánica con Rusia, que
patrocinaba los movimientos nacionalistas del pueblo eslavo y Austria que
contenía estas pulsiones subrayando el aspecto supranacional del Imperio de los
Habsburgo. Sarajevo no fue una sorpresa, como localización del foco de la
primera guerra mundial.
A. Piscitelli: E Italia, ¿cómo se movía sobre el plano internacional?
A. Morganti: Todos conocemos el impulso profundo que el arte italiano dio a Rusia: un impulso evidente en San Petersburgo. Menor fue la intensidad de las relaciones marítimas entre Italia y el Mar Negro, que han plasmado la estructura económica misma de aquellas regiones. Sobre el plano diplomático, después de la intervención piamontesa en la Guerra de Crimea, las relaciones con Rusia indudablemente tenían que recuperarse: en efecto, por largo tiempo, Rusia representó algo extraño y distante, en los mismos años en los que Italia establecía una alianza con Austria y Hungría.
A. Morganti: Todos conocemos el impulso profundo que el arte italiano dio a Rusia: un impulso evidente en San Petersburgo. Menor fue la intensidad de las relaciones marítimas entre Italia y el Mar Negro, que han plasmado la estructura económica misma de aquellas regiones. Sobre el plano diplomático, después de la intervención piamontesa en la Guerra de Crimea, las relaciones con Rusia indudablemente tenían que recuperarse: en efecto, por largo tiempo, Rusia representó algo extraño y distante, en los mismos años en los que Italia establecía una alianza con Austria y Hungría.
A. Piscitelli: Con el enemigo por excelencia de la época del Risorgimento
[Austria].
A. Morganti: Más tarde, con el viraje que supuso 1914, obviamente la
situación cambió las tornas: los rusos vinieron a ser aliados en el curso de la
Primera Guerra Mundial, pero las relaciones gubernamentales y diplomáticas no
fueron tan frecuentes y orgánicas como lo fueron, en cambio, las relaciones
económicas.
A. Piscitelli: ¿Crees que hoy Rusia deba ser incluida en la identidad europea,
a la que alude el nombre de tu asociación?
A. Morganti: Con seguridad, la parte europea de Rusia debe ser
considerada un elemento importante en el discurso sobre la Europa
contemporánea. A partir de su conquista de Siberia, relativamente reciente,
Rusia ha adquirido una vocación más amplia: la de Eurasia; pero Europa es
impensable sin su área oriental, así como la identidad cristiana del continente
es impensable sin contemplar el papel de la ortodoxia. Rusia, por una parte es
Europa y reconocida como tal (y desde un punto de vista existencial hoy
defiende los valores europeos incluso más que muchos estados de la Comunidad Europea),
por otra parte, se atribuye una misión y una identidad que rebasa los confines
de la misma Europa.
A. Piscitelli: El diálogo ortodoxo se ha reanudado a lo grande en los años
sesenta con Pablo VI, con la recíproca retirada de excomuniones y el abrazo con
el patriarca Atenagoras.
A. Morganti: Generando entusiasmos y resistencias a las dos bandas:
resistencias que en el ámbito ortodoxo amenazaron con producir un cisma, que más
tarde se hizo realidad.
A. Piscitelli: Y el hecho de que Juan Pablo II fuese un eslavo, un polaco
(no extraño al “humus cultural” del nacionalismo polaco), ¿ha facilitado o ha
creado alguna fricción y malentendidos entre las dos partes?
A. Morganti: Ciertamente, cuando la primera jerarquía católica de la Rusia
post-soviética fue elegida por Juan Pablo II, la presencia de prelados polacos
fue relevante y esto creó notables problemas de coexistencia con los ortodoxos.
La misma acción de los franciscanos en Rusia era vista como una fuerza de
penetración católica en el área del cristianismo ortodoxo. Ahora, con el cambio
de jerarquía, en que la presencia de Italia está representada autorizadamente
por el actual Obispo de Moscú, estos problemas casi se han disuelto.
A. Piscitelli: Si recuerdo bien, fue Ratzinger quien determinó una nueva
relación, promoviendo el cambio de jerarcas.
A. Morganti: Exactamente.
A. Piscitelli: Un recordatorio siempre es útil… ¿por qué se originó y por
qué persiste la división entre cristianos católicos y cristianos ortodoxos?
A. Morganti: Hay toda una serie de diferencias dogmáticas que dividen a
católicos y ortodoxos: la cuestión del “filioque” (de la procesión del Espíritu
Santo), la diversas valoraciones de ultratumba (los ortodoxos no conciben el
purgatorio), el diverso modo de entender la confesión. Son diferencias
importantes, pero en la historia del cristianismo tales divergencias no han
impedido necesariamente la unidad de las iglesias: por caso, pensemos que, durante una época en la historia, el cristianismo irlandés calculaba la Pascua de
manera diferente al cristianismo continental. Ya hemos tenido otras situaciones
de diversidad, que no afectan a la unidad subyacente. En el caso ortodoxo vino,
en cambio, una separación profunda, pero no ocultemos que el cisma maduró sobre
la cuestión del primado del Obispo de Roma, primado de honor, según los
ortodoxos; primado jerárquico, según los católicos.
A. Piscitelli: También hay temas fuertes que unen a los dos mundos
espirituales, pensemos en la gran devoción a la Madre de Dios; y en lo que
atañe al tema mariano no podemos olvidar que al inicio del siglo XX, la
profecía de Fátima está estrechamente ligada al tema de Rusia. ¿Qué ideas te
has hecho a propósito de esto?
A. Morganti: La profecía de Fátima veía en Rusia el centro de una gran
apostasía, que luego se verificó con el comunismo; pero las profecías son un
terreno resbaladizo. Sin lugar a dudas, el gran gigante ruso constituye un
escenario fundamental para la articulación de las fuerzas en la confrontación
entre tradición y modernidad, entre el cristianismo y la tentativa ilustrada de
disolverlo o reducirlo a la esfera privada, está a los ojos de todos.
A. Piscitelli: ¿Es verdad o solo es una simplificación decir que el
espíritu cristiano de Rusia está atraído particularmente por el Evangelio de San
Juan y por el Apocalipsis?
A. Morganti: Es un enfoque para la escatología en general. Pero este
enfoque es compartido con la milenaria tradición católica: en el ámbito
católico hasta lo que no ha mucho se hacía en las llamadas meditaciones sobre
los “Novísimos” (muerte, juicio universal, infierno y paraíso) era intensa; después
(por usar un eufemismo) no ha sido valorada al máximo…
A. Piscitelli: Y el tema típicamente ruso de la Tercera Roma, ¿puede
todavía jugar el papel de idea movilizadora en el ánimo de Rusia y en el ánimo
de los europeos que miran con atención a Rusia?
A. Morganti: Rotundamente: sí. Rusia es la Tercera Roma, tanto para los rusos
creyentes como para los laicos. Los laicos ven en el poder de Moscú la continuación efectiva de una autoridad imperial a través de todas las
modificaciones históricas posibles. Para el creyente, el concepto de Tercera
Roma tiene una resonancia ulterior, pero todos los sujetos político-culturales
rusos comparten el sentido de esta misión histórica, sean comunistas o
nacionalistas, religiosos o laicos.
A. Piscitelli: Sin embargo, en el inmenso territorio ruso existen también
otras tradiciones religiosas: el ministro de defensa Shoigú es un budista de la
zona siberiana.
A. Morganti: También hay regiones de la Federación Rusa de mayoría hebrea
y zonas en las que se arraigó el islam chiíta (principalmente en la parte ocupada
por población turcófona) o sunnita. Desde los tiempos del imperio zarista, la
multiplicidad de tradiciones religiosas no ha creado problemas de convivencia.
A. Piscitelli: ¿Podría decirnos su valoración personal de la figura de
Vladimir Putin?
A. Morganti: ¡Putin es un ruso! En cuanto tal, él continúa encarnando
esta misión de Rusia, cristiana e imperial. El hecho de que Putin sea más creyente
o menos es indiferente. Su misión personal es la de proteger a Rusia y Rusia
tiene esta identidad (imperial y cristiana) y no otra alguna…
Fuente original en italiano: L’intervista. L’editore Adolfo Morganti: “Mosca è ancora la Terza Roma”
lunes, 14 de octubre de 2013
UNAMUNO Y LOS DOS "CARLISMOS": EL POPULAR-INTRAHISTÓRICO Y EL HISTÓRICO-POLÍTICO
QUIEN NIEGA LA HISTORIA, SE CONDENA A LA INTRAHISTORIA: EL CASO UNAMUNO
Por Manuel Fernández Espinosa
El 28 de febrero de 1934, en pleno discurso parlamentario, José Antonio Primo de Rivera fue
interrumpido por el Señor José Antonio Aguirre
que pocos años después sería lehendakari vasco. José Antonio abogaba por la
españolidad de las más eminentes figuras intelectuales vascas del momento y
decía: “todas las mejores cabezas del pueblo vasco, todos los vascos de valor
universal, son entrañablemente españoles y sienten entrañablemente el destino
unido y universal de España. Y si no, perdóneme el señor Aguirre una
comparación: de los vascos de dentro de esta Cámara tenemos a don Ramiro de
Maeztu; de los vascos de fuera de la Cámara tenemos a don Miguel de Unamuno”.
Aguirre no pudo contenerse y le dijo a José Antonio Primo de
Rivera:
-¿Me perdona Su Señoría una pequeña interrupción? Es para
hacer las advertencias de que los vascos de peores cabezas, que somos nosotros,
somos, precisamente, los que tenemos la adhesión del pueblo. Esos señores como
Maeztu y Unamuno, a quienes yo, por otra parte, respeto extraordinariamente,
van a nuestro pueblo y nuestro pueblo los repele. ¿Por qué? Porque no han
sabido interpretar sus sentimientos”.
A ninguno de los dos, ni a José Antonio Aguirre ni a José
Antonio Primo de Rivera, les faltaba razón.
Dejando a un lado a Maeztu, concentrémonos en
Unamuno para concertar el contenido de este artículo con el título que lo encabeza. Unamuno es
el primero de los intelectuales, en un sentido moderno, que aparecen en el
panorama español. Esto quiere decir que, además de su carrera académica
(profesor de Griego y Rector de la Universidad de Salamanca), su carrera literaria
(ensayos, novelas, teatro y poesía), desarrolló a lo largo de su vida una
actividad periodística con vocación de crear opinión y liderarla. Como
pensador, como autor literario, gozó en vida del honor de ser uno de los
españoles más reconocidos fuera de nuestras fronteras, traducido al alemán por
Otto Buck, al italiano y a muchas otras lenguas. En 1933, un año antes de este
discurso de José Antonio Primo de Rivera, interrumpido por Aguirre Lecube, Hermann
Hesse lo comparaba a los caballeros andantes y decía de Unumano que en su obra
escrita: “descubrimos todo el fuego de la religiosidad y el apasionamiento
hispanos”.
Desde la atalaya intelectual europea (Hermann Hesse),
también desde la española (José Antonio Primo de Rivera, que no dejaba de ser
un intelectual que estaba al tanto de todo cuanto se hacía en las Letras españolas
y europeas) podía verse en Unamuno a una de las mentes más sobresalientes de la
literatura y el pensamiento hispánico. Sin embargo, en lo político, Unamuno fue
(todo el mundo lo sabe) de una volubilidad que los hombres prácticos no podían
perdonar. Simpatizante del federalismo, afiliado al Partido Socialista Obrero
Español, para más tarde abandonarlo; a la contra de la Dictadura de Miguel Primo de Rivera; a la contra de
la Segunda República; a la contra de Millán Astray, Unamuno compartió el sino
de cuantos filósofos han flirteado con la política activa desde Platón a
Heidegger, pasando por Ortega y Gasser: el viaje a Siracusa.
José Antonio Aguirre Lecube
José Antonio Aguirre llevaba razón: Unamuno encontraba el
rechazo en Vizcaya. No pudo acomodarse en Bilbao, por mucho que lo intentara y
por si fuese poco, aunque hablaba eusquera y era un especialista filólogo, había
denostado la lengua vernácula, a favor del uso del español por razones varias,
basadas en las corrientes filológicas que Unamuno seguía. Eso era una razón
para que los vascos de todo signo político, no solo los nacionalistas como
Aguirre, vieran en Unamuno a una especie de “traidor”. En aquel entonces, el
carlismo estaba fuerte en las provincias vascas y los carlistas, al igual que
los nacionalistas vascos, tampoco simpatizaban mucho con el Rector de Salamanca:
además de su actitud hostil al eusquera, Unamuno no había hecho nunca un gesto
de simpatía por el carlismo, ni en lo público ni en lo privado. Al menos por el
carlismo organizado e histórico.
Sin embargo, a Unamuno debemos el monumento literario más
imperecedero del carlismo: su novela “Paz en la guerra”. En 1898, en aquella
correspondencia abierta y pública que sostuvo con Ángel Ganivet, publicada por “El
Defensor de Granada”, Unamuno le confesaba a Ganivet:
“El carlismo popular, que creo haber estudiado algo, es
inefable, quiero decir, inexpresable en discursos y programas; no es materia
oratoriable. Y el carlismo popular, con su fondo socialista y federal y hasta
anárquico, es una de las íntimas expresiones del pueblo español. Algo más
adelantaríamos si nuestros estadistas, o lo que sean, en vez de atender a las
idas y venidas de don Carlos, y hacer caso de los periódicos del partido o de
las predicaciones de éste o de aquel Mella que toma al carlismo de materia
oratoriable y de sport político, se fijasen en las necesidades de los pueblos,
en las íntimas, en las que no se expresan.”
En la misma carta a Ganivet, Unamuno establece una dicotomía
entre el “carlismo popular” que celebra por su fondo, interpretado a la manera
de Unamuno: socialista, federal y anárquico y el “carlismo oficial” que toma
consistencia en la agitación política organizada, encarnado en el pretendiente
al trono español y en sus hombres de confianza, como en ese entonces lo era Vázquez
de Mella. El carlismo oficial le parece superficial, mientras que el carlismo
popular obtiene de Unamuno una aprobación íntima.
A Unamuno el “tradicionalismo” digamos que convencional: el
que había cristalizado en el carlismo, aunque hubiera conocido diversas
escisiones como el integrismo nocedaliano, se le aparecía como una impostura
histórica. Por eso, en ese mismo epistolario con Ganivet, escribirá:
“Pero aquí [en España] se ha hecho de la fe religiosa algo
muy picudo, agresivo y cortante, y de aquí ha salido ese jacobinismo
seudorreligioso que llaman integrismo, quintaesencia del intelectualismo
libresco".
La línea que sostiene ante Ganivet y la opinión pública en
1898 encuentra su antecente en el ensayo “La tradición eterna” (1895) que
formará parte del conjunto de ensayos publicados como libro bajo el título “En
torno al casticismo”. Es ahí donde Unamuno identifica el “carlismo-tradicionalismo-integrismo”
históricos con una suerte de antinatural jacobinismo, diciendo de sus
sostenedores que: “execrando del jacobinismo, son jacobinos”. A lo largo de toda su obra, Unamuno aludirá a la existencia de dos tradiciones: la "tradición eterna" y la que él llama la "tradición falsa", la "tradición falsa" corresponde al tradicionalismo representado tanto por el sector académico: el neo Juan Manuel Orti y Lara y Marcelino Menéndez y Pelayo, ambos fueron profesores de Unamuno y su relación no fue todo lo buena que era de esperar; como el sector político de los Nocedal y Vázquez de Mella.
La opinión que a Unamuno le merecían los líderes del
tradicionalismo histórico no puede ser más severa. Su actitud es hostil y no
parece que haya conciliación. Sin embargo, los trabajos de investigación de
campo que realizó Unamuno para su novela “Paz en la guerra”, la misma novela y
la correspondencia pública y privada (con su amigo Mújica por ejemplo), dan
pruebas de que Unamuno se sintió atraído, incluso fascinado pudiéramos decir
por la vitalidad del carlismo popular.
Ascensión carlista a Montejurra.
La razón más profunda de lo que pudiéramos llamar “incomprensión”
del carlismo por parte de Unamuno reposa sobre una de las ideas fundamentales
de su pensamiento: la animadversión manifiesta que sentía por lo histórico y la
adhesión que sentía por lo que él llamaba “intrahistórico”. En el mundo
conceptual de Unamuno, lo “histórico” se relaciona con el tiempo, categoría que
lógicamente tanto inquietaba a quien no dejaba de pensar en la inmortalidad de
su “yo”, se relaciona con el ruido y lo pasajero, con lo transitorio y
alterable, con lo expreso y “oratoriable”. Lo “intrahistórico”, en cambio, se
relaciona con la eternidad, con el silencio y lo inmutable, con lo permanente y
verdadero, con lo “inefable” (el carlismo popular… es inefable) y auténtico. Pero, claro está: una cosa es captar ese "carlismo popular", como hizo Unamuno, y otra muy distinta que ese "carlismo popular" reconociera a Unamuno que, a fin de cuentas, no era otra cosa que un intelectual, ajeno a las inquietudes de esos "intrahistóricos" fieles al "Dios, Patria, Fueros y Rey".
Llevando el “carlismo popular” al seguro resguardo de lo “intrahistórico”,
Unamuno se proponía salvar lo que creía esencial del carlismo: el fondo ibérico,
que para Unamuno era de naturaleza anarquistoide ("hasta anárquico" -dice
arriba), las libertades de las comunidades locales articuladas entre sí en una
unidad superior (el federalismo) y la sociedad tradicional con todos sus
vínculos de ayuda mutua (el socialismo; nunca marxista: Karl Marx siempre resultó antipático a Unamuno). Con ello, prescinde de lo religioso en
clave católica (rechaza el catolicismo confesional) y le trae sin cuidado lo
que se haga del Rey. El cuatrilema carlista queda reducido unamuniamente a: “Patria
y Fueros”.
Su particular interpretación del carlismo no podía
conciliarse con el carlismo histórico: el "carlismo intrahistórico" solo estaba en la mente de Unamuno, no en la realidad práctica. Era por ello que Aguirre, el
nacionalista, podía decirle a José Antonio que: Unamuno (o Maeztu) “van a
nuestro pueblo y nuestro pueblo los repele”. La intelectualización que hizo
Unamuno del carlismo le obstaculizaba la simpatía carlista. La reprobación que hizo Unamuno del
nacionalismo vasco le obstaculizaba la simpatía
nacionalista.
La preferencia de Unamuno por la “intrahistoria” lo condenó
a ser un extraño en la “historia”. El Rector de Salamanca, a fuer de teórico de
lo “intrahistórico”, terminó siendo un contradictorio extemporáneo: alguien que
en sus vaivenes estuvo con todos y terminó con todos dándose de cabezazos, que
para eso era una de las “mejores cabezas”.
BIBLIOGRAFÍA:
“Escritos políticos” (1914-1962), Hermann Hesse.
“Idearium español con El Porvenir de España”, Ángel Ganivet.
“En torno al casticismo”, Miguel de Unamuno.
“Epistolario inédito”, Miguel de Unamuno.
“Textos de doctrina política de José Antonio Primo de Rivera”,
Editado por la Sección Femenina de Falange Española Tradicionalista de las
JONS.
“Miguel de Unamuno”, Jon Juaristi.
sábado, 12 de octubre de 2013
ODA A LOS MÁRTIRES ESPAÑOLES QUE SERÁN BEATIFICADOS EN TARRAGONA
CAMPANAS DE ESPAÑA TAÑEN
Campanas de las campiñas,
Campanas de España,
Campanas de España, ...
Campanas de los montes,
Campanas exorcísticas,
Campanas que ahuyentan
demonios y nubarrones.
Campanas, plegaria de bronce,
Campanas de toda España,
A los toques y retoques.
Campanas terrenas
fraguadas para alabanza
de Su Santo Nombre.
Campanas alborozadas
Pronuncian sus nombres,
En el lenguaje angélico
Del badajo poderoso
Que percute en el bronce.
Ellos murieron confesando,
Campanas, a Dios Vivo
Uno y Trino, Hostia Cristo,
Cristo Rey y Hostia.
Ellos permanecieron fieles
Contra los afilados aceros
de la sentina satánica y sus logias,
y la hoz del hierro soviético.
Ellos murieron como Corderos,
Ellas murieron como Palomas.
Iglesia Militante, Holocausto
Y ofrenda, sin guardarse se dieron
A Quien, campanas, vosotras alabáis
En la tierra haciendo eco en los Cielos.
En vuestros tañidos, campanas
De la España, alzáis los acentos
Implorando al Altísimo Señor,
Dios de los Ejércitos;
Dios Padre de Hispania Eterna;
Donde reinará, según promesa,
El Sagrado Corazón de Dios Hijo
Y confortará, por los siglos de los siglos,
Dios Espíritu Santo, nuestro Consuelo;
Nación Eterna, elegida de Dios
Por las manos de María Reina,
Campanas de España,
Mejor que todo verso
Son vuestras lenguas.
Voltead las campanas,
Monagos de España.
Alborocen sus metálicas resonancias
El silencio y la vivienda de los hombres;
Recuerden las Campanas
A la Legión celestial y triunfante,
A cada uno de los que Dios ha dado
En secreto un nombre
que no podrá profanar jamás nadie.
La Legión de mujeres y hombres
Que visten albas túnicas talares,
Las centurias arrolladas en la tierra
Que mudaron su terrena morada
(Aquende los sufrideros mortales)
Por la célica vivienda imperecedera,
Aquélla, horra de dolor, donde no muerden
Las ráfagas restallantes de la metralla.
Las centurias radiantes, espléndidas
De nuestros Mártires, Gloria de la Iglesia
Y de fe probada en la molienda.
Campanas que no tañeron
Cuando sus verdugos los degollaron:
En los campos, en las cunetas,
En los claros, entre las hileras de olivos,
En los ejidos
Y en los descampados,
Brotándoles rosas de sangre
En las frentes y en el tórax.
Campanas que no tañeron
Mientras sus cuerpos
A la intemperie
Quedaron sin sepelio.
Tañed ahora, Campanas,
Campanas de las espadañas,
Fuertes bronces preclaros,
Tañed Campanas de España:
Todo el Mundo sabrá ahora
Que sus vidas fueron segadas,
Sus cuerpos pudieron herir los malos,
Sus cadáveres hedieron efímeros,
Pero vosotras, campanas,
Proclamáis que todos ellos se salvaron
Y en sus Cuerpos Gloriosos no hay vestigio
De la ferruginosa sangre generosa
Que derramaron valientes por Cristo.
Santos Mártires de España,
Los ángeles os reverencian,
Y ángeles hay
Que, a no ser criaturas angélicas,
Obispos, Sacerdotes, Monjes y Monjas,
Seglares de España ser quisieran
Para morir como semilla que cae en tierra
Y florecer en el paradero eterno de la Gloria.
Manuel Fernández
12 de octubre de 2013.
viernes, 11 de octubre de 2013
LAS PROFECÍAS DE VLADIMIRO SOLOVIEF
LA REFINADA PERSECUCÍON CONTRA EL CRISTIANISMO
"Presiento la proximidad de tiempos en que los cristianos se reúnan de nuevo en las catacumbas porque se persiga la fe, acaso de una manera menos brutal que en la época de Nerón, pero con un rigor no menos refinado, por la mentira, la burla y todas las hipocresías".
Vladimiro Solovief (Moscú, 16 de enero de 1853-31 de julio de 1900)
miércoles, 9 de octubre de 2013
RECUPEREMOS LA NORMALIDAD
SOY UNA PERSONA NORMAL
Por Luis Gómez
O al menos así me
considero yo. Cuando hago esta afirmación, la hago pensando en las cosas que me
conforman, en las ideas que rigen mi vida y en mis normas de conducta para con
los demás.
Soy una persona NORMAL.
Soy de ese tipo de gente que todavía respeta a su padre y a su madre, y que los
tiene en alta estima por deberles todo lo que he llegado a ser en la vida. Soy NORMAL,
por considerar que la fidelidad, el amor y el respeto mutuo, son valores que no
deberían desaparecer nunca de la conciencia de los hombres, y ser apreciados en
su justa medida.
Creo que lo más NORMAL
del mundo es que un hombre y una mujer formen un matrimonio, y que juntos, con
amor y esfuerzo, se planteen tener hijos y acepten criarlos con todas las
garantías y cariño que los padres pueden dar a los hijos.
Pienso que lo NORMAL es
que el débil debe ser protegido de los abusos del fuerte. Por eso, creo que
asesinar un feto indefenso, es cometer el mayor de los asesinatos.
Eso debe ser algo NORMAL
en la vida de una persona, y me extraño cuando la gente no lo entiende así. Porque
lo NORMAL era que te enseñasen a respetar a los mayores, a tener educación y
dirigirte a ellos con seriedad y respeto…, eso era NORMAL, y debe seguir siendo
NORMAL en un mundo NORMAL.
Pienso que si eso es
así, todo lo demás también debe seguir siendo NORMAL. Creo que el delincuente,
el estafador, el violador, el pederasta, el usurero deben pagar por sus delitos,
y que la Justicia debe actuar rápidamente para que esos malhechores no caminen por
la sociedad de manera impune.
Y además, debería seguir
siendo NORMAL que ese tipo de personas fuesen rechazadas por sus vecinos, por
ser nociva su conducta y constituir un mal ejemplo el no reprobársela y punirla; igual que ocurría antes, donde la gente NORMAL
reprochaba las actitudes desviadas de sus convecinos. Eso era lo NORMAL, y por
eso pienso que yo que sigo opinando lo mismo: soy una persona NORMAL.
Creo que me enseñaron,
pues entonces era lo NORMAL, que si me esforzaba mucho y me aplicaba en el
estudio, al trabajo, o en la vida, tendría una recompensa, pues lo NORMAL es
que el mérito se recompensase. Eso debería seguir siendo lo NORMAL, y deberíamos
seguir educando a nuestros hijos en esos principios y valores, mostrándoles que
el que actúa de otra manera, que el que trata de tomar un atajo, no será
recompensado y será castigado por su “juego sucio”, por saltarse las normas…
Ahora me pregunto, si en este mundo que me ha
tocado vivir, seré yo la última de las personas NORMALES que queda. Me pregunto
si hay mucha más gente que piense como yo o por el contario soy el último de
una especie a extinguir. Me gustaría saber si la gente NORMAL, como yo, será
capaz de agruparse y defenderse, o por el contrario permanecerá inmóvil, viendo
como nuestro mundo es cada día destruido sin capacidad de respuesta…
Eso no es lo que la
gente NORMAL de antaño hacía. La gente NORMAL, lucha por sus derechos, por su
casa, por su familia, defiende sus valores… eso hace la gente NORMAL.
lunes, 7 de octubre de 2013
"IBERIA SUMERGIDA": LA ESPAÑA PROFUNDA Y LA ESPAÑA SUPERFICIAL
Torre campanario sumergida en el agua, fotografía del blog "Curiosos Incompletos".
HISPANOS SUMERGIDOS
(HÉROES DE LA LATENCIA)
CONTRA LAS FALSIFICACIONES
DE ESPAÑA
Por Manuel Fernández Espinosa
El
grupo de música “Héroes del Silencio” popularizó, con una de sus canciones más
sugestivas, el título original de un poemario del poeta vasco Gabriel Celaya: “Iberia
Sumergida” (para escucharla, aquí).
Cuando a Gabriel Celaya le preguntaron, en una entrevista concedida
al diario EL PAÍS, la razón de ese título, el vate hernaniarra dirá que “Iberia
Sumergida”: "...es un libro de poesía histórica en torno al sometimiento,
por parte del Estado español, de las primitivas tribus iberas, que eran
autónomas. Iberia y el Estado español estaban en contradicción; Iberia era lo
más auténtico y el Estado español una construcción con la que se trataba de
desmontar las comunidades tribales. En lugar de reorganizarlas lo que hizo fue
negarlas." (EL PAÍS, 29/ABRIL/1978).
Gabriel Celaya
La
idea matriz de la que se nutre Gabriel Celaya tiene sus antecedentes en la
interpretación histórica de España realizada por el federalismo decimonónico y
que forma parte de la herencia de vastos sectores de la izquierda peninsular, así como fue un ingrediente originario de los
nacionalismos secesionistas. Es una idea que levantará las ampollas de las
mentes simplistas que entienden a España en una perfecta identidad -metafísica y
física- con el denominado “Estado español”. El republicanismo federal
pudo arraigar en la segunda mitad del siglo XIX, en efecto, gracias a todos los problemas
económicos, sociales y administrativos que trajo consigo la destrucción de los
vínculos comunales y territoriales vigentes en el Antiguo Régimen. Ésta es la sistemática destrucción que le debemos al
triunfo procesual del liberalismo en España. Desde 1812, con las Cortes de
Cádiz (en guerras intestintas y en un tira y afloja que enfrentaba a las fuerzas tradicionales del pueblo y a la
minoría extranjerizante constitucionalista) hasta la proclamación de la I
República Española, las relaciones de los territorios españoles había ido
enrareciéndose debido a la centralización, el disgusto se había generalizado y el constructo de la nación
liberal no satisfacía ni a los más extremos del liberalismo (demócratas y
republicanos) ni al enemigo tradicional de ese artefacto: el carlismo
tradicionalista.
Pere Bosch i Gimpera, foto del Museu d'Arqueologia de Catalunya
La
idea de una “España” falsificada tendrá una gran aceptación en los sectores
izquierdistas y nacionalistas. Es así como, con antelación a Celaya, podemos
leer a un eminente intelectual catalán: Pere Bosch i Gimpera (1891-1974). Pere
Bosch i Gimpera será nombrado en 1915 director del servicio de excavaciones
arqueológicas del Institut d’Estudis Catalans y catedrático de Historia Antigua
de la Universidad de Barcelona en el año 1919; de la que más tarde llegará a
ser Rector; pero además de su meritoria carrera universitaria, Bosch i Gimperà
intervendrá en la política, siendo miembro de Acció Catalana (formación
política que congregará a una facción juvenil que se escinde de la Lliga
Catalana y a la Unió Federal Nacionalista Republicana), llegando a ocupar
puestos muy importantes en la Generalitat, como el de Consejero de Justicia en el
gobierno de Luys Companys desde junio de 1937 hasta el 1 de abril de 1939. Sus
cargos de responsabilidad política en la Generalitat republicanista le forzarán a abandonar
España, encontrando asilo político en México. Como síntesis de su concepción de
España, valga este fragmento de 1948:
“Esa
España [se refiere a la auténtica] hay que buscarla debajo de las superestructuras que la han ahogado
secularmente. La superestructura –el imperio romano-visigodo-leonés-trastámara- Habsburgo-borbónico-falangista- no es España, y lo mismo que con él
los pueblos de América no pueden dialogar, los auténticos españoles tampoco”.
El
lenguaje de Bosch i Gimperà adopta aquí tintes marxistas (aunque Bosch i Gimpera
nunca fue marxista) cuando recurre a la imagen de “abajo” (“infraestructura”
marxista: “Basis”) y “arriba” (“superestructura”: “Überbau"), pero la idea es
la misma que repetirá en 1978 Gabriel Celaya.
Para
Bosch i Gimperà y para Gabriel Celaya (son dos ejemplos paradigmáticos, pero
podríamos citar a muchos más), España está disociada entre la España real y la
España oficial. La verdadera España es una Iberia sumergida, bajo el artefacto estatal unitario de
la España que tantos dolores de parto han costado las revoluciones liberales;
pero para ambos la “desviación histórica” (así es como denomina Bosch i Gimpera
al proceso que ha derivado en esta España falsificada resultante) no tiene su origen en las revoluciones liberales que se
suceden durante el siglo XIX, las que rompieron los ancestrales vínculos, la
estructura orgánica y tradicional de la España que respetaba las libertades
municipales, la diversidad innegable de las comunidades que la componen y todo aquello
por lo que luchó el auténtico carlismo (que no fue un juego de pedantes
cortesanos alrededor de un legítimo pretendiente, sino la resistencia más noble
a la transformación de España que la conduciría al estado en que se encuentra
hoy). Para Bosch i Gimpera y para Gabriel Celaya, por el complejo aluvión de
sus prejuicios respectivos (similares en tanto que los dos han ido a las mismas fuentes: Pi y Margall con "Las nacionalidades" es una de ellas), ningún Estado habido en el curso de los siglos sobre el solar hispano, representa legítimamente lo
que ellos entienden como la verdadera España: la España oprimida bajo el yugo de
poderes estatales ajenos a su constitución histórica.
Hay
aquí, como podemos ver un auténtico problema que está pendiente de ser resuelto
y que no podrá ser solucionado aplicando la falsa perspectiva moderna (ingenua cuando
exalta el unitarismo a la manera jacobina y que pone de manifiesto la ignorancia
de nuestra historia peninsular).
Fotografía anónima de un baturro, durante la Guerra Civil.
No
pensemos que este asunto, aquí someramente presentado, es un apunte erudito que
tuviera cabida en una especie de capítulo sobre las “Concepciones de España”.
Esta cuestión es más actual de lo que podemos pensar. Recientemente, D. Miguel
Ángel Quintanilla, ha llamado la
atención sobre lo que él denomina el “superestructuralismo”, encontrando que en
esta vaporosa concepción "superestructuralista" de España cabe identificar algunas de sus proposiciones que Quintanilla enuncia, más o menos así:
1) España no es una nación, sino un Estado que se origina en la Constitución de 1978.
2) La transición del franquismo a la democracia fue una farsa.
3) Tras la vida política aparente, existe una vida política oculta que está corrompida.
4) Hay que desenmascarar el engaño.
5) La violencia política está legitimada en tanto que vivimos en una farsa.
6) España es a día de hoy una ficción, sostenida por la amenaza y la represión;
7) El superestructuralismo, al parecer del profesor Quintanilla, explicaría la derrota electoral del PSOE en 1996. (Artículo "España como superestructura", de D. Miguel Ángel Quintanilla, aquí enlazado).
1) España no es una nación, sino un Estado que se origina en la Constitución de 1978.
2) La transición del franquismo a la democracia fue una farsa.
3) Tras la vida política aparente, existe una vida política oculta que está corrompida.
4) Hay que desenmascarar el engaño.
5) La violencia política está legitimada en tanto que vivimos en una farsa.
6) España es a día de hoy una ficción, sostenida por la amenaza y la represión;
7) El superestructuralismo, al parecer del profesor Quintanilla, explicaría la derrota electoral del PSOE en 1996. (Artículo "España como superestructura", de D. Miguel Ángel Quintanilla, aquí enlazado).
Según
D. Miguel Ángel Quintanilla, este discurso ha sido articulado por la izquierda, por el
nacionalismo y por la izquierda nacionalista. El análisis de D. Miguel Ángel
Quintanilla no deja de tener su interés, pero -aunque no lo compartimos íntegramente-
hemos querido proporcionar la noticia de su existencia, puesto que pone sobre el
tapete la cuestión que estamos tratando: la de una concepción que, como hemos
podido ver, aludiendo a los casos de Celaya y Bosch i Gimpera, ha estado latente
durante mucho tiempo y que, en gran medida, muestra una herencia federalista,
en parte justificable -a nuestro parecer- en tanto que es la reacción de cuantos han sentido
la opresión de un constructo ajeno a nuestras más hondas raíces: la artificiosa
“superestructura” (en palabras de Bosch i Gimpera) del “Estado español”
unitario (a la jacobina) construido por las minorías conspiradoras del
liberalismo del siglo XIX, levantado sobre la expropiación de los bienes eclesiásticos y
municipales, la depauperación y envilecimiento del pueblo y la explotación sistemática de nuestros recursos
naturales por parte de potencias extranjeras como Inglaterra y Francia, mientras los oligarcas de los gobiernos liberales se lucraban… Y, en
efecto, como resultado: el oprobio y sometimiento de la verdadera España. Hasta los extremos de
convertirla de una potencia hegemónica en una colonia.
Salta
a los ojos que la España de hoy no es, en modo alguno, una nación vertebrada. La España de las Autonomías está crujiendo. Los
ánimos se crispan cada día más con las provocaciones, sobre todo de la
Generalitat de Calatuña, y podemos decir, como Francisco de Quevedo, aquello de:
“Hay
muchas cosas que, pareciendo que existen y tienen ser, ya no son nada, sino un
vocablo y una figura”.
Sin
embargo, no somos pocos los que, ante los desmanes de la casta partitocrática
que no resuelve y más bien empeora las cosas, hemos pasado a la España Latente: a la Numancia de nuestros abuelos y a la Covadonga de nuestros padres.
Pues será allí, en lo profundo, donde podamos poner a salvo lo que queda de la
España verdadera, después de tantas bellaquerías, imposturas, expolios y truculencias que, desde el siglo XIX a hoy, hemos sufrido.
Otra España es posible. Pero será la que se reflote de los fondos.
sábado, 5 de octubre de 2013
RESPETO
“Si creo, como fiel cristiano que soy, que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios, y redimido con la sangre de Jesucristo, claro es que he de tener respeto a las personas. Pero, ¿por qué he de tener respecto a las ideas, si son contrarias a la ley de Dios y al bien de los hombres, y malas y perversas?”
Ramón Nocedal y Romea
Suscribirse a:
Entradas (Atom)