"El autor ruso Lonid F. Zurov"
Poco,
muy poco, por no decir casi nada, es lo que se puede consultar en castellano de
la biografía de Leonid F. Zurov (o Zuroff). Su obra más representativa “El
Cadete” es la única que aparece en los buscadores de internet si se coloca
dicho nombre en español.
Gracias
a la colección Austral se puede disfrutar de dicha obra en español, pues fue
allá por el año 1968, cuando la prestigiosa editorial dio a la estampa la
publicación de la pequeña novela de Leonid Zurov, incrementando el trabajo con
otros pequeños relatos, de la misma temática del mismo autor, como son: “La
ciudad”, “El estudiante Vovka” y “El salivazo” todos ellos traducidos del ruso
por Eduino Mora.
Leonid
Zurov viene al mundo allá por los primeros años del pasado siglo, en 1902,
finando sus días en septiembre de 1971; desde muy pequeño la tragedia se cierne sobre
él, perdiendo a sus progenitores a la temprana edad de tres años. Será su abuela
la que críe al pequeño Zurov, y ese hecho se ve reflejado en su novela “El
Cadete”, novela que tiene rasgos de autobiográficos vividos por el autor.
El
tratamiento que el joven Zurov da a las ancianas en su novela, es tierno y
lleno de maternidad. El protagonista de la novela “Mitia”, es un joven cadete de una academia militar rusa. Estamos en
los convulsos años del estallido de la Revolución Soviética, y por cada una de
las ciudades, parte del “Ejército del
Pueblo” camina arrasando todo lo que encuentra a su paso. Los símbolos del
imperio ruso son devastados, se prohíben las águilas imperiales, las academias,
la religión, las iglesias se queman y se cierran, y todo aquel que ostente o
parezca tener pinta de poseer algo de valor es llevado por la fuerza ante
Tribunales del Pueblo para ser ajusticiados. El joven Mitia observa todo este
panorama desde las ventanas de su academia, hasta que se les advierte que deben
abandonarla antes de que lleguen las tropas rojas. Mitia decide ir a su casa, y
para ello se embarca en un tren con destino a su ciudad natal. Cansado, se
queda dormido acurrucado en un lugar seguro, pero durante el trayecto, el vagón
va siendo ocupado por hombres del ejército rojo. Sus conversaciones sobre como
tratan a los sacerdotes, o a los “blancos”
(partidarios del Zar y la tradición y contrarios a la Revolución) hace que el
personaje se estremezca y tenga miedo. El muchacho despierta, y trata de
escapar de esa turba, pero es apresado por los soldados, quienes le propinan
una soberana paliza y le roban sus pertenencias. En un determinado momento,
mientras se discute si se le ahorca allí mismo o si se le da otro
ajusticiamiento, un soldado, con ropa de marinero, toma la iniciativa, y decide
tirarlo del tren en marcha para que el crudo invierno ruso haga el resto.
Gracias
a ese gesto, el joven Mitia puede sobrevivir a su primer enfrentamiento contra
los soldados de la Revolución, y caminando entre la nieve, dolorido y
maltrecho, siguiendo la vía del ferrocarril, llega al pueblo donde reside su
antigua niñera.
Mitia,
como personaje de la aristocracia rusa, había gozado de cierta estabilidad o
estatus, y sus padres poseían tierras, mansiones y sirvientes, o mujiks (campesinos pobres) a su
servicio.
El
tratamiento que da en la novela Zurov al personaje de la niñera es enternecedor
siendo presentada como una anciana dulce, con la cara marcada por las arrugas
pero con un corazón generoso y lleno de agradecimiento hacia Mitia y su
familia. Por su parte, la figura paterna o materna no aparece más que de soslayo
a lo largo de toda la obra. Son mencionados, más el autor no les dedica espacio
ni para la descripción ni para el recuerdo, tan solo son colocados al calor del
hilo argumental, sin que su presencia sea, apenas, detectada por el lector.
"Portada de la novela El Cadete, que publicó en su día la colección Austral, de Espasa Calpe"
Leonid
Zurov estudió en la ciudad de Pskov y fue allí donde le sorprendió la
Revolución Bolchevique. Con apenas 16 años, se ofreció como voluntario para
luchar en el ejército comandado por el general Nikolai Yudenich, uno de los
máximos exponentes de la resistencia anti bolchevique y un destacado general del
Ejército Blanco.
Durante
la novela, Mitia, camina de un lado a otro, primero en busca de un lugar, un
sitio, donde su existencia tenga sentido, y ese no es otro que junto a los
combatientes por la Rusia Zarista. Aquí y allá van apareciendo personajes, que
son juntados para combatir en determinados frentes o representar distintas
estampas. Siempre con valor, pero siempre con suerte desigual.
En
la vida real, el Ejército Blanco actuó de la misma manera. Sin una organización
efectiva y sin un programa político definido, los “Blancos” luchaban agrupados en células dispersas, pero sin la
posibilidad de derrotar a un enemigo organizado política y militarmente como era
el ejército bolchevique. Sus acciones recuerdan a las acometidas por los
“carlistas” españoles durante la I guerra carlista. Muchos de los combatientes,
al ser derrotados, pasarán al exilio.
El
joven protagonista de la novela, Mitia, junto con su primo Stepa, también
buscan su lugar, y son transportados por el autor a la localidad de Riga, en
donde padecerán el miedo y la incertidumbre de las prisiones. Sometidos a
interrogatorios, a celdas oscuras e inmundas, apretujados entre más
desdichados, Leonid va describiendo la actitud humana ante la muerte. Simpre vista
desee los ojos de los adolescentes, quienes como en todo lugar y en toda época,
viven la vida de forma diferente a los de edad adulta.
En
un determinado momento, se encuentran en la misma celda un padre junto con su
joven hijo, de unos 14 años de edad. Ambos son detenidos, pues el hijo se había
alistado, como Mitia y Stepa en el ejército Blanco. El padre no para de
reprochar en voz alta la actitud de su hijo, y de paso la de los dos jóvenes cadetes,
diciendo que por su impetuosidad y su mala cabeza ahora se ven a punto de ser
fusilados, y es que, en la visión del adulto, los niños –adolescentes- no deberían
de meterse en esos temas. Harto de esas disertaciones, el personaje de Mitia
censura al padre con una frase cortante. “-Bueno,
hombre, basta de latas. No se queje; ya ha vivido usted cuanto le correspondía,
y demasiado, ¡qué diantre!” la contundencia de la demoledora revelación,
deja al adulto, comerciante de profesión, desarmado y sin saber reaccionar.
A
lo largo de las páginas, el novelista va tejiendo el desenlace de su novela. Toda
ella salpicada de vívidas impresiones del paisaje, del entorno y de los
protagonistas.
Salvados
de la prisión, los personajes de Mitia y Stepa sobreviven en la ciudad de Riga.
Allí malviven, harapientos, sucios y muertos de hambre, rodeados de
bolcheviques y militares del ejército Rojo, hasta que un buen día, se reciben
noticias de que las tropas del ejército Blanco están próximas a liberar la
ciudad. La descripción de la estampida de los bolcheviques, con su abandono de
fusiles, capotes y pertrechos, la llegada de los Blancos, y el miedo de ser
confundidos con enemigos hacen que las páginas se sucedan una tras otra sin que
el lector apenas se de cuenta. La liberadora Misa y posterior Comunión, descrita
con lujo de detalles, esperan al lector que se aproxime al final de la novela,
al cual le aguarda un final, sencillo, pero lleno de mensaje.
Es
de destacar la riqueza del lenguaje utilizado en la traducción, en tanto que la
utilización de expresiones arcaicas así como de palabras típicas de la época,
hacen que resalte mucho la laor del traductor al tratar de transmitir el sentir
original y el significado que el novelista quiso imprimir en los diferentes pasajes
de la obra.
“El Cadete” es un relato corto, pero que
llena las expectativas del lector, sin llegar a convertir el trabajo en algo
más denso o rodearlo de complicaciones sicológicas o existenciales entre los
personajes y las situaciones.
Pero
la biografía del autor, Leonid Zurov, da para mucho más que la sola novela de “El
Cadete”. Durante los primeros años, Leonid camina de aquí para allá, de
Checoslovaquia a Riga – igual que su personaje Mitia, mientras estudia y se
gradúa, ejerce trabajos de lo más diverso y variopinto, como pintor de brocha
gorda, albañil etc.
Es
en Praga, cuando Leonid se matricula en la Universidad de Arqueología, y es
también en esa localidad en la que mantiene sus primeros contactos con la
prensa escrita, colaborando con la revista “Chimes”
y el periódico “Hoy”. En 1926 viajará
a París, como delegado de los estudiantes rusos de su facultad, y allí
defenderá a los monárquicos. En 1928, publicará su novela “El Cadete”, que le valdrá
el honor de ser elogiada por el por entonces prestigioso autor Eichenwald y
posteriormente por Ivan Bunin, del que llegó a ser su secretario personal
durante muchos años
Establecido
en París desde 1929, desde allí realizará numerosas aportaciones en diferentes
medios escritos. Realizará trabajos etnográficos y en 1935 se trasladará para
restaurar la iglesia “Puerta de San
Nicolás” y su campanario en el monasterio de las cuevas de Pskov.
En
1939 fue iniciado en la Logia Masónica "North Star” y al final de la IIGM,
en 1945 es nombrado secretario permanente de la Sección Histórica de la
Sociedad Científica de la Unión de Patriotas Soviéticos en París. Durante los
años 1945 a1946 Leonid Zurov trabajó en el "Patriota Soviético", y será por esas fechas cuando Bunin, le
escribiera para instarle a que volviese a Rusia.
Hombre
resolutivo y decidido, Zurov anduvo toda su vida unido a Rusia por medio de las
asociaciones de escritores y de poetas que en Francia había. Él mismo fundó
diversas asociaciones al o largo de su vida. Desde 1947, la enfermedad mental le
atenaza y le persigue, y su ida y salida de los hospitales se hace continua. Su
salud empeora, pero no su vitalidad.
En
1967, funda la “Unión Rusa de Escritores
y periodistas en París” de la que fue miembro hasta su muerte.
En
1971 viejo y enfermo permanece internado en un asilo mental. Allí morirá a
consecuencia de una insuficiencia cardíaca, siendo sus restos enterrados en el
cementerio de Sainte-Genevieve-des-Bois, de Francia.
Luis Gómez