Clara Campoamor |
VÁZQUEZ DE MELLA, EL SUFRAGIO FEMENINO EN EL SOCIEDALISMO
Manuel Fernández Espinosa
Decía Nietzsche que la opinión pública la constituía la suma de las perezas privadas; y mucho de eso pasa con la mayor parte de las cuestiones. No podía pasar menos con el ideólogo del sociedalismo, nuestro Juan Vázquez de Mella. Reputado como "carlista" (incluso después de haber roto con el pretendiente D. Jaime), etiquetado como "reaccionario"... Se despacha la cuestión, con un rápido y superficial juicio que, con semejante insolidez no puede ser sino erróneo. Es así como se nos permite soslayar a un hombre y a su obra, hurtándonos su grandeza así como la clarividencia de sus lúcidos análisis, en gran medida válidos para nuestra época.
El Tradicionalismo español, como dijo el Conde de Rodezno, no es un partido político; es "un sistema de estructuración nacional, una constitución
orgánica de la Nación". Las cuestiones sociales, por lo tanto, pueden encontrar acomodo sin renunciar en un ápice al legítimo patriotismo que se nos quiere hacer un extraño, para despojarnos de nuestra identidad y así dominarnos mejor. El Tradicionalismo español es la constitución interna de nuestra nación y puede acometer la empresa de reestructurar el conjunto peninsular (con el tradicionalismo portugués), solucionando los problemas que hoy palpitan: la cuestión de la organización territorial y administrativa, la defensa de los trabajadores (y, no se olvide, de los parados), así como el objetivo de traer de vuelta a casa a cuantos españoles se han visto obligados a buscarse la vida en el extranjero (¿es que nadie ha reparado en el sinsentido que vivimos? España es un país que acoge inmigración, mientras nuestros connacionales se ven forzados a emigrar) y, sin las delirantes ideologías hoy puestas en curso (como esa aberración totalitaria de la ideología de género), el sociedalismo también puede -y la historia lo legitima para ello- pugnar por la defensa de los derechos de la mujer... Todo encuentra su sitio en el Tradicionalismo: el Tradicionalismo no es ni puede ser un coto privado de unos cuantos señores que luzcan sus pretendidos títulos "nobiliarios". La nobleza hay que ganarla.
Decía Vázquez de Mella en el Congreso de los Diputados, mirando a los señores de la izquierda:
"No hay razón para que dentro de nuestros principios no tengan voto las mujeres. Por este lado no me llamaréis reaccionario, porque todavía no habéis incluído ese principio en vuestro programa".
En fecha tan temprana como febrero del año 1908, Vázquez de Mella hacía profesión de fe feminista ante la cámara, anticipándose a todos aquellos que tanto se pavonean ahora de feministas:
"Y llevo de tal manera la universalización del sufragio a todas las clases, que, siguiendo una tradición de las grandes familias troncales de la primera nobleza aragonesa, y aun sin invocar la tradición, yo no tendría inconveniente alguno en conceder dentro de las clases el sufragio a las mujeres".
Como bien sabemos las mujeres españolas no tuvieron el derecho de voto hasta el 1 de octubre de 1931 gracias a la perseverancia de Clara Campoamor. Con décadas de anticipación, vuelvo a repetir que en el año 1908, había dicho Vázquez de Mella:
"Ya sé que vosotros lo combatiríais, porque en España las mujeres tienen mucho espíritu católico y tradicional; y he sabido que vosotros, cuando defendéis un principio, lo primero que pensáis, la primera cuestión que tratáis de averiguar, es a quién favorecerá el principio...".
Y, en efecto, cuando Clara Campoamor propuso el sufragio femenino en la II República, fue la izquierda, salvando un grupo de socialistas y republicanos, la que se opuso rabiosamente a que las mujeres españolas votaran. La izquierda no quería que las mujeres votaran en la II República Española debido al ascendente que la Iglesia católica tenía sobre las españoles de aquel tiempo. El Partido Radical Socialista y Victoria Kent se enfrentó a Clara Campoamor y la justa causa femenina triunfó con 161 votos a favor frente a 121 en contra. La derecha y los socialistas más coherentes, como Manuel Cordero Pérez, cerró filas con Clara Campoamor, pero ahí estaban los calculadores, los que subordinan los principios a las conveniencias del momento.
Las palabras de Vázquez de Mella de 1908 les cuadra como nunca, con toda la ironía que puso en ellas: "¡Eso prueba la buena fe, el acendrado entusiasmo que tenéis por esos principios!".
La posicion de Vázquez de Mella ante el sufragio femenino es harto elocuente de lo que hemos querido señalar en esta ocasión: el tradicionalismo español en su sociedalismo está en condiciones de ajustar en un perfecto ensamblaje las reivindicaciones justas, expeliendo siempre de sí todo lo que se opone a la salud del cuerpo social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario