Cecil Rhodes, uno de los artífices del imperialismo lingüístico inglés
EL SERVILISMO DE UNA MALA GOBERNANZA
Manuel Fernández Espinosa
Cecil Rhodes (1853-1902) explicitó en su testamento que uno de sus ideales era la expansión del imperialismo británico por todo el mundo, teniendo el idioma inglés como instrumento de dominación hasta convertirlo en lengua mundial. Que los países anglófonos se afanen en ello entra dentro de lo natural. Que prácticamente el mundo entero haya entrado en esta dinámica, sin apenas crítica ya es harina de otro costal. El idioma inglés ejerce una hegemonía planetaria debido a muchas razones: la influencia del cine, la música y otros fenómenos culturales facturados en USA para las masas mundiales es innegable: es el poder del dinero. No obstante, el fenómeno contra el que planteamos una corrección es otro: la imposición en las aulas españolas de lo que se hace llamar "enseñanza bilingüe" y que supone un estropicio incalculable para nuestras generaciones más jóvenes.
En primer lugar, oponerse a la "enseñanza bilingüe" no significa estar en contra del aprendizaje de otras lenguas: no sólo del inglés, sino del francés, alemán, italiano, portugués, ruso... No ponemos objeción alguna al conocimiento de otras lenguas: bien en el marco de la enseñanza pública, concertada y privada, o bien en centros especializados como las Escuelas de Idiomas o academias.
Existe un bilingüismo natural que tampoco es objeto de nuestra oposición: niños cuyos padres han formado un matrimonio mixto (español/inglesa, p. ej.) es normal que se eduquen en las lenguas nativas de sus padres.
Lo que consideramos una aberración por muchas razones es imponer el bilingüismo con calzador, como se pretende hacer, como se está haciendo. O sea, impartir otras asignaturas en inglés.
Si a un alumno ya le cuesta trabajo asimilar una disciplina (sea la Historia, sea la Física) en su propia lengua vernácula, ¿qué podemos esperar de su rendimiento si le forzamos a estudiar esa materia en inglés? Y, la verdad, por muchos títulos que los profesores puedan alegar, previo pago de matrículas y otros gastos, ¿de verdad nos creemos que los españoles somos capaces de expresar mejor en inglés una asignatura que en nuestra lengua nativa? Hay que ser ingenuo, por no decir estúpido.
Creemos que, además de nociva, la enseñanza bilingüe es otro rasgo más de servilismo lacayuno que se somete a las directrices del imperialismo anglosajón (bien sea británico o estadounidense).
Por ello creemos que ha llegado la hora de plantear una resistencia cívica a este nuevo desaguisado que se pretende perpetrar -que se está perpetrando- en la ya de por sí maltrecha enseñanza española. Son muchas las razones que a ello nos mueven:
1. Consideramos que los "experimentos" no hay que hacerlos con generaciones enteras que sufrirán un daño incalculable en su formación.
2. Por patriotismo: como españoles tenemos una lengua que hablan millones y millones de almas. Que en la misma cuna de esa lengua se esté privilegiando a la lengua rival que compite con la nuestra en la expansión, nos parece otra nueva y clamorosa claudicación de nuestros representantes políticos que, en sus complejos de inferioridad, se muestran ineptos para defender los intereses nacionales y, en este caso, el patrimonio cultural más valioso y universal que una nación tiene: su lengua.
Estos políticos que han configurado una enseñanza bilingüe para españoles, ¿para quién trabajan? ¿Para Cecil Rhodes?
En septiembre del 2011 un servidor llegaba al
Perú. Como otros tantos ibéricos, hastiado por el desempleo y la falta de
expectativas, crucé el charco buscando oportunidades, lleno de sueños y ganas,
siguiendo la estela que muchos otros hijos de la Piel de Toro e islas
adyacentes han seguido durante siglos. En mi caso, yo soy historiador y
especializado en América, así que juzgué que, como no hay mal que por bien no
venga, o era en ese momento o nunca cruzaría el charco. Y así hice. Y acá sigo
luego de mil historias y, mal que bien, construir un bagaje.
El escritor colombiano Gabriel García Márquez,
en una entrevista que le realizara Televisión Española en 1995 (1),decía que con el tiempo veríamos de nuevo a los
españoles volviendo a emigrar a América. Sin duda, más sabe el diablo por viejo
que por diablo, porque que sepamos, Gabo no era profeta y sin embargo acertó de
pleno. Pero como pusimos de relieve el historiador quiteño Francisco Núñez del
Arco y un servidor en Quito fue España (Historia del realismo criollo), es
paradójico que a dos siglos de las dizque independencias, se diga (¿desde el
subconsciente?) “son españoles iguales a nosotros”. Pues si todos somos
españoles, ¿por qué nos separamos? O mejor dicho: Ya que nos separamos o nos
separaron, ¿por qué no reconocer el error, luego de doscientos años en los que
nos volvemos a encontrar continuamente?
Hablando de Francisco, cuando este gran amigo,
colega historiador y hermano en la Hispanidad me pidió prologar su mencionado
libro (2) no sentí ilusión, sino lo
siguiente. Ni que decir tiene que acepté sin reservas, pues no en vano, fui
testigo más o menos casual del comienzo de esta epopeya, lo cual me confería
una responsabilidad no exenta de nerviosismo. Porque
si ha habido algo que me haya obsesionado hasta la extenuación dentro de mi
carrera, ése ha sido el
periodo de las "independencias".
Con Francisco había tenido
contacto por internet por mediación de unos amigos argentinos. Y lo pude
conocer en persona en Lima, cuando yo estaba recién llegado, allá por octubre
del 2011. Como todos los octubres, la Ciudad de los Reyes se revestía de morado
para celebrar al Señor de los Milagros y ambos pudimos departir entre el centro
histórico, Miraflores y Barranco de lo divino y lo humano, copando la
centralidad de nuestras conversaciones el tema de las independencias en particular
y la Hispanidad en general.
Desde que conozco a
Francisco, podemos decir que nuestros muertos nos han asistido. Y me explico:
En estos últimos cinco años, hemos perdido a un trío de grandísimos maestros e
inspiradores de nuestras labores a contracorriente: José Manuel González, de
Argentina; Luis Corsi Otálora, de Colombia; José Antonio Pancorvo, de Perú. Y
eso sumado a otras pérdidas no menos sensibles de familiares en particular y
seres queridos en general. El dolor nos ha acompañado aun en las alegrías. Y la
vida ha seguido pasando y, si algo hemos percibido, es que nuestros muertos no
nos han dejado solos. Los anhelos que al principio parecían poca cosa, a día de
hoy forman parte de una realidad que trasciende los tiempos a través de los
hechos. Hemos ahí la eternidad. Hemos ahí la vida. Y
esta visión contracorriente de nuestra historia no va a parar. Empezó en
Hispanoamérica y acá se va a seguir desarrollando.
Luego de todas las
vicisitudes vividas hasta ahora, compartimos el que si hay algo serio que nos
queda en este mundo, es la defensa de lo hispánico desde un punto de vista
integral, acompañándonos de trascendencia y complejidad, con hondas hechuras
metapolíticas que han de bordear el duro, cruel y surrealista contexto que nos
ha tocado vivir/padecer; pero con la alegría de llevar la verdad por delante y
de formar parte de lo auténticamente nuestro. Lo bueno, lo justo, lo verdadero
y lo necesario. Lo que vale la pena. Lo que nos queda. Lo que hemos de poner en
movimiento luego de dos siglos de mentiras y errores.
Ojo: Poner en movimiento y
adaptado a los tiempos que nos ha tocado vivir, que conste. Que bien sabemos
que no se puede volver al pasado; que el pasado no vuelve, que sí. Pero
si nos mienten descaradamente sobre él, nunca tendremos futuro. ¡Y nos negamos
a eso! Y menos cuando quienes dominan son tan ramplones.
Nuestra conciencia sabe que
somos un pueblo cautivo, engañado y alienado, pero dos siglos de mentiras acá y
acullá ya llegan a su fin. Sobre las ruinas que nos infringieron otros y que
nos infringimos nosotros mismos, habrá de rebrotar una luz radiante e
imperiosa; acaso la misma que supo seguir la grandeza del sol y formar tierra a
través de los caminos del mar, juntando las columnas de Hércules con el
Pacífico Norte, las Antillas y las profundidades de los Andes; diciéndole al
mundo cómo era realmente y prolongando un animoso e inquebrantable espíritu
hasta límites insospechados. Y para entendernos a nosotros mismos, y por ende,
amarnos, este gran libro viene como anillo al dedo. Sin leyendas negras. Sin
leyendas rosas. Sin tregua para traidores y endófobos. Sin dejar indiferentes.
Dándole voz a los injustamente silenciados, cuando no vilipendiados. Haciendo
historia. Nuestra historia.
Todos hemos andado en
mundillos ideológicos. Todo el mundo ha sido joven. Y todos hemos salido
decepcionados. Y al final, convergimos en la hispanidad. Tenemos ansias de
saber y amar mejor nuestra historia, pero también tenemos ansias de construir y
de renovar. Y no es algo que esté en el papel, es una realidad. En el tiempo
que llevo en este continente, veo que cuando se juntan los criollos, son en
verdad un mismo país. Lo mismo se puede decir de andinos o negros, o de otras
tantas “etnias” que pululan por la vastedad del Nuevo Mundo. Las fronteras
republicanas de principios del siglo XIX no se corresponden con la realidad, y
corresponden al mismo y terrible patrón de las “fronteras redefinidas” que
Lenin diseñó para la Unión Soviética, sobre las cenizas del Imperio Ruso; así
como los anglosajones y la Francia republicana contribuyeron a la atomización
de las tierras que estaban bajo el Imperio Austrohúngaro. Los anglosajones
fueron muy aficionados a promocionar la dizque “libre autodeterminación de los
pueblos” para, acto seguido, aprovechar y agrandar sus colonias. ¿Cómo se
explica que –como dice Francisco Núñez del Arco- los británicos aún posean una
treintena de enclaves coloniales en el continente americano? ¿Alguna vez se ha
visto al indigenismo denunciar eso?
Además, ¿para qué sirven las
rivalidades entre las repúblicas hispanoamericanas? Mejor dicho: ¿A quién
benefician? ¿A quién/quiénes han beneficiado todas las guerras que ha habido desde
la mismita secesión? ¿Quién estuvo detrás de la Guerra de la Triple Alianza? ¿Y
de la Guerra del Salitre? ¿Y de la Guerra del Chaco?
¿No nos damos cuenta que la
mano anglosajona está detrás? ¿Que desde los tiempos de Cromwell se considera a
las Españas como el enemigo providencial? ¿Qué ya en el siglo XVIII trazaron su
plan para humillar a España, fracasando estrepitosamente en el intento de
invasión de Cartagena de Indias?
Gran Bretaña y Estados
Unidos dirimieron sus diferencias durante todo el siglo XIX, pero entendieron
que nada ganaban peleándose. Y llegó un día que ya no se pelearon más. Nosotros
no hemos entendido este punto. No entendemos que Gran Bretaña sigue siendo un
imperio que, si se sale del euro, va a tener sus recursos en un circuito con
Canadá, Australia, Nueva Zelanda y etc. Gran Bretaña tiene una Commonwealth, y
eso no se desmonta tan fácil. Justamente lo que quiso hacer la Monarquía
Hispánica desde que el conde de Aranda advirtió a Carlos III que mejor era
planificar una independencia pacífica instalando príncipes españoles en cada
virreinato y estableciendo una fuerte alianza diplomática, económica y militar.
América ya era autosuficiente, mas no por ello muchos americanos deseaban
seguir siendo españoles. Por eso mismo, ya en la época de Carlos IV, se fue a
materializar esta idea instalando un príncipe-virrey -en cada virreinato- con un equipo de gobierno
en forma de “soberanía feudal” (3), de tal manera que no hubiera habido
traumas, asentándose una lógica estabilidad que no estaría reñida con mantener
unos lazos más que sólidos con la madre patria. Pero nada de eso se hizo. Y
como advertía el gran pensador ruso Alexander Solzhenitsyn, cada vez que los
zares hacían reformas beneficiosas para el pueblo ruso, los revolucionarios se
encabritaban y preparaban los atentados más atroces, pues no podían permitir
quedar deslegitimados tan obviamente. Ellos siempre fueron conscientes de que
no eran “filántropos”, sino destructores. Y algo muy similar ocurrió en la
América Española a principios del siglo XIX: La invasión de Napoleón fue
tremendamente aprovechada por los traidores que ya estaban a las órdenes de los
intereses británicos. Y entre estos traidores no sólo hubo hispanoamericanos,
sino también peninsulares, revolucionarios ibéricos que escogieron América como
su campo de experimentación; al igual que a día de hoy hacen muchos secuaces del partido ultraprogre Podemos, asesores de políticos de Venezuela, Ecuador o Bolivia. A esos los
indigenistas no los acusan de colonialistas tampoco.
Fijémonos: Quien quiso mandar la gran
expedición para ayudar a los realistas americanos en 1820 (que hubieran
terminado de aplastar a los insurgentes) fue el novohispano Lardizábal, y el
que la frustró y dio el golpe liberal que dio al traste con la política
española fue el peninsular Riego, el mismo que murió arrepentido y abjurando de
lo que había hecho.
En resumidas cuentas: Los liberales no
quisieron un nuevo orden político que respetara la esencia y la tradición y nos
partieron en mil pedazos, llegándonos hasta el alma. Ahora, se impone el
retomar esa vocación imperial supranacional, no porque se haya de volver al
pasado, sino precisamente porque el pasado se truncó con alienados y
sangrientos artificios, y porque el presente ha demostrado la inutilidad de
todos esos estados, incluyendo el “español”. Y en América probablemente sería
esto más fácil que en España, que es una sociedad destruida y avejentada. Con
todos los problemas que tiene América, no deja de haber un gran poso cultural
común, siendo el idioma acaso lo más evidente. No hay entusiasmo por el
bicentenario de las “independencias”. Hay un caldo de cultivo hispanista muy
interesante. Hay que saber aprovecharlo.
Como decimos: Nos adaptamos a los
tiempos que nos ha tocado vivir. Desde la base, con las realidades entrañables
y perceptibles que saltan a la vista, desde el folclore o la gastronomía a
otros temas de enjundia. No queremos ser una opereta. Cuidado con cierto pseudohispanismo (4) que está echando para atrás a gente potencialmente buena y
noble que, con lógica, se acerca al ideal hispánico que ha de estar en
movimiento.
Es una pena que no tengamos un medio
común en todos los sentidos. Porque la corriente está ahí, viva y coleando,
pero nos falta darle fondo y forma y materializarla. Y para eso, hemos de
ponernos al tanto en tener nuestros propios medios comunicativos, forjando
nuestro propio estilo, siempre basado en lo nuestro, en lo orgánico. Lo tenemos
todo para eclosionar. Es cuestión de ponerse y de tomárselo en serio.
Amigos: En este maldito y enloquecido
mundo de la globalización, no hay causa más noble que la hispánica. Hace tiempo
escribí sobre cuáles creía que debían ser las directrices geopolíticas del
hispanismo (5). Ahora veo más claro que nunca que lo que
hay es que desarrollar el hispanismo en nuestra América. Desde el Nuevo Mundo,
vayamos hacia un movimiento hispánico, siendo conscientes de que los realistas
criollos resistieron solos, sin ayuda, y durante buena parte del siglo XIX así
lo hicieron. No hay que esperar nada de España sino más bien al contrario:
Probablemente se la pueda empujar mejor desde el otro lado del charco. La
identidad no se puede borrar. Fijémonos que los godos, que estuvieron tres
siglos en la Península, siempre llamaron “romanos” a sus habitantes. Paradójico
es que luego los españoles fuéramos conocidos como “godos”, y todavía hasta
hoy… ¡Y los moros nos siguen llamando “rumíes”! Y es gracias a esa identidad
que España se reafirmó durante los siglos. Por eso es ahora el turno de los hispanos
de América ante los siglos, porque en ellos está el calor y el dolor. Con la fe
que mueve montañas, esto no ha hecho más que empezar.
(3) Término usado por el ministro Godoy, tal y como expone Núñez del Arco. Sin duda no fue el mejor político de la historia de las Españas, pero de haberse consumado el plan, tendríamos una Comunidad Hispanoamericana fuerte que en nada envidiaría a la Commonwealth británica.
LA IMAGINACIÓN... OTRO NOMBRE PARA EL PODER ABSOLUTO
Manuel Fernández Espinosa
Los románticos recobrarán el prestigio para la imaginación. El romanticismo inglés, tan deudor del idealismo alemán (sobre todo, el de Schelling), será una de las vanguardias en esta tarea. Así es como William Wordsworth (1770-1850) podrá escribir en la conclusión de su "The Prelude" (Book Fourteenth):
"This spiritual Love acts not nor can exist
Without Imagination, which, in truth,
Is but another name for absolute power".
La Imaginación... "que, en verdad,/no es sino otro nombre para el poder absoluto". Pocos lo han dicho con más claridad que Wordsworth (cuya palabra tiene un valor, como bien dice su propio apellido).
Esta imaginación que intuyó Wordsworth no es aquella que podríamos calificar de capricho estéril e impotente. Tiene mucho que ver con la imaginación de Paracelso, definida por éste como "producción mágica de una imagen": la "fuerza mágica por excelencia" (personalmente creo que, más que la fuerza mágica, es el medio mágico por excelencia, siendo la fuerza por excelencia la voluntad como bien supo ver Arthur Schopenhauer). Aunque la influencia de Schelling se hizo sentir en los románticos británicos, no podemos olvidar tampoco a William Blake que en este tema muestra asomos de pionero.
No obstante, el idealismo constituye una renacencia de la magia. Y eso pasa justamente por el esfuerzo que los idealistas hacen para superar a Inmanuel Kant que aporta el cañamazo filosófico de la Ilustración. Sólo de lo fenoménico cabe ciencia, nos dice Kant; de lo "nouménico" (de la "cosa en sí") no se puede tener ciencia. La metafísica tradicional ha operado durante siglos sufriendo una "ilusión trascendental": la "Crítica de la Razón Pura" es el esfuerzo ilustrado por establecer los límites de la ciencia y estos límites constituyen una frontera que no puede ser traspasada. Además de las críticas, el furibundo panfleto de Kant contra Inmanuel Swedenborg "Los sueños de un visionario" (donde, por cierto, el ilustrado también aprovecha para sacar toda la mala baba que alberga contra el catolicismo) es buena muestra de ello. Pero ni por esas la metafísica deja de constituir todavía un problema: las ideas de la razón "ilusionada" se convierten en postulados de la Razón Práctica, lo que significa que se tornan en fundamentos de la moral (que, por eso, puede llamarse hasta "metafísica de las costumbres").
Pero la "Crítica de la Razón Pura" tiene dos versiones: la de 1781 y la 1787. El perspicaz cotejo de los pasajes más significativos de ambas, contrastándolos, fue lo que sirvió a Martin Heidegger (además de servirse de la "Antropología en sentido pragmático") para indagar sobre el papel de la "imaginación" en la filosofía de Kant. Los estudios de Heidegger concernientes a estas cuestiones kantianas se publicaron bajo el título "Kant y el problema de la metafísica". La parte tercera de este libro de Heidegger, "La fundamentación de la metafísica en su originareidad" pone de manifiesto el problematismo que reviste en Kant la consideración (y el soslayamiento kantiano) de la imaginación en varios tanteos. Esto, junto a la problematicidad que plantea la "Crítica del Juicio", será lo que impele a los idealistas alemanes a traspasar los límites marcados por la Razón Pura, para internarse en el poder de la imaginación hasta intuir la operación mágica.
Es mi propósito ofrecer en su momento unos apuntes más exhaustivos sobre la "La fundamentación de la metafísica en su originareidad" incluido en "Kant y el problema de la metafísica" de Heidegger, por considerar que es aquí donde se ha ido más lejos en el descubrimiento de las contradicciones de Kant, pero compréndase que la profundidad heideggeriana merece algo más que unos apuntes superficiales. Lo que sí puedo avanzar es que lo que Heidegger ha descubierto en lo que atañe a esta cuestión en Kant es, precisamente, que "Esta constitución originaria de la esencia del hombre, "enraizada" en la imaginación trascendental, es lo "desconocido", que Kant debe haber entrevisto, pues habló de una "raíz desconocida para nosotros". Lo desconocido no es aquello de lo que no sabemos absolutamente nada, sino aquello que, en lo conocido, se nos impone como un elemento de inquietud. Sin embargo, Kant no llevó a cabo la interpretación más originaria de la imaginación trascendental, ni siquiera la emprendió, a pesar de los indicios claros, que fué el primero en reconocer, para un análisis de esta índole."
La conclusión de Heidegger es que "Kant retrocedió ante esta raíz desconocida". De ahí que para sondear la cuestión, considere yo que es forzoso conceder el tratamiento que se merece esta obra de Heidegger.
Pero el idealismo, sin detenerse mucho en cuestiones académicas, traspasó los límites marcados por la Ilustración en un afán casi fáustico por ir a la "raíz desconocida": los románticos no retrocedieron como sí hizo Kant, sino que todo lo contrario: se metieron hasta la cincha. En Alemania, Novalis llegó a denominar a su filosofía con el nombre de "idealismo mágico" y en el siglo XX, Julius Evola retomará eso de "idealismo mágico" en sus primeras aproximaciones. Aquí hace falta tener en cuenta que los movimientos de vanguardia de entreguerras (los llamados "ismos", en los que estuvoinvolucrado el Barón Evola) del siglo XX muestran, aunque lo camuflen, señales heredadas del romanticismo y, entre las cosas que comparten con éste no es menos la inclinación por el poder mágico de la imaginación, plasmada ésta en el arte: este interés por la magia (también por el ocultismo) está presente hasta en un movimiento como el surrealismo que, por más que profesaba públicamente el marxismo (uno de cuyos dogmas es el materialismo), tenía en André Breton a una especie de gurú, creyente y practicante de la magia. Para ilustrar esta faceta de André Breton recordemos una anécdota que Octavio Paz cuenta y que nos parece bastante elocuente: en cierta reunión a la que asistía Octavio Paz y Joan Miró, en casa de Breton, el anfitrión alababa la medicina tribal y chamánica, de índole "mágica", a la vez que criticaba a la medicina occidental y moderna por su dependencia de la química. Minutos después, Breton se quejó de un dolor de cabeza y pidió una aspirina. La hija de Breton, Aube, le dijo no sin sorna:
-¡Qué raro que hayas pedido una aspirina en lugar de llamar a un chamán! Con dos pases te habría aliviado...
BIBLIOGRAFÍA:
-Obras de W. Wordsworth en inglés.
-Obras de I. Kant.
-Heidegger, Martin, "Kant y el problema de la metafísica", Fondo de Cultura Económica, México. Traducción de Gred Ibscher Roth y revisión de Elsa Cecilia Frost.
-Paz, Octavio, "André Breton y el surrealismo" (Constelaciones: André Breton y Joan Miró), en "Obras completas". Edición de Autor. "Excursiones/Incursiones. Dominio extranjero", Círculo de Lectores.
GOETHE, LAS MADRES Y LA LLAVE DE LOS REINOS TELÚRICOS Y CÉLICOS
Manuel Fernández Espinosa
"Mal
de mi grado descubro el sublime misterio. Hay unas diosas augustas que
reinan en la soledad. En torno a ellas no hay espacio y menos aún
tiempo. Hablar de ellas es un trabajo. Son las Madres".
Así
se expresa Mefistófeles en uno de los pasajes más enigmáticos de la
segunda parte del "Fausto" de Goethe. ¿Qué son las "Madres" goethianas?
Es un tema que ha sido tratado por otros, pero con menos intensión y
extensión de lo que considero oportuno. Aquí encontramos una de las
claves del pensamiento de Goethe que, a diferencia del mecanicismo o del
grosero materialismo, es de estirpe platónica. Vamos a tratar de
dilucidar algo de lo que este pasaje significa.
Para
entender esta intervención de Mefistófeles hay que comprender, en
primer lugar, que Mefistófeles es, como afirma Peter Sloterdijk, uno de
los personajes literarios que mejor cifran el cinismo moderno. Por eso
le cuesta tanto trabajo a Mefistófeles hablar de las misteriosas
"Madres". Pero se le hace necesario cuando, en los tratos que se traen
Fausto y Mefistófeles con el Emperador, éste les pide que conjuren a
Helena de Troya y a Paris, para ver con sus ojos lo que pasa por considerarse
el "modelo de los hombres y el de las mujeres". Mefistófeles, en el apuro,
no ve otra salida que enviar a Fausto a buscar a las Madres, extraño
nombre para algo que a él hasta le cuesta pronunciar.
A
Fausto, el nombre de las "Madres" también lo inquieta y azora.
Mefistófeles le responde: "¿Tan apocado eres que así te turba una
palabra nueva? ¿No quieres oír sino lo que oíste ya? Nada te turbe,
suene como sonare, a ti que desde tanto tiempo estás ya habituado a las
cosas más estupendas". Por una vez, hagámosle caso al diablo: no nos apoquemos ante el nombre de las "Madres", acudamos a "intuir" lo que son para Goethe.
Para vislumbrar lo que son las Madres hay que ir a los últimos versos del
"Fausto" que son una apoteosis de la salvación por la Feminidad:
"Todo
lo perecedero no es más que figura. Aquí lo Inaccesible se convierte en
hecho; aquí se realiza lo Inefable. Lo Eterno-Femenino nos atrae a lo
alto".
Parece
extraño, en tanto que -en un primer momento- Mefistófeles envía a
Fausto a buscar a esas "Madres" con una llave que crece y fulgura,
recomendándole que la siga "hacia abajo, y te conducirá a las Madres".
El mismo Mefistófeles le dirá a Fausto: "Desciende, pues. Podría también
decir: Sube. Es igual. Huye de lo que tiene existencia. Lánzate a los
libros, ilimitados espacios de las imágenes."
Las
Madres: "están sentadas [unas], otras en pie y andan vagando al azar.
Formación, transformación, eterno juego del Pensamiento eterno. Rodeadas
de las flotantes imágenes de toda criatura, ellas no te verán, pues
sólo perciben los esquemas."
Hay
que reconocer que el pasaje de las "Madres" es lo suficientemente
extraño como para saber de lo que está hablándonos Goethe a través de
Mefistófeles. La opinión común es que con las "Madres" se refiere a las
ideas platónicas. Pero decir eso no puede ser más que un indicador que no agota la
complejidad del asunto planteado por Goethe.
Eugenio
Trías explica este pasaje hallando que las "Madres", más que Ideas
ortodoxamente platónicas, son una reelaboración romántica de signo
animista y panpsiquista: La Naturaleza -para los románticos- "se halla -dice Trías-
entretejida de lo que genialmente había anticipado Goethe con su
concepción de los "fenómenos originarios". El "Urphänomen" de Goethe,
que en su Fausto da lugar a una inquieta y apasionada búsqueda por parte
de su personaje, el célebre episodio del viaje hacia el reino de "las
Madres", constituye una trama plural de arquetipos vivientes que en su
condición de paradigmas originarios de los fenómenos naturales
constituyen la razón o el fundamento a priori, de carácter nouménico, de
su comparecencia fenoménica".
Las
Madres son a manera de invisibles raíces que subyacen bajo la
naturaleza que se nos aparece -visible, fenoménica- siendo, a la postre,
los principios que permanecen -invisibles, de carácter nouménico- bajo el flujo de
transformaciones de lo que podemos observar sensiblemente y someter
cuantitativamente al modo de la ciencia moderna. La personificación (y,
muy importante, su identificación con la fertilidad femenina que es lo
materno) con la que Goethe nos presenta estos "principios" no-humanos es
la que conecta este pasaje con el desenlace apoteósico del "Fausto", cuando lo Eterno-Femenino nos eleva.
Para buscar a las Madres hay que "descender" a los fondos de la misma
naturaleza (de la materia): allí donde no hay ni espacio ni tiempo.
Pero, con todo y
con ello, queda por averiguar qué es esa "llave" que Mefistófeles ofrece
a Fausto para acceder a ese mundo: una llave que "crece" y "fulgura" y
que, a mi juicio, es símbolo de la "imaginación creadora", la misma que
abre la puerta de lo sensible (abajo) y lo inteligible (arriba), sin la
cual ni podemos acceder al mundo "subterráneo" de las Madres, oculto bajo lo material visible, ni al mundo
empíreo de los ángeles y las almas bienaventuradas salvadas por la
benéfica y suprahumana feminidad que Goethe cifra en la Santísima Virgen
María (ver nota). Pero para aseverar que esa llave es la "imaginación creadora" tendremos que ir a Kant y verlo zozobrar "aquí" en esta cuestión nuclear, tal y como lo vio Heidegger. Eso lo abordaré en otro apartado.
CONTINUARÁ...
Nota:
Curioso
esto -y, permítaseme una breve digresión sobre este particular, pues
casi todos los comentaristas del "Fausto" lo pasan por alto: Goethe,
del que sabemos que fue masón, que incluso se ufanaba de no ser
cristiano, ofrece en la última escena de su "Fausto" uno de los más
grandiosos cuadros de la salvación que sería digno de considerar. La imaginería que emplea es de raigambre católica. Entre los personajes, detengámonos a considerar al
"Pater Aestaticus" que no creo que sea San Felipe Neri (como dicen algunas notas a pie de página) sino Dionisio
El Cartujano(llamado tradicionalmente Doctor Extático): el Pater Aestaticus presenta la etapa
purgativa del itinerario místico; el "Pater Profundus" (tal vez San
Bernardo de Claraval) encarna en el pasaje goethiano el clímax
iluminativo y, por último, en el "Pater Seraficus" (San Francisco de
Asís) cifra Goethe el estadio supremo de los Esponsales del alma con
Dios. El Doctor Marianus (Duns Scoto) comparece también como heraldo de
la Santísima Virgen María. Es así como cuatro grandes figuras del
catolicismo místico componen un retablo sublime que gradualmente
simboliza la salvación de Fausto (del alma humana) por el
Eterno-Femenino: por Margarita, su inocente víctima intercesora y, en
última instancia, por la Virgen María, a la que el Doctor Marianus
invoca con epítetos que evocan el "Salve Regina": "Que cada sentido purificado
esté pronto para tu servicio. ¡Virgen, Madre, Reina, Diosa, sé
propicia!".
BIBLIOGRAFÍA:
Goethe, Johann Wolfgang von, "Fausto", edición de Manuel José González y Miguel Ángel Vega. Traducción de José Roviralta. Cátedra Letras Universales.
Sloterdijk, Peter, "Crítica de la razón cinica" (I volumen), Taurus.
Trías, Eugenio, "La edad del espíritu", Ensayos Destino.