RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 10 de abril de 2015

SERIES TELEVISIVAS POLICIALES

Foto de un usuario.



NO SERÁ POR LUMINOL

Manuel Fernández Espinosa

En una conversación que tuve hace tiempo con un médico forense recuerdo que hablamos sobre el luminol. El luminol lo ha divulgado la popular serie televisiva norteamericana "C.S.I.", siendo su nombre técnico el de "peróxido de hidrógeno", como bien saben los químicos. Mi amigo forense se asombraba de las cantidades en que los actores de la serie emplean el luminol para revelar rastros de sangre invisibles a simple vista. En España, concluía mi interlocutor, no hay tanto luminol y si lo hay, lo tenemos racionado.
 
Esto nos lleva a pensar, primero: en la cantidad de series de género policíaco que nos ofrece la parrilla televisiva; segundo: que la mayor parte de estas series son de nacionalidad norteamericana; tercero: ¿qué función cumplen estas series televisivas?
 
Para responder a esta pregunta tal vez sea oportuno establecer una clasificación de estas series (centrándonos en las norteamericanas y prescindiendo de las de producción europea que son un servil epígono de las estadounidenses). Propongo la siguiente clasificación:
 
SERIES TELEVISIVAS POLICÍACAS:
 
-"Para-científica": Aquí cabe mencionar las más señeras y vaya por delante "C.S.I.", "Bones", "Mentes criminales" y "El cuerpo del delito". Su rasgo característico es que los personajes principales son científicos, policías o civiles, que aplican una metodología científica (multidisciplinar en "C.S.I." y "Bones", psicológica en "Mentes criminales" o forense en "El cuerpo del delito") en la resolución de sus casos.
 
-"Con personal civil auxiliar": "Castle", "El mentalista". Son series en las que un personaje que no tiene formación policial, presta su servicio por razones extraordinarias en la investigación de casos.
 
-"Verosímiles": "Ley y orden: Unidad de víctimas especiales" o "Blue Bloods". Son series policiales en estado puro, ni la ciencia ni el talento especial de alguno de sus personajes desempeñan un papel decisivo en la solución de la trama de sus episodios. Más bien es la profesionalidad, el código ético y la colaboración entre los compañeros del equipo los que tienen el mérito de resolver los casos.
 
En todas estas series se percibe que, además del efectivo liderazgo de un protagonista, el equipo es muy importante, aunque haya series con fictos que acaparan la principalidad, relegando a un papel secundario a los mismos policías que son su comparsa, ejemplo de esto lo tenemos en la doctora Megan Hunt de "El cuerpo del delito" o el médium Patrick Jane de "El mentalista" que, por sus marcadas personalidades respectivas, concentran el protagonismo. En otras series el protagonismo es compartido: estableciéndose incluso lazos sentimentales y conyugales como ocurre entre el escritor Richard Castle y la inspectora Kate Beckett o la antropóloga Temperance Brennan y el agente Seeley Booth. En las series que he calificado como "verosímiles" el protagonismo lo tiene un equipo de investigadores o, en el caso de "Blue Bloods", la familia Reagan.
 
Esta clasificación se podría haber hecho de otra manera, pues cualquiera podría alegar que "Bones", por ejemplo, pudiera incluirse en la series televisivas policiales con personal civil auxiliar, dado que el equipo científico está formado por civiles que colaboran con el F.B.I., pero he atendido al carácter que marca la impronta de la serie. También podríamos haber ensayado una clasificación por su tendencia ideológica. Si lo hiciéramos, sería fácil hallar que "Bones" es lo que llamaríamos en España la "más progresista" y el título de más conservadora de todas tendríamos que otorgárselo a "Blue Bloods" en la que, a cada episodio, se hace una apología del ideal neocon, en que la familia (nada más y nada menos que apellidada "Reagan") es el núcleo protagonista, donde brilla el corporativismo policial y los valores religiosos y morales son exquisitamente tratados.
 
Se trata de un género que no es ninguna novedad televisiva, puesto que series policiales norteamericanas las ha habido siempre en nuestra televisión: recuérdense aquellos Starsky y Hutch, el entrañable teniente Colombo o el otro teniente Kojak. Podría decirse que la función principal de estas series televisivas es el entretenimiento. Pero su éxito no reside en el rato de esparcimiento que procuran a su público, sino que estriba en la satisfacción de una necesidad muy profunda del género humano: el triunfo de la justicia, la victoria de los buenos sobre los malos y, para la mentalidad burguesa: el sentimiento de seguridad que transmite el trabajo de las fuerzas policiales, auxiliadas por la ciencia o por personajes que tienen un don especial para resolver los más enrevesados homicidios o despejar las amenazas contra la sociedad. Estas series pueden ser adictivas por la simpatía que inspira la humanidad de sus personajes, bien trazados, ingeniosos, con toques humorísticos y siempre dispuestos a superar sus dramas personales de cualquier índole, anteponiendo el servicio a las causas del bien y de la justicia.
 
Su funcionalidad política se descubre cuando la ficción contrasta con la realidad: es prácticamente a diario que saltan casos de abusos policiales reales que ocurren en Estados Unidos y casi todos ellos encuentran el motivo de su sinrazón en el racismo policial. Es entonces cuando comprendemos que estas series cubren la necesidad de justificar el papel del Estado y su brazo armado: la policía. Y vienen a persuadir al ciudadano de que, por mal que estén las cosas, a pesar de la corrupción que pudiera haber incluso dentro de los cuerpos de seguridad, por inquietante que sea la presencia del mal, hay personas y equipos incorruptibles que luchan por impedir el mal o hacer justicia. Pero, ¿es eso así?
 
Como las novelas de caballería, las series policiales norteamericanas entretienen sobre la base de los más antiguos principios épicos, acomodados a la sociedad actual. Como las tragedias griegas, su función es catártica. Y como aquellas "comedias" de Lope de Vega o Calderón donde el Rey impartía justicia, su cometido político consiste en afianzar a la sociedad en su lealtad al Estado que, con sus fuerzas de orden público, vela por la seguridad y la paz, aplicando la ley para hacer la justicia.
 
En Europa, en España, cuando alguna cadena de televisión ha apostado por series policiales, no ha salido tan bien: el éxito ha sido muy diferente del que tienen las norteamericanas no solo en USA, sino en la misma Europa. En Austria se trató de hacer con el perro "Rex"; en España se hizo con "El comisario" y en Italia se ha hecho con el simpático cura "Don Matteo". Habría que preguntarse la razón por la que no salen tan buenas series policíacas en Europa. 
 
Y me aventuro a decir que no es por la falta de "luminol" por lo que las series policiales europeas dejan tanto que desear. Cuando una unidad política es artificial, como Europa; cuando se ha preferido liquidar la tradición religiosa y nacional en cada una de las "naciones" que forman esa Unión Europea; cuando no se tiene ni idea de lo que es una nación (y vale hasta el patio de mi casa); cuando es de mal tono defender públicamente el cristianismo; cuando se le llama familia a cualquier cosa; cuando lo mismo de europeo es rezar a Buda que mirando a la Meca; cuando el patriotismo que se invoca no pasa de una Constitución de 1978... Pues, vamos a ver, seamos serios: sobra hasta la policía ficticia para ofrecer la ilusión de seguridad. Hay que tener, como mínimo, la voluntad firme de cohesionar una sociedad y darle razones para que ésta misma justifique su autodefensa, así es como pueden hacerse series policiales verosímiles y con una función social y política que explique una inversión económica en generar un producto televisivo. 
 
Como podemos ver, no es el luminol lo que nos falta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario