RAIGAMBRE
Revista Cultural Hispánica
domingo, 22 de septiembre de 2013
POR ELLA (PATRIA MEXICANA)
POR ELLA
¿Qué queda de mi Patria? Sus bosques seculares
no son ya de sus hijos: las ondas de sus mares
las surcan mil bajeles de extraño pabellón;
Y huérfanos sus hijos, helados sus hogares,
sus vírgenes holladas, sus hombres sin honor.
¿Qué queda de mi Patria? Sus ríos de oro y plata
ha mucho desembocan en gruesa catarata
en la nación vecina que siempre nos odió.
En cambio en nuestros rostros el hambre se retrata,
vivimos cual mendigos, y es rico el vil ladrón.
¿Qué queda de mi Patria? Los que antes era huertos,
hoy son lagos de sangre o fúnebres desiertos
en donde los chacales celebran su festín...
¡Tan pobre está mi Patria, que hasta sus hijos muertos,
bajo el ardiente fuego del sol se han de podrir...!
¿Qué queda de mi Patria? Su legendaria historia,
que es toda epopeya, que es un cantar de gloria,
las manos de sus hijos, infame, mancilló:
¡El nombre de sus héroes huyó de la memoria,
y se levantan himnos en nombre del traidor...!
¿Qué queda de mi Patria? Su tricolor bandera,
dicen que no es la misma que en otros tiempos era,
que Unión ya no nos pide, que ya no es Religión;
Qué el resplandor rojizo de una infernal hoguera
de odios implacables, su rojo se tiñó...
¿Qué queda de mi Patria? Las losas funerarias,
que ayer veíanse envueltas en rosas y plegarias,
sacrílega la turba llegó y las arrancó.
Y al polvo de los héroes llamó polvo de parias,
y las cenizas santas se llevó el aquilón...
¿Qué queda de mi Patria? El Dios de mis mayores,
Él único que puede calmar nuestros dolores,
El Cristo de mis padres, ¡mi Cristo! ¿dónde está?
¡Escupen nuestros rostros llamándonos traidores,
si intentan nuestros labios su Nombre pronunciar!
¿Qué queda de mi Patria? No tiene ya valientes,
sus niños, no son niños... pues no son inocentes;
sus hijos no son ángeles... no tienen ya pudor;
sus viejos no son viejos... hay manchas en sus frentes;
sus madres no son madres... les falta corazón...!
¿Qué queda de mi Patria? Cerrados sus Santuarios,
están llenos de polvo y rotos sus Sagrarios y,
la santa nave, sola; sin fieles y sin Dios...
Y mudos y sombríos sus altos campanarios,
parecen mausoleos de un pueblo que murió.
¿Qué queda de mi Patria? Mañana, cuando truene
la voz de los cañones, si el extranjero viene
e intenta destrozarnos... ¿por quién iré a luchar?...
¿Pueden arrebatarle su Patria a quien no tiene?...
¿Al huérfano su madre, le pueden arrancar?
¿Qué queda de mi Patria? ¡Una fulgente estrella
que en lo alto del bendito Tepeyac descuella,
bañando en la luz purísima el mundo de Colón!.
¡Mi Patria aun no ha muerto, que de mi Patria es Ella
la gloria, la esperanza, la vida, el corazón!
La Patria no ha muerto; no ha muerto, mexicanos.
La Celestial Morena, la que nos hizo hermanos,
la que nos hizo libres, está en el Tepeyac.
Que tiemblen los infames, que tiemblen los tiranos,
que canten los clarines de eterna libertad.
Por Ella lucharemos hasta el postrer instante;
por Ella, venceremos al colosal gigante
que intente destrozarnos, y, si él es vencedor,
tendrá bajo sus plantas a un pueblo agonizante,
que muere por su Virgen, que muere por su Dios.
Mons. Vicente María Camacho (1886-1934), Obispo de Tabasco.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario