En la foto, el historiador español Pío Moa (fotografía de Periodista Digital) |
CUANDO LOS ESPÍAS ESCRIBEN LA HISTORIA
Manuel Fernández Espinosa
El polémico historiador español Pío Moa arremete hoy mismo, 5 de septiembre de 2013, contra el fraude histórico que suponen los -tan bien promocionados- libros (no sabemos si encuadrarlos en el género de historia-ficción) de Paul Preston. Moa califica la obra de Preston de "fraude histórico" (he encajado el artículo de Moa, enlazándolo: pulsando se accede a él). Esta anécdota nos invita a pensar el carácter que reviste la Historia en manos de los historiadores británicos, tanto los más prestigiosos como los que más se desprestigian a sí mismos con su insolvencia (es el caso de Preston). Pero este artículo de opinión no está dedicado a Paul Preston.
Las universidades británicas cuentan con una larga tradición de historiadores. En la biblioteca de cualquier aficionado a la Historia (como yo mismo) no faltará algún título de autores como Edward Hallett Carr, Hugh Thomas, John Huxtable Elliott, Henry Kamen, Anthony Beevor. Son algunos de los nombres (claro que hay más) de historiadores británicos cuyas obras se han convertido en referentes. Han gozado de la promoción editorial en el mundo anglosajón y han conquistado con sus traducciones el mundo hispanohablante. Tampoco faltan, entre ellos, los "hispanistas". Y en ese grupo podríamos añadir a esos nombres los de Gerald Brenan o Ian Gibson, sobradamente conocidos por sus obras de tema español. ¿Qué hacía Brenan en España? ¿Tomar el sol? La mejor forma de tener siempre controlado a un país es conocerlo a fondo: en su geografía, en su historia, en su deriva religiosa, en su etnología... Los cerebros de Gran Bretaña nunca han cazado gamusinos. Desde antiguo realizan por todo el mundo su colosal obra de espionaje: unos espían como reporteros de guerra, otros espían mientras venden Biblias protestantes (como George Borrow, Don Jorgito), otros espían en los Archivos de Indias y otros espían en la Alpujarra, mientras se beben un tinto. Mientras tanto, el mundo los ve como "aventureros", como "viajeros", como "románticos", como "misioneros"... Pero, claro, siempre cuentan con que nos chupamos el dedo.
Los profesores españoles de Historia, los mismos universitarios españoles, apenas pueden prescindir de estos libros y sería una soberana tontería prescindir de ellos, pues su mérito no se lo vamos a quitar. Pero lo que sí considero importante es que aquellos españoles -e hispanoamericanos- que leen, que estudian o que, simplemente, consultan historiografía británica se doten, previamente, de una clave de lectura a mi juicio fundamental.
La Historia en Gran Bretaña no ha sido nunca una ciencia aséptica. La Historia, en Gran Bretaña, ha sido y es un instrumento metapolítico y, en su mayor parte, ha sido fabricada para discreto uso de los servicios de inteligencia británicos. La Historia, en Gran Bretaña, es una ciencia auxiliar de la política. Es oportuno, por lo tanto, no prescindir de sus monumentales producciones, pero es más oportuno todavía prevenirse sobre esa naturaleza perturbadora que tienen los libros de historia escritos por británicos. Podríamos decir que los libros de viajes escritos por británicos, al igual que los libros de Historia que escriben, están hechos casi siempre por personalidades que se mueven en la línea fronteriza entre la sociedad civil y los servicios de inteligencia británicos. Para muestra, un botón: Anthony Beevor, por ejemplo, fue oficial del 11º Regimiento de Húsares del Ejército británico. No es ocioso por lo tanto advertirlo.
Y es conveniente decir esto, pues no se dice habitualmente. Bien por ignorancia o bien por malicia esto no se dice, incluso no se sabe. Y aunque lo digamos, costará mucho anular la ingenuidad -la tontería incluso- con la que los españoles (catedráticos de Historia, estudiantes de Historia, aficionados a la Historia) leen las obras de los historiadores británicos.
Y es que, a diferencia de nuestras Universidades españolas, los centros intelectuales y académicos británicos están dirigidos por activos patriotas y sirven a los intereses políticos de Gran Bretaña, no a los desinteresados y sublimes fines de la Ciencia Histórica (que siempre ha sido un platonismo como otro cualquiera).
Y si esto ocurre con los autores británicos más prestigiosos, ¿qué podríamos esperar de Paul Preston?
Y si esto ocurre con los autores británicos más prestigiosos, ¿qué podríamos esperar de Paul Preston?
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