RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

sábado, 28 de marzo de 2015

GUERRA DE ESPAÑA: LAS VERDADES OCULTAS DE UNA MATANZA


Foto de Manolo Fernández.



Recientemente, en Italia, el historiador Mario Arturo Iannaccone ha publicado un libro sobre la persecución religiosa que se perpetró durante la Guerra Civil Española. Ofrecemoso aquí la traducción de una recensión a cargo de Franco Maestrelli. La obra está teniendo un gran éxito en Italia y está sirviendo para dar a conocer la verdad de una historia tantas veces falsificada en España y en el extranjero.



Franco Maestrelli
 
Traducción del italiano al castellano:
Manuel Fernández Espinosa
.



Se dice que la historia la escriben los vencedores y que la versión de estos es la aceptada universalmente. Tomemos por ejemplo la historiografía sobre la Guerra Civil española en los años treinta del siglo pasado: sin ninguna duda fue ganada por la España nacional, por la "franquista", pero por doquier la versión que los historiadores afirman como "verdades la versión de los perdedores. Sólo hay que pasar por cualquier librería, acercarse a la estantería de Historia y encontrará usted docenas de libros de historia italiana, anglosajona, francesa, española y, con pocas excepciones, lo que se alaba es a la República derrotada, mientras se representa como el mal absoluto a la España nacional.
 
 
A lo sumo, se concede el beneplácito de reconocer que en algunos casos los milicianos anarquistas y comunistas cometieron alguna barbaridad en contra de la Iglesia Católica que, sin embargo, parece justificada por la alianza de la Iglesia y de los católicos con los franquistas sublevados. A difundir esta versión políticamente correcta también se presta el cine. El director británico Ken Loach en su famosa película "Tierra y Libertad" representa algunas escenas del enfrentamiento entre militantes rojos y franquistas, cerca de una iglesia y la escena se remata descubriendo que el "francotirador" que acechaba encaramado en el campanario era el párroco, que huelga decir terminará ejecutado... La lástima es que esta escena es pura fantasía y no es más que propaganda iconográfica del Frente Popular, tal y como aquella célebre y falsa fotografía de los seminaristas españoles armados.
 
A una distancia de ochenta años después de los hechos históricos, las pasiones políticas sin embargo no se han aplacado y tratar de restablecer alguna verdad requiere no poca dosis de coraje. Salta a la vista que al historiador Mario Arturo Iannaccone el coraje no le faltó cuando en el año 2013 publicó un libro que rompió el silencio sobre la guerra entre los anticlericales y los católicos de México de los años veinte y treinta. Y recientemente lo ha probado nuevamente con un denso libro que, asociándose en cierto modo con el anterior, se dirige ahora a los acontecimientos de la guerra de España. Asunto intempestivo, habida cuenta de lo marcadamente ideologizada que está la opinión pública y, sobre todo, tiniendo en cuenta que hubo intervención de italianos en un bando y otro.
 
Para desarrollar esta tarea Iannaccone ensancha el horizonte temporal de los hechos: en vez de centrarse sólo en la franja que va del año 1936 al de 1939, como es lo frecuente, el autor se remonta a 1931 para llegar a las raíces de la Guerra Civil. De hecho, hay que partir del exilio del rey Alfonso XIII y de la proclamación de la Segunda República Española y descubrir que, al igual que en el México de los años veinte, se principió con tímidos intentos de revueltas anarquistas, expropiación de bienes de la Iglesia y un proyecto de laicización forzosa que crispó la tensión política. El Generalísimo Francisco Franco seguía todavía siendo un militar leal al Gobierno republicano, la Falange de José Antonio Primo de Rivera era un movimiento minoritario, pero los disturbios y asesinatos ya habían comenzado.
 
En 1934 se produjo el intento revolucionario de los socialistas de Largo Caballero en Asturias con asaltos a las fuerzas del orden público, el ataque a las sedes de los partidos adversarios, agresiones a las iglesias y el asesinato de religiosos y opositores políticos. Un verdadero intento de revolución comunista, en desafío a la nueva Constitución republicana, con destrucciones desoladoras y represión brutal del gobierno republicano. Ya se había prendido el fuego a la pólvora y, seguido de un período insurreccional con la militarización de la sociedad, hasta el alzamiento de julio de 1936, el primer acto de la verdadera y real guerra de España, con la internacionalización del conflicto y que se prolongará hasta el 1939.
 
La obra de Iannaccone examina a fondo este largo período que va del año 1931 al de 1939, tratando los aspectos sociológicos e ideológicos, el papel efectivo de la Iglesia y el Ejército y las indecisiones de la política.
 
La segunda parte del libro se ocupa en detalle de las masacres de religiosos y laicos católicos, buscando esclarecer las responsabilidades y distinguiendo bien entre los trescientos mil muertos que cayeron en acciones bélicas, los que sucumbieron por motivos políticos y los martirizados por el "odio fidei", por la sola razón de ser católicos. De estos últimos ya van casi un millar de beatificados y proclamados como mártires de la Iglesia, desde principios de los años noventa. Un capítulo entero está dedicado a la relación entre la Iglesia y la Segunda República y la actitud de la misma Iglesia durante el desarrollo de la Guerra Civil, haciendo justicia a algunos lugares comunes del vulgo.
 
El libro también está avalado por la presentación que hace de él el historiador hispano Vicente Cárcel Ortí (autor de una monumental historia de la persecución religiosa en España en varios volúmenes), así como por un índice nominal y una amplia bibliografía actualizada sobre la última producción historiográfica internacional.

 
DATOS DEL AUTOR Y DEL LIBRO
Mario Arturo Iannaccone

PERSECUZIONE
La repressione della Chiesa in Spagna fra Seconda Repubblica e Guerra Civile (1931 – 1939), Lindau, Torino, 2015,

613 páginas, 34,00 euros 



Recensión publicada originalmente en italiano, bajo el título "Guerra di Spagna. Le verità nascoste di un massacro" en: Destra.it

martes, 24 de marzo de 2015

¿POR QUÉ EN ANDALUCÍA SALE SIEMPRE EL PSOE?



Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor


Dizque autoproclamados “analistas”, durante los venideros días habidos y por haber, hablarán como sacamuelas intentando descifrar el enigma: ¿Por qué en Andalucía sale siempre el PSOE?

Poco o nada importa lo que digan los habituales charlatanes, ganapanes y juntaletras. Pero sí importa el hecho que un servidor tiene a bien desmenuzar:

Durante el muy convulso siglo XIX, Mendizábal, el sefardita de Gibraltar, con la Desamortización de las tierras eclesiásticas, logró que especialmente en Andalucía, muchos campesinos libres e incluso arrendatarios pasaran a ser jornaleros de latifundios que se habían vendido a precios de saldo entre amigotes, mayormente aristócratas, burgueses y nuevos ricos. Todo ello servía, por supuesto, para pagar la Guerra Carlista y regalarle las minas a la familia Rotschild, mientras que el imperio británico y la Francia orleanista ayudaban a asentar el régimen liberal contra el que se desangraba buena parte del pueblo español, que apoyaba al carlismo (1). El resultado de siete años de guerra fue desastroso. Durante todo el siglo XIX se sucedieron distintos golpes y espadones. Para el caso, el campo andaluz había quedado desprotegido y desamparado, a merced de todas las rapiñas, y de una inseguridad galopante. Asimismo, tras la Tercera Guerra Carlista, el pueblo ve como muy buena parte de la clerecía bendice a los que hacía no muchos años habían desamortizado a tutiplén.

Por supuesto, los alandalusistas, siempre con nulo predicamento popular, echarán la culpa de todo a los godos, la Reconquista, Castilla y demás palabras que ellos quisieran  hacer sinónimos de males universales. Pero bueno, por algo son por y para el sistema: Para marear la perdiz y dificultar que se halle dónde está la raíz del mal.

Prosigamos: El siglo XX empezaban con un régimen absolutamente corrupto: El turnismo, antecesor legítimo y directo del régimen de 1978. De ahí hasta la nefasta y surrealista II República, que por fea tuvo hasta la bandera, y al franquismo. En dos siglos, el campesinado andaluz sufrió mucho. Y hablamos de muchas familias que se tenían que desplazar kilómetros para trabajar de sol a sol cobrando una miseria. Eso quema más que el cenicero de un bingo. Y cuando por fin se estaba mitigando eso, y también otras taras como el analfabetismo, ya vienen los 70 y, ¡oh!, lo que llaman democracia. Y eso llegaba mientras que muchos andaluces habían tenido que emigrar a otras partes de España y también al extranjero, y mientras que Barcelona se destapaba como la ciudad más próspera durante el franquismo. Con todo, en los mentados 70, lo peor del franquismo y lo peor del antifranquismo junto y revuelto deciden que haya café para todos y se inventan el estado de las autonomías. En el referéndum de Galicia se abstuvo el 70% del pueblo, y en Andalucía, el 63%. ¿Pero qué les importaba eso a los oligarcas, politicuchos y demás basura? Nos ponían una bandera islamista y p´alante. Derecha e izquierda se repartían los nuevos feudos como si de un tablero de ajedrez se tratase. ¿Y qué es lo que hizo el PSOE en Andalucía? Sustituir al Movimiento Nacional. Lo dice, entre otros, el republicano García Trevijano (2): El PSOE, en especial en la época de Felipe González, adoptó una psique similar para conectar con el voto andaluz. Otrosí, si antes los socialistas/marxistas se dedicaban a quemar iglesias y apedrear procesiones, comprendieron que si por algo se caracteriza el andaluz es por su apego a las tradiciones y a la familia. Carácter en verdad muy poco liberal; tal vez por eso en el XIX, los militares liberales estuvieron tan ocupados y preocupados en Andalucía. Bueno, pues en vez de apedrear procesiones, se sumaron a ellas. Y a aquellos campesinos que tenían las pieles curtidas y los bolsillos modestos, les prometieron, con lenguaje campechano, una especie de salvaguarda proteccionista que ya no era el chabacano caciquismo de Cánovas y Sagasta, sino un dinero contante y sonante como maná caído del cielo. Y eso a una masa de gente que sabía de verdad lo que era pasarlas canutas, que no se olvide. Y Chaves, hijo de un militar franquista, y Griñán, de un escolta de Franco...

Sumen todo eso y les saldrá una ecuación sociológica muy clara, sin pretensiones ideológicas/tertulianas que valgan. Aquí lo que cuenta es la seguridad de la paga y la estabilidad de la vida, que aunque se vaya estropeando, nos quede algo.

En fin: Por esto sale el PSOE en Andalucía. Y mientras haya régimen del 78, seguirá saliendo. No le den ideológicas vueltas al asunto.

Por cierto: Díganme una sola taifa/autonosuya que esté libre de caciquismo/clientelismo/inmovilismo/corrupción endémica sociopolítica… Y por favor, que más de uno deje ya de rasgarse sus vestiduras de fariseo al hablar sobre Andalucía y su gente, que ya está bien.








(1) Véase:MIS LECTURAS: "LA SEVILLA CARLISTA DE 1833-1840. L...





(2) Véase:
  1. García Trevijano desmonta al PSOE

    • Hace 1 año
    • 552 visualizaciones

lunes, 16 de marzo de 2015

"LA MISIÓN" O EL "MAL MENOR" COMO EL PEOR DE LOS MALES






CLAVES HERMENÉUTICAS
PARA COMPRENDER "LA MISIÓN" (1986), DE ROLAND JOFFÉ





Manuel Fernández Espinosa


La película "La misión" (1986) de Roland Joffé fue un éxito cinematográfico que podemos incluir entre las páginas más gloriosas del cine de finales del siglo XX. Abordando un argumento con base histórica, el director británico ofrece una aproximación a lo que fue el mundo de las reducciones guaraníes, fundadas y organizadas por los padres jesuítas, y su destrucción a manos de los intereses portugueses y españoles. En ese sentido, Portugal y España no escapan bien al juicio de la historia que nos ofrece Joffé.
 
Para no perdernos en un ejercicio de comparación entre el argumento de la película y la historia, vamos a exponer el meollo de la película, sin preocuparnos de la exactitud que guarde el producto cinematográfico con la historia. "La misión" se ambienta en la mitad del siglo XVIII, cuando portugueses y españoles llegan a un acuerdo para repartirse territorialmente la zona en la que están asentadas las misiones jesuíticas. Los jesuitas han ido congregando a los guaraníes dispersos en estas poblaciones, poniéndolos a salvo de la depredación esclavista. Sin embargo, Portugal y España han pactado ciertas transacciones territoriales y, para dirimir en el pleito que se produce entre la Compañía de Jesús y las coronas de Portugal y España (coaligadas estas contra las reducciones), el Papado envía al Cardenal Altamirano con el cometido de estudiar sobre el terreno la situación de esas misiones y determinar lo que han de hacer los jesuitas, considerando que el voto de obediencia al Papado obligará a los padres de la Compañía a retirarse.
 
La película es imposible de comprener sin reparar en que el siglo XVIII fue un siglo en que la Compañía de Jesús recogerá los frutos de la hostilidad larvada de largo: el jansenismo, el galicanismo y el regalismo borbónico han entrado en conflicto con la línea pontificia.
 
El jansenismo, por la parte teológica, había sido severamente neutralizado, o eso parecía: recordemos que, por ejemplo, el monasterio de Port Royal des Champs, uno de los focos principales del jansenismo, fue suprimido por bula papal a principios del siglo XVIII. Los jesuitas habían atraído la hostilidad de los partidarios del jansenismo, como Blas Pascal; y Voltaire, retrospectivamente, declararía sin ambages: "Se intentaba por todos los medios hacer odiosos a los jesuitas. Pascal hizo más: los puso en ridículo", volveremos sobre Voltaire más abajo. El jansenismo fue para el cristianismo una tendencia herética caracterizada por el rigorismo, la austeridad, la dureza de juicio, la soberbia, el falso misticismo y el desdén por la naturaleza humana. Aunque erradicado, algunas de sus ideas doctrinarias se mantuvieron en Francia como elementos supérstites tras la supresión eclesiástica de sus abanderados. Por otro lado, en el terreno político-religioso, con la Declaración del Clero de Francia del año 1682, había levantado la cabeza el galicanismo que postulaba que la primacía papal estaba limitada por el poder temporal de los príncipes y por la autoridad del concilio general y los obispos. El regalismo también disputaba al Romano Pontífice ciertos privilegios. Estos asuntos que constituyeron puntos de conflicto en el seno de la Iglesia se desarrollaron propiamente en el siglo XVII, pero eclosionarían en el XVIII, siendo reactivados con virulencia por la ilustración más anticristiana y revolucionaria.
 
Sin esas claves es imposible comprender "La misión".
 
En la película, la Corona de Portugal y la de España están representadas, respectivamente, por un político maquiavélico servidor del Marqués de Pombal y por un español que, a sabiendas de la ilegalidad que comete, trafica con esclavos. Ambos están de acuerdo de consuno en arrebatar su presa a los padres jesuitas: el territorio, para Portugal; y los indios, otra vez dispersos en la jungla, para el traficante esclavista. Los actores que llevan el mayor peso de la película (Jeremy Irons y Robert de Niro) encarnan, como no podía ser menos, a dos jesuitas que, a la vez, son expresión de dos tendencias espirituales que van de la mano hasta que estalla el conflicto: la contemplación y la acción.
 
Robert de Niro (en la película Rodrigo Mendoza) era un desalmado, mercenario y cazador de indios para venderlos como esclavos. Sin embargo, la vida le ha dado un vuelco, siendo rescatado de la desesperación por el P. Gabriel (el actor Jeremy Irons). Mendoza con el P. Gabriel y otros jesuitas ha marchado a la reducción que ha levantado el P. Gabriel y, con el tiempo, Mendoza que ha experimentado una conversión que le lleva a pedir su admisión como novicio en la Compañía de Jesús.
 
El litigio sobre el futuro de las reducciones, ante la autoridad eclesiástica que se asienta en el Cardenal Altamirano, pone de manifiesto las habilidades políticas del portugués y la brutalidad del español. El Cardenal Altamirano estudia el asunto, escuchando a las partes e incluso visitando las misiones, sin embargo la presión que ejerce el comisionado del Marqués de Pombal, amenazando con la expulsión de la Compañía de Jesús en los reinos del Viejo Continente, hará inclinarse al Cardenal Altamirano por lo que llamaríamos "el mal menor": en la credulidad de que los jesuitas serán respetados en Europa si la Iglesia cede en América, el Cardenal Altamirano termina ordenando la retirada de los jesuitas y la supresión de las misiones, dictaminando a favor de portugueses y españoles. Ante la orden pontificia, el P. Gabriel se queda con los indios, pero Rodrigo Mendoza empuña las armas.
 
Dejando a un lado las muchísimas consideraciones que se pueden hacer sobre el cuadro psicológico de los personajes, interpretados magistralmente por Jerimy Irons y Robert de Niro, la lección que se extrae de la película es una que, según las críticas, no hemos visto lo suficientemente patentizada y que podemos sintetizar muy brevemente así.
 
La cesión al chantaje de los poderes temporales constituye siempre la peor de las opciones prácticas que se pueden adoptar: el "mal menor" se muestra en sí como la opción más deplorable de todas. El Cardenal Altamirano cede las misiones, creyendo que así librará a la Compañía de Jesús de una persecución en los reinos europeos, pero: ¿qué ocurrió después?
 
En 1759, el Reino de Portugal expulsa a los jesuitas bajo acusación más que dudosa que levanta el Marqués de Pombal.
 
En 1762, es el Reino de Francia el que declara fuera de la ley a la Compañía de Jesús.
 
En 1767, el Conde de Aranda lleva en secreto todas las disposiciones que comportarán la expulsión de la Compañía de Jesús y ésta se ve suprimida en el Reino de España.
 
Otros reinos siguieron la persecución escalonadamente, incluso el Papa Clemente XIV tiene que verse obligado bajo presiones a la disolución de la Compañía de Jesús en 1773.
 
En cuestión de unas décadas, el plan que Voltaire expresaba a Helvetius en 1761, se había consumado. Le decía Voltaire a Helvetius: "Cuando hayamos destruido a los Jesuitas lo tendremos muy fácil con l´Infâme."
 
"La Infame", en el vocabulario volteriano, era la Iglesia. Para "aplastarla" ("Ecrasez l'Infame!", exhortaba Voltaire) había que eliminar al ejército de San Ignacio de Loyola. Y a ello se emplearon con saña los enemigos de Cristo. 
 
Los intereses de Roland Joffé en el momento en que dirigió "La misión" eran otros muy distintos. En aquel entonces, años 80 del siglo XX, la sedicente "Teología de la Liberación" todavía estaba de moda. Era normal que un director como Joffé, agnóstico y socialista, quisiera lanzar al mundo lo que pudiera entenderse como un alegato a favor de la Teología de la Liberación, pero el producto final de su película trasciende el contexto ideológico e histórico en que la realizó y sus propósitos. Posteriormente, Joffé ha hecho otras películas que pueden entenderse como incursiones para comprender el desarrollo de la historia de la Iglesia Católica; así lo intentó en 2011 con "Encontrarás dragones", pero ésta es una película más floja. "La misión", en cambio, sigue vigente como un clásico y, no nos cabe duda, en ella encontró motivo de inspiración Mel Gibson para algunas escenas de Apocalypto (que ya hemos tratado en RAIGAMBRE).
 
Que un director agnóstico e izquierdista muestre tal grado de interés y respetuoso tratamiento para con temas eclesiásticos es un motivo que debiera hacerles pensar a muchos izquierdistas españoles, siempre tan beligerantes contra la Iglesia Católica, tan "profesionalmente" anticlericales. Pero, ya lo sabemos: en España siempre vamos detrás de los curas, o con un palo o con una vela.  

martes, 3 de marzo de 2015

¿PATRIOTISMO REPUBLICANO?

Imagen de www.biografiasyvidas.com


Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor


En estos aciagos días vemos cómo muchos dizque patriotas se acogen al republicanismo como el maná para la salvación patria. Ante el papelón ejercido por toda la casta del ¿abdicado? Juan Carlos, con toda la endémica corrupción del sistema, parece que la república se presenta como un plan mesiánico y arrebatador para nuestro futuro. Y esto ya resulta algo cansino e incoherente, porque no entendemos cómo se puede ensalzar el legado de los Reyes Católicos o de los Austrias mayores y acto seguido denostar la monarquía. Mucho ojo con esto, porque no estamos ante patriotismo, sino ante nacionalismo en todo caso, y nos explicamos:

-España jamás fue una república. Nuestra conciencia se engendra bajo la forma imperial romana y nuestra confirmación es bajo el reino visigodo, aun estando muy cerca el imperio bizantino (que dominó partes de nuestra patria durante dos siglos). La España perdida se restituye bajo la forma monárquica luchando contra el islam. Y esto se quiebra, con todos los matices que hay en el camino, cuando en 1833, buena parte de la nobleza y el ejército, con la ayuda del imperialismo británico y mercenarios de la Francia orleanista, dio un golpe de estado para imponer un liberalismo contra el cual la población se había desangrado años antes. Lo que sigue, hasta nuestros días, es consecuencia de eso, y no de la monarquía, ni tan siquiera de los Borbones propiamente dichos.

-Otrosí, está la leyenda rosa austracista (1) que algunos esgrimen con aires de grandeza. Y claro, naturalmente, si nos fijamos en los Austrias Mayores, todo nos parecerá parabienes. ¿Pero y los Austrias Menores? Digo, siendo fríos, ¿no se separó Portugal y perdimos nuestra hegemonía en Europa con la Casa de Austria? Y luego la Guerra de Sucesión a principios del siglo XVIII: ¿Por qué el archiduque de Austria irrespetó el testamento de Carlos II e invadió la Península aliado de Holanda y el imperio británico, los peores enemigos de España? Porque es gracias a la usurpación del irresponsable archiduque austríaco que los peores enemigos de España entraron a saco en nuestro propio y sagrado suelo.

Cierto es que el XVIII se caracterizó por el despotismo ilustrado, régimen nefasto que engendró monstruos, pero eso no es algo exclusivo de los Borbones, ni tan siquiera de Francia. El pombalismo portugués, el josefismo austriaco o la Rusia de Pedro el Grande son testimonios de cómo esta corriente política corrió como la pólvora por la Europa engendrada por la paz de Westfalia.

Y así como hubo reyes Austrias malos, también hubo Borbones buenos, como por ejemplo Fernando VI, gran regenerador de la economía nacional y artífice de una reconstrucción pacífica y de la confirmación de una de las marinas más potentes del mundo. Igual que hubo reyes godos malos y buenos, y reyes astures, castellanos y aragoneses malos y buenos. Al igual que hay españoles malos y no por ello se cree que haya que desaparecer España, lo mismo podemos decir para con la monarquía; máxime cuando esto que padecemos desde 1833 no es una monarquía propiamente dicha. De hecho, el régimen del 78 es parecidísimo al de una república; tanto así, que en verdad no se distingue.

-La república, en nuestra tierra, jamás ha arraigado ni jamás se ha preocupado por hacer patria. La primera fue un sainete que no llegó ni al año y que provocó un desenfreno sociopolítico que supo aprovechar, por desgracia, el liberalismo. La segunda, comenzando por una ridícula bandera que nada tiene que ver con nuestra historia, nos trajo cinco años de ignominia, para que al cabo del tiempo hayamos vuelto al mismo punto de partida. Porque reiteramos: En verdad, el republicanismo no empezó en España en 1873, sino en 1833, con el golpismo liberal que, asimismo, venía de haber pactado la secesión de los virreinatos americanos. No es casualidad que Maroto y Espartero, los artífices de la gran traición al pueblo carlista, combatieran juntos en Ayacucho, donde acabaron de traicionar la lucha realista indiana, como Pablo Morillo la traicionó en Venezuela, abrazándose con Bolívar e indultando, entre otros, al asesino Arismendi; como los liberales La Serna y Canterac la traicionaron en el Perú, dándole carta libre a su camarada San Martín, en verdad soldado español durante más de dos décadas y licenciado del ejército en plena guerra contra Napoleón. Luego todos serían artífices del liberalismo, y aliados de Inglaterra, el mismo aliado que tuvo el famoso archiduque de principios del XVIII, “casualmente”.

-No se engañen, “patriotas republicanos”: No están ante nada nuevo ni nada bueno. La historia es compleja y procelosa, y no hay que tomarla como la oferta más conveniente de un supermercado, porque si nos empecinamos en determinadas adaptaciones y conveniencias “ideológicas”, al final repudiarán a Blas de Lezo, gran héroe partidario de Felipe V, quien como la gran mayoría de vascongados y navarros, luchó por su rey legítimo (y no por una “nación-estado” que entonces no estaba en la cabeza de nadie) contra la invasión austríaca, holandesa y británica; siendo pueblos especialmente recompensados por los Borbones. Igualmente lo fue Cataluña al poco tiempo a pesar de haberse concentrado la resistencia austracista allí, pues de la época borbónica arranca el proteccionismo económico que hace que sea la burguesía catalana la que dirija la economía española; del XVIII es cuando se abole el tradicional y floreciente monopolio comercial andaluz-americano, saliendo beneficiados ciertos puertos catalanes. Asimismo, la bandera roja y gualda data de la marina de Carlos III.

Así las cosas, un servidor no intenta “vender” nada, pero visto lo visto, no está de más analizar la temeridad y demagogia de algunos irresponsables que están azuzando un republicanismo totalmente carente de contenido y esencia, y que en nada va a ayudar a reconstruir una España perdida que necesita una Reconquista, mirándose en estas horas tan bajas en el espejo de Covadonga y los mozárabes, en sus raíces más íntimas y aguerridas, y no en experimentos que nunca han ido con lo nuestro.





Imagen de queaprendemoshoy.com





(1)Véase: Leyenda rosa austracista

sábado, 28 de febrero de 2015

28-f, CON "EFE" DE FERNANDO

 
 
MANIFIESTO FERNANDINO
 
 
Nosotros, andaluces de las actuales provincias de Andalucía, orgullosos de nuestra tierra, de nuestra identidad y de nuestras raíces amamos a nuestra Patria y queremos celebrar nuestro Día de Andalucía ofreciendo este manifiesto a todas las asociaciones, de la naturaleza que sean (juveniles, culturales, deportivas, sociales, y cualquier otro tipo de colectivos establecidos en nuestra comunidad autónoma, etcétera…), con la sola condición de que sean asociaciones que arraiguen en Andalucía, para que las mismas puedan adherirse a este Manifiesto desde el momento en que lo hacemos público y sin que se clausure bajo ningún plazo establecido.Redactamos este Manifiesto para expresar pública, libre y voluntariamente que:

1º. Reconocemos como Padre de Andalucía a Fernando III “el Santo”, Rey de Castilla, Toledo, León, Galicia, Sevilla, Córdoba, Murcia, Jaén.Siéndolo, en primer lugar, por las cualidades humanas que concurrieron en su personalidad histórica, reconocidas por sus vasallos y enemigos; pues, tal y como reza su epitafio, Fernando III el Santo fue “el más leal, el más verdadero, el más franco, el más esforzado, el más apuesto, el más granado, el más sufrido, el más humilde”. En segundo lugar, es Padre de Andalucía por la proyección histórica de su labor reconquistadora, incuestionable causa de nuestra actual Andalucía (progenitor inmediato de los Reinos de Jaén, Córdoba y Sevilla cuando los reconquistó por su propio brazo; ancestro mediato del resto de provincias hermanas que si no lo tienen como Padre, bien lo podrían tener como Abuelo). La paternidad histórica de Fernando III el Santo no puede rechazarse por ningún andaluz bien nacido; sólo un ignorante podría abjurar de su verdadero origen.

2º. Bajo la égida de la regia figura de Fernando III el Santo fueron felizmente reintegrados a España los territorios españoles que sufrieron siglos de infeliz y terrible esclavitud, sometidos a una cultura extraña y fanática, brutal e invasora que reconocemos como hostil a nuestras libertades y ajena a nuestro propio ser andaluces.

3º. Por las felices victorias del Rey Fernando III se establecieron en nuestro amado suelo patrio nuestros antepasados; solar que les fue arrebatado mediante una invasión: por la fuerza bruta, cruel y sanguinaria, y por la traición de algunos. Siglos y siglos de tinieblas fueron los que sufrió Andalucía, bajo un poder extraño que la sumergió en la noche más lóbrega y sórdida de la barbarie. Fernando III trajo la luz.

4º. Nos vemos forzados a reclamar la paternidad histórica de Fernando III el Santo, tras haber sido puesta en cuestión por nuestro Parlamento de Andalucía cuando, en 1983, impuso -en el Preámbulo del Estatuto de Autonomía para Andalucía- como “Padre” de la misma a un personaje partidista, que ni representa ni puede representar legítimamente a la totalidad del pueblo andaluz, por mucho que sus partidarios le presupongan una paternidad que dicho personaje –cuyo nombre silenciamos a propósito- no puede tener.

5º. Reclamamos que las autoridades políticas de la Comunidad Autónoma Andaluza reconozcan a Fernando III el Santo como indiscutible y exclusivo Padre de Andalucía. Será así como podrán suturar el abismo que la clase política abrió entre ella y el auténtico pueblo andaluz que dice representar. Para que la distancia que cada vez separa más a la clase política del pensar, el querer y el sentir del pueblo no se agrande más.Y, para que ello surta efecto, suscribimos este manifiesto, el cual se hará público todos los 28 de Febrero, Día de Andalucía, para que todos los 28 de Febrero, éste como los que estén por venir, se escriban con “F” de Fernando, y no con “F” de Falso.

jueves, 26 de febrero de 2015

NUESTRA MADRE PATRIA ROMANA CONTRA EL 28-F

Por Antonio Moreno Ruiz

Historiador y escritor




Gracias a Dios, fuimos los andaluces los que hicimos del español una lengua universal. Fue nuestra fonética y nuestro vocabulario la que impregnó a nuestros hermanos canarios e hispanoamericanos. Fueron nuestros marinos, junto a los vecinos portugueses, los que abrieron el Atlántico como Mare Nostrum. Tal vez no sea casualidad que cuando más se ensancharon los lindes del Imperio Romano fuera con los emperadores Trajano y Adriano, ambos nacidos en la Bética.

Con Roma fuimos una provincia política durante seis siglos, con constante contacto etnocultural. Es por ello que hablamos una lengua latina y nos regimos por el Derecho Romano. Y no en vano los romanos dijeron que los turdetanos eran los más cultos entre los iberos. También hubo presencia céltica entre nosotros. Y colonos fenicios y griegos. Antes de Roma, la Roma Eterna a la que luego volvimos por los fueros de Fernando III el Santo, rubricando a posteriori los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón; recordando, a su vez, que fuimos parte del Reino Visigodo de Toledo, y que vimos muy de cerca la presencia bizantina en el solar ibérico. Así, el legado romano se transformó y retroalimentó.

Alándalus, se nos dirá. Pero no es lo mismo Roma que Alándalus para nosotros. Alándalus fue todo el territorio musulmán de la Península Ibérica, las islas Baleares, y parte del norte de África. La invasión bereber, comandada por caudillos árabes, le cambió el nombre al país, cosa que no hicieron ni visigodos ni bizantinos, que siempre hablaron de Spania. Y es que en verdad en árabe también se dice así, pero los musulmanes tuvieron muy claro que ellos querían forjar otra cosa. Sin embargo, hubo resistencia, y a pesar de que no pocos se convirtieron al islam y pasaron de ser hispanos a andalusíes, tanto la victoria de Covadonga como la resistencia de los cristianos mozárabes, que mantuvieron el legado hispano-visigótico, nos permitió recuperar España y volver a nuestro lógico curso histórico-cultural, forjando nuestra comunidad geográfica con ciertos caracteres culturales comunes y políticamente insertados en la Corona de Castilla. Sin problemas y a mucha honra. Hasta que el liberalismo nos desgajó, y hasta ahora...

Somos tierra de frontera y no rechazamos ninguna influencia, como tampoco hay que rechazar que elementos tan característicos de Alándalus como el arco polilobulado sea de origen bizantino y el de herradura visigótico. La originalidad de nuestro solar impregnó a los llegados de fuera y se formó algo único y diferente del resto del mundo mahometano por eso mismo; toda vez que Alándalus se desgajó del califato y pasó a ser un emirato independiente, cuya fuerza en verdad llegó al valle del Ebro, pues allí los dirigentes, muchos descendientes de muladíes hispanos, poca obediencia le prestaban a Qurtuba. La unidad política de Alándalus siempre fue débil, y se rompió en numerosas taifas al cabo de cuatro siglos; no sin antes haber avisado nuestro paisano Ben Hafsun con su indómita rebeldía anticalifal de lo que se podía venir encima.

Definitivamente: Alándalus no es comparable a Roma.

Por eso, ¿qué tenemos que celebrar el 28 de febrero? Absolutamente nada. Ni tan siquiera Blas Infante celebró nada ese día. Porque el 28 de febrero es el aniversario de la autonosuya de 1980; "autonosuya" que más del 60% de los andaluces se negó a votar, recordamos; al igual que el pueblo andaluz nunca votó en su día por Blas Infante, cuyas teorías nunca tuvieron predicamento en nuestros pagos. Blas Infante quería celebrar el 4 de diciembre, evocando una revuelta campesina que hubo en Cádiz en el siglo XIX, dizque apoyada por los federalistas. Pero ni los mismos "andalucistas" lo respetan, porque en verdad, no les interesa más que el clásico "divide y vencerás" y de paso, saquear a placer.

 En realidad, Blas Infante no salió nunca de indigestas elucubraciones, empezando misma bandera, de reminiscencias islámicas, incomprensible y antipática aún hoy en día para muchos andaluces. Y parte del pueblo andaluz, que ha tomado este símbolo "folclóricamente", es porque no sabe su significado, porque cuando se entera, provoca lógico e inmediato rechazo.

Estamos muy orgullosos de nuestro inmenso e intenso legado y es por ello que rechazamos las mixtificaciones románticas extranjeras del siglo XIX y el politiqueo del siglo XX; politiqueo que busca enfrentarnos y dividirnos entre españoles, con diferencialismos exagerados, deformados y absurdos. Y si bien España es una nación diversa y ese tesoro hay que amarlo, respetarlo y venerarlo, ¿cuál no lo es? ¡Qué poco se ha viajado por el mundo cuando se insiste en la "excesiva diversidad" de España!

Y bueno, ¿no hacen apología de la libertad de elección? Pues nosotros elegimos no celebrar a Blas Infante, ni a su bandera (que no es la de Andalucía), ni a una "autonosuya" de caciques corruptos que van desde la derecha liberal a la extrema izquierda con los mismos y cochambrosos intereses contra nuestra tierra y nuestra gente. Es evidente que nuestra madre patria es Roma, y no Arabia. Y que un andaluz es más parecido a un napolitano que un moro,  y que de hecho, nos adaptamos antes a Italia o a Grecia que al Magreb; y no digamos ya nuestra íntima relación con portugueses, manchegos o canarios.

No, definitivamente no tenemos nada que celebrar el 28 de febrero, al contrario. Y hablamos claro:


ESTE ES EL PADRE DE NUESTRA PATRIA:




ESTAS SON NUESTRAS BANDERAS:







ESTOS SON NUESTROS MANIFIESTOS: 


EL BLOG DE CASSIA: MANIFIESTO EN FAVOR DE SAN ...










¡VIVA ANDALUCÍA, QUINTAESENCIA DE LAS ESPAÑAS!





miércoles, 25 de febrero de 2015

SEFARAD RESTAURÁNDOSE







Pedro Sáinz Rodriguez



EL SEFARDISMO RETORNADO
Manuel Fernández Espinosa
 
Pedro Sáinz Rodríguez (1897-1986) fue uno de los intelectuales de gran fuste que tuvo España en el siglo XX. Filólogo, bibliógrafo, escritor, editor, también ejerció el papel de conspirador en los trabajos preparatorios del 18 de Julio de 1936. Católico y Monárquico, Sáinz Rodríguez era un adicto a Alfonso XIII y, tras la muerte de Alfonso XIII, rindió pleitesía a Don Juan (el Rey de Luis María Ansón).

Sáinz Rodríguez formó parte del Alzamiento Nacional de 1936 y fue nombrado ministro de Instrucción Pública en el Primer Gobierno Nacional de España (1938-1939), sin embargo, su lealtad a Alfonso XIII y, más tarde -como hemos dicho- a Don Juan de Borbón y Battenberg perjudicó la carrera política de Sáinz Rodríguez durante el franquismo, forzándole incluso a tomar el camino del exilio a Portugal.

Sus relaciones con Francisco Franco se deterioraron cuando Francisco Franco decidió decretar la persecución de la actividad masónica en España, implantando el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo. Sáinz Rodríguez se queja en sus memorias del simplismo de Franco y alega en su defensa que él no era masón, contra lo que Franco y el círculo franquista propalaban sobre él. Creemos -aunque es una conjetura- que, en efecto, Sáinz Rodríguez nunca fue masón, pero tal vez fuesen otras las razones por las cuales los hombres de confianza y más afectos a Franco la emprendieron contra Sáinz Rodríguez.

En tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera, Sáinz Rodríguez había trabajado para la editorial CIAP. Las siglas CIAP responden a COMPAÑÍA IBERO-AMERICANA DE PUBLICACIONES, aunque en un principio se llamó Compañía Ibero-Africana. La gerencia de esta editorial estaba a cargo de Manuel L. Ortega Pichardo "que había vivido en la zona española de Marruecos [...] publicó un libro sobre "Los hebreos en Marruecos", antes de existir la CIAP y una "Historia de Ceuta", con especial atención a los sefardíes y con un estudio del doctor Pulido, personaje relacionado con el retorno del judaísmo a España en la primera mitad del siglo XX." (La cita es del mismo Pedro Sáinz Rodríguez en su libro "TESTIMONIO Y RECUERDOS").

Sin embargo, aunque Ortega Pichardo figuraba como fundador de la CIAP, la editorial era de capital hebreo. Ignacio Bauer, judío, escritor, bibliófilo y autor de "Apuntes para una bibliografía de Marruecos", además de "Relaciones de África" y "La misión franciscana de Marruecos" era el hombre clave. Ortega Pichardo preparó una "Biblioteca de los sefardíes" y la editorial planeó el "asalto" al mercado peninsular e iberoamericano, estableciéndose en Madrid y solicitando la colaboración profesional de Pedro Sainz Rodríguez. Éste, como cándido e ingenuo intelectual, aceptó y trabajó para CIAP -con mucha probabilidad sin saber, en ese momento, lo que se estaba cuajando.

El Doctor Ángel Pulido Fernández (1852-1932) promovía desde 1904 la campaña filosefardí en España, tras haber tomado contacto con comunidades descendientes de antiguos judíos sefardíes. Y Pulido era uno de los colaboradores de CIAP, como otros prominentes filojudíos, por ejemplo: Méndez Bejarano o el gran traductor Rafael Cansinos Assens. En 1920, a iniciativa del Doctor Pulido, se fundó la Casa Universal de los Sefardíes. La editorial CIAP empleó a Pedro Sáinz Rodríguez a manera de relaciones públicas, así lo hizo cuando lo envió a Iberoamérica para abrir mercado.

Estas relaciones de Sáinz Rodríguez con una editorial tras la cual se adivinaba el capital judío, así como la campaña de rehabilitación de los sefardíes, promocionada por el Doctor Pulido y jaleada por todas las logias españolas no pasaba desapercibido para los servicios secretos franquistas que, en esos entonces, podemos decir que eran unos de los más eficaces de toda Europa.



Lo del "contubernio judeo-masónico" era algo más que una figura retórica del franquismo. Franco sabía que las relaciones bilaterales entre la Segunda República Española y la comunidad judía, a través de diversos representantes y dirigentes político-religiosos judíos, habían sido clave y los hombres del CIAP no eran ajenos a esos tejemanejes.

Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo

Lo curioso del caso es que, en toda la falsa retórica de los masones que instauraron la Segunda República Española, siempre se argumentó el manido tema de la "reparación": ¿a qué reparación se referían? Sabido es que en 1492 los Reyes Católicos promulgaron el edicto de expulsión de los judíos que no se bautizaran. Durante siglos este decreto estuvo vigente. Sin embargo, la Segunda República Española llegaba tarde a la derogación de este decreto de expulsión de los judíos (y no digamos la más reciente medida, consumada por el ministerio de Ruiz Gallardón). Gobiernos masones anteriores se habían anticipado a Ruiz Gallardón y a la II República; ésta es otra de las historias muy poco conocidas que arrojan luz sobre el asunto.

La Gran Logia de Rumanía reconocía en 1880 al Oriente masónico presidido por Práxedes Mateo Sagasta, pero a cambio exigió que el gobierno español levantara los impedimentos que, por el decreto de los Reyes Católicos de 1492, se ponían en España contra el establecimiento de la comunidad judía. No hubo problema ninguno para realizar la transacción de favores, dado que Práxedes Mateo Sagasta y su alegre pandilla de compadres masones formaba el mismo gobierno de España. Don Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo, conspicuo ministro de la camarilla de Sagasta, se apresuró a derogar el decreto de los Reyes Católicos.

Con estos "movimientos tácticos" en el orden legislativo (realizados servicialmente por los hermanos masones; que a la vez eran los prohombres de la política liberal) a principios del siglo XX todo estaba dispuesto para que apareciera el Doctor Pulido, viajando por el Mediterráneo y redescubriendo las comunidades sefarditas, para invitarlas a regresar a España reivindicando la "Reparación" que supuestamente la nación española le debía a los descendientes de aquellos expulsados. Mientras tanto, para preparar la campaña de propaganda que abriría de nuevo las puertas de España a la diáspora sefardí para imponer Sefarad, dos periódicos se emplearon a fondo: "La Raza" y "El Pueblo", con D. Manuel Ortega Pichardo al frente que, con el banquero judío establecido en Madrid, Señor Dreyfus, había fundado la C.I.A.P. (COMPAÑÍA HISPANO AMERICANA DE PUBLICIDAD), a la que aludimos más arriba. Digamos también que el inversor de la C.I.A.P., el banquero Dreyfus se casó con la hija del Doctor Ignacio Bauer, al que también aludíamos más arriba. El Doctor Bauer era, por cierto, nieto de uno de los hombres clave de la Casa Rothschild en España.

sábado, 21 de febrero de 2015

EL LAICISMO VIRULENTO

 Foto de Manolo Fernández.
 
 
Y SUS TAMBORES DE GUERRA

Manuel Fernández Espinosa

Se oyen tambores de guerra: la izquierda laicista toca zafarrancho de combate contra la enseñanza de la religión católica en la escuela pública: "...aunque realizaremos actos antes del verano, la gran batalla comenzará a partir de septiembre", así lo anunciaba Francisco Delgado, presidente de Europa Laica, (ESCUELA, periódico profesional de la escuela española, fundado en 1941, núm. 3.979, 11 de abril de 2013). Yo no sé al lector, pero a mí cada vez se me hace  más insoportable la retórica belicista (gran batalla) que emplean gentes que gastando esa agresividad, van luego y, entornando los ojos hipócritas, vomitan por la boca sus vaniloquios sobre valores democráticos. Es de un sentimentalismo viscoso y me da asco, no soporto que intolerantes de este tipo pongan en su boca la palabra "tolerancia" (a manera de salvoconducto con el que cometer sus intolerancias). Verlos fruncir sus labios en pucheritos, cuando se habla de "paz", "tolerancia", "solidaridad"... Me parece una pantomima grotesca.
 
Pero así están las cosas. La crisis económica hunde a pique la sociedad de bienestar española, pero la izquierda siempre tiene la misma solución: la Iglesia es la culpable. Cuando el Imperio Romano de Occidente se desmoronaba, no faltaron patricios romanos que señalaron a la Iglesia católica como la culpable del saqueo de los godos: haber dejado de adorar a los viejos dioses paganos -se decían, supersticiosos- había traído como consecuencia ese "castigo". Para responderle a esa mojigata gavilla de paganos escribió San Agustín de Hipona una de sus obras más imperecederas: "De civitate Dei". En los tiempos presentes, la izquierda señala con el dedo otra vez a la Iglesia católica: como nuevos paganos supersticiosos que ven en la fe cristiana el principal enemigo de la sociedad. Ni un laicista de estos ha montado, solo o con sus conmilitones, un solo comedor social; pero con sumo gusto corren prestos a ponerse a la vanguardia de todo piquete que clausure los comedores y centros asistenciales cristianos.
 
La separación entre Iglesia y Estado es una realidad. Es otra cosa la que los laicistas anticristianos pretenden, aunque dudo mucho que sean capaces ni siquiera de advertirlo por sí mismos. Lo que a ellos les hace echar espumarajos por las fauces no es que la Iglesia y el Estado puedan estar confundidos. No hay alianza entre Trono y Altar, ni mucho menos. Hace tiempo que el Estado y la Iglesia no son lo mismo, aunque los laicistas viven siempre con un evidente retraso. Esa promiscuidad entre Iglesia y Estado pudo darse en algún momento de la historia (que tampoco lo creo), pero actualmente no sucede. ¿Qué es lo que buscan entonces, si Estado e Iglesia están separados?
 
Lo que los laicistas no pueden tolerar es que la Iglesia esté entreverada en la sociedad. Por eso hacen tronar las trompetas para entrar en batalla. Los laicistas patalean cuando ven que un niño se persigna; les da taquicardia, cuando sale una procesión; les da el Baile de San Vito si ven que una calle lleva el nombre de un santo; les salen erupciones cutáneas si oyen tañir las campanas de un templo cristiano... Y, cuando comprueban que la sociedad todavía sigue siendo cristiana, se acuerdan de Santa Bárbara. En fin, ¿es o no es así? Es así, tal y como digo. Que se dejen de milongas, por lo tanto, y le llamen a las cosas por su nombre: que no confundan el Estado y la sociedad. El Estado español puede ser aconfesional, incluso podría llegar a ser algún día laicista. Pero la sociedad española, pese a haber sido víctima de un ambicioso proyecto de descristianización, sigue siendo cristiana a duras penas, a trancas y barrancas. Y eso es lo que no soportan estos laicistas.
 
Es un problema de impaciencia y de inadaptación: su utopía social tarda en llegar. Se ha depauperado, convirtiéndose de "paraíso en la tierra" en una "sala de espera" sin crucifijos. Esa utopía en la que están soñando es tan pobre que se ha reducido al delirio de una sociedad sin cristianismo. Y se enfadan, como un niño caprichoso al que no le salen las cuentas. En una sociedad con dos mil años de tradición cristiana, los laicistas son eso: unos inadaptados.
 
Escribía Julio Camba, alguien que no es sospechoso, precisamente, de integrista católico: "Si en un país católico separa usted la Iglesia del Estado, a quien perjudicará usted será al Estado y no a la Iglesia". Podríamos parafrasearlo, para esta ocasión hodierna: "si en un país católico separa usted la Iglesia de la sociedad, a quien perjudicará usted será a la sociedad".
 
Y si no se lo creen, que vayan a preguntárselo a la sociedad; y por sociedad me refiero a todas las familias que, no hallando un plato de comida ni ropa, van a recogerlos a la Iglesia.

domingo, 15 de febrero de 2015

LA INGLATERRA SECRETA (III)

 
Felipe III, Rey de España

LUISA DE CARVAJAL EN SU "ORÁN"


Manuel Fernández Espinosa



Más o menos un año después de vivir bajo el amparo de la embajada española en Londres, Luisa de Carvajal se decide a buscar una casa propia. Don Pedro de Zúñiga, a la sazón embajador, sintió mucho que Luisa se expusiera a tanto riesgo y trató de convencerla recurriendo a la peor amenaza para ella, la de vetarle el paso a la embajada española que era uno de los lugares donde se permitía, digamos que por inmunidad diplomática, la Santa Misa en todo Londres. La brava extremeña no se detuvo ante aquellas amenazas que, todo sea dicho, procedían del buen amor que le tenía el embajador a su compatriota.

Ella abandonó la embajada española y con dos doncellas que le prometieron seguirla a todas partes venciendo el miedo a la persecución, hizo su mudanza. En aquellos tiempos para que una mujer pudiera habitar a solas en una casa de Londres no podía hacerlo sin un hombre, por ello Luisa tuvo que buscar a un hombre honrado que, viviendo bajo el mismo techo que ella, le pudiera permitir habitar casa propia. Este hombre fue el francés Lemeteliel y su esposa (un matrimonio sin hijos), los cuales habían sufrido cárcel en Londres, así como la pérdida de sus bienes por ser fieles a su fe católica. La casa en que se instala Luisa, sus dos doncellas y el matrimonio Lemeteliel está, según el decir de ella: "sola, aunque muy cercada de protestantes alrededor", tenía que ser una casa chiquita, pues cuenta que aunque era de habitaciones bonitas, era "como para muñecas los aposentos della". Los viernes eran los días que más sufría Luisa, pues sus vecinos ingleses tenían la costumbre de reunirse en las casas y armaban mucho alboroto con sus francachelas. La pobreza en que vivía la comunidad que componía aquella casa llegó a oídos del Rey Don Felipe III de España y el Católico Monarca ordenó que la embajada asistiera a Carvajal con 300 reales al mes. Esta ayuda, caída del cielo, permitió emprender la labor apostólica; pero Luisa no acaparaba la limosna, sino que el dinero que de la embajada recibía lo daba a otros más pobres que ella, como era el caso de sacerdotes católicos ingleses que vivían en lamentable situación económica.

Luisa expone su plan a un religioso italiano en una epístola de julio de 1606:

"En sabiendo hablar suficientemente, tomando casa aparte con dos o tres compañeras, procuraré gastar mi tiempo en oración, lección y trabajo de manos Y acudiendo también al servicio y consuelo de los siervos de Dios lo que pudiere, no rehusaré las ocasiones que ofreciere Su [Divina] Majestad de tratar con los demás herejes en la más conveniente manera que me sea posible".




Y así lo cumplió. El trato que proponía mantener con los herejes no era otro que el de hablar con ellos, para convertirlos, demostrándoles el error en que estaban, empleando todo tipo de argumentos: históricos, teológicos, en fin, apologéticos. Empleó todo su vigor en esta empresa y obtuvo resultados en este apostolado frontal, de tú a tú, cara a cara:
"Los herejes mismos no se cansaban de oírla, y quedaban espantados de la viveza y claridad de sus razones y de la libertad y espíritu con que se las decía. Algunos confesaban que no hallaban la fuerza y virtud en las palabras de nadie como en las de doña Luisa." -cuenta el P. Valpolo en la biografía que escribiera de Luisa de Carvajal.

Valpolo cuenta casos de conversiones en los que tuvo parte la Carvajal. Gentes de todas clases fueron removidos por su celo apostólico: estudiantes, obreros, ancianos. Hubo incluso el caso de un predicador calvinista al que la española convenció de su error. El calvinista se convirtió, sufrió cárcel (adonde, por cierto, lo visitó Luisa). Cuando fue puesto en libertad Luisa le facilitó el paso a Flandes y de Flandes este ex-calvinista viajó a España, terminándose por ordenar de sacerdote y profesando en la Orden de San Benito.




Pero, no obstante estos éxitos, tampoco podían faltar episodios desagradables. El mes de junio de 1608 tuvo el primero de estos encontronazos. Fue en Cheapside -en cuyo mercado ya llevamos contado que se concentraba el vecindario antipapista más acérrimo. Todo tuvo su origen en una disputa que Luisa mantuvo en el mostrador de una tienda, mientras se disponía a comprar paños. Como era su costumbre, sacó el asunto de la religión y discutió con un mancebo de la tienda. El debate fue tan acalorado que dio lugar a que intervinieran otros tenderos que se agolparon, acusándola de papista. Aquella polémica duró unas dos horas y no hubo quien doblara a Luisa en su firme defensa del Papado, de la Misa, los Sacramentos y el sacerdocio. Quince días después, al volver al escenario del incidente, algunos testigos la reconocieron y la denunciaron al juez del distrito. Ante dicho juez declaró estar presta a morir por Cristo. Por la noche la condujeron, con dos de sus doncellas, a la cárcel vecina. El criado Lemeteliel las acompañó, aunque no estaba detenido. Fue puesta en libertad por orden de Robert Cécil, Conde de Salisbury, que así quiso congraciarse con el embajador español. El tiempo que pasó en la cárcel lo empleó para hablar de religión con los presos que allí había.

María Ward

Por este tiempo fue cuando Luisa funda la Compañía de la Soberana Virgen María Nuestra Señora, cuyas Constituciones redactó ella misma y en las que se estipulaba los tres votos tradicionales de pobreza, castidad y obediencia y un cuarto voto, signo de la impronta ignaciana, como era el voto de obediencia al Romano Pontífice. Fundar en el mismo corazón de Londres, capital de Inglaterra, una congregación religiosa era, por supuesto, todo un desafío a la herejía. En la Congregación trazada por Luisa no había clausura y trabajó apostólicamente en el suburbio de Haigat y más tarde en la calle de Barbicán. El número de las que compusieron esta Compañía de la Soberana Virgen María Nuestra Señora fue siempre pequeño y fluctuante: algunas venían y muchas se iban, permanecer lo hicieron: Ana, prima hermana del P. Henry Garnet; Juana; Susana, de familia noble y Fé. La Congregación nacía con el espíritu combativo de no cejar en el empeño de convertir Inglaterra a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. La casa que más tarde ocupará con sus religiosas inglesas será llamada por Luisa, en sus cartas, con el beligerante nombre de "mi Orán" y téngase en cuenta la resonancia bélica que el nombre de la ciudad de Orán (hoy Argelia) tenía para un español de la época; hay que recordar que, a las órdenes del Cardenal Cisneros, la plaza de Orán había sido tomada en 1509 por los españoles, permaneciendo bajo dominio español hasta 1708). Por aquel entonces Mary Ward fundaba su Instituto y se tiene constancia de que la Ward admiraba a la española por los consejos que daba a sus hijas, pidiéndoles que fuesen tan fuertes y corajudas como Carvajal.

George Abbot, Arzobispo de Canterbury

A principios de 1613 fue nombrado embajador de España Don Diego Sarmiento de Acuña (luego sería Conde de Gondomar), que logró hacerse con las simpatías del Rey Jacobo I de Inglaterra. La amistad entre el embajador español y el monarca inglés puso celosos al gobierno anticatólico y antiespañol, a los anglicanos y, sobre todo, a los puritanos. Se publicó el libro del P. Francisco Suárez S. J. "Defensio fidei contra catholicae anglicanae sectae errores" en octubre de ese mismo año y, aireado en Inglaterra, aquel libro -que era una fuerte refutación a Jacobo I de Inglaterra en sus pretensiones contra el Papado- fue empleado por los enemigos del catolicismo como un motivo para enemistar a Jacobo con el embajador español. Jacobo se encolerizó y el Arzobispo de Canterbury, George Abbot, conocedor de la existencia de Luisa, aprovechó la coyuntura para dar orden de prender a la española. Y así se ejecutó la prisión de aquellas pobres mujeres religiosas e indefensas que vieron como su morada era asaltada por un contingente de lacayos del Arzobispo y servidores de la justicia, enviados por orden de George Abbot.




Llevada Luisa a presencia del Arzobispo, éste le preguntó. Pero ella se negó rotundamente a responderle nada, alegando la católica que él "no era su juez". El Arzobispo porfió un poco más, pero siempre obtuvo la misma contestación. A la postre, Abbot perdió la compostura, ante la perseverancia de la española y terminó diciendo:

Hase visto tan extraña mujer en el mundo, que se haya atrevido a hacer un monasterio en la cara del Estado! ¡En Londres! ¡A la vista del Rey y de sus consejeros!".

Luisa fue puesta en la cárcel pública.

Portada de la "Defensio fidei contra catholicae anglicanae sectae errores", del Padre Suárez