RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

lunes, 16 de marzo de 2015

"LA MISIÓN" O EL "MAL MENOR" COMO EL PEOR DE LOS MALES






CLAVES HERMENÉUTICAS
PARA COMPRENDER "LA MISIÓN" (1986), DE ROLAND JOFFÉ





Manuel Fernández Espinosa


La película "La misión" (1986) de Roland Joffé fue un éxito cinematográfico que podemos incluir entre las páginas más gloriosas del cine de finales del siglo XX. Abordando un argumento con base histórica, el director británico ofrece una aproximación a lo que fue el mundo de las reducciones guaraníes, fundadas y organizadas por los padres jesuítas, y su destrucción a manos de los intereses portugueses y españoles. En ese sentido, Portugal y España no escapan bien al juicio de la historia que nos ofrece Joffé.
 
Para no perdernos en un ejercicio de comparación entre el argumento de la película y la historia, vamos a exponer el meollo de la película, sin preocuparnos de la exactitud que guarde el producto cinematográfico con la historia. "La misión" se ambienta en la mitad del siglo XVIII, cuando portugueses y españoles llegan a un acuerdo para repartirse territorialmente la zona en la que están asentadas las misiones jesuíticas. Los jesuitas han ido congregando a los guaraníes dispersos en estas poblaciones, poniéndolos a salvo de la depredación esclavista. Sin embargo, Portugal y España han pactado ciertas transacciones territoriales y, para dirimir en el pleito que se produce entre la Compañía de Jesús y las coronas de Portugal y España (coaligadas estas contra las reducciones), el Papado envía al Cardenal Altamirano con el cometido de estudiar sobre el terreno la situación de esas misiones y determinar lo que han de hacer los jesuitas, considerando que el voto de obediencia al Papado obligará a los padres de la Compañía a retirarse.
 
La película es imposible de comprener sin reparar en que el siglo XVIII fue un siglo en que la Compañía de Jesús recogerá los frutos de la hostilidad larvada de largo: el jansenismo, el galicanismo y el regalismo borbónico han entrado en conflicto con la línea pontificia.
 
El jansenismo, por la parte teológica, había sido severamente neutralizado, o eso parecía: recordemos que, por ejemplo, el monasterio de Port Royal des Champs, uno de los focos principales del jansenismo, fue suprimido por bula papal a principios del siglo XVIII. Los jesuitas habían atraído la hostilidad de los partidarios del jansenismo, como Blas Pascal; y Voltaire, retrospectivamente, declararía sin ambages: "Se intentaba por todos los medios hacer odiosos a los jesuitas. Pascal hizo más: los puso en ridículo", volveremos sobre Voltaire más abajo. El jansenismo fue para el cristianismo una tendencia herética caracterizada por el rigorismo, la austeridad, la dureza de juicio, la soberbia, el falso misticismo y el desdén por la naturaleza humana. Aunque erradicado, algunas de sus ideas doctrinarias se mantuvieron en Francia como elementos supérstites tras la supresión eclesiástica de sus abanderados. Por otro lado, en el terreno político-religioso, con la Declaración del Clero de Francia del año 1682, había levantado la cabeza el galicanismo que postulaba que la primacía papal estaba limitada por el poder temporal de los príncipes y por la autoridad del concilio general y los obispos. El regalismo también disputaba al Romano Pontífice ciertos privilegios. Estos asuntos que constituyeron puntos de conflicto en el seno de la Iglesia se desarrollaron propiamente en el siglo XVII, pero eclosionarían en el XVIII, siendo reactivados con virulencia por la ilustración más anticristiana y revolucionaria.
 
Sin esas claves es imposible comprender "La misión".
 
En la película, la Corona de Portugal y la de España están representadas, respectivamente, por un político maquiavélico servidor del Marqués de Pombal y por un español que, a sabiendas de la ilegalidad que comete, trafica con esclavos. Ambos están de acuerdo de consuno en arrebatar su presa a los padres jesuitas: el territorio, para Portugal; y los indios, otra vez dispersos en la jungla, para el traficante esclavista. Los actores que llevan el mayor peso de la película (Jeremy Irons y Robert de Niro) encarnan, como no podía ser menos, a dos jesuitas que, a la vez, son expresión de dos tendencias espirituales que van de la mano hasta que estalla el conflicto: la contemplación y la acción.
 
Robert de Niro (en la película Rodrigo Mendoza) era un desalmado, mercenario y cazador de indios para venderlos como esclavos. Sin embargo, la vida le ha dado un vuelco, siendo rescatado de la desesperación por el P. Gabriel (el actor Jeremy Irons). Mendoza con el P. Gabriel y otros jesuitas ha marchado a la reducción que ha levantado el P. Gabriel y, con el tiempo, Mendoza que ha experimentado una conversión que le lleva a pedir su admisión como novicio en la Compañía de Jesús.
 
El litigio sobre el futuro de las reducciones, ante la autoridad eclesiástica que se asienta en el Cardenal Altamirano, pone de manifiesto las habilidades políticas del portugués y la brutalidad del español. El Cardenal Altamirano estudia el asunto, escuchando a las partes e incluso visitando las misiones, sin embargo la presión que ejerce el comisionado del Marqués de Pombal, amenazando con la expulsión de la Compañía de Jesús en los reinos del Viejo Continente, hará inclinarse al Cardenal Altamirano por lo que llamaríamos "el mal menor": en la credulidad de que los jesuitas serán respetados en Europa si la Iglesia cede en América, el Cardenal Altamirano termina ordenando la retirada de los jesuitas y la supresión de las misiones, dictaminando a favor de portugueses y españoles. Ante la orden pontificia, el P. Gabriel se queda con los indios, pero Rodrigo Mendoza empuña las armas.
 
Dejando a un lado las muchísimas consideraciones que se pueden hacer sobre el cuadro psicológico de los personajes, interpretados magistralmente por Jerimy Irons y Robert de Niro, la lección que se extrae de la película es una que, según las críticas, no hemos visto lo suficientemente patentizada y que podemos sintetizar muy brevemente así.
 
La cesión al chantaje de los poderes temporales constituye siempre la peor de las opciones prácticas que se pueden adoptar: el "mal menor" se muestra en sí como la opción más deplorable de todas. El Cardenal Altamirano cede las misiones, creyendo que así librará a la Compañía de Jesús de una persecución en los reinos europeos, pero: ¿qué ocurrió después?
 
En 1759, el Reino de Portugal expulsa a los jesuitas bajo acusación más que dudosa que levanta el Marqués de Pombal.
 
En 1762, es el Reino de Francia el que declara fuera de la ley a la Compañía de Jesús.
 
En 1767, el Conde de Aranda lleva en secreto todas las disposiciones que comportarán la expulsión de la Compañía de Jesús y ésta se ve suprimida en el Reino de España.
 
Otros reinos siguieron la persecución escalonadamente, incluso el Papa Clemente XIV tiene que verse obligado bajo presiones a la disolución de la Compañía de Jesús en 1773.
 
En cuestión de unas décadas, el plan que Voltaire expresaba a Helvetius en 1761, se había consumado. Le decía Voltaire a Helvetius: "Cuando hayamos destruido a los Jesuitas lo tendremos muy fácil con l´Infâme."
 
"La Infame", en el vocabulario volteriano, era la Iglesia. Para "aplastarla" ("Ecrasez l'Infame!", exhortaba Voltaire) había que eliminar al ejército de San Ignacio de Loyola. Y a ello se emplearon con saña los enemigos de Cristo. 
 
Los intereses de Roland Joffé en el momento en que dirigió "La misión" eran otros muy distintos. En aquel entonces, años 80 del siglo XX, la sedicente "Teología de la Liberación" todavía estaba de moda. Era normal que un director como Joffé, agnóstico y socialista, quisiera lanzar al mundo lo que pudiera entenderse como un alegato a favor de la Teología de la Liberación, pero el producto final de su película trasciende el contexto ideológico e histórico en que la realizó y sus propósitos. Posteriormente, Joffé ha hecho otras películas que pueden entenderse como incursiones para comprender el desarrollo de la historia de la Iglesia Católica; así lo intentó en 2011 con "Encontrarás dragones", pero ésta es una película más floja. "La misión", en cambio, sigue vigente como un clásico y, no nos cabe duda, en ella encontró motivo de inspiración Mel Gibson para algunas escenas de Apocalypto (que ya hemos tratado en RAIGAMBRE).
 
Que un director agnóstico e izquierdista muestre tal grado de interés y respetuoso tratamiento para con temas eclesiásticos es un motivo que debiera hacerles pensar a muchos izquierdistas españoles, siempre tan beligerantes contra la Iglesia Católica, tan "profesionalmente" anticlericales. Pero, ya lo sabemos: en España siempre vamos detrás de los curas, o con un palo o con una vela.  

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