RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 2 de septiembre de 2016

CUANDO LA IMAGINACIÓN ES PODER (VI PARTE)

Les Idées, cuadro de Jean Delville


GOETHE, LAS MADRES Y LA LLAVE DE LOS REINOS TELÚRICOS Y CÉLICOS


Manuel Fernández Espinosa


"Mal de mi grado descubro el sublime misterio. Hay unas diosas augustas que reinan en la soledad. En torno a ellas no hay espacio y menos aún tiempo. Hablar de ellas es un trabajo. Son las Madres".

Así se expresa Mefistófeles en uno de los pasajes más enigmáticos de la segunda parte del "Fausto" de Goethe. ¿Qué son las "Madres" goethianas? Es un tema que ha sido tratado por otros, pero con menos intensión y extensión de lo que considero oportuno. Aquí encontramos una de las claves del pensamiento de Goethe que, a diferencia del mecanicismo o del grosero materialismo, es de estirpe platónica. Vamos a tratar de dilucidar algo de lo que este pasaje significa.

Para entender esta intervención de Mefistófeles hay que comprender, en primer lugar, que Mefistófeles es, como afirma Peter Sloterdijk, uno de los personajes literarios que mejor cifran el cinismo moderno. Por eso le cuesta tanto trabajo a Mefistófeles hablar de las misteriosas "Madres". Pero se le hace necesario cuando, en los tratos que se traen Fausto y Mefistófeles con el Emperador, éste les pide que conjuren a Helena de Troya y a Paris, para ver con sus ojos lo que pasa por considerarse el "modelo de los hombres y el de las mujeres". Mefistófeles, en el apuro, no ve otra salida que enviar a Fausto a buscar a las Madres, extraño nombre para algo que a él hasta le cuesta pronunciar.

A Fausto, el nombre de las "Madres" también lo inquieta y azora. Mefistófeles le responde: "¿Tan apocado eres que así te turba una palabra nueva? ¿No quieres oír sino lo que oíste ya? Nada te turbe, suene como sonare, a ti que desde tanto tiempo estás ya habituado a las cosas más estupendas". Por una vez, hagámosle caso al diablo: no nos apoquemos ante el nombre de las "Madres", acudamos a "intuir" lo que son para Goethe.

Para vislumbrar lo que son las Madres hay que ir a los últimos versos del "Fausto" que son una apoteosis de la salvación por la Feminidad:

"Todo lo perecedero no es más que figura. Aquí lo Inaccesible se convierte en hecho; aquí se realiza lo Inefable. Lo Eterno-Femenino nos atrae a lo alto".

Parece extraño, en tanto que -en un primer momento- Mefistófeles envía a Fausto a buscar a esas "Madres" con una llave que crece y fulgura, recomendándole que la siga "hacia abajo, y te conducirá a las Madres".  El mismo Mefistófeles le dirá a Fausto: "Desciende, pues. Podría también decir: Sube. Es igual. Huye de lo que tiene existencia. Lánzate a los libros, ilimitados espacios de las imágenes."

Las Madres: "están sentadas [unas], otras en pie y andan vagando al azar. Formación, transformación, eterno juego del Pensamiento eterno. Rodeadas de las flotantes imágenes de toda criatura, ellas no te verán, pues sólo perciben los esquemas."

Hay que reconocer que el pasaje de las "Madres" es lo suficientemente extraño como para saber de lo que está hablándonos Goethe a través de Mefistófeles. La opinión común es que con las "Madres" se refiere a las ideas platónicas. Pero decir eso no puede ser más que un indicador que no agota la complejidad del asunto planteado por Goethe.

Eugenio Trías explica este pasaje hallando que las "Madres", más que Ideas ortodoxamente platónicas, son una reelaboración romántica de signo animista y panpsiquista: La Naturaleza -para los románticos- "se halla -dice Trías- entretejida de lo que genialmente había anticipado Goethe con su concepción de los "fenómenos originarios". El "Urphänomen" de Goethe, que en su Fausto da lugar a una inquieta y apasionada búsqueda por parte de su personaje, el célebre episodio del viaje hacia el reino de "las Madres", constituye una trama plural de arquetipos vivientes que en su condición de paradigmas originarios de los fenómenos naturales constituyen la razón o el fundamento a priori, de carácter nouménico, de su comparecencia fenoménica".

Las Madres son a manera de invisibles raíces que subyacen bajo la naturaleza que se nos aparece -visible, fenoménica- siendo, a la postre, los principios que permanecen -invisibles, de carácter nouménico- bajo el flujo de transformaciones de lo que podemos observar sensiblemente y someter cuantitativamente al modo de la ciencia moderna. La personificación (y, muy importante, su identificación con la fertilidad femenina que es lo materno) con la que Goethe nos presenta estos "principios" no-humanos es la que conecta este pasaje con el desenlace apoteósico del "Fausto", cuando lo Eterno-Femenino nos eleva. Para buscar a las Madres hay que "descender" a los fondos de la misma naturaleza (de la materia): allí donde no hay ni espacio ni tiempo.

Pero, con todo y con ello, queda por averiguar qué es esa "llave" que Mefistófeles ofrece a Fausto para acceder a ese mundo: una llave que "crece" y "fulgura" y que, a mi juicio, es símbolo de la "imaginación creadora", la misma que abre la puerta de lo sensible (abajo) y lo inteligible (arriba), sin la cual ni podemos acceder al mundo "subterráneo" de las Madres, oculto bajo lo material visible, ni al mundo empíreo de los ángeles y las almas bienaventuradas salvadas por la benéfica y suprahumana feminidad que Goethe cifra en la Santísima Virgen María (ver nota). Pero para aseverar que esa llave es la "imaginación creadora" tendremos que ir a Kant y verlo zozobrar "aquí" en esta cuestión nuclear, tal y como lo vio Heidegger. Eso lo abordaré en otro apartado.

CONTINUARÁ...

Nota: Curioso esto -y, permítaseme una breve digresión sobre este particular, pues casi todos los comentaristas del "Fausto" lo pasan por alto: Goethe, del que sabemos que fue masón, que incluso se ufanaba de no ser cristiano, ofrece en la última escena de su "Fausto" uno de los más grandiosos cuadros de la salvación que sería digno de considerar. La imaginería que emplea es de raigambre católica. Entre los personajes, detengámonos a considerar al "Pater Aestaticus" que no creo que sea San Felipe Neri (como dicen algunas notas a pie de página) sino Dionisio El Cartujano (llamado tradicionalmente Doctor Extático): el Pater Aestaticus presenta la etapa purgativa del itinerario místico; el "Pater Profundus" (tal vez San Bernardo de Claraval) encarna en el pasaje goethiano el clímax iluminativo y, por último, en el "Pater Seraficus" (San Francisco de Asís) cifra Goethe el estadio supremo de los Esponsales del alma con Dios. El Doctor Marianus (Duns Scoto) comparece también como heraldo de la Santísima Virgen María. Es así como cuatro grandes figuras del catolicismo místico componen un retablo sublime que gradualmente simboliza la salvación de Fausto (del alma humana) por el Eterno-Femenino: por Margarita, su inocente víctima intercesora y, en última instancia, por la Virgen María, a la que el Doctor Marianus invoca con epítetos que evocan el "Salve Regina": "Que cada sentido purificado esté pronto para tu servicio. ¡Virgen, Madre, Reina, Diosa, sé propicia!".

BIBLIOGRAFÍA:

Goethe, Johann Wolfgang von, "Fausto", edición de Manuel José González y Miguel Ángel Vega. Traducción de José Roviralta. Cátedra Letras Universales.

Sloterdijk, Peter, "Crítica de la razón cinica" (I volumen), Taurus.

Trías, Eugenio, "La edad del espíritu", Ensayos Destino.

martes, 23 de agosto de 2016

CUANDO LA IMAGINACIÓN ES PODER ( V PARTE)

Ignacio de Loyola escribiendo los Ejercicios Espirituales

LA IMAGINACIÓN, MOTOR DE LA VOLUNTAD, EN LOS EJERCICIOS IGNACIANOS

Manuel Fernández Espinosa


"Si tuviésemos una teoría de la fantasía como tenemos una lógica, 
el arte de inventar -estaría inventado. 
A la teoría de la fantasía le corresponde, 
en cierto modo, la estética, 
así como la teoría de la razón pertenece a la lógica".

(Novalis, "Fragmentos")


Si bien la "fantasía", cuya falta de teoría sistemática lamentaba Friedrich von Hardenberg (1772-1801), tal vez no llegó a ser desarrollada como una "teoría", sí que podemos decir que la "imaginación" fue empleada para unos fines muy otros que los estéticos y ello sería de la mano de alguien insospechado: San Ignacio de Loyola. Ioan Culianu, aquel con el que abríamos esta serie de artículos dedicados a la "imaginación como poder" (ver enlace) ya lo decía: "En la práctica espiritual de los jesuitas, la cultura fantástica del Renacimiento se muestra una última vez con toda su potencia. En efecto, la educación del imaginario representa el método enseñado por Ignacio de Loyola en sus "Ejercicios Espirituales", impresos en 1596 [...] No se trata de una simple meditación, sino de un teatro interior de fantasmas en el que el mismo practicante debe imaginarse como espectador. [...] Evidentemente, los ejercicios de Loyola sacan partido de las grandes realizaciones del Renacimiento en el plano de la manipulación de los fantasmas. Pero aquí estos fantasmas están puestos exclusivamente al servicio de la fe, para realizar la Reforma de la Iglesia, lo que significa que ellos se oponen activamente a la herencia del Renacimiento."

Más o menos en contra de la "herencia del Renacimiento", el hecho es que nuestro San Ignacio empleará como nadie la imaginación, poniéndola al servicio de lo que para la mística española será una constante básica, en palabras de Allison Peers: "El misticismo español es intensamente férvido, realista y personal." El místico español ahonda en su experiencia personal, se adentra en la introspección, no se aleja de las abstracciones, es que prescinde de ellas al menos en las primeras etapas de su andadura ascética (etapa purgativa). Pero, ¿cómo se sirve San Ignacio de Loyola de los poderes ínsitos en la "imaginación" en sus "Ejercicios Espirituales"?

La primera pregunta que cabría hacerse es: Pero, ¿Cómo es esto posible? ¿No era la "imaginación" la "loca de la casa" para una mística como Santa Teresa de Jesús? 

Más había dicho Teresa, aunque de modo menos lapidario: a la imaginación la comparó a "esas maripositas de las noches, importunas y desasosegadas", también la llamó "tarabilla de molino" y el Padre Granada describió la imaginación como "una potencia muy libre y muy cerrera, como una bestia salvaje, que se anda de otero en otero" así como "un esclavo fugitivo que se nos va de casa sin licencia". San Juan de la Cruz (a todo esto nos hemos referido en otro capítulo anterior) advierte que "...las aprensiones imaginarias no pueden ser medio proporcionado para la unión con Dios -ya que Dios no cabe en una especie imaginaria" -así lo resume magistralmente nuestro amigo el P. Royo Marín en su "Teología de la perfección cristiana".

Sirva esto arriba dicho para hacernos cargo de la, a simple vista, pésima noción que de la imaginación tenían nuestros grandes místicos españoles. Pésima noción a simple vista. Sin embargo, ya lo comentábamos en su lugar, las prevenciones de nuestros maestros místicos españoles contra los desafueros de la imaginación no significó nunca que la imaginación no tenga otro carácter que el negativo al que apuntan. El mismo tratadista P. Royo Marín, en la excelente obra citada, ofrece los medios para purificar la imaginación: la guarda de los sentidos externos, la cuidada selección de lecturas, el combate contra la ociosidad, la atención a lo que se hace ("age quod agis": haz lo que haces), etcétera.

Sin embargo, sin por ello oponerse a todas las oportunas prácticas ascéticas de purificación de la imaginación, lo que hace y recomienda metódicamente hacer San Ignacio con la imaginación en sus "Ejercicios Espirituales" constituye una proeza espiritual. El papel de la imaginación en los "Ejercicios Espirituales" ignacianos está ordenado, como no podía ser menos, a la salvación del alma y, aunque queda plasmado por escrito en los "Ejercicios..." no constituye como tal una "teoría de lo fantástico" como la que demandaba Novalis, cierto; y no lo constituye dado que a Ignacio, como al resto de místicos españoles, lo que le interesa es el orden práctico. Se trata, por lo tanto, de un pragmatismo espiritual que no se detiene a especular sobre el origen ni los procesos del despliegue de la imaginación. Lo que importa es emplearla para movilizar la voluntad y así transformar -deificar a la postre- al practicante.

¿Qué son los "Ejercicios Espirituales"? Dejemos que el mismo Loyola nos lo diga con la sobriedad marcial que lo caracteriza:

"Porque así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corporales, por la mesma manera, todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman ejercicios espirituales".

La meditación ignaciana es, de entre todos los métodos de meditación cristianos, la que más y mejor se sirve de la imaginación: esto se hace en la preparación y preludios del que empieza a ejercitarse espiritualmente: tras el acto de fe en la presencia de Dios, después de la oración preparatoria general, pidiendo la gracia de hacer óptimamente la meditación, el primer preludio establece la "composición de lugar" (el que propiamente podemos llamar ejercicio de imaginación): esta "composición de lugar" puede ser la re-presentación imaginaria de una escena de la historia salvífica (de la Pasión de Cristo, p. ej.); veámoslo en palabras del mismo General de la Compañía:

"El primer preámbulo es composición viendo el lugar. Aquí es de notar que en la contemplación o meditación visible, así como contemplar a Cristo nuestro Señor, el cual es visible, la composición será ver con la vista de la imaginación el lugar corpóreo donde se halla la cosa que quiero contemplar. Digo el lugar corpóreo, así como un templo o monte, donde se halla Jesu Cristo o nuestra Señora, según lo que quiero contemplar. En la invisible, como es aquí de los pecados, la composición será ver con la vista imaginativa y considerar mi ánima ser encarcerada [encarcelada] en este cuerpo corruptible, y todo el compósito en este valle, como desterrado, entre brutos animales. Digo todo el compósito de ánima y cuerpo".

En los "Ejercicios..." la "composición de lugar", realizada mediante "la vista de la imaginación", puede hacerse orientada hacia escenas que se reconstruyen imaginativamente, previa lección (=lectura) de los misterios del Evangelio... O bien esta misma "vista imaginativa" se aplica a lo que Loyola denomina "contemplación invisible" que es la que tiene que considerar algo más que escenas "históricas" que podemos "recrear" con la imaginación; en la "contemplación invisible" se trata de episodios mucho menos "visibles" por no haber acontecido en la historia fáctica -como sí acontecieron en la historia fáctica todos los misterios de nuestra salvación contenidos en el Nuevo Testamento

Podemos decir que Loyola distingue, por lo tanto, una "contemplación visible" que concierne a episodios nucleares de la historia fáctica de nuestra salvación y una "contemplación invisible", con la que se refiere a esos "acontecimientos" que Henri Corbin pudiera decirnos que "acontecieron" en el "mundo imaginal" (ver enlace); pues, ¿dónde ocurrió, por ejemplo, la rebelión primordial de los ángeles? Poniendo estas consideraciones a un lado, lo que importa retener es aquello en lo que insistimos: la insoslayable importancia de la "vista imaginativa" para componer la escena que ha de meditarse y mover los afectos y todo el ser entero del practicante para alcanzar lo que se pretende: la reforma profunda de la vida y disponerlo a la conquista del Reino de Dios.

En su preciosa hagiografía de San Ignacio, nos dice el P. Pedro Rivadeneira S. I. que la práctica de los "Ejercicios Espirituales" es ni más ni menos que la fuente de la "institución y fundación de nuestra Compañía". Subraya también el P. Rivadeneira los frutos universales que dimanan de la práctica de estos "Ejercicios..." en tanto que no quedan restringidos a los miembros de la Compañía de Jesús: sirven para toda la Iglesia, para clérigos como para laicos. Y lo que mucho importa: Rivadeneira califica esta espiritual ejercitación como el núcleo de la "escuela" ignaciana, remarcando el carácter práctico en orden a la voluntad para disponer la voluntad a la acción: 

"Porque lo que en esta escuela (donde se trata del propio conocimiento) se aprende, no pára [=no se detiene] en solo el entendimiento, mas desciende y se comunica á la voluntad; y así, no es tanto conocimiento especulativo como práctico; no pára en saber, sino en obrar; no es su fin hacer agudos escolásticos, sino virtuosos obreros, y con esto despierta é inclina la voluntad para todo lo bueno, y hace que busque y vaya tras aquella celestial sabiduría que edifica, inflama y enamora, no haciendo tanto caso de la ciencia, que muchas veces desvanece é hincha, y saca al hombre fuera de sí" ("Vida de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús", P. Rivadeneira).

Podemos decir en justicia que San Ignacio de Loyola puso la imaginación a funcionar. Y para hacer bueno el título que escogimos para estos esbozos, en el empleo que de la imaginación hacen los "Ejercicios Espirituales" podemos ver el "poder" de esa "imaginación" más allá del terreno poético y estético. Lo que le importa a San Ignacio es servirse de la imaginación para poner en tensión al practicante y llevarlo a la perfección cristiana. René Fülop-Miller que escribió un precioso ensayito dedicado a Loyola, bajo el tan sugerente como provocador título de "Ignacio, el santo de la voluntad de poder", lo supo decir mejor que nadie:

"Los ejercicios que había ensayado sobre sí mismo con tanto éxito en Manresa, los reunió ahora en un sistema claro, una especie de cartilla para uso de sus futuros discípulos. El resultado de estos esfuerzos fué un librito, que llamó los "Ejercicios Espirituales". En él mostraba que era posible, mediante la voluntad de poder solamente, emanciparse de todos los vínculos mundanos y obrar exclusivamente conforme a la voluntad de Dios y daba indicaciones preciosas sobre cómo conducir los pensamientos, las emociones y la conducta por canales predeterminados. Su principal interés era disciplinar la imaginación evocando específicas imágenes conceptuales, todas las cuales tenían por objeto desarrollar un sentido más sutil de la distinción entre las acciones éticas y las no éticas".

"Disciplinar la imaginación evocando específicas imágenes conceptuales" -he subrayado en el párrafo de Fülop-Miller, por parecerme sobradamente elocuente.

Si Novalis echaba de menos una "teoría de la fantasía", en el mundo católico (no podía ser otra cosa que hispano) la "teoría de la fantasía" tal vez no se había realizado, pero sí se había realizado la experiencia práctica y eficaz de ella con los "Ejercicios Espirituales" de San Ignacio; puestos en orden a alcanzar lo que el también místico español y franciscano fray Juan de los Ángeles llamó "Conquista del espiritual y secreto Reino de Dios". 

La calamidad que pasó con la imaginación en el mundo protestante y centroeuropeo, lo que afectó a Novalis y a sus compatriotas y contemporáneos, será considerado en la próxima parte de estos esbozos. 


BIBLIOGRAFÍA:


Culianu, Ioan: "Eros y magia en el Renacimiento", Editorial Siruela, 2007.

Loyola, Ignacio de: "Ejercicios Espirituales. Introducción, texto, notas y vocabulario por Cándido de Dalmases, S. I.", Editorial Sal Terrae, 1990.

Allison Peers, E.: "El misticismo español", Colección Austral Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1947.

Royo Marín, Fr. Antonio, O. P.; "Teología de la Perfección Cristiana", La BAC.

Rivadeneira, Pedro, S. I.: "Vida de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús", Biblioteca Clásica Española, Barcelona, 1888.

Füllop-Miller, René: "Agustín, el Santo del Intelecto. Ignacio, el Santo de la Voluntad de Poder", Colección Austral Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1960.
        

jueves, 18 de agosto de 2016

GUSTAVO BUENO: GENIO Y FIGURA


Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor

El pasado 7 de agosto del 2016 fallecía Gustavo Bueno Martínez luego de 91 años de vida, que se dice muy pronto. Un par de días después que su mujer. Acaso la simbología más viva de la calidez de un corazón que vivió sin relajarse un minuto.

Escribía hace poco un excelso artículo mi amigo el filósofo Manuel Fernández Espinosa donde ya el título nos dice mucho: 


Como bien dijo hace tiempo nuestro mentado Fernández Espinosa, a los españoles nos gustan las grandes personalidades. No por nada los romanos ya hablaban impresionados de la Devotio Iberica de nuestros más remotos antepasados. Y sí, Bueno poseía una personalidad arrolladora que no dejaba indiferente a nadie.

Ciertamente, se han escrito muchas líneas sobre Bueno estos días. Sus discípulos le están honrando como se merece. Fernández Espinosa apunta bastante alto sobre lo que ha significado este gran pensador y su escuela.

Comencé a seguir a Gustavo Bueno ya hace bastante tiempo, junto con mi primo Gonzalo Moreno Castro, que a, la sazón, amén de eminente neurólogo, es un excelente guitarrista flamenco:



Gonmoca

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"...porque la experiencia me mostraba que la música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del ...

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Y fíjense ustedes que un servidor, amén de historiador, resulta ser profesor de portugués y de español para extranjeros, amén de poeta y escritor. Cosas de la vida, supongo.

Ni mi primo ni yo somos perfectos ni por asomo (ni Bueno tampoco lo era), pero convenimos con el torero Curro Romero en que no nos gusta la mediocridad. Y tal vez por eso comenzamos a bichear cada vez más vivamente la filosofía desarrollada por D. Gustavo, comenzando por los debates y las entrevistas televisivas a la que fue más asiduo luego de que le denegaran el continuar su pasión en la enseñanza como catedrático emérito. Yo, como Manuel Fernández Espinosa, lo recuerdo especialmente en las entrevistas que le hacía el escritor Fernando Sánchez-Dragó, aunque no desmerezco sus diatribas contra videntes, curanderos y demás gentes de malvivir –en otros debates- que le sacaban de quicio.

Siendo sinceros, yo poco sé de filosofía. Lo justo para llegar a la universidad. Empero, con los años, me fui reconciliando con esta disciplina, pues como le dijo Gustavo Bueno al periodista Jesús Quintero en una lapidaria entrevista, “todos somos filósofos” y “todos somos sabios”. Aunque yo me atrevería a espetar que unos más que otros.

Luego de las entrevistas, gracias a la Fundación Gustavo Bueno y a internet, con la revista “El Catoblepas” mediante, tuve un privilegiado acceso a los escritos de este gran filósofo y de su escuela. Gracias a estos medios fui descubriendo también los escritos de discípulos suyos como Atilana Guerrero Sánchez, Iván Vélez y Pedro Insua. Como especializado en historia de América y estudioso del proceso secesionista y también investigador de los lazos musicales como agente antropológico vigente por mor de la ruta Andalucía-Canarias-Cuba-continente, sigo vivamente interesado en los trabajos de Iván Vélez refutando a la pesadez negrolegendaria y continuando el desarrollo de la idea real de España como imperio generador (continuador de la tradición romana) frente a imperio depredador, concepto que si bien no “exactamente original”, sí que le debemos en cuanto a sistematización a la escuela de Gustavo Bueno, conocida como materialismo filosófico.

Del gran maestro de Santo Domingo de la Calzada y recriado en Asturias, me quedo con:

-        - La defensa de la tradición hispanocatólica desde un punto de vista civil y racional frente a la soberbia protestante, ahíta de determinismo y sentimentalismo. Como católico que me confieso (y seguramente sea un muy mal católico), ya quisiera yo que muchos que van con las vestiduras rasgadas hubieran defendido a la catolicidad hispánica con el mismo acierto y talento que D. Gustavo y muchos de sus discípulos.

-         -La defensa de la unidad de España. España como realidad, no como mito. España como imperio católico frente al islam y, por consiguiente, salvaguarda del Viejo Continente; España como imperio generador en América. 

-        -Los mitos de la cultura, de la derecha y de la izquierda Sus repercusiones ante una sociedad nuestra cuyos cerebros están cada vez más quemados, por no decir podridos.

-         -España frente a Europa. España contra Europa. España como Contraeuropa. España hacia América. La importancia del ser español y su concienciación ante el mundo hispanoamericano sin complejos frente al europeísmo que no es más que una entelequia que nos está llevando al abismo. Dando la vuelta cual calcetín a la tesis de José Ortega y Gasset: España sería el problema y Europa la solución. No, Europa es el problema, y un problema moderno.

-    -La prevención frente a la ramplona anglofilia de muchos políticos y la señalación del “yugo germánico” en la filosofía, con lo cual se ha creado un complejo de inferioridad en los pueblos latinos que en absoluto se corresponde con la realidad.

-         -Su crítica acertada sobre la figura de Blas Infante Pérez de Vargas en particular y del andalucismo en general. Como hijo de la Andalucía profunda, lejos de molestarme, me siento vivamente identificado al soportar la pesadez de estos símbolos que en absoluto nos representan, siendo que Séneca o Fernando III el Santo son mucho más padres de la patria nuestros que el notario que renegaba hasta de sus apellidos.

-        - Su defensa de la lengua española y su papel filosófico desde sus orígenes.

-         -Su defensa de los no nacidos.

Cada vez estoy más convencido de que, siendo la universidad desbaratada por el propio régimen del 78, gran artífice y beneficiario del embrutecimiento que padece el pueblo español, y siendo que los mitos que combatía D. Gustavo están tan extendidos, no hay mejor forma que cambiar las cosas que crear escuela, crear “estilo”, alimentar un camino, una transmisión, una tradición. La frenética actividad intelectual que desarrolló como ejemplo de vida pública así lo atestigua en el presente y lo demarca para el futuro.

No me extrañaría que terminaran con su docencia emérita por motivos puramente “políticos”: Bueno nunca fue políticamente correcto, y mucho menos acomodaticio. No se casaba con nadie. No entraba en los planes de ese destrozo de la universidad que se ha hecho, máxime cuando sus clases eran toda una atracción que congregaban a multitud de estudiantes entusiastas.

Siempre hay una de cal y otra de arena: Reconozco que a veces me chocaba un poco. Hablaba muy rápido. Se exasperaba fácilmente y en ocasiones me costaba entenderlo. Y puestos a ser sinceros, yo no soy materialista de ningún tipo, y dudo mucho que aun en, mi desconocimiento, coincida con D. Gustavo en cuestiones como el marxismo o el evolucionismo. Pero es que la vida es así, quiero decir: Es normal no coincidir al 100% y justamente por eso nobleza obliga, porque hasta sus detractores deben reconocer la magnificencia de su obra; porque D. Gustavo era un hombre capaz de agarrar por las solapas y hacer pensar.

Eso sí, en cuanto a detractores, no me refiero a las ratas y marujonas cobardes que se crecen en internet, porque el anonimato sectario piensa que todo lo puede en su totalitaria cerrazón. Ya se sabe: Es inmaculado quien es su amigo; quien no, se llevará toda su mediocre mala baba en la red u otros mentideros propios de cínicos e hipócritas. En fin: Allá ellos con sus miserias. A nada ni a nadie llegan. 

Con todo, puede ser que últimamente esté muy pesado con mi idea sobre los arquetipos que se nos están marchando. Puede ser que sea más pesimista de la cuenta. Pero es que ya no esperemos escuchar la irrupción de un torrente verbal que, brava y claramente, diga que no cree en el diálogo; que la opinión no tiene validez per se; que sea capaz de hablar de "fundamentalismo democrático"; que diga a las claras que Baltasar Garzón es un peligro público; que tire de las barbas a los separatistas; que no tema al que dirán; que no se amedrente ante palizas o amenazas de bombas… Que sea imposible de encasillar y, por lo mismo, incomprendido y hasta atacado de izquierda a derecha.

Definitivamente: Gustavo Bueno Martínez ha sido único, inimitable. Ha sido un gran español. Y será irrepetible: No esperemos otro como él, porque se nos va un símbolo de reciedumbre de esa raza fuerte y valiente que fue moldeada por la durísima postguerra. Se le va a echar más de menos de la cuenta porque, amén de su irrefutable valía, estamos asistiendo a la desaparición de un tipo humano sin duda superior al tristemente conocido y ya habituado de este país nuestro, tan paradójicamente desquiciado y frustrado cuando tanto potencial tendríamos si estuviésemos unidos y conscientes tal y como hubiera querido el maestro al que hoy lloramos.

Hasta siempre, genio y figura. Fue un placer haber aprendido de usted. Valgan buenos vinos de Rioja por su inmortalidad. Con usted digo que, si alguien se sonríe de España, yo me sonrío de su puta madre. Por su memoria y para los suyos dejo estos versos, prometiéndole seguir a su escuela y sus aportaciones. 


A LA MEMORIA DE GUSTAVO BUENO

Estoico hispano frente a Europa,
navegante del mar hispanoamericano,
verbo nervioso contra cantamañanas,
corazón tan arquetípico como cálido. 

Artífice del justo destierro de mitos
y encasillamientos varios, con razón
de sabor helénico por delante para un
Occidente que se deshace en la sinrazón. 

¡Don Gustavo: Todos somos filósofos!
Pero unos más que otros; la verdad es 
que no todos inventamos sistemas, ni
todos creamos escuela con aroma de prez.

Y quien crea escuela se hace inmortal,
porque perpetuo hace su legado, y sólo así
se pueden cambiar las cosas, interviniendo
en el mundo con inteligente frenesí. 

Gracias, Don Gustavo, por su docta vida,
por el fruto prolongado de su existencia.
Gracias por ser sabio y referente, porque 
gente como usted, de verdad, ya no queda. 

Hasta siempre maestro. Siento como una
pena familiar, pero también una alegría
contagiosa y entusiasta, como si le hubiera
conocido. Por usted el futuro nos anima. 



Requiescat in pace

viernes, 12 de agosto de 2016

GUSTAVO BUENO: UN INCORDIO PARA TODOS LOS ACOMODATICIOS

Gustavo Bueno el 18 de julio de 2016 en Niembro: fotografía realizada por Lino Camprubí y enviada a los participantes en el XIII Curso de Filosofía en Santo Domingo de la Calzada, inaugurado ese día sin su presencia. Fuente: Ante el fallecimiento de Gustavo Bueno


UNA REFLEXIÓN AL HILO DE LA MUERTE DEL FILÓSOFO ESPAÑOL


Manuel Fernández Espinosa


En el de por sí desolador panorama intelectual español ha sido un mazazo el fallecimiento del filósofo D. Gustavo Bueno Martínez (1924-2016). Recuerdo, pues no ha pasado una semana, que el mismo domingo en que se anunciaba su muerte, ajenos a su exitus letalis que se había producido o estaba produciéndose en esos momentos, unos amigos míos y yo hablábamos de Gustavo Bueno en nuestra Tertulia del Ángelus dominical. Cuando llegué a casa, me enteré de tan luctuoso acontecimiento y algún mensaje telefónico recibí de alguno de los que al mediodía hablaba conmigo, para darme parte.

En justicia, podemos decir que Gustavo Bueno era uno de los pocos que mantenía, desde la lucidez de un hombre de su generación (las generaciones que sufrieron la postguerra han sido las más recias que ha dado la España del siglo XX) y su venerable ancianidad, una posición filósofica frente a los problemas reales derivados de la nebulosa "ideología" predominante que, con toda su insolvencia e incoherencias, subyace a los lugares comunes que la gente repite. Gustavo Bueno siempre ha sido un incordio para todos los que prefieren no pensar.

No es mi intención ofrecer con estos renglones ni siquiera una aproximación al pensamiento de D. Gustavo Bueno, pero sí invitar a la reflexión de lo que, a pocos días de su muerte, ha significado su labor y las posibilidades que se abren tras su triste desaparición física. No he estudiado el pensamiento de Gustavo Bueno tan a fondo como para emitir juicios sobre el mismo, la percepción que tengo del fenómeno filosófico de Gustavo Bueno está mediada por la simpatía personal que siempre me ha inspirado el filósofo cuando lo he visto debatir en televisión con otros personajes: con José Antonio Marina, con Santiago Carrillo... Y, ahora que lo pienso, casi nunca faltaba Fernando Sánchez Dragó, con sus gafas a horcajadas de la nariz, sus ojos mirándonos por encima de la montura y la sonrisa aflorándole por saber que estaba haciendo lo que pocos, por no decir que ninguno, hace hoy en televisión: contribuir a un debate de ideas.

Las contribuciones más difundidas de Gustavo Bueno han sido las que, desde el año 2000, han visto la luz, libros como: "España frente a Europa", "El mito de la izquierda: las izquierdas y la derecha", "Zapatero y el pensamiento Alicia: un presidente en el país de las maravillas", "El fundamentalismo democrático: la democracia española a examen"... entre otros títulos, tienen todos los ingredientes para suscitar un profundo debate, si fuese el caso de encontrar interlocutores válidos. Pero no es tal el caso: lo que constatamos es que, por la pereza intelectual que se reduce al postureo de algunos y el indiferentismo generalizado, faltan quienes pudieran seguirle el discurso para, por ejemplo, rebatirle.


A la izquierda (que tan bien caracterizó Gustavo Bueno en "El mito de la izquierda"; y tal vez con la excepción de Jorge Verstrynge), el debate intelectual profundo apenas le interesa, pues lo que ambiciona es el poder político con sus prebendas, mientras lo tiene fácil para movilizar al electorado, activando los resortes del conductismo más primario para que unas masas iletradas reaccionen, salivando como el perro de Paulov, a las palabras-fetiche que operan en el imaginario colectivo de lo políticamente correcto: Franco, fascismo, memoria histórica, libertad, solidaridad, etcétera (como los niños que repiten cansinamente "caca, culo, pedo, pis"). 

En cuanto a la derecha (si es que eso ha existido alguna vez en España, hoy por supuesto que no), ¿qué podemos decir? No existe "derecha intelectual" (eso, en España, es un oxímoron); pero sí que podemos localizar a una derecha llamémosle "social", aunque es muy probable que la parapsicología la pueda estudiar mejor que cualquier ciencia o pseudociencia. A esa derecha "social" lo único que le interesa es lo económico: el Estado-Gestoría, habiendo llegado a un estado tal de pasividad y vaciedad que, por más que la sodomicen es incapaz de reaccionar... ¿le habrá encontrado gusto a tan nefando vicio? El debate intelectual es algo a lo que la "derecha política" va vendida, entre otras cosas por carecer de cualquier atisbo de discurso intelectual: ni para fortalecer su identidad (que no la tiene), ni para defenderse de los hostigamientos de la izquierda infatigable. Ha dejado en el camino, convencida de que era necesario para sobrevivir, todos los argumentarios. 

Y ni siquiera el que pudiéramos llamar último bastión del "conservadurismo" (esto es, la Iglesia) está en sus mejores momentos: tras el Concilio Vaticano II y sus claudicaciones continuas, la Iglesia se ha apartado de todo debate de ideas y sale a escena con la nariz de payaso para por todos los medios tratar de resultar simpática a quienes están más que dispuestos a cortarle las orejas y la cabeza. O sale a la palestra cuando sus enemigos la sacan, aireando los trapos sucios lo mismo los del pasado que los del presente. En los refugios blindados de la Iglesia, permítasenos llamarle conservadores (incluso tradicionalistas, si lo prefieren, que no es lo mismo, pero a mí ya me da igual): ¿qué hay? Sedicentes tomistas y neotomistas (que en el mejor de los casos leyeron una colección de citas de Santo Tomás, dudo que más de una frase de Réginald Garrigou-Lagrange; eso sí, presumen de leer mucho a Chesterton, claro, a Chesterton siempre, que para eso es inglés). El pensamiento de Gustavo Bueno, para esos más puristas, tiene que ponerles el pelo como escarpias, pues les basta con ver la etiqueta de "materialismo filosófico" para, sin haber hecho ni el mínimo esfuerzo por adentrarse en el pensamiento de Gustavo Bueno, salir corriendo o atronar con el "Vade retro".

El panorama es deplorable, ya digo. El pensamiento de Gustavo Bueno no tiene interlocutor, pues en España apenas hay mentes capaces de interesarse lo más mínimo por la filosofía, prueba de ello es que nos la pueden retirar de los planes de estudio y aquí la gente sigue viendo el fútbol o cazando pokemons. Pero algo tiene la filosofía de Gustavo Bueno.

A bote pronto, digamos que aunque uno no comparta el pensamiento de Gustavo Bueno (entre otras cosas, por tener uno todavía una idea muy poco precisa del total de su obra), lo que Bueno ha aportado a la filosofía ha sido un sistema que se ha dotado de un vocabulario técnico propio, con el que trata de explicarse y explicarnos la realidad (Emic/Etic, Eutaxia, Holización, Cierre Categorial, Metábasis... Son algunos de los vocablos empleados en la escuela de Gustavo Bueno), esto -por una parte- puede aportar precisión y rigor al estudio de los fenómenos que se consideren, pero también espanta al lego con la eficacia que toda dificultad tiene para un perezoso. Hemos dicho bien, Gustavo Bueno no sólo fue capaz de elaborar una filosofía propia (por mucho que a mí me disguste todo "materialismo"), sino que ha sido capaz de formar toda una escuela que tiene a día de hoy prometedores filósofos como Atilana Guerrero, Pedro Insúa... Y muchos más: cito a dos de ellos que he leído y que me perdonen los que no cito por no haberles leído nada todavía.

En este sentido, digamos a lo primero que todo el instrumental de la filosofía de Gustavo Bueno, por complicado que pueda parecer a simple vista, supone y pone en nuestras manos unos recursos que muy probablemente puedan seguir dando resultados en algunos campos. Y no es poca cosa, en los tiempos que corren, haber sido capaz de haber entusiasmado con la filosofía a tantos jóvenes y menos jóvenes. En eso se reconoce un maestro, en ser capaz de transmitir por vivirlo, una pasión: en el caso de Gustavo Bueno, esa pasión fue la pasión por la filosofía.

En cuanto a los que no somos de su escuela y, sin embargo, amamos la filosofía nos queda una asignatura pendiente: leerlo a fondo, tal vez para refutarlo. Pero, eso sí, si alguna vez lo intentáramos -refutarlo- sería bajo dos condiciones:

-La de haberlo leído como merece ser leído alguien que ha trabajado honestamente con un alto sentido de la responsabilidad pública y patriótica.

-Y la de hacerlo desde la simpatía que siempre nos despertó a los que lo vimos pelear con bravura contra la tontería ambiente, con ese convencimiento que él mismo conquistó intelectualmente y que expresó con pasión.

Y todo lo demás no dejará de ser aquello que Nietzsche tomó prestado por ahí:


"Opiniones públicas, perezas privadas".
 
 

lunes, 8 de agosto de 2016

RABELAIS: NI DIVERTIMENTO PURO NI HETERODOXIA MANIFIESTA



LA SONRISA, LA CARCAJADA Y LA SERIEDAD

Manuel Fernández Espinosa

A simple vista la influencia de Rabelais en España no parece haber sido trascendental. Sus procacidades e irreverencias tal vez se degustaron en la lectura privada, pero citar a un autor con tan mala fama no tenía que ser de buen tono en las letras hispánicas, cuya ortodoxia pública era de hegemonía católica hasta las primeras muestras de desviación que, si bien pueden verse en el siglo XVI, no podrán exhibirse hasta el siglo XVIII y posteriores. Podríamos convenir en que François Rabelais, pese a todas sus estridencias, es a la lengua francesa lo que nuestro Francisco de Quevedo es a la española: un genio sin parangón.

Tanto su vida como su obra presentan una apariencia errática, hubiera podido ser un buen monje goliardo y sus datos biográficos a eso apuntan: ingresó en los capuchinos, se hartó de aquella orden y se incorporó a los benedictinos, más tarde también terminaría colgando el hábito y, aunque todavía clérigo, su vida no era un ejemplo moral: tuvo su barragana y hasta donde se me alcanza hasta un hijo natural que falleció. Pero era la época: varios obispos y hasta un cardenal hubo que le transmitieron el pésame por la pérdida de su hijo.

Las interpretaciones que de la obra de Rabelais se han hecho van desde la candidez "exotérica" que expresa Giuseppe Tomasi di Lampedusa hasta el título "esotérico" de "gran iniciado" que le concede Fulcanelli. Para Lampedusa: "Gran parte de la obra rabelaisiana es "divertissement pur" y, por tanto, no sería honesto querer extraer de cada una de sus palabras significados profundos". Para Fulcanelli: "El poderoso iniciado que fue Rabelais suministra, en algunas palabras, las verdaderas características del mercurio filosofal".

En efecto, hay mucho divertimento en la obra de Rabelais, pero aunque no haya que ver bajo toda palabra rabelaisiana un acertijo hermético, no le falta razón a Fulcanelli cuando apunta las muchas pistas que Rabelais dejó para quienes quieran ir a los fondos de su filosofía cifrada en novela. El mismo Rabelais se tituló como "abstracteur de quintessence" que en el argot medieval significaba alquimista y el mismo autor incluye a sus libros en la categoría de los "libros mudos" de la alquimia.

Claro que para saber lo que decimos con "alquimia" hay que alejarse (cuanto más, mejor) de ese lugar común que hace a la "alquimia" ser una especie de antecedente primitivo de la actual química (si es cierto que lo fue, la alquimia no debe ser considerada bajo ningún aspecto como una ciencia embrionaria y, por lo tanto, imperfecta comparada con la química contemporánea)

La más notable influencia de Rabelais a la posteridad está en la estructura profunda de sus textos que, además del "divertimento" que ve Lampedusa, son la implícita exposición de un modelo pedagógico que rechaza el escolasticismo y la educación que prevalecía en su época. La crítica más feroz de Rabelais va más allá del cuadro de costumbres convertido en escaparate de miserias morales de todos los sectores de la sociedad, su causticidad se ejerce sobre la educación de su tiempo, ofreciéndonos un programa pedagógico totalmente distinto y, aunque tan soez y vulgar como muchas veces se nos aparece, la risa de Rabelais es una risa hasta sana pues late en él una concepción optimista de la naturaleza humana y una confianza en que, dando rienda suelta a la libertad, es como el hombre se apodera de sus capacidades propias y las hace servir a su felicidad. Su aversión por el clero católico -en aquel tiempo sumido mayoritariamente en la ignorancia- y las convulsiones de la reforma protestante ha podido afectar a  Rabelais, a quien -sin dejar nunca de ser clérigo católico- algunos lo hacen hasta un partidario de la reforma (olvidan estos la descripción con la que retrató a Calvino: "diabólico impostor de Ginebra" -le llamó: un espíritu alegre no podía soportar a ese tieso de Calvino y su rigorismo inhumano) Su misma "abadía de Thelema", cuyo lema es "Fais ce que tu voudras" (Haz lo que deseas) recuerda el "Ama a Dios y haz lo que quieras" (Ama Deum et fac quod vis) de San Agustín. No era extraño en aquella época un descontento generalizado de los clérigos más lúcidos por el estado de postración en que se hallaba la iglesia: en España tuvimos eminentes anticlericales como Cristóbal de Villalón.

Lampedusa recuerda que Pantagruel era un personaje del acervo folclórico francés: un diminuto duendecillo que ponía sal en la boca de los borrachos, "la personificación de la sed" -nos dice el autor italiano. Para Fulcanelli, Pantagruel es un nombre cifrado formado por tres palabras griegas que vienen a significar en castellano: todo - camino - luz solar, por lo que puede interprestarse crípticamente como "el conocimiento perfecto del camino solar". 

¿Y qué es el conocimiento si no es esa sed de la verdad? Rabalais, siempre pintado esbozando una sonrisa irónica, se pone serio muchas veces y dice: "ciencia sin conciencia es la ruina del alma".

Sin la obra de Rabelais no puede entenderse las ideas pedagógicas de Locke y Rousseau que pasaron a estos por vía de Montaigne. 

Y esbozando sus vidas, hasta paralelas las podríamos hallar, cuando conocemos y comparamos las andanzas de Rabelais y Louis Ferdinand Céline. Además de la fastuosidad verbal de ambos, uno y el otro fueron médicos y ambos tuvieron que desplazarse de aquí para allá, por ser acusados de irreverentes y declarados como proscritos. Céline es con certeza el rabelaisiano más contumaz, un descendiente literario de Rabelais en el siglo XX, aunque mucho más enojado y asqueado que el cura dico y alquimista.

Hay algo en los franceses más lúcidos que los hace universales: su visceralidad implacable contra todo lo que ofende al refinadísimo gusto de almas superiores que, paradójicamente, terminan expresándose de la manera más soez y canallesca, odiando cuanto suena a impostura. Pero se respira bien en esas cumbres, cuando no se da crédito a la rimbombante fraseología de los imbéciles todos que -en todos los tiempos- han ejercido su presunto "magisterio" en hipocresía y cinismo convirtiendo en blasfemia y perjurio todo lo grande que invocan: desde Dios hasta la Patria. Por eso nos hace tanto bien leer a estos espíritus burlones que, sin exhibir sus presuntas "virtudes morales", se tomaban mucho más en serio todo aquello por lo que merece vivir y morir. En cuanto al ruido que hacen los hipócritas, tapémonos los oídos y ríamos cuando les leemos sus frases hechas, en las que se ha evacuado todo sentido y significado por no tener correlato en la realidad. Esa gente es decepcionante y miserable (y no hay pocos), por eso -al verlos fustigados por la verborrea terrible de Rabelais, Céline o Quevedo, el discurso que los remite a las funciones más bajas de la fisiología desde la ventosidad hasta las heces, nos alegramos: alguien nos ha vengado.

Y se agradece. Por fin, a la mierda se le ha llamado por su nombre.

BIBLIOGRAFÍA:

-"Conversaciones literarias", Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

-"Las moradas filosofales", Fulcanelli.