Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor
El
pasado 7 de agosto del 2016 fallecía Gustavo Bueno Martínez luego de 91 años de
vida, que se dice muy pronto. Un par de días después que su mujer. Acaso la
simbología más viva de la calidez de un corazón que vivió sin relajarse un
minuto.
Escribía
hace poco un excelso artículo mi amigo el filósofo Manuel Fernández Espinosa
donde ya el título nos dice mucho:
Como
bien dijo hace tiempo nuestro mentado Fernández Espinosa, a los españoles nos
gustan las grandes personalidades. No por nada los romanos ya hablaban
impresionados de la Devotio Iberica de
nuestros más remotos antepasados. Y sí, Bueno poseía una personalidad
arrolladora que no dejaba indiferente a nadie.
Ciertamente,
se han escrito muchas líneas sobre Bueno estos días. Sus discípulos le están
honrando como se merece. Fernández Espinosa apunta bastante alto sobre lo que
ha significado este gran pensador y su escuela.
Comencé
a seguir a Gustavo Bueno ya hace bastante tiempo, junto con mi primo Gonzalo
Moreno Castro, que a, la sazón, amén de eminente neurólogo, es un excelente
guitarrista flamenco:
Y
fíjense ustedes que un servidor, amén de historiador, resulta ser profesor de
portugués y de español para extranjeros, amén de poeta y escritor. Cosas de la
vida, supongo.
Ni
mi primo ni yo somos perfectos ni por asomo (ni Bueno tampoco lo era), pero
convenimos con el torero Curro Romero en que no nos gusta la mediocridad. Y tal
vez por eso comenzamos a bichear cada vez más vivamente la filosofía
desarrollada por D. Gustavo, comenzando por los debates y las entrevistas televisivas
a la que fue más asiduo luego de que le denegaran el continuar su pasión en la
enseñanza como catedrático emérito. Yo, como Manuel Fernández Espinosa, lo
recuerdo especialmente en las entrevistas que le hacía el escritor Fernando Sánchez-Dragó, aunque no
desmerezco sus diatribas contra videntes, curanderos y demás gentes de malvivir
–en otros debates- que le sacaban de quicio.
Siendo
sinceros, yo poco sé de filosofía. Lo justo para llegar a la universidad.
Empero, con los años, me fui reconciliando con esta disciplina, pues como le
dijo Gustavo Bueno al periodista Jesús Quintero en una lapidaria entrevista,
“todos somos filósofos” y “todos somos sabios”. Aunque yo me atrevería a
espetar que unos más que otros.
Luego
de las entrevistas, gracias a la Fundación Gustavo Bueno y a internet, con la
revista “El Catoblepas” mediante,
tuve un privilegiado acceso a los escritos de este gran filósofo y de su
escuela. Gracias a estos medios fui descubriendo también los escritos de
discípulos suyos como Atilana Guerrero Sánchez, Iván Vélez y Pedro Insua. Como
especializado en historia de América y estudioso del proceso secesionista y
también investigador de los lazos musicales como agente antropológico vigente
por mor de la ruta Andalucía-Canarias-Cuba-continente, sigo vivamente interesado
en los trabajos de Iván Vélez refutando a la pesadez negrolegendaria y
continuando el desarrollo de la idea real de España como imperio generador
(continuador de la tradición romana) frente a imperio depredador, concepto que
si bien no “exactamente original”, sí que le debemos en cuanto a sistematización
a la escuela de Gustavo Bueno, conocida como materialismo filosófico.
Del
gran maestro de Santo Domingo de la Calzada y recriado en Asturias, me quedo
con:
- - La defensa de la
tradición hispanocatólica desde un punto de vista civil y racional frente a la
soberbia protestante, ahíta de determinismo y sentimentalismo. Como católico
que me confieso (y seguramente sea un muy mal católico), ya quisiera yo que
muchos que van con las vestiduras rasgadas hubieran defendido a la catolicidad
hispánica con el mismo acierto y talento que D. Gustavo y muchos de sus
discípulos.
- -La defensa de la
unidad de España. España como realidad, no como mito. España como imperio
católico frente al islam y, por consiguiente, salvaguarda del Viejo Continente; España como imperio generador en América.
- -Los mitos de la
cultura, de la derecha y de la izquierda Sus repercusiones ante una sociedad
nuestra cuyos cerebros están cada vez más quemados, por no decir podridos.
- -España frente a
Europa. España contra Europa. España como Contraeuropa. España hacia América.
La importancia del ser español y su concienciación ante el mundo
hispanoamericano sin complejos frente al europeísmo que no es más que una
entelequia que nos está llevando al abismo. Dando la vuelta cual calcetín a la
tesis de José Ortega y Gasset: España sería el problema y Europa la solución.
No, Europa es el problema, y un problema moderno.
- -La prevención
frente a la ramplona anglofilia de muchos políticos y la señalación del “yugo
germánico” en la filosofía, con lo cual se ha creado un complejo de
inferioridad en los pueblos latinos que en absoluto se corresponde con la
realidad.
- -Su crítica
acertada sobre la figura de Blas Infante Pérez de Vargas en particular y del
andalucismo en general. Como hijo de la Andalucía profunda, lejos de
molestarme, me siento vivamente identificado al soportar la pesadez de estos
símbolos que en absoluto nos representan, siendo que Séneca o Fernando III el
Santo son mucho más padres de la patria nuestros que el notario que renegaba
hasta de sus apellidos.
- - Su defensa de la
lengua española y su papel filosófico desde sus orígenes.
- -Su defensa de
los no nacidos.
Cada
vez estoy más convencido de que, siendo la universidad desbaratada por el
propio régimen del 78, gran artífice y beneficiario del embrutecimiento que
padece el pueblo español, y siendo que los mitos que combatía D. Gustavo están
tan extendidos, no hay mejor forma que cambiar las cosas que crear escuela, crear
“estilo”, alimentar un camino, una transmisión, una tradición. La frenética
actividad intelectual que desarrolló como ejemplo de vida pública así lo
atestigua en el presente y lo demarca para el futuro.
No
me extrañaría que terminaran con su docencia emérita por motivos puramente
“políticos”: Bueno nunca fue políticamente correcto, y mucho menos
acomodaticio. No se casaba con nadie. No entraba en los planes de ese destrozo
de la universidad que se ha hecho, máxime cuando sus clases eran toda una
atracción que congregaban a multitud de estudiantes entusiastas.
Siempre
hay una de cal y otra de arena: Reconozco que a veces me chocaba un poco.
Hablaba muy rápido. Se exasperaba fácilmente y en ocasiones me costaba
entenderlo. Y puestos a ser sinceros, yo no soy materialista de ningún tipo, y
dudo mucho que aun en, mi desconocimiento, coincida con D. Gustavo en
cuestiones como el marxismo o el evolucionismo. Pero es que la vida es así,
quiero decir: Es normal no coincidir al 100% y justamente por eso nobleza
obliga, porque hasta sus detractores deben reconocer la magnificencia de su
obra; porque D. Gustavo era un hombre capaz de agarrar por las solapas y hacer
pensar.
Eso
sí, en cuanto a detractores, no me refiero a las ratas y marujonas cobardes que
se crecen en internet, porque el anonimato sectario piensa que todo lo puede en su totalitaria cerrazón. Ya se sabe: Es inmaculado quien es su amigo; quien no, se llevará toda su mediocre mala baba en la red u otros mentideros propios de cínicos e hipócritas. En fin: Allá ellos con sus miserias. A nada ni a nadie llegan.
Con
todo, puede ser que últimamente esté muy pesado con mi idea sobre los arquetipos
que se nos están marchando. Puede ser que sea más pesimista de la cuenta. Pero
es que ya no esperemos escuchar la irrupción de un torrente verbal que, brava y
claramente, diga que no cree en el diálogo; que la opinión no tiene validez per
se; que sea capaz de hablar de "fundamentalismo democrático"; que diga a las claras que Baltasar Garzón es un peligro público; que tire de las barbas a los separatistas; que no
tema al que dirán; que no se amedrente ante palizas o amenazas de bombas… Que
sea imposible de encasillar y, por lo mismo, incomprendido y hasta atacado de
izquierda a derecha.
Definitivamente:
Gustavo Bueno Martínez ha sido único, inimitable. Ha sido un gran español. Y
será irrepetible: No esperemos otro como él, porque se nos va un símbolo de
reciedumbre de esa raza fuerte y valiente que fue moldeada por la durísima
postguerra. Se le va a echar más de menos de la cuenta porque, amén de su
irrefutable valía, estamos asistiendo a la desaparición de un tipo humano sin
duda superior al tristemente conocido y ya habituado de este país nuestro, tan
paradójicamente desquiciado y frustrado cuando tanto potencial tendríamos si
estuviésemos unidos y conscientes tal y como hubiera querido el maestro al que hoy
lloramos.
Hasta
siempre, genio y figura. Fue un placer haber aprendido de usted. Valgan buenos
vinos de Rioja por su inmortalidad. Con usted digo que, si alguien se sonríe de
España, yo me sonrío de su puta madre. Por su memoria y para los suyos dejo
estos versos, prometiéndole seguir a su escuela y sus aportaciones.
A LA MEMORIA DE GUSTAVO
BUENO
Estoico hispano frente a Europa,
navegante del mar hispanoamericano,
verbo nervioso contra cantamañanas,
corazón tan arquetípico como cálido.
Artífice del justo destierro de mitos
y encasillamientos varios, con razón
de sabor helénico por delante para un
Occidente que se deshace en la sinrazón.
¡Don Gustavo: Todos somos filósofos!
Pero unos más que otros; la verdad es
que no todos inventamos sistemas, ni
todos creamos escuela con aroma de prez.
Y quien crea escuela se hace inmortal,
porque perpetuo hace su legado, y sólo así
se pueden cambiar las cosas, interviniendo
en el mundo con inteligente frenesí.
Gracias, Don Gustavo, por su docta vida,
por el fruto prolongado de su existencia.
Gracias por ser sabio y referente, porque
gente como usted, de verdad, ya no queda.
Hasta siempre maestro. Siento como una
pena familiar, pero también una alegría
contagiosa y entusiasta, como si le hubiera
conocido. Por usted el futuro nos anima.
Estoico hispano frente a Europa,
navegante del mar hispanoamericano,
verbo nervioso contra cantamañanas,
corazón tan arquetípico como cálido.
Artífice del justo destierro de mitos
y encasillamientos varios, con razón
de sabor helénico por delante para un
Occidente que se deshace en la sinrazón.
¡Don Gustavo: Todos somos filósofos!
Pero unos más que otros; la verdad es
que no todos inventamos sistemas, ni
todos creamos escuela con aroma de prez.
Y quien crea escuela se hace inmortal,
porque perpetuo hace su legado, y sólo así
se pueden cambiar las cosas, interviniendo
en el mundo con inteligente frenesí.
Gracias, Don Gustavo, por su docta vida,
por el fruto prolongado de su existencia.
Gracias por ser sabio y referente, porque
gente como usted, de verdad, ya no queda.
Hasta siempre maestro. Siento como una
pena familiar, pero también una alegría
contagiosa y entusiasta, como si le hubiera
conocido. Por usted el futuro nos anima.
Requiescat
in pace
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