Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y
escritor
Desde que salió
la mamarrachada del código Da Vinci y canales como Nat Geo y History Channel,
de repente comenzaron a surgir entendíos/enteraos/conoseores de Historia por
doquier. Temas muy socorridos, como la Iglesia y la Edad Media, suelen ser
blanco de una opinión que reputan como muy importante; y si le preguntas por
cosas concretas acerca de sus conclusiones lapidarias, te responden: "Lo
dice la Historia". Como si la Historia fuese una señora que no se equivoca
nunca o algo así. Cuando le preguntas sus fuentes, te siguen exclamando: “¡Lo
dice la Historia!” Ya puedes preguntarle cosas concretas, como fechas, cifras o
lugares, que ellos seguirán emperrados en que “lo dice la historia”.
Así las cosas,
conviene aclarar que leer libros de ficción (y encima de tercera) o ver canales
simplones no quiere decir nada acerca de la sapiencia en Historia. Lo mismo que
leer la Biblia (je, y eso dependiendo qué traducción, porque las protestantes
dan hasta dolor de cabeza) y repetir monsergas modernistas o de la teología de
la liberación no quiere decir que se sepa de teología. Lo mismo que Stephen
Hawking puede saber de astrofísica pero no de filosofía o medicina. Lo mismo
que un albañil no tiene por qué saber de agricultura y un abogado no tiene por
qué saber de enseñanza ni un historiador tiene por qué saber de mecánica. Como
decía Silvio Fernández Melgarejo, el rockero de Sevilla QEPD, “el que sabe del
Betis, llega hasta el Betis, el que sabe de Europa, llega hasta Europa, el que
sabe del Rocío, llega hasta el Rocío”.
Con todo, cuando
uno intenta escarbar en la memoria de personas que, por ejemplo, creen que la
Inquisición Española mató a doscientos mil millones de personas, al final el
único autor que aciertan a mencionar es Dan Brown, el artífice del mentado y
nefasto Código Da Vinci. O en todo caso, a los televisivos canales también
mentados. Es un fenómeno parecido al américo-castrismo en España: El hábil
ensayista Américo Castro se sacó de la manga una suerte de teorías
contradictorias en torno al invento de las “Tres Culturas”, basadas en su
cerrazón ideológica e indisciplina, y todo eso creó una amalgama de malos
discípulos, que empeoraron aún más el producto original. Con Dan Brown, Nat Geo
y History Channel ha pasado exactamente lo mismo. Por eso, cuando uno refiere
verdades como que la Inquisición ajustició en el Perú a 32 personas en tres
siglos, y de los ejecutados, ninguno era amerindio, puesto que éstos estaban exentos del Tribunal
del Santo Oficio, las caras de asombro se multiplican, ante una falta de
reacción provocada por la palabrería asumida. Y claro, es muy difícil reconocer
que a uno lo han engañado durante mucho tiempo, o que se ha dejado engañar.
Algo parecido le pasa a la generación de la transición en España, que se
resiste a reconocer los fallos de su régimen, el calco sofisticado de la mal
llamada “Restauración” de Cánovas y Sagasta que, a su vez, también nos llevó a
la más absoluta ruina.
Solía decir mi
abuela QEPD que la ignorancia es muy atrevida. En nuestros tan “igualitarios”
tiempos, donde la opinión de un tonto vale lo mismo que la de un sabio, y donde
todo el mundo parece poder opinar de todo con un magisterio incontestable, bien
estaría que suprimiesen la carrera de Historia de las universidades. O mejor
dicho, cualquier carrera. Total, si por ver un reportaje en la televisión o
leer un librillo de poca monta nos creemos historiadores, ¿qué pasará con otros
campos del saber como la arquitectura, la medicina, el derecho, la geografía o
la botánica? Porque también hay programas televisivos de medicina, hasta de
operar en directo… ¿Se imaginan ustedes el peligro que entrañaría la
proliferación de “médicos” aficionados-improvisados que encima creen
incontestable su dizque criterio “porque lo dice la Medicina”? Pues esa
barbarie está pasando con la Historia. Y eso está moldeando la pseudo-cultura
del hombre moderno. Y de eso se aprovechan muy bien los gobernantes corruptos.
Así que atentos, que hay que procurar honestidad y responsabilidad intelectual,
porque las paparruchadas no las dice “la Historia”; ciencia que, por otra
parte, está en constante trabajo y revisión.
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